Disclaimer: Los personajes que aparecen en este fic, así como el universo donde se desarrolla la historia no son creaciones mías ni me pertenecen. Todo es obra de Masashi Kishimoto.
Nada va a lastimarte, cariño.
Capítulo 3
Sombras del pasado y luces del presente
Atravesó el denso bosque con una quietud que hacía eco de la agitación en su interior. El dosel verde filtraba la luz de la luna, proyectando un tenue resplandor sobre el suelo cubierto de musgo bajo sus pies. Se movía con gracia calculada, sigiloso, mezclándose en las sombras, uniéndose con la oscuridad.
El aire estaba cargado con la fragancia del pino y la tierra húmeda. Todos los sonidos tenían una extraña reverberación. El ruido amortiguado de sus pasos parecía llegar de lejos, como si estuviese andando por el fondo del mar. A veces oía un ligero crujido a sus espaldas. En el bosque flotaba una tensión palpable, como si los animales nocturnos aguardaran, inmóviles, conteniendo la respiración, a que se alejara.
En medio del sendero, se agachó para tocar el suelo; sus dedos rozaron la tierra, sintiendo el latido bajo su contacto. La mezcla de hojas y musgo cedió a su tacto, y casi fue capaz de vislumbrar las historias que contenía, entregándole fragmentos del pasado, hojas caídas, restos de estaciones pasadas.
Se quedo mirando la amalgama de tierra y hojas, sumido en la contemplación. Un aullido lejano resonó entre los árboles. Sus pensamientos, una tempestad de emociones contradictorias, corrían como el escurridizo viento a través del susurro de las hojas y las ramas.
En un acto reflejo consiguió ponerse de pie a la vez que sus ojos se fijaban en el camino que tenía por delante. Siguió el rastro con habilidad. La espesura le brindaba refugio suficiente para ocultarse detrás de los arbustos y revelar ante él un cuadro clandestino: un escalofriante diorama de almas cautivas atrapadas por los zarcillos de la malevolencia.
Dos niñas, contenidas en ataduras que les laceraban la delicada piel de las muñecas, se convirtieron en las protagonistas involuntarias de la inquietante hombre. Los hombres, silueteados contra el lienzo añil del bosque, se deleitaban con sus travesuras. Las carcajadas, oscuras y guturales, resonaban entre los árboles como si el entorno mismo se estremeciera ante la intrusión.
Entre los captores, el tintineo de las botellas orquestó una sinfonía de degradación. Sonó una proclama, pronunciada por una figura cuya voz era tan tosca como la corteza de los robles centenarios que los rodeaban.
—Recibiremos una buena cantidad de dinero por ellas—dijo uno de los hombres. Era un individuo recio y fuerte. Llevaba una barba larga y sucia, lo cual servía como distracción ante el hecho de que le faltaba la nariz.
—Tal vez podamos divertirnos un poco con ellas—sugirió otro individuo de aspecto cadavérico con la capa hecha jirones.
El desnarigado hizo ademán de acercarse a una de ellas. Los árboles parecieron jadear, con las hojas temblando en señal de protesta, cuando ella retrocedió y un grito desesperado desgarro la noche, por lo demás serena.
Los hombres estallaron en carcajadas y continuaron discutiendo quien sería el primero en tomarlas.
—¡Nada de tocarlas!—gritó un tercero. Estaba sentado junto a una hoguera, comiéndose un ave medio asada directamente del espetón, con los dedos y la barba llenos de grasa y sangre. Se limpio las manos en la ropa y se levantó—. ¡Deben permanecer intactas, ambas son para el jefe!
—Vamos, ¿qué tiene de divertido?—dijo el desnarigado con una sonrisa—. Si quiera lo notara.
Las carcajadas estallaron nuevamente. Estaba claro que todos estaban ebrios.
Hastiado de la situación, salió de su escondite y descendió como un ave rapaz, con los mechones de cabello oscuro cayendo en cascada a los costados de su rostro mientras se materializaba frente a los mercenarios. El aire crepitaba con una intensidad tacita ante el enfrentamiento que estaba a punto de desencadenarse.
Lo hombres no perdieron el tiempo. Con un instinto primario y salvaje se abalanzaron sobre él, una fuerza unida que convergía sobre el vengador solitario. El susurro de las ramas temblaba de anticipación.
En el lapso de un suspiro, la danza se desplegó; una sinfonía de gracia letal dirigida por el ultimo heredero del clan Uchiha. Sasuke se movía con la rapidez de otro mundo, un borrón de oscuridad sobre el lienzo iluminado por la luna. Golpeaba y contenía ataques con precisión; su cuerpo era una extensión de las habilidades que había perfeccionado durante años de entrenamiento incesante y batallas duramente ganadas.
Los hombres, con sus armas blandidas, se vieron atrapados en la tempestad de la ira del Uchiha. Sus movimientos finos y perfectos, desafiaban las leyes de los limites humanos. Cada golpe, imbuido por el poder del Sharingan, daba en el blanco con una precisión impecable.
Una espada surcó el aire, apuntando a la garganta de Sasuke, pero éste desapareció, dejando solamente una ráfaga de aire a su paso. En un abrir y cerrar de ojos, reapareció detrás de su atacante. El choque continuó, un baile caótico en el que Sasuke se movía como un espectro, intocable e inexorable.
Derribó a su oponente con una patada en el pecho, luego siguió con una serie de golpes, esquivando la hoja dentada que amenazaba con atravesarlo.
En instantes que parecieron una eternidad, despachó a sus adversarios con una fría eficacia. Sin mucho interés ni remordimiento, contempló los cuerpos inertes tendidos en el suelo, sobre una cama de hojas secas, tierra y ramas mientras la sangre emanaba de sus heridas y comenzaba a formar un charco escarlata.
Las secuelas de la batalla flotaban en el aire como una niebla espesa y, en silenciosa quietud, las acciones del último Uchiha cortaron el silencio con una precisión calculada. Tomó el cuerpo de uno de los mercenarios y lo arrastró lejos de las chicas.
En el claro, dejó caer la forma sin vida. El aire atestado de espera, parecía prepararse para el siguiente acto de ese drama nocturno.
Con los ojos encendidos por la intensidad de la batalla, se volvió hacia el más tembloroso y cobarde de los tres mercenarios que quedaban. Su mirada, una mezcla carmesí y violeta, como un faro entre las sombras, atravesó el alma del hombre. De un apretón, rápido e implacable, lo tomó por el cuello, con la amenaza de infligirle un dolor inminente en cada línea de su expresión.
—Si no respondes a cada una de mis preguntas, te cortare un dedo por cada segundo que pase—lo amenazó. Su voz era fría e inquebrantable, cortó el aire como una cuchilla.
El hombre dejó escapar un grito ahogado, las lágrimas descendían por sus mejillas como un torrente y su cuerpo convulsionaba a causa de los temblores. Él asintió frenéticamente.
Lo dejó caer al suelo y se colocó de cuclillas frente a él. El brillo del metal surgió al momento de extraer un kunai, cuyo filo captó la luz de la luna. Los ojos del mercenario se abrieron de par en par cuando Sasuke, con una calma metódica, colocó la punta de la hoja bajo una uña.
—¿Quién es tu jefe?—quiso saber.
—H-Hiroshi T-Takahasi—respondió el hombre, cuya resolución se desmoronaba bajo el peso de un tormento inminente.
Sasuke frunció el ceño. Hiroshi era un hombre adinerado y astuto que operaba en las sombras de una pequeña aldea ubicada entre los límites del País del Fuego y el Té. Por lo que había investigado, Takahasi poseía bares, tabernas y prostíbulos, los cuales ocultaba haciéndose pasar por un renombrado vendedor de arte.
—¿Dónde se encuentra en este momento?—indagó con mirada inflexible.
El hombre cerró los ojos y sollozó.
—Él e-está de regreso en Kasaiyume.
Sasuke deslizó la punta del kunai en el espacio disponible entre la uña y la piel: un grito desgarró el aire.
—¿Por qué secuestraron a las niñas?
—S-su padre engañó a Takahashi-sama. Le prometió venderle un artefacto milenario, pero resulto ser una baratija—respondió sin darse cuenta de la gravedad de sus revelaciones—. Al final decidió que la mejor forma de pagar su deuda era llevándose a sus hijas.
Sasuke arrugó la nariz en señal de disgusto. Jamás comprendería el depravado y retorcido placer que los hombres como Takahasi encontraban en niñas pequeñas.
—¡Por favor, te lo suplico!—sollozó de forma patética—. ¡Tengo una familia! ¡Soy lo único que tienen en el mundo!—comenzó a berrear.
Hastiado y con una decisión en mente, resguardó el kunai entre su capa y se puso de pie. Limpió la hoja con disgusto de su katana. A pesar de que su vida giraba en torno a la violencia, detestaba la sangre; la sensación viscosa al resbalar por sus dedos, el aroma metálico que emanaba de ella. Era irónico, realmente.
Su mirada heterocrómica reflejaba el ominoso resplandor de la luna, posándola en el hombre destrozado que ahora se arrodillaba ante él.
—Lo mejor sería que no volvieras—declaró, con el peso de una ultima advertencia—. Dudo que continúen con vida.—El bosque, envuelto en sombras, pareció absorber la gravedad del momento—. He sido misericordioso, pero tu jefe no dudará en matarte.
El mercenario, una mera marioneta del gran esquema, asintió frenéticamente. Sus ojos, atormentados por el miedo tanto del vengador como del invisible titiritero, suplicaban clemencia. Sasuke, con una expresión estoica que revelaba poco, se dio la vuelta sin mirarlo dos veces.
Sin más preámbulos, centró su atención en las niñas temblorosas, la luz de la luna le permitía apreciar la palidez y el miedo en sus rostros. El kunai, antaño presagio de dolor, estaba ahora envainado con seguridad, transformándose en un instrumento de venganza y guardián de la compasión.
Las niñas, aun abrumadas por los restos del terror, observaron cómo se acercaba. Sus movimientos, antes una tempestad de gracia letal, se suavizaron mientras blandía el objeto afilado con precisión. Con un rápido movimiento, corto las cuerdas, el susurro metálico de la hoja atravesó el opresivo silencio.
Cuando la última brida cayó al suelo, las dos se abrazaron, sus formas temblorosas encontraron consuelo en la supervivencia compartida.
La mirada de Sasuke se suavizó al contemplar tal escena.
—¿Están heridas?—su voz, que anteriormente había sido un presagio de intimidación, tenía un tono de auténtica preocupación.
La mayor de las dos, cuyos orbes cafés reflejaban a la vez resistencia e inquietud, negó con la cabeza.
—Eso es bueno—suspiró.—. Ahora, ¿ambas pueden caminar?
Al unisonó, asintieron. Había llegado a tiempo para evitar una verdadera tragedia.
Sin más, se puso de pie y tomó la delantera. Su silueta, una sombra guardiana que navegaba por el enigmático laberinto del bosque, les hizo señas para que lo siguieran.
El viaje de regreso transcurrió en un silencio que lo decía todo. El susurro de las ramas, agitado por la brisa nocturna, compartía la silenciosa comprensión de la terrible experiencia que el trio había compartido. Sasuke se movía con una seguridad nacía de innumerables horas de entrenamiento y una aguda sensibilidad ante la fragilidad de la vida.
Cuando salieron del denso follaje hacia el claro donde la luna proyectaba su resplandor plateado, las niñas lanzaron una última mirada nerviosa hacia las sombras que habían creado una de las experiencias más pérfidas que marcarían su existencia. Él, siempre vigilante, percibió sus sentimientos. Con un sutil movimiento de cabeza, les indicó que avanzaran, guiándolas lejos de los inquietantes recuerdos del bosque.
La pequeña granja surgió de la oscuridad como un faro de calidez y seguridad. A medida que se aproximaban, los padres de las niñas salieron corriendo del hogar, con los brazos abiertos y una mezcolanza de preocupación y alivio grabada en sus rostros. Sasuke, aun envuelto en las sombras, se limitó a observar la escena desde la distancia, permitiendo que el anhelado encuentro se desarrollara.
El padre, con el rostro bañado en lágrimas, abrazó a sus hijas con fuerza.
—Gracias—pronunció, su voz cargada de emoción—. No sé cómo pagártelo.
—No volverán a aparecer—respondió Sasuke con una escueta seguridad.
—¿Están muertos?—preguntó, sin embargo, decidió que no estaba interesado en el porvenir de los mercenarios—. No quiero saberlo—concluyó. Estaba claro que lo único que le importaba había regresado a casa.
—¿Cómo podemos recompensarte?—se apresuró a cuestionar.
—No es nada—las palabras de Sasuke llevaban una humildad que rayaba en la indiferencia. Sin embargo, el hombre persistió, no dispuesto a dejar que la deuda perdurara.
—No, de verdad. Por favor, dejanos hacer algo por ti.
Sasuke, impasible ante la insistencia, mantuvo su tranquila resolución.
—No lo hice por el dinero.
Al percibir la naturaleza inflexible del altruismo, el hombre cambió su oferta:
—Dejame ofrecerte una cama para pasar la noche y una comida caliente. Es lo menos que podemos hacer.
—Gracias—dijo, reconociendo la sinceridad en el gesto del hombre—. Pero tengo que ir a otro sitio.
—Ya veo—masculló en entendimiento—. Gracias de nuevo, mil veces.
…
La pequeña taberna zumbaba con el murmullo de las conversaciones, las risas y el tintineo de las copas. El aire, atestado por el aroma del humo y los licores, lo envolvió tan pronto como cruzó el umbral de la puerta y se dirigió a una mesa solitaria. Un joven, cuyo rostro era un lienzo de curiosidad y deferencia, se acercó para tomarle la orden.
Sin más miramientos, solicitó una botella de sake. El camarero asintió con la cabeza y se retiró para atender el pedido, dejándolo a solas con sus pensamientos. Los ojos de Sasuke, oscuros estanques de contemplación, recorrieron la sala con cautelosa atención.
Mientras el ruido fluía a su alrededor, una voz femenina se coló entre el murmullo de fondo, ocasionando que, una conexión fugaz encendiera su mente al oír el tono, que era escalofriantemente parecido al de una persona que se había marchado de su lado hace tiempo.
Incapaz de contenerse, sus pensamientos se dirigieron involuntariamente hacia Sakura; su presencia, ahora un recuerdo esquivo, rondaba los recovecos de su conciencia.
A tres semanas de su reencuentro, su mente se empeñaba en repetir la inexplicable desaparición que le había dejado una cama vacía y la persistente sensación de traición. Las secuelas de aquel fatídico despertar arrojaban sombras sobre su orgullo, el peso de la humillación se asentaba pesadamente sobre sus hombros. Sakura, la mujer que siempre, de una u otra forma había estado entrelazada en su vida, se había escabullido como un fantasma en la noche.
Las últimas semanas se habían desarrollado ante sus ojos como un sueño surrealista, un estado de entumecimiento emocional y mental que cubría la realidad con un manto de imposturas. La ausencia de una nota, un mensaje o cualquier rastro de su partida no hacia sino aumentar la perplejidad de la coyuntura. El lugar, con sus faroles parpadeantes y sus risas lejanas, terminó por transformarse en un telón de fondo pasajero para la confusión interna contra la que luchaba.
—Lindo lugar—la voz lo sacó de sus pensamientos—. ¿Cliente frecuente?—indago, viendo con un marcado menosprecio las instalaciones del lugar del mala muerte al que lo había citado Sasuke.
El Uchiha parpadeó no una, sino tres veces. Con la confusión decorando sus rasgos, tardó un momento en darse cuenta de la interrupción. Su mente, antes enredada en el laberinto de los dolorosos recuerdos, cambió de marcha para reconocer la presencia del ninja rubio a su lado.
—Llegas tarde—señaló escuetamente.
—No puedo salir de la aldea cada vez que lo pides—explicó con una nota de familiaridad—. Hay protocolos, ¿recuerdas?
Sasuke puso los ojos en blanco. Por supuesto que los tenía presentes. Los ancianos del consejo habían sido muy concisos al recitárselos una y otra vez luego de emitir un veredicto.
El camarero regresó y, sin mediar palabra, colocó la botella entre ellos. Ante la presencia del licor, Naruto elevó ambas cejas.
—Eso si es una sorpresa.
Haciendo caso omiso al comentario, tomó las riendas. Sirvió dos tragos con una eficiencia práctica, fruto de la familiaridad con el ritual.
Bajo el escrutinio de su mejor amigo, bebió de un sorbo el sake: el líquido le quemo al deslizarse por su garganta. Un calor, tanto físico como simbólico, le proporcionó un fugaz respiro del frio que persistía en las sombras de sus emociones irresolutas.
Naruto, que lo observaba atentamente, percibió un cambio en el aire.
—Tengo la información—declaró el azabache.
Nervioso, el Uzumaki echó un rápido vistazo a la taberna.
—Es seguro—se apresuró a responder Sasuke, como si fuese capaz de leer sus pensamientos o preocupaciones.
Los comensales estaban lo suficientemente ebrios para reparar en su conversación.
—El hombre se llama Hiroshi Takahasi. Actualmente se encuentra en Kasaiyume—comenzó a explicar con desinterés—. Está involucrado en distintas actividades criminales—reveló.
Naruto guardo silencio, absorbiendo los detalles.
—¿De dónde sacaste esa información?
—No importa—respondió el Uchiha lacónicamente.
Las complejidades de su mundo, impregnado de sombras y motivos ocultos, a menudo hacían que fuera mejor no hablar de las fuentes o las formas en que obtenía sus datos.
—No estarás metiéndote en asuntos turbios, ¿verdad, Sasuke?—advirtió Naruto, la preocupación en su voz era una proyección de la arraigada camaradería que existía entre ellos.
Sasuke, al saberse objeto del escrutinio y la acusación que intentó maquillar como broma, arrugó el ceño y, como ya era costumbre, ahogó sus verdaderos pesares en alcohol.
Al percatarse que su comentario no tuvo el efecto deseado, Naruto soltó un suspiro resignado y acarició su nuca.
—Entregare el informe a Kakashi-sensei.
—Puedo encargarme yo solo—respondió con una sutil nota de insistencia en su tono.
—No es necesario—rebatió.
Ninguno de los dos pareció tener algo más que decir. El rubio se perdió por un instante en las risas estentóreas de los demás clientes mientras Sasuke intentaba ordenar sus pensamientos. Luego de otro rato de aparente inactividad por parte de ambos, Naruto se apresuró a decir:
—Así que tú y Sakura…—murmuró.
Automáticamente se tensó. Se volvió hacia Naruto, con la mirada atiborrada de curiosidad cautelosa y una sutil aprensión. La simple mención del nombre de su compañera despertó un sentimiento de inquietud en su interior, como una brasa latente cobrando vida.
—No te preocupes, su secreto está a salvo conmigo—sonrió—. Ni siquiera se lo mencione a Kakashi-sensei y dudo que ella lo haya hecho.
Lejos de tranquilizarlo, aquello hizo que su pulso se disparara. ¿De qué secreto estaba hablando? ¿Acaso Sakura le había contado lo que había sucedido esa noche?
Nervioso, tragó grueso. No sabía si sentirse aliviado o ansioso. ¿Por qué no había dicho nada sobre su encuentro? Todos los ninjas de la aldea estaban obligados a reportar cada interacción que tuviesen con él, con el objetivo de seguirle el rastro por si, en alguna ocasión, Sasuke olvidaba enviar los informes de su paradero.
—Me contó que ambos se reunieron—agregó. El peso de sus palabras permaneció suspendido en el ambiente.
—Sí, en Tanzaku—replicó.
—¿Y bien? ¿Qué paso?—preguntó emocionado.
—Nada—dijo Sasuke, fiel a su reticente naturaleza.
Naruto dejo escapar un suspiro frustrado.
—Ella mencionó algo sobre ti. Ha estado actuando extraña últimamente, justo como tú en este momento—comentó.
El ceño de Sasuke se frunció aún más. El Uzumaki, sin inmutarse, continuó:
—Mencionó algo sobre seguir adelante, de continuar con su vida. Eso suena bastante descabellado.
Las preguntas no formuladas flotaban en el aire mientras su amigo aguardaba por una explicación coherente que consiguiera resolver todas sus dudas.
Para ser sincero con él y consigo mismo, Sasuke tampoco tenía idea de lo que estaba sucediendo.
Se limitó a tomar otro sorbo de sake y permaneció en silencio.
—¿Estás seguro de que no paso nada malo entre ustedes dos? ¿Discutieron?—quiso saber.
Al cabo de un minuto o dos, optó por mantener la guardia en alto.
—Ya te lo dije, no pasó nada—respondió, desechando con sus palabras cualquier percepción de conflicto. Sin embargo, las sombras del pasado permanecieron en el silencio que siguió.
Naruto, tan conflictivo como siempre, se aventuró en el reino de la confusión y añadió otra capa al misterio que se estaba desarrollando:
—También mencionó que no volverías a la aldea. ¿Estás loco?—la incredulidad añadió un tinte de urgencia a la conversación.
¿Cómo podía explicar a su amigo que Sakura, después de cruzar ciertos límites y llegar a un punto sin retorno en su relación, lo había dejado sin explicaciones? El dolor del abandono persistía, un tormento silencioso con el que lidiaba en las profundidades de su contemplación.
Todo eso era nuevo para él. Se encontraba en un terreno desconocido, buscando respuestas en el laberinto de la inexplicable partida de Sakura. La misma persona con la que había compartido batallas, victorias, tristezas. Las complejidades de sus destinos entrelazados se habían esfumado sin dejar rastro.
—¿Los ancianos del consejo han dado su permiso?—preguntó Sasuke, exponiendo esa habilidad de cambiar de tema de conversación de la nada.
Naruto, tras una breve pausa que pareció prolongarse una eternidad, respondió con tono mesurado:
—Kakashi se está encargando de ello.
—Mentira—descartó la explicación lacónicamente. La frustración en su voz resonaba en consonancia con el descontento que había hervido durante mucho tiempo en su interior.
—Lo sé, entiendo.
—Por supuesto que no lo entiendes. Ellos estuvieron involucrados en la masacre de mi familia, ¿y yo, sólo porque maté a Danzo, soy el que tiene que pagar?—la amargura subrayaba la injusticia que sentía, los ecos de un pasado que seguía moldeando los contornos de su presente.
—Que lo entienda no significa que esté bien. Es una mierda, ¿vale?—murmuró—. Yo también siento lo mismo, pero no puedo acabar con este sistema de la noche a la mañana—agregó, como si de verdad estuviera avergonzado de su proceder.
Con sus emociones brevemente al descubierto, Sasuke cerró los ojos y tragó grueso. El peso de sus decisiones y las preguntas sin resolver en torno a Sakura y su situación parecían presionarle. Después de un momento, recuperó la calma.
—Volveré cuando me lo permitan. Mientras tanto, seguiré mi camino—murmuró.
—¿Adónde iras esta vez?
La pregunta, aunque simple, acarreaba la complejidad de los impredecibles viajes en los que se había embarcado en los últimos tres años.
—No muy lejos de aquí.
Y tras decir eso, Sasuke se marchó sin darle oportunidad a Naruto de insistir.
—¿Te has enterado que Nagamine Kyo está embarazada?
La pregunta emitida por su madre atravesó la quietud de la habitación. Los sonidos rítmicos del trabajo de Sakura se detuvieron cuando ella apartó la vista de los vegetales que cortaba.
Nagamine Kyo había sido una antigua compañera de juegos que vivía en la casa de al lado. Sus madres se llevaban bien y, dieron por hecho que ambas también lo harían. Cuando ingresó a la academia, aun mantenían una relación cordial, pero todo cambió al segundo año, cuando Kyo se dejó crecer el cabello y comenzó a llevar ropa más ajustada. La inocencia de su amistad se vio remplazada por la atención que los chicos le brindaban. Para su fortuna o desgracia, se había hecho amiga de Ino. Conforme iban creciendo, la madre de Kyo no dejaba de alardear sobre la belleza de su hija y lo popular que era entre los hombres. Muchas veces, cuando regresaba a casa de la Academia o deambulaba por su habitación, se convirtió en testigo de historial amoroso de su antigua amiga, mas nunca la juzgó.
La mirada de Sakura se dirigió hacia la larga mesa de madera cubierta de restos de vida familiar: pegatinas de bailarina, el periódico del día en una esquina, una taza de té vacía y un plato con restos de comida.
—No sé por qué quiere tenerlo—optó por responder, expresando la sinceridad de sus pensamientos—. ¿Crees que sea antiabortista?
Ahora fue el turno de Mebuki para frenar su deambular y reparar en Sakura. Si era consciente del escrutinio, optó por ignorarlo.
—¿Ese es el único motivo por el que las mujeres tienen hijos, por una postura política?
Sakura colocó el afilado cuchillo a lado de la tabla de cortar.
—Bueno, por lo que he escuchado, no está con el padre. Ni siquiera tiene un trabajo—espetó.
Tal vez estaba siendo muy dura con la pobre Kyo.
—Yo tampoco tenía un empleo cuando te tuve—dijo Mebuki.
La kunoichi frunció el ceño.
—¿No te arrepientes?—quiso saber—. Puedes ser sincera conmigo, no herirás mis sentimientos.
Mebuki guardó silencio mientras Sakura la miraba. Ahora que lo pensaba, su madre estaba exactamente igual; no parecía mucho mayor de lo que era ella ahora, a pesar de qué estaba a punto de cumplir los cincuenta y cinco. Un cutis pálido y brillante, con el cabello mediano y rubio y ojos verde claro. Era como la muñeca favorita de una niña, de esas con las que no se juega. Llevaba un vestido rosa y largo de algodón, con zapatillas blancas.
–¿Por qué haces ese tipo de preguntas?—respondió, ofendida—. ¿Acaso tú también estas embarazada?
Sorprendida por la inesperada acusación, frunció el ceño.
—¿Qué? No—exclamo. Su negación, firme e inequívoca, llevaba implícita una pizca de indignación por la suposición.
Mebuki dejo escapar un suspiro al mismo tiempo que regresaba a sus propias tareas, ignorando la tensión que permeaba en la habitación.
—Es una lástima—dijo sinceramente.
La criptica afirmación quedó flotando en el aire, dejando a Sakura perpleja, en busca de una aclaración.
—¿Qué quieres decir con eso?
No hacía falta que lo preguntara, Sakura sabía perfectamente lo que quería decir. Mebuki nunca había aprobado su estilo de vida como Kunoichi. Desde el comienzo se mostró renuente a que su única hija se convirtiera en una herramienta para la aldea. Sin embargo, luego de tantos años, era evidente que su parecer no había cambiado en lo absoluto y, que sus planes y expectativas se volcaban al lado más mundano de la sociedad, lejos del peligro y la muerte.
—Quizás ya estes en la edad de formar una familia—dijo ella, eligiendo cuidadosamente sus palabras.
La insinuación era persistente, una sugerencia que despertó una serie de emociones irreconocibles en Sakura. Las expectativas tacitas y las normas sociales se hicieron tangibles en la habitación.
—Por si no te has dado cuenta, mi trabajo a duras penas me da tiempo de visitar mi apartamento dos veces por semana—señaló—. No veo como un embarazo podría ser beneficioso para mí en este momento.
—Eso no estaría sucediendo si te dieras la oportunidad de conocer a un buen hombre—rebatió Mebuki.
No era vidente, pero podía ver claramente hacia donde se encausaba la conversación. De haberlo previsto, habría rechazado la invitación de pasar a casa de sus padres para tomar una taza de té.
—No estoy interesada—dijo, tajante.
—¿Y ese desinterés se debe al muchacho Uchiha?
Sakura cerró los ojos y tomó una enorme bocanada de aire, permitiendo que sus pulmones se expandieran dolorosamente entre los confines de su caja torácica.
—Sasuke no tiene nada que ver con mi decisión de no tener una vida amorosa activa—aclaró, modulando su tono de voz.
—Por supuesto que tiene todo que ver—espetó. Cuando se volvió hacia ella pudo apreciar la frustración en sus facciones: ceño fruncido, labios apretados, las manos en la cadera.—. ¿Cuánto tiempo vas a esperar Sakura? Han pasado tres años desde su partida. Además, es un criminal de guerra.
Dejo pasar por alto el ultimo comentario y, sin deseos de iniciar una discusión, colocó la combinación de verduras en el bowl y respondió:
—No es por Sasuke, en serio. El hospital está atestado de trabajo, la aldea me necesita—comenzó a enlistar—. Además, a él se le otorgó el perdón.
La silla crujió al ponerse de pie. Sin inmutarse a lanzarle una mirada a su madre, se dirigió hacia el lavadero, abrió la llave y comenzó a tallar las verduras con más enojo del que pretendía.
—Si ese es el caso, ¿Por qué no ha regresado a la aldea?—preguntó.
Ofuscada, soltó un suspiro exasperado.
—No lo sé, mamá. ¿Por qué no intentes preguntárselo tu misma?—la respuesta, aunque con un toque de exasperación, poseía un trasfondo de auténtica fatiga.
Ella misma se lo había cuestionado la noche de su reencuentro.
Se hizo un momento de mutismo en la habitación. Al darse cuenta de la tensión en su propia voz, se disculpó:
—Lo siento. Es que… estoy muy cansada.—La confesión, una vulnerabilidad poco frecuente, dejaba entrever el daño que le habían causado los últimos días.
—Quizá deberías plantearte tomar unas vacaciones—sugirió, expresando nuevamente su preocupación maternal.
Sakura cerró los ojos y trago grueso.
—Lo tendré en cuenta—murmuro. El cansancio, palpable hasta la medula, dejaba al descubierto la lucha interna a la que se enfrentaba, entre las exigencias del deber y el reconocimiento de su propia necesidad de un respiro.
El peso de su conversación permeó en cada esquina de la habitación mientras las dos guardaban silencio durante otro minuto. La cocina, una vez cargada de preguntas no formuladas, recuperó gradualmente su normalidad mientras ambas continuaban con sus respectivas tareas.
—Deberías venir a verme más a menudo—dijo Mebuki, rompiendo el silencio con una pizca de añoranza.
—Lo intentare—dijo Sakura, reconociendo la suplica. Una leve sonrisa acompañó sus palabras, una pequeña pero sincera expresión de su compromiso por salvar la brecha que las exigencias de la vida habían creado.
Así fue que, con la misma calma y pretendiendo que nada había sucedido entre las dos, Sakura regresó la atención a sus tareas, optando por no reparar demasiado en la conversación ni en las palabras de su madre.
Mientras continuaba ayudando a cocinar, su interés se vio repentinamente atraído por un olor que le revolvió el estómago. Incapaz de ignorarlo, preguntó:
—¿Qué es ese olor?
Mebuki, momentáneamente perpleja, respondió con una contrapregunta:
—¿Qué?
Decida a encontrar el origen del repugnante aroma, se dirigió hacia la despensa. Con decisión, abrió la puerta y empezó a buscar el culpable.
En unos instantes, localizó la fuente del desagradable olor. Levantó una botella de aceite de sésamo y arrugó la nariz.
—¿Aceite de sésamo?—dijo Mebuki, sorprendida y curiosa por partes iguales.
—Huele asqueroso—dijo Sakura, aun afectada por el penetrante olor. Su bonito rostro se contorsionó en una mueca de evidente disgusto.
—¿Bromeas?—rebatió la mujer, incrédula—. El pollo al sésamo es tu favorito.
—Definitivamente ya no lo será, al menos no después de esto.
Presionó la punta de su nariz con dos dedos y dispuso el recipiente tan lejos como le era posible, en un sitio donde sus sensibles fosas nasales no fuesen capaces de captarlo.
—¿No estará pasado?—se aventuró a indagar mientras buscaba en la etiqueta algún indicio o pista que respaldara su hipótesis.
—No, lo compre hace dos semanas.
La kunoichi le entregó el recipiente y comentó:
—Huele fatal—determinó, dando por finalizada la discusión.
Ajena a cualquier consecuencia inminente, continuó con la preparación de la comida, descartando el aparentemente insignificante aroma del sésamo como un inconveniente menor. Poco sospecha la grandiosa kunoichi que algo tan nimio como el olor del aceite desencadenaría en un hecho más grande y caótico.
Sentada en el tocador, miró su cara en el espejo. Su rostro expresaba todo al mismo tiempo, que era lo mismo que no expresar nada. Con más resignación que motivación terminó de aplicarse la máscara de pestañas y hundió un dedo en el tarrito de bálsamo labial transparente.
La conversación con su madre le había dejado un mal sabor de boca. Sabía que Sasuke no era del agrado de sus padres, sin embargo, estaba segura que su animadversión era injustificada, después de todo, los únicos que lo conocían eran ella, Naruto y Kakashi y, actualmente, no tenía la certeza de hacerlo.
Cerró los ojos un instante al mismo tiempo que tomaba una enorme bocanada de aire, no podía permitir que eso arruinara la noche, por mucho que le apetecía ocultarse bajo las cobijas y dormir hasta el día siguiente, había prometido hacer acto de presencia para darle apoyo moral a Tenten.
Caminó hacia la cama y tomó el vestido negro que yacía sobre la colcha; la tela se deslizó sobre su piel, abrazándola con la misma delicadeza con la que la brisa nocturna acariciaba los pétalos de cerezo. Contempló su reflejo una vez más y, con un suspiro resignado, decidió que la mejor armadura para enfrentar la incertidumbre era el coraje de plantarse con elegancia.
El maquillaje, apenas perceptible, realzaba sutilmente sus rasgos, confiriéndole una pincelada de misterio a sus ojos verdes. Echó un vistazo al reloj electrónico que reposaba en la mesita de noche, la hora avanzaba y la aldea aguardaba por ella con sus luces destellantes y los callejones atiborrados de historias por descubrir.
Bajo el resplandor de la luna, emergió de su refugio con un aura de determinación. Aunque su corazón pesara, una chispa de curiosidad y valentía la guiaban hacia lo desconocido.
Cuando abrió la puerta de cristal del establecimiento, sintió una momentánea y aguda punzada de decepción. El lugar estaba repleto de shinobis. El ambiente vibraba con risas, música animada y el distintivo sonido de los vasos de cristal chocando. Sin más remedio, se resignó ante las circunstancias. Respiró hondo y sorteó las mesas que la separaban de sus amigas. Todavía no la habían visto. Estaban enfrascadas en una conversación.
Las miradas de las kunoichis se iluminaron al contemplarla llegar.
—¡Por fin!—exclamó Ino entusiasmada.
Sakura dejo caer su cuerpo con elegancia en el asiento que aguardaba por ella. Dirigió su atención hacia Tenten y le dedico una sonrisa discreta.
—Gracias por venir—vociferó la castaña—. Sé que estás ocupada, y realmente aprecio que hayas tomado el tiempo.
Ella le devolvió la sonrisa y respondió con sinceridad:
—Para ustedes siempre habrá tiempo. Además, ¿Qué seria del hospital si no pudiera tomarme un respiro de vez en cuando?
—¡Eso merece un trago doble!—exclamó Ino.— Después de todo, es una hazaña que nuestra chica dorada haya logrado escaparse de su ajetreada vida para unirse a nosotras.
Sakura rodó los ojos de manera juguetona, pero aceptó la copa que Ino le ofrecía.
—Estas exagerando.
Las risas resonaban en la mesa mientras cada una alzaba su copa en un brindis improvisado.
—Juro que estás más ocupada que el mismísimo Rokudaime. Incluso Kakashi sensei toma su tiempo libre—puntualizó.
—Eso es porque Kakashi-sensei es un holgazán incorregible—replicó Sakura con picardía.
El licor descendió por su garganta, dejando una sensación ardiente que le arrancó una mueca involuntaria. Mientras las demás seguían charlando y riendo, sintió que el extraño sabor del alcohol desencadenaba un eco distante en su memoria. Un recuerdo emergió, inesperado y cargado de emociones.
—Sakura—gimió Sasuke.
Su voz, la manera en que pronunciaba su nombre con una intensidad que solo ella conocía hasta el momento. Un jadeo sutil, entrecortado, gutural. Su rostro se ruborizó al instante, y sus ojos buscaron disimuladamente el refugio de la mesa y la oscuridad del local.
Intentó concentrarse en la conversación de sus amigas. Ino continuaba relatando una serie de anécdotas hilarantes, mientras Hinata y Tenten asentían con una sonrisa gentil. Sin embargo, el eco de la remembranza persistía, tintineando en la penumbra de sus pensamientos.
Tomó otro sorbo de su bebida, esperando que el alcohol actuara como un velo temporal para ocultar esas memorias intensas. Aunque estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano por permanecer presente en la animada velada, una parte de su mente continuaba atrapada en la nostalgia de aquella noche compartida con Sasuke.
Agradeció en silencio la intervención de Tenten quien, después de dos tragos, comenzó a hablar sin tapujos sobre la desafortunada situación que las había congregado esa misma noche.
El escenario era deprimente. Teten había estado saliendo con un chico desde hace algunos meses. Parecía un buen partido, apuesto, de buenos modales. Pero todo cambio cuando ella le planteó la idea de iniciar una relación, tan pronto como se lo propuso, el joven desapareció de su vista. Volvió a verlo tres semanas después, cuando por casualidad se encontraron en un restaurante, él pretendió no conocerla y, sin más, pasó a lado de ella, ignorándola por completo.
—Es un imbécil—espetó Ino con desdén.
Tenten suspiró a la par que jugaba con la orilla de su copa.
—Podríamos someterlo a una sesión de tortura. Probablemente Ino haya aprendido una o dos cosas de Ibiki-sama—agregó Sakura.
—Tal vez, um, solo hubo una confusión. A veces, las cosas no son como parecen—dijo Hinata, preocupada por la dirección que estaba tomando la conversación.
Sin embargo, Tenten negó con la cabeza.
—No fue una confusión. Lo vi. Me ignoro deliberadamente, como si nunca hubiésemos cruzado ni una palabra.
Ino apoyó una mano reconfortante en el hombro de Tenten.
—Esto no tiene nada que ver contigo. Simplemente es un patán que no merece tu tiempo.
Sakura, con un gesto solidario añadió:
—Ino tiene razón. A veces, el destino nos pone pruebas difíciles, pero estoy segura de que hay alguien por ahí que valorara lo increíble que eres.
—Lo sé, chicas. Solo es que… después de la muerte de Neji, pensé que merecía una oportunidad para ser feliz. Y ahora miren cómo termino.
—El hecho de que haya sido un desastre con uno no significa que lo será con todos. Hay muchos peces en el mar. No dejes que ese idiota te hunda. Las cosas mejoraran—dijo Ino.
Sakura quiso acoger a Tenten en su regazo, abrazarla y mecerla como si fuera una niña pequeña. Quería encontrar a aquel hombre, pegarle, patearle y gritarle obscenidades.
Sin embargo, sus pensamientos fueron interrumpidos por Ino.
—Me alegra que todas estén dando pasos agigantados en sus relaciones interpersonales—dijo con voz cantarina—. El hecho de que tú y Sakura hayan decidido dejar atrás el pasado me reconforta.
Tan rápido como las palabras brotaron de la boca de la Yamanaka, la atención de Tenten y Hinata se volcó hacia ella.
«Grandioso, cerda.» Pensó. Ahora tendría que dar explicaciones sobre su inexistente relación amorosa con el único sobreviviente del Clan Uchiha.
—¿Qué hay de Sasuke?—quiso saber Tenten.
—Otro imbécil—murmuró Ino por lo bajo.
—Pensé que estabas enamorada de él—añadió Hinata con un deje de decepción.
El corazón le latía muy fuerte y se sentía estúpidamente nerviosa. Nunca había estado presente en los famosos interrogatorios de Ibiki, pero tenía la certeza que esa situación era peor que las sesiones de tortura.
Carraspeó un poco para aclararse la garganta. Lo último que quería era sonar vulnerable.
—Bueno… Después de todo este tiempo, llegue a la conclusión de que no tiene sentido aferrarse a algo que probablemente nunca sucederá. Sasuke tiene su propio camino, y creo que es hora de que yo también siga adelante—dijo encogiéndose de ojos, tratando de transmitir toda la seguridad que le era posible.
Quizás, presa de los efectos del alcohol, Tenten extendió una mano y la situó sobre la de ella, estrujándola con fuerza.
—Estoy feliz por ti, Sakura. Mereces encontrar la felicidad en el amor, y estoy segura de que alguien increíble cruzara tu camino cuando menos lo esperes.
Sakura sonrió en agradecimiento. Dudaba mucho que eso sucediera. Tal vez estaba destinada a pasar sus días en soledad, tal como su maestra.
Sin más, Tenten llamó al mesero para solicitar otra ronda de tragos. Sakura volvió a soltar un suspiro. La noche seria larga.
Cuando la ronda llegó a la mesa, Tenten levanto su copa con determinación.
—Por las chicas fuertes que mandan a diablo a todos los hombres imbéciles. ¡Salud!—exclamó.
Todas bebieron entre risas. Sin embargo, al terminar, Hinata tosió ligeramente.
—Esto es solo el comienzo—dijo Ino—. Aún tenemos pendiente tu despedida de soltera.
Un rubor tiñó las mejillas de la heredera del clan Hyūga.
—Estoy emocionada, aunque también un poco nerviosa—admitió.
—Es normal sentirse así—convino Tenten.
—Supongo que si—se encogió de hombros.
Hinata era demasiado tímida para ahondar en detalles sobre su relación con Naruto. A duras penas y hablaba sobre su inminente boda. De no haber sido por el escándalo que armó el héroe de Konoha cuando le propuso matrimonio, el sucedo habría pasado desapercibido, sin pena ni gloria.
—¿Entusiasmada por la última prueba del Kimono?—inquirió Tenten, juguetona.
—Sí, tengo cita con la modista la próxima semana, pero creo que hay un problema.
—¿Un problema?—Ino frunció el ceño.
Hinata se removió en su asiento, incomoda.
—Recibí un mensaje de Naruto el otro día. Kakashi-sensei lo envió a una misión, y probablemente deba quedarse tres o cuatro semanas más en su destino.
—Pero en tres semanas es la boda—protestó Tenten, incrédula.
—Lo sé, lo sé, pero no puedo hacer mucho al respecto, ¿cierto?
Ino puso los ojos en blanco.
—Para ser sincera, no me toma por sorpresa.
Hinata sonrió ligeramente.
—Lo entiendo, de verdad. Después de todo, es una misión en conjunto con Sasuke.
La mención del pelinegro trajo consigo un breve silencio a la mesa.
—Lo lamento, Sakura, no quería mencionarlo—se disculpó Hinata, visiblemente mortificada.
—No te preocupes—dijo, procurando sonar casual, despreocupada.
Sin embargo, a pesar de sus intentos de aparentar normalidad, notó cómo un nudo de ansiedad comenzaba a formar en su estómago. Sin pensarlo demasiado, se puso de pie rápidamente, antes de que sus amigas pudieran reaccionar, Ino vocifero.
—¿Sakura?
—Lo lamento, necesito ir al baño.
Caminó por el estrecho pasillo hasta el fondo del establecimiento. Dejó que la puerta se cerrara de un portazo tras de ella. Le temblaba todo el cuerpo. Ya no sabía que tan borracha estaba, no obstante, consiguió adentrarse en el primer cubículo desocupado.
Sostuvo su cabello con una mano mientras inclinaba la cabeza sobre el inodoro, liberando sus emociones y el contenido de su estómago en una horcada. El sonido de su respiración laboriosa se fundía con los murmullos distantes de la música y las risas provenientes del exterior.
Intentó aclarar su mente entre cada bocanada de aire. El sabor amargo en su boca no se debía solamente por el licor; era el regusto de la sorpresa, la nostalgia y la confusión que la invadían. Aunque había aprendido a procesar el alcohol más rápido que los demás, la tormenta emocional la había golpeado con fuerza.
Después de un par de minutos, consiguió enderezarse. Se limpio la comisura de los labios con el dorso de la mano y abandonó el cubículo.
Caminó hacia el lavamanos y abrió ambas llaves Enjuagó su boca y centró su atención en el sonido del agua. Al levantar la mirada, se encontró con su reflejo en el espejo. A pesar del maquillaje, su palidez era notoria. Trató de ignorar la sensación de haber sido dejada de lado una vez más.
—No debería sorprenderme. Ambos son unos idiotas—murmuró para sí misma, tomando más toallas desechables de las que necesitaba—. Por eso se entienden el uno al otro, y ni hablar de Kakashi-sensei—escupió, expresando su frustración.
Tal vez era hora de regresar a casa.
Al salir del baño, sumida en sus pensamientos, impacto de lleno con lo que parecía ser una pared. Se tambaleó ligeramente y, con pánico, se percató que no sería capaz de mantener el equilibrio. Antes de que pudiera caer, notó un firme agarre en su cintura.
—Mierda, eres una maldita roca—farfulló.
—Lo lamento—dijo una voz ronca que acarreaba consigo un tono divertido.
Cuando abrió finalmente los ojos, se encontró cara a cara con un hombre de aspecto imponente y atractivo. Tenía una estatura bien proporcionada y una complexión atlética que irradiaba confianza. Su cabello color vino caía en mechones sueltos, enmarcando su rostro bien definido y resaltándose par de ojos intentos y expresivos de color ámbar.
Quedó momentáneamente sin palabras, sorprendida por la presencia del desconocido.
De inmediato, notó toda la sangre en su cara.
—Lo lamento—volvió a disculparse, finalmente liberándola.
Nerviosa, pasó las manos por su vestido, ajustándolo automáticamente.
—No te vi venir, saliste de repente—se excusó amablemente.
—No, no te preocupes. Estaba distraída—respingo, echando un rápido vistazo a la puerta.
El chico inclino la cabeza, curioso.
—En ese caso, ¿hay alguna forma en la que pueda compensártelo?
El hecho de que no tuviera una relación romántica no quería decir que era una obtusa a la hora del cortejo. Era tan claro como el agua que aquel apuesto joven estaba coqueteando con ella.
Guardó silencio por un momento, meditando su respuesta. Tal vez, ese encuentro ridículo formaba parte de un plan divino para ayudarla a olvidar a Sasuke, un pequeño paso.
—¡Sakura!—escuchó la voz de Ino por encima de la música—. ¿Dónde demonios te metiste? Llevas horas…—sus palabras se interrumpieron al vislumbrar al chico frente a ella.
—Hola, Ino—saludó el chico con familiaridad.
—Hiroshi—murmuró ella.
Sakura intercaló la mirada entre los dos. Cualquier idea de liarse con él se esfumó en el instante en el que Ino apareció. Probablemente se trataba de una antigua conquista.
—Veo que ya conociste a Sakura, esperaba que lo hicieras el viernes—dijo casualmente.
La kunoichi, confundida, miró a su amiga en busca de respuestas.
—Sakura, él es Isamu. Isamu, ella es Sakura.
Miró al chico, aun sin comprender completamente el giro que había tomado la noche. No obstante, sabía que las cosas estaban a punto de cambiar para ella.
—Mucho gusto—respondió, nerviosa.
—El gusto es mío, Haruno Sakura.
Continuara
N/A: ¡Hola, hola! ¿Pensaron que después de dos capítulos dejaría votada la historia? Pues déjenme decirles que no.
No están ustedes para saberlo ni yo para contarlo, pero mi demora se debe a que realice ciertos cambios en el borrador, ya que no estaba del todo convencida con la estructura y las escenas de algunos capítulos, lo borre y tuve que reescribirlo por completo.
Para las personas que preguntaban si habría POV de Sasuke, por supuesto que lo habrá. Su punto de vista es fundamental en la historia. También, puede que estos capítulos parezcan un poco sosos y de relleno, pero estoy preparando el camino para lo que viene, así que disfruten la calma antes de la tormenta.
Como siempre, agradezco su apoyo constante y la infinita paciencia que me tienen. En serio, me comprometí a escribir más rápido, pero mis obligaciones de adulto ya no me dejan tiempo libre para hacerlo, vamos a pasos de tortuga (una muy lenta), tratare de traer dos capítulos por actualización
Sin nada más que agregar, les mando un fuerte abrazo donde quiera que se encuentren. ¡Cuídense mucho! Espero volver pronto.
¡Hasta la próxima!
