Capítulo 10:

La Decisión del Bufón


Días después, el reporte que llegó fue tan inesperado como predecible. No, en realidad, lo que ahora sucedía no era una sorpresa: era algo que ya habían estado esperando.

Tokiyomi, quien no se apartaba de la sala de control, observó los datos decodificados con una intensidad que casi podría cortarse en el aire. Los números danzaban en la pantalla con una precisión fría, pero su rostro, impasible como siempre, traía consigo una inquietante calma que no hacía más que amplificar el peligro que se estaba gestando.

— La energía de una invocación XYZ ha aparecido repentinamente en el cuadrante ocho, cerca del mar, precisamente en las bodegas. —

La voz que rompió el silencio era grave, la misma que había reportado otras anomalías antes, pero con una nueva capa de preocupación que se filtraba entre las palabras.

— ¿Se están recopilando los datos? — Tokiyomi preguntó sin desviar la vista de la pantalla, donde los cálculos parecían volverse más caóticos con cada segundo que pasaba.

— Se está haciendo, señor. — Respondió un subordinado, sin perder el ritmo de la frenética actividad en la sala. Sin embargo, sus ojos brillaban con algo que podía ser confusión o miedo, un destello que no pasaba desapercibido para Tokiyomi.

En la pantalla, los gráficos se movían con rapidez, casi como si la propia pantalla palpitara con vida. La energía provenía de una brecha dimensional abierta entre la dimensión XYZ y su propia dimensión.

— ¿Se debe considerar este fenómeno como hostil? —

La pregunta flotaba en el aire, cargada de implicaciones. Tokiyomi sabía que esta vez no sería una simple invasión, no podía serlo. Las invocaciones XYZ nunca eran simples.

— Hay que bloquear la señal. El LDS se encuentra cerca, en alerta. — La respuesta fue inmediata, pero también cargada de la misma tensión que pesaba sobre la sala.

Mas y más informes fueron entregados, pero Tokiyomi no mostró signos de alterarse.

Mantuvo una calma glacial, como un estratega calculando su siguiente movimiento en un tablero de ajedrez. Un solo dedo recorrió la pantalla, pasando las páginas de datos, pero su mente estaba ya en otro lugar.

La cámara de la ciudad mostró el área donde la brecha había aparecido, el lugar donde la invocación XYZ se había materializado de forma repentina.

Y ahora gracias a su intervención, informes parecían indicar que la actividad era casi normal, sin demasiados movimientos hostiles. Pero Tokiyomi sabía que esto podía cambiar en un instante.

— Señor Arclight, ¿debemos enviar a nuestra propia gente a investigar? —

La voz de uno de sus subordinados irrumpió nuevamente, buscando dirección. En su tono había un toque de incertidumbre, como si ya se diera cuenta de que la situación podía volverse incontrolable en cualquier momento.

— Tenemos a nuestro equipo elite en el perímetro, ¿podría darnos su autorización? — Otro subalterno sugirió, con un claro dejo de urgencia en sus palabras.

Las acciones de sus subordinados eran correctas, pero Tokiyomi tenía mucho más en mente.

Sabía que la situación no era tan sencilla como parecía.

Un conflicto mayor estaba a punto de estallar, y su estrategia no podía ser tan directa.

"El LDS probablemente lo haya provocado, pero esto no es un simple duelo. Esto es algo más." Pensó, casi sin inmutarse.

A pesar de las sugerencias que se le hacían, Tokiyomi ya había tomado una decisión. Con una leve negación con la cabeza, dio sus órdenes con una frialdad casi inquietante.

— No. Movilicen al equipo Marte al centro, que causen caos con las demás invocaciones. Hagan una pantalla de humo. — La voz de Tokiyomi era cortante, y el cambio inmediato en la sala era palpable. La rapidez con que sus subordinados respondieron mostraba la claridad y eficacia con que el comandante manejaba las situaciones más extremas.

El equipo, experto en estrategias, se movió rápidamente. Sin embargo, Tokiyomi sabía que una respuesta rápida también podía acarrear errores.

El equipo, aunque altamente capacitado, carecía de la flexibilidad necesaria para adaptarse a situaciones imprevisibles.

Tokiyomi estaba pensando más allá de lo evidente. Algo más grande se estaba gestando y no podría enfrentarlo solo con los recursos que tenía a la mano. Sabía que necesitaba a alguien con una sabiduría y poder que superaran cualquier cálculo.

En ese momento, se dirigió a un comunicador con la rapidez de un hombre acostumbrado a tomar decisiones que marcarían el destino de millones. La llamada fue urgente.

— Lamento llamarlo en su descanso — Dijo, la tensión apenas perceptible en su voz. Pero la mirada de sus subordinados seguía fija en él, y la presión sobre sus hombros parecía multiplicarse con cada segundo. — Pero necesito ayuda. —

A través del comunicador, la respuesta no se hizo esperar. Un suspiro resonó al otro lado, pero no hubo ninguna negativa.

— ¿Qué necesitas? — La voz, tranquila y resuelta, respondió desde el otro lado.

Tokiyomi no dudó. Sabía que esta persona sería su única esperanza.

La calma antes de la tormenta estaba a punto de estallar.


Las cosas habían cambiado, y aunque Yuya intentó seguir con su rutina habitual, la verdad es que ya le estaba pasando factura.

Yuzu observaba a su amigo, preocupada pero al mismo tiempo un poco molesta. Sabía que Yuya se esforzaba por cumplir con todo, pero eso no significaba que debía olvidarse de sí mismo.

—Deberías descansar... —le susurró, mientras lo veía luchar por mantenerse despierto en medio de la clase que su padre estaba dando con tanta pasión. Sin embargo, Yuya no respondía, y ni siquiera sus intentos por despertarlo parecían funcionar.

Había ojeras profundas bajo sus ojos, su piel estaba pálida y, aunque siempre se veía elegante con sus ropas extravagantes, ni el maquillaje podía ocultar lo evidente: estaba agotado.

—Yuya, ¿puedes levantarte? —

Le insistió, sin éxito. Cuando la respuesta que obtuvo fue un ligero ronquido, Yuzu sintió una mezcla de frustración y preocupación. Aún intentó una vez más, pero su amigo no respondía.

Había estado al pendiente de Yuya desde que Sora se integró a la escuela con la excusa de disculparse, pero los días habían pasado, y Sora no hacía más que acosarlo para pedirle ser su maestro, mientras Yuya apenas podía mantenerse en pie. De repente, el ir y venir de un lugar a otro, que al principio parecía fácil, se volvía una carga para él.

—Yuya, sé que buscas mejorar y no decepcionar a nadie, pero descansar también es importante. —le dijo con reproche, aunque su tono trataba de ser suave, como una advertencia.

Intentó moverlo de nuevo, pero Yuya parecía un peso muerto.

—¡Yuya! —

Yuzu alzó la voz, y en ese momento, fue Shuzo quien se dio cuenta de la situación.

—Yuzu, ¿está todo bien? —preguntó, acercándose rápidamente.

Yuzu, que había estado tan centrada en su amigo, negó con la cabeza al escuchar la voz de su padre.

—Yuya no ha estado durmiendo bien, así que ahora mismo ya está dormido. —

—¿Yuya está dormido? —

Shuzo se inclinó sobre Yuya, quien, efectivamente, ya se encontraba profundamente dormido. Con un suspiro de resignación, el hombre se cruzó de brazos.

—Había escuchado del Señor Tsukumo que la rutina de Yuya sería dura, pero no imaginé que llegaría a este punto... —

—Yuya dijo que se quedaba despierto estudiando, haciendo tareas o leyendo lo que los tutores de Arckumo le habían dejado, pero... —

Yuzu vaciló al hablar, mirando a su amigo dormido.

—¿Crees que sea bueno que continúe así? —

Shuzo hizo una mueca, sin dejar de observar a Yuya. Su preocupación era evidente.

Shuzo, que siempre había tenido un profundo cariño por Yuya, no podía evitar sentirse angustiado al verlo en ese estado. Como maestro y como amigo de su padre, quería que el joven brillara, pero no a costa de su salud.

—Por supuesto que quiero que continúe, pero... —

Shuzo dejó la frase en el aire mientras observaba con tristeza a su alumno. No podía evitar sentirse responsable por no haber detectado a tiempo los síntomas de agotamiento.

—Quizás debería hablar con el Señor Tsukumo. —

Yuzu asintió en silencio. Sabía que su padre se preocupaba por Yuya, pero a veces sentía que era demasiado rígido en cuanto a su educación y la vida de su amigo. Sabía que Yuya no era un niño cualquiera, pero ver cómo luchaba constantemente sin descanso la hacía temer que el precio por su ambición fuera demasiado alto.

—Prepara la habitación de invitados. —Shuzo dio la orden a su hija, quien, aunque algo sorprendida, obedeció sin decir una palabra.

Mientras él cargaba a Yuya con cuidado, Yuzu lo siguió hacia la habitación. Cuando lo acomodaron en la cama, un ligero murmullo escapó de los labios de Yuya, lo que no sorprendió a nadie.

—Hoshiyomi... Péndulo... —Musitó Yuya, su rostro aún marcado por el cansancio profundo.

Shuzo suspiró nuevamente, observando el estado de su alumno con una mezcla de frustración y tristeza. No era un secreto que Yuya siempre había querido llenar los zapatos de su padre, pero había que preguntarse hasta qué punto lo que hacía era realmente por su propio bien, o por la presión que sentía sobre él.

—Hablaré con el Señor Tsukumo. —Shuzo anunció, girándose rápidamente hacia la puerta, dejando a Yuzu junto a su amigo dormido.

Yuzu observaba a Yuya mientras su padre se marchaba. El joven seguía dormido, y aunque su respiración era tranquila, el sentimiento de preocupación seguía oprimiéndole el pecho.

"¿Valía esforzarse tanto...?"

El pensamiento pasó por su cabeza, pero no tardó mucho en desaparecer. Si ella estuviera en la misma situación de patrocinio, tal vez no sería su problema, pero Yuya no era como ella.

Él se entregaba por completo, siempre dispuesto a darlo todo. Sin embargo, algo dentro de Yuzu le hizo pensar que, tal vez, él estaba sacrificando algo mucho más importante en su vida.

"Quizás hasta lo haría mejor..." pensó, pero rápidamente desechó la idea. Sabía que sus pensamientos eran egoístas. Aunque nunca había admitido abiertamente la presión que sentía por no estar a la altura de las expectativas, la verdad es que a veces, Yuzu deseaba ser la elegida.

Con un suspiro, subió la manta sobre el cuerpo de Yuya para taparlo por completo, antes de levantarse. Cuando salió de la habitación, se encontró con Sora, quien había pedido permiso para quedarse.

—¿El hermano Yuya está tan cansado? —Preguntó con una falsa preocupación en su rostro, claramente divertído por la situación.

Yuzu lo miró con desconfianza, pero trató de mantener la compostura.

—¿Despertará pronto? —Preguntó, con una sonrisa traviesa, como si nada estuviera fuera de lugar.

—Quizá esté demasiado cansado. Tal vez despierte mañana... —Respondió Yuzu, con cierto escepticismo, pero sin revelar la completa gravedad de la situación.

—¡Eso es mucho! ¿No están abusando del hermano Yuya en ese lugar? —Sora exclamó, exagerando su tono, y sus ojos brillaron con una chispa de malicia juguetona.

"¿Ese lugar...?" pensó Yuzu, al principio confundida, pero luego comprendió a qué se refería. Sacudió sus hombros, como si todo le diera igual.

—Así es como debe ser un patrocinio. Yuya solo es débil. —Contestó, con indiferencia, lo que provocó que Sora levantara una ceja en señal de curiosidad.

—¿Débil...? —Repitió el niño, como si estuviera saboreando sus palabras, disfrutando de la confusión que causaba.

Yuzu, al darse cuenta de lo que había dicho, cubrió rápidamente su boca, mientras una leve vergüenza se reflejaba en su rostro.

"Lo dije en voz alta..." pensó, sintiendo la incomodidad recorriéndola. A pesar de que realmente creía que Yuya podría ser débil en cuanto a su cuerpo y habilidades, en los duelos siempre se mantenía firme, y no quería que nadie malinterpretara sus palabras.

—¿Hermana Yuzu considera a al hermano Yuya débil? —preguntó Sora, esta vez con un tono mucho más intrigado.

Yuzu trató de corregir su error rápidamente, pero Sora no le dio tiempo para explicarse.

—Podríamos decir que sí. Pero, por favor, no le comentes nada de esto. Es muy probable que se enfade o lo tome personal. —Pidió, posando un dedo sobre sus labios en señal de silencio.

Sora, que no parecía impresionado en lo más mínimo, simplemente sonrió de manera traviesa.

—¿Entonces el hermano Yuya es débil? ¿La hermana Yuzu está diciendo que podría hacerlo mejor? —

Yuzu, irritada, dio un paso hacia atrás.

—¡No! ¡No lo haré mejor! Además, aún me falta mucho por aprender, así que, si me disculpas... —Dijo, mientras pasaba rozando el hombro del niño, que la detuvo colgándose de su brazo.

—¡Perdón! No creí que la hermana Yuzu se enojara tanto. ¿Está bien si Sora se disculpa volviéndote su alumna? —Preguntó Sora, con una sonrisa burlona.

—¿Qué...? —Yuzu lo miró, sin comprender.

—Sora sabe mucho sobre invocaciones, y aunque las enseñanzas del maestro Shuzo sean buenas, Sora está seguro de que te haría mejor enseñándote una nueva invocación. —Dijo, como si fuera lo más natural del mundo.

—¿Una invocación nueva...? —Repitió Yuzu, intrigada, pero al mismo tiempo desconcertada.

—La invocación fusión. —

Sora terminó con una sonrisa misteriosa, como si acabara de lanzar un desafío sin saber qué consecuencias podría acarrear.


Y mientras las cosas sucedían fuera, dentro de los sueños de Yuya algo más ocurría.

Su vista, como siempre, parecía salir de sí mismo, dejando atrás cualquier conciencia del presente.

Sus pasos, aunque ligeros, resonaban con un eco estridente en un pasillo blanco y largo. La luz, inusualmente cálida y brillante, se derramaba como olas en el mar, inundando cada rincón.

—¿Dónde estoy...? —Se preguntó, su voz resonando como un eco en el silencio.

Intentó estirar la mano para tocar la pared, pero su cuerpo no respondió. Era como si no tuviera control sobre sí mismo, como si avanzara de manera automática, como un simple espectador de su propio sueño.

"Este es solo un sueño... nada más", pensó, tratando de calmar la inquietud que comenzaba a surgir en su pecho.

De repente, el paisaje cambió. El pasillo se desvaneció, y ahora se encontraba en medio de un hermoso jardín.

Un kiosco blanco destacaba en el centro, rodeado de una inmensa variedad de flores que se extendían hasta donde alcanzaba la vista. El aroma fresco y dulce llenaba el aire, y Yuya no pudo evitar sentirse extasiado.

—¡Es hermoso! —Exclamó, como si su voz se fundiera con la calma del lugar.

Frente a él, una figura habló con naturalidad, como si la conversación entre ambos fuera algo común.

—Te has paseado por los jardines solo, ¿no te fue pesado? —Preguntó aquella voz juvenil y despreocupada.

Yuya, ahora sentado en el kiosco sin recordar cómo había llegado allí, negó con una sonrisa.

—¿Pesado? ¿Por qué lo preguntas? —

—Por tus tacones —Respondió el otro.

Yuya parpadeó, extrañado. Bajó la vista casi por reflejo y, para su sorpresa, descubrió que llevaba tacones altos. Había heridas pequeñas en sus pies, pero algo dentro de él parecía no darle importancia.

—No sé de qué hablas —Dijo, encogiéndose de hombros con indiferencia, pero la figura frente a él chasqueó la lengua con impaciencia.

—¿Estás loco? ¿Cómo puedes aguantar tanto? Papá se enojará si se entera. —

El simple sonido de esa palabra, "papá", hizo que un escalofrío recorriera el cuerpo de Yuya. Había algo en ella, una sensación de amenaza, que lo puso alerta.

—¿Realmente te atreves a amenazarme? ¡Te pondré un castigo, mocoso! —Dijo con tono severo, aunque no podía evitar sentir cierta familiaridad con el niño frente a él.

La figura lo miró, pero Yuya no podía ver su rostro. Era como si algo lo bloqueara, una neblina en su memoria que no le permitía reconocerlo.

—Acabas de recuperarte de las piernas —Dijo el niño, con un tono de reproche cargado de preocupación—. El tratamiento fue largo, y ya deseas volver a lo que hacías antes. Por favor, cuida un poco más de tu salud. —

Yuya sintió una punzada en el pecho. Había algo en esas palabras, en la forma en que el niño hablaba, que despertaba en él un sentimiento de calidez... y dolor.

Cuando el niño se inclinó para atender sus pies heridos, Yuya extendió la mano como un reflejo, y al sentir su cabello suave bajo los dedos, lo acarició con una ternura que incluso lo sorprendió.

"¿Es alguien cercano a mí...?"

Antes de que pudiera encontrar una respuesta, el niño se levantó de golpe.

—Debo ir pronto, o el abuelo se enojará —Dijo, alejándose hacia algún lugar más allá de la vista de Yuya.

"¿Abuelo...?"

El paisaje cambió de nuevo. De repente, el jardín desapareció, y en su lugar, un fuego feroz lo rodeó. El calor y el ruido eran insoportables, y aunque no podía sentir la quemadura en su piel, la escocedura de las heridas era tan real que rogó en silencio.

"¡Despierta, despierta!"

—¿Yuya? —

La voz lo sacó de golpe de su ensoñación, y abrió los ojos de repente, sobresaltado.

Frente a él, el director Shuzo lo miraba con preocupación, mientras Hoshiyomi permanecía de pie, con su porte siempre imperturbable, aunque algo en su expresión parecía diferente.

—¿Qué ha pasado? ¿Cómo llegué aquí? —Preguntó Yuya, aún desorientado.

—Te dormiste durante mi clase —Respondió Shuzo, con un tono que era más de preocupación que de reproche.

—Lo siento... —Murmuró Yuya, bajando la mirada.

—No pasa nada —Intervino el director—. Es mejor que descanses si te encuentras mal. —

Yuya frunció el ceño, confundido por la amabilidad inesperada.

—¿Está pasando algo...? —

Hoshiyomi, que había permanecido en silencio hasta ese momento, finalmente habló. Su voz, firme y fría, hizo que el corazón de Yuya se detuviera por un instante.

—Yuya, creo que... será mejor retirar mi patrocinio. —

La declaración lo golpeó como un balde de agua helada.

—¿Qué...? —

El rostro de Hoshiyomi no cambió, pero sus ojos parecían ocultar algo más, algo que Yuya no podía alcanzar a comprender.

"¿Qué está pasando realmente...?"