Capítulo 10: Emociones Incontenibles

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En las horas que sobraron del día se quedó en casa de Ai. Su amiga la había regañado por estar llorando por el hombre que le hizo daño nuevamente. Se sentía culpable por ceder al pecado carnal. Era sucia y se avergonzada de su propio cuerpo. Ai le dijo que solo lo repetiría una vez y que este atenta, y entonces, aquello que dijo la impulsó a salir de la arrasadora tormenta que había poseído en su interior.

"No eres sucia, no tienes por qué avergonzarte de disfrutar de tu cuerpo, no le debes lealtad a nadie ni mucho menos a ese bastardo que no confió en ti y te hizo tanto daño. Así que no te escondas, sal, maquíllate y vístete como desees. Demuéstrale que eres una mujer fuerte y segura de ti misma. Y cuando venga de rodillas para pedir perdón, no hagas ningún esfuerzo, yo me encargo de echarle una olla de agua hirviendo de tu parte"

Ese día y dos más ya habían pasado. No echaría otra lágrima. Había perdido su objetivo y Ai se lo había recordado. Sanaría, y saldría adelante. Sin arrepentimientos. Triunfaría en el mundo del espectáculo y demostraría que...

Una mano de repente la tomó de la cintura.

Se congeló. Tiesa como un palo.

—¿Qué demonios...? ¡Beagle! —le regañó, apartando de inmediato su mano.

Se levantó del futón, y lo vio parpadear. La noche anterior se quedó dormida sin darse cuenta, y no corrió la cortina. La tenue luz de la mañana daba directo a su cara. Una sonrisa perezosa curvó esos labios. Sexy, incluso estando medio dormido.

Resopló, y se dirigió a la cómoda para buscar sus ropas. Saldría de ahí más temprano.

Ese hombre no se daba por vencido y seguía metiéndose entre sus sábanas sin su consentimiento.

Se volvió hacia él antes de entrar al baño contiguo.

El calor subió a su rostro.

—¡Deja de olfatear mis sábanas, perro pervertido!

—No —balbuceó, acurrucándose bajo sus sábanas.

Kyoko apretó los labios y cerró la puerta con fuerza. Lo lavaría después. No quería que quedase su olor. Él olía demasiado bien, olía demasiado bien, pero... Sí que olía bien.

¿Qué jabón, crema, colonia o perfume usaba? Siempre olía exquisito. Debía averiguarlo.

Una vez que se duchó, se secó y se vistió con un top de mangas largas y unos pantalones denim. Se maquilló, se peinó, y sonrió cuando se puso una gargantilla de tela negra con dije de corazón también de color negro. Ai le había regalado unos accesorios, e incluso le pintó las uñas de color rojo vino.

Por suerte esa gargantilla cubría el pequeño rastro del chupetón que quedaba.

En cuanto salió, vio que él hacía el esfuerzo de abrir los parpados y mirarla.

Evadió su mirada, buscando su cartera y echándose un poco de perfume.

—Te sienta de maravilla. Eres hermosa —le oyó decir y se paralizó.

—¿Ya no soy aburrida? —bufó dando media vuelta con las manos en las caderas.

—Eres exquisita.

Un escalofrío recorrió su espalda. Iba a salir, pero él la detuvo.

—¿Llevas la piedra?

Tardó en decir o hacer algo. No lo llevaba, porque aunque fuese de Corn le hacía pensar en Tsuruga Ren, y no quería pensarlo después de su rechazo.

—Llévalo —le dijo él serio—. Es tu amuleto.

—C-Cierto —murmuró y lo cogió de dentro de uno de los cajones de la cómoda.

—Me insististe tanto para que te lo devuelva, ¿fue por qué te lo dio ese hombre?

—¿Eh? —ladeó la cabeza, demasiado confundida. El Beagle parecía algo...celoso, y no entendía la razón—. Me voy —le avisó sin darle importancia.

—Dame un beso de despedida —le oyó balbucear.

Ella le miró con los ojos entrecerrados. Los dos días antes había hecho lo mismo. Seguramente llegaba a la madrugada, y sin que se diese cuenta, se dormía a su lado vistiendo solo su bóxer. La abrazaba, y luego le pedía un beso al notar que ella despertaba.

—No —le negó, yéndose hacia la puerta.

—Solo un beso —dijo adormecido.

—¡No! —Le exclamó por última vez.

Salió a la calle con dirección hacia LME. Esa noche debía recordar poner una silla debajo del pomo de la puerta.

...

Celoso. Celoso. Celoso.

En la cabeza se repetía esa palabra, pero parecía no comprenderlo.

El Beagle, el bastardo dos, el demonio de la lujuria y el libertinaje, el perro pervertido, ¿enamorado y celoso? ¿Celoso de quien?

Sacudió su cabeza. Aún era difícil asimilarlo.

Cerca de los ascensores de LME, algo captó su atención. Dos muchachos con el disfraz de Bo, escribiendo algo en una pizarra. Parecían que estaban preparándose para algún tipo de sorpresa. Observó las dos cabezas de Bo esperando encima de una mesa, y una sensación de nostalgia la invadió. Alzó el rostro, y sus ojos se abrieron grandes cuando se encontraron con los de Yuusei y Shinichi Ishibashi.

—¿Eh? ¿Es Kyoko-chan? —decía Yuusei, y Shinichi parecía que le respondía con algo, dándole un codazo.

Los recuerdos del humillante y bochornoso momento de su despido regresaron a su cabeza.

Sintió que le ardieron las mejillas, y caminó con pasos largos hacia el elevador, oprimiendo el botón para subir. Estaba siendo irrespetuosa al no saludarlos, pero ellos sabían sobre su supuesta infidelidad y estaba segura que preferirían ignorar a una mujer tan despre...

—¡Espera, Kyoko-chan!

—¡Buenos días, senpais! ¡Discúlpenme! ¡Estoy apurada!

Su desesperante intento de fuga al oprimir tantas veces el botón la había delatado. Las puertas tardarían algo en abrirse, y entonces se dirigió hacia las escaleras con pasos apresurados.

—¡Espera ahí, Kyoko-chan! —oyó de pronto, y sin ser consciente, ya se hallaba corriendo.

Correr con botas de tacón por las escaleras no era buena idea. Mierda, dijo en voz baja. Ya tenía suficientes heridas para añadirla otras por su descuido. Pero eso no significaba que se rendiría. Salió al segundo piso, y siguió corriendo, disculpándose al mismo tiempo con las personas a las que esquivaba.

Una voluminosa panza apareció a unos metros ataviado con un traje de gala. La cara de Hikaru se asomaba del sofocante disfraz de Bo.

—¡Atrápala, Hikaru!

—¿Eh...? ¡¿Kyoko-chan?!

Kyoko apretó el paso, decidida a escapar. Pero Hikaru fue más rápido de lo que hubiera pensado y chocaron, cayendo ambos al piso.

Ella jadeó contra el pecho de Bo, rindiéndose a su huida. Hikaru la había rodeado con los brazos y se reía sonoramente.

—Esta vez sí pude atraparte, Kyoko-chan.

Se le contagió la risa, e intentó pararse para poder ayudarlo.

—¿Están bien, chicos?

Shinichi y Yuusei llegaron y ayudaron a Hikaru a levantarse, y entonces los tres hicieron un muro con los voluminosos cuerpos de Bo para que no intente escapar de nuevo.

—Se nos ha arruinado la sorpresa —dijo Shinichi rompiendo el silencio, exhalando luego un suspiro.

—Kyoko-chan, se suponía que llegarías media hora después—agregó Yuusei—. Y eso que Hikaru se había esmerado tanto en preparar esta sorpresa desde hace casi dos semanas.

—No es así —decía Hikari, con un sutil sonrojo en sus mejillas—. Los tres hemos preparado la sorpresa.

—Pero tú fuiste el de la idea —repuso Shinichi.

—¿Qué...Qué sorpresa? —preguntó Kyoko, confundida.

Se miraron entre los tres y asintieron con la cabeza al mismo tiempo.

—¡La triste pero en está ocasión feliz despedida! —exclamó Yuusei.

—¡De la irremplazable, de nuestra queridísima! —continuó Shinichi.

—¡Y no olvidar la mejor Bo de Kimagure Rock! —terminó Hikaru con una amplia sonrisa.

Kyoko cubrió su boca, sintiendo sus ojos arder. No debía echar una lágrima, arruinaría el maquillaje.

—Chicos...pero yo...

—Espera, Kyoko-chan —interrumpió Hikaru, con gesto serio—. Nos has estado evitando desde ese día. Y entonces, cuando decidimos sorprenderte para que no escapes, nos enteramos por Yashiro-san que estuviste en un accidente.

—Tienes razón —dijo Shinichi—. ¿Ya te encuentras mejor, Kyoko-chan?

—Ya me he recuperado de las lesiones...Pero yo...

—No la había reconocido cuando entró —interrumpió esta vez Yuusei—. Casi se nos escapa de nuevo. Pero es que ha cambiado mucho, está mucho más hermosa, ¿no es así, Hikaru? —le dijo, dándole un codazo.

Las mejillas de Hikaru se arrebolaron.

—E-Es así —dijo algo avergonzado—. Estás muy hermosa, Kyoko-chan.

Kyoko sintió que se le calentaban los cachetes.

—Yo he querido pedirles...

—No lo digas, Kyoko-chan —Hikaru negó con la cabeza—. Sabemos que quieres disculparte, pero no nos debes ninguna disculpa.

—P-Pero yo...—silenció y apretó los puños— ¿No me odian? —dijo en voz baja.

—¿Por qué? Sabemos que Kyoko-chan no hizo nada malo —sonrió—, ¿o nos equivocamos?

—Nos sentimos muy mal porque no pudimos ayudarte en ese entonces —se disculpó Shinichi—. Nuestra querida Bo no se merecía esa clase de despido tan injusto.

—No fue tu culpa. Todo fue culpa de...—Yuusei se detuvo y miró a Hikaru, pidiendo permiso—. Culpa de Fuwa Sho. Kyoko-chan, ¿él...?

—No fui infiel, ni siquiera estuve con otro hombre, y ese bastar... —confesó todo muy rápido, y respiró hondo para mantener la calma—. Fuwa Sho no es ni fue mi novio. Solo fue...un amigo de la infancia.

Hikaru exhaló el aire que había retenido. Una sonrisa iba creciendo en sus labios.

—Caso cerrado —dijo Yuusei también sonriendo—. Entonces, ¿vamos a nuestra pequeña fiesta de despedida?

Los chicos habían preparado una sala con globos y banderines con dibujos de Bo. En la mesa estaban algunos tentempiés de media mañana, junto a una pequeña torta personalizada con una figura de fondant de Bo con el traje de gala.

En cuanto terminaron de comer hicieron una pequeña sesión de fotos, con la ayuda del manager de los Ishibashi, a quien llamaron para que los fotografíe. Se tomaron algunas con poses ridículas, e incluso una en el que Bo de traje de gala coqueteaba con ella, fracasando al no poder cargarla al estilo princesa por culpa de su gran panza. Todos se rieron y entre los tres la cargaron. Por último, se quitaron algunas más sin llevar puesta la cabeza de Bo.

Kyoko les agradeció en cuanto tuvieron que despedirse, y sin poder contenerse, le abrazó a los tres.

—Son los mejores —les exclamó con una gran sonrisa.

—Asegúrate de ser una invitada de honor en nuestro programa —le dijo Shinichi.

—No nos importaría si se lo pones difícil al productor antes de aceptar —añadió Yuusei.

—Te esperaremos, Kyoko-chan —dijo Hikaru.

Kyoko asintió, y entonces se subió al elevador, mientras tatareaba una música, ignorando que las personas le mirasen extraño. Cuando bajó, fue hacia la sala de la sección Love me entre saltitos y piruetas de ballet, hasta que chocó sin querer contra el torso de alguien.

—Lo sien...to... —Su voz se apagó cuando percató que era Tsuruga Ren.

Él estaba recogiendo la cartera abierta que se le había caído. Vio que él se quedó mirando algo. Bajó la mirada, y notó que miraba a Corn. Las palpitaciones de su corazón se aceleraron.

Ren le extendió la cartera, y Kyoko se quedó mirando su rostro, atónita.

—Me insististe tanto para que te lo devuelva, ¿fue por qué te lo dio ese hombre?

Se quedó sin aliento.

No. Se negó sin convicción, pero los recuerdos fluían y se amontonaban desordenados en su cabeza. Las excusas que sugería antes obstinadamente se hacían tan débiles y absurdas por ser ilógicas. Su infancia, la playa de Guam, Hizuri Kuu...

Las hadas no existían.

—Kuon —susurró, apretando con fuerza su puño contra su pecho.

Sus ojos ahora marrones se agrandaron, y aquella reacción fue suficiente para confirmarlo.

—Kyoko-chan —Ladeó la cabeza hacia esa voz—. ¿Te encuentras bien? Estás muy pálida.

—Yo estoy...bien —le contestó a Yashiro entre pausas, a quien recién le había percatado. Cogió su cartera de la mano de Kuon y la apretó.

—Hey, Kyoko-san, ¿de verdad estás bien? —Se volvió hacia esa voz, y abrió más grande los ojos, al ver a otra persona a quien tampoco había notado.

—Yo...estoy...bien...,Takuma-san —dijo de nuevo entre pausas.

Su celular vibró en su cartera, y la sacó automáticamente. Bajó la cabeza para ver en la pantalla, y contestó en frente de ellos.

—Mi amor —mencionó, y Yashiro casi pierde el equilibro. Miró a Ren, percatando recién que él también estaba pálido—. Llegué...hace rato...—siguió respondiendo Kyoko—. Estoy...bien...No, no...te preocupes...Hablamos...luego...También...te amo —cortó y quedó con la mirada perdida en el vacío.

—¿Kyoko-chan? —preguntó Yashiro, estando más preocupado que curioso por la llamada.

—Fue...mi amiga...Ai...Shibasawa...Ella...es un amor...En los...momentos difíciles...siempre estuvo...a mi lado...Tiene...un lindo...cabello rizado —De repente miró fijamente a Ren—. Fui tan estúpida.

—¿Eh? —Su manager estaba aliviado de que fuese una amiga así no aguantaba las cambios de humor de Ren, pero Kyoko parecía estar diciendo cada vez más incoherencias.

—Me iré ahora.

—Espera —Takuma la tocó el hombro, y Kyoko dio un gran respingo—. Te he conseguido un trabajo, tenemos que irnos ahora, antes de que se nos haga tarde.

Kyoko solo asintió aún alelada, y encaminaron otra vez hacia el ascensor. Kuon no apartó la vista hasta que las puertas de estás se cerraron.

—Ren...Ren...¡Ren!

Yashiro tuvo que alzar la voz para que le captase.

—¿Qué?

—Te dije que no vengas conmigo. Lo siento mucho, pero prefiero que mantengas la distancia de Kyoko-chan. No quiero verla sufrir tanto de nuevo por tu culpa —Días antes cuando esperaba la reconciliación de los dos, se sintió apesadumbrado al ver a Kyoko completamente rota. No había soltado ninguna lágrima frente a él, pero el llanto no era necesario para ver lo destrozada que estaba por dentro. La había llevado en casa de su amiga, sin poder darle ningún consuelo, y se arrepentía de concertar ese encuentro con Ren.

—Takuma me insistió muchas veces en acompañarle por un rato para charlar —Le había dado algunas pobres excusas para partir antes de encontrarse con ella, pero en realidad no lo quiso. Quería verla. Los días antes de ese nefasto encuentro en su apartamento fueron una tortura, y tan pronto se recuperó del eccema se ahogó en el trabajo acumulado. Pero entonces, tomó la oportunidad de verla apenas la tuvo. Solo serían unos segundos. Y ahí en el pasillo, la contempló, alucinado a su radiante belleza y felicidad, hasta que esos ojos dorados se volvieron dos pozos de agonía, decepción y sufrimiento. Ella lo sabía todo. Quien era en realidad. Y sin embargo, él no había dicho ni hecho nada para explicarse.

—Pudiste darle una mejor excusa. No tenías que seguirlo porque solo te lo pedía —objetó Yashiro algo molesto.

—Yukihito-san, detente, por favor.

Él silenció, pero cuando terminaron lo que tenían que hacer en LME y subieron al auto, volvió a hablar.

—Ren, no te lo he dicho, pero además de que Takuma-san esté apoyando a Kyoko-chan para que se presente en algunas importantes audiciones, el presidente me informó que él será su mentor.

—Su mentor... —repitió pensativo. No le había prestado atención antes porque estuvo todo el tiempo pensando en cómo Kyoko había descubierto su identidad, pero ahora que escuchaba eso, recién se daba cuenta que Takuma la había llevado diciendo que le consiguió un trabajo—. El presidente debe estar detrás de esto —Conocía a Takuma, era un aficionado de las personas talentosas en la actuación. Había ayudado a muchos actores novatos con algún trabajo. Así que cuando lo vio tan fascinado con Kyouko se puso algo celoso, aunque sabía que no tenía razón. Takuma era así. Demostraba su fascinación por el talento de otras personas sin esconderlo. Pero era diferente cuando se trataba de una mujer. No era secreto, Takuma Ito solo ayudaba limitadamente a actores masculinos después del incidente de hace seis años.

—Es lo que pensé —dijo en tono dubitativo—, pero Takuma-san parece que le gusta mucho Kyoko-chan.

Yashiro silenció abruptamente, y ese silencio incomodo, significaba que lo que diría después no le iba a gustar.

—Ren, me disculpo si no es así —dijo con una leve pausa—, pero parece que buscas de alguna manera seguir viendo a Kyoko-chan. Si es así, ¿por qué tuviste que hacerla tanto daño? —Le miró por el espejo retrovisor. La falta de respuesta hizo que siguiese—. Quería que ustedes se reconcilien. No sé lo que sucedió, pero Kyoko-chan estaba tan...lastimada. La distancia será lo mejor para los dos, así que por favor ya no la busques. Deja que sane y sea feliz.

—¿Feliz? —preguntó con disgusto. La manera en que dijo esa palabra parecía tener un significado oculto— ¿De qué estás hablando?

—Hay un chico que pretende a Kyoko-chan —contestó tardío—. Aunque no sea correspondido, quisiera que se sienta amada por ese hombre. Hasta ahora ningún hombre se había acercado seriamente a Kyoko-chan, parecía como si Fuwa Sho hubiera roto con su autoestima, pero ahora la notó más segura sobre sí misma, ella está cambiando.

Tensó la mandíbula. Sabía de quien hablaba.

"Pero con Reino era diferente, él me veía y me hacía sentir sensual y deseada...Con él yo me sentía..."

—¿Estás hablando de ese acosador? —gruñó con el entrecejo fruncido.

La reacción de sorpresa que notó le hizo saber que sí.

—Acercarse seriamente —dijo Kuon, burlándose de sus palabras—. Mogami-san me ha contado...el tipo de relación que tienen —escupió con asco.

—¿Qué? —soltó pasmado. Ahora ya imaginaba y sabía el daño que le había causado.

—Ese acosador solo quiere sexo, ¿de qué mierda hablas? —masculló con los puños apretados.

—Estás equivocado —refutó inmediatamente—. Reino quiere a Kyoko-chan más de lo que crees.

Sus palabras hicieron que Kuon volviese la mirada hacia él, sorprendido.

—Él no dudó en arriesgar su vida para protegerla —le dijo Yashiro con seriedad—. La salvó cuando iba a ser atropellada por el coche por segunda vez, e incluso se quedó toda la noche cuidándola en el hospital.

Yashiro miró de reojo el espejo retrovisor. Las llamas del cruel Tsuruga Ren se habían apagado con agua fría.

...

Un chasquido de dedos frente a su cara la hizo despertar.

Sin ser consciente estaba en un coche con Takuma Ito conduciendo.

—¿Ya despertaste? —le dijo éste con un resoplido.

—¿Eh?

—No sé lo que haya pasado entre tú y Ren, pero si no te concentras, bajarás del auto ahora mismo.

Los ojos dorados se agrandaron.

—L-Lo siento mucho —se disculpó ruborizada.

—Por segunda vez, lo de conseguirte un trabajo no es seguro. Aún no lo conseguimos, pero si lo logramos, serás una de las modelos para rodar un anuncio con Taira Murasame. Estaban buscando con urgencia una sustituta, te recomendé pero también hay otra actriz a quien están considerando. Debemos llegar primero. Haré algunas negociaciones para que te elijan. Así que aprovecha.

—¿Negociaciones? —dijo tragando en seco, algo nerviosa. Dejó de lado que trabajaría con Murasame, y pensó en otra cosa. Le agradecía un montón todo lo que hacía por ella, pero...—¿Qué tipo de negociaciones?

—Hey, no hago sobornos —mencionó ofendido—.Ya te habían aceptado, hasta que una tal Suzu y su manager aparecieron. Nos quieren robar nuestro trabajo, y la están considerando porque tiene un poco más de fama —negó con la cabeza, riendo entre dientes—. No dejaré que una actriz tan pésima me robe el trabajo que te conseguí. Así que concéntrate y demuéstrame que te mereces esta oportunidad.

—¡Así lo haré, Takuma-san! ¡Muchas gracias! —exclamó alto, y si no fuese por el cinturón de seguridad haría una dogezza decente para demostrarle su gratitud.

Los ojos dorados se quedaron fijos en él.

—No me mires así —le dijo él de repente.

—¡Lo siento! —Giró su rostro hacia la autopista y calló.

Takuma Ito la confundía. Algunas veces podía ser un hombre muy desconfiado y sin escrúpulos, pero también podía ser muy amable, y bastante altruista. Lo único que entendía o creía entender era que le apasionaba la actuación. Su ferviente expresión cada que se trataba de actuación era indudable. Hasta se refería como "nuestro trabajo" cuando él no era quien actuaría. Le brillaban los ojos, y se ponía todo emocionado. Una emoción que parecía tan pura e inocente. Era como si fuese un niño...

Sacudió su cabeza.

Referirse así a un hombre como él sería una falta de respeto.

Su mirada se detuvo en su cartera, y aunque se resistió, no pudo evitar pensar en Corn.

Su cabeza estuvo tan revuelta que no supo cuándo ni cómo habían llegado.

Tsuruga Ren siempre le había mentido. No. Kuon Hizuri lo hizo. Y en Guam, había caído en sus mentiras como la idiota que aún creía y se ilusionaba por el mundo de las hadas.

Concéntrate. Se dijo, y guardándose la oleada de sentimientos que ahogaba en su corazón, finalmente observó lo que estaba pasando ahí.

Era un caos, sus presencias habían causado disturbios, o mejor dicho la presencia de Takuma lo hizo. Al parecer lo que no le dijo fue que ella había sido descartada y que "la tal Suzu" fue la elegida. Pero llegaron primeros y él se dirigía con el que conoció se trataba de su amigo, el productor, y a su lado el director, debatiendo o negociando para que sea ella la que actuase. El caos no se debía a eso sino a las seis modelos y a otras mujeres del staff que le rodearon y se lo comían con la mirada. Las modelos asentían metiéndose sin permiso a la conversación, hipnotizadas por los labios o los ojos azules de Takuma. El susodicho las ignoraba perfectamente, concentrado en triunfar con su cometido.

Esa clase de situación en la que él reclamaba su papel por ella le recordaba a algo. ¿Pero de dónde...?

Chasqueó los dedos al recordarlo.

En la escuela, cuando el papá o la mamá defendían a sus polluelos de los tratos injustos, haciéndolos pasar vergüenza, sin saberlo.

Entonces era así como se sentía ser consentida. Siempre había hecho las cosas por sí misma. Pero no creía que Takuma estuviese haciendo todo eso por ella, era más como si él quisiera ganar una batalla contra la tal Suzu y su manager, quienes le robaron el trabajo que él había conseguido.

Él era muy competitivo.

Suspiró ruidosamente.

No lograba oír nada ya que el grupo ardoroso de chicas la habían empujado sin disimulo lejos de Takuma desde un comienzo. Pero cuando creyó que su presencia era como el de un fantasma imperceptible e indetectable, todos giraron a mirarla. Las mujeres, especialmente las modelos la observaron de arriba abajo con un gesto nada respetuoso, pero luego se giraron a mirar a Takuma, ignorándola como si su mera existencia importase menos.

—¿Es lo que todas quieren? —oyó exclamar al productor, y todas asintieron al mismo tiempo con frenesí—. Será un placer contar contigo —le dijo a Takuma, sonriente, dándole un apretón de manos.

Se dispersaron, y Takuma caminó hacia ella, con una sonrisa de triunfo en los labios. Los hoyuelos se le marcaban, y Kyoko notó como las chicas a su alrededor se babeaban. Tenía una muy hermosa sonrisa, que hasta ella no podía ignorarlo.

—Kyoko-san, acompáñame —le dijo, y lo siguió afuera, hasta donde había aparcado el coche.

Él abrió el maletero y sacó de ahí una gran maleta.

—Entonces...—Kyoko estaba algo avergonzada por lo que estaría por preguntar, pero no pudo escuchar nada, y que la regañase por moverse de su lado y no atender a lo que hablaron era lo que merecía. Tal vez así se concentraría —¿C-Cuál fue el trato, Takuma-san?

—Haré el maquillaje —contestó, y supo que a causa de su alegre estado de ánimo no la regañaría.

—¿Maquillaje? —preguntó confusa y sorprendida. ¿Él sabía maquillar?

Takuma se giró hacia ella y la miró detenidamente.

—Maquillaje artístico —soltó enarcando las cejas—. No me has investigado. No te estás concentrando. No te estás esforzando para nada —dijo lentamente frunciendo el entrecejo—. ¿No quieres el trabajo? ¿Debo arrepentirme y decirles que llamen a la tal Suzu porque aunque sea una actriz pésima ella haría un mejor trabajo que tú?

Kyoko agrandó los ojos. Él estaba enfadado, muy, muy enfadado.

Se postró directamente al suelo.

—¡Lo siento mucho, Takuma-san! ¡Usted tiene toda la razón! ¡Me merezco más de su regaño!

—¡E-Espera! —se arrodilló y la agarró de los hombros, ruborizado—. ¿Pero qué demonios estás haciendo? —La levantó y la soltó rápidamente—. ¡Santo Dios! ¿Por qué los japoneses son tan exagerados?

—L-Lo siento...Lo siento —dijo Kyoko haciendo una dogeza de noventa grados.

—¡Basta! —exclamó, volviéndose hacia ella, con rostro serio—. Levántate ahora —Kyoko lo hizo y lo miró con ojos amplios—. Ya no harás eso nunca más, ni frente a mí ni frente a nadie. Nunca más te postres al suelo. Con eso solo le estás diciendo al mundo que te pueden pisotear como quieran porque vales menos que un insecto. Ten algo de orgullo. Hazte valer. No importa si de verdad tienes la culpa, no te degrades así.

Kyoko se quedó paralizada. Sus hombros se relajaron. Habló con voz serena y segura.

—Usted tiene toda la razón —hizo una pequeña reverencia—. Muchas gracias, Takuma-san

Enderezó su espalda cuando lo oyó suspirar.

—Dime —Takuma exhaló un segundo suspiro—. Ese chupetón en el cuello, ¿aún está ahí?

Kyoko sintió que el calor subía a su rostro.

—Aún se nota un poco —confesó abochornada.

—Bien, será fácil taparlo —La miró unos segundos más y se revolvió un poco el cabello—. ¿Es el único?

—¿Eh?

—El chupetón

Los ojos de Kyoko se abrieron aún más. Su cuerpo ahora ardiendo de la vergüenza.

—Y-Yo...t-tengo uno más...en...—tartamudeó roja como el tomate, y se mordió la lengua, diciéndose que no era necesario decirle donde—. P-Pero no se notará.

—Serás una sirena, estarás usando un sostén.

—¡¿Ehh?!

—No puede ser...—Se revolvió el cabello otra vez, esta vez con más nerviosismo—. Te enseñaré cómo maquillarlo y lo harás tú en el baño. Absolutamente nadie debe verlo, ¿lo entiendes?

—S-Sí, lo sé —respondió queriendo meterse en algún agujero y gritar de la vergüenza.

—¿En qué me he metido? —le oyó murmurar, y ella pensó que podía solo hacer un agujero ahí mismo y esconderse.

...

Si antes ninguno puso alguna oposición para que ella actuase, se debía a Takuma nada más. Todos terminaron con un final feliz menos la tal Suzu. El productor estaba feliz porque ahora las modelos lucirían maquillajes artísticos. Las maquillistas que creyó acabarían enojadas estaban feliz siendo capaz de trabajar como asistentes de Takuma (Al parecer tenía algo de fama en el mundo del maquillaje, pero que fuese un hombre guapo era la principal causa). Las modelos también estaban por explotar de la emoción y la excitación por tener a Takuma de cerca, maquillándolas.

Y Kyoko también estaba muy feliz esperando su turno para que la magia que hacía Takuma con el maquillaje surja efecto y la convierta en una princesa sirena.

Sus ojos se iluminaron mientras miraba de cerca como adhería en la piel algunos pequeños strass de color amatista. Cerca estaban las escamas de tonalidades azul y violeta que había maquillado en las sienes.

—Es hermoso...—murmuró Kyoko atontada—. Es bellísimo...

—Takuma-sama, usted hace magia con sus manos —le dijo la modelo, batiendo sus pestañas postizas en un intento de coqueteo.

—Magia...—susurró Kyoko. Su sonrisa se desvaneció y bajó la mirada.

—Quédese quieta —le dijo Takuma a la modelo—. No arruine el hermoso maquillaje con el que he trabajado.

La modelo se sonrojó y se quedó mirando sus ojos.

Takuma la ignoró y tomó otra pieza de strass color amatista.

—Este color es el color del Beagle.

Kyoko alzó el rostro de inmediato al escucharlo.

—¿B-Beagle? —tartamudeó mirando el strass de un hermoso violeta, como los ojos de Reino.

—Tu mascota —le dijo enarcando las cejas—. Chicas, terminen esto por favor—les pidió a las maquillistas y ellas asistieron sonrientes.

Kyoko se ruborizó, recordando cuando su hermana Risa le había preguntado si tenía novio, y ella le había contestado que tenía un Beagle.

Takuma se movió a la siguiente silla, en donde esperaba otra modelo.

—Ven —le dijo a la actriz cuando notó que no le siguió—. El Beagle es un perro muy cariñoso y protector con su dueña—comentó comenzando a maquillar a la modelo, que se molestó al no estar a solas con él—. Pero hoy note que ella aún no puede olvidar a Reni. Reni también era un buen perro, pero un día Reni la mordió muy fuerte. Hasta ahora esa herida no sana.

—¿Reni? Es un nombre un poco extraño, Takuma-sama—dijo la modelo, rozando con sus dedos su antebrazo.

—El perro de mi sobrina —alejó su mano y llamó a una de las maquillistas haciéndole una seña. Le mostró como maquillar un parpado y le dejó que probase a intentar el otro —. Sé que se siente muy afligida por Reni, y aunque el Beagle sea un buen perro, ella no corresponde a sus cariños —calló y la observó. Kyoko estaba con la cabeza gacha, escondiendo sus emociones en una máscara de indiferencia—. Tal vez...¿me estoy inmiscuyendo demasiado? —La actriz no dijo nada—. ¿Qué opina, Kyoko-san? —añadió titubeante.

—Es pasajero—dijo ella con la frente en alto y con gesto impávido—. Se le pasará. Debería enfocarse en sus estudios, es lo importante.

—Pobre beagle —murmuró entre dientes la modelo—. Los beagles son tan lindos. Es imposible que tu sobrina no se encariñe con él, Takuma-sama. Estoy segura que en poco tiempo lo querrá.

—¡Nooo! —exclamó Kyoko horrorizada.

—¿Eh?

Takuma reprimió una risa.

—Estoy seguro que ella ya se encariñó con el Beagle. Solo no lo quiere aceptar —repuso mirando a Kyoko.

—¡Que no! —se negó tajante.

Las mejillas de Kyoko ardieron. Pero tenía razón. Sabía que se había encariñado con el Beagle, pero no era amor. Tal vez era un capricho. Quería escapar de su descaro que se volvía cada vez más una costumbre. Su atrevimiento cuando se acercaba, y la sorprendía con el tacto cuidadoso de sus manos, con su respiración cerca de su cuello, con la repentina sensación de sus labios besando su piel, inhalando de ella, como si fuese...un bien muy preciado y delicado.

Sus labios se entreabrieron, sintiendo que una oleada de calor inundaba todo su cuerpo y se concentraba en su parte más íntima.

Cerró los labios y los apretó, avergonzada al sentir como la libido comenzaba a despertar con solo un recuerdo.

Sacudió la cabeza, e intentó olvidarlo.

Miró como Takuma corregía un pequeño desperfecto en la sombra que había hecho la maquillista. Trabajaba con agilidad y rapidez, y el resultado era increíblemente hermoso. Mientras hacía el maquillaje, le hablaba a ella sobre cualquier tema sin importancia, dejaba que terminasen las otras maquillistas y pasaba a la siguiente modelo, pidiendo que le siga. En la cuarta vez, lo siguió sin que se lo diga, percatando ya entonces que no quería quedar a solas con las modelos, y que él ignoraba los evidentes intentos de coqueteos, llamando a otra maquillista y pidiéndole que le ayude con algo. Aquel era su modus operandi, hasta que terminó con todas y quedaron ellos solos.

—Déjame ver tu cuello —le dijo él en un susurro.

Kyoko sintió que se le enrojecían las mejillas. Miró hacia otro lado, y apartó un poco su cabello mostrándole la parte que había maquillado.

—Bien hecho —silenció unos segundos—. Aparte de eso, ¿aún te quedaron algunas cicatrices del accidente en tus brazos o torso?

—Tengo uno en mi brazo—le señaló la parte superior de su brazo.

La miró pensativo.

—Cuando te vistan pasaré de visita.

Kyoko tragó en seco. Él le clavaba la mirada, observando cada detalle de su rostro. Era intenso cuando se quedaba mirando así, pero que estuviese sentada y él parado frente a ella, hacía que sintiese aún más pequeña. El sonido de las palpitaciones descontroladas de su corazón retumbaba en sus oídos.

Subió la mirada a sus ojos azules.

—Tienes un rostro muy hermoso —soltó él dejándola impactada.

—¿Q-Qué? ¿C-Cómo? ¿D-Dónde? —tartamudeó sobresaltada. Sabía que él era coqueto, lo fue la primera vez que se conocieron, pero ya había pasado un tiempo desde que hacía alterar de esa manera a su corazón. Él no debía ser japonés, era demasiado abierto.

¿O tal vez la estaba poniendo a prueba? ¿Se estaba burlando?

Los pequeños demonios emergieron lentamente, murmurándose una a otras con desconfianza.

—Tu rostro podría quedar bien con cualquier tipo de maquillaje —le dijo él después seriamente, haciendo que los Rencores que lo rodeaban se detuviesen—. Y tus ojos...son como la miel...dulce, pero también pueden llegar a ser fuego...Podrían engañar a cualquiera —bajó la vista a sus labios—. Serán de un rojo profundo, inocente pero a la vez provocativa... Una sirena estafadora.

—¿Una sirena estafadora? —Su rostro se desencajó, espantada. ¡¿Y LA PRINCESA SIRENA?!

Él no dijo más nada y comenzó a maquillarla.

Estaba muy cerca, y se sintió un poco nerviosa. Antes había creído que era un individuo de clase alta en el mundo de las hadas, pero las hadas no existían.

Las hadas no existían. Se repitió recordando a Corn.

Insistió en desechar cualquier recuerdo de él. Debía concentrarse. Y además, no porqué un hombre o una mujer gozasen de una belleza inconmensurable como Takuma Ito significaba que venía de otro mundo.

Buscó una distracción.

Lo miró a él. Sus manos eran grandes, fuertes, con dedos largos. Recorrió con los ojos sus firmes antebrazos. Las mangas que estaban arremangadas hasta los codos no encubrían sus musculosos y sólidos bíceps. A pesar de todos esos músculos, sus movimientos eran ágiles y elegantes...

—¡Nooooooooooooooooooooooooooo!

Kyoko gritó mentalmente escandalizada. Si buscaba una distracción no era esa. Y se negaba rotundamente a mirar de esa manera a...

—¿Q-Q-Qué? —interrogó cuando percató que él se había detenido y la miraba fijamente. Rogó a que no se hubiera dado cuenta de cómo le estaba mirando. Si llamaba a otra maquillista, significaría que sí. Y si fuera así, lloraría sangre y consideraría cometer seppuku.

—Te dije que cierres los ojos.

—Ah, c-claro.

Los cerró de inmediato. Dos minutos después llamó a otra maquillista para que lo ayudase. Y en cuanto terminaron, pasó a vestuario. Takuma había ido ahí, sugiriendo algunos accesorios, y eligiendo por último un brazalete dorado para el brazo, que cubría la cicatriz del corte que aún no desaparecía.

Taira Murasame llegó segundos después, y los de vestuarios y maquillistas fueron a asistirlo, dejándola sola.

Kyoko miró su reflejo en el espejo. Tenía una larga peluca de color naranja rojizo, en ella un tocado con una delicada diadema de perlas, conchas marinas y flores de cerezo. Las escamas que había pintado eran de un color brillante que variaba en verde turquesa y rosa pastel. Los strass iban desde cerca de la frente, las sienes y un poco en los pómulos. Sus ojos destacaban con un delineado negro con sombras de color dorado y rosa, con un toque de turquesa en los parpados inferiores. Sus labios eran rojo profundo.

El sostén que llevaba imitaba las conchas del mar, eran de rosado claro, decorado con strass de color cristal e hilos de perlas que iban desde las laterales y colgaban hasta el centro de su pecho. Aún no había vestido la cola de la sirena, pero lo vio, de color turquesa con toques dorados.

Era demasiado hermoso que se quedó paralizada de la sorpresa. El único inconveniente que encontró fue que el sostén dejaba ver demasiado la insinuación de la curva de sus senos. Se sentía algo abochornada, pero ya había actuado a Setsu una vez, y exponer tanta piel no era la primera vez.

Respiró hondo y salió.

La escenografía estaba lista. Esperó ahí con las demás modelos. Para el tiempo que tomó preparar todo el maquillaje y el vestuario, el tiempo de actuación sería relativamente corto. Sería la única sirena que diría unas palabras y actuaría.

El productor de repente apareció junto a Takuma y Taira Murasame a su lado.

Se levantó en cuanto le presentó a Murasame, y pretendió no conocerlo. Los recuerdos de los hermanos Heel hicieron que se le revolviera el estómago. Kuon estaba ahí de nuevo, en su memoria y su cartera a unos metros, guardaba la piedra preciosa que Reino le regresó para que la protegiera.

—Las...grabaciones para una entrevista...nos ha tomado más tiempo de lo esperado —Taira Murasame se había quedado alelado ante la belleza de la actriz que lo acompañaría, que las palabras se arrastraban por su boca—. Realmente lamento que haya tardado tanto —Se reprendió por actuar como un adolescente nervioso. Hizo una pequeña dogeza seguido de su disculpa, pero en cuanto estuvo levantándose se topó con sus senos. Inconscientemente su vista se había quedado ahí, embobado—. Es un verdadero gusto conocerla, Kyoko-san.

—Si te fijas sus ojos se encuentran como a unos treinta centímetros más arriba —dijo Takuma, impertérrito.

El rostro de Taira se puso completamente rojo.

—Es...Estaba viendo sus ojos —se excusó enderezando su espalda—. De verdad, Kyoko-san, no es lo que piensa—dijo riéndose entre dientes, y haciendo un gesto con la mano, como si eso nunca pudiera haberlo hecho.

—Está bien, Murasame-san —respondió con una sonrisa cordial actuada, y Taira suspiró de alivio.

—Como siempre, tu boca no tiene filtro —le dijo el productor a Takuma, riéndose.

Kyoko había dejado que su espíritu de camarera tomase lugar, y en realidad no había percatado de la mirada de Murasame ni de lo que decían los demás. Los sentimientos que tanto quería suprimir se hacían de nuevo presente, y necesitaba tener la mente ocupada.

Se alejó en cuanto las de vestuario la llamaron para ponerle la cola de la sirena.

Sintió que alguien tocó su hombro, y ladeó la cabeza.

—¿Kyoko-san? ¿Todo bien?

Takuma la observó con expresión seria.

—Sí...Estoy bien —contestó sorprendida de su preocupación.

—Avísame si necesitas ayuda —se acercó un poco y le susurró al oído—. Si ese chico te hace sentir incomoda solo dímelo —dijo refiriéndose al actor.

Después de eso se fue dejándola confundida. ¿Por qué Murasame la haría sentir incomoda?

Pero al minuto siguiente lo entiendo cuando percató que Murasame no dejaba de mirarla. Se sintió un poco nerviosa al pensar que él podría estar sospechando de su identidad como Setsu.

Dejó de lado de eso, y se metió en el personaje.

Los minutos en que estuvieron rodando el anuncio, e incluso cuando terminaron y se ofrecieron a tomarle una fotografía como recuerdo antes de desmaquillarla, pasó tan rápido que cuando estuvo de nuevo en el coche de Takuma, sentada en el lado del copiloto, se sintió decepcionada y enojada consigo misma por la perseverancia de sus recuerdos y emociones que no quería enfrentar.

—Lo hiciste bastante bien. Debo admitirlo —dijo Takuma, arrancando el motor y conduciendo exitosamente después de escapar de ahí. Había eludido a las mujeres que se le querían acercar y de paso a algunos hombres y a Murasame Taira, quienes se ponían a babear por la actriz, aunque la susodicha parecía tener la cabeza por las nubes, y no se daba cuenta de nada de lo que sucedía—. ¿Quieres que te lleve de vuelta a LME o te acercó a otro lado? —suspiró al no oírla responder nada— ¿Kyoko-san? —Ladeó la cabeza y la vio ensimismada mirando una piedra que tenía cogida en una mano—. Me pregunto cómo es que pudo hacer tan bien su trabajo estando así. Ella solo es...increíblemente talentosa —pensó en voz baja —. Kyoko-san —alzó un poco la voz y ella se dio la vuelta, sorprendida.

—Sí, l-lo siento —tartamudeó y tiró rápidamente la piedra dentro de su cartera.

—¿Tienes otro trabajo al que ir?

—No, mañana recién comienzo a grabar de nuevo...

Takuma calló unos segundos, pensativo.

—¿Quieres desahogarte?

—¿Eh?

—No has dejado de pensar en Reni.

—¡No es así! No estaba pensando en...—silenció, cabizbaja —. Es molesto...este sentimiento...solo quiero olvidarlo —murmuró para sí misma, ceñuda.

—¿Harías cualquier cosa? —sonrió maliciosamente—. Para desahogarte —añadió.

Kyoko le miró estupefacta.

—Yo...Supongo que sí.

—¿Segura?

—Sí...Segura.

—Está bien. Seguirás mis instrucciones y no pararemos hasta que yo lo decida.

—¿Eh...?

...

Detuvo su mano antes de que ésta tocase el pomo de la puerta.

Había salido de la casa una hora antes. Una sensación extraña le invadió desde que estacionó el coche de vuelta. Podía sentir la presencia de un ente desconocido.

Asió el pomo. Sus ojos se abrieron más y su cuerpo se puso rígido.

—Carajo —murmuró entre dientes.

Sacó su celular y marcó un número. Nadie respondió y en cuanto saltó el buzón de voz dejó un mensaje.

Entró y subió las escaleras, yendo directo a su habitación.

La casa podía ser segura cuando se trataba de evitar malos espíritus, o proteger contra las calamidades que traía una maldición o un maleficio, pero cuando se trataba de intrusos humanos no era efectivo. El sistema de seguridad que había instalado no funcionó contra esa acosadora.

Sonrió de medio lado.

Si Kyoko supiera que el karma le había alcanzado meses atrás y que una loca acosadora venía de visita, festejaría por no tener que mover un dedo para ejecutar su venganza.

Abrió la puerta de su habitación. Esa acosadora estaba hurgando en su placar, tirando en el piso sus ropas. Su mirada se desvió hacia la cama. El sostén de encaje negro de Kyoko que había guardado estaba hecho pedazos encima de ésta.

—R-Reino-sama —La acosadora percató su presencia y giró hacia él, jadeando—. De verdad...habías regresado a nuestra casa —sonrió y se acercó lentamente a él, escondiendo algo en su espalda—. Dime... —Sacó de atrás una percha de madera y lo asestó contra su cuello. Reino maldijo y apretó los dientes, antes de sentir que ella lo empujaba y caía al suelo—¿Acaso tienes novia?

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N/A: ¡Feliz Año Nuevo!