Capítulo uno. Un terrible accidente
Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a J.K. Rowling, historia basada en su universo.
-Ginny esto es una locura -repitió por enésima vez la joven de distintivo cabello rizado y castaño. Siguió a la pelirroja mientras descendían por las escaleras del dormitorio de las chicas.
-Hermione, no empieces, no eres mi madre…
-Es muy peligroso, y puede que hasta ilegal. Además, estas recurriendo a personas que no están calificadas para llevar a cabo semejante poción.
-No es ilegal, te lo he dicho. Ellas ya han hecho pócimas parecidas antes.
-Hacer barniz de uñas reflectantes con polvos flu son chiquilladas, Ginny. Nada comparado a emplear un elemento tan poderoso como el cabello de una veela.
-Mira, Hermione –Ginny se detuvo al pie de las escaleras enfrentándola y hablando en voz baja –esta es mi oportunidad para poner en su lugar a Fleur y su hermanita Gabrielle. No porque sean las mujeres más hermosas de Inglaterra, que pronto serán parte de la familia Weasley, van a despreciarme en mi propia casa –. La pelirroja lucía herida en su amor propio, triste e insegura como no había estado en su vida. –Conseguir un pelo de veela es sumamente difícil, no me preguntes por qué, pero por una casualidad muy afortunada ya lo tengo, no voy a explicarte como. Bien, pues voy a desquitarme.
Hermione miró preocupada a su alrededor como buscando una ayuda inexistente. La sala común a esa hora de la tarde estaba relativamente vacía. Unos cuantos alumnos de segundo batallaban en grupo con sus ensayos de transformaciones y algunos chicos de 5 curso jugaban al snap explosivo al pie de la chimenea.
Ya lo había intentado de todas las maneras posibles. De nada sirvió decirle a Ginny que era hermosa tal como era, que era una de las chicas más populares del colegio, que la belleza interior es mucho más importante. Sus palabras cayeron en terreno infértil frente a una adolescente de 15 años despechada.
Ella misma como mujer conocía lo que era lidiar con las inseguridades de la apariencia física, y tener que enfrentar la superficialidad del mundo mágico y muggle cada día. En ese aspecto ambos no eran diferentes para decepción de Hermione. Es más, la chica estaba segura que en el mundo mágico la industria de las pociones mágicas y hechizos de belleza era brutal y permeaba todos los estratos sociales. En el mismo colegio, las gemelas Patil se habían granjeado fama entre las adolescentes de Hogwarts elaborando pócimas y cremas en base a catálogos y revistas femeninas combinado con sus conocimientos intermedios de pociones, aderezados con un poco de encantamientos y palabrería de adivinación.
Cuando lo supo, Hermione, como prefecta, quiso detener tal actividad. Sin embargo, resultó que no era una actividad prohibida en las regulaciones del colegio. Además, se enteró en "Una Historia de Hogwarts" de la existencia de varios clubes "feministas" celebres del pasado, que entre sus variadas actividades "realizaban pociones y hechizos útiles para la bruja moderna".
Decidió dejarlo pasar al ver la popularidad con la que gozaban las gemelas Patil y los supuestos beneficios que reportaban en la autoestima de las estudiantes. Hasta ahora conocía lo básico de sus procedimientos y resultados. Además, tenía muchas otras actividades en las que pensar. Sin embargo, jugar con el pelo de una veela era otra cosa.
Su mirada recayó sobre sus dos mejores amigos que estaban en su sofá favorito jugando una partida de ajedrez mágico. Recordó una situación análoga en la que recurrió a McGonagall para notificarle sobre el regalo anónimo que recibió Harry en tercer año. Su amigo se había enfadado mucho con ella. Al final ella lo había hecho con buena intención. Pero aún dolía ese recuerdo.
Se resistió a acudir a sus amigos y repetir esa experiencia. Con Ron sería imposible porque al ser el hermano de Ginny empeoraría las cosas. Con Harry mucho menos. Sabía que él, de hecho, era la causa secreta del actuar de Ginny.
La pelirroja siguió la mirada de la prefecta. Su gesto triste se incrementó, pero al instante pareció ganar resolución.
-Tengo que hacerlo. Si no Harry nunca me hará caso.
-Ginny, ¿no me escuchaste arriba? Tienes todo para gustarle a un chico…
-Odio mis pecas, son demasiadas –sollozó Ginny apoyándose en la pared sumamente triste. Aunque gran parte de sus mejillas y nariz estaban cubiertas por ellas, la pelirroja solía quejarse con la cantidad que existía en el resto de su cuerpo. – Y no me vengas con que hay otras cosas más importantes, ahórrate el sermón Hermione. Necesito hacer, no solamente por Harry, es por mí, para sentirme mejor.
Hermione se preocupó de verás lo que tuvo que pasar su amiga en la Madriguera al convivir todo un verano con dos de las mujeres más hermosas sobre la tierra. En algo tenía que afectarla. No podía culparla.
-Así que si quieres vienes o no Hermione, no te necesito –le dijo cortante la menor de los Weasley reanudando su camino. Le había contado todo lo que planeaba hacer pensando que quizá le gustaría acompañarlas. Era su amiga y deseaba su aprobación después de todo. Tarde comprendió que Hermione no aprobaría algo así.
Hermione estaba desesperada. Apreciaba enormemente a la pelirroja como amiga y sobre todo como la hermanita de su mejor amigo. Quería protegerla, aunque tampoco quería emplear su autoridad como prefecta.
Pensó rápidamente. Era mejor ir con ella. Ya tenía 17 años y estaba capacitada para muchas cosas, las pociones entre ellas. No confiaba en la capacidad de Parvati y Padma con este elemento mágico y ella podría intervenir si algo salía mal. Se sentía en la obligación de cuidar a Ginny incluso de ella misma.
Se decidió finalmente.
Mientras atravesaba la Sala Común su mirada se cruzó con la de Harry, quien debió notar su gesto preocupado. Retiró la mirada de inmediato. Increíblemente aún le dolía la terquedad del ojiverde por seguir usando el libro del misterioso Príncipe. Podría decirse que en ese momento estaban peleados porque ya eran varios días que no se hablaban como antes. No era tan grave como su pelea por la Firebolt en tercer año, aunque Hermione era consciente que eso podría escalar en cualquier momento. Su última conversación hace una semana junto al lago había sido intensa e…incómoda. Otra cosa que pensar en la que decidió dejarlo para después. Suspiró cansada sabiendo que en algún momento tendría que ser la madura del grupo y ser la primera en buscar la paz con su amigo.
*.*
Harry observó salir a Hermione por el hueco del retrato, luego de compartir ambos una mirada incomoda. El sentimiento de culpa brotó nuevamente haciendo que olvidara su estrategia contra la torre de Ron que amenazaba su Reina. Sus planes de hablar con ella después de la partida de ajedrez se empezaron a desvanecer. Todo lo que pensaba decirle se mezcló en su cabeza con el gesto preocupado que portaba su amiga al salir. ¿Seguía preocupada por él? ¿O era algo más que la molestaba? ¿Debería ceder finalmente a la razón y desechar el libro del Príncipe Mestizo? ¿Eso sería suficiente para que todo volviera a la normalidad con Hermione?
Hizo su jugada.
-Ohmmp…jaque mate amigo -canturreó Ron. El torreón cobró vida y se cernió sobre el desvalido Rey de Harry.
-Joder…
-Pensé que utilizarías ese peón, te habría dado al menos 5 jugadas más de respiro. ¿En qué estás pensando?
-No es de tu incumbencia -respondió demasiado cortante.
-Vaya, que agresivo -Ron estaba a la mitad de recoger las piezas - ¿qué es lo que te puso de mal humor esta vez? ¿Será Malfoy? ¿Será el libro de Pociones? ¿Será Hermione?
-No empieces, Ron.
-No, en serio, sabes que yo te apoyo con eso amigo. Solo quiero saber que tan seria es tu pelea con Hermione. Hace una semana que no se hablan y todo por el dichoso libro. ¿De qué hablaron esa vez junto al lago? ¿Qué fue lo que pasó?
Harry no pensaba contarle lo que casi había pasado entre ellos. Esperó que no se notara mucho su acaloramiento girándose para no encarar directamente al pelirrojo.
-Ya conoces a Hermione, sigue creyendo que es muy peligroso confiar en las anotaciones de un libro que no tiene dueño ni procedencia.
-¿Le mostraste lo útil que resulta esas anotaciones?
-No quiere verlo. Estaba muy enojada, ya la viste.
-A mi me parece que fue pura envidia porque le ganaste el primer lugar en Pociones.
-Hermione no es así. Ella estaba de verdad preocupada, y tal vez tenga razón.
Ron negó con un mohín en el rostro – ella no tuvo razón cuando te acusó con McGonagall tras recibir la Firebolt de regalo de parte de Sirius, ¿no? No es perfecta, por Merlín, también puede equivocarse.
Harry no respondió. Nunca le había contado a Ron que le contó a Sirius lo ocurrido y que su padrino había respaldado a su amiga, agradeciendo que al menos alguien en el colegio tenia todos los sentidos puestos. Después de eso, supo que le debía una disculpa a Hermione por su inmadura reacción de quitarle la palabra. Claro que solo era un mocoso de 13 años. Ni siquiera quería pensar que significaba que la voz de su amiga fuera lo primero que escuchaba en su cabeza cuando se debatía ante una decisión difícil. Sin embargo, actualmente, seguía postergando las disculpas y agradecimientos a su mejor amiga por toda su ayuda invaluable que se iba acumulando en esos últimos años. Era una sensación sumamente extraña que se arremolinaba en su pecho. Al menos durante ese último mes.
- ¿A dónde vas? – preguntó Ron viendo a Harry levantarse de su sitio, mientras él volvía a disponer las piezas en el tablero.
Harry desde su altura se revolvió el pelo ganando resolución durante un momento.
-Voy a intentar hablar con Hermione.
-Mejor será que no lo hagas. Esta insufrible estos días, te lo digo yo que tengo que patrullar con ella cada noche los pasillos.
Harry chequeó que llevaba su varita, sin hacer caso a su amigo despidiéndose de él.
-Volveré pronto, aún pienso ganarte esa partida como la otra vez.
-Ja, en tus sueños Harry, la otra vez no hubo ganador creí que había quedado claro - sonrió Ron maliciosamente.
-Sigue creyéndote eso, Weasley.
*.*
Hermione no podía creer como un grupo de chicas podían ser tan obtusas y escandalosas. Más chicas de lo habitual se habían congregado en medio del cuarto de baño de Mirtle la Llorona. Pudo reconocer a varias Hupplepuffs de sexto curso, a un par de Ravenclaws de quinto e incluso a una chica de Slytherin. Trató de razonar con Padma, a quien creía bastante racional, pero fue inútil. Estaban confiadas en que obtendrían un filtro de belleza de decente calidad gracias a la donación magnifica de Ginny de un pelo de veela. Parvati ya veía el negocio en eso y hacía cálculos de cuanto podrían obtener de la venta a la población femenina del castillo.
-Y las profesoras, no te olvides –sentenció Lavender dando saltitos junto a su mejor amiga –apuesto a que Vector y Pince querrán la pócima con esa elegancia que presumen. Nos haremos ricas y famosas como la hechicera Brunilda Timbers.
Hermione no podía estar más preocupada. Revisando el cuaderno de notas de Padma, comprendió que no estaban jugando. Estaban usando distintos registros de ingredientes y hechizos de nivel avanzado. Abrió los ojos al ver en el cuaderno un diagrama duplicador para obtener mayor cantidad de la pócima. Recorrió las páginas valorando el conocimiento en aritmancia de Padma, sin embargo, se dio cuenta que los cálculos estequiométricos eran muy básicos. Para salvar el problema de la unión de elementos como ligante estaban usando esencia de Kelpie que solo se usaba para pociones avanzadas de filtros orgánico-neuronales.
No tienen relación…cómo pretenden fusionar…
Hermione soltó un gemido ahogado.
–¡¿Alquimia?! Padma no se puede mezclar esos ingredientes con diagramas alquímicos, su función es para algo distinto.
-¿Dónde está tu curiosidad alquímica, Hermione? –le espetó Padma que no podía lucir más diferente en aspecto y carácter a su hermana gemela. Para Hermione parecía el estereotipo del científico loco, o una de esas brujas de cuentos muggles, con sus lentes de protección, su redecilla en el pelo, entre las nubes purpuras que brotaban del caldero. –Si no se arriesga no se aprende. Nosotras estamos haciendo historia para las futuras generaciones de brujas…
-Imposible. ¡No puedo permitir que sigan con esto! Es demasiado peligroso e irresponsable.
-Hermione, disculpa cariño, pero no te creas la única bruja inteligente aquí. Déjame recordarte que soy Ravenclaw, con un promedio perfecto en Runas Antiguas, y se perfectamente…
No terminó de hablar. Se escucho un ligero chisporroteo y el contenido del caldero de repente paso de un color morado a uno dorado. Las nubes se transformaron en ondas de energía sólidas que golpearon las paredes con un sonido metálico. El cambió de estado de materia en menos de un segundo implicaba un incremento potencial de energía.
Por Merlín, fue todo lo que pensó Hermione al darse cuenta de la transmutación de materia que estaba generándose. Estaban creando un proceso alquímico descontrolado. Nada se pierde todo se transforma. Eso significa…
- ¡Cúbranse!
Con un movimiento de su varita puso el hechizo escudo más potente que pudo sobre el caldero. La primera onda de energía estalló y golpeó con estruendo la barrera plateada quebrándola de inmediato.
-¡Aléjense! –gritó Hermione al resto de chicas. Trató de detener la pócima con el hechizo que conocía, pero no surtió efecto. Convocó dos escudos más sintiendo el calor de su magia en sus manos ante el esfuerzo.
El miedo recorrió como electricidad su columna. Jamás había enfrentado algo así.
Padma junto a ella había intentado un hechizo diferente y poderoso para inutilizar el contenido del caldero. Su rostro bronceado se puso pálido. Volvió a esgrimir su varita empezando a dibujar runas de desactivación.
-No! Padma, ¡no más runas! solo lograrás alimentar la reacción alquímica. ¡Mira el color y la energía que despliega! ¡Se ha transformado!
Era verdad. La energía había cambiado por completo. Algo desconocido se retorcía en el caldero haciendo sonar las paredes metálicas peligrosamente. Algo que parecía tener vida propia.
Otra explosión de energía chocó violentamente con el segundo escudo de Hermione.
-¡Hermione! – Padma se apretó contra ella mirando el caldero con miedo – ¡te juro que hice los cálculos con el pelo, consideré todas las opciones…pero jamás pensé…¿qué podemos hacer?!
-Saca a las demás chicas de aquí! Y ve por el profesor Snape. ¡Está creciendo exponencialmente, la barrera no resistirá mucho tiempo! –gritó con una voz que no era la suya. Estaba cubierta en sudor, al límite de su energía. Sentía toda su magia arder reaccionando a la magia que se gestaba descontrolada dentro del caldero.
-Pero tú…
-Tengo que mantener y reforzar el escudo Padma, ¡rápido!, confío en ti.
El tiempo parecía haberse detenido. Padma asintió y velozmente empezó a sacar a las atónitas chicas fuera del baño.
Fue cuestión de segundos vitales. Cuando Padma fue la última en poner un pie fuera del umbral de la puerta, la doble naturaleza de la pócima hizo que el caldero se agrietara por la energía y escaparan volutas púrpuras retenidas aún por la barrera mágica de Hermione.
Horrorizada ni siquiera tuvo tiempo de soltar el estremecedor gemido atascado en su garganta.
El gas y las chispas chocaron con el escudo mágico provocándose una feroz explosión que remeció las columnas y el piso del baño. Las muchachas fuera del baño retrocedieron hasta chocar con la pared del pasillo, sin atinar a comprender que sus cabezas se salvaron de ser golpeadas por 1000 Giga watts de potencia mágica.
Un fuego de un espeluznante color carmesí se extendió por todo el techo del baño como una flor abriéndose, haciendo que el fantasma de Mirtle escapara con un grito, igual al que emitieron el resto de las chicas.
-¡Hermione! – Ginny gritó desesperada desde las puertas abiertas y quebradas, atinando a convocar un casco burbuja para ella, tratando de ver en medio del resplandor del espantoso fuego. No alcanzaba ver nada dentro. Escuchaba como las ondas de energía golpeaban las paredes del baño –¡Hermione! –volvió a gritar completamente aterrorizada por su amiga.
Estaba a punto de mandar al diablo el sentido de supervivencia cuando alguien la detuvo.
-¡Ginny! ¡¿qué diablos ocurrió?! ¡¿dónde está Hermione?!
Era Harry. Había llegado de repente, jadeando tras su carrera desde las escaleras del tercer piso cuando escucho la explosión y los gritos, y observó el espantoso aspecto del baño desde la puerta.
El llanto de Ginny y sus ojos enfocados en el interior de la habitación fueron suficiente respuesta, provocando en el ojiverde un miedo como nunca había sentido.
-¡Quédate aquí! –ordenó Harry haciéndola a un lado. Convocó una serie de hechizos escudo, casco burbuja y aguamenti y sin meditarlo se lanzó al interior del cuarto en llamas a buscar a su amiga.
Ni siquiera escucho el grito de Ron, que llegaba, tratando de detenerlo. Avanzó lo más rápido que pudo mientras sentía como el agua que rodeaba su cuerpo se evaporaba en segundos. El fuego ya cubría parte del techo amenazando con un desplome. Poco podía ver entre el polvo y el humo. El corazón le latía con fuerza.
Encontró a su amiga desplomada en el piso, a unos milisegundos de ser rodeada por el fuego. A su lado un caldero lucía completamente destrozado. Se apresuró a tomarla entre sus brazos convocando un escudo encima de ellos, segundos antes de que el fuego cayera sobre ellos mezclado con los escombros.
-¡Hermione! – la llamó aterrado. Tenía el cabello chamuscado, el rostro pálido manchado de hollín y sangre, y los ojos muy abiertos. Sus pupilas reflejaban el carmesí del fuego. Acercó su rostro al suyo. Respiraba entrecortadamente, parecía estar en shock. Al pasar sus manos detrás de su nuca vio la cantidad de sangre que cubría su palma. Su pecho se estrujó. Pero no había tiempo para sentimentalismos. Convocó los mismos hechizos para ella y cargándola rápidamente la sacó fuera.
*.*
Flashback
La situación era incomoda. Ron se había marchado molesto con ambos por distintas razones: con Hermione por regañarlo por su forma de realizar el patrullaje en las noches, y con Harry por no decirle en que consistirían las pruebas de Quidditch que como capitán del equipo Gryffindor iba a convocar. Recogió sus cosas, alegando que tenía hambre y los dejó solos bajo el roble junto al lago.
Hermione se tensó. Tampoco estaba en los mejores términos con Harry. Su postura con respecto al libro de Pociones era uno de los motivos principales, aunque sentía que había algo que Harry no le estaba diciendo desde que volvieron al colegio. No había querido insistir con ese tema porque podía imaginar que era por Sirius, más que por la Profecía. Ella misma sentía tristeza al pensar en el animago y en lo que representó en la vida de Harry durante ese corto tiempo que lo conocieron. La pérdida de su padrino para su mejor amigo era una afrenta directa para ella, cuyo instinto natural era protegerlo y ayudarlo.
Por otra parte, Harry también era consciente de la incomodidad entre ellos, más allá del libro de Pociones, asunto que usaba como excusa. Desde el verano no se atrevía a hablar francamente con Hermione como antes solía hacer, cada vez que le ocurría una experiencia mortal al finalizar el ciclo escolar. Estaba acostumbrado a que su amiga acabara sacándole cómo se sentía y terminar abrazándolo para animarlo y curar en parte sus ya innumerables traumas. Pero esta vez, algo había cambiado entre ellos. Harry no sabía qué exactamente, pero sospechaba que el origen fue durante su incursión en el Departamento de Misterios. El lugar donde perdió a Sirius. El lugar donde estuvo a punto de perderla a ella también a manos de Dolohov. Esas dos escenas formaban parte de sus peores pesadillas hasta el día de hoy, sumiéndolo en una culpa acuciante.
El sol despedía el día con un particular despliegue de tonos naranjas y purpuras en la superficie del lago. Hermione se distrajo de su libro y sus pensamientos sombríos observando lo bonito que se veía el paisaje. Se dedicó a apreciar la belleza de Hogwarts y la brisa oportuna que remeció el follaje del viejo roble. Sonrío. Muchas veces compartieron momentos así de reconfortantes. Deseo poder darle un abrazo a su amigo.
El movimiento del calamar gigante en las aguas del lago llamó la atención de Harry de su pergamino a medio llenar. Los tentáculos iridiscentes salieron para experimentar la brisa fresca de otoño que evocaba tardes de quidditch y vuelos por los terrenos de Hogwarts. Harry deseó tener su Saeta de Fuego, se le antojaba un momento perfecto para volar al finalizar la tarde. Sonrió al comprender que ese pensamiento no fue opacado por la culpa y la pérdida.
Sus miradas se cruzaron en el momento en que ambos sonreían. Eso hizo que sonrieran más. Hermione siempre valoró esa afinidad con Harry de apreciar las pequeñas y a veces imperceptibles cosas en el mundo de la magia. Al igual que Harry, quien creía que al provenir tanto él como Hermione del mundo muggle los hacia más unidos en ciertos aspectos.
-¿Qué pasa Harry? ¿Deseando tener a mano tu escoba para escapar volando de aquí?
Escucho la risa melodiosa de su amiga al ver su rostro, ante la seguridad de que había atinado sobre lo que estaba pensando. No debería sorprenderlo. Lo que si le sorprendió fue la necesidad imperiosa que tuvo de abrazarla y sentir su cabello rizado y el aroma que despedía a jazmín y vainilla.
Se dio cuenta que ella misma deseaba un abrazo suyo, podía leerlo en sus ojos. Eso agrandó su sonrisa.
-¿Y qué me dices de ti? Apuesto a que te mueres por un abrazo justo ahora.
Ella trato de no sonrojarse demasiado haciendo un gesto despreocupado con los hombros.
-Me gustan los abrazos -dijo simplemente -así como a ti te gusta volar. No debería sorprenderte. Anda, si quieres aprovechar lo último de la tarde, yo me quedaré un poco más.
-Si vieras lo espectacular que se ve Hogwarts desde el aire, Hermione, vendrías conmigo.
-No gracias. Tengo una vista lo suficientemente espectacular ahora.
Lo dijo mientras lo estaba observando así que se apresuró a desviar la mirada de inmediato a sus cuadernos y notas.
Harry guardó sus libros con un movimiento de varita y se movió a su lado sin pararse todavía.
-Bueno, y que hay de ese abrazo…me parece que te lo debo.
-jaja, Potter, no te obligaré a eso para que no digas después que te impido volar libremente.
-Hermione tú eres libre para impedirme lo que sea.
-¿Es en serio? -cuestionó en broma la chica esbozando una sonrisa y agitando el pelo seductoramente fingiendo pensarlo -no suena convincente…
Harry sin previo aviso la tomó entre sus brazos para darle un abrazo típico Granger mezclado con ligeras cosquillas. Hermione río, se revolvió entre sus brazos divertida, defendiéndose con cosquillas a la vez. Harry se contagió de su risa intoxicante y sus sentidos se perdieron en el aroma de su amiga y la extraña sensación de tocar su cuerpo de una manera sumamente diferente a otras ocasiones.
Eventualmente se detuvieron finalizada la lucha y las risas. Con una sensación más ligera, se quedaron viendo a un palmo de distancia, aún con los brazos alrededor del otro. En un segundo, con la respiración agitada y ya sin sonreír, se dieron cuenta de que el siguiente paso lógico estaba a centímetros de distancia. Harry no sabía si los latidos acelerados a la altura del pecho provenían de él o provenían del pecho de Hermione. Pensar en esa parte del cuerpo de su amiga pegado a él arrojó calor en todo su cuerpo. Confuso observó sus labios y gratamente vio que Hermione hacia lo mismo.
Ambos estaban pensando lo mismo.
El chapoteo violento de los tentáculos del calamar gigante consiguió que salieran de esa burbuja intensa que se había creado entre ellos. Se separaron como si se hubieran quemado con fuego mirando hacia otro lado.
Por un momento todo fue perfecto, sin riñas, sin preocupaciones, sin culpas. De repente todo volvió a ser como antes, Hermione recordó que estaba peleada con Harry por el libro, y Harry recordó su culpa ante lo que le pasó a Hermione en el Departamento de Misterios.
Cada uno continuó lidiando con sus fantasmas propios.
Fin del flashback
Nota de la autora: Disculpen el error de subida del capítulo anterior. Espero que ya no tengamos más errores técnicos. Para mayor facilidad de lectura decidí dividir el capítulo original en dos. Gracias por pasarse a leer.
