—. My Hero Academia 180 grados.—
46. Donde Uraraka fantasea con Deku, Mirio se encuentra con Sir Nighteye, y Deku y Bakugo se despiertan a media noche
(Segmento marcado con * por contenido sugerente IzuxOcha)
( * )
Uraraka se veía contenta, sentada con una sonrisa tranquila frente a la pequeña mesa de su habitación. El ventilador, colocado justo frente a ella, hacía que su flequillo se moviera ligeramente con la brisa, dándole una sensación de frescura después del largo día de entrenamientos. Sobre la mesa, había preparado una tetera con té verde y un pequeño plato con mochis. Como una especie de merecida recompensa que se daba a si misma por su esfuerzo.
Cruzó las piernas con naturalidad y tomó un mochi, dándole un primer mordisco. El dulce sabor del relleno de fresa se mezcló con la suavidad de la masa haciéndola cerrar los ojos con deleite, y al tomar un sorbo de su taza de té caliente, sintió cómo su cuerpo se relajaba por completo, sujetándose la mejilla con total satisfacción.
Todo se sentía tan bien y sin embargo, en cuanto se relajo, su mente comenzó a divagar en lo que había pasado durante el entrenamiento de aquella tarde. Su cuerpo comenzó a tensarse de nuevo ligeramente y sintió un súbito calor en las mejillas.
Un recuerdo específico apareció en su mente.
Era un momento del entrenamiento en equipos. Ella y Deku se habían ocultado juntos tras la esquina de un pasillo, con la respiración contenida, hasta que él gritó de repente:
—¡Cuidado!
Sin darle tiempo de reaccionar, Deku la había empujado al suelo para evitar que los alcanzara una de las explosiones de Bakugo que destruyó la pared. En ese momento solo había pensado en el peligro y reaccionar lo más rápido posible para no ser una carga, pero ahora… ahora recordaba los detalles.
La expresión determinada de Izuku, sus ojos verdes recorriendo la escena en busca de Bakugo entre el humo. Sus manos firmes a cada lado de sus hombros, protegiéndola. Su respiración acelerada y la tensión en sus músculos.
Uraraka, con la mirada perdida, mordió de forma automática otro trozo de mochi, y por alguna razón, el sabor parecía aún mejor que antes, más dulce e intenso. Era como si su boca ya estuviera impregnada de un dulzor que potenciaba su paladar.
Dejó la taza sobre la mesa y, con la cama justo detrás de ella, se permitió recostarse un momento. Miró el techo blanco de su habitación mientras el zumbido constante del ventilador llenaba el silencio con ruido blanco. Un nuevo rubor coloreó sus mejillas cuando cerró los ojos, y en su mente reapareció la imagen de Deku sobre ella.
Casi sin notarlo, relajó sus piernas, separando ligeramente las rodillas, y se imaginó de nuevo la escena. Deku estaba ahí, con los brazos apoyados a cada lado de sus hombros, inclinándose sobre ella con esa misma mirada intensa que tenía cuando enfrentaba a Bakugo.
Inconscientemente, su pie se estiró, golpeando la mesa de té.
El sonido la sacó un poco de su fantasía, pero, por alguna razón, cuando volvió a mover el pie con suavidad y sintió la ligera vibración de la mesa tambaleándose, el sonido resultó… peculiar. Curioso. Casi tentador.
Volvió a cerrar los ojos.
No fue difícil recuperar la imagen de Deku encima de ella. El leve tambaleo de la mesa se convirtió en un eco sutil que acompañaba su imaginación. Su pie siguió empujándola, generando ese sonido que la hacía sumergirse más en la fantasía. Separó un poco más las piernas, sintiendo un estremecimiento recorrerle la espalda cuando, en su mente, Deku inclinaba su rostro hacia su cuello con sus labios húmedos rozando su piel con suavidad.
—Deku… —susurró sin darse cuenta.
El sonido de la mesa se detuvo.
El riesgo de tirar el té caliente la hizo desistir, pero ya había conseguido lo que quería: el ruido suficiente para avivar su imaginación.
Su mano recorrió lentamente su propia cadera, dejando que su piel sintiera el leve roce como si fueran los dedos de Deku. Pero justo cuando estaba por perderse más en la sensación, un suave golpeteo en la puerta la hizo detenerse de golpe.
—¿Uraraka? ¿Estás ahí? ¿Puedo pasar? —preguntó la voz de Jiro.
Uraraka se incorporó de inmediato, cruzando las piernas sobre la mesita, fingiendo que nada inusual había estado ocurriendo. El ventilador le refrescó el rostro y dejó escapar un pequeño suspiro antes de contestar.
—¡Claro! Pasa.
Cuando Jiro entró, Uraraka notó que, además de llevar su guitarra en la espalda, sostenía una pequeña caja de cartón en las manos. Al acercarse a la mesita de té, se la extendió.
—¿Eh? ¿Es para mí? —preguntó Uraraka, tomando el paquete sin entender del todo—. ¿Pero por qué?
Jiro desvió la mirada con un leve aire de incomodidad y, tras colocar su guitarra en su lugar, tardó un poco en girarse de nuevo hacia ella.
—Tómalo como una ofrenda de paz para disculparme —dijo, con un tono un poco más suave de lo normal para su voz—. Lo he pensado y… creo que estuvo mal sacarte del cuarto la otra noche. Y tampoco debí decirte esas cosas. Creo que cada quien tiene su propio ritmo en una relación y no es justo apresurarse solo porque alguien te lo diga.
Uraraka parpadeó, sorprendida por las palabras de Jiro. Sentía que lo que le decía ahora no solo hacía referencia a su relación con Deku. Por un momento, recordó la forma en que Kaminari la había mirado cuando Jiro había tocado con su banda en aquella mansión, y luego los momentos más recientes en los que él y Jiro parecían discutir… pero también en que también parecían llevarse bastante bien cuando él la hacía reír. Su relación era completamente diferente a la de ella con Deku, pero, de alguna manera, le hizo sonreír.
—Está bien, lo aceptaré pero con una condición —dijo Uraraka.
—¿Ah? —Jiro la miró, curiosa, mientras se sentaba a su lado.
—Tienes que ayudarme a comerlo. No podré hacerlo yo sola.
—Pero es un pastel individual, muy pequeño.
—No importa. Si no me cuido, se empezará a notar cuando use mi traje y me daría mucha vergüenza.
Jiro sonrió, dándose cuenta de que Uraraka estaba intentando hacer las paces de una forma más ligera. Acomodó los codos sobre la mesita y, sin querer, notó algo.
—Se tambalea… —dijo moviendo ligeramente la mesa con la mano—. Creo que es la pata de este lado. Tal vez podamos poner una hoja de papel doblada abajo para…
—¡No, no, no! —exclamó Uraraka, alzando los brazos frente a ella para impedir que Jiro se levantara—. ¡No es necesario! ¡Me gusta así!
Jiro la miró con una ceja arqueada.
—¿Te gusta que se tambalee?
Uraraka se ruborizó pero no dijo nada más.
—¿Sabes que eres un poco rara, verdad?
El rubor en las mejillas de Uraraka se intensificó por un momento, antes de desaparecer y comenzar a reírse. Jiro la miró por un segundo y luego sonrió también.
Las dos chicas compartieron una risa más mientras Uraraka sacaba el pastelito de la caja.
...
Oficina del director
Aizawa observaba con detenimiento los papeles que Mirio le había entregado. Su mirada, afilada y cansada, recorría cada línea con atención. Separó unas cuantas hojas, dejó escapar un largo suspiro y finalmente alzó la vista hacia el joven héroe con una expresión de incredulidad.
—Togata… en verdad te agradezco por habernos apoyado con las clases 1-A y 1-B esta mañana, pero… esto es inaceptable. —Sacudió levemente las hojas antes de extenderlas hacia Mirio—. ¿Cómo pudiste pensar que estos eran buenos nombres de héroe y, peor aún, aprobarlos?
Mirio recibió los papeles con entusiasmo, sus ojos brillando con diversión mientras los revisaba.
—¿Pero qué tienen de malo? ¡Son bastante divertidos! —exclamó con una sonrisa radiante—. Imagínelo, profesor Aizawa: la gente los escucha, se ríe y se relaja al instante al saber que alguien con buen sentido del humor viene a rescatarlos. ¡Eso también es parte del trabajo de ser un héroe, tranquilizar a los civiles! Una sociedad sin alegría y buen humor no tendrá un futuro brillante. Disculpe. Ese es mi gran lema.
Aizawa apretó el puente de la nariz con resignación antes de mirarlo con cansancio.
—Dime, Togata… ¿cómo crees que se sentiría un niño atrapado en una construcción al saber que el "Héroe Inútil", la "Reina Alien" y el "El asesino de las Explosiones" vienen a salvarlo?
Por un momento, Mirio reflexionó. En su mente se formó la imagen de Ashido con su piel rosa y sus cuernos retorcidos sacando la lengua como un alienígena, Bakugo con su expresión frenética y amenazadora, y Midoriya, con un aire nervioso, como un conejo asustado, oculto detrás de ellos.
—Creo que empiezo a ver el problema… —reconoció finalmente, rascándose la nuca.
—Bien. —Aizawa tomó un bolígrafo y tachó parte de los nombres en los documentos—. Dejaremos que Ashido y Bakugo usen los nombres cortos que eligieron: Pinky y Dynamight, pero asegúrate de que Izuku Midoriya elija otro.
Mirio cruzó los brazos detrás de la espalda con actitud relajada.
—Le aseguro que puedo hablar con él, pero sinceramente, creo que será imposible hacerlo cambiar de parecer. —se inclinó sobre la hoja con el nombre en cuestión y la observó con una sonrisa, recordando el momento en que Midoriya había levantado la pizarra con su nombre de héroe —. Parecía tener un motivo muy profundo para elegir Deku. A diferencia de los otros dos, me pareció más significativo que gracioso.
Aizawa permaneció en silencio por un momento. Recordó a Midoriya sujetándole la mano con la cinta de captura durante el examen de admisión, su determinación grabada en cada palabra y cada gesto. Al final, desistió de entregarle el formato a Mirio y lo dejó sobre una pila de documentos pendientes en su escritorio.
—Lo sé… puede ser muy terco. Pero intentaré hablar con él después.
Mirio sonrió, asintió con naturalidad y, con su paso ligero y despreocupado, salió de la oficina del director.
Sin embargo, apenas avanzó unos metros por el pasillo, se llevó una gran sorpresa: más adelante, caminando con su característico porte elegante y su impecable traje blanco, estaba Sir Nighteye.
—¡Sir! ¡Señor! —exclamó Mirio, acelerando el paso hasta alcanzarlo.
El hombre se detuvo y giró levemente el rostro, sus lentes reflejando la luz del pasillo.
—Mirio. Realmente no esperaba verte.
El joven héroe sonrió y se pasó un dedo debajo la nariz con gracia.
—¡Oh! Entonces, por lo que veo, no vino a visitarme…
—No. —La respuesta de Sir fue directa, pero no agresiva—. En realidad, vine a ver a All Might.
Mirio parpadeó con sorpresa antes de esbozar una sonrisa entusiasta.
—¡Vaya! ¡Su viejo amigo del que tanto habla! Seguro que estará feliz de verlo después de tanto tiempo.
Sin embargo, en cuanto Mirio miró con más atención el rostro de su mentor, su sonrisa disminuyó levemente. Había algo en su expresión, en la seriedad de sus facciones, que le hizo preguntarse si todo estaba bien.
—¿Pasa algo?
Sir guardó silencio un momento antes de responder con la misma sobriedad de siempre:
—No. Nada.
Mirio inclinó la cabeza, aún dudando, pero no insistió.
—Siento no poder presentarte formalmente a All Might ahora, pero tenemos un asunto privado que tratar.
—Entiendo. Será para otra ocasión. —Mirio recuperó su usual energía y volvió a sonreír—. Aunque me sorprende, considerando lo insistente que era antes con que debía conocerlo… y esa broma que me hizo sobre ser el futuro Símbolo de la Paz en ese artículo.
Sir Nighteye lo observó en silencio por un instante, como si se debatiera algo internamente. Entonces, de forma inesperada, una ligera sonrisa apareció en su rostro.
—Mirio…
—¿Sí?
Sir continuó mirándolo con una expresión críptica antes de soltar, con calma y seguridad:
—Te verías muy simpático con un gran copete rizado al frente.
Mirio parpadeó. Luego, llevó una mano a su cabello rubio con curiosidad.
—¿Usted cree? No lo había pensado, pero tal vez podría intentarlo…
Sir Nighteye asintió con una leve inclinación de cabeza y retomó su camino por el pasillo. Mirio, por su parte, se quedó unos segundos pensativo antes de girar en la dirección opuesta, entretenido con la idea de rizarse un mechón al frente mientras seguía caminando.
...
El All Might de plástico seguía de pie en su nuevo lugar del escritorio, imperturbable. Sin embargo, los gemidos ahogados de Izuku rompieron de pronto la quietud de la habitación, haciendo que el rostro dormido de Bakugo, empezara a contraerse con visible molestia. Al principio intentó ignorarlo, esperando que cesaran pronto, pero cuando se volvieron persistentes, abrió los ojos con fastidio.
—¡Deku!
Su voz salió ronca por el sueño, lista para soltarle unas cuantas palabras, pero esos insultos se quedaron atoradas en su garganta cuando sus ojos se ajustaron a la oscuridad..
Al parecer había estado tirado en el suelo, en la penumbra y frente a él, un grupo de sombras rodeaba a Izuku, jalándole la capa y el cabello con agresividad.
—¡Asesino! —gritaba alguien con furia—. ¡Nos prometiste salvarnos y no lo hiciste!
— ¡Solo te aprovechaste de nosotros!
—¡Mentiroso! ¡Deberías estar muerto!
—¡Vete!
— ¡Lárgate!
Las voces se encimaban unas con otras, cargadas de odio. Bakugo no tenía idea de qué estaba ocurriendo, pero la rabia le hirvió en el pecho cuando vio que Izuku no se defendía. Solo se estremecía con los ojos llenos de lágrimas y entre gemidos entrecortados, incapaz de moverse mientras lo seguían golpeando y jaloneando.
Con los dientes apretados, Bakugo se levantó y avanzó sin dudarlo, empujando con violencia a la multitud.
—Déjenlo... ¡Déjenlo! ¡DÉJENLO!
Pero por alguna razón, no podía abrirse paso tan fácilmente. Su cuerpo se sentía más pesado, más lento, como si el aire mismo estuviera viciado y en su contra. Para su creciente irritación, Izuku seguía gimoteando en lugar de luchar.
—¡Haz algo con un demonio! —gritó tratando de alcanzarlo.
Justo entonces, la multitud se volvió contra él también. Manos frías y hostiles lo agarraron, lo empujaron, lo atraparon. Instintivamente intentó usar sus explosiones para liberarse, pero... nada. No hubo calor, ni chispas, ni la presión acostumbrada en sus palmas.
De pronto, las sombras levantaron armas sobre sus cabezas, listas para seguir atacándolos. El cuerpo de Bakugo se tensó, pero antes de que pudiera golpearlos a todos, el grito desgarrador de Izuku al verlo rodeado atravesó la escena.
—¡Bastaaaaa!
La realidad se partió en un golpe seco.
Izuku se incorporó de golpe en su cama, con su respiración agitada y cubierto de sudor frío. Látigos negros de pronto brotaron de su brazo derecho de manera descontrolada.
La habitación fue envuelta en un torbellino de sombras. Las extremidades oscuras se estrellaron contra las paredes, derribando objetos y desgarrando las paredes, hasta llegar a la ventana y reventarla con un crujido ensordecedor.
Los pasos en el pasillo no se hicieron esperar seguidos de toquidos insistentes en su puerta y el intento de abrir la puerta atorada con el seguro.
—¡¿Qué fue eso?! ¡¿Están bien?! ¡Abran la puerta!
El del golpeteo en la puerta era Iida. Su voz, era una mezcla de autoridad y preocupación.
Izuku apenas procesaba lo que había pasado. El dolor en su brazo le palpitaba, pero más que eso, la sensación de las sombras aún retumbaba a su alrededor. Poco a poco, los látigos se retrajeron, envolviéndose en su piel como si nunca hubieran existido.
Bakugo se mantuvo quieto por un momento, con los ojos fijos en los destrozos. Su expresión era más de sorpresa que de irritación, pero su mente trabajaba a toda velocidad. Entonces, sin previo aviso, gruñó con exasperación y empezó a hablar en voz alta:
—¡No luzcas tan sorprendido! ¡Ya te había dicho que no pongas tus cosas en mi lado de la habitación?! ¡Esto es lo que provocas!
Izuku parpadeó, aturdido. Pero cuando Bakugo lo quedó mirando, captó la idea.
—¡¿Por qué siempre tienes que ser tan malo?! —se quejó, fingiendo indignación—. ¡Ese no es tu lado de la habitación! ¡Es un área común!
—¡Cállate!
Desde afuera, Iida frunció el ceño, pero su tono se suavizó un poco cuando volvió a golpear la puerta con más calma.
—Abran.
Bakugo resopló antes de abrir con evidente fastidio.
—¡¿Qué?!
Iida lo miró con desaprobación.
—No creo que esta sea la hora adecuada para discutir sobre el espacio en la habitación —dijo, cruzándose de brazos—. Están haciendo demasiado ruido, los demás queremos dormir y parece que rompieron una ventana.
—¡A ti eso no te incumbe, cuatro ojos!
—¡De nuevo los apelativos de apariencia!
Izuku asomó la cabeza tras el hombro de Bakugo, tratando de parecer más tranquilo de lo que en realidad se sentía.
—Lo siento mucho. Tienes razón, ya no haremos más ruido.
Iida suspiró y pareció dispuesto a dejarlo pasar, pero su mirada se detuvo en Izuku por un momento. La luz del pasillo reflejaba un brillo húmedo en sus ojos.
—¿Estás bien?
Izuku abrió la boca para responder, pero Bakugo gruñó con impaciencia.
—¡Él está bien! ¡No lo hagas parecer una pelea doméstica!
Y con un movimiento brusco, le cerró la puerta en la cara.
Izuku lo miró, sin saber si agradecerle por encubrirlo o regañarlo por ser tan grosero. Al final, suspiró y volvió a abrir la puerta con calma.
—Iida! — lo llamó antes de que él entrara a su propia habitación — En verdad... En serio, estoy bien! —aseguró Izuku, con una sonrisa forzada—. Siempre nos hemos llevado así desde pequeños, pero parece que está vez se nos salió un poco de control, así que no tienes que preocuparte.
Iida lo observó con atención antes de asentir.
—Eso me tranquiliza. Pero, por favor, ya no discutan ni hagan más ruido.Y reparen esa ventana.
—Lo prometo.
Cuando la puerta se cerró por fin, Izuku se volvió hacia la habitación y luego hacia Bakugo.
El rubio estaba de brazos cruzados, con la mirada fija en los destrozos. Ya no tenía esa expresión molesta que había fingido; en su lugar, parecía pensativo, como si estuviera evaluando algo.
Finalmente, habló con un tono bajo y serio.
—Tenemos que hablar de esto con All Might de inmediato.
Izuku también miro los destrozos a su alrededor.
Por un momento, su instinto fue apartar la mirada. No quería hablar de eso. No quería admitir lo que había visto, lo que había sentido.
Pero también sabía que no podía ignorarlo.
Por inercia observo el reloj digital, que marcaba pasada la medianoche. Aún así, asintió.
...
Notas de la autora. -
¡Sus comentarios siempre son bienvenidos! Muchas gracias por leer, seguir y darle like. Siempre me hace sonreír :)
