13. Transformista
Nina, Crowley y Asmodeo se pelean sobre cuál de los tres ha sido más inútil en sus tareas intentando arreglar el tejado, haciéndose los ojos en blanco unos a otros todo el rato mientras comen.
Crowley les manda a todos a que les den porque él no va a estar ayudándoles en la tarde y Aziraphale se inventa alguna excusa sobre que no quiere poner sus prótesis en peligro.
Maggie mira a Aziraphale de reojo, que ha acabado por quitarse la prótesis de la boca porque no quiere que se le llene de comida. La chica le da un golpecito con el pie porque antes el rubio solo ha estado hablando cosas sin sentido sobre el viaje.
—¿Y ya sabe él lo de… el color de su pelo? —le susurra mientras los otros pelean, mirando a Crowley y valorándolo con esta nueva información.
—¿Qué? ¡Maggie! —protesta este, sonrojándose y mirándola sin poder creerse que le esté preguntando estas cosas aquí en medio—. ¡No sé de lo que hablas! Ni tampoco estoy seguro de querer saberlo.
—Aziraphale… —le riñe un poco.
—Ni siquiera sé cómo quieres que lo sepa —responde con la boca pequeña, mirando su plato.
—Y sabes si él… si tú… —sigue.
—¿Yo qué? —la mira de reojo.
—Pues si él cree que tú eres muy rubio.
—¡Maggie! —aprieta los ojos riñéndola otra vez.
—¿Lo sabe o no? —insiste ella.
—Uhm… A-Asmodeo… Digo, Smith le hizo unas preguntas súper raras… y a mí también.
—¿Ajá?
—Y fue un despropósito todo. No lo sé —protesta apretando los ojos.
—¿Por qué le llamas Asmodeo?
—¿Eh?
—Al otro. ¿Por qué lo llamas Asmodeo si se llama Smith?
—Es que… Maggie —la mira, todo desconsolado.
—¿Qué?
Aziraphale aprieta los ojos porque odia mentirles a sus amigos, pero no sabe qué hará Nina como sepa quién es realmente Asmodeo. O más bien, lo sabe perfecto… y la verdad es que si le conviene tenerlo como testigo.
—¿Por qué no se lo preguntas tu ahora que estés con él a solas? —prefiere volver al otro tema.
—¿Qué le pregunte por Smith? —inclina la cabeza sin entender.
—¡No! Sobre lo de… lo… del pelo —explica, vacilando.
—Oooh! —Maggie sonríe con eso, entendiendo y asiente porque Aziraphale nunca le dejó ni le presentó siquiera a Oscar y esto… tiene gracia.
—¿Qué pasa? —pregunta Nina notando eso y Aziraphale mira a Maggie suplicante así que esta hace un gesto de que le contará luego y se levanta.
—¿Quién quiere café? —pregunta la rubia, solicita y la verdad es que el café que les han dado antes estaba muy bien, así que todos aceptan encantados. Por una vez, en casa del herrero, cuchillo de hierro.
Así que ahí se va ella y Aziraphale mira a Crowley un poco sonrojadito con todo este planeamiento.
Este le mira de vuelta y levanta el labio de arriba haciendo una mueca enseñándole los dientes para burlarse de él.
Aziraphale pone los ojos en blanco y se pregunta a si mismo muy seriamente en qué está pensando al decirle a Maggie sobre este imbécil.
Esta no tarda mucho en regresar de la cocina mientras Nina ahora le cuenta a Aziraphale más detalles de lo que le han dicho en el banco así que él le pide los documentos, en lo que parece van a pasarse la tarde aburrida revisando documentación.
Cuando acaban el café, Maggie le hace un gesto a Crowley para que la siga y ahí va él, que estaba quedándose medio dormido ya.
Le lleva hasta el mismo cuarto que ha llevado antes a Aziraphale y le hace sentarse en la misma silla.
—Ojalá pudiéramos no exagerar mucho, quiero decir, lo que le has hecho a Fell... —pide Crowley quitándose el sombrero y desparramándose en la silla.
—¿Perdona? —ella le mira.
—No digo que no sea un buen trabajo, pero él... —la mira por encima de las gafas y a través del espejo esperando que haya suficiente con eso.
—¿Él qué? —pregunta un poco agresiva—. Recuerde que está hablando de mi mejor amigo, señor Crowley.
—Ehm... Sí, sí, lo sé. Lo que digo es que su encanto es más bien... metafísico —explica.
—¿Está usted diciendo qué es feo? —frunce el ceño.
—No diría que esa es la palabra que mejor le define, pero... —aparta la mirada y se echa de otro modo en la silla.
—Quítese las gafas y siéntese derecho —pide ella.
—No se ofenda, señorita —igual se las quita y se incorpora un poco, sin lograrlo del todo—. Es un cabronazo y un bastardo —asegura sonriendo un poco—. Pero físicamente...
Ella frunce el ceño porque ninguna de las cosas que ha dicho parece ser algo bueno en absoluto. Él parpadea con esa cara porque... joder, o sea, ya le ha dicho que es un bastardo, ¿qué mayor halago puede haber que eso?
—¿Físicamente qué? —pregunta ella en un claro tono de "cuida tus palabras muchacho, más vale que esta respuesta sea buena"
—Uhm... T-Tiene unos bonitos ojos azules —admite, mirándose las manos, sintiendo que algo así tiene que decir.
Ella le mira, valorando eso y Crowley vuelve a levantar la vista para mirarla a través del espejo.
—Sí que los tiene, me alegro de que se haya fijado —sonríe.
—Ehm... Sí, bueno —carraspea y vuelve a bajar la mirada.
Maggie se acerca a él con las manos en alto y se las pone sobre la cabeza como pidiendo permiso, a lo que Crowley asiente.
—¿Y qué más? —pregunta hundiéndole las manos en el pelo.
—¿Qué más de qué? —pregunta el hombre cerrando los ojos y suspirando profundamente, dejándola masajearle la cabeza.
—Pues ¿qué más es lo que le gusta de Aziraphale? —pregunta soltándole el pelo y yendo a abrir el último cajón de una cajonera.
—¿A-A mí? —parpadea con esa pregunta.
—No veo a más personas aquí, señor Crowley… —explica ella regresando con un botellín—. Voy a lavarle el pelo un poco con esto —se lo muestra.
—¿L-Lavarme el pelo? —pregunta porque este tema es mucho más fácil que le otro, definitivamente.
—No se preocupe por eso —se pone tras él y le echa unos polvos sobre la coronilla, haciéndole inclinar la cabeza con las manos y empezando a masajearle de nuevo.
Crowley cierra los ojos y suspira con satisfacción.
—Me estaba contando entonces…
—¿Mmmm?
—Sus ojos azules —explica.
—Sí —responde un poco hipnotizado con los movimientos de las manos—. A veces le brillan.
—¿Lo hacen? —baja el tono de voz, susurrando.
—Sí… no sé si él se da cuenta de ello —suspira con satisfacción.
—Oh, seguramente debería decírselo.
—¿Yo? ¿Para qué me diga otra vez que voy muy rápido para él? —protesta sin abrir sus ojos en medio de una sesión estética-terapéutica que no sabía que requería.
Maggie levanta las cejas con ese asunto, porque a pesar de todo suena perfecto a algo que haría Aziraphale.
—¿C-Cuándo pasó eso? —pregunta con cuidado, porque no quiere que Crowley deje de contarle, todo esto parece mucho más útil que las historias de forajidos que estaba explicándole el otro.
—Pues ayer noche —abre un poco los ojos y ella entra en pánico porque va a darse cuenta de lo que está pasando, apretando un poco más con los dedos.
—Oh. Uhm... ¿Y qué...? O sea, ¿qué fue exactamente lo que le dijiste? —cambia al trato de tú sin siquiera notarlo, intentando que Crowley se sienta más cómodo para explicarle.
—Qué le iba a de... —empieza a protestar, pero es que esto que le hace en la cabeza... alguien debería cobrar por hacerlo. Vuelve a cerrar los ojos y a relajarse—. Joder...
—Aja...
—Pues... Que fuéramos a un lugar más apartado a hablar, ¡Ni siquiera es para tanto! —protesta.
—Él puede ser un poco difícil.
—No es un poco difícil, es... —se gira a mirarla y nota todo lo que ha estado diciendo, quedándose con la boca abierta—. Solo un... tipo al que conozco.
Maggie suspira con eso y Crowley se vuelve hacia el espejo, cruzándose de brazos y notando que le ha dejado la cabeza como un león.
—Pero ¿qué me has hecho? —protesta metiéndose los dedos en el pelo al notar que además está lleno de algo que parece harina.
—Ah, espera, ahora que lo cepille se irá —ella va a buscar el cepillo justamente y empieza a hacerlo.
El pelirrojo bufa un poco pero se deja.
—Solo digo que no estaría de más insistir un poco —sigue la chica, mordiéndose un poco el labio y esperando que no se haya enfadado demasiado.
—Pues que lo haga él, si tanto le interesa —se cruza de brazos.
La verdad, es que le cepilla el pelo en silencio hasta que nota como lo tiene todo rizado y lleno de volumen... le mira a través del espejo y le valora de arriba abajo.
—Puedo... hacer algo contigo, radical, pero sutil. No sé si te va a gustar.
—¿Cómo puede ser radical pero sutil? —la mira frunciendo un poco el ceño, sin entender.
—Pues con gracia —le sonríe.
—No entiendo a qué te refieres con gracia —asegura.
—Tú… confía en mí, ¿vale? A lo mejor esto ayuda un poco con Aziraphale —toma algunas cosas de la caja, seleccionándolas con cuidado.
—¿Ayudar en qué sentido? —levanta una ceja.
—Solo voy a peinarte un poco, afeitarte la barba y maquillarte, ¿de acuerdo? Sin prótesis. Es lo que tú has pedido —se defiende yendo a ponerle unos rulos en el pelo.
—Sí, sí, eso lo entiendo, pero no veo como eso vaya a hacerme parecer otra persona, ni en qué va a ayudarme.
—La verdad, no va a ayudarte necesariamente, porque Aziraphale… pero eres tú. En esencia, eres tú. Así que alguna ventaja tendrá —sigue, misteriosamente—. Y luego elegiremos algo de ropa.
—No me importa la ropa que me pongas, pero mi color es el negro —le mira, muy serio.
—Esa parece una mentalidad excelente para esto —asegura empezando a embadurnarle la cara de jabón para afeitado—. ¿Por qué no me cuentas sobre ese libro que le compraste?
—¿Cuál?
—No lo sé, uno que le compraste —se encoge de hombros.
—Ah... es que no se decidía con cual comprar y llevábamos como cinco años metidos en ese lugar. ¿Qué con ello?
—Uhm... —vacila, porque no es así como lo ha contado el otro, pero bueno.
—¿Por? ¿Te ha dicho algo? —la mira porque es que Asmodeo también estaba con este asuntillo y no que él no notara eso, pero pues es que ayer noche le pareció que no... NO.
—Me ha contado vuestro viaje, sí —explica ella.
Crowley suspira con eso.
—Lo que digo es que si tienes a una mujer o algo así en algún pueblo... se lo digas —ella le mira directamente.
—No tengo ninguna. O sea... A-Ahora mismo —se sonroja un poco con eso.
—Saca los labios —hace cara de beso y Crowley le imita, así que ahí va ella a ponerle carmín.
—Espera, ¿eso es un pintalabios? —protesta cuando ya se lo ha puesto.
—Ehm... Bueno, eso solo para da un poco de color —se excusa un poco avergonzada—. Espera aquí, voy por algo de ropa.
Crowley se mira al espejo con la boca abierta, notando que lo ha peinado y maquillado de mujer.
Se pasa un poco la mano por el pelo acomodándose un tirabuzón y notando que es así como súper elástico y salta un poco.
Luego se toca los labios y se los humedece un poco sin poder evitarlo. Él habría elegido un color más oscuro, para ser honestos.
Sacude la cabeza para deshacerse de estos pensamientos. ¡Él no es una mujer! ¡Claro que no llevaría carmín! pero la verdad es que el pelo así arreglado se le veía muy brillante y bonito.
Toma el bote con los polvos que le ha echado y le huele a talco. Tal vez debería comprarse un poco para repetir él mismo esto con el pelo.
Ahí entra Maggie con un vestido negro con falda larga hasta los tobillos. Lleva unas grandes hombreras un poco pasadas de moda para la época y un lacito granate en el cuello.
Crowley levanta las cejas.
—¿Qué te parece? —pregunta ella mostrándoselo—. Es muy elegante porque es de cuando murió la abuela de Nina, pero no había mucha ropa negra disponible.
—Es que... ¡quieres que me vista de mujer!
—Pues nadie va a pensar que eres tú, podrías decir hasta que eres... su hermana.
—¡Pero yo no parezco una mujer!
—Bueno, una mujer así un poco feúcha, pero eres bastante andrógeno. Vamos, pruébatelo —le tiende el vestido y Crowley la mira nada convencido de esto—. La parte buena es que, si quieres besar a Aziraphale, con esto puesto nadie va a escandalizarse... y eso va a tranquilizarlo a él —suelta ella encogiéndose de hombros.
—¿Q-Qué? —se sonroja y la mira, azorado, con el vestido en las manos.
—Bueno, ya sabes... Un hombre y una mujer viajando juntos como matrimonio... a nadie le sorprendería que se pusieran cariñosos —sonríe.
Crowley se imagina un poco eso y carraspea, volviéndose al espejo y poniéndose en vestido sobre su ropa para imaginarse como se vería con él en vez de estar mirando a Maggie.
—¿C-Cómo... se pone esto? —cambia de tema en un carraspeo.
—Ah, espera. Voy a ir por un sujetador viejo y le pondremos algunos calcetines para rellenarlo —recuerda de repente y se va a la puerta dejando a Crowley solo de nuevo, con el vestido, el espejo... y sus pensamientos.
El pelirrojo se mira a si mismo otra vez y algunas imágenes se le agolpan en la mente todas a la vez como quisiera cruzar una puerta todas al mismo tiempo.
Se ve a sí mismo vestido de mujer en ellas:
Aziraphale burlándose de él.
Aziraphale acercándosele un poquito en el carro y apoyándole la cabeza sobre el hombro mientras él conduce.
Aziraphale llevándola a pasear por el puerto (¿qué puerto? si ni hay puerto en Valentine... ¡Pues el puerto de Blackwater, joder! O el de Saint Denis, eso qué importa) y tomándola de la mano.
Aziraphale acomodándole un poco el pelo y sonrojándose después de hacerlo.
Ambos cenando en un lugar bonito con manteles largos y una velita en la mesa...
Yendo luego a una posada y jugando de nuevo al juego de "Oh, maldita sea
.. solo hay un cuarto con una cama, que tremendo inconveniente."
Aziraphale abriéndole los botones del vestido a la espalda lentamente, uno a uno y acariciándole la piel en el proceso.
Aziraphale a cuatro patas, desnudo sobre la cama con...
—¡Crowley! ¡Se suponía que tenías que desvestirte algo! —protesta Maggie cortándole su tren de pensamiento y el nombrado se sonroja como si lo hubiera atrapado haciendo lo que estaba imaginando.
—¿Qué? ¿Qué? —parpadea con eso mirando al rededor sin acabar de entender por qué le riñe.
—¡No esperarás que sea yo quien te desvista! —sigue ella, riendo un poco de la cara que pone—. Aunque puedo avisar a Aziraphale para que te ayude...
—¡¿Qué?! —chilla con una voz tan aguda que casi podría resquebrajar el vidrio—. ¡No! Digo... —carraspea un poco y cambia el tono con la idea de las caricias aun erizándole la espalda—. No será necesario —se quita él la camisa, un poco bruscamente.
—¿Sabes cómo funciona un sujetador? —se le acerca.
—Sé cómo se quita un sujetador —replica fulminándola un poco.
—Cómo no —ojos en blanco y ahí se acerca sujetándoselo para que meta los brazos.
Lo hace mientras ella se lo abrocha a la espalda, notando que es aún más delgado de lo que pensaba... y como si hubiera leído los pensamientos de Crowley, procede a ponerle un corsé que no va a poder quitarse solo.
—¡Por el amor de Dios! ¿Tiene esto que apretar tanto? —protesta él.
—Sí. Cállate —ella sigue tirando de cuerdas y ajustándole el asunto.
—¡No voy a poder salir de aquí dentro sin unas tijeras!
—¡Ni se te ocurra cortarlo, no sabes lo cara y escasa que es la ropa interior femenina!
—¿Es que acaso las mujeres no respiran?
—Como decía mi madre "si quieres lucir tienes que sufrir" en el caso de las mujeres, las funciones vitales son opcionales.
—Joder... —sigue quejándose a cada tirón de las cinchas y Maggie le mira cuando termina de ponérselo pensando que no tiene el tipo de cuerpo para el corsé, pero mira que estúpida cinturita de avispa se le ve al imbécil.
Crowley va a pasarse una mano por el pelo, sin mirarla, pero entonces recuerda sus tirabuzones y como no quiere destruirlos, se detiene y baja la mano a la mitad.
Maggie sonríe un poco con ese gesto, sintiendo la apreciación a su trabajo. Busca algunas prendas pequeñas con las que rellenar el sujetador mientras el pelirrojo intenta acomodarse las cosas en un sitio que se vea bien y que sean cómodas.
Luego le pone el vestido en un similar procedimiento, entrándoselo un poco en la cintura, porque de verdad que joder.
Crowley se mira en el espejo y luego mira a Maggie, poniéndose las gafas de sol.
—¿Qué opinas? —pregunta ella.
—Me veo ridículo —sentencia.
—¡No estás ridículo! De hecho, te ves mucho mejor de lo que esperaba —admite ella.
—Por favor… —Crowley pone unos ojos en blanco tan obvios que hasta con las gafas se le notan.
—También tengo un sombrerito y unos zapatos de tacón —asegura ella mordiéndose un poco el labio.
El pelirrojo la mira por encima de las gafas con cara de circunstancias.
—Venga, de verdad te ves bien —se va a la puerta—. Intentaré que sean con tacón bajo, te será más fácil caminar.
Crowley se vuelve a su imagen en el espejo, suspirando mientras Maggie sale y trata de sonreír un poquito seductoramente y opina que da mucho miedo con los labios de este color.
Se los limpia un poco y elige otro pintalabios de la caja de por ahí, cuando se lo pone, este resulta ser aún peor. Nota la nuez en su cuello y… es que, aunque le ha afeitado bastante bien, se le nota que no tiene la piel suavecita y limpia de una mujer.
Luego se acomoda los calcetines en los pechos como tres veces porque le parece que están descompensados.
Parece un transformista. Un chiste. No puede creer que haya accedido a esto. Suspira pellizcándose el puente de la nariz… Por lo menos a él no le han puesto esos dientes tan feos.
—Buenas tardes, caballero —Intenta decir con una voz un poco más aguda y es que le sigue pareciendo que esto es una broma y nadie se lo va a creer. ¡Por Dios!
—Aziraphale… —intenta decir un poco mejor y luego sonreír, pero suena raro, tendría que decirle algún apelativo un poco mejor si tiene que pasar por su esposa—. Q-Querido… —prueba.
¡Por todos los infiernos! ¡Es que se está dando vergüenza hasta a si mismo!
Ahí vuelve Maggie con los zapatos y la verdad es que estos sí le van pequeños.
—No, ¡ni siquiera puedo andar! —Protesta—. ¡Suficiente es todo este asunto del vestido y todo eso!
—¡Venga ya! Vas a estropearlo todo por ir con unos zapatos incorrectos.
—Pues eso ya lo veo, pero es que ¡no puedo caminar! Además, ya no puedo llevar las cartucheras, ¿Cómo voy a meter un revolver ahí dentro?
—¿Para qué necesitas un revolver? ¡Vais a ver a un abogado!
—¿Tú conoces al "Harry el Sucio" que se hace llamar tu amigo? —señala hacia fuera—. ¡Lo extraño es que no necesite yo algo peor!
—¡Que exagerado! Aziraphale es un ángel...
—Desde que lo conozco he estado en cuatro tiroteos. ¡Ni cuando estuve persiguiendo a los traficantes de armas fue tan chungo!
Maggie pone los ojos en blanco y sonríe un poquito con eso. No es que le haga gracia especialmente ni que no le crea... o que le crea, es la manera desesperada en la que lo dice.
Crowley suspira probándose sus botas y es que no pegan NADA con el vestido.
—¿En serio no tienes otros zapatos que puedas prestarme? Déjame ver lo que hay.
—Vale, vale, acompáñame —suspira—. De todos modos, esa falda es bastante larga, no creo que se te vean mucho los pies.
—Mírame, bastante parezco la viuda alegre —le fulmina igual siguiéndola.
Y si este se quejaba de que Aziraphale se estuvo cinco años para elegir libro, espérate que veas el terror de los zapatos. Se los va a probar TODOS y no le va a convencer NINGUNO.
Aziraphale lleva una hora calmando a Nina abajo, asegurándole que Crowley no le haría daño a una mosca, pero hasta él empieza a estar un poco preocupado y va a acabar por ir a ver qué pasa.
—¿Maggie? —golpea la puerta, suavecito.
La chica sale de su estupor, sentada en el suelo y apoyada en la pared y Crowley tiene un micro infarto porque ¡no está preparado para que Aziraphale le vea! (Aunque para ser sinceros, nunca lo va a estar).
—Ah, pasa, pasa —le invita ella para el horror de Crowley, que acaba por ponerse unos zapatos rojos que son bastante raros, pero si le quedan de tamaño, como si acaso ir sin zapatos fuera como ir sin pantalones (que, por cierto, no lleva)
Aziraphale mete la cabeza y sonríe un poquito, tímidamente, mirando alrededor, pero le cambia la cara en cuanto nota a Crowley incorporándose y sacudiéndose un poco el polvo de la falda.
La mirada de ambos se encuentra y Crowley se sonroja mientras el recién llegado sigue mirándole con la boca abierta.
—No se te ocurra decir una sola palabra —le advierte el pelirrojo levantando un dedo hacia él.
—T-Te ves... Uhm. Bien, en realidad —valora el de blanco haciendo que el otro ponga los ojos en blanco.
—¿Ves? Te lo he dicho —suelta Maggie por ahí atrás.
—No lo bastante como para no necesitar alcohol para soportar esto —decide Crowley intentando huir de aquí porque se sigue sintiendo ridículo, por lo menos la tortura de los zapatos terminó. Rojos serán.
Maggie mira a Aziraphale cuando el otro pasa por su lado de salida.
El de blanco aún está intentando asimilar esto, sin poder apartar la mirada de Crowley y sin notarlo.
La chica acaba por levantarse del suelo y recoger algunos zapatos de por ahí antes de tomarle la mano a Aziraphale.
—¿Estás bien?
—Parece una chica —explica medio balbuceante para ella.
—Lo sé, es bastante creíble, ¿no? —se muerde un poco el labio porque Aziraphale precisamente es lo que más le preocupa de todo esto.
Él vuelve a mirar hacia donde Crowley se ha ido y sonríe de ladito.
—¿T-Te gusta? —vacila ella.
—Sí. Gracias por esto, Maggie —le sonríe a ella dándole unas palmaditas en la mano con la que le sostiene con la otra suya.
—Menos mal, por un momento pensé que...
—Esto va a ser divertido —asegura sonriéndole y luego soltándola para irse tras Crowley... que pide Clemencia.
Crowley baja para buscar a los otros dos idiotas esperando que todos se burlen de él, tomando aire profundamente y levantando la barbilla con actitud de aquí no está pasando nada.
Nina levanta las cejas sonriendo un poquito porque a pesar de todo no es esperaba esto y Asmodeo es definitivamente el que se ríe.
—Como… 8 sobre 10 me acostaría contigo —se burla Asmodeo.
—Bueno, sigue siendo un no sobre no para mí —protesta el pelirrojo fulminándole un poco.
—¿Y Romeo que ha dicho? —pregunta señalando al lugar de donde ha venido y ganándose otra fulminación.
—¿Romeo? —pregunta Nina sin entender.
—Hombre… Pues Aziraphale —explica Asmodeo, Crowley le hace la madre de los ojos en blanco buscando su botella de alcohol y más aún porque el nombrado entra por la puerta en ese momento.
—Ese soy yo —sonríe afablemente.
—Ah… Hablábamos sobre… Crowlina —se burla el forajido.
—No seas imbécil, Crowley es mi apellido, será Antonia —replica este, bebiendo.
—Yo creo que Maggie ha hecho un buen trabajo —asegura Nina mirando a esta entrar al comedor también y ella le sonríe de vuelta.
—A mí me parece que está encantadora se vea como se vea —asegura Aziraphale haciendo que el pelirrojo se atragante un poco con la bebida porque eso es casi peor que las burlas del otro idiota
—¿E-Encantadora? —pregunta Asmodeo.
—Siempre es encantador, pero así se ve como… —piensa en algún símil que aplique—. Una florecita delicada.
—¡Joder, Fell! —se queja este y eructa.
—Bueno, siempre que nos comportemos y no usemos esas palabrotas —le fulmina.
—No esperes que yo vaya por ahí diciendo "Recorcholis" como si fuera subnormal —advierte, señalándole con la botella.
—Pues deberías. Deberías empezar a comportarte como tu personaje si quieres ser creíble —asegura este y se sonroja un poco por lo que está pensando—. Un par de lecciones para modelarte como Pigmalión.
—Mira, aprecio como el que más una buena referencia a algo que no entiende nadie más que tú, pero…
—Porque mejor no nos calmamos todos un poco —pide Maggie interrumpiéndoles—. ¿Tenéis hambre?
—Ah! —Nina levanta las cejas porque no se había dado cuenta que tanta tiene y asiente—. Vamos. Smith, ven ayudar —le pide a Asmodeo.
Este vacila un poco, pero nota que lo que quieren es dejarlos a los dos solos a ver si se calman un poco así que las sigue a la cocina.
Crowley los mira de reojo mientras se van, aun con la botella en los labios, apoyado con el culo sobre un mueble bajo junto a la pared, luego se vuelve a Aziraphale.
Este le mira marcharse también y luego se vuelve a él cuando nota su mirada, le sonríe.
Crowley vuelve a tomar un trago de alcohol con eso.
—Gracias por hacer esto por mí —suspira.
—No hago esto por ti, lo hago por mí. Necesito el dinero.
—Vale, Crowley —pone los ojos en blanco.
—Te va a costar un extra —sonríe.
—De paciencia para soportarte, seguro —se la devuelve, yendo a sentarse y sonriendo un poco.
—Bueno, eso no más que de costumbre —sonríe de lado de vuelta.
—¿Entonces?
—La verdad… vas a tener que hacerme un baile de las disculpas al menos para compensar esto —se incorpora del mueble y se acerca a la mesa, sentándose junto.
—¿Yo? —se gira a mirarle—. Eres tú el que no puede entrar en New Hannover por a saber qué crímenes.
—Pegar monedas en el suelo —sonríe y Aziraphale pone los ojos en blanco mientras se le escapa la sonrisa un poco también por lo absurdo, porque mira que le cae bien este idiota.
—Tremendo —le sonríe, sosteniéndole la mirada y Crowley se sonroja un poco con eso, aguantándosela de vuelta.
Se humedece los labios lentamente sin dejar de mirarle y Aziraphale traga saliva porque el ambiente es un poco distinto ahora, no necesariamente de mala manera.
Crowley aparta la mirada un segundo hacia la puerta para comprobar que no viene nadie y se echa un poquito adelante a la vez que Aziraphale se revuelve, súper nervioso sin saber qué hacer. Ambos se chocan un poco, torpemente y el rubio acaba por levantarse de nuevo porque le parece que es la manera más natural de que no se note la torpeza.
Crowley deja caer la cabeza y se ríe un poco de frustración porque iba a acercarse a besarle, era el estúpido momento.
—¿De qué te ríes? —chilla Aziraphale de repente un poco en pánico.
—¿Eh? —Crowley levanta la cabeza y le mira, carraspeando un poco.
—¿De qué te estás riendo? ¿Te estás riendo de mí? —la voz le sigue saliendo medio chillona sin poder evitarlo, sonrojándose porque pensó que iba a besarle.
—¿Reírme de... ti? —repite un poco tomado por sorpresa con esa idea.
—Será mejor que vaya a ver qué hay para cenar —decide, huyendo.
El pelirrojo le mira hacerlo y vuelve a suspirar porque no sabe en qué está pensando, si ya le dijo que no ayer.
Lo que debería hacer es largarse. Cuanto antes. Antes de que esto empiece a afectarle un poquito. Por ahora todavía podía salir airoso de esto sin acabar como una cuba gastándose de nuevo todos sus ahorros en el bar de un pueblo de mala muerte.
Mira la botella de alcohol en la mesa. Sí, claro. Súper airoso. Se quita las gafas y se masajea un poco las sienes y la frente. No íbamos a repetir el discursito sobre cómo ni siquiera sabía porque todo el mundo insistía en esto con Aziraphale, si no tenía absolutamente nada que fuera atractivo o interesante en modo alguno.
Maggie y Asmodeo habían estado todo el tiempo por ahí diciendo como si fuera a pasar algo, pero a él ni le gustaba. Venga, si era un remilgado y un pedante. Todo el rato diciendo todas esas palabrejas y… ¿Por qué no podía pensar en otra cosa?
¡Cualquier cosa! ¡Lo que sea! Hay más cosas en tu vida, Crowley, solo elije una y piensa en ello. Todos los demás están obsesionados con esto, pero tu no. Tú tienes miles. ¡Millones de otras cosas en las que pensar! Solo. Elige. Maldita. Sea. Una.
¿Cómo qué? Uhm… el abogado, eso es. Tenía que ver que decirle al abogado. Tendría que hablar con él para ponerse de acuerdo de cómo abordar el tema y que no empezara de nuevo como en el casino a contar cosas raras sobre su familia.
Aunque eso les había ido bien con todo el asunto de su prima, maldita sea, es tan listo… ¡Ugh! ¡Crowley!
Tal vez debería intentar mantenerse un poco alejado de él y de todo este asunto, aprovechar esto de Valentine para ser más distante con él y sentirse un poco mejor en vez de estar pensando en besarle a cada oportunidad en la que los dejaban solos.
Lo mejor sería que esta noche se ayudara un poco a si mismo solo en su cama pensando en otra cosa y seguro mañana ya se sentiría menos ansioso. Es que llevaban muchos días estando en el bosque demasiado pegados todos. Eso era.
Un poco de privacidad nocturna y todos estarían más relajados al día siguiente.
Después de un rato es que vuelven todos de la cocina con la cena, sirviéndola en el comedor alrededor de la mesa.
