Me encontraba de puntillas, cubriendo con mis palmas los ojos de una figura humana que se erigiría de espaldas a mí.

- Vale, ya puedes mirar. – Dije, bajando los brazos y colocándome al lado de aquella persona.

Al observar sus facciones de lado, pude darme cuenta de que tenía la cara y el cabello exactamente iguales que el profesor Taisho. Sin embargo, me llamaron la atención los llamativos tatuajes que lucía en su rostro. Una luna menguante adornaba su frente mientras que dos franjas de color púrpura cruzaban cada una de sus mejillas. Sus párpados estaban cubiertos de una capa de color morado, aunque no sabía discernir si se trataba de maquillaje u otro tatuaje más. Además, vestía un amplio furisode de color blanco, con figuras geométricas en rojo y llevaba dos espaldas colgadas del cinto, como si lo hubieran sacado de un cuadro de época.

- Este será nuestro hogar a partir de ahora, ¿qué le parece? – Seguí explicando sin entender en absoluto las palabras que salían por mi boca.

Eché un vistazo a mis alrededores y no tardé en identificar el interior de una sencilla cabaña de madera. Los materiales de los que estaba construida eran humildes, y constaba de una única habitación, amplia pero completamente vacía.

- No está mal. – Respondió el hombre que tenía el mismo rostro que Sesshomaru.

El porte refinado y distinguido de aquella persona no casaba en absoluto con la pobreza de aquel lugar, y sin embargo, su comentario no sonaba sarcástico o condescendiente.

- Mire, aquí en medio me gustaría colocar la lumbre, para que caliente a toda la casa, y en esta pared quiero poner una alacena, aunque aún me falta terminar de barnizarla… - Explicaba mientras me desplazaba de un lado a otro, con los pies inquietos. – Y en aquel otro lado podemos apilar los futones para hacer espacio durante el día…

Mi monólogo se vio interrumpido cuando el hombre se acercó a mí y me aprisionó contra la pared de madera, apoyando sus brazos a ambos lados de mi cabeza. La belleza de aquel rostro surrealista fue lo que me dejó sin palabras. Se movía silencioso como el viento, con la misma elegancia y delicadeza que un ser feérico. Sin embargo, había un brillo de satisfacción felina en aquellos ojos, complacidos por haber acorralado a su presa.

- Yo pienso que este es un lugar perfecto para concebir nuestras crías, ¿no crees?

Lejos de sentirme abrumada por aquella repentina interrupción, sus palabras parecieron encender un hilo de pólvora en mi interior, cruzando mi abdomen. Otro lado de mi cabeza parecía haber sufrido un cortocircuito analizando sus palabras: ¿de verdad acababa de usar las palabras "crías" para referirse a bebés? ¿Era aquello alguna fantasía de naturaleza furra? ¿Acaso tenía yo predilección por ese tipo de fetiches y me acababa de dar cuenta?

- P-pero aún es de día, Sesshomaru… - Repliqué, sin ser dueña de mis palabras.

Aquella revelación nacida de mis propios labios cayó sobre mí como un jarro de agua fría. No sólo tenía su misma cara, sino que también compartían nombre. ¿Realmente se trataba de la misma persona? Sin embargo, mis cavilaciones sobre el motivo de que aquella persona estuviera protagonizando aquella escena no detuvieron lo más mínimo el transcurso de la escena.

Él tomó mi barbilla y susurró con tono seductor:

- ¿Cuál es el problema con eso?

- S-se puede ver todo con tanta iluminación… - ¿En qué momento me había vuelto tan puritana como la protagonista de alguna novela erótica barata?

No comprendía por qué estaba actuando de aquella forma tan ajena a mí misma. Sin embargo, por encima de aquellas contradicciones, sí que parecía compartir con la interlocutora el deseo que me atraía como un imán a la persona frente a mí.

- Precisamente eso es lo que me encanta, mujer… - Respondió el hombre de cabello blanco como la nieve.

Él se inclinó para besarme, despacio, sin hacer ningún movimiento brusco. Yo lo correspondí con timidez, estremeciéndome al notar sus dedos introducirse entre los pliegues de mi kimono, acariciando la piel desnuda de mi pierna. Quise alzar mis brazos para rodear su cuello y atraer su cuerpo hacia el mío, pero mis extremidades no parecían responder a ninguno de mis comandos. Nuestros labios se separaron lentamente bajo la atenta mirada de aquellos enigmáticos orbes dorados.

- De verdad que me avergüenza que lo vaya a ver todo con total claridad… - Volví a objetar, demasiado consciente de que no sentía ningún tipo de pudor por mi desnudez, a pesar de lo que yo misma estaba diciendo.

Sesshomaru me mostró una sonrisa ladina, divertido con la situación.

- Ni que fuera la primera vez… Además… - Su boca se acercó peligrosamente al lóbulo de mi oreja, susurrando. – Luego empiezas a disfrutarlo tanto que me parece que se te olvida todo eso que dices.

Mi rostro comenzó a arder.

- A-aún así, a plena luz del día… – Balbuceé.

Estaba frustrada conmigo misma. ¿No podría simplemente admitir que deseaba que aquello ocurriera tanto como él? Era casi una tortura seguir escuchando objeciones sin sentido. Sesshomaru retrocedió y me obligó a mirarlo a los ojos mientras sostenía mi barbilla.

- ¿Quieres que me detenga? – Me preguntó, suavizando su expresión.

- No. – Pensé al unísono que esa palabra salía de mí boca. – Por favor… - Musité mientras me sujetaba a las solapas de su kimono.

Deposité un beso en su boca con delicadeza. Él me devolvió el gesto, complacido. Quería recorrer todo su cuerpo con mis manos, pero una vez más, no parecía capaz de controlar mis acciones. Sin embargo, como si hubiera escuchado alguno de mis desesperados lamentos, el hombre me colocó mirando a la pared y pegó su cuerpo al mío, permitiéndome sentir sobre mi trasero la prueba de su deseo.

- ¿Mejor así? – Preguntó en tono sugerente mientras lamía el lóbulo de mi oreja.

Asentí, incapaz de pronunciar una sola palabra. Sus manos invadieron el interior de mi ropa, deshaciendo los nudos que la mantenían sobre mi piel, rozando las sensibles áreas de mi pecho y mi vientre. Mis pezones se endurecieron al contacto con el frío aire. Volteé el cuello para mirarle y que él tomase mis labios una vez más, mientras su tacto descendía peligrosamente. Contuve la respiración, expectante de calmar mínimamente la creciente excitación acumulada en el lugar al que se dirigía…

Di un sobresalto que casi me tira de la cama al escuchar el taladrante sonido de la alarma de mi teléfono móvil. Menudo despertar más abrupto. Me levanté, aún confundida por la escena que acaba de transcurrir dentro de mi sueño, y me dirigí a la cocina guiada por la costumbre de cada mañana.

Mientras se calentaba el agua en la tetera, comencé a analizar la extraña fantasía de la que había sido testigo aquella noche. Había sido especialmente vívido, pero no había sentido dueña en ningún momento de mis acciones. Y por encima de todo, no comprendía por qué Sesshomaru había aparecido en él, mostrando una relación tan íntima conmigo… Casi parecía una broma de mal gusto el hecho de que la ambientación hubiera sido de época, dada su profesión.

Suspiré mientras vertía el agua caliente en mi taza favorita, una de cuadros amarillos y naranjas.

¿Acaso me gustaba el profesor Taisho? ¿Tanto hasta el punto de tener sueños húmedos con él? Si apenas lo conocía de nada…

Reflexioné sobre los eventos del día anterior. Después de la breve pausa para la sesión de meditación, terminamos de concretar detalles sobre los diseños hasta que me dio el visto a bueno a todos ellos. Entonces él se ofreció a traerme de vuelta a mi apartamento con su coche, a lo cual me negué educadamente. Sin embargo, insistió tanto debido a la lluvia que amenazaba con caer que finalmente terminé accediendo. No quería que todo mi trabajo se fuera al garete un día más por culpa de las inclemencias meteorológicas. Viajamos en un silencio únicamente interrumpido por direcciones superfluas sobre la dirección a mi casa, hasta que detuvo el vehículo justo en frente del bloque de edificios donde yo residía, donde me apeé sin contratiempos. Después yo me había quedado hasta tarde terminando de confeccionar los bocetos, y… nada más. Una interacción completamente normal.

No había ningún tipo de indicio directo o siquiera sugerente de que Sesshomaru tuviera ese tipo de interés en mí, y aún así no podía sacármelo de mi cabeza. Había algo en su mirada que me atraía como la miel a las abejas, de forma irracional y completamente fuera de lugar. Nos habíamos visto dos veces contadas para asuntos laborales, por el amor de Dios, ¿de dónde salía aquella lasciva obsesión por ese hombre? ¿Tan necesitada estaba, era eso?

Aquel sueño ni siquiera se adecuada a mis gustos, había sido bastante más rudo de lo que estaba acostumbrada. Le había repetido varias veces, aunque hubiera sido en contra de mi voluntad, que me sentía muy pudorosa, y, sin embargo, él había seguido insistiendo y… A pesar de todo eso, me despertaba ternura el hecho de que había comenzado a desvestirme de espaldas a él, para evitar verme, de alguna manera, respectando mis… ¿"límites"? No terminaba de decidir si aquello era perturbador o simplemente una fantasía fuera de control que yo misma desconocía tener. Solo con pensar de nuevo aquella voz grave en mi oído, sentía cómo mi interior comenzaba a encenderse de nuevo. Y el recuerdo lejano del limpio aroma a madera recién cortada me arrastraba de nuevo a aquel lugar de ensueño, donde sólo estábamos los dos…

Dejando la infusión a medias, me puse en pie para regresar a mi habitación y me quedé observando el cajón de mi mesita de noche. Tenía mucho que hacer aquel lluvioso domingo, pero antes de todo eso iba a concederme un momento de privacidad. Seguro que si acababa con ese calentón los pensamientos obsesivos y los sueños eróticos no se repetirían y podría seguir con mi vida en paz.

- Y… enviado. – Murmuré para mí misma mientras pulsaba la opción de "Enviar" de mi bandeja de entrada.

En ese mensaje iban todos los bocetos a color desde diferentes planos y con sus correspondientes anotaciones para el mi supervisor, Miyazaki. Era cerca de medianoche, pero había merecido la pena meterme aquella paliza de trabajar, pues había conseguido terminar justo a tiempo. A pesar de que me encontraba en altas horas de la noche, decidí que me merecía un buen baño antes de meterme en la cama.

Mientras la bañera se llenaba de agua observé la pantalla de mi teléfono. Había logrado detener los pensamientos obscenos tras haberme dado alivio con el juguete a pilas que guardaba en mi cuarto, pero eso no significaba que mi interés por el profesor Taisho se hubiera desvanecido ni lo más mínimo. Tenía ganas de volver a verle y hablar con él, era un hombre interesante, a su manera. Y como quien no arriesga no gana, me decidí a mandarle varios mensajes.

"Buenas noches, profesor Taisho, espero que haya tenido un buen día. Me congratula informarle que he entregado los bocetos finales a mi supervisor."

"Independientemente de lo que me diga al respecto, me gustaría agradecerle por su inestimable ayuda. ¿Le parece bien que le invite a cenar una noche que tenga tiempo?"

"Quedo pendiente su respuesta, y espero no haberle importunado a estas horas."

¿Había sido demasiado seria? ¿Se me notaba desesperada por volverlo a ver? No quería ni pensarlo, por lo que dejé el teléfono sobre la cama mientras me desvestía para ir al baño. El agua caliente acarició mi cuerpo una vez me sumergí en la bañera, amoldándose a la forma de mi cuerpo sin oponer resistencia. Aquello sí que era una delicia para los sentidos, podía dejar la mente en blanco, sin pensar en nada, ni el trabajo, ni el dinero, ni en el futuro, ni en mi deprimente vida amorosa…

Al terminar de asearme y ponerme el pijama, sin embargo, no pude mantener mis pensamientos alejados del misterioso profesor de historia y comprobé maravillada entre las notificaciones del teléfono móvil que me había respondido:

"Nada me agradaría más que disfrutar de su compañía de nuevo."

"¿Le parece bien vernos el viernes por la noche?"

"Y por cierto, no es necesario que guarde las formas en exceso conmigo, le recuerdo que no soy su jefe ni nada por el estilo."

Hacía mucho que un simple conjunto de letras no me hacía tan feliz.

Durante toda la semana me sentí como una colegiala, impaciente dentro de mi burbuja de color rosa, ansiosa por que llegara la ansiada cita del viernes. Aunque, por supuesto, eso no quería decir que la cruel realidad no siguiera discurriendo con normalidad, llena de reveses y contratiempos.

El lunes en la oficina fue un absoluto infierno, pues tuve que defender todos y cada uno de mis diseños para convencer a mi supervisor de que no modificase ninguno de los cuidados detalles, convenciéndole de que todos tenían un motivo de peso para su razón de ser.

El martes casi llegué tarde a la oficina, por culpa de haberme quedado fantaseando la noche anterior sobre cómo sería el sexo con Sesshomaru, y fui relegada durante el resto del día a tareas irrelevantes, aunque caóticas e igualmente agotadoras.

El miércoles tuve que repetir la reunión que había tenido al comienzo de la semana con la directora Ichijou, aunque fue mil veces más devastadora. La implacable mujer terminó por desechar dos de mis propuestas, por considerarlas "poco rentables" respecto a los materiales. También machacó mucho el tema de que las referencias al dorama no eran suficiente explícitas, sugiriendo añadir el rostro o el nombre del personaje al que hacía referencia en la prenda. Por fortuna, logré que desechase aquella espantosa idea argumentando que quien hubiese visto la serie podría identificar las referencias sin ningún problema, que no era necesario interpretar demasiado. Finalmente, logré que aceptara el resto de bocetos para su reunión con el cliente.

El jueves, me enteré, al escuchar por encima una conversación entre Miyazaki y la directora del proyecto, de que había otros dos becarios encargados de otros bocetos para la misma línea, por lo que tenía una competencia adicional con la que no contaba. Aquel descubrimiento me hizo sentirme aún más insegura: ¿qué pasaría si aceptaban la propuesta de otra persona en mi lugar y me daban la patada? Aunque tenía sentido que no se jugasen todo a una sola carta, me sentí profundamente molesta por la inesperada noticia…

Y finalmente, viernes. Día de papeleo. La directora y mi supervisor habían tomado un tren a Kyoto para reunirse con el cliente para dar el aprobado oficial a los diseños que finalmente formarían parte de la colección "Sengoku", pero no podía importarme lo más absoluto. Sólo quería llegar a mi casa y olvidarme del trabajo por completo. Después de todo, lo más probable era que en pocos días me encontrase mandando mi currículum a cualquier bar de mala muerte de nuevo para poder seguir pagando mi diminuto piso. No quería hacerme más ilusiones, ya que si ni siquiera quienes iban a presentar mi proyecto apostaban en serio por ello, no había forma de que fueran a ser bien recibidos por el cliente final. Game Over.

Odiaba ser pesimista, pero no era la primera vez que me volcaba de lleno en un proyecto para terminar de patitas en la calle por no ser suficiente. Así que no merecía la pena sufrir pensando en cómo podría estar yendo la reunión, a kilómetros de allí. Quería volver a sentirme viva aquella noche de una vez por todas. Incluso si no era nadie ni había conseguido nada, seguir desviviéndome por un lastimero puesto no iba a hacer más que hundirme más en la miseria. Tenía la necesidad de retomar mi vida privada, que llevaba en pausa desde que había finalizado mis estudios. Por lo menos, habían transcurrido cuatro años de eso, así que ocurriese lo que ocurriese aquella noche, estaba decidida a disfrutarlo al máximo.

Sesshomaru y yo habíamos quedado en un restaurante italiano ubicado en Harajuku, bastante popular y con precios económicos. Y por supuesto, cuando una iba a visitar uno de los barrios más influyentes en lo que respectaba a moda urbana, una servidora no podía ir vestida de cualquier manera. Tras sopesar varias opciones, terminé vistiendo un vestido ceñido de color azul eléctrico, con un estampado de cuadros blancos, y las mangas abombadas en los hombros. Adorné mi cabello con horquillas plateadas y me calcé unas botas de caña alta de color blanco, las cuales estaban recubiertas de un cálido pelito del mismo color. Me cubrí con una larga gabardina gris junto a una bufanda blanca rodeando mi cuello para resguardarme del frío.

Por supuesto, teniendo en cuenta uno de los posibles finales de la noche, me había asegurado de seleccionar cuidadosamente las prendas interiores de encaje blanco debajo de mi ropa. Estaba tan ansiosa por probar su piel que mi imaginación se había prendido como la pólvora, esperando a alcanzar el final del camino, donde sabía que aguardaba una más que esperada combustión de luz y color.

Sintiéndome coqueta y poderosa por primera vez en mucho tiempo, me encaminé al lugar de la cita, emocionada. No estaba segura de cuál podía ser el gusto del profesor Taisho, pero deseaba sorprenderlo gratamente con mi apariencia de aquel día. Esperaba no haberme pasado con el rímel o la altura de los tacones de mis botas. Él parecía un hombre discreto, quizás no le gustaban los colores tan llamativos. Estaba comenzando a dudar de todas y cada una de mis decisiones a medida que me acercaba al lugar. Traté de recordarme a mí misma que tampoco era el final del mundo si no le gustaba al profesor Taisho, había muchos más peces en el mar. Una amplia gama de ellos, de hecho.

Cuando entré al restaurante, localicé el llamativo porte de Sesshomaru de inmediato. Se encontraba de pie junto al mostrador, a la espera de que algún camarero le indicase dónde podía tomar asiento. Eso significaba que no debía de haber pasado mucho tiempo desde su llegada al lugar. Vestía una impecable camisa blanca y unos vaqueros oscuros, del mismo color negro de su abrigo. Llevaba una corbata alrededor del cuello, anudada de forma desenfadada. El conjunto era tan sencillo y pulcro que me recordó a la decoración de su casa. Me acerqué a él para saludarlo, tratando de ocultar mi nerviosismo.

- Buenas, noches, profesor Taisho. Veo que ha llegado pronto.

Él posó sus ojos sobre mí, ligeramente descolocado.

- Me sorprenderle verla tan temprano por aquí, estaba pidiendo una mesa para los dos.

Le dediqué una sonrisa burlona.

- Hoy no puede decirme que he sido impuntual, ¿verdad?

Sesshomaru comprobó el reloj de su muñeca al momento.

- Ciertamente. Estoy orgulloso de usted. – Respondió con sorna.

En ese momento, apareció una amable camarera que nos llevó a un rincón del restaurante donde escaseaba el gentío, al menos por el momento. Tras la semana tan ajetreada que había sufrido, agradecía enormemente la tranquilidad de aquel lugar. Mientras hojeábamos la carta, pedimos una botella de vino para calmar la sed de ambos.

- ¿Viene muy a menudo por este barrio, señorita Hanazono? La veo muy mimetizada con el ambiente de por aquí.

Me hizo feliz que se hubiera fijado en el outfit que había elegido con tanto esmero.

- Trabajo para una firma de diseño, después de todo, y Harajuku es el epicentro de moda urbana de la ciudad. – Le dije, orgullosa. – Pero hábleme mejor de su trabajo, ¿qué tal ha ido la semana en la universidad?

Sesshomaru dio un sorbo a su copa de vino tinto, sereno como la mar en calma.

- Seguro que no ha sido nada interesante en comparación con la suya. Aún no me ha dicho qué tal ha ido todo con esos bocetos.

Suspiré, sintiendo cómo el peso de toda la semana volvía a recaer sobre mis hombros. Realmente no me apetecía pensar más en mi trabajo.

- Bien, bueno… más o menos. Aún no se ha decidido si van a ser seleccionados.

El hombre arqueó una ceja, extrañado.

- ¿"Seleccionados", dice?

- Resulta que habían encargado el proyecto a otros becarios aparte de mí, así que, sí... Es probable que todo nuestro trabajo no llegue a salir a la luz nunca. – Me lamenté, girando la copa de forma distraída.

El hombre se tomó unos segundos antes de volver a abrir la boca.

- No me dé más crédito del que merezco. – Comentó con aire perspicaz. – Sería toda una lástima que todo su empeño no fuera reconocido de ninguna manera, la verdad. ¿Hay algo que pueda hacer para reconfortarla?

Detuve el movimiento mecánico de mi mano alrededor del cuello del vidrio que contenía mi bebida para observarle directamente a los ojos.

- La verdad es que creo que dejar de hablar del trabajo estaría bien, para empezar. Y terminar con las formalidades también me pondría de mejor humor.

Aquello pareció tomarle por sorpresa, aunque su expresión se suavizó con aquella petición.

- ¿Quieres que te tutee, entonces?

Era la única persona que conocía que conseguía sonar elegante a pesar de no estar utilizando honoríficos.

- Sí, creo que es más cómodo para ambos. – Respondí, más animada. - ¿Puedo llamarte Sesshomaru, a secas, a partir de ahora?

- Por supuesto. – Sus ojos parecieron emitir un destello dorado mientras me estudiaban con atención. - ¿Tú cómo prefieres que te llame: Kaori o Rin?

El hecho de que recordase aquella ridícula anécdota que le conté el día que nos conocimos me hizo sonrojar. Recé porque el maquillaje cubriera la prueba de la timidez que creía haber dejado atrás en la adolescencia.

- C-como tú prefieras, Sesshomaru. – Balbuceé, intimidada ante su penetrante mirada.

Fui salvada de aquella vergonzosa situación por la camarera, que acudió para tomar nota de nuestra comanda. Había estado tan enfocada en la conversación con el profesor de historia que no había consultado los platos que ofrecía el restaurante. Sin embargo, terminé pidiendo el primer plato que me sonó familiar para no hacer a la chica esperar más mientras yo me decidía.

- ¿Es la primera vez que pasas por Harajuku, entonces, Sesshomaru? – Le pregunté, casualmente.

- Sí, la verdad es que suelo evitar los lugares tan concurridos. Prefiero ir a la montaña a despejarme, cuando tengo tiempo.

Se me escapó una risilla ante aquella confesión.

- La verdad es que te tenía por una rata de biblioteca antes que por una persona de exteriores, si te soy sincera. – Admití, burlándome de él. - ¿Alguna cosa más que deba saber?

- En ese caso, imagino que te sorprenderá que también practico kendo, ¿no es así? ¿Tampoco me tenías por una alguien atlético?

Por algún motivo, la imagen de Sesshomaru con el pelo recogido en una cola alta, vestido como un samurái, no se me antojaba tan extraña. Le quedada bien, al menos en mi imaginación.

- Pues no lo había pensado, pero dado que tu especialidad es la historia de Japón, me encaja bastante. ¿Empezaste a practicarlo porque te gustan las espadas antiguas? – Inquirí, recordando la única decoración de su casa.

Hubo una breve interrupción mientras nos servían la comida, tras lo cual, él me explicó:

- Las katanas que viste son un recuerdo de mi padre, parte de su herencia. – Expresó con su característico tono calmado. - Y practico kendo simplemente porque me hace sentir más libre, como si pudiera conectar mejor conmigo mismo de esa manera, alejado de las convenciones sociales contemporáneas.

A veces hablaba con aquel tono místico e intelectual que le envolvía de un atractivo halo de misterio, casi invitándome a obtener más información sobre él.

- Está bien tener alguna vía de escape para liberar estrés, la verdad. – Le concedí, cuando empezó a sonar mi teléfono. – Disculpa un momento, puede que sea mi supervisor… - Observé en la pantalla que se trataba de Tomoki. Algo molesta, me preguntaba qué querría de repente, comprobé que no tenía ningún mensaje suyo previo. – Bueno, parece que no es urgente… - Musité mientras hacía amago de guardar de nuevo el objeto en el bolso.

- No te preocupes por mí. Atiende la llamada.

Me disculpé una vez más antes de presionar el botón de color verde.

- ¿Qué quieres, Tomoki? Estoy fuera de casa. – Mascullé en voz baja, dándole la espalda a Sesshomaru por un momento.

- ¿Has salido? ¡Increíble, ya era hora de que abandonaras la cueva, Rin! – Me felicitó él con tono jocoso. – Oye, justo estaba a punto de invitarte a salir de marcha a la Sala Adam esta noche, ¿te apuntas?

¿Me apetecía ir a bailar a la discoteca para darlo todo? Por supuesto que sí. Estaba más que arreglada para la ocasión y en los últimos años no había hecho más que rechazar aquel tipo de invitaciones.

- Me apetece muchísimo, pero he quedado con alguien, y…

- ¿Quién? – Me interrumpió, tan metomentodo como siempre. – ¡¿Estás en una cita?!

¿Por qué ese muchacho tenía la manía de hablar con tal torrente de voz? Esperaba que Sesshomaru no hubiera podido alcanzar a oírlo.

- No exactamente, y…

- Anda, chica, te vas a poner tímida a estas alturas. ¡Venid juntos, sin problema!

- No sé si… Va a ser buena idea. – Musité, hablando cada vez más bajo.

¿Realmente estaba bien plantarme en una fiesta con su antiguo profesor de la facultad? Se me antojaba bizarro, pero no sabía cómo hacérselo saber sin hacer mención a la persona en cuestión… Que estaba sentada justo en frente mía.

- ¡No te oigo bien, nena! – Se quejó. - ¡Bueno, yo os espero por aquí, búscame cuando llegues! ¡Chao!

Y me colgó, tan impulsivo como siempre. Tragué saliva, bloqueando el teléfono mientras me giraba hacia Sesshomaru de nuevo.

- ¿Va todo bien, Rin? – Me preguntó Sesshomaru.

El hecho de que me llamase por mi apodo de forma tan familiar me dejó la mente en blanco unos instantes. No me molestaba, ya que me sentía cómoda con que me llamasen así, pero por algún motivo, que él pronunciase aquel nombre se sintió muy diferente. Saliendo de mi ensimismamiento, noté que él había dejado sus cubiertos a un lado mientras yo hablaba por teléfono. Tomé los míos para que siguiera comiendo tranquilamente, me apuraba que fuera tan considerado con cada mínimo detalle.

- Sí, bueno, esto… Se trata de Tomoki, el amigo que le comenté… El que me habló de ti y pidió la cita en el departamento, que fue alumno tuyo…

- Ah… - Fue su turno de quedarse completamente en blanco mientras yo esperaba una reacción por su parte. Ninguna de las pistas parecía hacerle identificar a la persona de la que le hablaba.

- No te acuerdas de él, ¿no?

Sesshomaru bebió rápidamente un sorbo de vino, tratando de mantener su semblante inexpresivo.

- No le pongo cara, he tenido muchos alumnos, como para recordarlos a todos…

Reí incómodamente. Definitivamente, ser muy extraño si los juntaba en una discoteca, ¿verdad?

- Es normal, llevas muchos años en la docencia.

- Solo llevo seis en la universidad de Tokyo. – Admitió. – Sin embargo, sí, tengo varios grupos de estudiantes por semestre y es difícil recordarlos una vez finaliza la asignatura. No se me dan bien los nombres.

Por algún motivo, ese comentario hizo que mi corazón diera un pequeño vuelco. ¿No tenía buena memoria para los nombres, pero recordaba incluso mi apodo de cuando era niña tras haberlo comentado en una anécdota? Memoria selectiva, sin duda.

- Bueno, no importa, la cuestión es que me ha invitado a salir de fiesta esta noche, pero como le he dicho que estaba acompañada ha insistido en que vayamos los dos. Sin embargo, no sé si será muy incómodo, ni siquiera sé si te gusta salir en ese ambiente, ya que has dicho que evitas los lugares concurridos…

- ¿Tú quieres ir? – Me preguntó, evitando los rodeos.

- Me apetece, sí, pero también estoy cómoda aquí cenando contigo.

¿Había dejado suficientemente claro que estaba interesada en él sin delatar lo desesperaba que estaba porque no se marchase?

- Nunca he ido a una sala de fiestas. – Comentó, pinchando con su tenedor uno de los canelones de su plato. – Puede ser interesante ir a echar un vistazo.

No pude evitar pensar en él como un científico loco observando a sus conejillos de indias tras aquel comentario.

- Podemos seguir con nuestros planes, de verdad, voy a escribirle y decirle que le veré otro día. Después de todo, mis planes de esta noche eran contigo.

Él se limpió la boca delicadamente con una servilleta.

- Puedes pasar el resto de la noche conmigo. – Dijo, en tono sugerente. – En esa fiesta, donde quieres estar también. ¿Cómo lo ves?

Maldición. ¿Por qué sonaba tan sugerente cuando lo proponía de aquella manera? ¿Acaso lo hacía a propósito para provocarme?

Me preguntaba si podría pasar de aquella noche sin lanzarme a probar su boca, y puede que algo más.

Notas: Cada día me pregunto más si me está quedadno muy raro el Sesshomaru de esta historia... Estoy muy contenta con el resultado de la Rin del mundo contemporáneo, pero no estoy segura en el caso de él. ¿Qué os parece? ¿Es demasiado socaibles o sólo me lo parece a mí?

Se van sumando flashbacks a esta historia... Espero que se entienda la línea de esta historia correctamente, espero que os guste tanto como a mí según la vayáis descubriendo. Parece que va subiendo la temperatura ente estos dos, ¿tenéis ganas?