Notas: ¡Feliz Halloween (de forma a anticipada)! Siento que la actulización de hoy es bastante apropiada para estas fechas, puede que os llevéis algún susto...
Espero que os guste mucho, y gracias por todos vuestra paciencia para llegar hasta aquí~
Chillé, echando la cabeza hacia atrás, sintiendo cómo el orgasmo arrasaba con mis pensamientos racionales. Separé los muslos mientras mis temblorosos dedos se aferraban a los cortos mechones de cabello plateado del demonio. Su lengua seguía saboreándome incansable, extendiendo aún más la sensación de placer, iniciando nuevos escalofríos. Sus ojos me observaban consumidos por la lujuria, sin llegar a apagarse nunca.
Sesshomaru no se detuvo hasta que yo reuní fuerzas para retenerlo por los hombros, jadeando:
- Y-ya está bien...
Él me dedicó una sonrisa ladina, deslizando las uñas por mis piernas, haciéndome estremecer una vez más.
- Entonces creo que ya es hora de reclamar mi recompensa, ¿no es así?
Yo asentí brevemente, debilitada por la sensación de su aliento sobre mi sexo. La garganta me palpitaba tras hacerla forzado a contener la mayor parte de mis gemidos. Pero no me había quedado más remedio, no podía permitir que los vecinos se quejasen al propietario del piso del ruido y éste decidiera no renovarme el contrato de alquiler.
En el exterior había oscurecido, dejándonos sumidos en las sombras del salón de mi apartamento. Aunque la escasa luz no me impidió ver cómo Sesshomaru rozaba su nariz contra la cara interna de mi muslo, en busca del lugar perfecto para sus propósitos.
Mis hombros y estómago estaban recorridos con marcas de sus búsquedas previas. A veces, tanteaba el terreno succionando mi piel con suavidad hasta teñir mi piel de un tono morado. Otras, simplemente había pellizcado mi carne entre sus dientes sin llegar a clavarme los colmillos, jugando con mi imaginación y mis expectativas. Como resultado, toda yo me había convertido en un vivo lienzo de sus oscuras travesuras.
Sin embargo, en esta ocasión Sesshomaru no se entretuvo con aquellos juegos, y abrió la boca, hambriento, antes de hundir sus colmillos con fuerza en mi piel.
- S-Sesshomaru... - Gimoteé, casi sin fuerzas.
La lujuria y el deseo volvían a ascender por mis venas, como si no me hubiese corrido otras dos veces antes. Una, a cambio del mordisco en la base de mi cuello; el otro, por las marcas de sus colmillos sobre mi cadera.
Tras aquella secuencia de experiencias placenteras, mi mente había terminado de asociar aquella práctica con el éxtasis, de modo que cada vez que saciaba su sed, mi excitación no hacía más que aumentar. Él grave gemido que ascendió por su garganta no ayudó lo más mínimo a disipar la niebla de plenitud que nublaba mis pensamientos racionales.
- N-no... Otra vez... - Supliqué con voz temblorosa, sintiendo la necesidad acumularse una vez más bajo mi vientre.
Él recorrió las perforaciones que habían dejado sus colmillos antes de alzar sus ojos hacia mí.
- No sabía que fueras una mujer insaciable. – Dijo él con una astuta sonrisa, sabiéndose el causante de que mi cuerpo se encontrase a flor de piel, y me encontrase casi sin voz.
- Y-yo quiero parar, pero cada vez que me muerdes... No sé por qué, pero vuelvo a necesitar más...
Me expliqué con la mayor claridad y sinceridad que fui capaz, sinceramente preocupada de la resistencia de mi cuerpo. Todo tenía que tener un límite, ¿no?
Por muy bien que se sintiera, por mucho que mi interior siguiera llamando su nombre, temía que, si dejaba escapar la cordura, mi cuerpo podía acabar completamente destrozado bajo las atenciones del demonio.
Sesshomaru alcanzó mi mejilla con una de sus manos, hincando una rodilla en el suelo. Las sombras dibujaban las formas de su cincelado torso, arrodillado frente a mí, que me encontraba con las piernas abiertas sobre el sofá.
Mi pecho subía y bajaba con mi pesada respiración, expectante a sus movimientos.
- ¿Sientes miedo, Kaori? – Me preguntó con dulzura, acariciando mi rostro con la misma delicadeza que si estuviese hecha de porcelana.
- Sí... - Sollocé. – No sé si podré volver a terminar satisfecha alguna vez... No puedo evitar volver a encenderme una y otra vez... Has roto algo en mi mente, Sesshomaru.
El profesor pareció encontrar mis temores adorables, a juzgar por la divertida sonrisa que asomó a sus labios.
- Son tus propias sensaciones, mujer. Yo no tengo el poder para alterar tu química cerebral de ningún modo. – A pesar de sus palabras racionales, su tono demostraba que se sentía halagado por mis acusaciones. – Así que no debes preocuparte, no has perdido la capacidad de acabar satisfecha, ni mucho menos. – Añadió para tranquilizarme.
- Ayúdame. – Le pedí, alcanzando sus pómulos, surcados las líneas púrpuras a las que ya me había acostumbrado.
- Con mucho gusto.
Sesshomaru se puso en pie para tomar un preservativo antes de regresar a mi lado. Entonces me ayudó a acomodarme a horcajadas sobre su regazo.
- Esta posición me recuerda mucho a aquella noche en tu apartamento... - Admití, aferrándome a sus hombros. – Cuando me contaste quién eras en realidad.
- Ciertamente. – Corroboró él, acunándome entre sus brazos tanteando mi entrada. – Aunque deseo de todo corazón que esta vez no salgas corriendo por la puerta.
Dejé escapar una risilla entre dientes.
- Tampoco tenía intención de huir de mi propia casa.
Tras pronunciar aquellas palabras, sentí cómo él comenzaba a hundirse lentamente en mi interior, avanzando centímetro a centímetro.
- Me alegra escuchar eso, porque esta vez no albergo el autocontrol suficiente para dejarte marchar, cubierta de mis marcas como te encuentras.
Me aferré a sus fuertes brazos mientras luchaba por no deshacerme en llanto en ese momento. Las sensaciones eran tan potentes y abrumadoras que sentía que se iban a desbordar en cualquier momento. Aunque, irónicamente, todo mi ser vibraba por liberar aquel placer hasta quedar hecha pedazos.
No quedaba ni un ápice de autopreservación en mi interior a aquellas alturas.
Cuando Sesshomaru alcanzó el punto más profundo de mí, ambos gemimos, detenidos en el tiempo mientras nos abrazábamos el uno al otro.
- Más. – Musité con la frente junto a su cuello, temblando de pies a cabeza.
- No. – Respondió él, sus manos rodeando mi cintura. – Vamos a ir despacio para asegurarnos de que acabes perfectamente exhausta y tengas dulces sueños esta noche.
Para acallar mis súplicas, el demonio se inclinó a tomar mi boca. Sus besos eran dulces a la vez que apasionados. Tiernos a la par que pecaminosamente lascivos, curándome de la fiebre del deseo mientras lo hacían cada vez más insoportable.
Siempre a punto de llegar, pero nunca ascendiendo lo suficiente.
Al borde de la desesperación, comencé a mover las caderas con torpeza, el sentido del ritmo completamente perdido en algún punto del descenso a la locura. Él gruñó antes de sujetar mis glúteos con sus grandes manos, besando mi sien para advertirme:
- Sujétate a mí, Kaori.
Yo le obedecí, rodeando su cuello con los brazos. Al sentirme asida a su cuerpo, él me levantó en peso unos instantes para después hacerme descender sobre su miembro con una dura estocada. Me tragué mis chillidos mientras él seguía haciéndome el amor, de forma profunda y casi ruda, pero manteniendo la lentitud del vaivén.
En un intento de apremiarlo, rocé el lóbulo de su oreja con los labios y mordí su cuello, perdida en la magia del momento. Como respuesta, sentí sus garras clavarse en mis glúteos, sujetándome con más fuerza para impedir que me moviese a una velocidad más alta de la que él estaba dispuesto a permitir. Al alzar la vista hacia él pude vislumbrar que el color de sus ojos ya había cambiado.
Era más cercano a una bestia que a un ser humano. Y, sin embargo, no sentí temor alguno.
En cambio, me sentía más segura y excitada que en toda mi vida.
Entonces subí y bajé sin control, le besé y abrí la boca para permitir que su lengua me invadiera acaloradamente. Todo lo que me daba más calor sobraba: las braguitas colgando del tobillo, los pantalones del demonio contra mi culo desnudo, e incluso mi propia piel. No soportaba ni la más mínima barrera entre nuestros cuerpos. Mis piernas parecían hechas de gelatina para aquel punto, derrotadas ante una situación en la que no tenían control ninguno.
Y entonces, al final de aquella espiral de placer, las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas, pesadas y húmedas. Había llegado, finalmente. Un dulce agotamiento comenzó a anestesiar cada uno de mis miembros, dejándome lacia como una muñeca de trapo.
Mientras yo me deshacía en el orgasmo, escuché cómo Sesshomaru emitía un grave gruñido, estrechándome entre sus brazos como si no fuera a dejarme ir jamás de su lado. Sus manos manejaban mis caderas a su voluntad, hundiéndose una, dos, y tres veces... Hasta que se detuvo repentinamente, con el cuerpo vibrando y dando temblorosas bocanadas de aire.
Entre mis párpados entreabiertos pude estudiar la expresión del demonio frente a mí. Tenía la frente perlada en sudor, y podía notar su vello completamente erizado. A medida que su respiración se normalizaba, sus músculos comenzaron a relajarse, y sus ojos retornaban lentamente al dorado fundido que le humanizaba.
Entre tantas reacciones físicas, logré discernir que parecía tan satisfecho como yo.
Mis labios esbozaron una sonrisa que probablemente me hacían parecer una psicópata, pero no podía importarme lo más mínimo:
- T-terminé... – Celebré entre jadeos, abrazándome al seguro pecho de Sesshomaru, sintiendo los latidos de su corazón contra el mío. – ¿Y-y tú, Sesshomaru?
El demonio acarició mi cabello con dulzura. Entonces besó mi frente con un profundo suspiro:
- Sí... - Su aliento acaricia mi sien, provocándome un estremecimiento. - ¿Quieres que te lleve a la cama para que puedas descansar? – Preguntó con dulzura.
Asentí con las pocas fuerzas que me dejaban y me dejé cargar por sus poderosos brazos hasta la habitación. Una vez allí, Sesshomaru nos arropó a ambos y me acunó contra su pecho mientras me acariciaba la piel desnuda.
Yo le observaba entre los entrecerrados párpados, grabándome en la memoria la expresión de absoluta devoción en la expresión del demonio.
Sus emociones se habían vuelto tan transparentes que no pude evitar preguntarme cómo jamás podía haber desconfiado de él.
Me amaba. Con cada rincón de su alma y con cada poro de su poderoso ser.
Con los primeros rayos de sol, mi reloj interno me obligó a abrir los ojos, a pesar de ser domingo. Para mi agrado, me encontré con que el profesor Taisho no sólo seguía en mi cama, sino que se aferraba a mi como un niño a su peluche favorito.
No tenía intención ninguna de dejarme marchar, y no era que yo quisiera contradecirle.
Pero necesitaba urgentemente levantarme para ir al baño.
Apenada por tener que espabilarle, le toqué la mejilla con la mayor suavidad posible.
- Sesshomaru... - El demonio se tensó, estrechándome con más fuerza, rehusándome a renunciar a mi cercanía. – Necesito que me sueltes un momento. – Le expliqué en voz baja, tratando de no sobresaltarlo.
- No... - Balbuceó, aún adormecido, mientras hundía el rostro en mi cuello. – Kaori.
Dejé escapar una risilla llena de ternura.
- Solo voy al baño.
Sesshomaru gruñó, resistiéndose incluso en su adormecido estado. De igual modo, terminó por liberarme de su abrazo a regañadientes.
Sentí el frío calarse en mis huesos al ser despojada del calor de su cuerpo, por lo que me envolví con una mullida bata de invierno y me puse un par de gruesos calcetines.
Una vez apaciguada la urgencia de mi vejiga baño, al pasar por delante del espejo fui consciente del estado en que había quedado mi piel tras la noche anterior. Separé las solapas de la prenda para comprobar que las marcas de los colmillos y los apasionados besos de Sesshomaru descendían por mi cuello, se extendían por mi cinturas y abdomen, y terminaban envolviendo la parte alta de mis muslos.
Observé mis mejillas ligeramente sonrojadas, anotándome mentalmente que debía asegurarme de tapar muy bien aquellas marcas la próxima vez que fuera a salir a la calle.
Sobre todo, las del cuello.
Estaba siendo una semana terriblemente larga.
Fruncí los labios para sujetar firmemente la aguja que sostenía entre ellos. Pellizqué con los dedos la tela hasta que el hombro quedó perfectamente ajustado sobre la figura de la señora Miyanishi.
Entonces recuperé el alfiler que sostenía en la boca para poder fijar los cambios aplicados al patrón original de la prenda. Mientras lo hacía en completo silencio, concentrada en mi trabajo, la mujer a la que le probaba el kimono comentó:
- Una vida apasionada la que tienen las veinteañeras de hoy en día, por lo que veo.
Di un traspiés hacia atrás, a punto de atragantarme con mi propia saliva. Me llevé las manos en gesto protector al cuello, demasiado consciente de lo que la mujer debía de haber vislumbrado para realizar aquel indiscreto comentario.
Aunque creía haberlas cubierto por completo con corrector, parecía que me equivocaba. O quizás había sido contraproducente ponerme un pañuelo alrededor del cuello de camino hacia la mansión Miyanishi. El sudor producido durante el viaje en autobús, sumado al roce constante podían haber derretido el producto, de modo que al quitarme la prenda para trabajar más cómodamente había quedado a la vista.
- E-esto, no, yo... - Balbuceé, tratando de encontrar sin éxito una excusa que justificase los sospechosos parches de color. No me sentía nada cómoda exponiendo mi vida íntima de aquella manera, y mucho menos dentro del ámbito laboral.
- No seas tan tímida, querida. – Bromeó la mujer con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. – Yo también he sido joven.
Tragué saliva.
- ¿S-se siente más cómoda ahora con cómo se ajustan las mangas? – Le pregunté, deseando dejar atrás el tema de conversación anterior lo antes posible. - ¿O quiere que realicemos algún ajuste adicional?
- ¿Te trata bien ese hombre, muchacha? – Insistió la señora de la casa, impertinente.
Ni siquiera la anciana Takahashi había sido tan insistente con sus preguntas personales, y eso que la veía casi a diario en la floristería. A pesar de haber forjado cierta confianza, entendía que había un límite que no debía traspasar al tener una relación mayoritariamente profesional.
Además, no pude evitar sentir una punzada de molestia porque asumiera que no podía haber compartido aquella intimidad con una mujer. La llamada "heterosexualidad obligatoria", supuse para mis adentros, apesadumbrada.
Era posible que esa posibilidad ni siquiera hubiera pasado nunca por la mente de aquella señora, dado la época en la que debía de haber crecido, en la cual estos temas ni siquiera se mencionaban en voz alta.
- Sí. – Respondí con sequedad. – Me cuida y me respeta, es una buena persona. – Añadí para darle el chisme que parecía tan necesitada por obtener, con la esperanza de que lo dejase estar.
Y para mi fortuna, así fue. La señora Miyanishi me indicó algunos ajustes más que deseaba para su kimono de año nuevo, a los que yo accedí con sumo gusto.
Aunque no volvió a mencionar el tema, no pude evitar sentirme extremadamente incómoda bajo la fija mirada de sus ojos ambarinos, los cuales no se despegaron de mi ni por un solo instante hasta que abandoné la mansión.
Me mantuve extremadamente ocupada hasta la segunda semana de diciembre, cuando tenía que entregar el kimono de la señora Miyanishi de forma definitiva.
Entre mi trabajo en la floristería, noches sin dormir frente a la máquina de coser y alguna que otra escapada para pasar tiempo con Sesshomaru, la fecha señalada llegó sin apenas darme cuenta. Mai me contó que tanto la marcaNadeshikocomo la clienta habían quedado satisfechas con mi trabajo, por lo que volverían a tenerme en cuenta de cara a futuro.
Una parte de mí se sentía pletórica, aunque otra no terminaba de creérselo. Temía que sólo me lo hubieran dicho para cumplir con buenos modales, pero tampoco era como si pudiera hacer nada más que esperar.
Notando mi cansancio acumulado y mi falta de motivación, la señora Takahashi insistió en dejarme libre la semana entre Navidad y Año Nuevo, a pesar de la alta afluencia de clientes que se espera para aquella época. Por primera vez, no le insistí en quedarme a ayudar.
Necesitaba ese respiro y no podía estar más agradecida por la consideración de mi jefa. Aunque no se tratase del oficio de mi vida, la paga no estaba mal y me sentía más cuidada que en ningún otro puesto por el que había pasado. A aquellas alturas, estaba comenzando a plantearme quedarme allí más a largo plazo, en vistas de que el mundo de moda no parecía haber un hueco permanente para mí.
Quizás estaba bien resignarse y conformarse con un empleo que simplemente fuera tranquilo y me diese de comer. Eso debía de ser suficiente.
Mientras le daba vueltas a aquel tema de camino de vuelta a casa, mi teléfono comenzó a sonar insistentemente. Sospeché al percatarme de que se trataba de un número oculto, pero por si acaso, decidí contestar de igual modo.
- ¿Sí...? – Murmuré, dubitativa.
- ¿Kaori?
Mi pulso se relajó al reconocer a la propietaria de aquella voz.
- Buenas noches, Ayumi. Cuánto tiempo sin saber de ti.
- Lo sé, sigo sin tener acceso a mi teléfono móvil a partir de ciertas horas por... - La joven exhaló un gran suspiro. – Ya sabes, política de empresa. Te llamo desde una cabina telefónica. Sé que podría haberte mandado un mensaje, pero me apetecía más escuchar tu voz. – Admitió con una risilla nerviosa.
La recién debutadaidolhabía estado ausente salvo para eventos públicos desde el lanzamiento de su primer álbum. Teniendo en cuenta que los rostros de todas las integrantes el grupo aparecían por todas partes promocionando todo tipo de productos, podía suponer que no les estaba yendo mal.
A pesar de que me alegraba mucho por su éxito, la verdad era que había echado mucho de menos a mi amiga.
- Lo entiendo perfectamente. – Dije en tono tranquilizador. – Yo también tenía ganas de saber de ti.
Su dulce risa sonó a través del aparato, haciendo que se me encogiese el pecho por un momento.
- Verás, te llamaba porque quería saber... S-si tienes planes para Navidad con Sesshomaru.
Por el tono ahogado de sus palabras supe que debía de haberse debatido infinitamente consigo misma antes de sacar el valor para proponerme aquello. No pude evitar sonreír con melancolía.
Aún la conocía demasiado bien.
- La verdad es que aún no lo hemos hablado. – Admití, insegura ante el incierto cariz de su proposición.
- Pues, si fuera posible... Me gustaría quedar en laizakayade siempre con Tomoki, Momoka y tú. Ya saber, como antes... De volvermeidoly todo eso.
Os echo de menos, y me han dejado hacer planes para esa noche, siempre que no se trate de una cita, claro.
Mis pulmones se volvieron a llenar de aire al darme cuenta de que había estado a punto de malinterpretarla. No parecía tener ningún tipo de segunda intención al pedirme salir.
Tan solo quería que todo volviera a ser como antes, tal y como yo misma había anhelado tras perderla.
- Me encantaría, Ayumi. – Respondí con franqueza. - Lo comentaré con Tomoki y Momoka, a ver si tienen un hueco ese día. Y también lo consultaré con Sesshomaru. ¿Cómo puedo contactarte después?
Ayumi dio una amplia bocanada de aire, aliviada. Entonces respondió, con su habitual jovialidad:
- Mándame un mensaje al móvil, lo leeré, tarde o temprano, lo prometo. Siento no poder ayudar con la organización del plan.
- Está bien. – Insistí. - Todos tenemos ganas de verte, y no sólo en las vallas publicitarias.
Una risa incómoda casi resquebraja por completo su vivaz actitud.
- ...Gracias. – Carraspeó, incómodo. - Ah, y antes de colgar, hay otra cosa que me gustaría comentarte.
- ¿De qué se trata? – Inquirí, llena de curiosidad.
- De una oferta de trabajo.
Me serví una copa de vino y me la llevé a los labios. Desde el piso de Towa, podía verse por la ventana la bulliciosa calle llena de parejas y luces de colores. Los paraguas se iban abriendo uno a uno, aportando incluso más variedad cromática. Una parte de mí sintió una oscura alegría porque los planes para aquel día se fueran empañados por la lluvia, en lugar de la nieve que todos esperaban.
De todas las cosas que habían exportado los occidentales como Oliver hasta Japón, quizás la Navidad era la más molesta del todas. Y el jugo de uva con alcohol, lo único que hacía soportable aquella invasión cultural.
Agradecía que Kaori no me hubiera insistido para salir aquella noche en una cita. No porque no deseara pasar tiempo con ella, sino porque aún me seguían abrumando las multitudes de estímulos de las celebraciones humanas. Ya había tenido suficiente con el festival de verano, y no quería tener que volver a exponerme tanto tan pronto.
Aspiraba con aprender algún día a mezclarme con mayor facilidad entre los mortales, pero sólo el haber aprendido a vivir en una metrópoli como Tokyo ya suponía todo un logro para mí.
En cambio, mi hija parecía absorber todas aquellas costumbres y festividades como una esponja, de modo que al saber que Kaori tenía otros planes para la noche de Navidad, había decidido unilateralmente que tuviéramos una cena familiar ella y yo. Al menos me había concedido en realizarla en la intimidad, evitando las multitudes... Pero no entendía el sentido que había en replicar las enseñanzas de una religión que ninguno de nosotros practicábamos.
Me sentía ridículo con un jersey de color verde, decorado con un dibujo de un reno con nariz colorada. Pero Towa había insistido en que ceñirnos a los "colores de la Navidad", motivo por el cual tampoco me había quedado más remedio que acceder. Y, sin embargo, era mucho mejor que vestir completamente de rojo, como el vulgar de Inuyasha había hecho en el pasado.
No pude evitar pensar por un momento que quizás Towa hubiera preferido celebrar aquella noche con su tío en lugar de conmigo. A aquellas alturas no teníamos más familia entre la que elegir, así que no le quedaba más que conformarse conmigo.
Ante aquella espiral de negatividad, respiré hondo y recordé mis sesiones con Kirinmaru. Tenía que parar de proyectar mis propios miedos sobre las emociones de los demás. Si mi hija me había pedido que pasara la Navidad con ella, debía de ser porque le apetecía. No había nada ni nadie que la obligase a seguir manteniendo una relación cercana conmigo.
Aquella noche debía de ser su deseo. El único que me había pedido. Y por eso mismo, no podía negarme.
No, más bien... No quería.
Adoraba a mi hija con toda mi alma, y no podía sentirme más honrado de que ella también deseara mi presencia.
-Ya estoy lista, Padre. – Towa anunció mientras salía de su habitación.
Mi mandíbula se quedó sin fuerzas al verla. Sabía que se iba a ver muy diferente dado que se había tomado su tiempo en arreglarse, pero...
No esperaba que fuera a ponerse el vestido de cuadros rojos y negros que Kaori había elegido para ella meses atrás. Debajo de la falda llevaba unos leggins de cuero negros que cubrían sus piernas por completo, y unos diminutos aros plateados adornaban sus orejas.
No la había visto abrazar tanto su feminidad desde que era una niña. Y eso me recordó a que era Rin quien siempre la había vestido y mimado como si se tratase de una muñequita.
Mis labios se curvaron en una sonrisa, conmovido.
-Estás preciosa, Towa. – La elogié, plantando mi mano sobre su hombro para darle un cariñoso apretón.
Ella me devolvió una tensa sonrisa y se sonrojó.
-Siguiendo la tradición de la Navidad... Tengo un regalo para ti. – Me dijo, tendiéndome un pequeño paquetito envuelvo en papel de color dorado.
Parpadeé un par de veces, incrédulo.
-¿Para mi...? – Balbuceé.
Towa asintió, presionando la cajita contra mi pecho.
-Ya que ni siquiera tú sabes la fecha de tu cumpleaños, me parece una buena ocasión para darte un obsequio. – Masculló mientras apartaba la mirada de mí, dirigiéndose a la mesa en el centro de la sala de estar.
-¿Puedo abrirlo ahora...?
-¡Claro! No te lo doy para que lo mires.
Con las manos temblorosas, deshice el embalaje y admiré el contenido con emoción. Se trataba de una talla de madera con forma de rana. Sus ojos redondos y saltones me recordaron a los de Jaken, y sospeché que Towa había elegido ese regalo por ese mismo motivo.
-A ti también te recuerda a Jaken... ¿Verdad? – Me dirigí hacia ella para confirmar aquella teoría.
Ella me dedicó una amarga sonrisa.
-Sí... Es para que no vuelvas a olvidar que hay personas que te quieren, aunque tú no sepas apreciar sus atenciones.
Acaricié la cabella de la estatuilla con cuidado, deleitándome con el delicado acabado. Decidí que atesoraría por siempre aquel memento del único amigo que había cultivado, incluso si había sido involuntariamente.
De no haberme obcecado en mantener la diferencia entre nuestros estatus, nosotros podríamos haber sido como mi Padre y Kirinmaru. El cariño que sentía por el recuerdo de aquel sapo se parecía demasiado al que expresaba el Lord del Este por mi padre, de modo que podía entender por primera vez en mi vida cuán importante había sido mi fiel sirviente para mi.
Aunque me martirizaba ser consciente de que no me había dado cuenta hasta que había sido demasiado tarde.
-Gracias, Towa... - Musité, acunando el obsequio contra mi pecho. – Siento no tener ningún regalo para ti.
-Tampoco lo esperaba, está bien. Siéntate a la mesa y vamos a cenar de una vez.
Dado que ninguno de los dos éramos muy versados en la cocina, Towa me había mandado a recoger comida al KFC, insistiendo en que comer ese pollo frito también se trataba de una tradición navideña en Japón...
Yo no entendía nada, pero mientras hubiera vino para acompañar, no me costaba nada cumplir sus deseos.
Apenas habíamos pegado un par de bocados a la carne, sentí mi teléfono vibrar en el bolsillo de mi pantalón. Me obligué a ignorarlo, puesto que no esperaba ninguna llamada y no quería ser molestado en mi tiempo a solas con mi hija.
Sin embargo, el diabólico aparato volvió a recibir otra llamada, revolviéndose de forma incesante y casi furiosa.
-Discúlpame un momento, Towa... - Interrumpí con todo el dolor de mi corazón su entusiasta monólogo sobre un videojuego que había instalado en la consola que le había prestado Kaori. – Tengo que atender una llamada.
Alcé una ceja con escepticismo al notar que el teléfono que me llamaba no estaba guardado como contacto en mi agenda. Aun así, decidí contestar para cortar de raíz el problema:
-Taisho al habla. – Recité con tono cortante.
-¡Oh, menos mal que no has cambiado de número de teléfono! – Exclamó una voz masculina al otro lado. Me resultaba familiar, aunque no lograba ubicarlo.
-¡Aparta, Tomoki! – Masculló otra voz femenina antes de ponerse al aparato. - Sesshomaru, soy Ayumi. ¿Estás con Kaori?
Fruncí la nariz, confundido.
-No, estoy cenando con mi hija... ¿No debería estar con vosotros...?
-Dijo que le había surgido un imprevisto sobre un trabajo de costura que había tenido últimamente y nos avisó que iba a llegar un poco más tarde. Dijo que tú la ibas a llevar y traer en un momento, pero lleva más de una hora sin contestar al teléfono...
La expareja de Kaori estaba completamente alerta, como si su instinto de exorcista le estuviese diciendo a gritos que aquella ausencia no era normal. Y comprendía sus sospechas, dado que se encontraba involucrada con un demonio como yo...
-Ah, sí, confeccionó un kimono para una exclusiva clienta de la marcaNadeshiko... - Traté de hacer memoria para darle toda la información posible. – Creo que no me dijo su nombre, eh...
-Miyanishi. – Intervino Towa, la cual había estado prestando atención a toda la conversación. – Me lo dijo cuando le pregunté qué tal iba su proyecto... Se quejó de que se trataba de una señora... Peculiar.
-¿Has dicho...? ¿Miyanishi? – Balbuceé, sin salir de mi asombro.
-¿Sabes de quién se trata? – Insistió Ayumi al otro lado de la línea.
En principio, se trataba de un apellido sin más, pero... Por la composición de los caracteres que lo conformaban, y la misteriosa urgencia en un día festivo como aquel, no pude evitar pensar que no podía ser casualidad.
No cuando el significado de aquel nombre era "Palacio del Oeste".
-¡Maldición! – Gruñí, poniéndome en pie y conteniéndome las ganas de golpear la mesa hasta dejarla hecha añicos. - ¡Kaori puede estar en peligro!
¿Cómo no se me había pasado por la mente antes?
Si había alguien que tenía motivos de sobra para odiar a Rin, tanto como para perseguir su alma...
Una mujer con el cabello plateado y una juventud eterna... Y una que elegiría un nombre que apelara al Palacio del Oeste.
Sumando aquellos factores, no podía ser otra más que ella.
Me disculpé internamente con mis amigos mientras viajaba en taxi dirección a la mansión Miyanishi. No había querido mentirles, pero no quería obligar a ninguno de ellos a retirarse de nuestra reunión de Navidad para acompañarme a causa de la repentina llamada de la señora Miyanishi.
Especialmente a Ayumi, quien había estado trabajando sin descanso por tantos meses. Prefería que Tomoki, Momoka y ella empezaran a tomar sin mí. Y, por supuesto, tampoco deseaba interrumpir la cena familiar entre Sesshomaru y Towa, de modo que había decidido no molestarlo para pedirle que me acercase en coche.
Después de todo, la señora Miyanishi había insistido en pagar mis gastos de desplazamiento para hacer unos remiendos adicionales a su kimono para Año Nuevo. Estaba segura de que no tardaría mucho, por lo que no tenía por qué molestar a nadie. Acabaría mi trabajo y me uniría a la celebración.
Sin embargo, al apearme del taxi, la mansión me recibió un tenebroso ambiente como nunca antes. Al contrario que en el resto de mis visitas, en esta ocasión me recibió ninguna de las criadas, sino que la verja permanecía abierta de par en par, como si alguien se hubiera olvidado de echar la llave.
Una helada gota me cayó sobre el rostro, obligándome a apurarme hacia el porche para evitar mojarme. Otra vez más, no llevaba paraguas cuando lo necesitaba. La historia de mi vida.
Un trueno surcó el cielo a la vez que mis nudillos golpearon el portón de entrada, de modo que no había modo de que nadie en el interior me hubiera escuchado. Tras que se hiciera el silencio, me vi obligaba a llamar de nuevo.
Y, aun así, en esta ocasión tampoco acudió nadie a recibirme.
Extrañada por la ausencia de recibimientos a pesar de la llamada que me había convocado en aquel lugar, probé a girar el picaporte para descubrir que, en efecto, podía acceder sin problema. Me daba apuro acceder sin permiso, pero tampoco quería acabar empapada de pies a cabeza, por lo que esperaba que la señora Miyanishi pudiera perdonarme.
- ¡Buenas tardes! – Saludé, avisando de mi presencia para no sobresaltar a nadie en el interior de la casa. - ¡Soy Hanazono, la modista!
Aunque no parecía haber nadie para escuchar mis palabras, haciendo que el miedo comenzase a correrme por las venas.
En el interior de la mansión las luces se encontraban apagadas, y las nubes bloqueando el sol sumían la casa en un perenne color gris. A pesar de lo tétrico de la escena, recorrí con pasos largos la mansión en dirección a los aposentos de la señora Miyanishi.
Si ella me había convocado, tenía que estar en algún lugar de la casa, ¿verdad?
Solo tenía que encontrarla, complacerla y marcharme tras dejar a la marcaNadeshikoen una buena posición. No podía estropear aquel encargo por mi estúpido miedo. Me convencí de que mi vida no formaba parte de una película de terror, por lo que no podía pasarme nada malo allí dentro.
No había signo de vida alguna por ninguno de los pasillos ni habitaciones que crucé hasta alcanzar mi destino, con el corazón en la garganta. Allí también reinaba un silencio sepulcral, pero aun así me obligué a abrir la puerta sin pedir permiso, en contra de todos mis códigos de educación básica.
Apenas entré a la estancia en penumbra, sentí como algo se enroscaba por mi pierna y ascendía a toda velocidad para constreñir mi torso. Grité, tratando de liberarme, más fue inútil.
El pánico comenzó a apoderarse de mí, incapaz de procesar lo que estaba sucediéndome.
- Tan servicial como siempre, señorita Hanazono. – Habló la voz inconfundible de la señora Miyanishi desde las sombras. – Habéis llegado aún más rápido de lo que esperaba para esas piernas tan cortas.
- ¿S... Señora Miyanishi? ¿Se puede saber qué es esto...? – Comencé a preguntar, pero me interrumpí al distinguir su silueta bajo la escasa iluminación.
Sus ojos almendrados refulgían de un color dorado que conocía demasiado bien. Y para acompañar el kimono que le había confeccionado con tanto cuidado, una larga melena de color plateado caía sobre la tela, haciendo contraste con el fondo azabache.
"Los cabellos plateados como una anciana, y, sin embargo, su piel se veía tersa y jugosa como la de una jovencita", recité para mis adentros.
La asesina de Iori.
- Tú eres... La Madre de Sesshomaru, ¿no es así?
Notas: Qué rapido pasa todo en este capítulo, ¿verdad? Con ese salto temporal hasta la Navidad incluido.
Bueno, bueno, la cuestión, doña Miyanishi era más que sospechosa pero, ¿os imaginábais que podía ser esta su verdadera identidad? Me consta que, al menos a mi lectora beta, le pilló un poco desprevenida porque la había descartado hace mucho tiempo. ¿Os ha pasado igual?
Llevo planeando la escena a continuación en mi cabeza durante más de medio año, así que tengo muchísimas ganas de publicarla al fin!
Se viene mucha información para la próxima, así que estad muy atentas si tenéis curiosidad de saber más~ ¡Hasta dentro de dos semanas!
PD: Como dato curioso, lo de comer KFC en Navidad estuvo de moda entre los japoneses sobre todo hace unos años, no me he inventado eso para nada, por si no lo sabíais~
