Descargo de responsabilidad: Skip Beat no me pertenece, ya saben a quien ;)

Advertencia: Continuación de: De hechizos, maleficios, a látigos; y, por lo tanto, seguimiento de más lemon 7u7

Sinopsis: La maldición que ella posee es más peligrosa de lo que pensaba. Un Beagle está a cargo de deshacerla, pero la lujuria del animal en celo provoca situaciones en donde las tentaciones son más atractivas de lo que creía. Sin darse cuenta, las feromonas que la hembra esparce atraen a otros machos. Pero ¿a quién en realidad ella deseará? ¿Podrá Kyoko resistirse a los deseos más ocultos que yacen en su interior?


De Seducción, Tentaciones, a Deseos Prohibidos

Capítulo 1: Preludio de lo prohibido

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Sus dedos se deslizaron por sus pectorales. Acarició lentamente su piel, sintiendo esa calidez y ese estremecimiento que la hacían ronronear como una gata. Volvió a inhalar la fragancia de su piel masculina e, impudorosa, dejó que sus labios posasen atraídos en él. Fue tan tentativo y sensual, que su lengua no tardó en unirse al juego, y sus dientes a darle algunos que otros mordiscos.

Dejando que el instinto hiciese lo suyo, cerró los labios contra su piel, succionando con fuerza hasta quedar lo suficientemente satisfecha. Su boca continuó trazando un sendero de besos húmedos por todo su apetitoso abdomen.

Fue como una ceremonia de apropiación. Era como poner su nombre escrito en pegatinas sobre los lápices de colores, para que así otros niños supiesen que aquello era de su propiedad.

¿Pero quién era él?

¿Tsuruga-san…?

Se tensó por un instante, y se incorporó sobre las palmas de sus manos.

Recorrió de nuevo con sus dedos su abdomen. Era en verdad musculoso, varonil y muy sensual, tanto que las mujeres se volverían locas por tener a esa perfecta escultura de carne y hueso bajo sus manos. Pero no fue así para ella. Estaba demasiada nerviosa y avergonzada a muerte de solo hacer eso con su senpai. Lo deseaba, pero su mente nunca llegó hasta tales extremos como para desearlo con tanto desespero en su cama.

Tsuruga-san, con esa sonrisa impasible, lo miraba sin ninguna inmutación. Ahora que lo sentía, estaba tenso, tal vez...incomodo. ¿Y cómo no? Él hacía lo mejor que podía, era actuación después de todo. Él no se excitaría por una chica simple, plana y sin atractivo sexual.

Se recostó sobre su pecho, inhaló y dejó salir una trémula exhalación.

No, la piel de Tsuruga-san no olía así.

Por dentro el miedo se instaló al descubrir quién era, pero entonces sintió que la piel ardía excesiva del deseo. Un deseo hacia lo prohibido, un deseo hacia algo que jamás experimentó hasta que lo besó por primera vez. Solo él podía hacerla sentir una mujer tan poderosa y sensual.

Sus caderas se movieron de arriba abajo, como si buscara por naturaleza la presencia de su dura virilidad para calmar o tal vez aumentar el placer que sentía. Pero no lo haría, con más placer perdería la cabeza por completo.

Mmm...

Gimió de tan solo pensarlo. Gimió sintiendo que las palpitaciones en su sexo no cesaban por más que apretara los muslos y pusiese su trasero en pompa para no bajar a su erección. Estaba tan húmeda. Estaba enloqueciendo.

Más…

No, no debía hacerlo. El sexo venía después del matrimonio. Tenía que parar. Tenía que mantener su pureza. La lujuria es un pecado. Tenía que luchar.

No… Beagle.

Sentía sus manos apretando su trasero, sentía su lengua haciendo maravillas dentro de su boca, sentía su virilidad clavada en su parte intima. Sus caderas rotaron contra él involuntariamente, queriendo mucho más. Sus pensamientos se nublaban. Lo necesitaba…Lo necesitaba…

Beagle…musito con un leve gemido, y cuando sintió que los dedos de él se deslizaban hacia el centro de su deseo, sus ojos se abrieron de par en par.

Ahh... Sus ojos se inundaron de la fuerte luz blanca de la habitación. Entre pestañeos pudo adaptarse a esa iluminación, pero su mirada, lejana y a la vez trastornada, se quedó fijo en una pequeña y extraña mancha negra que tenía el cielo raso.

El calor en su cuerpo se debía a ese sueño, pero la respiración cada vez más acelerada se debía al horror de estar tentada a que ese sueño no terminase, y sea él que acabase con la frustración que la hacía tener un comportamiento desvergonzado y extremadamente pecaminoso.

—Kyoko… —Fue un tibio aliento que sopló en su oído, y Kyoko no pudo evitar cerrar los ojos y suspirar por el estremecimiento que recorrió su cuerpo.

—Me pregunto que clase de fantasía sexual he protagonizado en tus sueños —susurró Reino con una sonrisa de satisfacción en sus labios.

Los ojos de Kyoko se abrieron como platos. Gritó y se incorporó de la cama, acurrucándose hacia el extremo más alejado de dónde se encontraba Reino.

—¡¿Q-Qué haces aquí?! —exclamó apuntándole con el dedo. Su cabeza estaba revuelta, demasiada confundida y pasmada por ese sueño, pero ahora estaba despierta del todo y no asumiría ninguna clase de tentación pecaminosa. Miró a su alrededor y frunció el ceño.— ¿Q-Qué demonios hago aquí? —interrogó al notar la opulenta habitación de hospital en la que se hallaban.

—Tenía que despertarte, pero te has despertado por ti misma. Estamos en el hospital, ¿no te recuerdas, Kyoko?

—Recuerdo, pero ésta no era la habitación, estaba compartiéndolo con otros pacientes—gruñó cada vez más nerviosa.

Hace unas horas, Kyoko recordaba haber despertado en el hospital. En ese entonces, no entendió la razón de por qué se hallaba ahí, solo podía recordar que minutos antes había tenido una cena con los hermanos Ito. La causa de la amnesia sobre el accidente, se debió a que sufrió una pequeña conmoción cerebral; al menos eso es lo que le dijo el médico, informándole que en el transcurso del día podría ser posible el retorno de esos recuerdos. Después de unos análisis la habían mandado a dormir de nuevo. Sí, antes de dormir ya sabía que por algún motivo desconocido el Beagle fue quien estaba con ella desde que despertó del accidente, pero recordaba bien que la habitación no era esa, y no la VIP en la que estaban ahora.

Entornó los ojos, y Reino la miró con indiferencia.

—Cambiamos —respondió él—, ya es de día, enseguida te darán el alta.

—¡¿Me cambiaste de habitación mientras dormía?! ¡No puedo pagar ésta! —exclamó furiosa.

Reino exhaló un suspiro y se acercó hasta sentarse en la cama. Kyoko retrocedió lo que pudo, y tragó en seco cuando vio que él la miraba con tanta intensidad, mientras se acercaba lentamente para dejar el mínimo espacio entre ellos. Sigiloso como el depredador que era.

—No te preocupes, caperucita. La cuenta está pagada y no me debes nada. Mejor dime...—Acarició con la yema de sus dedos su mejilla. Su mirada descendió de sus ojos a sus labios, y trazó con su pulgar su labio inferior, haciendo que Kyoko soltase un jadeo y diese un respingo atrás—. Dime que sueño erótico tuviste —susurró acercándose cada vez más a su boca—, lo haremos realidad.

Kyoko se puso rojísima. Agarró la almohada que sintió tras su espalda, y empujó con ella su boca.

—¡N-No he soñado eso! ¡Nunca lo haría! ¡Y jamás contigo! —sentenció evadiendo sus ojos.

—Entonces supongo que soñaste que tenías un perro, y estabas tan feliz que gemías: Ahh, Beagle...—Sus labios se curvaron con malicia y diversión al ver como la boca de Kyoko se abría y cerraba como pez fuera del agua.

—E-Eso...Eso...¿co-como lo supiste? —tartamudeó mareada, abochornada y desesperada— ¡E-En realidad siempre me gustaron los beagles!

Ambos se paralizaron. Kyoko empalideció al darse cuenta del doble sentido que parecían tener sus palabras.

Fingió una pequeña risa.

—P-Pero tú no, nunca —añadió nerviosa y agrandó los ojos cuando lo vio abalanzarse hacia su boca.

A tiempo cubrió sus labios, y él terminó por besarle la mano.

Reino la miró a los ojos, retrocedió y frunció el ceño.

—¿Y ahora qué? —interrogó molesto por no cumplir su objetivo.

—¿Como que qué? —contraatacó enfurruñada.

—¿Por qué no me dejas besarte? —Kyoko lo miró atónita por su descaro—. Sé lo mucho que me deseas, y también sabes cómo y dónde te deseo —Sus pupilas se dilataron, y sus ojos brillaron con lujuria— ¿por qué te resistes? —susurró con la voz ronca—. No te comprendo, Kyoko.

La joven tragó en seco y estrujó en sus manos la sábana.

—Beag...—calló. Bajó el rostro, volvió a alzarlo, y lo miró con seriedad—. T-Tú no me gustas.

Reino ladeó ligeramente la cabeza, un gesto que lo hizo por la sorpresa de sus palabras.

—No te tomes la libertad de besarme —continuó Kyoko impertérrita—. Sé que me has estado ayudando, pero...tú no me gustas nada...

—¿Qué? —soltó Reino, incrédulo.

—Tú jamás me has...

La puerta se abrió de repente, y el médico junto a un enfermero entraron. Kyoko volvió su rostro a ellos, les saludó, inquieta al sentir que Reino aun le clavaba la mirada.

Cuando lo vio de soslayo levantarse, dio un respingo. Lo vio dirigirse hacia la puerta, y salir sin decir nada.

¿Le había afectado sus palabras?

Kyoko sacudió su cabeza. Eso no era posible. El Beagle estaba en celo, y solo quería algo con ella.

Sus mejillas se enrojecieron.

Después de una última revisión, el médico le dio de alta como Reino le había dicho y, cuando salieron nuevamente, se quitó la bata y se puso con rapidez el vestido granate. Quería salir de ahí rápido, quería escapar y esconderse de por vida en un agujero para nunca ver más al Beagle, pero... Sabía que eso era imposible, ¡maldita sea la maldición! ¡¿por qué debía quedarse en la casa del lobo?!

Se agachó por sus zapatos, e ignoró el hecho de que le doliese la espalda. Había sido atropellada por un auto, y los dolores en el cuerpo, más la herida en la frente, y la obligación de reposo por la conmoción que había tenido, se interpondría de nuevo en su trabajo.

Kyoko estaba cerca del llanto, pero se resignó y decidió que se postraría en el piso frente al director para rogar por...

—Ah... —Su mirada se detuvo en la descuidada exposición de sus senos desnudos. Debía recordar no bajar su torso frente a otros, el escote no cubriría para nada sus senos.

Se irguió y se quedó suspensa.

Recordó ese momento. Cuando el dedo del Beagle pasaba alrededor de su pezón y de repente lo frotaba por encima de su ropa.

Sintió que sus piernas flaqueaban, y cayó, sentada, a la cama.

La piel le ardía tanto que se abanicó con la mano el rostro.

¿Por qué no podía olvidarse de toda esa desfachatez? Aquello la estaba volviendo loca.

El ruido de unas vociferaciones cerca de la puerta la hicieron despertar de su tormento.

Se levantó, y se encaminó directo hacia la puerta.

Conocía esa voz, pero eso era imposible, ¿por qué él estaría ahí?

Cogió la manija y la empujó, descubriendo lo que temía.

—Ya estás —le dijo Reino con expresión de indiferencia.

Kyoko lo miró por un segundo a él, y luego volvió de nuevo su rostro hacia el hombre que la escudriñaba de arriba abajo.

—K-Kyoko...¿Qué hacen aquí? —reclamó Shotaro, con semblante severo.

Y ella quiso retroceder el tiempo y optar por no abrir esa maldita puerta.

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N/A: Mis disculpas nunca serán suficiente TnT Siento la super tardanza!

Hace mucho que no escribía, y realmente lo añore. Debo decir que este capítulo la he hecho más de mil veces, y por fin conseguí una versión con la cual me quedé satisfecha. Espero no haber fallado, y que éste capítulo les haya gustado! :)