Capítulo 17

Shinichi no se había tomado nada bien lo que le había dicho Kaito, pero no tenía ya nada más que hacer que esperar. Se sentó de nuevo en su despacho para intentar revisar los documentos que quedaban, pero la cabeza siempre se le iba a la chica.

Después de un rato, Kaito dejó de escucharla llorar, algo que lo alivió. No sabía qué había pasado entre esos dos, pero le quedaba claro que Ran había sufrido mucho, y no pudo evitar pensar que Shinichi, en cambio, nunca se había implicado emocionalmente con ninguna chica, a pesar de que habían visto a muchas salir de su habitación. Se preguntó en qué momento habían normalizado tener a chicas desayunando en la cocina sabiendo que iba a ser la última vez que las vieran. De hecho, ahora que lo pensaba, ni siquiera lo recordaba besando a ninguna.

Él mismo tampoco había querido saber mucho de las chicas después de la despedida con Aoko, aunque sí que había tenido alguna que otra novia, como Makiko, a la que había dejado de contestar en cuanto vio a la hija del inspector Nakamori. Se sintió imbécil y no pudo evitar sonreír pensando en cómo era posible que ella pudiera seguir embrujándolo sin hacer nada.

Ran salió de la habitación después de horas encerrada sin parar de trabajar ni para comer pese al ofrecimiento de su amiga. Tenía los ojos hinchados y el maquillaje hecho un desastre, pero aún mantenía esa esencia hipnótica.

—¿Estás bien?

—He terminado con todo. Por favor, vámonos.

—¿No quieres despedirte de Sonoko?

—Ella lo entenderá.

El camino en coche fue lento y silencioso. Ran miraba por la ventana sin querer enfrentarse a nada más, pese a que Kaito no pensaba presionarla en absoluto.

—¿Quieres parar a tomar café?

—No.

—¿Seguro? ¿Necesitas algo?

—No.

—Oye, no quiero ser pesado pero…

—¡Que no, joder, déjame tranquila!

A él le sorprendió un poco ese estallido de emociones de una chica que antaño parecía tenerlo todo bajo control, sin importar la situación. Musitó un "de acuerdo" y siguió conduciendo.

—Lo siento —suspiró ella. —Es solo que… No sé.

—No te preocupes, lo entiendo perfectamente.

—No, no lo creo.

Estaba claro que necesitaba hablar con alguien, y no se podía decir que él fuera al que mejor se le daba hablar de sentimientos, o consolar a nadie, pero sabía que ella lo necesitaba.

—No soy de los que insistan, ¿sabes? Pero el camino es largo, no hay cobertura y te puedo asegurar que sé guardar un secreto.

—¿Ah, sí?

—Ajá, así que soy tu mejor opción ahora mismo.

—¿Como cuál?

—¿Eh?

Ella le estaba mirando fijamente, esperando que él reaccionara de la forma correcta. Kaito la miró y lo entendió todo. Secreto por secreto. Sería la única forma de que Ran confiara en él y, siendo sinceros, le parecía que era la mejor opción. Tragó saliva, tal y como lo hizo la noche en que se lo confesó a Aoko.

—Yo soy Kaito Kid. Bueno, lo era, me retiré hace tiempo.

Ella no reaccionó, lo cual le llevó a dos posibilidades: o ella ya lo sabía, o no se lo creía. Ran continuó mirándolo casi sin pestañar.

—Oh.

—No pareces sorprendida. Supongo que Aoko te lo ha contado.

—No, la verdad es que no. Parece que te ha guardado el secreto todos estos años.

—¿Qué?

—Nunca nos contó exactamente qué os pasó. Solo dijo que eras un idiota cínico y una persona horrible, pero nunca pensé que sería por eso.

—¿Entonces cómo lo sabías?

—Porque conozco a Shinichi y sé cuándo te hacías pasar por él. Tu olor es diferente al suyo.

Él la miró con seriedad, como si aquella frase le hubiese generado muchísimas dudas, pero ella ya no lo miraba a él. De nuevo, sus ojos se enfocaron en los árboles que iban pasando. Había perdido esa oportunidad, pero aún le quedaban ocho horas de camino.

Aoko no respondía a la puerta, a pesar de que Kazuha llamaba insistentemente.

—Aoko, por favor, abre la puerta.

Ella no respondió y la de Osaka suspiró, a punto de echarse a llorar. Se sentía culpable por haberla dejado de lado cuando Ran no estaba, y por no haberle explicado el cambio de actitud con Kudo.

—Aoko…

—¿No ha habido suerte?

—No quiere escucharme.

—¿Quieres que yo intente hablar con ella?

—No creo que…

—Es solo intentarlo.

—Está bien —dijo apartándose para darle espacio a su amigo de la infancia.

—Ahora vas a ver cómo trabajan los profesionales.

Ella no pudo evitar sonreír y mirar al suelo, sabiendo que no era el mejor momento de coquetear. Él captó la indirecta y llamó a la puerta.

—Aoko-san, soy Hattori, necesito hablar contigo.

La muchacha no respondió y Heiji comenzó a notar la sonrisa de autosuficiencia de Kazuha en su espalda. Miró de reojo, había cruzado los brazos y le miraba con los ojos entrecerrados como si le estuviera diciendo: "si no me ha abierto a mí, ¿qué te hace pensar que te va a abrir a ti?". Heiji suspiró. No le quedaba más remedio que hacer "eso'.

—Aoko-san —la llamó volviendo a llamar a su puerta con suavidad —le estoy hablando como policía ahora mismo. No necesito una orden judicial para entrar ahí si sospecho que algo no va bien. Y estoy empezando a pensarlo.

A los pocos segundos, la chica quitó el pestillo de seguridad y abrió la puerta, aunque sin quedarse a recibirlos.

Heiji miró a Kazuha con una sonrisa autosuficiente, como diciéndole "¿qué decías?". Ella lo ignoró y se apresuró a pasar a la habitación mientras él se quedaba en el umbral. No quería interrumpir una conversación importante.

—Aoko, lo siento muchísimo, perdóname —le dijo la de Osaka sentándose en su cama mientras la otra chica hundía la cabeza en la almohada.

—¿Cuándo vuelve Ran?

—No lo sé, pero… Yo también la echo de menos, ¿sabes?

—¡Pero lo tuyo es diferente! ¡Tu tienes a Hattori!

—Nos tenemos la una a la otra, Aoko —contestó mirándola a los ojos. Heiji dio un par de pasos atrás para dejarlas solas. —Eso no ha cambiado.

Aquella frase, la de que se tenían la una a la otra, no le había sonado muy bien, aunque no sabía el motivo. Era evidente que entre ellas había un vínculo muy fuerte, pero ¿había necesidad de apartarlo a él de aquella manera? ¿Había sido sin querer o lo había hecho a conciencia para aliviar el dolor de la hija del inspector Nakamori?

—Uy, ¿y esa cara? ¿Qué te pasa?

Sin haberlo pensado, el detective del Oeste había llegado a parar hasta la cocina en la que Shinichi bebía café mientras escribía un informe para Megure.

—Nada.

—¿Seguro?

—Es solo una tontería.

El detective lo miró un instante antes de guardar el documento y cerrar el portátil. Se cruzó de brazos mientras lo miraba y lo invitaba a sentarse sabiendo que no, no era solo una tontería.

Ran seguía sin poder salir del bucle en el que recreaba la conversación con Hifumi. De tantas cosas que podían haberle pasado ese día, un encuentro con él y una noticia de su boda era lo último que habría esperado. ¿Cuándo había conocido a la chica? No hacía tanto que habían roto, ¿no? Ran comenzó a contar y resultaba que la ruptura con Hifumi había sido hacía dos años.

—Dos años… —suspiró. No podía esperar haber olvidado a Hifumi en dos años cuando no lo había hecho con Shinichi en cinco. —Soy idiota.

—Te he comprado tres onigiris —dijo Kaito entrando en el coche y tendiéndole una bolsa llena de comida, snacks y bebidas.

—No tengo apetito ahora.

—Llevas todo el día sin comer nada, deberías comer algo.

—No tengo hambre ahora mismo.

—Bueno, come cuando te apetezca.

Kaito sabía que había algo que traía de cabeza a la chica, pero esperó pacientemente hasta que ella se decidió a hablar. Y le llevó cerca de una hora.

—Oye… Hay algo que quiero preguntarte.

—¿Umm? —preguntó él sin apartar los ojos de la carretera.

—¿Qué sientes por Aoko?

—¿Yo? Nada. Fue una muy buena amiga en el pasado y…

—¿Solo fue una amiga?

—Depende de qué consideres tú qué es una amiga.

—Pero os besasteis.

—¿Y? Hay mucha gente que hace mucho más que besarse y no significa nada.

—Ya…

—¿Y tú por Kimura? —preguntó ignorando el elefante en la habitación.

—No lo sé… Yo… No lo sé.

—¿Por qué no me cuentas qué pasó entre vosotros?

—Es algo complicado.

—No voy a juzgarte si tomaste una mala decisión. Yo he cometido muchísimos errores con un montón de chicas. Créeme, no soy quién para decir nada.

—Él me dejó.

—Ya, lo había supuesto por tu reacción.

—Le fui infiel.

Kaito no dijo nada, pero por dentro hasta notaba su corazón latir con fuerza, ya que estaba poniendo todo de su parte para mantener su cara de póker. ¿Ran Mouri había sido infiel? ¿La misma Ran Mouri que se sonrojaba cuando un chico la miraba directamente? ¿Qué cojones acababa de decir?

—Ya veo.

—Aquel día discutimos, no recuerdo el motivo, si te soy sincera. Salí con las chicas a una discoteca y… bueno, se me fue de las manos. Me desperté desnuda en la habitación de un hotel, con cincuenta llamadas perdidas de él, que se había quedado sin dormir para buscarme por todo Aomori.

—Vaya historia…

—Ya… Cuando recobré la compostura, me duché, me vestí y fui a hablar con él.

—Muy valiente por tu parte.

—No. Cuando lo tuve enfrente no fui capaz de decirle nada, y solo me inventé una excusa tonta.

—¿Y entonces por qué lo dejasteis?

—Se enteró más temprano que tarde y ya no hubo vuelta atrás.

—Qué historia más triste.

—Bueno, me alegro de que haya conseguido pasar página y vaya a establecerse con alguien.

—¿Y tú, Ran?

—¿Eh?

—¿Has pasado página tú?

—¿No quieres hablar?

—¿De qué?

Shinichi lo miró con los ojos entrecerrados, el mismo gesto que hacía cuando era Conan. Se había acostumbrado tanto a verlo con tu cuerpo de adulto que había olvidado cómo era hasta no hacía tanto tiempo. Si había alguien que lo conocía en este mundo era Kudo, incluso más que Kazuha, y sabía que no podía esconderle nada.

—Me preocupa Kazuha.

—¿En qué sentido?

—No sé, en todos.

—Hattori.

—Igual lo estoy pensado demasiado, ¿no? ¡Es lo normal, ¿no?! ¡Nos hemos llevado demasiado tiempo separados como para que que todo sea como antes!

—Para, para, para —le dijo su amigo intentando ordenar sus pensamientos. —¿El problema es que Kazuha no es la misma?

—¡Exacto!

—¿Y?

— ¿Cómo que "¿y", idiota?

—Hattori, Kazuha no puede ser la misma que hace cinco años porque en aquel entonces sólo era una cría; ahora es una mujer.

—Ya, pero…

—¿Tienes dudas?

Hattori suspiró y Kudo supo que había dado en el clavo. Claro que tenía dudas, ¿cómo no las iba a tener? Habían pasado demasiadas cosas como para intentar retomarlo todo desde lo dejaron cuando eran adolescentes.

—No, no es eso… Es solo que… ¿Y si nos damos cuenta de que no somos compatibles? ¿Y si no soy lo que ella espera?

—Bueno, siempre podréis ser amigos, ¿no?

—¿Tú eres tonto o qué? Jamás podría volver a la fase de "solo amigos" con ella.

—¿Entonces?

—¿Y si vuelvo a perderla? —preguntó mirándolo a los ojos directamente. Él comprendió que las dudas eran respecto a si podría hacerla tan feliz como se merecía.

—¿Y si dejas de decir tonterías?

—No son tonterías —suspiró. —Te lo estoy diciendo en serio. Lo único que quiero es que ella esté bien, y no sé si yo tengo todo lo que ella necesita. Y me aterra tenerla cerca porque ya he sentido lo que es tenerla lejos.

—Ya… —Shinichi miró hacia otro lugar un segundo y volvió a mirarlo con una media sonrisa que el de Osaka no pudo interpretar. —¿Y has probado a decírselo a ella?

—¿Y qué le digo? ¿"Tengo dudas porque eres la tía más impresionante y perfecta con la que me he encontrado o me encontraré nunca, pero lo único que tengo claro es que quiero intentar hacerte feliz"?

—Por ejemplo, sí —Su amigo le dedicó una sonrisa aún más amplia y le hizo un gesto con la cabeza.

Él se giró y la vio en el umbral de la puerta paralizada, sin saber qué contestar a una declaración de intenciones tan profunda. Kazuha había escuchado toda la conversación sin que el famoso detective se hubiese dado cuenta.

—Heiji, yo…

Igual las palabras de la enfermera habrían sido igual de profundas que las suyas, pero el sonido de unas llaves en la puerta principal los alertó a todos.

Ran entró con las gafas de sol puestas y una botella de licor en la mano; pasó de largo sin ni siquiera saludar a sus amigas y se encerró en su habitación, dejándolos a todos mirándose los unos a los otros sin saber qué había pasado. Kaito entró con el rostro pálido y agotado física y mentalmente. Todos los ojos, incluidos los de Aoko, que había bajado al escuchar un coche, se posaron en el mago.

—Tadaima.

—¿Qué ha pasado?

—Pues nos hemos encontrado con Kimura-san y…

—¡Oh, no!

—¡Ran!

Las dos amigas subieron inmediatamente a la habitación de la de Tokio para verla, aunque sabían que todo lo relacionado con Hifumi estaba vetado para ella, y que probablemente no abriría la puerta hasta que estuviera preparada para enfrentarse a su pasado. Y eso podía tardar mucho.

—¿Quién es ese tal Kimura? —preguntó Hattori más por su amigo que por curiosidad.

—Una expareja —respondió intentando no mirar a Shinichi, a quien se le acababa de parar el corazón y que luchaba por contenerse. —Al parecer, se casa y nuestra chica no he llevado muy bien que su ex le pida que organice su boda.

—Normal, ¿qué tipo de persona haría eso? ¡Qué mal gusto!

—Y que lo digas, tiene que haber de todo en el mundo.

—Ya te digo.

—Voy a descansar un poco, ¿vale? Estoy muerto de haber conducido tanto.

—Claro, te llamamos para cenar.

—Gracias.

Y una mierda. Conociendo como conocía a Ran, sabía que incluso aunque eso hubiera pasado ella habría aceptado con una sonrisa y estaría sufriendo en silencio. El hecho de que estuviera demostrando vulnerabilidad tan solo se explicaba porque sintiera tanto que no podía más. ¿Y llegar a ese extremo por la boda de un ex? No lo creía.

—¿Y a ti qué te pasa?

—¿A mí? Nada.

—Ya, claro.

—Si hemos terminado de hablar, tengo cosas que hacer.

—Te agradezco que me escuches, pero eres un capullo cuando se trata de ti —dijo levantándose y dirigiéndose hacia la cocina para hacer la cena.

—¿Yo qué he hecho ahora? ¡Hattori!

Aoko y Kazuha se debatían entre llamar a la puerta o quedarse esperando a que ella estuviera lista, pero les preocupaba la botella de licor con la que se había encerrado.

—Deberíamos entrar.

—Ya sabes cómo es ella, Aoko. Prefiere estar sola en momentos así.

—¡Esto es una mierda!

—Si, pero ¿qué podemos hacer a parte de esperar?

—Nada, tienes razón.

La chica de Osaka se acercó a la puerta y llamó. Dijo que estarían abajo si necesitaba cualquier cosa, que podía contar con ellas y que no tenía que enfrentarse sola a las cosas. No hubo respuesta.

—Vamos a hacer la cena, Kazuha.

—Sí…

Ran las había escuchado, pero no quería salir de la cama. Lo único que necesitara era que pasara el tiempo y remitiera el dolor que sentía dentro de su pecho. Por segunda vez en un lapso de 24 horas, se permitió llorar todo lo que necesitaba. Shinichi vio cómo las sábanas se movían levemente y suspiró. Odiaba saber que ella estaba llorando y él no podía hacer nada para consolarla. Suspiró pesadamente.

Pasaron cuatro días hasta que la hija del policía de dignó a salir de su cuarto, aunque lo hizo en el momento en el que sabía que no iba a haber nadie cerca para agobiarla con preguntas que no quería contestar; quería a sus amigas con todo el corazón, pero sabía que ellas no estaban hechas de la misma pasta; además, Ran Mouri siempre se las había apañado para superar las cosas en la más estricta intimidad de su habitación.

Fue directamente a la cocina. Esos días sin comer la habían hecho perder peso y marcarle aún más unas ojeras que cubría con maquillaje todos los días, por lo que tampoco deseaba encontrarse con nadie, y no se dio cuenta de que había alguien en la barra hasta que fue imposible fingir que había bajado. Y, para colmo, tenía que ser precisamente él. Se miraron durante unos segundos, pero ninguno de los dos habló. Shinichi volvió a su trabajo, dejándola a ella un poco descolocada. ¿No iba a preguntarle cómo estaba?

—¿Quieres algo? —le preguntó él, molestándola. ¿Cómo era posible que estuviera actuando así con ella? ¿Acaso no le había contado Kaito lo que había sucedido?

—No.

—Pues entonces deja de mirarme fijamente.

Ella abrió la boca para decir algo, pero solo apretó los puños y se dirigió hacia la nevera. Shinichi la miró cuando estuvo seguro de que no podía verle. Tenía un aspecto horrible, quizás incluso más que él, que llevaba días sin poder conciliar el sueño, tan solo vigilándola en silencio para saber si estaba bien, aunque no lo reconocería ante su ex. Continuó apretando teclas para disimular, cuando lo que estaba esperando era a que ella se sentara en la mesa para intentar tener una conversación, pero ella no lo hizo.

El agente se dio cuenta de que Ran estaba a sus espaldas comiéndose un sándwich mientras fingía que él no estaba allí. ¿Cómo había sido tan idiota al pensar que podría darse una situación en la que ellos pudieran tener una conversación como adultos?

—Si tanto te molesta mi presencia, me voy —dijo cerrando el portátil un poco enfadado.

—Haz lo que quieras.

Él se giró hacia ella y la enfrentó. Estaba harto de esa actitud de adolescente rebelde que odia todo y a todos; ya no eran críos. Ella sintió su mirada directa y comenzó a sentir que le faltaba el aire, aunque se irguió lista para la pelea que estaba claro que iban a tener.

—¿Hasta cuándo vas a seguir con esto?

—¿Con qué?

—Con tu actitud, Ran. ¿No crees que ya es hora de parar?

—¿Y qué quieres que haga? ¿Que me comporte bien contigo después de todo lo que me has hecho?

—¡Venga ya! ¿De verdad quieres jugar a este juego?

—Para mí no es un juego. Te lo dije cuando estábamos en la residencia y te lo vuelvo a decir ahora: de lo único que necesito protección es de ti.

Shinichi esbozó una sonrisa irónica. No daba crédito a lo que oía, no sabía en qué mundo vivía ella, pero, desde luego, no era ni parecido al suyo. Había trabajado siempre tanto por asegurar su seguridad; había renunciado tantas veces a todo por ella.

—¿De qué coño te ríes?

—De ti, la verdad.

—¿Qué?

—No sabrías qué hacer con tu vida ni aunque volvieras a nacer, ¿y sabes por qué? Porque no sabrías ser feliz ni aunque tuvieras todos los elementos alineados y a tu gusto. ¿Qué es lo que te da miedo? Eres patética.

Si hubiese escuchado esa frase hacía una semana, probablemente le habría devuelto el dardo envenenado multiplicado por diez, pero no fue así. Ella abrió la boca para responder, pero no pudo. Por un momento, volvió a ser la niña asustada de los fantasmas que buscaba a su mejor amigo para que la calmara. Y contra todo pronóstico, Ran echó a correr en su dirección y lo abrazó con fuerza mientras lloraba. En ese momento, Shinichi supo que se había pasado con ella demasiado, pero que algo de lo que él había dicho había resonado.

Con miedo, él colocó suavemente sus brazos alrededor de ella y le acarició el pelo para consolarla. Sus lágrimas le mojaban la ropa y el tacto de su piel le embriagaba. Tuvo ganas de hablarle, de decirle que no tenía que actuar así con él, que no le guardaba rencor, pero no reunió el valor suficiente para hacerlo.

De pronto, Ran se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Se zafó de sus brazos de un empujón y se secó las lágrimas. Toda esa rabia volvió, y fue imposible refrenarla. Shinichi la miró confundido, esperaba que ella se explicara pero, en su lugar, Ran volvió a ser aquella a la que él no conocía.

—¡No tienes ningún derecho a decirme nada! ¡Tú y solo tú fuiste quien empezó todo esto! ¡No me eches a mí la culpa!

—¿De qué…?

—¡No te creas que voy a perdonarte alguna vez! ¡Nunca! ¿Me oyes? ¡Nunca te perdonaré lo que me hiciste!

—¿Y quién quiere tu perdón?

—¿Qué?

—Yo solo estoy trabajando—mintió descaradamente, haciendo que ella aún se enfadara más. —Soy policía.

—¿Policía? Lo que eres es un mentiroso y un cínico —dijo ella acercándose poco a poco, sin darse apenas cuenta de que lo hacía, y mirándolo a la cara. —Eres un egoísta, y un idiota y un inmaduro. Te crees que lo sabes todo, y lo único que sabes a la perfección es resolver casos y alejar a las personas que te quieren por lo que eres. Eso es lo que eres; eso es quién eres tú en realidad.

Estaban a unos escasos centímetros y sintiendo como si estuvieran en pleno tiroteo. Ran tenía el corazón disparatado; creía que estaba diciendo tonterías, pero lo que no sabía es que había acertado casi de pleno. Shinichi se dio cuenta de que ella llevaba puesta la camisa con la había cubierto el día del ataque.

—Vamos a poner las cuentas claras de una vez, Ran. Me importa una mierda lo que pienses tú de mí; yo también tengo una opinión respecto a ti, ¿te importa a ti eso? Ni un poquito. Te voy a decir cómo van a funcionar las cosas de aquí en adelante: yo doy órdenes y tú las cumples. Y si no quieres, no podrás acceder a los mismos privilegios que tus compañeras.

—¿Qué coño dices?

—Puedo hacerlo, Ran. Estoy a cargo de ti ahora mismo.

—Eres un desgrac…

—Ah, y quítate mi camisa; no permito que ninguna tía que lleva mi ropa me insulte.

Ran se miró y vio que tenía razón. En algún momento, Kazuha o Aoko habían lavado la prenda para quitar la sangre y la habían confundido con algo que alguno de los chicos con los que había estado la de Tokio le había dado. Se quería morir en ese momento pero, en su lugar, se quitó los botones y le lanzó la camisa a la cara, descubriendo una ropa interior demasiado reveladora. Se fue a su habitación y dio un portazo. Shinichi suspiró.

—Lo buena que está y lo antipática que es, ¿eh?

Kaito había bajado al escuchar la conversación a gritos entre esos dos. En las escaleras se había cruzado con una Ran en ropa interior que ni siquiera se había dado cuenta de su presencia y que se había ido murmurando lo imbécil que era su ex.

—¿Y tú qué haces despierto?

—¿Que qué hago yo despierto? Estoy seguro de que no hay nadie durmiendo en esta casa.

—¿Qué?

—Tú no sabes la de gritos que os habéis dado tu novia y tú, ¿no?

—Deja de decir tonterías, anda.

—Veo que ya está mejor, ¿no? Ha bajado con ganas de guerra.

—No sé… Ha sido raro.

—Nunca se sabe con ella. Ahora te habla, ahora eres la peor persona del mundo.

—¿Qué me vas a contar?

—En fin… Yo ya me voy a quedar despierto, que he dormido un montón de horas. ¿Tú qué vas a hacer?

—Yo voy a echarme un rato, a ver si me duermo.

—Voy a poner una lavadora, ¿tienes algo para lavar?

Shinichi miró la camisa que Ran le había tirado. —No, no tengo nada. Gracias

El chico se retiró llevándose el portátil y la prenda. Kaito sonrió y negó con la cabeza; era imposible que esos dos terminaran bien.

Cuando Ran se despertó era de día. Escuchó a Aoko, Kazuha y Heiji en la piscina, por lo que supuso que tenía que ser muy tarde. Se cambió y se dirigió hacia ellos, agradeciendo no haberse encontrado a nadie indeseado por el camino; llegó al jardín como si fuera una reina del pop.

Las chicas y Heiji se acercaron al borde de la piscina más cercano a la puerta por la que Ran se aproximaba. Entre las dos amigas la hicieron sentir genial, y prácticamente terminó fingiendo ser una modelo de bañadores y paseando su modelito mientras sus amigas le gritaban halagos y Heiji se divertía mirando la escena. La chica cogió impulso y se tiró de cabeza, iniciando una guerra de agua entre los cuatro que estaban. Kaito salió a fumar y no pudo evitar mirar a Ran y a Aoko; eran tan diferentes que ni siquiera sabía por dónde empezar a compararlas. Aoko parecía estar intentando acercarse a él; sin embargo, su mente iba a Ran constantemente por un motivo que no comprendía bien.

—¿Vienes al agua? —le gritó la de Tokio, quien llevaba en esa ocasión un bikini rojo que marcaba su figura; Aoko llevaba un bañador negro bastante soso.

—No, paso.

—¡Kaito! —le insistió su ex amiga de la infancia. Le gustaba molestar a Ran haciendo justo lo contrario a lo que ella quería y jugando a despistarla a veces siguiéndole el rollo y otras negándose en rotundo a cualquier cosa que ella propusiera; no le gustaba tanto con Aoko, sentía que podía hacerle daño.

—Tengo la comida en el horno y se va a quemar si no la vigilo.

—Apaga el horno, Cenicienta, y diviértete un rato —le gritó Hattori.

—Que no, hombre, que ya no somos críos, y que…

Ran había cogido una pistola de agua y acababa de empaparlo de arriba a abajo, sin dejar siquiera que se cambiara de ropa; de hecho, el cigarrillo que fumaba se había apagado también.

—Venga ya, idiota.

—¿A quién llamas idiota? ¿Eh?

Kaito se levantó y comenzó a correr detrás de ella por todo el patio mientras el resto la animaba a tirarlo a la piscina, pero él fue muy inteligente y le cortó el paso. Ran planeó llevarlo por el lado opuesto de la casa, así que corrió hacia uno de los laterales. El mago la siguió y consiguió alcanzarla cuando ya nadie podía verlos. Los dos estaban intentando recuperar el aire tras la acelerada carrera.

—Vale, tú ganas —rió Ran.

—Claro que yo gano, ¿qué esperabas?

—No sé… —Sin darse ni cuenta, Kaito y Ran se estaban mirando a los ojos y sonriendo. El mago comenzó a acercarse a ella y la abrazó con la cintura. Ella colocó sus manos en sus hombros.

—Kuroba —Hattori los interrumpió y ellos se separaron al instante—, creo que la comida se quema.

—¡Ah, sí, puede ser! Dejamos la piscina para otro momento, ¿eh?

—Sí, vale —dijo la chica sin atreverse a mirarlo. ¿Eso acababa de ser un casi beso entre ella y uno de los mejores amigos de Shinichi?

Kaito intentó esquivar la mirada acusadora de Heiji, pero no pudo. La mirada seria y el gesto duro le hicieron sentir vergüenza; no sabía qué era lo que acababa de pasar, pero había sido un error. Entre ellos dos no había nada de nada. No se atrevió a decirlo. Hattori miró a Ran. Ella disimulaba, pero estaba intentando ver si Shinichi, que estaba de espaldas a esa ventana, los había visto.

—Te estás equivocando —le dijo el de Osaka. —Y mucho.

—Yo…

—Ahórratelo, no quiero saber nada de esta locura.

—¡Heiji, espera!

El de Osaka avanzaba con paso ligero, queriendo perderlos a ambos de vista. Aoko le dijo que volviera al agua, pero él contestó con un "no es el momento" y se metió en casa; Ran cogió una toalla y dijo que se iba a la ducha. Aoko y Kazuha se miraron. Algo no iba bien.

Durante la comida, nadie parecía tener nada que decir. Kudo notó que había un juego de miradas muy curioso: Ran no miraba ni a Heiji ni a Kaito, y comía mirando al frente, tan solo dedicándole alguna mirada ocasional a Aoko; Kuroba no lo miraba a él, ni miraba a Ran ni a Hattori; por su parte, el de Osaka tenía los ojos clavado en el mago; Kazuha los miraba a los dos; Aoko alternaba entre Shinichi, Heiji y Kazuha. ¿Qué cojones había pasado?

—¿Alguien va a contarme qué ha pasado ahí fuera?

Ran se escondió aún más; Kaito se percató de la mirada de Heiji, y miró un segundo a Shinichi; luego a su plato. Heiji continuó mirándolo con una mirada de enfado. Aoko decidió mirar al suelo, al igual que Kazuha. ¿Qué coño era todo aquello?

—¿Ningún voluntario? ¿Nadie?

Silencio. Los que lo sabían no tenían la más mínima intención de responder mientras que los que no lo sabían se miraron entre ellos, identificándose y tratando de compartir sus pensamientos sin palabras. Nadie sabía nada.

—Yo… —Kazuha se atrevió a intervenir para intentar calmar un poco el ambiente— yo había pensado que podíamos salir una de estas noches todos juntos. Hay una discoteca cerca de aquí, será fácil pasar desapercibidos.

—¡Qué buena idea! Podríamos ir hoy mismo.

—¿No es un poco precipitado? No sabemos si es seguro —dijo Heiji.

—¿Quién atacaría a nadie en una discoteca? No son idiotas.

—Kaito tiene razón —lo apoyó Kazuha. —¿Te apetece, Ran?

—Sí, sí, ¿cómo no? —dijo sin tener ni idea de qué era lo que habían dicho, ya que estaba ocupada en sus pensamientos.

—¿Y tú, Kudo? —le preguntó la de Osaka directamente con una sonrisa que descolocó a Ran. —¿Qué te parece?

—Yo… No lo sé; es peligroso, chicas. Entiendo que queráis salir a divertiros pero…

—Venga… ¡No hemos tenido ni un susto en todo este tiempo!

—Sí, además nos puede servir para estrechar lazos entre nosotros —la apoyó Aoko, haciendo que Heiji tragara saliva. —¿No era lo que querías?

—Sí, pero…

—¡Por fi!

—Hoy será imposible, porque tenemos muchas cosas que hacer antes de…

—¡Mañana!

—Bueno, podemos verlo y…

—¡GENIAL! ¡MAÑANA SALIMOS, CHICAS! —celebró Aoko.

—¿Qué te vas a poner?

—No tengo ni idea, tengo que mirar a ver qué he traído.

—¡SOLO…! —comenzó Shinichi para hacerlas callar. —Solo si seguís las recomendaciones de seguridad y no llamáis demasiado la atención. Ninguna de las tres —añadió mirando directamente a Ran.

La de Tokio asintió con la cabeza sin mirarlo, haciendo que sus dos amigas celebraran y corrieran a recoger la mesa para comenzar a planear las cosas del día siguiente. Ran las siguió, aunque sin decir ni una palabra. Los chicos terminaron de comer en silencio, sumido cada uno en sus propios pensamientos.