El traqueteo del tren lo tranquilizaba. Él sentía en su frente el frío cristal de la ventana polarizada, suspiró, su cabeza chocaba una y otra vez con el cristal. Pensó que quizás tendría la frente rojiza, pero se negaba a moverse, su cuerpo pesaba tanto, que responder a las preguntas que le hacían sus acompañantes era correr una maratón. Ni eso. Su pereza le impedía hacer cualquier tipo de deporte que no fuera dormir, y era un profesional en eso.
Volvió a cerrar los ojos. Las voces se hacían cada vez más lejanas a la vez que se acercaba a la inconsciencia, era realmente agradable, una sensación de la que nunca se cansaba. Así volvió a caer en los territorios de Morfeo.
Se despertó otra vez, no era por la sacudida del tren, dos grandes manos le agarraban de los hombros. Escuchaba el nombre de Sans repetirse, la voz le sonaba familiar, era fuerte pero con toques jóvenes, casi infantil. Oh. Verdad. Él era Sans.
Sonrió con vagancia. Sus ojos azules seguían algo empañado por el adormecimiento, aunque no le hacía falta abrirlos para saber la apariencia de quien le había despertado, era su hermano pequeño después de todo.
-What happens Paps?
Solo abrió uno de sus ojos, como si levantar sendos fuese demasiado complicado para hacerlo.
Los ojos anaranjados fue lo primero que notó, desorbitados y extrañados, estos brillaban con luz propia, con la característica luz de la inocencia. Su piel era más dorada que la última vez que lo vio, pero sin imperfecciones al igual que cuando era un niño incapaz de dar un par de pasos sin caerse. Había conseguido algo de músculo, Sans no se sorprendió de esto, ambos hermanos habían sido bendecidos con un rápido metabolismo y con músculos señalados, aunque él no se había esforzado por entrenarlos, Papyrus lo más seguro que haya estado practicando con el Pescaito y por ello haya conseguido más.
-¡SANS! ¡Ya no tienes porque hablar inglés! ¡Ya hemos llegado!
Sans se rio suavemente.
-Has llegado desde hace veinte minutos, pero volviste a dormir. ¡No has cambiado nada! ¿Y esos músculos?
Sintió dos palmadas desde la espalda, eran tan fuertes que lo forzaron a echarse tan para delante que su cadera se escapaba del asiento. Y no hablar de sus huesos, podía sentir todo de su interior agitarse, incluyendo todo tipo de líquidos, como la bilis que lo quemaba más arriba del esófago.
-Soy todo viejos huesos, Pescadito.
Levantó los hombros con dolor, sus entrañas ya ha tenido suficiente movida, de aquí hasta varias semanas.
Incluso así, la chica de cabello de escarlata, junto a Papyrus, se sentaron a cada uno de sus lados casi aplastándolo. Eran asientos viejos, pequeños, con la tela áspera y de horrible colores apagados, que al apoyarse los tres chirriaron en un sonido agudo.
Undyne sonrió con alegría, sus dientes afilados se mostraron en todo su esplendor, mientras que pequeñas manchas en sus mejillas, de forma de escama, se estrujaban por los músculos que contraía su sonrisa. Entre esas marcas características, su pasión por el mar y que no soportaba calores asfixiantes, Sans se burlaba mucho de ello porque parecía que se cocinaba al sol, le valieron el nombre de pez y todas sus derivaciones.
Ella rodeó a ambos chicos con sus brazos, Paps hizo lo mismo, dejando al de menor estatura encerrado entre dos musculosos brazos y un abrazo suficiente fuerte para dañar a cualquiera que no estuviera acostumbrado. Era tan extraño la situación, los tres sentados en un asiento de dos plazas, juntos como una lata de sardina en medio de unos viajeros que habían puesto toda su atención en ellos debido a los gritos de emoción de Papyrus.
-¿Deberíamos enseñarle nuestro nuevo entrenamiento Paps? ¿Y quizás que lo pruebe en su propia carne?
Las dos miradas se cruzaron en complicidad.
-Dirás huesos ¿no?
Sans comento de forma suave, siendo recibido por dos ojos reprochadores anaranjados y otros dos rojos, con cristalinos de un color raramente amarillo pálido, que lo miraban de manera segura.
-¡NYE NYE NYE! ¡Claro que si! ¡El Gran Pa...
Una forzada tos irrumpió los potentes alaridos del albino. Una figura recta, con un traje de chaqueta azul oscuro con pantalones del mismo color, camisa blanca y corbata burdeos, los miraban de forma desaprobadora mientras sostenía su sombreo a juego con el traje en su pecho. En su bolsillo, por encima de un pañuelo de líneas del color de la corbata, había un imperdible dorado con la palabra "Supervisor" escrito en letras cursivas.
En un tono grave y casi reprochando, ordenaba que si querían continuar el viaje debían colocarse en los dos asientos, porque eran tres en un sillón de dos plazas y bajar, callarse, la voz. "Tonta juventud" Sans se imaginó que decía entre líneas.
Undyne y Papyrus se disculparon de manera acelerada, con el mismo tono alto que se les criticaban, mientras que agarraron al otro albino de los brazos y agarraban la única maleta que Sans había traído. No iban a fijarse por si había más de una, después de todo, Sans era conocido por llevar lo mínimo o nada por el mero hecho que le daba pereza organizar un equipaje en condiciones.
Se dejo arrastrar. Todavía sentía en su cuerpo la sensación que le había dejado la postura cuando dormía en el tren, incluso en su espalda, quemaba las dos fuertes palmadas, que seguro le habían dejado marca, de Undyne. Tenía los músculos flojos y las articulaciones dormidas, un poco más y se parecería a un muñeco, estos de articulaciones duras y cuerpo de plástico, inflexible.
Al acercarse a la puerta, ambos amigos lo liberaron de su agarre. Ya no podría intentar recostarse en los ventanales del tren, y dudaban, aunque no muy seguros, que no se sentaría en el suelo para volver a echar una cabezada.
Con grandes pasos y casi saltando, Papyrus se bajó animadamente del tren, mientras Sans le seguía, con los brazos levantando y la espada en forma de una media luna cóncava, tan despreocupado que ya era un signo casi característico del mismo. Undyne había sido la primera que había salido, por lo que los esperaba en medio de todos los transeúntes agitados.
Ella sostenía su móvil en su oreja, sonriendo tontamente hablaba de una manera tan emocionada la cual nunca había visto Sans. Papyrus se aproximó a ella, con pasos alegres, que nada más estar a su lado, gritó un "¡AQUI ESTAMOS!" A continuación de su característica risa.
-¿¡Puedes no irrumpirme con mi novia Paps!?
Sans no se sorprendió al hecho de que tuviera una pareja, el modo de hablar al móvil como si fuese una de sus queridas espadas de esgrima o quizás el brillo en sus ojos, eran lo suficiente notable para señalar que estaba enamorada de pies a cabeza.
-¿Estas hablando con Alphys? ¿¡Vendrás hoy a casa!?
Grito lo ultimo dirigiéndose al móvil, al instante, Undyne apartó su rostro mientras alejaba lo más posible el teléfono. Para el resto de las personas está entretenido ver como se peleaban por hablar con la persona detrás de la pantalla, siendo la ganadora, claramente, la pelirroja.
-No puede venir hoy, ¡Paps! ¡Te lo dije en el camino para acá!
-¡Oh! ¡Es verdad!
Sans miro como terminó la primera de muchas peleas de las vaciones que le esperaba, él solo hubiera querido dormir las veinticuatro horas del día, pero con ellos estaba seguro que sería imposible.
Quizás aprovecharía a comer perritos calientes, ¿o eran gatitos calientes?
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