Notas: ¡Regresamos un domingo más! He corregido infinitas veces los diálogos de este capítulo, así que espero que resulten fluidos T_T Soy consciente de que es demasiada información de golpe, me disculpo de antemano por si se os hace muy denso.

¡Gracias de corazón a todas las personitas que me hacéis llegar vuestro apoyo a esta historia! 3

Mi cabeza no paraba de dar vueltas desde aquella fatídica confesión por parte de Sesshomaru.

Quería volver a verle. Pero a la vez, también quería borrar su existencia de mi vida. Dios, no sabía cómo debía sentirme respecto a todo lo que había dicho aquel hombre.

¿Cómo podía haber sido tan estúpida para creer que alguien así realmente estaba interesado en alguien como yo?

Aún estaba a tiempo de fingir que no recordaba la conversación de aquella noche por culpa del alcohol. Pero sabía que no podría actuar como si no hubiera ocurrido nada, con las emociones tan a flor de piel.

Menuda velada más desastrosa.

Los incesantes pensamientos me atormentaban mientras me abrazaba a mis piernas sobre la cama, incapaz de dormir. Incluso si trataba de cerrar los ojos, temía más que a nada ser testigo de nuevos recuerdos que no me pertenecían. Retazos de las vidas de otras mujeres con el hombre del que estaba empezando a enamorarme. La aceptación de aquella realidad dolía, me destrozaba demasiado por dentro.

Aunque Sesshomaru había hecho mención a la reencarnación de mi alma… ¿Eso significaba que yo efectivamente era la misma persona que todas ellas? ¿A pesar de que aquellos recuerdos y actitudes no se sintieran como propios? Ya no tenía claro ni quién era, o quién había podido ser en el pasado. Una parte de mi se arrepintió de no haber preguntado más al respecto… Mis sueños únicamente mostraban retazos de vidas pasadas, pero no me ayudaban a comprender el transcurso real de los acontecimientos. Había demasiados espacios en blanco entre unos y otros.

Sin embargo, no sentía que tuviera valor suficiente para preguntarle por aquellas mujeres del pasado. ¿Acaso eso no suponía aceptar sus sentimientos por…? ¿Por alguien que nunca había sido yo?

Pensé que ojalá pudiera simplemente olvidarme del asunto y no volver a verle nunca más. Pretender que nunca había existido sería lo más sencillo, pero… Mi corazón parecía hacerse pedazos ante aquella idea. No era lo que quería. Sabía que necesitaba hablar con él un poco más las cosas para poder calmar mi mente, pero…

No tenía ni idea de cómo abordar tantas emociones contradictorias. Solo pude empezar a llorar mientras hundía la cabeza en la almohada. Me dolía mucho la cabeza.

Y así, aunque me aterrorizaba… Terminé por quedarme dormida de puro agotamiento psicológico.

- Gracias por venir a comprar nuestros dulces todas las semanas, joven. – Aquellas palabras salieron de mi boca sin que yo supiera el contexto de ninguna de ellas. – Que sepas que nos haces el negocio con tus generosas contribuciones.

Como no podía ser de otra forma, tenía frente a mí a Sesshomaru, con la misma apariencia de siempre, como si el tiempo realmente no pasara por él. En cambio, mis manos, que le tendían una cajita de madera, se veían arrugadas y estropeadas por la edad.

- El placer es todo mío. – Respondió, cortés, aceptando de buen grado el paquete que le había ofrecido. – Tengo suerte de poder adquirir unos manjares así tan a menudo.

Dejé escapar una risotada, totalmente opuesta a todo lo que estaba sintiendo.

- Puedes ahorrarte las zalamerías conmigo, muchacho, ya estoy muy anciana para aceptar pretendientes. – Bromeé. – No me dirás que no tienes ya una prometida, con lo apuesto que eres.

Sesshomaru rehuyó mi mirada directa, aunque sin perder la cordialidad.

- No… No estoy muy interesado en esos asuntos. – Respondió, escueto.

Mi propio tono, que había sido muy jovial hasta el momento, se ensombreció de repente:

- Deberías planteártelo seriamente al menos una vez en tu vida, sé de lo que hablo. Antes de que te des cuenta de que te has vuelto mayor y no tienes a nadie a tu lado. Las oportunidades a veces pasan frente a nuestros ojos sin ser conscientes de que jamás volverán. No me gustaría que tuvieras los mismos arrepentimientos que esta vieja.

El hombre de cabello plateado, el cual era probablemente siglos mayor que la mujer con la que estaba hablando, a pesar de que ella no fuera consciente, aceptó su consejo con una dócil sonrisa.

- Lo pensaré, aunque… En realidad, sí que tengo a una persona en mente.

- ¿Ah, sí? – Basta, pensé. No preguntes, anciana. - ¿Y cuál es el nombre de la afortunada?

¡No quiero saberlo…!

- … Rin. – Respondió Sesshomaru tras una dramática pausa.

¡DESPIERTA!

Me incorporé en la cama de un sobresalto, jadeando. Esta vez, el despertador no retumbaba en la habitación. Suspiré, aliviada por haber escapado de aquel recuerdo. Sin embargo, el vacío seguía instalado en mi pecho tras haber visto sus ojos dorados teñidos de tristeza una vez más.

Para evitar pensar en todo el asunto de Sesshomaru, dediqué el día a gestiones productivas, entre ellas, mandar un correo a Miyazaki rechazando educadamente su oferta. Decidí que no podía seguir perdiendo más tiempo de mi vida en una empresa que me valoraba como me había ganado que lo hicieran. Dudé antes de pulsar el botón de "Enviar", pero me sentí mucho más liberada tras hacerlo. Me convencí de que había tomado una buena decisión.

Una vez pasado el mediodía, repasé mi currículum y decidí salir en busca de un trabajo de medio tiempo, para poder sufragar mis gastos cotidianos hasta que apareciera una buena oportunidad en mi campo. Caminar y sentir el aire en la cara me ayudó a despejarme, por lo que estaba cada vez más convencida de que estaba haciendo lo correcto.

Mientras seguía mi recorrido por diferentes tiendas presentando mi solicitud de empleo, comencé a notar que había múltiples pósteres en los alrededores sobre un gato perdido. Normalmente, no prestaba atención a aquel tipo de anuncio tan común como desolador, pero había una cantidad tan exagerada que era imposible no reparar en ellos.

Me detuve a leer uno de los carteles para fijarme en los rasgos del animal, por si lo veía de camino a casa, y podía cumplir con la buena acción del día. Eso me ayudaría a sentirme mejor, probablemente.

Se trataba de un macho tricolor de avanzada edad, regordete y con una característica mancha marrón en la oreja izquierda. Arrugué la nariz, extrañada, pues tenía entendido que la amplia mayoría de gatos tricolores eran hembras, por lo que no debía ser difícil de identificar. Leyendo la información del panfleto, al parecer el animal respondía al nombre de "Buyo".

- ¿Rin? ¿Eres tú?

Me quedé petrificada al escuchar una voz desconocida pronunciar aquel nombre. Al girarme para identificar a la interlocutora, me encontré con una muchacha vestida con un familiar uniforme de marinero de color verde. Al verla, sentí cómo me mareaba y caí sobre mis rodillas, perdiendo las fuerzas de mis piernas de forma repentina. Mi visión se estaba volviendo borrosa por momentos.

- ¿Estás bien? – Exclamó la joven desconocida arrodillándose a mi lado, para evitar que terminase desplomada sobre el suelo de la calle.

Mirándola bien, me di cuenta de que no llevaba un uniforme escolar, sino unos vaqueros y un suéter azul oscuro. Cargaba una voluminosa y llamativa mochila amarilla en la espalda. ¿En qué momento y por qué mi cabeza la habían percibido con otra ropa tan diferente? ¿Y por qué diablos esa chica conocía aquel endemoniado nombre que no era el mío?

- ¿Nos conocemos de algo…? – Balbuceé, tomando la mano que ella me había ofrecido amablemente para ayudarme a ponerme en pie.

- ¡Ay, ahora que me fijo…! – Exclamó la joven, nerviosa. - ¡C-creo que me he equivocada! Disculpa, creo que te he confundido con otra persona…

La miré con seriedad. Parecía una chiquilla recién graduada del instituto, y su actitud no era sospechosa en sí, pero… Sesshomaru me había parecido una persona completamente normal en un principio. ¿Se trataría de otro yokai que me había conocido en el pasado?

- ¿Puede ser que me conozcas de hace mucho? – Inquirí, seria. La joven se quedó muda, sin saber qué contestar. - ¿De hace siglos atrás? – Insistí.

La muchacha se quedó blanca como el papel al escuchar mis palabras. Sin ocultar su desconcierto, soltó mi mano y echó un vistazo a los alrededores antes de sugerir:

- ¿Te parece que vayamos a hablar a algún sitio más tranquilo?

En busca de un lugar privado donde poder conversar sin interrupciones ni oyentes indiscretos, estuvimos de acuerdo en entrar juntas a una sala de karaoke. Entre nosotras flotaba un silencio tenso, en el que ninguna nos atrevimos a hablar más de la cuenta. Parecía como si ambas tuviéramos mucho en lo que pensar con aquel fortuito encuentro.

Una vez dentro de la sala insonorizada, y con bebidas refrescantes para cada una sobre la mesa, no pude contener por más tiempo las preguntas más urgentes que rondaban mi cabeza:

- Ahora que ya estamos en un sitio más calmado… Dime, ¿quién eres? – Comencé a interrogarla. - ¿Y de qué me conoces?

La chica se mostró sorprendida, e incluso casi decepcionada ante aquella cascada de preguntas.

- Mi nombre es Kagome Higurashi, disculpa que no me haya presentado antes…

La joven se quedó en silencio, observándome con cautela. Cuando iba a dispararle una nueva retahíla de preguntas, me di cuenta de lo irrespetuosa e inquisitiva que estaba siendo con aquella desconocida.

- Yo tampoco te he dicho mi nombre todavía... Soy Kaori Hanazono.

Un nuevo silencio volvió a instalarse entre nosotras, como si no nos atreviésemos a dar un paso en falso, o dar más información de la cuenta. En aquel punto, comencé a dudar, ¿y si realmente se trataba de una chica aleatoria que genuinamente me había confundido con otra desconocida que respondía al nombre de "Rin"? ¿No era un nombre tan poco común, no?

Mientras la cabeza me daba vueltas, Kagome se decidió a romper el hielo:

- Entonces… Kaori, ¿no? – Asentí, algo desubicada por el ritmo frenético de mis pensamientos. La expresión de la muchacha se tornó melancólica con aquella confirmación. – Disculpa, es que… Te ves idéntica a… Otra persona que conozco.

Entrelacé los dedos de mis manos, apoyándolos sobre mi regazo.

- Te refieres a la que llamas "Rin", ¿no es así? – Sentía un vacío en el pecho cada que pensaba en aquel nombre, que tal y como sospechaba, debía pertenecer a otra mujer, probablemente a aquella de la cual se había enamorado Sesshomaru. Aunque no sabía nada al respecto de ella ni de su vida, no podía evitar comenzar a sentir rechazo por su simple existencia. – ¿De qué la conoces?

Kagome miró su bebida, evitando el contacto visual directo conmigo. No parecía distraída, sino más bien, se la veía debatiendo consigo misma.

- No sé… Si me creerías. – Musitó, finalmente.

- ¿Eres un yokai? – Pregunté sin tapujos.

Kagome me observó con una expresión de completa ingenuidad, con la boca entreabierta.

- ¡No, en absoluto! Soy una humana normal. ¿Crees… en la existencia de los demonios? – Preguntó, sorprendida, aunque ligeramente aliviada.

Parpadeé perpleja durante unos instantes. No me apetecía contarle a aquella desconocida todo lo acontecido con Sesshomaru, y como me había enamorado de un monstruo... Pero se la veía muy desolada, como si no pudiera compartir aquello con nadie más. Además, tampoco estaba segura de si obtendría todas las respuestas que necesitaba si no me sinceraba con ella, por lo que supe que no me quedaba más opción que arriesgarme a que me tomase por loca.

No tenía mucho que perder en aquellas circunstancias.

- He conocido a un yokai no hace mucho. – Admití en un hilo de voz. – Desde entonces, he tenido muchas visiones sobre… Vidas pasadas, al parecer. Y él me ha dicho que lleva enamorado de mí más de quinientos años, ¿es absurdo, verdad? – Me sentía como una estúpida al hablar de todo aquello en voz alta, estaba convencida de que aquella chica iba a terminar llamando al hospital para que me ingresasen en un psiquiátrico.

Sin embargo, Kagome se puso en pie de un salto, dando un golpe seco en la mesa, con la mandíbula desencajada. Me llevé un sobresalto tal que sentí que casi se me sale el corazón por la boca.

- ¡¿Estás hablando de Sesshomaru?! ¡¿Está aquí?! – Exclamó, con los ojos muy abiertos.

Su exagerada reacción me sobresaltó. ¿Lo conocía previamente? Tragué saliva, abrumada. Una pesada losa cayó sobre mi conciencia al darme cuenta de la inmediata asociación que había hecho entre la chica llamada Rin y un demonio enamorado de ella.

Ante mi estupefacción, Kagome volvió a tomar asiento lentamente. Parecía avergonzada de su reacción desmedida.

- Es increíble… Que haya sobrevivido hasta esta época… - Me dirigió una mirada llena de emoción. – Pero tiene sentido… Tú debes ser la reencarnación de Rin.

Aquello terminó de despejarme cualquier duda que me pudiera quedar al respecto de lo que había dicho Sesshomaru. Después de todo, una completa desconocida como aquella no tenía ningún motivo para mentirme, ¿verdad?

- Esto… Kagome. – La llamé, interrumpiendo el estado de trance de la joven. – Lo cierto es que me encuentro muy confusa y me gustaría que me dieses algunas respuestas, dado que pareces entender lo que está pasando mucho mejor que yo. ¿Quién es Sesshomaru realmente?

Ella dejó escapar una risa nerviosa.

- Sesshomaru es… - Se interrumpió a sí misma, girando la cabeza a ambos lados. – No tengo ni idea de quién sea ahora mismo, pero… Hace quinientos años, durante el período Sengoku, él era uno de los demonios más fuertes y despiadados. Uno que despreciaba a los seres humanos por encima de todo lo demás, inspirando terror a todo quien tenía la mala fortuna de cruzarse en su camino. – Me quedé completamente helada escuchando su relato. Aquella descripción no encajaba lo más mínimo con la persona que yo conocía, pues actuaba amable y educado con todo el mundo; aunque ciertamente, su trato era meramente cordial, nunca extremadamente cercano con nadie, pero… Me costaba mucho imaginarlo como una bestia despiadada que odiaba a las personas. – Sin embargo, todo eso cambió cuando él conoció a Rin. Ella le convirtió en una buena persona.

Aquel nombre volvía a aparecer una vez más, como una maldición que se empeñaba en perseguirme.

- ¿Quién era Rin? – La interrumpí abruptamente, incapaz de contener mi curiosidad por más tiempo. - ¿Para él? ¿Para ti? ¿Qué tipo de persona era?

Quizás, si aprendía más sobre ella, podría comprender por qué su mera existencia me causaba rechazo. La chica frente a mí pareció apabullada ante mi interrogatorio. Kagome se recostó contra su asiento, reflexiva.

- Por dónde empiezo… - Musitó, con la vista clavada en su bebida. - Rin es… Era una chica normal, de origen humilde, aunque muy dulce. Era el tipo de mujer que ponía a los demás siempre por delante de ella misma. Se trata de una de las personas más consideradas que he conocido jamás. – Kagome hizo una breve pausa, sumida en sus recuerdos. – Ella, en realidad… lo pasó muy mal por culpa Sesshomaru al principio. Como te he mencionado, su historial era problemático, pues él había hecho cosas bastante cuestionables, y descubrirlo la hirió mucho... Porque para cuando Rin fue consciente de la verdadera naturaleza de Sesshomaru, ya estaba perdidamente enamorada de él. – Los ojos de Kagome brillaban en la penumbra de la sala, perdida en su relato. – Es por eso que Rin jamás quiso darse por vencida. Decidió confiar en él, de forma casi ciega. – Los ojos de Kagome comenzaron a brillar con emoción mientras se sumergía en sus recuerdos. – Y Sesshomaru respondió a los sentimientos de la humana con la misma lealtad que un perro fiel a su dueño. De ese modo, Rin consiguió ablandar el frío corazón de Sesshomaru con el tiempo, convirtiéndolo en un demonio más apacible, que estaba dispuesto a luchar por los demás. Sí, Sesshomaru nunca volvió a ser el mismo desde que ella apareció en su vida. Él, el yokai que siempre había estado solo, y al que no le importaba nadie más que sí mismo, llegó a desvivirse por proteger el mundo en el que vivía su amada. Así de poderosa fue la influencia de esa chica normal sobre él. – Concluyó la muchacha, con una sonrisa nostálgica.

Me quedé sin palabras mientras asimilaba las apasionadas palabras de Kagome. Aquella sencilla chica sonaba como una persona increíble, capaz de calmar a una de las bestias más poderosas del mundo, única y exclusivamente con su amor y devoción hacia él. ¿Realmente era posible cambiar tanto a una persona de aquella manera?

- ¿Qué ocurrió después con ellos? – Inquirí, sintiendo una opresión en el pecho. - ¿Estuvieron juntos durante toda su vida?

El hecho de que Sesshomaru hubiera perseguido el alma de aquella muchacha durante tantos siglos me daba mala espina. Debía de haber ocurrido algo más, ¿o realmente todo había acabado como un cuento de hadas? Entonces, ¿por qué parecía tan atormentado cuando me había confesado todo aquello?

- La verdad es que eso se me escapa. – Admitió con pesar. – Hace casi dos años que no he podido regresar al período Sengoku. Así que no sé qué ha podido ser de ellos. Lo siento.

- ¿Regresar? ¿A qué te refieres?

Kagome dio un largo sorbo a su bebida para hidratar su garganta. Tanto relatar debía de ser agotador para sus cuerdas vocales, después de todo.

- La verdad es que… Antes, yo podía viajar al pasado. Para no extenderme mucho, un día descubrí un portal que conducía al período Sengoku dentro del templo Higurashi, donde vivo con mi familia. Aunque sé que suena como una locura…

Su expresión era amarga mientras explicaba aquel milagroso mecanismo. Muchas personas darían lo que fuera por poder echar un vistazo a épocas anteriores, me sorprendió que no me mostrase entusiasmada por un descubrimiento como aquel.

- Te creo. – Le aseguré, segura. – Ahora mismo, me creo cualquier cosa que me digas. – Sus palabras eran lo único a lo que podía aferrarme, y no tenía sentido que conociese a Rin de ninguna otra manera, por lo que no cuestionaba la veracidad de sus palabras.

Entonces la chica asintió, con una expresión de aflicción en el rostro. Kagome se había mostrado cabizbaja hablando de todo aquello, pero había estado tan centrada en buscar mis respuestas que no le había dado suficiente importancia hasta aquel momento, en cual se quedó callada como una tumba. Me sentí mal por ella, dado que no había hecho más que interrogarla sin parar desde que la había conocido, sin apenas mostrar un ápice de humanidad o empatía.

- Esto… ¿Ocurre algo, Kagome? – Le pregunté, sentándome a su lado despacio. – Te ves muy triste hablando de todo esto.

- Lo cierto es que… Sí, es muy duro para mí recordar... – Admitió, cerrando los ojos por un instante, alcanzado su rostro hacia el cielo. – Porque desde que se cerró el portal hacia el pasado no he podido volver a encontrarme con la persona que amo.

Su confesión cayó sobre mí como un jarro de agua fría. La chica estaba lidiando con sus problemas privados, y aún así había tenido el buen corazón de darme toda aquella información, la cual removía parecía remover profundamente sus sentimientos… ¿Cómo podía haber estado tan ciega para no darme cuenta de lo que estaba sufriendo?

- ¿Quieres hablarme sobre ello? – Le ofrecí mi oído con la expresión más amable que pude.

La chica se abrazó a sí misma, visiblemente afectada por el recuerdo.

- Su nombre es Inuyasha. – Dijo sin rodeos, casi como su hubiera estado desando poder compartir aquello con alguien, mientras extraía de su teléfono móvil del bolso. – Es el hermano menor de Sesshomaru. Mira.

La joven me mostró en la pantalla de su dispositivo una fotografía donde ella vestía el uniforme marinero que me había parecido ver la primera vez que me la había encontrado, y posaba junto a un chico vestido con un hakama rojo. El joven tenía un gran parecido con Sesshomaru, aunque su expresión era mucho más fiera, y su rostro más aniñado. Lo más llamativo del joven eran las adorables orejas perrunas a ambos lados de su cabeza. Se veían mullidas y blanditas como unas reales… Si se trataba de un demonio como Sesshomaru, pensé que podrían serlo. El muchacho de la imagen no parecía entusiasmado con la idea de que lo tomasen una foto. Mientras tanto, la Kagome de la imagen sonreía de pura felicidad. Era la misma expresión que yo tenía en el recuerdo tangible que guardaba de mi relación con el demonio, pensé con amargura.

Dejándome llevar por la emoción, recordé que aún llevaba en la cartera la copia de la fotografía que nos habíamos tomado en san Valentín. Coloqué la lámina junto a la pantalla del teléfono, a modo de comparativa.

- Se parecen mucho… - Comenté, en voz baja. No había discusión en el hecho de que estaban claramente emparentados por sangre.

- Más de lo que ellos jamás estarían dispuestos a admitir. – Respondió Kagome con una risilla.

- ¿No tienen buena relación? – Pregunté, curiosa.

- Se llevan a matar.

Un pesado silencio se instaló entre nosotras. Ella me observaba fijamente, como si tuviera algo más que añadir.

- ¿Te importaría…? ¿Llevarme hasta Sesshomaru? – Me preguntó la muchacha con arrojo.

Esta vez fui yo la que mostró una amarga sonrisa.

- No estoy segura de que pueda encontrarme con él ahora mismo... – Admití con pesar. - ¿Hay algo que tengas que hablar con él en específico?

Kagome me mostró una expresión seria, como si llevaba mucho tiempo dándole vueltas a algo.

- No estoy segura del todo, pero… Los rasgos físicos de Sesshomaru coinciden perfectamente con los del ataque misterioso cercanos al templo Higurashi. Puede que no me creas, dado que está mostrando una apariencia humana… - Comentó, echando un vistazo a la fotografía que yo le había mostrado. - Pero en su apariencia normal como demonio coincide perfectamente. Lo juro.

Las noticias hablaban de una figura con cabello plateado, y marcas moradas en el rostro y brazos… A pesar de que nunca lo había visto en persona, aquella descripción sí coincidía con lo poco que recordaba de mi primer sueño húmedo con Sesshomaru. ¿Cómo podía haber estado tan ciega como para no haber relacionado esas características tan específicas con él mucho antes? ¿Pero qué motivo podría tener para atacar a la gente? ¿Acaso se había reavivado su odio por los seres humanos? ¿Por qué atacar siempre cerca de donde vivía aquella muchacha?

- Comprendo tus sospechas, pero… ¿Hay algo que le vincule directamente a los ataques? ¿Tienes alguna cuenta pendiente con él, Kagome? – Inquirí, no por desconfianza, sino porque sentía que algo no encajaba, debía de haber un motivo para que Sesshomaru atacase a nadie. Aunque en parte tampoco quería pensar mal de él, realmente.

- No, realmente apenas he tenido trato directo con Sesshomaru… - Respondió ella, pensativa. – Pero la última luna llena desapareció mi gato, Buyo… Temo que, sea lo que sea, pueda acabar afectando a mi familia. Incluso si él no fuera el responsable directo, estoy segura de que puede averiguar algo.

Comprendí entonces de lleno la angustia de Kagome. Los ataques siempre habían rondado su hogar, hasta que habían alcanzado a hacer desaparecer al gato. De forma natural, el siguiente paso parecían las personas que convivían con ella… Debía de ser aterrador, no podía simplemente dejarla así.

- No será fácil, pero… Intentaré hablar con él. – Prometí, con los puños cerrados sobre mis rodillas.

- ¿Ha ocurrido algo entre Sesshomaru y tú? – Preguntó la chica en un hilo de voz, casi como si no se atreviese a pronunciar aquellas palabras por miedo a ser indiscreta.

Sentí como estaba a punto de derrumbarme ante aquella pregunta. Suspiré. Por vergonzoso que resultase, creí que sería más responsable que supiera en qué circunstancias se encontraba mi relación con él. Después de todo, la seguridad de sus seres queridos podía depender de la información que lograse extraer de Sesshomaru.

- Yo… Creía que había algo especial entre nosotros, pero… - Sin meditar mis palabras, dejé que mis sentimientos aflorasen al exterior sin adornar. - Después de que me hablase sobre ser un yokai, y que quería que yo le recordase de mis vidas pasadas, me dio la sensación de que… Realmente no siente nada por mí. Es como si… En mí no viera a otra que no sea la tal Rin, pero… Yo no soy ella. Soy Kaori. Y me duele pensar que no me ve como nada más que un reemplazo.

Eso era. Yo no odiaba realmente a aquella distante desconocida en el pasado. Pero no me gustaba sentir que me estaba comparando constantemente con ella, sin ver realmente quién era yo. Kagome me posó su mano sobre mi hombro, en gesto consolador.

- No me vas a creer, pero… Entiendo perfectamente esa sensación. – Me dedicó una sonrisa triste. – Deberías dejarle claro que eres Kaori, y nadie más. Si no es capaz de distinguir vuestras diferencias, realmente no merece la pena seguir intentando nada, pero… Creo que estaría bien que lo hablases con él, al menos una vez. Que sepa cómo te sientes.

Le devolví la sonrisa. No quise preguntar más detalles, dado que aquella chica ya tenía suficiente sufrimiento encima, pero… Realmente sentía que me comprendía mejor que nadie en aquellas circunstancias, a pesar de que acababa de conocerla.

- Gracias, Kagome… Me gustaría que siguiéramos en contacto, ¿puedo darte mi número de teléfono.

- Por supuesto. – Su sonrisa fue la más genuina que había visto en su rostro durante aquella conversación.

Después de aquel fortuito encuentro, me estuve debatiendo sobre cómo actuar en consecuencia… No me atrevía a escribirle un mensaje a Sesshomaru o a llamarlo, las cuales quizás eran las opciones más sencillas. En cambio, sentía que verle, aunque la ansiedad me consumiera de pies a cabeza con solo pensarlo. Porque además de ayudar a Kagome, en el fondo yo también quería hablar las cosas. Que él supiera todo lo que sus palabras habían significado para mí.

Que me aterrorizaba pensar en él como una criatura que no era humana.

Que me daba escalofríos pensar cómo se había interesado en mí por considerar que yo era la reencarnación de la persona a la que más había amado en el mundo.

Y sobre todo, que yo no era ni jamás sería Rin.

Sabía que perdería el valor para hacerlo si le daba más vueltas, por lo que en lugar de regresar a casa aquella noche, me encaminé hacia la suya. Temblando como un flan. Deteniéndome cada vez que las lágrimas comenzaban a correr nuevamente por mis mejillas.

Aquello podía significar el final o el principio.

La puerta del edificio que daba acceso al bloque estaba cerrada, pero un amable vecino que sacaba a pasear a su perro me dejó entrar. Deambulé por el vestíbulo con paso lento en busca del ascensor que llevaba a su planta. Cuando la puerta de elevador se abrió, cerré los ojos mientras daba un paso adelante para ingresar al estrecho cubículo.

El corazón se me iba a salir por la boca, desbocando. Comenzó a hacer tanto calor que sentí el sudor empapar el interior de mi ropa. Sin saber muy bien por qué, me sentía aterrorizada. Aunque no terminaba de comprender por qué, pues Sesshomaru jamás había mostrado intenciones de hacerme daño. No había motivo para tener miedo, ¿verdad?

Entonces recordé fugazmente las marcas que el demonio había dejado en mi espalda con sus manos desnudas, y dejé de tener tan claro que no fuera peligroso. ¿Aún estaba a tiempo de retirarme?

Cuando las puertas del ascensor se abrieron, mi respiración se entrecortó por un momento. Frente a mi se extendía el pulcro pasillo blanco que conducía a su morada. Justo allí, en el umbral de la puerta, se encontraba de pie aquel hom… Demonio de cabello plateado. Sus ojos dorados me escrutaban fijamente, como si no estuviera sorprendido de verme allí. Vestido con una camisa negra y unos tejanos del mismo color, su presencia se me antojaba similar a cómo se representaba a la Muerte en las obras de ficción.

- Así que… Aquí estás. – Musitó él de forma casi inaudible.

- ¿Cómo sabías que…? – Balbuceé, atónita.

- He sentido tu olor a medida que te acercabas. Sabía que te dirigías hacia aquí.

Tragué saliva para salir de la claustrofóbica plataforma con paso tembloroso. Sin embargo, no me atreví a acercarme más a él. Eso es, Kagome también había dicho que él había sido peligroso... Y no era humano. ¿Y si trataba de secuestrarme para siempre dentro de su morada? ¿Realmente podía confiar en él como si nada?

- Sesshomaru… - Lo llamé, con la voz rota por las lágrimas que amenazaban con escapar de mis ojos. – Me gustaría hablar contigo. Pero no aquí. Preferiría que fuéramos a un lugar… Más público.

El demonio levantó una ceja. Cauto. Estudiando mi expresión con detalle. ¿También podía oler mi miedo? No respondía. ¿Y si se negaba? O peor aún, ¿y si me atacaba? Si gritaba, ¿me escucharía algún vecino y vendrían al rescate? Todo podía concluir en aquel preciso instante.

- Está bien. – Accedió él, finalmente. – Dame un segundo, voy a por las llaves.

Aquella frase tan cotidiana para un ser humano me produjo un escalofrío a lo largo de toda mi columna al ser pronunciada por sus labios.

Notas: Ha sido un poco precipitado todo, ¿no? ¿Aunque quién podría dormir con tantas teorías locas en la cabeza? La verdad es que no culpo a Kaori por ir directamente en busca de Sesshomaru.

La verdad es que me ha gustado hacer que se encontrase con Kagome, ya que literalmente no hay una persona que la vaya a entender mejor, después de todo el tema de Kikyo con Inuyasha.

Me pone muy triste describir a los personajes tan dañados emocionalmente, ¡pero prometo que mi intención en todo momento es llevar a todos mis bebés hacia un final bonito y esperanzador! Ya dejé atrás mi fase de hacer sufrir a todos mis personajes hasta llevarlos a su trágica muerte, lo prometo.

¿Os gustan más los finales felices o los dramáticos? Ahora tengo curiosidad por saber vuestra opinión.

Bueno, sin mucho más que añadir, os dejo para seguir trabajando en el próximo capítulo 3 ¡Os leo en comentarios y hasta dentro de dos semanas!