-¿Estás segura de esto?

-¿No crees que es un poco tarde para preguntar? –Pese al tono de reclamo, su voz suave se tornaba divertida mientras sacudía divertida su ramo de flores un tanto secas por tanto tiempo sin hidratarse. –No me digas que eres tú el que se está arrepintiendo ahora.

Wingdings se limitó a abrazar a la recién señora Gaster a modo de respuesta al nunca ser su fuerte las palabras para demostrarle su cariño. La joven esqueleto le devolvió el abrazo sin pensarlo mientras se reía por haber previsto de antemano esa reacción que tanto le fascinaba de su parte, a lo que se limitó en acompañarla entre risas por la felicidad infinita que estaba sintiendo en ese momento. ¿Quién se arrepentiría de pasar el resto de su vida junto a la monstruo más dulce del mundo? Poder tenerla por siempre entre sus brazos como ese instante era más que suficiente para ser feliz.

En cuanto les tomaron la foto para el recuerdo de cómo habían unido sus vidas de un modo un tanto discreto, la bajó con cuidado tras haberla estado cargando tras haberse lanzado ella de forma muy espontánea tumbándole su sombrero que para ella era ridículo, alegando que sonriera más. Entre risas le canturreaba que si era un momento feliz debían de mostrarlo en la foto o sus nietos jamás lo creerían al momento de contarles la historia sobre cómo habían terminado juntos, cosa que le hizo sonreír en verdad al joven esqueleto por el simple hecho de pensar en una familia próxima con ella. Apenas se habían casado ¿y ahora le estaba hablando de álbumes fotográficos y nietos?

No lo parecía, pero su ahora esposa parecía tener la habilidad de estar siempre un paso delante de lo que él pudiera planificar, aspirando siempre por el futuro como algo alentador con la cual mantenerse de pie. Era una de las múltiples razones por la cual terminó enamorado de esa enfermera militar de gran sonrisa. Parecía saber de él más que el mismo, como si fuese la mitad de su ser que no sabía que no tenía consigo hasta el momento en el que la conoció.

Aunque se tratara de su boda, lo cierto era que a ninguno de los dos le quedaba familia con la cual compartir tan bello momento, a su vez que varios amigos suyos aún continuaban en su servicio militar sin poder librarse de ello, por lo que en ese día simplemente la pasaron ellos dos con muy pocos seres acompañándole hasta salir de la pequeña capilla en la que habían decidido de forma espontánea unir sus vidas. No habían tenido mucho tiempo para planearlo, pero eso era algo que no le tenía importancia ninguno de los dos. Tras haber estado en el campo de batalla contemplando más muertos que vivos por intereses ajenos, ambos sabían de la importancia de no desperdiciar ningún momento.

-Les mandaremos una carta a todos. –La voz de su esposa lo sacó de sus pensamientos como si hubiera previsto una vez más lo que estaba pasando por su cráneo. Enserio ¿cómo es que lo hacía? –Estará tan bien narrada que será como si hubieran estado aquí en un principio. Ya verás.

-Si es que logran salir con vida de ese infierno…

Lo soltó sin siquiera pensarlo de antemano. En efecto, la guerra no era un tema agradable por comentar en un día que debía resaltar únicamente la felicidad, pero tampoco le parecía apropiado ignorar la cruda realidad que los había motivado a tomar tantas decisiones tan espontáneas.

-Sé que es algo difícil para ti, cariño, pero ¿Podrías no ser tan lúgubre el día de nuestra boda? Ser esqueletos no nos hace muertos andantes ¿sabes?

El esqueleto simplemente suspiró de leve frustración como respuesta, la cual fue más que suficiente para su esposa sabiendo que no era de muchas palabras.

-Yo también estoy preocupada… los monstruos salimos perdiendo en cualquier bando. –Suspiró un tanto abatida por el tema, mostrando que en efecto había estado pensando lo mismo. –Es por eso que estamos haciendo todo esto ¿cierto?

Wingdings nuevamente le sonrió con tal de calmarla por algo que él mismo había iniciado, mientras tomaba su mano para irse de ese lugar por completo. En efecto, ambos sabían que por mucho que hubieran acabado su tiempo de servicio militar, no faltaría mucho para que volvieran a ser reclutados ante los persistentes conflictos entre otros países, sobre todo por el hecho de no ser valorados por la propia corona italiana al serles fácil querer sacrificarlos por una causa que no les beneficiaba. No importaba como se viera, la solución era simplemente alejarse lo más posible de toda Europa para no volver jamás y formar una vida juntos en la ciudad donde los sueños eran posibles de cumplir. No obstante, era importante para ambos casarse en la tierra en la que alguna vez llamaron hogar por mucho que ahora estuviera repleta de problemas. Podrían vivir en cualquier lado, pero lo italiano sería algo que llevarían a cualquier parte en el que estuvieran.

Teniendo el tiempo contado, la esqueleto levantó el vuelo de su vestido que le había pertenecido antes a su madre con una mano, mientras que con la otra tomó la suya para comenzar a correr hacia el vehículo que los llevaría al puerto de Génova. Wingdings había tenido que dejar su sombrero tirado en la capilla al no tener tiempo de recogerlo, aunque de cualquier forma no era una pertenencia que realmente le importara. Todo lo que le importaba ya lo tenía consigo, sujetando su mano con prisa.

-¡Adiós Génova! ¡Adiós Italia! ¡Adiós guerra sin sentiiiiido! –Tras exclamar todo eso, la esqueleto lanzó torpemente el ramo ya marchito sobre el mar una vez que se subieron al barco que los llevaría a su nuevo hogar. Había esperado todo el día para dárselo a toda Italia a modo de despedida como si fuera algo importante para ella hacerlo. –¡Volverás a saber de mi esposo cuando sea un gran médico!

-Más fuerte cariño, creo que los turcos no te escucharon. –Comentó Wingdings sarcásticamente un tanto avergonzado por sus gritos, pero aun así sonriendo por su acto de alegría infinita.

-Dije… -Tomó una gran bocanada de aire mientras se apoyaba en la barda como si eso le diera energía y fuerza para impulsarse. – ¡QUE VOLV…!

Notando que no había captado su tono sarcástico, rápidamente le tapó los dientes antes de que llamaran demasiado la atención. Le había costado los ahorros de su vida poder tener los boletos del barco y pasaportes, no iban a perderlos por algo así. Su esposa simplemente rio sin darle mucha importancia a su reacción y se limitó a sujetar sus manos mientras observaban juntos como el barco comenzaba a alejarse de su tierra con el sol matutino anticipando una nueva vida.

La risa suave que soltaba era la mayor música que podría escuchar en su vida… hasta que un feo movimiento del auto le obligó a abrir sus cuencas y le regresaron a su actual vida: una existencia lúgubre acumuladora de conflictos innecesarios y seres irritantes como la que tenía a lado ahora.

-¿Estás bien W.D.? Luces muy cansado.

La arácnida intentó tocar su rostro con una de sus manos teniendo semblante preocupado, pero rápidamente el esqueleto la detuvo con rudeza sujetándola de la muñeca al sentirse molesto con la situación que ahora le quedaba por seguir y la apartó de inmediato. Aunque no tuviera ninguna culpa Muffet de lo que era su vida ahora, el que estuviera ella a lado suyo en vez de su querida esposa le generaba una irritación que no pretendía ocultar tras su recuerdo en el largo recorrido. Y no ayudaba el hecho de que la situación desesperada que presentaba ameritaba que en efecto estuviera ella acompañándole y no sus hijos como habitualmente lo hacían.

Si bien no contaba con tantos aliados a diferencia de otros grupos delictivos, con los que contaba estaban lo suficientemente posicionados para que pudieran tratar de negocios teniendo a su favor la zona ferrocarrilera, sin embargo, tal parecía que ahora la noticia de que se le tachaba a él y su familia como traidores a los monstruos había corrido por toda la ciudad en lo poco que apenas y había logrado en su previa trayectoria.

-Por muy tentador que quieras poner tu oferta, la respuesta sigue siendo no, Gaster.

-No podemos cometer un riesgo así de grande por un grupo tachado.

-Lo sentimos, pero están solos en esto ahora.

No importaba cuanto intentara justificar las acciones de su hijo mayor, en cada negativa que le daban otros grupos incrementaba su enojo hacia él por lo que había generado en cadena. Tantos problemas que estarían presentando de ahora en adelante únicamente porque quiso ponerse a la defensiva absurdamente. Los elementos que tras años le había costado conseguir y la confianza dentro de otras zonas se habían desvanecido por completo. Algunos tuvieron la cortesía de escucharlo pese a tener una respuesta negativa de antemano, pero otros ni siquiera le permitieron entrada en cuanto escucharon su nombre. Aunque le molestara esas acciones hacia su persona, no podía culparlos por hacer algo que el mismo realizaría si estuviera en una posición así. El temor que infundía el Gran Don era superior a cualquier respeto que se generara dentro de otros seres.

Estando en su vehículo avanzando, se dispuso a seguir leyendo el periódico para aparentar que nada de lo ocurrido en el día le afectaba por mucho que realmente estuviera molesto por la situación que enfrentaba a causa de la rebeldía de su hijo. No obstante, detectar que tenía bastantes ojos observándole proveniente de un solo individuo le generaba mayor malestar del que podía contener. En verdad que no estaba para su acoso y rareza de momento.

-Es todo por ahora Muffet, te llevo a tu casa ahora. –Hojeó su periódico queriendo opacar su disgusto con algo de lectura.

-No hace falta, quiero acompañarte en la última de tus reuniones. Quiero protegerte de todo.

El jefe de familia resopló con leve disgusto de su insistencia, pero lo cierto era que en ese instante le preocupaba más el hecho de estarse dirigiendo a la última de sus esperanzas de mantener una alianza con otros monstruos, por mucho que se dirigiera a una en extremo. Había una gran razón para dejarles al último después de todo, no le era grato tener que volver a poner un pie en ese lugar tras muchos años. Tenían un sistema de lo más desagradable, pero sus astucias empleadas dentro de huecos legales les hacían unos interesantes aliados a fin de cuentas.

Concentrándose en su lectura con tal de distraerse antes de llegar a su destino final, se percató de que una de las noticias dentro del impreso daba mención a la extraña explosión que se había dado en un pequeño local de Snowdin sin dar mayores detalles ante la carencia de información, sin embargo, si se redactaba el hecho de no encontrar cuerpos de los cuales lamentar las pérdidas aparentemente materiales de lo que había quedado en escombros. Era más que suficiente para amargarle el trayecto al notar que ni a la prensa se les pudo apartar de tan escándalo irritante. Arrugó el periódico sin pensarlo y lo arrojó a lado suyo al no querer leer más, tenía que hacer todo lo posible por no perder a sus posibles únicos aliados en todo el desastre.

Llegando al establecimiento, esperó a que el felino monocromático le abriera la puerta para salir con paso elegante mientras estaba siendo acompañado de la arácnida que nuevamente se ponía su túnica negra con la que ocultaba cuatro de sus seis brazos. Era señal suficiente para él que le comunicaba qué tan lista estaba la arácnida ante cualquier cosa que se presentara en ese lugar. Ocultar lo que tenía a su ventaja para engañar a su presa era una de las cosas que le había enseñado él mismo después de todo.

-¡Hoi! ¡Soy Temmie!

Una criatura peluda de muy baja estatura se les había acercado con bastante prisa, poniéndose al frente con una gran sonrisa e impidiéndoles avanzar más. Aunque se viera tierno y carismático, Gaster sabía de primera mano que no eran criaturas a las que se debía dejarse llevar por su apariencia. Su mayor arma contra cualquier mortal era esa misma ternura que irradiaban a modo de bajar las defensas de cualquier oponente. Muchos habían vendido su alma sin saber el peligro que eran realmente hasta que era muy tarde para descubrirlo.

-Vengo a ver a tu líder. –Comentó Gaster agachando la mirada ante tan criatura tan baja. El ser frío con una criatura que parecía un gato canino le era siempre extraño. –Notifícale que…

-No hace falta tanta formalidad conmigo, Don Gaster. Esperaba tu visita desde que supe de tan interesante noticia matutina.

Una criatura blanca como la nieve, pero con cabello negro azabache como el carbón apareció a lado de ellos siendo acompañada de varias criaturas más parecidas a ella portando el mismo uniforme. Su vestimenta elegante floreado y con guantes blancos resaltaba entre lo demás integrantes de su séquito carente de sentido común dada sus miradas un tanto perdidas, pero era algo que tenía toda la intención al mostrarse como la líder de tal grupo. Esos ojos brillosos mirándole fijamente le incomodaban aún más que todos los ojos de la arácnida cuando le acosaba constantemente.

-Dios… ¡quiero abrazarlos a todos! –Escuchó que Muffet susurraba a lado suyo tratando de contenerse.

-Por la hora en la que me visitas, he de suponer que he sido tu última opción en tu lista ¿eh? –Comentó la criatura de baja estatura con una sonrisa simple, pero que habría derretido de ternura a cualquier mente débil. –De cualquier forma, sabía que terminarías llegando a mí.

-Digamos que el sindicato de monstruos no es un lugar apropiado para lo que me dedico. –Comentó el esqueleto alto sin querer entrar a más detalles.

-Hooiii… nunca he entendido por qué no les agradamos. ¡El sindicato existe para ayudar a todos los monstruos! –Exclamó con voz tierna la líder mientras alzaba las regordetas y peludas piernas superiores que tenía como brazos. El resto de sus seguidores le aplaudieron con alegría en sus palabras. –Delincuentes o no, todos los monstruos nos interesan… ya que todos somos ciudadanos de Ebott… y todos deben pagar sus impuestos correspondientes, quieran o no.

El esqueleto no quiso decir nada más al respecto al considerarlo inoportuno dado lo que quería conseguir. De ser una familia mafiosa expertos en robar, se convirtieron en el sindicato que son ahora… y para Gaster realmente no había mucha diferencia con el cambio. Pero desde que había fallecido Don Temmie, su esposa había tomado el cargo de inmediato, además de que nadie se había presentado interesado en querer tomar la tutela de algo tan conflictivo. Eran muy extraños en cuanto se refería a un grupo, ya que la mayoría que pertenecían al sindicato abandonaban su individualidad ya sea por voluntad propia tal cual séquito religioso se tratase (como todos de esa especie peluda muy parecida a la líder sindical) o por las deudas que no podían liquidar (como los monstruos que observaban a lo lejos manteniendo su distancia).

Sí, los Temmie eran muy astutos al momento de hacer negociaciones por mucho que no lo parecieran. Sus prestaciones eran una maravilla que era aterrador que todo lo movieran de forma legal. Se llamaban a sí mismos defensores de la clase trabajadora de los monstruos, pero con ellos siempre había un precio qué pagar por tales protecciones en regla. Lamentablemente, eran la única fuerza con la que contaban legalmente contra los dictámenes establecidos con los humanos.

-De cualquier forma, me da gusto el volver a verte. La última vez que te presentaste aquí fue con tu esposa… y de eso fue hace mucho. Ya hasta tus hijos son adultos ¿hoi? –Rio con dulzura la pequeña mamífera mientras caminaba lentamente para dirigir a todos a su oficina. Gaster y Muffet la seguían mientras la miraban hacia abajo. –Todavía tengo los papeles de ella cuando trabajó. ¿quieres verlos?

-No, gracias. –Respondió de inmediato con toda la cordialidad posible.

-Hoooiiii, pues ya me adelanté en pedirlos en cuanto supe que me visitarías.

Rio nuevamente con ese intento de ternura que no engañaba a Gaster, el cual se contuvo de querer golpear a la criatura. Sabía que su intención era "conmoverlo" con tal de bajarle las defensas y así poder manipularlo a su antojo, pero se estaba metiendo con el sujeto equivocado si creía que tales cosas funcionaban con él. Aun así, le molestaba el hecho de que tratara de hacer tal cosa con el tema particular de su esposa fallecida sabiendo que su problema actual estaba por los actos de sus hijos. Tal parecía que la sindical ya tenía contemplado qué acciones tomar a su favor. Realmente era repugnante que una mujer no digna de un cargo de esa índole se atreviera a subestimarlo con cosas así, él ya estaba preparado para toda clase de chantajes.

-Hoiiii, veamos… Und… no, es mucho más arriba, es con A. –Comenzó a revisar las carpetas archivadas en la caja que le habían acercado en su escritorio, la cual podía leerse en su costado "trabajadoras fallecidas" con pésima letra. –¿Era Ariana, Ariadna…?

-Arial. –Respondió de inmediato el esqueleto como mero acto de reflejo e impaciencia.

-¡Oh, ya lo tengo! Arial Gaster ¡Aquí!

Con sus pequeñas patas le extendió la carpeta vieja para que la ojeara con total libertad pese a ser un documento oficial. Y con tal de no verse grosero tras ser cordialmente recibido en el establecimiento, optó por revisar la carpeta de rápido para no alargar más su estadía, pero en cuanto vio la foto de su esposa en el expediente no pudo evitar molestarse. ¿Cómo se atrevían en poseer una fotografía de ella? Sólo él tenía derecho de eso. No se molestó en leer lo que contenía el expediente al recordarlo perfectamente. Él mismo había escrito y firmado tal papel dándole permiso de poder laborar… cosa que no le había agradado hacer al no ser la vida que le había prometido, pero las necesidades principales al momento de estar en la ciudad lo habían requerido en un principio. También recordaba lo mucho que se había molestado con él cuando la había sacado del trabajo tras un tiempo y le había costado hacerle comprender que era lo mejor para ella ante tanto riesgo. Sólo lo había logrado finalmente cuando habían descubierto que muy pronto se volverían una familia de tres.

La sorpresa que había resultado Sans en sus vidas le había generado en un principio muchas preocupaciones, pero se había convertido en un motor suficiente para aspirar a tener más y más… hasta que había sido muy tarde de retroceder en ese camino. Y ahora estaba tratando de arreglar su desastre antes de perderlo todo. Vaya hijo malagradecido que tenía.

- Intuyo que pretendes una audiencia con el Gran Don ¿Hoi? Es algo que puedo hacer fácilmente. –Temmie se acomodó en su asiento repleto de almohadas para poder alcanzar la altura, aunque era bastante a comparación de su invitado de enfrente. –Las donaciones a la causa sindical que él nos envía son muy bien recibidas aquí, pero creo que tu colaboración puede ser igual o mayor de benéfica.

-Es dinero lo que me estás pidiendo, entonces.

-No, no, no, algo más valioso que cualquier papel impreso sucio. Verás, aunque el Gran Don sea generoso con el sindicato, no lo es lo suficiente al no permitirnos negociar el poder extendernos en sus dominios. Pero tu fama de poder haber negociado con él saliendo airoso una vez… es lo que requiero de ti.

Gaster se quedó callado esperando a que llegara al punto. No le era grato recordar aquellos tiempos, pero gracias a su talento había logrado tener su libertad y a Snowdin en su poder. No era una zona aclamada por lo pequeña que venía siendo, pero en cuanto se había fortalecido la industria ferrocarrilera

-Tu garantía será algo que puedes recuperar en el momento que quieras… a menos que al final no quieras, Hoi. Puede convenirnos a todos al fin y al cabo. –Canturreó con una sonrisa mientras se recargaba en su escritorio con sus pequeñas patas. –Verás, no tuve ningún varón, razón por la cual tuve que tomar el cargo… pero si tengo una hija, una que por obviedades no puede pasar el apellido Temmie. Pero tú tienes dos magníficos varones ¿Hoi?

No necesitó que continuara hablando para comprender a qué quería llegar. De todo lo que estaba preparado a negociar con tal de limpiar su apellido, no se esperaba que alguien pidiera directamente obtener su apellido. No era cualquier cosa, era ceder parte de su imperio a alguien más, y vaya que no le causaba gracia que fuese precisamente el sindicato quienes se atrevieran a solicitarle algo así de golpe. Aunque estuviera desesperado en limpiar el desastre provocado por sus hijos, no estaba dispuesto a ceder algo así en particular, todo seguía en familia… y así permanecería.

-Puedo conseguirte una audiencia en conjunto con todos los deudores que tengo a mi disposición, no podrán negarse a que les pida algo así si con ello les limpio sus expedientes. –Continuó Temmie con su tono tierno, aunque su sonrisa ensanchada reflejaba todo lo contrario a su perspectiva. –Si consigues que el Gran Don te perdone y otorgue el ingreso al sindicato en New Home, tu deuda quedará liquidada. Pero si no, uno de tus hijos se casará con mi hija y se volverá un Temmie antes que un Gaster. Es un buen trato ¿no?

-¿Me estás pidiendo realmente que empeñe a uno de mis hijos?

-No te estoy pidiendo siquiera a tu primogénito si tanto temes perder tu parte heredera, puede ser el segundo sin problemas. No le perderías nada realmente en caso de no poder liquidar tu deuda a tiempo. ¿Qué tal?

-Creo que Pyrus… –Comenzó a decir Muffet por lo bajo.

-Silencio.

La calló el Don al no querer ninguna intromisión en lo que requería demasiado detenimiento. En efecto, la sindical podría otorgarle ese beneficio con una pata atada en el lomo, pero su costo no era cualquier cosa. Ya había intentado una vez comprometer a uno de sus hijos con el fin de tener todo controlado y había terminado siendo un desastre que hoy en día aun le atormentaba. Además, le estaba pidiendo conseguir que el sindicato pudiera extenderse en New Home, territorio de interés para muchos pero de temor para otros. Si empeñaba a sus hijos a algo así… en definitiva estarían molestos con él, pero era algo que le venía sin cuidado. Ellos habían provocado tal desastre y debían comprender el sacrificio que conllevaba arreglar las cosas. Una lección más de lo cruda que era la vida si no se apegaban a sus reglas que estaban ahí por una buena razón.

-Bien, pongo a mi segundo hijo como garantía de poder conseguirte lo que deseas.

-¡Excelente! Creo que será un buen partido para mi hija. Ella es algo tímida, pero muy linda. ¡Hoi!

Siendo vigilado por bastantes ojos, le entregaron un documento que se dedicó a leer minuciosamente para no descuidar ninguna cláusula de lo que astutamente podría tener a su favor la pequeña pero perversa mamífera. Tenía seis meses para cumplir con su parte o de lo contrario el compromiso estaría fuera de sus manos y Papyrus se volvería un Temmie heredero abandonando su apellido verdadero. En cuanto firmó elegantemente el documento sintió como comenzaba la cuenta regresiva. Uno de sus hijos ya estaba manchado con pocas posibilidades de limpiar su herencia y si no hacía bien las cosas, perdería a otro sin escrúpulos quedando en completa desprotección todos sus bienes. Pero si tenía que pensarle demasiado, era más preocupante perder a su heredero principal.

La señora Temmie tomó el documento y firmó su parte tomando la pluma con sus dos patas delanteras pequeñas. Mientras se le quedaba viendo al documento, Gaster pudo notar una tenue sonrisa fuera de la ternura que siempre pretendía reflejar, antes de guardarlo con cuidado en su escritorio.

-Muy bien. Te llamaré cuando esté todo listo. Tendrás tu audiencia con el Gran Don esta misma semana. ¡Hoi!

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Leer esa noticia le generaba un mal sabor de boca que no pudo procesar por varios minutos. El café que ahora tenía sobre su escritorio con tal de no derramarlo, no había tenido el efecto de despertarlo tan de golpe como las palabras impresas le habían generado, por mucho que le hubiera puesto un poco de whisky para darle sabor.

Por más que releyera la nota periodística, Mettaton no podía dar crédito a que eso fuera posible. ¿Había explotado su florería y su hogar? Si mencionaban que no se había encontrado cuerpo alguno, ¿significaba que Frisk estaba viva o no? Tantas preguntas que se formulaba de golpe le habrían provocado un dolor de cabeza si no fuera por el aroma relajante que irradiaban las múltiples flores que tenía en su escritorio con todo y sus macetas. Aunque si comenzaba a tener un mal sabor de boca de haber protegido tales adornos de que no terminaran en la basura, y no a la artista que las había colocado de esa forma con tanto detenimiento.

Esa idiota… debió haber aceptado su propuesta en el momento que se la ofreció. ¿Qué necedad de arriesgarse en una zona que no valía la pena? Todo lo que involucraba a la mafia siempre era una desgracia innecesaria. Él lo sabía más que nadie.

Y ese maldito esqueleto sonriente ¿qué no se suponía que la protegían como un cliente más? Había demostrado ser un completo inepto… tal vez había sido lo mejor no haber terminado negociando con él en aquella oportunidad…

… a menos que la razón por la cual no hubiera un cuerpo encontrado fuera precisamente por él…

Dejando el periódico encima de los libros de flores que había estado leyendo un día anterior, apoyó su cabeza con sus manos mientras trataba de dejarse llevar por el dulce aroma y relajarse con ello. Pero el simple hecho de que esas flores le recordaban a ella no le ayudaba para nada. Realmente quería saber si estaba bien y se odiaba por eso. ¿En qué momento le había importado tanto un simple individuo entre muchos? Frisk era grosera, malagradecida, fría… una verdadera molestia. ¿Entonces por qué se tomaba el tiempo de conocer cosas que le gustaban con tal de poder conversar con ella de forma coherente? Desde que había notado que era la única cosa que la ablandaba, se había dedicado a leer lo que pudiera con tal de poder dar con algo con lo qué complacerla y por fin estar a mano con esa chica. Pero no, ahora estaba atormentado en su propia oficina preguntándose si estaba bien en ese momento y si estaba cuidando apropiadamente los arreglos florales que le había dejado.

-¡Señor Mettaton, me llegan noticias del bajo mundo! –Un conejo de pelaje azulado y trajeado habló en cuanto abrió la puerta.

-¿Cuántas veces debo pedir que toquen antes de ingresar? –Levantó la mirada el robot con semblante molesto. –Es grosero.

-Ehh, lo siento señor, pero creí que le interesaría saber… eehhh…

-Ya, da igual. Dime de una vez lo que oíste. Más te vale que sea importante.

-Los Gaster han sido eliminados de la alianza entre mafias. –Continuó el conejo aun apenado por la llamada de atención, tanto que no se apartó del marco de la puerta. –Se les tacha de traidores a la causa de monstruos… justo como a usted.

El magnate abrió nuevamente los ojos con lo que acababa de oír. Tal parecía que ese día estaba lleno de noticias en relación. Su curiosidad se avivó tanto que olvidó toda angustia de golpe.

-¿Motivo?

-Hay muchos rumores, pero todo apunta a que es porque prefirieron a una humana antes que los suyos. Lamento no tener los detalles, señor.

Y Mettaton no los necesitó al formularse una idea más que suficiente para intuir que estaba en algo acertado. La demolición de la florería, su desaparición, los esqueletos tachados como traidores… No le cabía duda de que los Dreemurr lo habían hecho como advertencia para todo aquel que pensara en apegarse a los humanos. Ellos nunca eran de palabras ni cordialidades, siempre con acciones inmediatas que comunicaran el terror que podían provocar a la primera. Pero aun así, él siempre terminaba superando sus atrocidades al estar siempre en alerta. No lograrían asustarlo para que desistiera o se entregara, él seguiría adelante con sus asuntos hasta lograr ser más poderoso que él. No faltaba mucho para que lo lograra, razón por la cual sabía su insistencia en los intentos de asesinato.

Sólo esperaba que la ausencia de un cadáver en tal desastre fuera una vaga esperanza de que aquella flor invernal de exótica mirada estuviera con vida en algún lado. Tenía muchas cosas por hacer, pero aun necesitaba estar en paz con ella y acabar con esa extraña obsesión que estaba teniendo de pensar en qué pudiera gustarle para complacerla. Odiaba con todo su ser esa sensación. ¿Cómo osaba una mujer en causarle tal impacto y no a la inversa?

-Bien, ya puedes retirarte.

-Sí señor.

Al cerrar la puerta de nueva cuenta, Mettaton dejó pasar unos minutos para asegurarse de que su trabajador estaba lo suficientemente retirado para sacar su cartera con confianza. Le carcomía el hecho de seguir teniendo su fotografía guardada con tanto recelo en algo que llevaba diario consigo, pero en definitiva sería algo que jamás saldría de ahí mientras permaneciera con vida.

Esa chica tan fría… ¿por qué no le llamó en auxilio al menos? Realmente esperaba que se encontrara con vida. No era justo que le dejara así.

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Lo que pretendía ser un día agradable para convivir con su amado, terminó siendo uno cansado y lleno de decepciones para la joven arácnida en cuanto estaba llegando a la puerta de su pequeño departamento. Por mucho que hubiera insistido en que no hacía falta que la llevaran hasta su establecimiento, aun así W.D. la había traído al edificio en el que vivía para así concluir el día en convivencia. Sabía que era parte de su caballerosidad y encanto el que la trajera sana y salva, pero realmente no le era grato que la dejara sola una vez más en ese lugar al que tenía que llamar hogar al no tener ningún punto más para llegar. Aunque fuese el mismo esqueleto quien le hubiera comprado ese departamento, no le agradaba estar tan alejada de él. Lamentaba el día en que se había quejado del frío de Snowdin, tal vez por ello le había conseguido ese lugar particularmente en Hotland, una zona muy opuesta a la lúgubre, (desagradable) y friolenta en la que su amado habitaba.

Abriendo la chapa de su puerta, ingresó a su departamento situado en el tercer piso y arrojó su gabardina en el primer sillón que tuvo al alcance. Al tener todas sus manos descubiertas, contempló lo que había alcanzado a robar de esas criaturas peludas. Una joven esqueleto le devolvió la mirada tras esa pequeña fotografía de expediente que estaba sosteniendo con delicadeza, como si pudiera quemarle en cualquier momento por haberse atrevido a tomar aquello en el momento en el que todos estaban enfocándose en el documento de compromiso.

Sabía que a W.D. no le causaba gracia que alguien más tuviera fotografías de su fallecida esposa (ella misma había visto cómo las tenía consigo con mucho apego y cuidado), por lo que no dudó ni por un instante en tomarla sabiendo que sería de su agrado… pero no tuvo el valor de entregársela una vez que se subieron al vehículo. No podía evitar sentirse celosa de alguien que ya estaba muerta desde hace muchos años. Peor aún, sentirse mal por ser la razón del tormento del único que ser que amaría.

El jefe de familia no le había contado sobre ella al ser un tema que no compartía con nadie tras ser un dolor personal, pero Papyrus y Sans le habían relatado sobre lo cariñosa y amable que había sido su madre que ahora quedaba en más que simples recuerdos para ellos. Atenta en cada cosa, detallista en cada oportunidad, amante de la música y protectora en el momento que se requería... ¿Cómo poder odiar a alguien así? Muffet se maldecía internamente cada vez que pensaba en eso, realmente quería detestarla, pero era gracias a ella que W.D. era lo que era actualmente. Ella era el pasado de su amado, pero aún se reusaba a soltarla pese a que la muerte ya los había separado. Era tan romántico y trágico al mismo tiempo que no podía evitar sentirse mal con esa situación como si también compartiera parte de su dolor volviéndolo también suyo. Era muy injusto llegar al punto de compadecerse por alguien que ya no existía y que nunca había conocido.

Ella quería que la observara con el mismo semblante como lo hacía con aquellas fotografías que resguardaba celosamente, pero no importaba cuánto estuviera ahí para él, lo tanto que se arreglara, lo tan dispuesta que estaba para hacer de todo por él. Simplemente no tenía ojos para nadie más que aquella esqueleto cuya sonrisa era tan parecida a la de Sans (una razón por la cual no le agradara del todo, tal vez). También quería atribuirle a ella lo enfadosos y problemáticos que eran ese par. Era imposible que eso fuera por parte de la perfección andante que era el jefe.

No queriendo ver más la foto al tener un deje de culpa, la dejó en su mesita de la pequeña sala y se sentó para quitarse los tacones que ya comenzaban a molestarle. Su departamento era bastante pequeño, pero era acogedor pese a todas sus quejas. Aun así, no estaba para conformarse con eso, no se rendía en formar parte de la vida de su amado esqueleto. Algún día viviría en su casa, algún día sería la mujer de ese hogar.

Algún día serían una familia.

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Tras migrañas y trabajos acumulados, he aquí un capítulo más!

Aprovechando este espacio, doy aviso que este viernes 9 de agosto de 2019 se cumplen 3 años de "Osado Corazón" (¡yay!), por lo que haré una transmisión en vivo dibujando y contestando cositas. Será a las 8pm en horario de México en mi canal de youtube. Espero poder verlo ahí n.n

Los quiero mucho!

Michi fuera!

:)