15. Desayuno
A la mañana siguiente Crowley no despierta en el techo, pero sí despierta en el suelo muerto de frío mientras Aziraphale está ocupando toda la cama como una estrella de mar.
Frunce un poco el ceño con eso y trata de apartarle un poco para volver a meterse y hacerse un hueco.
Aziraphale protesta, remoloneando, pero sin despertarse cuando le empuja un poco y se le vuelve a meter en la cama.
Crowley le da la espalda cubriéndose con la manta y medio hecho bolita. Intenta volver a dormirse un poco, pero no lo consigue.
Se humedece los labios oyéndole respirar a su espalda y se acuerda de la idea de ayer noche sobre relajarse un poco a si mismo. O sea, si Aziraphale no se había despertado con un par de empujones, no iba a hacerlo si estaba él ahí ¿O sí?
La verdad, podría irse al baño o algo así a hacer esto con tranquilidad, pero le ponía un poco la idea del peligro de que el rubio pudiera despertarse de repente y verle ahí.
Traga saliva sin saber qué podría pasar si acaso eso sucediera… probablemente le gritaría por una hora. ¿O tal vez se uniría? ¿O tal vez lo castigaría y lo ataría a la cama como en esas historias que a veces contaban en los burdeles?
Ugh, sí, seguro Crowley. Seguro.
Sigue ahí sin moverse y sin decidirse todavía. Mira un poco por encima de su hombro y es que sigue ahí tumbado, cara arriba, boca abierta respirando profundamente. Con su expresión tan plácida, sus mejillas sonrojadas de querubín y todo su pelito rubio de rizos esponjosos en la cabeza.
Vuelve a darle la espalda y se tapa la boca con una mano, pensando en estas opciones sobre qué sucedería si acaso… y luego sacudiendo la cabeza porque claro que era ridículo estar imaginando a alguien, así como Aziraphale iba a atarle a la cama y a sujetar un atizador de ganado… No creía que Aziraphale supiera ni porque lado es que se sujetaba esa herramienta.
Pero por otro lado tenía todo ese aire de… profe de escuela, como las monjas del orfanato que les enseñaban a leer y les daban con la regla cuando escribían los números del revés.
O sea, sí podía imaginarlo en una posición un poco… él estando desnudo y atado a la cama o algún sitio, incómodamente excitado… y Aziraphale con su librito y sus gafitas ridículas que se ponía para leer (Crowley ya se había dado cuenta) solo cuando se acordaba.
Diciéndole cualquier estupidez sobre recitar correctamente la tabla del siete si quería que le tocara o algo así.
Aprieta los ojos y va a meterse la mano en los calzones… Siete por uno, siete. Siete por dos… catorce. S-Siete por…T-Tres… Ve… V-Veinte… y… Uno… Veintiuno. S-Siete por… ¿cinco? Uhm…
Aziraphale se mueve y decide abrazarle por la espalda en ese momento aun dormido, a lo que Crowley se paraliza. JODER, JODER, JODER.
Pero no pasa nada más. Aziraphale sigue durmiendo y erizándole todos los pelitos de la nuca al respirar plácidamente mientras Crowley tiembla.
Tras unos segundos en completo silencio y con la respiración agitada, Crowley vuelve a calmarse un poco y a imaginarse al rubio haciéndole en el cuello lo que le estaba haciendo a las ostras el otro día en Blackwater.
O, bueno, ya que estamos, no en el cuello.
Siete por seis...
La verdad, para este momento planeaba levantarse e ir a por una toalla o algo, pero no está seguro de que pueda soltarse sin despertarle así que hace un desastre en su mano y lo va a embarrar en las sábanas.
Lo sentimos por quien sea que tenga que lavar esto.
—¿... haces? —pregunta Aziraphale medio despierto porque Crowley no para de moverse y temblar.
Este vuelve a quedarse un poco paralizado valorando sus opciones. ¿Fingir que duerme? ¿Fingir que iba a levantarse? ¿Fingirse muerto? Si bien ya ha acabado aún hay algunas pruebas del crimen por toda la escena... como por ejemplo sus calzones, que siguen bajados.
—Me había olvidado de que estabas aquí y me he asustado, primero —admite el rubio bostezando y soltándole un poco, sabiendo que está despierto.
—¿Mmm? —pregunta Crowley como quien no quiere la cosa.
—Ugh. No quiero levantarme —se estira.
—Pues no te levantes —se gira un poco a él.
—Ahora voy, ahora voy —le sonríe.
Crowley se sonroja un poquito y le sonríe de vuelta.
—En realidad, tengo hambre —explica, suspirando.
—Pues come... —me, añade para sí mismo y sacude la cabeza.
—¿No sería estupendo que alguien nos trajera el desayuno a la cama? —comenta mirando el techo.
—¿Es eso un deseo o una petición? —le mira de reojo y Aziraphale hace un mohín—. De todos modos, deberíamos darnos prisa, hay que estar pronto en la estación.
—Ya... ya... —bufa un poquito y Crowley se sube los calzones de manera disimulada, a lo que el rubio le mira de reojo.
—Ehm... —vacila y se levanta como si no hubiera acabado de hacer eso culpablemente—. Tengo que ponerme este estúpido vestido de nuevo.
—Oh, venga, no es para tanto... —se ríe un poquito, sin hacer ningún ademán de levantarse, mirándole—. ¿Has visto mis dientes?
—Ya, bueno, creo que voy a pasar del corsé... y voy a ir a lavarme —anuncia recogiendo sus cosas por el cuarto y yendo a la puerta.
—Dile a Maggie que cambie las sábanas —responde el otro haciendo angelitos en ellas con brazos y piernas.
Crowley se paraliza. No podía ser que hubiera... No podía haberlo notado, ¿no? O-O sea... Tenía que ser... Le mira un instante.
Aziraphale le sonríe afablemente.
Crowley se sonroja y sale del cuarto corriendo, no, no, no. Tenía que decirlo solo por lo de... por... pues por cambiar las sábanas.
Cuando llega abajo con los demás, esperando que estén todos y tener que hacer el paseíto de la vergüenza entre comentarios mordaces, solo Nina se ha levantado y está haciendo café.
El pelirrojo la mira y traga saliva porque Maggie le parecía manejable, pero esta... da un poco más de miedo. Carraspea sentándose a la mesa.
—Uhm... 'nos días — saluda en un murmullito y no se atreve a mirarla a los ojos porque piensa que le va a leer en la cara lo que acaba de hacer con Aziraphale dormido y que no sabe si estaba o no realmente dormido.
O sea, no piensa que vaya a saberlo realmente, pero seguro algo se imagina. Seguramente algo genial que no pasó. Ugh. Maldita sea.
—Buenos días, pendón —saluda ella, un poco musicalmente, sonriendo—. Y bien... ¿cómo amanecemos?
—Uhm. Bien, bien. Gracias —se sonroja por todo lo que parece que esa frase lleva implícito y sigue mirándose las manos—. ¿Y tú?
—No tan bien, pero no me quejo —sigue en ese tonito, trayendo la cafetera a la mesa y sentándose frente a él. Mirándole a los ojos con intensidad y sin dejar su sonrisita molesta.
Crowley levanta la mirada un instante hacia ella y se arrepiente más, carraspeando de nuevo.
También podría ser Aziraphale quien se ocupará de confesar sobre las sábanas ¡si tanto quería que lo supieran! eran sus amigas, no había un solo motivo por el que tuviera que decirlo él.
—¿Y bien? —presiona ella sirviendo el café en las tacitas.
—Uhm... hoy hay que tomar el tren, agradeceríamos que nos llevarais a la estación —intenta cambiar de tema.
—Sí, sí, claro. A la estación —asiente y vuelve a mirarle con intensidad, porque no es de esto de lo que quiere hablar, a ver si le saca algo más.
—Uhm... Sí, bueno. Eso. Gracias —sigue sin mirarla y juega con su tacita de café.
—Y... ¿Has dormido bien? ¿Estaba todo a tu... gusto? —pregunta con intención.
Crowley se atraganta un poco con el café y tose, mirándola y sonrojándose más.
—U-Uhm —vacila por lo directo de la pregunta, cuando se ha repuesto del susto—. S-Sí, gracias —responde escuetamente sin querer dar más detalles.
—Me alegro. No me quedó claro al final ayer si usasteis uno o dos cuartos —le mira, tomando su taza de café con ambas manos frente a su cara.
—Ah... —Crowley la mira con la boca abierta volviendo a sonrojarse. Joder. Joder. Joder.
Nina inclina la cabeza hacia él con intención. Crowley traga saliva y luego aparta la mirada.
—Supongo, señor Crowley, que no hace falta que le diga que tan apreciado es Aziraphale en esta casa y lo poco que vacilaremos todos en... ocuparnos de cualquiera que se atreva a cualquier cosa fuera de lugar —le mira fijamente.
El pelirrojo se humedece los labios y asiente pensando que hasta ahora el que estaba haciendo cosas fuera de lugar no es él. ¿Qué demonios ha sido eso de las sábanas?
—Por otro lado, me sorprendió lo sumamente silencioso que fue todo, eso sí que no me lo esperaba —comenta ella sonriendo y Crowley la fulmina un poco pensando que claro que fue silencioso, como que no pasó nada.
—Aziraphale no entiende la naturaleza de vuestra relación —comenta como si nada para cambiar de tema, porque a esto sabemos jugar todos.
—¿Qué?
—Cree que sois... amigas. Buenas amigas.
—Bueno, eso no es mentira —Nina se sonroja un poco.
—Solo. Amigas —insiste ahora el mirándole fijamente.
—Uhm... ¿y qué tiene que ver eso con nada? —carraspea ella con eso.
—Saca tus propias conclusiones —se sirve más café.
—Insinúas que... —Nina le mira porque no está segura de lo que quiere decir eso. Sí se acostaron ¿no?
Crowley se toma su café en silencio.
—Bueno, aposté por ti, así que no les digas a los otros cuando se levanten —se encoge de hombros y Crowley abre la boca, un poco incrédulo cuando Maggie entra a la cocina.
—¡Buenos días! —saluda sonriendo y se acerca a Nina a darle un beso—. ¿Qué es lo que no nos pueden decir?
—Ah, nada malo, solo asuntos entre... caballeros respetables —Nina le quita importancia.
—¿Insinúas que yo no soy respetable? —Maggie se hace un poco la ofendida.
—¿No te parece peor que insinúe que alguno de nosotros dos es un caballero? —Nina se ríe.
Maggie le saca la lengua y se sienta en la mesa mirando a Crowley, sonriendo de una manera que hace al pelirrojo poner los ojos en blanco.
—¿Entonceeees? —canturrea la chica rubia para él.
—¿Qué? —responde este con agresividad.
—Pues qué ¿de qué va a ser? —insiste ella.
—No sé de qué me hablas —gira la cara.
—Smith nos contó ayer. Dice que estáis teniendo bastantes problemas para... digamos dar el siguiente paso —explica Maggie mirándole mientras se sirve café.
—Ugh —aprieta los ojos—. No hay... no hay problema alguno. Todo está yendo perfectamente bien y estamos bien.
—Eso seguro —la sonrisita y él vuelve a poner los ojos en blanco y a sonrojarse.
—Por lo visto solo han usado un cuarto —interviene Nina.
—¡Señor Crowley! —Maggie le riñe un poco, riendo.
—Ja. Ja. Ja —protesta el muy amargado, fulminándolas.
—Igualmente, más te vale ser considerado y paciente con Aziraphale —advierte Maggie—. Es más frágil de lo que aparenta.
Crowley levanta una ceja porque... ¿más puto paciente y considerado aún?
—Solo ha tenido una relación de este tipo y aunque no sabemos mucho, no acabó muy bien —explica.
—¿Ha tenido... qué? —pregunta Crowley.
—Pues un novio —añade ella como si fuera obvio.
—No eran novios —corrige Nina—. Siempre dice que solo se escribían cartas.
—Sí, bueno, ¿qué otra cosa va a decir Aziraphale? —protesta Maggie—. Además, tú solo le crees porque no los viste.
—Pero ¿entonces...? —pregunta Crowley interesado, mirando una y a la otra.
—Se llama Oscar y dejaron de hablarse cuando se fue a vivir a Europa. Era escritor —explica Maggie a Crowley, sonriéndole.
—Maggie! —riñe Nina—. ¿No te parece que eso es algo que debería explicarle Aziraphale si es que así lo considera oportuno?
—Aziraphale no le va a explicar, si no me explicaba ni a mí y estaba yo ahí —protesta ella.
—Espera, espera... ¿Cuándo fue esto? —pregunta el pelirrojo.
—Cuando estaba en la escuela de medicina —sigue Maggie—. No sé si llegaron a confesarse sus sentimientos porque Aziraphale siempre decía que era solo un amigo, pero yo digo que debieron acostarse alguna vez. Nadie maneja esos niveles de tensión sin una resolución.
Crowley levanta una ceja con eso porque si vieras de lo que es capaz Aziraphale... pero, por otro lado, no iba a tener más tensión sexual que con él. ¿O sí? Los celos le hacen fruncir el ceño.
—Y luego se fue... y Aziraphale se quedó destrozado. Su tío lo obligó a casarse con Muriel y ni le importó. ¿Te acuerdas? —mira a Nina.
—En la boda estaba como ausente —asiente ella.
—¿Estuvisteis en la boda? —pregunta Crowley.
—Oh, sí. Fue una ceremonia muy bonita y ostentosa, parece que ambas familias estaban intentando competir a ver quién tenía más dinero —asiente Maggie.
—Fue en la Catedral católica de Saint Denis y había gente de todos los rincones del país —asiente Nina.
Crowley se humedece los labios imaginándosela. La catedral de Saint Denis con su campanario todo alto y los ventanales de colores… Los millones de bancos de madera con ramos de flores blancos y verdes y lazos blancos y dorados por todos lados, colgados en las columnas y en el altar.
Aziraphale de pie frente al altar, en un traje blanco muy elegante, mirándose las manos y el suelo, abstraído en sus pensamientos mientras suena música de algún órgano y todo el mundo hablan entre ellos a su alrededor, pero nadie habla con él por algún motivo.
Entonces el sacerdote pidiendo silencio y empezando la clásica marcha nupcial y una falda del tamaño de un país pequeño con una chica en el centro entrando, arrastrando un velo que habría probablemente cruzado el océano si hubiera estado todo estirado.
Aziraphale sonriendo y sonrojándose un poquito tal vez al verla y todo el mundo girándose a ella, la joven Muriel, preciosa, radiante, blanca como una paloma. Andando hasta el altar, a su lado, donde el muy idiota estaría aun pensando en este… fulano, el tal Oscar.
Bufa un poco con eso y se pone los ojos en blanco a sí mismo.
—¡Maggieeeee! —se oye gritar a Aziraphale, sacándole de sus pensamientos y ahí va la nombrada, cruzándose con Asmodeo de salida.
—Hombreee —saluda este al entrar y ver a Crowley.
—Me voy —decide el pelirrojo, levantándose nada más verle.
—¿A dónde? No seas cobardica… —Asmodeo sonríe. Ojos en blanco del otro—. Venga, venga, ven aquí a contarme.
—No hay nada que contar —le fulmina.
—¡Ah! ¡Te lo dije! —Asmodeo se vuelve a Nina y hace un gesto con la mano para que le pague. Nina bufa un poco igualmente buscándose en la ropa.
Crowley vuelve a ni mirarlos poniendo los ojos en blanco de nuevo y desinteresado en todo esto.
—¿Tanto te costaba inventarte algo? —protesta Nina para el pelirrojo.
—Yo no he dicho nada, estáis sacando conclusiones.
Nina se detiene de darle los billetes a Asmodeo.
—Oh, venga ya. Si hubiera pasado algo estarías aquí alardeando de ello e hinchado como un pavo —replica el rubio.
—Eso no lo sabes. Algunas personas sí entendemos el significado de discreción.
—Seguro, Crowley, seguro —ahora es turno de Asmodeo de poner los ojos en blanco, pero el pelirrojo aprovecha el despiste para irse.
Va a ir al baño, a lavarse, vestirse con el estúpido vestido y a despedirse de Bentley en el establo de la manera más dramática posible, asegurándole que la quiere y la va a querer siempre. Esto es solo temporal y va a volver por ella lo antes posible. Que tiene que ser fuerte y tener paciencia, él nunca va a volver a querer a otro caballo como a ella jamás y si es necesario traicionará al mundo entero por ella.
Maggie sube con Aziraphale y le sonríe un poco porque la ha llamado porque está teniendo algunos problemas con sus prótesis.
—Hola, Casanova —le saluda al entrar y el rubio se sonroja un poco.
—No sé de qué hablas —asegura sin mirarla frunciendo el ceño.
—¿No? —ella sonríe un poquito—. Venga, no seguirás enfadado…
—¿Insinúas que no tengo motivos? —la mira, duramente y ella se muerde el labio.
—Venga, no te lo tomes a mal, solo intentaba ayudarte —se disculpa sonriéndole un poquito. Aziraphale suspira—. ¿Ha ido todo bien?
—¿A qué te refieres? —la mira.
—Pues a si ha ido… bien. A si te ha gustado. ¿Ha sido dulce y paciente contigo?
—¿Quién?
—¡Pues Crowley!
—Ah —Aziraphale se sonroja un poco y baja la mirada, pensando en lo que estaba pasando cuando se ha despertado. De hecho, le ha parecido que Crowley estaba… haciendo algo, como tocándose un poco o algo así y no ha sabido para nada como reaccionar o qué hacer para participar, así que lo único que se le ha ocurrido ha sido abrazarlo fingiéndose dormido, pero es desde luego la cosa más sexual y sexy que le ha pasado nunca y aun le da un poco de vergüenza de pensar en ello—. S-Sí.
—¡Oh! ¿Entonces sí habéis hecho…?
—Ugh, ¡Maggie! ¡No seas indiscreta! —la riñe, sonrojándose más.
—Así que… ¿oficialmente ya no eres virgen? Uuuuh —le molesta un poquito.
—¡Maggie! —vuelve a protestar, pero se le escapa un poco la sonrisa porque… Eso debe ser. Así lo describían en las novelas, la pareja se acostaba juntos y se abrazaban y luego el autor dejaba el resto a la imaginación del lector, así que no debía haber mucho más que eso. Aunque claro, estaban los besos y no le había besado. Pero debían ser opcionales.
Y cuando habían estudiado los órganos reproductores en la facultad de medicina… entendía como teóricamente funcionaba el proceso del esperma en el óvulo, pero nadie se entretenía en pormenores sobre como llegaba el esperma a la vagina donde alcanzar el óvulo.
Había supuestamente tenido esa especie de conversación con el padre en la iglesia antes de su boda. Este le había dicho que se limitara a tratar de ser dulce y claro con Muriel, y que su tío ya le explicaría lo que hacer. Luego había tenido esa misma conversación con su tío y este le había dicho que procurara ser asertivo pero firme con Muriel porque los herederos eran lo importante y que… la naturaleza seguiría su curso.
Bueno, si la naturaleza tenía que seguir su curso, lo que naturalmente le salía a Aziraphale era leer y sacar ideas sobre las novelas.
Uf, no puede creer que haya perdido la virginidad con un BANDIDO y caza-recompensas que además es un hombre y no podría ser más… ¡Todo! Sus primos iban a dejar de hablarle para siempre como se enterarán y ni hablar de lo que haría su tío si supiera.
Este era el secreto más grande y divertido e interesante que había tenido nunca y se sentía como el protagonista de una novela.
—Bueno, ¿vas a contármelo o no? —Maggie le saca de sus pensamientos.
—¡No! Además, no sé de qué hablas, soy un hombre viudo —asegura arreglándose su ropa.
—Sí y estabas casado con Muriel. Venga, algo tienes que explicarme… —suplica un poco.
—Maggie… —cambia él el tono a uno un poco más serio y ella parpadea—. ¿Tú y Nina...?
—¿Aja? —parpadea, porque no esperaba ahora una pregunta.
—Hacéis cosas en la... O sea, sois como… amigas ¿no? —vacila mirándole un poco inocente. Ella se sonroja.
—Pues amigas somos —ella desvía la mirada.
—Eso es lo que le he dicho yo a Crowley, pero insistía en que hacíais no sé qué cosas terribles y pecaminosas —asegura, relajándose.
—¿Qué?
—O sea, ya sabes —la mira, porque en realidad, si lo que hacen es algo como esto que ha hecho Crowley. Se imagina a Nina tocándose a sí misma un poco ¿las mujeres se tocan a sí mismas? ¿Pueden hacer eso? y a Maggie abrazándola de mientras lo hace, a verdad, tampoco le parece algo tan terrible.
—Sea lo que sea, ¡no puedes llamarlo pecaminoso y menos después de confesar que lo has hecho tú también!
—En realidad, no se sintió para nada pecaminoso —admite bajando la mirada.
—Bueno, eso es porque todo el asunto del pecado es muy relativo —suspira porque esos son los mismos problemas que Aziraphale ha tenido siempre, pero esperaba que después de que realmente lo hiciera él mismo se le pasarían un poco todo ese temor de Dios.
—No lo es, el Levítico es muy claro: "No te echarás con varón como con mujer, es abominación" —le cita y la mira a los ojos.
—¿Y en cuantos lugares la Biblia se contradice? —ella inclina un poco la cabeza—. Además, ahora con ese vestido…
—Sí, ya lo sé —suspira—. Pero aun así hay que intentar seguirla lo mejor que uno puede y esto no deja de ser una tentación demoníaca al pecado.
—Bueno, algo demoníaco definitivamente Crowley sí tiene —bromea y Aziraphale sonríe un poquito—. La parte buena es que aun puedes arrepentirte.
—Eso... me va a costar más —admite el muy cínico, haciendo reír a Maggie.
—Anda, ven aquí a que te ponga esto y bajemos a desayunar. Estaba Nina torturándole un poquito para que le cuente.
—¡No! —lloriquea un poquito, pero igual se acerca.
—Pues ya que tú no lo haces...
Se tapa la cara con las manos todo avergonzado y Maggie se ríe un poquito con eso.
—Venga, en realidad no ha querido contar nada —ella le anima un poco y empieza a ponerle las prótesis otra vez.
—¿No? —se quita las manos de la cara porque en el fondo pensaba que si ya lo había contado él y le había hecho parecer a todos un… pues un amante experto y entregado como lo describían en los libros, todo esto sería más fácil.
—¿Habrías querido que lo hiciera?
—¡C-Claro que no! —protesta porque en realidad, por otro lado, pues así se mantiene la discreción y el misterio, aunque está seguro de que Maggie va a contarles.
—Bueno, ¿Cómo ha sido entonces? ¿Te duele el culo? Creo que algunos hombres se quejan de eso.
—¿E-el culo? ¿Por? —pregunta, descolocado mirándola de reojo.
—Oh —Maggie levanta las cejas porque por algún motivo pensaba que esto iba a ser… Que Aziraphale iba a estar en la posición de abajo, pero en realidad no hay ningún motivo por el que asumir eso, claramente—. Oh. Vale.
—¿Qué?
—Nada. Si no te duele nada, pues mejor. De hecho, no tiene por qué doler nada.
Aziraphale la mira de reojo y se piensa en qué ¿por qué iba a dolerle el culo a alguien? Desde luego había gente que se quejaba de todo.
—De todos modos ¿Ya has pensado bien esto? O sea, después de Oscar y… es que es un caza-recompensas, Aziraphale, ¿Y si te rompe el corazón?
—No metas a Oscar en esto —protesta él y suspira—. No… No lo sé.
—Sobre eso, puede que le haya contado una o dos cosas a Crowley sobre él.
—¿¡Qué?! Maggie! —protesta lloriqueando un poco.
—Pues es solo que creo que tiene que saberlo —se muerde el labio.
—¡No hay nada que saber! —frunce el ceño.
—Bueno, no es eso de lo que hablábamos —ella cambia de tema—. El punto aquí es que ni siquiera puede entrar a Lemoyne.
—Ya lo sé. Arreglaremos eso —aprieta los ojos.
—¿Cómo?
—No lo sé. Con dinero, supongo. A estas alturas no sé ni si voy a seguir vivo para cuando esto acabe —suspira el muy dramático.
—No lo digas así, anda, vamos a desayunar. Seguro tienes hambre y por eso lo ves todo tan negro —sonríe ella.
—Maggie… —la mira, ella le mira de vuelta—. Gracias —sonríe sinceramente.
Ella se ríe de repente y Aziraphale parpadea un poco descolocado con esa reacción
—¿Qué?
—Pensé que ibas a ofrecerme dinero para el incendio.
Aziraphale abre la boca cómicamente con eso porque estaba tan enfocado en sus problemas que ni siquiera ha pensado en ello.
—¿Necesitáis dinero para las reparaciones? —pregunta sintiéndose culpable con esto—. Tengo algo de lo que saqué del banco en Armadillo y…
—No, no… —Maggie suspira—. Solo pensaba en cómo vas a sacar dinero ahora que te buscan por asesinato.
Aziraphale aprieta los ojos porque tampoco había pensado en ello, ¿en qué has estado pensando, Aziraphale?
—Vamos, vamos abajo. Si tendrás suficiente para el viaje a Valentine y de regreso, ¿no?
—No, Maggie, pero como me vais a prestar dinero vosotras… —ahí va abajo, siguiéndola por las escaleras.
—Pues tantas veces que nos lo has prestado tú. O regalado más bien —ella se encoge de hombros.
—No, pero no es lo mismo —insiste, preocupado.
—Bueno, vamos a llevaros a la estación y a cuidar los caballos por ahora y vemos que os dice el abogado —sentencia entrando al comedor, Nina y Asmodeo siguen ahí, hablando. Crowley brilla por su ausencia.
—Buenos días —saluda Aziraphale, sonriendo tímidamente.
—Anda, mira quien ha bajado por fin —sonríe Nina un poco molestamente—. ¿Se nos han pegado las sábanas?
Aziraphale se sonroja un montón con eso porque Nina no puede saber que… o sea, sí. Literalmente se les han pegado las sábanas porque Crowley se ha corrido en ellas. Seguro Crowley les ha contado, cielos, cielos, cielos…
—Uhm. S-Sí, lo siento —admite porque de nada sirve negarlo ahora, sin ser capaz de mirar a nadie a los ojos, sentándose—. Intentaremos ir con más cuidado la próxima vez.
Nina parpadea porque estaba usando esa expresión a modo figurado, no como que… Espera ¿Qué?
—Pero ¿entonces? —Asmodeo mira a Nina de reojo porque ¿No que Crowley les acaba de decir que no ha pasado nada?
—Bueno, no ha sido a propósito, es lo que digo —insiste Aziraphale sirviéndose café, sigue sin mirarlos.
—Un poco a propósito sí ha sido —comenta Maggie para molestarle y este se sonroja otra vez.
—¡Maggie! —protesta con eso.
Nina mira a Maggie con la boca abierta porque… ¿Qué?
—¿Estás seguro de que…? —Asmodeo empieza porque esto sigue sin hacerle sentido y Aziraphale le mira fijamente y sin sonreír como "anda, atrévete a acabar esa frase" —. Uhm…—el otro decide vacilar.
Aziraphale se empieza a untar mantequilla en un trocito de pan como si Asmodeo no hubiera dicho eso.
—Espera, Aziraphale —ahí va Nina—. Es que Crowley nos ha dicho…
—Nina, por favor —pide Aziraphale deteniéndola de hablar.
—Ehm… No, bueno, o sea… que os llevemos a la estación —cambia de tema.
—Sí, ahora después de desayunar, vamos. ¿Dónde está él? —pregunta el de blanco.
—En el establo, creo —señala con el pulgar.
—Estaba huyendo de nuestras preguntas —acusa Asmodeo.
—¿Puedes culparle? —replica Aziraphale y luego se vuelve a Nina—. Entonces nos llevaras tú con el carro, ¿verdad?
—Sí, ¿necesitas algo para el viaje? Puedo empacaros algo de comida por si acaso —ofrece ella.
—Eso sería esplendoroso. Gracias, Nina—vuelve a su sonrisa amable mientras sigue comiendo.
—O sea, pero ¿qué significa eso? —sigue Asmodeo que quiere entender esto.
—Significa que quiero mi pasta de vuelta —asegura Nina para él y este frunce el ceño.
—Se están contradiciendo, ¡no hay forma de saber quién miente! —protesta Asmodeo.
—No va a mentir Aziraphale —asegura ella.
—Deben haberse puesto de acuerdo para esto, llevo días viajando con ellos, hacen todo el tiempo lo mismo —sigue acusando Asmodeo, pero Aziraphale solo mastica su pan con mantequilla como si oyera llover—. Que uno decía una cosa y el otro, otra, ¡bien sabe Crowley que si él habría sido el que decía que sí íbamos a preguntarle más!
—No seas ridículo —Aziraphale pone los ojos en blanco y de repente agradece que esta sea la conclusión a la que llegan con esto, aunque no lo hayan planeado, les ha salido bien.
Asmodeo bufa y acaba por devolverle el dinero a Nina en lo que Aziraphale acaba de desayunar. Para cuando ya está listo, Crowley sigue en el establo intentando no llorar.
—Querido… ¿Nos vamos? —pregunta suavemente Aziraphale, yéndole a buscar. Este se sorbe un poco los mocos, le da un beso en la frente a Bentley y luego juta su frente con la de la yegua—. No es como que vayan a sacrificarla ¿sabes? Vamos a llegar tarde a la estación.
—Estamos teniendo un momento, ¿vale? —protesta un poco aun con los ojos cerrados y la misma posición.
Aziraphale pone los ojos en blanco y se cruza de brazos.
—Eres el mejor caballo que nunca ha existido —le asegura tiernamente y le da un besito en la frente.
—¡Crowley! —protesta Aziraphale, apresurándole. Este se separa un poco de la yegua, con la mano en su mejilla y le da unas palmaditas afectuosas en ella y asiente, sorbiéndose los mocos un poco antes de soltarla.
El rubio vueeelve a poner los ojos en blanco porque a él nunca le ha dicho esas cosas, ¡jum! yendo hacia afuera… y Crowley le sigue tras unos instantes.
—¡Vámonos! —Nina les sonríe desde el carro, mientras Aziraphale se despide de Maggie y Crowley tiene algunos problemas para subirse con su falda, pero no tardan en marcharse.
