Disclaimer: Los personajes y el universo donde se desarrolla está historia no son creaciones mías ni me pertenecen, todo es obra de Masashi Kishimoto.
Nada va a lastimarte, cariño
Capítulo 7
Hay una parte de mí que te reconoce
Tan pronto como salieron del establecimiento, los dedos de Sasuke se clavaron en su piel, tomándola del brazo para obligarla a seguirlo a un callejón cercano, solitario y sin salida.
—¡Suéltame!—explotó, advirtiendo como las fuerzas le fallaban, sacudiéndose en un patético intento por romper cualquier contacto entre los dos.
Haciendo caso omiso a sus palabras, el agarre solo se volvió más duro.
Se precipitaron hacia la soledad del callizo. Sasuke la tomó por los hombros, y la zarandeó con tanta fuerza que perdió el aliento. Y entonces la atrajo hasta que estuvieron cara a cara, ojo a ojo.
Demasiado confundida para actuar o decir algo, notó un vértigo súbito, una distorsión en el aire que la envolvió, y de pronto, el mundo cambió a su alrededor. El frío y la humedad la golpearon con la furia de una tormenta inesperada. Se encontró de rodillas en el suelo, sus manos hundidas en una mezcla de tierra y hojas empapadas. La lluvia caía en cortinas pesadas, enmascarando sus lágrimas de frustración.
Estaba a punto de vomitar; clavó los dedos en la tierra mientras trataba de orientarse. Detestaba transportarse entre dimensiones, realmente lo odiaba. Respiró entrecortadamente varias veces. Todo le daba vueltas y le dolían las rodillas, justo donde se había golpeado.
Sasuke se encontraba de pie junto a ella, su silueta recordada contra la oscuridad del bosque, como una sombra acechante.
Furiosa, forzó a su cuerpo a levantarse.
En un parpadeó, giró sobre sus talones y lo miró directamente a los ojos y sin pensarlo dos veces, con la rabia y la desesperación acumuladas en su puño, le asestó un golpe directo al rostro. El impacto fue fuerte, casi catártico.
Sasuke retrocedió inmediatamente. Con un mano en la cara, se tanteó la boca que se le estaba hinchando. Lucía sorprendido más por el acto que por el dolor físico. Se miró los dedos cubiertos de sangre y volvió a otearla. Su rostro se inflamó, y sus mejillas se volvieron de un blanco fantasmal.
Aturdida, se irguió frente a él: su pecho subía y bajaba al compás de la respiración entrecortada. La lluvia caía sobre ellos, implacable, pero ni la tormenta podría apagar el fuego que ardía en sus ojos.
—Eres un maldito idiota—sonaba profundamente alterada. El golpe había sido apenas el comienzo; sus palabras eran el verdadero veneno.
Sasuke estaba visiblemente trastornado, su molestia ya se había esfumado. Tenía el rostro ensangrentado, y la mirada salvaje y descentrada.
Sabía de buena cuenta que Sakura se estaba conteniendo, porque de haber acumulado chakra en la palma de su mano, su cabeza se habría desprendido del cuello para salir volando al otro lado del bosque.
Con la mandíbula tensa, lanzó una maldición por lo bajo, su voz resonó como un trueno en medio del diluvio. Sus miradas se encontraron en un choque colosal que amenazaba con destruir lo poco que quedaba entre ellos. Bruscamente, escupió la sangre acumulada en su boca.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí?—demandó, tan cortante como la afilada hoja de una nava.
—Eso no es de tu incumbencia—dijo Sakura con una confianza que no sentía en verdad. Sus labios temblaban a causa de la furia que la inundaba.
Poseso, acortó la distancia entre los dos con dos grandes zancadas.
—Claro que lo es—rebatió agitado—. ¿Qué estás haciendo aquí?—repitió.
Sakura experimentó las mismas ganas de abalanzarse contra él y golpearlo hasta dejarlo inconsciente. La ira volvió a segregar sus glándulas salivales a medida que afrontaba el hecho de saberse engañada, de haber confiado en él cuando no debía.
Sasuke dio otro paso hacia ella.
—Te hice una pregunta—rugió, molesto.
Con un esfuerzo casi sobrehumano, mantuvo la compostura. En la tráquea, un malestar sordo y rasposo se había convertido en nudos y no la dejaba tragar o escupir su furor.
—Y yo te di una respuesta—chilló, desafiándolo a seguir.
Sasuke frunció el ceño.
—Este no es lugar para ti—dijo en tono condescendiente, como si estuviera dictando una sentencia.
Ante la insinuación de debilidad, Sakura se sintió nuevamente indignada. Odiaba ser tan impulsiva, pero se sentía nuevamente como la niña de doce años que buscaba el reconocimiento de su maestro y entrenaba hasta el cansancio para igualar a sus compañeros. Al analizar las acciones de los últimos momentos, Sakura volvió a resoplar, conteniendo la retahíla de insultos que moría por gritarle.
—Ya no soy una niña, Sasuke—replicó.
Se miraron el uno al otro, desafiándose a romper el contacto visual.
—Sakura…—masculló su nombre en tono censurador.
La mano de Sasuke volvió a aferrarse a su antebrazo, su agarre firme, decidido.
—Este lugar es peligroso—le explicó, como si ella no fuese consciente de la coyuntura y todo lo que la rodeaba—. Te escoltare fuera de la aldea. Debes regresar a Konoha.
Una vez más, el ardor en su pecho se avivó. Con un movimiento brusco, consiguió empujarlo, obligándolo a retroceder un paso y liberarla de una buena vez.
—No iré a ningún lado—declaró.
—¿Por qué demonios eres tan testaruda?—gruñó, cada palabra cargada de una frustración que amenazaba con desbordarse.
Sakura jamás lo había contemplado en ese estado: desesperado y a punto de perder los estribos.
Si bien, durante muchas ocasiones fue testigo de su ira, siempre se aseguraba de mantener la compostura aun cuando la situación no era favorable para él. El hecho de verlo así, alterado y porfiado solo confirmaban la sospechas que los ancianos del consejo tenían respecto a su persona.
—No voy a irme solo porque tú me lo estás pidiendo—puntualizó, desafiándolo a una encontrar una razón, una sola razón que pudiera hacerla cambiar de opinión.
La tormenta continuaba rugiendo a su alrededor, pero en ese instante, ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder.
Sasuke apretó la mandíbula.
—No sabes lo que hay en este lugar—dijo, lanzando las acusaciones como dagas en un patético intento por asustarla y persuadirla a marcharse.
Sakura puso los ojos en blanco.
—Entonces, dímelo—dijo, sin dejarse intimidar.
El espacio entre ellos se estrechó, demasiado cerca, como si la misma tensión los empujara el uno hacia el otro. Sakura notó cómo Sasuke tragaba grueso, sus ojos dispares cargados de una mezcla de emociones que él siempre mantenía ocultas.
—¿Por qué te envió Kakashi?—quiso saber.
Evidentemente, un shinobi del calibre de Sasuke no creería que su presencia en la aldea se debía a azares del destino o mera casualidad. Si estaba ahí era por una razón, una atribuible a su trabajo como kunoichi.
—Ya te lo dije, eso no es asunto tuyo.
Implacable, no se dejó engañar.
—Sí lo es—insistió, sus ojos buscando los de ella, intentando arrancar la verdad del silencio—. ¿Por qué te envió?
Los orbes esmeralda de la kunoichi viajaron un instante hacia su rostro al mismo tiempo que su corazón latía con fuerza, amenazando con salir disparado de su pecho en cualquier instante.
Asiéndose a la poca voluntad que quedaba en ella, pasó a su lado, empujándolo ligeramente mientras comenzaba a caminar. Sus pasos eran rápidos, pero su mente estaba nublada por la confusión, sin saber muy bien hacia dónde se dirigía.
Detrás de ella, Sasuke la seguía de cerca.
—No sabes en lo que te estás metiendo—le advirtió.
Sakura, furiosa, empujo con fuerza algunos rastros de maleza que se interponían en su camino, el roce de las hojas húmedas contra su piel un irritante recordatorio del diluvio que rugía tanto en su interior como en el bosque.
—Deja de seguirme—espetó con una rabia que apenas lograba contener.
Él la alcanzó de nuevo. Esta vez, no se conformó con simplemente detenerla; la acorraló contra un tronco, su cuerpo bloqueando cualquier intento de escapar. Estaba tan cerca que Sakura podía sentir el calor que emanaba de él, su presencia envolviéndola por completo.
Abrió la boca para protestar, pero quedó muda cuando los ojos de Sasuke cambiaron de trayectoria de su mirada esmeralda hacia sus labios entreabiertos. Notó la manera en que su mano continuaba sosteniéndola de la cintura, comprimiéndola contra su duro cuerpo, obligándola a liberar un patético jadeo atascado en su garganta.
Sintió cómo su propio cuerpo comenzaba a reaccionar, una traición silenciosa que la enfureció aun más.
—Fui a buscarte a Konoha—susurró Sasuke en un tono jocoso, tan cerca de su rostro que su aliento le erizó la piel.
Ella levantó la mirada, encontrándose con esos ojos que parecían ver a través de ella hasta llegar a su alma, exponiendo cada rincón de su ser. Sasuke se inclinó un poco más, la distancia entre ellos reduciéndose a casi nada. Por un momento, pensó que iba a besarla, que todo ese tumulto de emociones y malentendido los arrastraría un punto de no retorno, como había sucedido en Tanzaku.
Sin embargo, el enojo era más fuerte que cualquier otra cosa. Sin mucho esfuerzo y con una precisión nacida de años de entrenamiento, lazó un golpe directo a su plexo solar. El impacto fue contundente, obligándolo a doblarse en dos, el aire escapando de sus pulmones en un jadeo doloroso.
Nunca había experimentado ese nivel de disgusto en su vida.
El idiota creía que conseguiría persuadirla seduciéndola, tal como lo había hecho la noche de su encuentro.
Giró sobre sus talones para encararlo.
—No te atrevas a acercarte ni a ponerme una mano encima—lo amenazó—. Llévame de regreso a la aldea, ahora—su voz sonaba excesivamente alta, le resonaba en los oídos.
Sasuke, recuperándose lentamente del golpe, la miró con una mezcla de incredulidad y obstinación.
—No—replicó con frialdad—. No iras de regreso.
La furia en los ojos de Sakura se intensificó. Quería pegarle a algo. Quería gritarle a alguien. La rabia palpitaba en su interior como olas de lava.
—No puedes interferir con mi misión.
Los ojos de Sasuke se entrecerraron lacónicos.
—Ya lo estoy haciendo—dijo al borde de la originalidad.—. Kakashi ha perdido la cabeza al enviarte aquí, sola.
Se percató cómo el frio de la aldea se filtraba en sus huesos, pero lo que realmente la helaba o era la humedad en el aire, sino la decepción y el enojo que la consumían por dentro.
Después de todo lo que había pasado, de todo lo que había logrado, de cada gota de sudor y sangre derramada para llegar a ser la kunoichi que era hoy, él seguía subestimándola. Continuaba viéndola como la niña que una vez fue, la que corría tras él, siempre a la sombra de sus pasos y de Naruto. Pero los años habían transcurrido y, al igual que ellos, se aseguró de superar sus límites, había entrenado hasta caer de agotamiento, hasta que su cuerpo no pudiera más, solo para levantarse y continuar. Se había ganado el respeto y el conocimiento de otros shinobis poderosos, quienes la veían como una igual entre los más grandes.
Y sin embargo, ahí estaba él, condescendiente, incapaz de enfrentar los peligros que consideraba comprender mejor que nadie.
—No te atrevas a subestimarme, Uchiha Sasuke—dijo, señalándolo con un dedo acusatorio—. He entrenado incluso más duro que tú y Naruto para llegar hasta donde estoy. No seas condescendiente conmigo, y si vuelves a tratarme como una niña pequeña, te juro que me encargare de romper todos y cada uno de tus huesos, uno por uno.
El acusado contuvo un bufido exasperado.
Sakura no se dio cuenta que se había quedado sin respiración hasta que la última palabra abandonó sus labios. Sasuke permaneció quieto mirándola con atención no entendiendo en qué momento la dinámica de su relación transformó drásticamente.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Sasuke asintió ligeramente, sus labios se curvaron en una expresión neutra.
—Bien—dijo, aceptando una verdad inevitable.
Y sin más, antes de que Sakura pudiera reaccionar, Sasuke los teletransportó de regreso a la aldea. La transición fue instantánea, el bosque húmedo y oscuro reemplazado de repente por la familiaridad de la aldea. El sonido de la lluvia desapareció, y en su lugar, la tranquilidad los envolvió.
Al echar un vistazo a su alrededor, se percató que estaban fuera de la clínica. Tanto Kodoku como Miyuki se acercaron a ella, preocupadas. Cada una lanzó una mirada furtiva hacia Sasuke, cuya presencia colmaba el espacio con una sombra de inquietud.
—Estás bien—pregunto Kodoku, vislumbrando furtivamente al Uchiha por el rabillo del ojo. Las desconfianza era evidente y no pasó desapercibida ante el escrutinio de Sakura.
Las miró a ambas antes de voltear a ver a Sasuke, que permanecía de pie no muy lejos de ella.
—Sí—respondió.
Una vez más, Kodoku y su asistente intercambiaron miradas rápidas y temerosas, claramente intimidadas por la presencia de Sasuke. El miedo reflejado en sus rostros, como si temieran que cualquier palabra equivocada pudiera desencadenar algo peor.
Sin necesidad de decir algo más, Sasuke finalmente , dio media vuelta y optó por marcharse.
Cuando lo vio alejarse, se permitió soltar todo el aire contenido en sus pulmones. Estaba alterada. Sin pensarlo lo había golpeado y, probablemente, acababa de arruinar la misión.
—¿Estás herida?—Kodoku la observó de pies a cabeza, tratando de localizar cualquier indicio que diera respuesta a su pregunta.
—Estoy bien, no pasó nada—replicó Sakura al mismo tiempo que sacudía algunos remanentes de hojas y tierra. Estaba empapada, calada hasta los huesos.
Kodoku cerró los ojos y exhaló.
—Debes haber perdido la cabeza al ir a encarar al dueño del prostíbulo directamente—increpó—. Pusiste un objetivo sobre nosotras.
Sakura, con un esfuerzo notable, se mantuvo de pie, intentando suavizar la preocupación en su voz.
—No hay nada de qué preocuparse—le aseguró, aunque no tenía la certeza de que aquello fuese verdad.
—¿Nada de qué preocuparme? ¿Sabes quién es ese hombre?—agregó, refiriéndose a Sasuke.
Internamente, reflexionó sobre su repuesta. Sí, sabía quién era, o al menos, eso pensaba. Su encuentro sacudió la percepción que tenia de muchas cosas, y en ese momento, la verdad se sentía tan escurridiza como el agua en sus manos.
—Sera mejor que regresemos—sugirió Kodoku, resignada.
Lejos de protestar, Sakura se mostró de acuerdo y, en absoluto silencio, siguió los pasos de la encargada y su asistente hacia el interior de la clínica.
—La chica…—mencionó al recordar lo que estaba haciendo antes de ir a buscar al dueño del establecimiento—. ¿Ya despertó?
—Lo hizo por un par de minutos, luego volvió a dormir. Se encuentra estable, pero aun parece agotada—informó Miyuki..
Ella suspiró, aliviada.
—Gracias a ambas por todo—dijo con toda la sinceridad posible—. Ahora, necesito cambiarme de ropa—señaló, desviando la mirada hacia el charco que comenzaba a formarse bajo sus pies.
…
Salió del cuarto del baño y se dirigió a su habitación batiendo su cabello rosado con el paño semihúmedo antes de disponerse a buscar una blusa para cubrirse.
Sus intenciones se vieron interrumpidas cuando un saludo familiar resonó en la habitación, obligándola a detenerse en seco.
—¡Sakura-san!—La voz era amigable y conocida. La presencia de Katsuyu llenó el espacio de manera reconfortante.
Sakura se giró, vislumbrando a la compañera de su maestra postrada en la mesita de noche, cerca de la ventana. Se acercó a la invocación con una expresión de alivio.
—Katsuyu—murmuró—. Lamento si te hice esperar.
—Mis disculpas por la demora. Me alegra verte a salvo.
La noche anterior, antes de dejarse caer en el sofá, su intención era establecer comunicación con Konoha de inmediato. Había enviado una serie de mensajes encriptados a través de Katsuyu y llevaba consigo un dispositivo electrónico de última generación para llamar al Rokudaime en cualquier momento. Sin embargo, aún no contaba con un panorama completo de la situación en la aldea, primero debía asegurarse que los canales de comunicación no estuvieran intervenidos y que nadie la vigilara. Un paso en falso y su identidad quedaría al descubierto.
—Debo enviar un mensaje al Hokage—espetó—. ¿Podrías ayudarme con eso?
—Por supuesto—respondió Katsuyu con un tono de disposición.
Las invocaciones eran la forma más segura de intercambiar información. Tan pronto como Katsuyu atravesara las dimensiones necesarias para llegar a Kakashi, podía confiar que su mensaje sería transmitido claramente y sin errores.
—Dile a Kakashi-sensei que llegue sana y salva. Estoy instalada. Aun no tengo información concreta de la aldea ni del grupo criminal, pero creo que pronto habrá avances.
Mordió su labio inferior. Era la primera vez que realizaba una misión de esa naturaleza por su cuenta. El espionaje no formaba parte del curriculum de los ninjas médicos, a menos que fuera estrictamente necesario y bajo circunstancias particulares.
Sopesó si debía mencionar algo respecto a la presencia de Sasuke y su encuentro, después de todo, él era la razón por la que estaba ahí.
—¿Algo más, Haruno-san?
—No, eso es todo por el momento—concluyó. Decidió mantener el asunto en reserva, al menos hasta que tuviera una mejor perspectiva de la situación.
—Cuidate, Sakura.
—Lo hare—prometió.
Con un último vistazo, Katsuyu se desvaneció hasta desaparecer completamente tras una nube de humo.
»»»»««««
El dolor de cabeza palpitaba en sus sienes cuando atravesó las puertas del despacho.
Detrás del escritorio, el hombre de cabello negro y tez pálida yacía postrado en la enorme silla giratoria de cuero con una postura relajada, desinteresado. A su lado, en el reposabrazos, se encontraba una joven de apariencia delicada y cautivadora y, detrás de ellos, se vislumbraba una figura esbelta, elegante, ataviada con un elegante kimono.
—Te tomaste tu tiempo—comentó el hombre al percatarse de su presencia.
—Tuve que reportarme nuevamente en Konoha—explicó escuetamente.
El hombre enarcó una ceja.
—Supongo que te hiciste cargo de la doctora.
El aire se le atascó en los pulmones.
—Sí, lo hice.
—¿La mataste?—preguntó la chica del reposabrazos.
Aquello le revolvió las entrañas.
Se quedó quieto, mientras las palabras de Sakura se repetían una y otra vez en su mente. El encuentro sabía amargo en su boca, como si revivieran algo que llevaba dentro, enterrado bajo capas de deber y venganza empapada de sangre.
El hombre dejó escapar un suspiro, rompiendo el silencio.
—Eso sólo nos traería problemas—dijo con voz grave, casi contemplativa a la vez que miraba a lo lejos, descartando algo que no merecía la pena seguir reflexionando.
—Lo mismo si la dejamos viva—rebatió la cica, burlándose en respuesta. Se enderezó, el brillo de sus ojos atravesó la tenue luz de la habitación—. ¿Acaso no te habías ocupado de la mocosa?
Sasuke notó que se le aceleraba el pulso. Se obligó a permanecer quieto.
—Se lo deje a mis hombres—respondió el jefe rotundamente.
—Está claro que no hicieron su trabajo—dijo la mujer detrás de él, curvando los labios en una sonrisa venenosa. Su presencia era lánguida, casi felina en su arrogancia.
El hombre se recostó en la silla, intercalando la mirada entre las dos mujeres que descansaban cerca. Exhaló lentamente, saboreando los últimos momentos de tranquilidad antes del desastre. Después, con una risita resignada, se inclinó hacia delante, apoyando los codos en la superficie encerada del escritorio.
—Por mucho que disfrute de su compañía—empezó—, me temo que debo trata un asunto a solas con Sasuke.
La más joven de las dos mujeres, la que estaba sentada más cerca de él, le dirigió una mirada, con los labios curvados en una sonrisa.
Se levantó lentamente, con la fluidez de un depredador. La otra mujer la imitó.
Sin mediar palabra, se dirigieron hacia la puerta. Antes de salir, la más joven se detuvo bajo el umbral y se volvió hacia ellos, arqueando una ceja hacia el hombre.
—¿Vas a tardar mucho?—quiso saber.
Él le dedico una leve sonrisa, sus ojos no delataban nada.
—No. Iré enseguida.
Ella le devolvió el gesto antes de darse la vuelta y desaparecer por el pasillo. La puerta se cerró tras ella.
Ahora estaban los dos solos.
Tal como debía ser desde el comienzo.
El hombre cruzó los brazos a la altura del pecho, su mirada era afilada y expectante mientras contemplaba a Sasuke.
—¿Cuál es la situación en Konoha?—inquirió, con el aire de quien ya conocía la respuesta, pero estaba probando la lealtad de su interlocutor.
—Todo en calma—murmuró.
Él asintió lentamente.
—Bien—espetó.—. Probablemente debamos adelantar los planes de ataque.
La declaración fue directa, pero Sasuke no se inmuto.
—No es lo más apropiado—respondió—. Debemos esperar.
El rostro de su anfitrión se endureció; frunció el ceño levemente, una chispa de irritación asomando en sus ojos.
—Te he escuchado decir eso últimamente—reprochó.
Sasuke no parpadeó. Sabía que la paciencia de su jefe era limitada, pero actuar precipitadamente sería un error fatal.
—No ahora. No todavía—se mantuvo firme—. Debemos esperar lo suficiente hasta que Naruto esté lejos—replicó, midiendo cada palabra con precisión quirúrgica.
El hombre guardó silencio durante un segundo o dos.
—Sobre la doctora…—dijo al fin, captando la atención de Sasuke.
—¿Qué hay con ella?—preguntó rápidamente, desvelando un nerviosismo latente. El instinto de protección se apoderó de él, con un fuego que quemaba bajo la piel.
El hombre lo observó con una sonrisa apenas perceptible, ignorando el cambio en su postura, o peor aún, disfrutando el efecto que sus palabras provocaban.
—Mantenla vigilada. Tengo que reconocer que posee agallas—dijo, casi con desprecio, aunque sus siguientes palabras acarreaban una sombra de admiración—. Es preciosa, sin duda alguna.
Sasuke apretó el puño antes de que pudiera evitarlo. Sakura no era solo una mujer bonita para que alguien como él hablara de ella con tanta ligereza. Era su compañera, la persona que lo había apoyado en los momentos más oscuros de su vida. Y más que eso, Sakura era la única capaz de llegar a su corazón, algo que nunca había querido admitir del todo, pero que ahora se sentía como una verdad innegable.
Las palabras vulgares lo llenaron de disgusto. No era solo la forma en que la veía. Eralo que significaba para él.
Ajeno al conflicto interno de Sasuke, el hombre prosiguió con tono casual:
—Pero no me dejare engañar por una cara bonita y un trasero fenomenal—agregó.—. Acaba de llegar, y quiero saber qué está haciendo aquí. Descubre cuál es su nombre y cuál es su misión en la aldea. No todos los días llegan personas a este lugar sin motivo alguno.
Sasuke respiró profundamente, controlando el enojo que bullía en su interior.
—¿Crees que podría ser una espiá?—preguntó, cauteloso.
El hombre lo miró, una ceja arqueado, la pregunta le parecía ridícula.
—Probablemente—respondió encogiéndose de hombros—. No me fio de nadie. Mucho menos de alguien que aparece de la nada.
Sasuke apretó los labios, controlando las palabras que amenazaban con salir a borbotones.
—Estás siendo paranoico—lo desestimó, tratando de conferirle un deje de indiferencia a las sospechas del jefe.
Él lo miró durante un largo rato, antes de sonreír con amargura.
—¿Me culparías por ello? Solo estoy siendo precavido.
Sasuke no dijo nada al respecto.
El hombre contempló el reloj de pared, sus ojos entrecerrados mientras sus dedos tamborileaban lentamente sobre el escritorio. Dejó escapar un largo suspiro.
—Ha sido un largo día—comentó, más suave, casi despreocupado—. Puedes retirarte a descansar. Continuaremos con esta conversación después.
Sasuke asintió de inmediato, sin pronunciar una palabra. No deseaba continuar con esa charla ni un segundo más. Tan pronto como la orden abandonó los labios de su anfitrión, giro sobre sus talones y salido de la oficina.
El aire al exterior era más frío, pero refrescante. La lluvia, que antes caía implacable, había aminado hasta convertirse en un suave murmullo sobre las hojas y los techos de los establecimientos. Las gotas restantes caían esporádicamente, creando pequeños charcos que reflejaban el cielo encapotado. Respiró hondo, el olor a tierra mojada llenó sus pulmones, pero ni si quiera eso podía despejar la maraña de pensamientos
Sakura.
Se dirigió hacia la zona oeste del distrito rojo, al lado opuesto del camino que llevaba a la clínica.
Los bares, casinos clandestinos y lupanares comenzaban a cobrar vida, aclamando la atención de los clientes frecuentes que solían pasar el resto de la noche absortos en los placeres que esos sitios podían brindarles.
Dobló por un callejón desolado y caminó hasta el edificio ciego y decadente que se asomaba tras los carteles neón de algunos establecimientos.
Cruzó las puertas del viejo vestíbulo abandonado y subió las escaleras tan rápido como sus piernas cansadas se lo permitieron.
Los pasillos estaban desolados, como de costumbre. Pocas personas habitaban el lugar, ancianos, prostitutas y mineros. La renta era baja, al igual que las amenidades disponibles dentro de los apartamentos, sin embargo, podía pasar desapercibido y se ajustaba a su limitado presupuesto.
Insertó la llave en la cerradura y abrió la puerta, el débil crujido resonó en la penumbra. Sin pensarlo dos veces, se quitó la capa, dejándola car sobre el suelo, seguida del suave ruido de sus armas. Le dolía el cuerpo, pero no era eso lo que le carcomía. Se dirigió rápidamente hacia el cuarto de baño, con la mano tirando ya de la tela de la camisa empapada.
Una vez dentro, se quitó la ropa con la eficacia de alguien acostumbrado a un estilo de vida rápido y sin comodidades. Sus ojos captaron la carne rasgada debajo de sus costillas, una herida que había obtenido en uno de sus enfrentamientos recientes. Los puntos de sutura que había colocado cuidadosamente estaban destrozados a causa del fuerte golpe de Sakura, la sangre rezumaba perezosamente. Por supuesto. Tendría que coserlo de nuevo. Sin embargo, eso no era lo que mantenía a su mente dando vueltas. Ni el suplicio, ni la sangre.
Abrió la llave de la ducha e ingresó de inmediato, dejando que el agua fría cayera sobre su piel, arrastrando consigo la suciedad, el sudor y parte de la tensión persistente de sus músculos y huesos. No fue capaz de eliminar la confusión y la rabia que se habían ido acumulando en su interior desde su encuentro con ella.
¿Por qué demonios estaba en Mokumori? Esa era la primera pregunta. Sakura no tenía nada que hacer allí, en el corazón del territorio enemigo, y sin embargo, había aparecido como un fantasma de su pasado. Aun así, lo que realmente lo inquietaba era el hecho de que ella lo había golpeado. No fue un golpe cualquiera, sino uno destinado a herir. El tipo de ataque que venía de alguien que desconfiaba de él y ya no estaba de su lado.
Pasó una mano por su cabello húmedo. Sakura. De todas las personas. Jamás habría imaginado que ella lo golpearía. Sí, una vez -hace mucho tiempo- intentó matarle. No podía olvidarlo, se presentó ante él con manos temblorosas, una serie de falsos reclamos escapando de sus labios, kunai en mano y los ojos llenos de angustia. Pero esa ocasión fue diferente. Se suscitó durante una época en el que fue merecedor de cada gramo de su odio.
Esto era otra cosa. No se trataba de venganza. Y eso lo dejó completamente desconcertado.
Su mano se cerró en un puño contra la pared de azulejos mientras el agua caía a cantaros. Debería estar enfadado. Debería estar furioso con ella, sobre todo después de lo ocurrido en Tanzaku. Le permitió acercarse, bajo la guardia, sólo para que ella huyera sin previo aviso. Y ahora, ahí estaba de nuevo, atacándolo… ¿era algún tipo de juego?
No podía quitarse de la cabeza la amarga idea de que ella lo había utilizado. Que, de algún modo, todo aquello -su proximidad, su lealtad- no fue más que una elaborada treta. Por mucho que intentara convencerse de ello, la hipótesis no encajaba.
Algo en toda esa situación no tenía sentido. Algo en ella no tenía sentido. Y por mucho que procurara apartarla de sus pensamientos, éstos persistían, obstinados y sin resolver.
Colocó la mano en la herida, los bordes ásperos de la piel desgarrada escocían bajo el tacto. Pedirle a Sakura que lo curara estaba descartado. Esa opción se esfumó tan pronto su puño entro en contacto con su mandíbula. Cualquiera que fuera el vínculo que habían compartido, ahora se sentía frágil, retorcido y deshilachado hasta resultar irreconocible.
Necesitaba entender por qué estaba ahí. La confusión lo carcomía por dentro. ¿Por qué? ¿Por qué había venido a Mokumori y cual era su propósito? No soportaría seguir sin respuesta. Debía enfrentarse a ella, acabar de una vez por todas con ese baile de sombras.
Dejó escapar un gruñido frustrado y salió de la ducha. El agua goteaba de su pelo empapado y corría por su cuerpo mientras envolvía rápidamente una toalla alrededor de su cintura y apretaba otra con firmeza en la zona dañada para contener la hemorragia. Notó el latido de la herida bajo sus dedos, pero el dolor era secundario.
Echó un vistazo al espejo al pasar: la herida destacaba, un tajo oscuro que estropeaba su piel pálida. No tuvo tiempo de pensar en ello. Giró bruscamente cuando un sonido repentino interrumpió su rumiación: el inconfundible chasquido de un jutsu de invocación.
Se asomó por la esquina y entrecerró los ojos al ver la familiar silueta de Aoda enroscada en la habitación, con sus brillantes escamas resplandeciendo tenuemente ante la luz. La serpiente levantó la cabeza, saludándole con sumo respeto. Había algo en su comportamiento -tranquilo, pero alerta- que le indicaba que no se trataba de una visita rutinaria.
—¿Qué pasa?—preguntó, todavía presionando la toalla contra su herida.
Aoda chasqueó la lengua. —
—Será mejor que lo vea por su cuenta.
Arrugó el ceño, confundido, mas no dudó. Cruzó el pasillo hasta llegar a su habitación.
En el centro del cuarto había una criatura pequeña, cuyo cuerpo pálido emitía un fulgor característico de los gasterópodos. Katsuyu. La invocación de Sakura.
—¿Qué es todo esto?—preguntó. La presencia de Katsuyu significaba algo importante, un detalle del que aún no estaba al tanto. Y odiaba eso.
Katsuyu se volvió hacia él lentamente.
—No diré ni una sola palabra—respondió, inquebrantable, testaruda, igual que Sakura.
Solo había pocas personas que podían invocar a Katsuyu, y Tsunade y Shizune no eran las que estaban detrás de eso. Se le retorció el estómago. Miró a Aoda, enroscada cuidadosamente cerda de él.
—¿Sakura te envió?—cuestionó. No estaba para juegos, y eso se volvía cada vez más desconcertante.
Aoda, percatándose de la creciente impaciencia de su amo, asintió ligeramente.
—Sentí su presencia de inmediato. La chica de cabello rosado… ¿te convocó?—preguntó, volviéndose hacia Katsuyu con un siseo escurridizo.
Katsuyu permaneció en silencio un largo rato.
—Esa información es clasificada—respondió finalmente, educada pero firme.
Sasuke exhaló lentamente, frotándose el puente de la nariz. Por supuesto. Siempre secretos. Se estaba cansando.
—Sólo hay tres personas que pueden invocarte. Ambos sabemos que Tsunade y Shizune no están involucradas en esto.
La invocación templó, o eso pensó captar al observarla detenidamente en la espera de respuestas.
—No diré nada—repitió.
—No creo que tengas otra opción—dijo Sasuke rotundamente—. ¿Por qué te invocó Sakura
—Para entregar un mensaje al Hokage.
Contuvo las ganas de reír. Para ser alguien determinado a no decir nada claramente estaba fallando.
—¿Cuál mensaje?—insistió.
Hubo otra pausa, una afonía que se prolongó lo suficiente como para acabar con la paciencia de Sasuke.
—¿Cuál mensaje?—volvió a preguntar, frustrado.
Katsuyu finalmente respondió:
—Sólo para informar su llegada a la ladea.
Sasuke entrecerró los ojos. ASI QUE, DESPUES DE TODO, Sakura tenía una misión. Las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar, pero todavía quedaban demasiados huecos. Algo no encajaba.
—¿En qué clase de misión está?—presionó.
—No lo sé.
—Debes saber algo.
—No—repitió la invocación en voz baja, sin inmutarse por su creciente intensidad—. Sólo me pidió que informara de su llegada sana y salva.
Apretó la mandíbula, mientras analizaba las implicaciones.
Finalmente, soltó todo el aire contenido en sus pulmones en un suspiro lento y controlado, su frustración era evidente en la forma que pasó una mano por su cabello húmedo.
—Bien. Puedes irte—concedió—. Pero asegúrate de esto: no informes de nuestro encuentro a Sakura, Kakashi o cualquier otra persona. Delo contrario, seré yo quien te traiga de vuelta. ¿Entendido?
Katsuyu asintió.
Antes de desvanecerse, soltó una serie de frases incoherentes e inconexas que se desvanecieron en el sinsentido.
Sasuke sentía que la frustración hervía en sus venas, mas no la reprimió, sabiendo que de nada serviría.
Su mirada se desvió hacia su propia invocación, Aoda obedientemente cerca, esperando la orden.
—Vigílala—comandó.
La serpiente inclinó la cabeza.
—Como usted desee—siseó antes de desaparecer en el aire, esfumándose con la misma rapidez con la que Katsuyu lo había hecho momentos antes.
Solo en la habitación, exhaló lentamente y sus dedos apretaron con más fuerza la herida de su costado. La Una aguada punzada de dolor lo atravesó, obligándolo a cerrar los ojos.
No tenía respuestas, y cuantas más preguntas surgían, más aumentaba el enojo. Sakura, la misión, los secretos. Necesitaba claridad, y pronto. Sin embargo, lo único que podía hacer era apretar los dientes y soportar el dolor, tanto físico como mental, hasta que pudiera enfrentarse a la verdad.
»»»»««««
Tomó asiento pacientemente junto a la cama, con sus ojos esmeraldas fijos en la figura inmóvil de la chica. Sus manos estaban en contaste movimiento, comprobando signos vitales, hasta que, finalmente, notó un leve movimiento. La adolescente despertó. El rostro de Sakura se iluminó de alivio y sus labios se entreabrieron en una suave sonrisa.
—Por fin—suspiró con cuidado de no abrumarla. Sus miradas se cruzaron, detectando el miedo, uno profundamente arraigado en su ser.
Sakura se levantó suavemente alzando las manos en un gesto tranquilizador.
—No voy a hacerte daño—dijo—. ¿Puedes ver esto?—se señaló a sí misma, mostrándole la bata que la cubría,
La chica se movió incomoda entre las sábanas, su lenguaje corporal era tenso, inseguro. Pero Sakura era una mujer paciente y había estado en esa situación un centenar de ocasiones para saber cómo aproximarse a ese tipo de pacientes.
Se movió despacio y alejó las manos de su vientre.
Delicadamente, la ayudó a sentarse, asegurándose de que nada la lastimara.
—No te hare daño—repitió—. De hecho, me diste un buen susto—Sakura rió suavemente para sí misma, tratando de disipar la tensión.
La chica apartó la mirada y echó un vistazo nervioso a su vientre.
—No te preocupes, todo está bajo control—le aseguró.—Sólo fue una amenaza de aborto. ¿Tu… lo hiciste?—vaciló, sabiendo que la pregunta era delicada.
La chica negó con la cabeza, con los ojos muy abiertos pero evitando encontrarse con los de Sakura.
—Eres demasiado joven para esto—dijo, frunciendo los labios a la par que dejaba escapar un suspiro.
Tomó asiento junto a la camilla, tratando de encontrar una forma de facilitar la conversación.
—Soy Sakura—se presentó—. ¿Cuál es tu nombre?
Pero la muchacha se limitó a observarla, inmóvil. Sakura esperó un momento más y decidió cambiar de táctica.
—¿Eres de aquí?—hizo señas, sus ojos atentos a cualquier reacción por más ínfima que fuera.
La chica volvió a negar con la cabeza.
Sakura volvió a sonreír.
—Es un buen comienzo—murmuró—. ¿De dónde eres?
Pero, de nuevo, silencio. Los labios de la chica permanecieron apretados, la mirada fija en algún punto invisible de la habitación.
La preocupación se apoderó de su rostro.
—¿Tienes familia?—quiso saber.
Esta vez, la chica asintió.
«Un pequeño avance—pensó».
Cerró los ojos. Extraer información sería más complicado de lo que imaginó.
—Tienes que hablar conmigo si quieres ayuda—abrió los ojos, su mirada era suave pero insistente—. Si no dices nada, no sé qué hacer al respecto.
Su pecho se estrujo al no ver ningún cambio en la expresión cautelosa de la muchacha y, por un breve segundo, sintió un escozor detrás de los ojos, sus propias emociones amenazaban con desbordarse.
—Lo siento—murmuró, apenas movimiento los labios.
De uno de los bolsillos de su bata, sacó un pequeño objeto, algo que había encontrado antes: el diario. Lo extendió hacia ella con ambas manos, sosteniéndolo con delicadeza, como si fuera un frágil salvavidas.
—Encontré esto en tus pertenencias—le dijo.
La joven parpadeó en reconocimiento mientras tomaba el diario de las manos de Sakura, aferrándolo contra su pecho como si fuera lo único que la anclaba en el mundo.
—No leí nada—dijo, esperando que eso la tranquilizara, aunque dudaba que la chica confiera en ella todavía.
Echó un rápido vistazo al reloj, repentinamente consciente del tiempo que había pasado. Se enderezó, dedicándola una sonrisa amble.
—Bueno, debería volver al trabajo—señaló hacia la puerta—. Me asegurare de que te traigan algo de comer. Aún estás débil y necesitas descansar para recuperar fuerzas.
Al ponerse de pie, lista para irse, sintió un repentino tirón. El agarre de la chica era ligero pero desesperado. Sorprendida, se volvió hacia ella. La muchacha abrió la boca, intentando hablar, pero solo fue capaz de emitir un sonido estrangulado y entrecortado.
Rápidamente, señaló su boca y luego las orejas, con gestos claros y deliberados, como si llevara haciendo eso toda su vida.
Sakura lo entendió inmediatamente.
—Oh, Kami, lo lamento—se apresuró a disculparse—. Estaba siendo desconsiderada.
La joven sacudió suavemente la cabeza, como si quisiera quitarse de encima la disculpa de Sakura. Se señaló a sí misma y luego bajó hacia el nombre grabado con delicadeza en la portada del diario. Los orbes de la kunoichi siguieron el movimiento, posándose en la inscripción.
—Kazue—susurró, el nombre rodó por su lengua como una suave brisa. Era poco común y hermoso—. Debes ser tu—dijo.
Los labios de Kazue se curvaron en una sonrisa tímida, vacilante, y sus ojos se suavizaron en respuesta.
Aquello era un gran avance, mejor de lo que esperaba.
—Es un placer conocerte, Kazue—añadió—. Volveré más tarde para ver cómo estas. Descansa.
Kazue asintió y, sin más, volvió a recostarse en la camilla, permitiéndole a Sakura marcharse.
Una vez salió de la habitación, vislumbró a Kodoku aguardando por ella en el corredor.
—¿Averiguaste algo?—preguntó.
Sakura negó con la cabeza.
—No, nada—replicó.
Kodoku frunció el ceño.
—¿Así que fuiste a enfrentar al dueño del burdel para nada?—reprochó, impaciente.
Contuvo las ganas de poner los ojos en blanco.
—No.
—¿Entonces?—Kodoku arqueó una ceja y entrecerró los ojos en señal de escrutinio.
—Sé cómo se llama—respondió Sakura, aunque las palabras sonaron débiles, incluso para sus propios oídos.
Kodoku resopló, poco impresionada.
—Es como no saber nada—espetó, agitando la mano con desdén.
Sakura suspiró, exasperada.
—Está desnutrida, tiene una anemia grave—explicó, cambiando el rumbo de la conversación hacia otro tema que no estuviese relacionado con el dueño del prostíbulo ni Sasuke.—. No soportara el parto si sigue así. Debemos asegurarnos que coma y recupere fuerzas. Además, necesito encontrar a su familia.
—Estás perdiendo el tiempo.
Sakura la miró, desencantada.
—¿Por qué eres tan pesimista?
Kodoku la miró directamente a los ojos.
—No sabes lo que es vivir en este lugar—respondió.
Ahora fue su turno para fruncir el ceño. Abrió la boca para hablar, pero la encargada la interrumpió.
—Le diré a Miyuki que le lleve el desayuno—dijo con una rígida inclinación de cabeza—. Puedes ocuparte de otras cosas.
Lejos de protestar, Sakura suspiró y asintió.
—Gracias.
Vislumbró la partida de Kodoku y prestó atención al sonido de sus pasos mientras se desvanecían por el pasillo.
Sola, se quedó en la galería, pensando en lo que acababa de decirle y en el pesado silencio de la clínica.
»»»»««««
Esa misma tarde, Sakura abrió la puerta en silencio, sólo para otear a Kazue tumbada en la camilla con una brillante sonrisa en el rostro. A su lado, Miyuki estaba sentada en un pequeño taburete, ambas hojeando un libro. La escena hizo que se detuviera y disfrutara de la sensación cálida que la embargó al contemplar su tranquila interacción.
Pese a la delicada situación en la que Kazue se veía inmersa, todavía era una adolescente al igual que Miyuki.
—Veo que has hecho buenas migas con Kazue—dijo al ingresar en la habitación, sonriente.
Miyuki levantó la vista.
—Sí, le estaba mostrando este libro con historias increíbles. Parece que le gusta mucho.
La sonrisa de Sakura se hizo más amplia.
—Eso es maravilloso—respondió, acercándose—. He traído algo que puede ayudarnos a comunicarnos mejor.—Mostró una pequeña pizarra lisa con un lápiz óptico incorporado.
Kazue miró el objeto con curiosidad mientras Sakura escribía en él su nombre y el de Miyuki. Los ojos de la chica siguieron atentamente cada trazo, absorbiendo las letras. Luego, con mano vacilante, tomó el estilete y, tras un segundo de concentración, escribió:
"Encantada de conocerlas".
El corazón de Sakura se hinchó de orgullo y alegría.
Pero antes de que pudiera relajarse más, la puerta se abrió con un chirrido. Kodoku estaba allí, portando una máscara mortalmente seria.
—Sakura-san—llamó, uniforme—. Hay alguien que quiere hablar contigo.
Rápidamente se acercó a la mujer, bajando la voz lo suficiente para que Miyuki no captara detalles de la conversación.
—¿Ocurre algo? Termine de revisar a todos los pacientes—dijo con un deje de confusión.
La mirada de Kodoku se desvió brevemente.
—No es un paciente—replicó—. Quizás quieras verlo con tus propios ojos.
Se le revolvió un poco el estómago ante la criptica respuesta, pero la disimuló asintiendo con calma. Volviéndose hacia Miyuki y Kazue, les ofreció una sonrisa tranquilizadora.
—Volveré pronto, ¿sí?—Miyuki asintió y se apresuró a escribir lo que acababa de decir Sakura para mostrárselo a Kazue. Ambas chicas asintieron en señal de comprensión.
Sin más preámbulos, salió de la habitación y siguió a Kodoku por el pasillo. A medida que se acercaban a la sala de espera, Sakura divisó una silueta familiar: Sasuke, erguido, su presencia tan imponente como siempre. Se veía exactamente igual que el día anterior, excepto que había algo diferente en su aura. Algo cauteloso.
La respiración se le entrecortó brevemente y tuvo que obligarse a tragar grueso, con el pulso acelerado.
Al llegar, Sasuke dio las gracias a Kodoku con un mormullo bajo. La encargada de la clínica lo miró y luego se volvió hacia Sakura, preocupada.
—¿Necesitas que me quede?—preguntó, apenas por encima de un susurro.
Intercaló la mirada entre Kodoku y Sasuke a la par que su mente daba vueltas. No quería alarmar a las chicas, y esa conversación -fuera lo que fuese- debía tener lugar en otro sitio, lejos de oídos indiscretos.
—No—rebatió, firme—. Será breve—dijo, echando un rápido vistazo en dirección a Sasuke—. No temas, puedes regresar con Miyuki y Kazue.
Kodoku no estaba muy segura de la decisión de Sakura, pero la respetó, abandonado la sala de espera en dirección a la habitación de recuperación.
Sus pasos se hicieron más lentos a medida que se acercaba a él. Sólo cuando estuvo lo suficientemente cerca, habló, tensa.
—¿Qué quieres, Sasuke?
La oteó con una expresión tranquila, casi indiferente, aunque había algo hirviendo a fuego lento bajo la superficie.
—Hablar contigo.
Rápidamente, las arrugas poblaron su rostro.
—No tengo nada de qué hablar.
Sasuke enarcó una ceja al verla actuar desafiante, y una pizca de diversión se dibujó en la comisura de sus labios.
—Para ser una kunoichi, eres bastante descuidada—señaló.
Su ceño se frunció y sintió que la sangre se le agolpaba en las sienes.
—¿De qué estás hablando?
—¿Pensaste que no me daría cuenta?—preguntó, su voz baja y bordeada de advertencia—. ¿Qué enviaste a tu invocación con un mensaje para Kakashi?
Ella apretó los puños y clavó las uñas en las palmas de sus manos a medida que la furia incrementa.
—¿Qué le hiciste a Katsuyu?
El rostro de Sasuke permaneció imperturbable.
—Nada. Sólo le hice un par de preguntas—sonaba despreocupado, tan desdeñoso, que le hizo apretar la mandíbula de rabia.
Podía sentir cómo se le acababa la paciencia, la manera en que la frustración le oprimía el pecho. Sasuke, como siempre, era imposible de entender. Pero eso, ese desprecio por todo lo que ella estaba tratando de proteger, era exasperante.
Él se acercó un paso más, lo suficiente para inclinarse y murmurar en su oído.
—Realmente necesito hablar contigo, pero no puedo hacerlo aquí.
—No iré a ninguna parte contigo—se rehusó en rotundo.
Sasuke frunció el ceño, mientras la temperatura entre ellos parecía caer en picada.
—No estás en posición de exigir, Sakura—dijo fríamente—. Y no te lo estaba pidiendo.
Al instante, el corazón de Sakura empezó a latir a toda velocidad, pero se dijo que no había nada de qué preocuparse. Solo se trataba de una charla amigable, civilizada.
Volvió a tragar grueso, está vez con más dificultad, con los nervios a flor de piel mientras sopesaba las opciones. La tensión era asfixiante y odiaba la forma en que su corazón se aceleraba bajo su mirada. Aun así, respiró hondo y se obligó a hablar:
—Bien—dijo, con voz más baja de lo que pretendía—. Pero no uses el Rinnegan. Me da nauseas.
Todavía recordaba el violento viaje entre dimensiones durante la guerra. Pese a la urgencia de la situación no pudo evitar percatarse de la manera en que sus intestinos parecían adherirse a su columna vertebral cada vez que violaban las reglas del tiempo del espacio en búsqueda de Sasuke.
—Bien—accedió sin mucha resistencia.
Sin más demora, utilizó un jutsu de teletransportación. En un instante, el mundo que los rodeaba se desdibujó y, cuando volvió a estabilizarse, se encontraban en medio de un denso bosque. El olor de la tierra húmeda y el susurro de las hojas llenaban el aire, marcando un contraste con la opresiva atmósfera que aun persistía entre los dos.
Sasuke no perdió el tiempo.
—¿Por qué me mentiste?—quiso saber.
El corazón de Sakura dio un vuelco y su pulso se aceleró más al encontrarse con su fría mirada.
—No lo hice—respondió rápidamente.
Sus ojos se oscurecieron de frustración.
—Eso es mentira—la señaló al mismo tiempo que se acercaba un paso más; su presencia cerniéndose sobre ella—. Fuiste enviada por Konoha. ¿Qué demonios estás haciendo aquí?
La respiración se le atascó en los pulmones mientras buscaba las palabras adecuadas. La verdad pesaba mucho sobre ella, pero no podía permitirse soltarla. No así. No cuando todo era tan frágil.
Tal como se lo dijo minutos atrás, para ser una kunoichi era bastante descuidada. Había fallado por completo en su misión de seducir a Sasuke y obtener información que lo salvara de una condena de muerte. En su lugar, el Uchiha la había descubierto en menos de veinticuatro horas.
—¡Debería ser yo quien hiciera esa pregunta!—dio un paso adelante.—. Se quién eres, Sasuke. Sé en lo que te has convertido—lo interpeló mientras el corazón le martilleaba frenéticamente.
—¿Y quién soy, Sakura?
Sakura quedó en total inmovilidad en un intento por comprender la escueta replica de su compañero.
—Eres parte de un grupo criminal que intenta destruir Konoha—cerró los puños a los costados de su cuerpo, su ira apenas contenida—. Eres su informante. Naruto me lo dijo. Kakashi me lo dijo—le soltó, demasiado alterada como para darse cuenta que estaba utilizando un tono tan cortante.
El viento frío agitó las ramas a su alrededor, pero ninguno de los dos se movió. Al no obtener una expuesta inmediata, su frustración fue en aumento.
—¿Y bien?—pregunto ella—. ¿Te vas a quedar ahí parado? Di algo.
Pero Sasuke permaneció quieto.
—¿No vas a negarlo?—casi gritó, con la voz quebrandose bajo el peso de su propia angustia.
Los ojos de Sasuke parpadearon cuando apartó la mirada, posándola en la copa de los arboles antes de volver lentamente hacia ella.
—No tienes ni de con quién te estas metiendo, Sakura—dijo gravemente.
La aludida apretó la mandíbula, con la frustración a flor de piel.
—¿Qué, es esto algún plan secreto que has cocinado con Kakashi del que no estoy enterada=—soltó, el sarcasmo goteando en cada palabra—. ¿Eres un agente doble?
Una vez más, Sasuke no respondió. Se limitó a estudiarla, como si estuviera sopesando si valía la pena replicarle. Luego, con un suspiro casi imperceptible, habló:
—No soy un agente doble—le espetó—. Estoy con ellos. Llevo mucho tiempo colaborando con la banda.
La admisión la golpeó en el pecho.
—¿Qué?—susurró, sacudiendo la cabeza ante la incredulidad.
La faz de Sasuke seguía siendo fría, impasible ante su reacción.
—Ayer me dijiste que no querías que te tratara como a una idiota—le recordó—. Así que espero que seas lo suficientemente madura para ser razonable sobre esto.
Sakura se limitó a mirarlo. El mundo parecía inclinarse sobre su eje, y el suelo bajo sus pies comenzaba a tambalear. Nada tenía sentido. ¿Cómo podía estar allí, tan tranquilo, y decirle que si colaboraba con ellos?
—¿Madurez?—espetó—. ¿Debería ser madura sobre esto? ¿Después de todo lo que nos has mentido?
Podía sentir el escozor de las lágrimas calientes punzando las comisuras de sus ojos, pero las contuvo, negándose a dejar que él la viera quebrarse. Su ira era demasiado cruda, demasiado intensa.
Sasuke apartó la mirada, clavándola en el suelo, lejos de su rostro.
—Yo nunca lo pedí—masculló.
Sakura se clavó las uñas en las palmas de las manos. No podía creer lo que estaba escuchando.
—Esto debe ser una puta broma—siseó mientras avanzaba, incapaz de soportar mirarlo un segundo más.
Haber ido a ese lugar fue un error.
—Sakura, detente.
Frenó el paso, de espaldas a él, con los puños apretados a los costados de su cuerpo.
—¿Qué me detenga?—repitió, incrédula.—¿Quieres que pare y lo entienda?—giró lentamente para avizorarlo—. ¿Entender qué, Sasuke? ¿Qué vas a seguir adelante con el plan de destruir a Konoha después de todo?
El silencio se prolongó, una respuesta en sí misma. Permaneció allí, con los ojos fijos en ella, sin decir nada, sin dar explicaciones.
La respiración se le atascó en la garganta.
—¿Por qué te importa que me quede?—quiso saber—. Estas a punto de matarme, ¿cierto? ¿No es ese el objetivo de está conversación?
Sasuke parpadeó, sorprendido.
—¿Por qué iba a matarte?—preguntó, confundido.
Ella soltó una carcajada aguda y sin humor.
—Porque si no lo haces, volveré directamente a Konoha y le contare todo a Kakashi. Le diré quién eres, dónde encontrar a tu pequeño grupo. Y en menos de dos semanas, todos estarán muertos o encerrados.—Dio un paso más cerca—. Tu única opción es matarme aquí y ahora.
La mirada de Sasuke se agudizó.
—¿De verdad crees que eso cambia algo?—dijo con frialdad—.¿Crees que todo lo que pasamos, lo que compartimos, no significa nada para mi? ¿Qué te mataré en cuanto te conviertas en un obstáculo?
—No soy un obstáculo—respondió—. Estoy amenazando tu vida.
con la mía.—Se acercó un paso más—. Es molesto que pienses que podría hacerte daño. Yo, jamás…—su voz vaciló ligeramente—. Nunca podría lastimarte.
Una vez más, la respiración se esfumó; el peso de su confesión colisionó con la ira que bullía en su interior.
—Ya lo has hecho antes—le recordó—. Y lo estás haciendo ahora. Nunca has dejado de lastimarme, ni a mí, ni a Naruto.
Aquella era una dolorosa verdad de la que ninguno de los dos podía escapar. Se quedaron allí, con los ojos fijos y las emociones en carne viva -dolor, frustración, amor y traición- mezcladas en un lío de cosas sin decir.
Decepcionada, soltó todo el aire contenido en sus pulmones. Creía que ya había sentido furia antes, cantidad de veces, pero ahora se daba cuenta de que no tenía ni idea de cómo era la autentica furia. Pura furia al rojo vivo. Una sensación frenética, enloquecida y maravillosa. Como si pudiera volar. volar por el Bosque y clavar las garras en el rostro de Sasuke hasta hacerle sangrar.
—Me voy—dijo con tono terminante. No había necesidad de prolongar el encuentro.
—No, no lo harás—lo escuchó decir detrás de ella, siguiéndole el paso.
—Eres tan contradictorio—señaló—. Hace menos de veinticuatro horas me estabas pidiendo que me fuera. Dejaste en claro que no era nada para ti, ¿y ahora de repente me dices que debo quedarme? Además, no tienes elección en este asunto. O me dejas marchar, o me matas aquí mismo. ¿Cuál es?
Sasuke puso los ojos en blanco, fastidiado.
—Ni lo uno ni lo otro—dijo rotundamente—. Volverás a la aldea conmigo.
Sakura sacudió la cabeza con vehemencia, con las manos temblorosas.
—No—dijo, dando un paso atrás procurando poner distancia entre los dos, tanto física como emocional—. No lo haré. No iré a ninguna parte contigo.
—Tu eres la que no tiene otra opción—dio un paso hacia ella, cerrando la brecha que acababa de crear—.Volverás conmigo a Konoha y te quedaras allí—su tono era definitivo, inflexible—. Puedes armar un escándalo y quejarte con quien quieras de que estas retenida en contra de tu voluntad, pero serás libre de explicar por qué.
El corazón se le aceleró, la ira hervía en sus venas mientras lo fulminaba con la mirada, pero él no había terminado:
—Y entonces—continuó, bajando la voz hasta transformarla en un susurro peligrosamente bajo—, el hombre al que fuiste a enfrentar ayer se sentirá libre de pasar un kunai por tu garganta. ¿Crees que estás a salvo porque eres una ninja médico? ¿Por qué fuimos compañeros?—Sus ojos brillaron con una intensidad inquietante—. No lo estarás por mucho tiempo. Así que por el bien de todos, volverás y mantendrás la boca cerrada.
—No traicionaré a la aldea por nada ni si quiera por ti—espetó—. Y si crees que lo haré, estás más equivocado de lo que pensaba.
La respuesta de Sasuke fue cortante e inmediata:
—Yo tampoco lo hare—aclaró—. Y no te lo estoy pidiendo.
Sakura rodó los ojos, su paciencia se agotaba.
—Me estás tratando otra vez como a una idiota—lo acusó. Se cruzó de brazos—. ¿Esperas que te crea? ¿Piensas que voy a quedarme callada para siempre sólo para guardar tu secreto?
La mandíbula de Sasuke se tensó.
—Sólo hasta el momento oportuno.
—Oh, perfecto. Sí, por supuesto. El momento adecuado". Cuanto tus camaradas lo hayan destruido todo, cuando Konoha haya caído, y ya no importe quién sepa la verdad sobre ti, porque no quedará nada que proteger—su rabia crecía a medida que lo absurdo de su plan se estrellaba contra ella.
—Si tengo que enviarte a otra dimensión para mantenerte a salvo, que así sea—se acercó un paso más, su presencia era abrumadora—. Esa es mi oferta.
Sakura le sostuvo la mirada, con su pecho subiendo y bajando pesadamente con cada respiración.
—No te atreverías—dijo incrédula.
—No me dejas otra opción.
Necesitaba escapar de ahí cuanto antes.
Sasuke respiró hondo y su voz se suavizó al decir:
—Volveremos. Juntos.
—No—replicó, negando con la cabeza—. No volveré contigo.
—Lo harás. Y si intentas hacer algo estúpido, lo sabre inmediatamente.
—¿Es una amenaza?
Sasuke no respondió. Ella sacudió la cabeza en señal de frustración, temblando de ira.
—Esto es… increíble.
—No seas terca, Sakura. Volverás conmigo.
—No—se negó una vez más, manteniéndose firme.
En ese momento, Sasuke se movió rápidamente, acortando la distancia entre ellos. La agarró del hombro, y Sakura se estremeció.
—¿Qué estás haciendo?—preguntó alarmada.
Pero el ojo de Sasuke ya había cambiado por el familiar color carmesí del Sharingan arremolinándose ante ella.
—Sasuke, no…—empezó a protestar, pero ya era demasiado tarde. El genjutsu se apoderó de ella y, antes de que pudiera terminar la frase, su cuerpo se desplomó mientras se sumía suavemente en un profundo sueño.
Gracias a sus afinados sentidos y reflejos de Shinobi, consiguió sostenerla con el corazón oprimido por lo que acababa de hacer. Sin decir una palabra más, la levantó cuidadosamente y desapareció en el atardecer, dejando atrás el bosque.
»»»»««««
La luz de la habitación era como una daga que se le clavaba a Sakura en los ojos. Gimió y se removió bajo las sábanas. Por un breve y feliz momento, no supo cómo había acabado allí. Pero entonces comenzó a recordar, despacio y dolorosamente. Por su mente pasaron una serie de imágenes, fragmentos de conversaciones. El rostro de Sasuke. La discusión. El genjutsu.
Lo primero que vio al abrir los ojos fue a Kodoku y Miyuki inclinadas sobre ella, preocupadas. La cabeza le martilleaba, e instintivamente se llevó una mano a la frente.
—Ese maldito bastardo…—murmuró en voz baja, maldiciendo a Sasuke para sus adentros. Había utilizado el Sharingan contra ella, igual que durante la guerra. Apretó los puños, la furia burbujeando en su interior. Iba a matarlo la próxima vez que lo viera.
Kodoku dejó escapar un suspiro de alivio.
—¡Menos mal que estás despierta! Estaba tan preocupada. ¿Ese hombre te hizo algo?—sus ojos escudriñaron a Sakura en busca de cualquier digno de lesión.
Ella exhaló bruscamente a medida que se incorporaba en la incómoda camilla.
—Me sometió a un genjutsu, eso es todo
El ceño de Kodoku se pronunció.
—¿Un genjutsu? ¿Qué asuntos quería abordar contigo?
A pesar de que sus pensamientos eran lentos y confusos, busco la manera de elaborar una mentira que fuese lo suficientemente buena para no despertar sospechas ni desvelar más información de la que estaba dispuesta a compartir con la encargada de la clínica. Si bien, la relación entre las dos era cordial, a veces tensa, no confiaba lo suficientemente en Kodoku para revelar su identidad y expresar cuales eran las verdaderas intenciones que le llevaron a ese lugar en primer lugar.
—Sólo quería asegurarse de que no causara más problemas—habló con calma.
Kodoku cerró los ojos y respondió:
—Espero que seas lo suficientemente inteligente para respetar esa amenaza.—Su voz acarreaba la cautela, algo que la inquietó.
Sin embargo, Sakura permaneció en silencio, evitando más confrontaciones.
Ignoró el mareo y se sentó al borde de la cama. Miyuki, al notar su malestar, le ofreció rápidamente un vaso de agua.
—Gracias—murmuró Sakura, bebiéndolo lentamente.
Una vez que se sintió más estable, decidió que era hora de profundizar. Necesitaba más información si quería manejar bien la situación.
—Ese chico… él, ¿es líder de alguna banda criminal o algo?—preguntó.
Kodoku intercambió una mirada cautelosa con Miyuki, la consternación clara en sus ojos. La vacilación entre las dos era palpable, y Sakura era capaz de percibir su renuencia a divulgar más.
—Si quieres que sea cuidadosa, necesito entender con quién estoy tratando. Necesito contexto—insistió.
Derrotada, Kodoku soltó el aire contenido en sus pulmones y, tras una larga pausa, comenzó a hablar; su voz apenas superaba un susurro:
—El líder es Masamune Tenshihari—dijo, el nombre de aquel hombre sonaba como una maldición—. Prácticamente es el dueño de la aldea. Lo controla todo.
Sakura entrecerró los ojos a la par que escuchaba atentamente a Kodoku.
»Proviene de una familia de shinobis con un aterrador Kekkei Genkai. Esa misma línea de sangre los llevó a la desgracia. Masamune quedó huérfano cuando aún era un adolescente. El resto de los sobrevivientes fueron desterrados. Pero cuando regresó, no lo hizo solo. Volvió con un grupo de hombres y… masacró al clan del señor feudal, apoderándose de sus propiedades y negocios.
El aire en la habitación se tornó más denso a medida que Kodoku continuaba con el relato.
»Ahora gobierna con el miedo—añadió, su voz ligeramente temblorosa—y sus hermanas-esposas son igual de crueles. Cualquiera que ose oponerse a él… sufre las consecuencias.
La encargada de la clínica tragó grueso, claramente incómoda para seguir hablando. Sus ojos se movían nerviosos, como si mencionar el nombre de Masamune pudiera invocarlo.
Sakura absorbió cada palabra, con la mente acelerada por las implicaciones. Masamune Tenshihari no era sólo un hombre peligroso; era un tirano, y su control sobre Mokumori era absoluto.
—Ese chico—continuó Kodoku—el que vino a verte… lleva dos años trabajando con Masamune. Sólo lo he visto tres veces. Ésta fue la tercera.
Sakura tragó grueso, con la garganta apretada. Su mente se tambaleaba a medida que la gravedad de la traición de Sasuke se hacía más evidente. Ya no era sólo alguien que se había extraviado; estaba trabajando activamente con un monstruo. No había forma de defenderlo, ni excusa que pudiera borrar la cruda realidad.
Su corazón se estrujó dolorosamente, el peso del predicamento era asfixiante. ¿Qué le ocurriría ahora? Estaba atrapada entre la lealtad a la aldea y sus sentimientos por Sasuke. Una ola de impotencia se apoderó de ella. Si se quedaba callada, sería su cómplice. Pero si revelaba la verdad, sería ella la que pondría en marcha los acontecimientos que la llevarían a una muerte segura.
Se mordió el labio inferior, intentando controlar el temblor en sus manos. Lo único a lo que podía aferrarse era la esperanza de que Kakashi fuera lo bastante precavido como para darse cuenta de que algo iba mal. Tal vez enviaría a un escuadrón de ninjas a buscarla. Pero si venían… si descubrían la verdad sobre Sasuke, sería declarado criminal, perseguido por la misma gente que una vez lo consideró un camarada.
Y entonces, no habría escapatoria. Sasuke sería encarcelado, y una sentencia de muerte sería inevitable.
«¿Qué has hecho, Sasuke?—pensó, con el corazón hundido—. ¿Qué se supone que debo hacer?».
Kodoku carraspeó.
—Bueno, sea como sea… ten más cuidado—aconsejó—. No querrás hacerte enemiga de los Tenshihari.
Sakura asintió con la cabeza, su expresión indescifrable, mientras intentaba contener el nudo de ansiedad que se había formado en su pecho. Kodoku la contempló antes de volver a hablar.
—Tómate el resto de la tarde libre—dijo, suavizando ligeramente su tono—. Miyuki, vamos.
La chica se adelantó en silencio, dirigiéndole una mirada reconfortante antes de seguir a Kodoku fuera de la habitación. La puerta se cerró tras ellas, dejándola a solas con sus pensamientos, con la afonía oprimiéndola.
Exhaló lentamente, su mente daba vueltas a causa de la incertidumbre.
»»»»««««
El ninja más prominente de Konoha, Hatake Kakashi, había imaginado durante mucho tiempo que, tras la guerra, por fin sería capaz de retirarse, dejando atrás el mundo de las misiones y las batallas para dedicarse a una vida de hedonismo sencilla, sin lujos ni opulencias, solo un par de libros y la tranquilidad de su apartamento. La paz lucía tan lejana durante el caos, pero cuando finalmente llegó, ingenuamente creyó que su papel en ella había terminado. Sin embargo, el destino tenía otros planes. Ahora, a pesar de sus intenciones, se había convertido en uno de los hombres más importantes en el País del Fuego: su Hokage. Era un líder tranquilo, su mente estratégica y su incomparable experiencia lo habían convertido en el sustituto perfecto y la elección idónea para convertirse en el Rokudaime, aunque no fuera la vida que había imaginado para sí mismo.
Ese solía ser el sueño de su maestro, Minato. Ese solía ser el sueño de su compañero, Obito.
A medida que el día llegaba a su fin, Kakashi todavía seguía en el despacho, rodeado de montones de papales y pergaminos que exigían su atención. Con un suspiro, se levantó de su asiento, se desabrochó la pesada capa y la colgó sobre el respaldo de la silla. Por un breve instante, experimentó una sensación de genuino alivio, como si despojarse del manto le permitiera volver a ser simplemente Kakashi, y no el Sexto Hokage.
Recostado en el respaldo de la silla, permitió que su cansada mirada se alejara de los interminables documentos y se dirigiera hacia la ventana, donde la puesta de sol pintaba el cielo en tonos dorados y carmesí. La aldea estaba bañada por una luz cálida y mortecina, pacífica y vibrante. Era un marcado contraste con el mundo que había conocido en su juventud, un mundo lleno de pérdidas y luchas. Ahora, su papel era proteger esa paz, asegurarse que las generaciones futuras pudieran disfrutar de la vida por la que tantos antes que ellos se habían sacrificado. No era el retiro que había planeado, pero mirando la puesta de sol, se dio cuenta de que tal vez, ahí era donde siempre había estado destinado a estar.
Esperaba pasar una noche tranquila, pero disipó ese pensamiento tan pronto Tsunade entró en la oficina.
—¿Cómo se las arregló con los ancianos?—preguntó, volviéndose hacia la recién llegada que se abría paso por la sala con su habitual andar seguro.
Sin esperar invitación, la antigua Hokage tomó asiento en la silla frente a él, cruzándose de brazos mientras lo miraba.
—Los ignoraba—respondió sin perder un segundo.
Kakashi no pudo evitar soltar una leve risita, negando con la cabeza.
—No creo que pueda hacer eso.
Tsunade enarcó una ceja y le lanzó una mirada mordaz.
—Eso es porque eres demasiado blando.
—¿Esta aquí para darme unos cuantos consejos de Hokage, entonces?—enarcó una ceja, juguetón.
Ella sonrió, satisfecha, reclinándose en la silla.
—No, estás solo en ese barco—dijo en tono burlón. Luego, su expresión cambió ligeramente, volviéndose más seria—. Estoy aquí para hablar de nuestra estudiante en común. Sakura.
—¿Qué pasa con ella?—preguntó, cuidadosamente medido.
—¿Sabes algo de su paradero?—dijo directamente, tamborileando los dedos en el antebrazo de la silla, paciente.
Kakashi negó con la cabeza, sin mostrar emoción alguna.
—No, no desde que se fue.
—Acabas de dar en el blanco, Hatake—señaló.
Dos semanas habían transcurrido desde la partida de Sakura.
Recibió el último mensaje dos días antes de arribar al punto de control disponible en el país antes de llegar a Mokumori. Tal como lo señalaba Tsunade, era tiempo suficiente para que hubiese alcanzado su destino.
—Es una kunoichi poderosa, inteligente y capaz. Si alguien puede llevar a cabo la misión, es ella—respondió, procurando no sonar demasiado preocupado al respecto.
Tsunade no parecía satisfecha con la respuesta.
—No dudo de sus habilidades—respondió—. Al fin y al cabo, yo la entrené.
—Está siendo injusta, Tsunade-sama—respingó—.No puede tomar todo el crédito, ¿sabe?
La aludida enarcó una ceja, con los labios ligeramente curvados hacia arriba.
—¿Oh? ¿Y qué te gustaría, Kakashi? ¿Una estrella dorada por tus esfuerzos?
Se reclinó en la silla y cruzó las manos detrás de la cabeza.
—Yo diría que contribuí un diez por ciento. Más o menos.
Tsunade se burló, aunque su sonrisa no se ensanchó.
—¿Diez por ciento? Eso es generoso. Pero te lo daré.—Sacudió ligeramente la cabeza. A pesar de las bromas, la tensión subyacente persistía.
Kakashi suspiró.
—Lo que quiero decir—continuó diciendo la antigua Hokage, volviendo al motivo de su visita—. Es que la enviaste a una misión que podría haber cumplido otra persona.
Inmediatamente, el Rokudaime se reincorporó en su asiento, adquiriendo una postura formal, con la mirada fija en Tsunade.
—Con todo respeto, no estoy de acuerdo. Sakura era la única persona adecuada para ejecutar la misión.
Tsunade frunció el ceño, claramente poco convencida.
—No veo cómo. Ella no es una kunoichi cualquiera que puedes meter en la ecuación y esperar a que lo afronte objetivamente. Sabes lo que el muchacho Uchiha significa para ella. Enviarla tras él, conociendo que…—Se interrumpió, la voz entrecortada por la frustración.
—Y se lo que ella significa para Sasuke—agregó él, firme.
Ella puso los ojos en blanco, inclinándose hacia delante en su silla.
—Eres un ingenuo si crees que con amor puede hacer cambiar de opinión a Sasuke.
—Nunca dije eso.
—Lo sugeriste.
—¿En qué parte?—enarcó una ceja, confundido.
Tsunade exhaló pesadamente, frotándose las sienes en señal de frustración.
—Enviarla en ese misión… conociendo sus sentimientos. Fue una mala decisión.
Kakashi negó con la cabeza, firme en su creencia.
—No, no fue así. Confío en Sakura. Es fuerte, capaz y sabe lo que está en juego mejor que nadie.
—¿Y qué, esperas que lo seduzca? ¿Qué lo mantenga bajo su control sólo para manipularlo por el bien de Konoha? ¿Esperas que un poco de sexo lo haga regresar?—se burló, cruzándose de brazos.
Kakashi apartó la mirada.
—No es así, y usted lo sabe. Hablé con Sakura al respecto. Sasuke no la lastimará si logra que le sea leal.
Tsunade contuvo las ganas de soltar una carcajada.
—Lo haces sonar como si fuera uno de tus perros, Kakashi. ¿Leal? ¿A ella?
—No, así no—se apresuró a aclarar—. Pero Sakura tiene una ventaja sobre Sasuke.
—¿Y cómo exactamente? Si alguien tiene el poder para convencerlo es Naruto. Tú lo sabes.
Él consideró sus palabras, pero se mantuvo firme.
—Naruto tiene su influencia, sí. Pero Sasuke nunca lastimaría a Sakura.
—Intento matarla una vez antes, ¿recuerdas?
—Ella hizo el primer movimiento. Sasuke se estaba defendiendo—le recordó.
Tsunade pasó los ojos en blanco, exasperada.
—Siempre te las arreglas para excusarlo, ¿no?
Él la observó atentamente mientras hablaba.
La antigua Hokage se levantó de la silla.
—La quiero de vuelta lo antes posible, Kakashi. No voy a poner en riesgo la vida de Sakura para proteger a Sasuke.
Permaneció callada un momento, antes de responder.
—¿Sabe qué? Sakura no le pertenece. Como kunoichi, tiene un deber con la aldea. Hizo su elección cuando aceptó la misión.
Tsunade se volvió hacia él.
—Soy muy consciente de su compromiso como kunoichi. Pero como persona, saldrá lastimada si algo sale mal. Y tú lo sabes.
El mutismo de Kakashi se prolongó. Tsunade le dirigió una última mirada antes de caminar hacia la puerta.
Continuará
N/A: ¡Hola, hola! Espero que esta actualización las/los encuentre de maravilla y que haya sido de su agrado.
El capítulo es algo extenso y, no me percate que, sin proponérmelo, vamos en el capítulo 7. Eso fue más rápido de lo que esperaba.
Como siempre, gracias infinitas por su apoyo y paciencia de santo/a, sé que las publicaciones son esporádicas, pero aun así, ustedes son parte fundamental para continuar escribiendo. Mil gracias por sus favorites, follows y, por supuesto, sus bonitos reviews.
No quiero spoiler nada, así que dejare que ustedes saquen sus propias conclusiones.
El mensaje es corto, estoy muriendo de sueño, pero no podía irme a dormir sin publicar.
¡Cuídense mucho! ¡Les envió un fuerte abrazo donde quiera que se encuentren!
¡Nos leemos pronto! ¡Bye, bye!
