La noche había sido particularmente larga para Frisk. Por más que se abrazara, por más que tratara de encontrar calor estando tan sola en la estación de tren, no dejaba de sentir frío al grado de sentir que se enfermaría en cualquier momento. Había escuchado que el tren había llegado al pasar las horas desde que se había incorporado en la estación del tren, pero no tuvo energía ni voluntad de levantarse a considerar lo que le quedaba. Si bien sólo tenía dinero para el boleto del tren, realmente no quería retirarse de Ebott. Aún tenía cosas que hacer, aun no era tiempo de tirar la toalla… ¿cierto?
Toda su aventura había iniciado desde que había decidido encontrarse con su padre, pero si estaba ocultándose de alguna manera con un seudónimo, no le cabía duda de que no quería ser encontrado. Además de que su regalo por su mayoría de edad había sido literalmente destruido y robado. ¿Se pondría triste si se llegara a enterar?
Y por más que trataba de convencerse a sí misma, no podía evitar el hecho de volver a experimentar la angustia de estar sola y sofocada en un lugar bastante amplio pese que podría retirarse en cualquier momento sin nada que la retuviera. No, realmente era su propio malestar lo que la tenía sujeta. ¿Qué tenía que hacer ahora? ¿Dónde podría pedir un teléfono? ¿Cómo… podría pedir algo así a un desconocido? Con tantas preguntas circulando su mente al igual que el frío que sentía, terminó dormida en aquel lugar sin saber qué hacer fuera de ello. Estaba cansada… pero también preocupada. ¿Qué pasaría con Flowey en su ausencia? ¿Y Sans? ¿Él… en verdad pensaba que moriría en cualquier momento?
Si, Frisk estaba completamente en la ruina en ese instante. Sin hogar, sin dinero, sin un lugar exacto al cual ir, sin poder encontrar a su padre, sin su mejor amigo…
Pero al menos ahora estaba cubierta con una cobija extremadamente perfumada… que no supo cómo terminó encima de ella en cuanto despertó. ¿Qué había pasado?
-¡Oh, pequeña cachorrita! Perdón si te desperté. –Una voz de mujer adulta la desconcertó en cuanto trató de incorporarse. –Temí que murieras de frío en cuanto te vi.
En frente de ella estaba una señora conejo de pelaje morado y grandes ojos dorados. Por la forma en la que movía sus alargadas orejas supuso que era una forma de mostrarse inquieta. ¿Acaso la había sorprendido despertando en cuanto le puso la cobija? No quería verse malagradecida con el acto tan noble ante un desconocido.
-Yo… tengo el sueño ligero. –Comentó al no saber qué más decir ante la situación. –Gracias.
-Si esperas el tren, me temo que no es un buen momento. Con este clima todas las entregas se atrasarán. –Suspiró lamentándose la coneja, tal parecía que había acudido esperando algo sin éxito alguno. –Te recomiendo regresar a tu casa, cachorrita, este clima no está para que te expongas así.
-No tengo casa.
-¿Qué? ¿Por qué? –Sus orejas se inquietaron aún más. –¿Eres una vagabunda? Pero si tienes uniforme de sirviente.
-Es… una larga historia. –No quiso entrar en detalles al no sentirse cómoda con nada. –Me arrebataron todo.
-¡Oh mi…! Pobre cachorrita.
En ese instante lo que menos esperaba era un abrazo tan repentino como ese y de una completa desconocida para ella. No supo cómo reaccionar con el gesto y quedó paralizada sin poder detenerla ni devolver el gesto. La había llamado vagabunda antes ¿por qué abrazaría a un desconocido para ella también? ¿O esperaba que devolviera el gesto? ¿Era algo normal en algunos citadinos?
-Estás tan helada… ¡y tan delgada! Ven, deja que una mamá te ayude. –La coneja le acomodó levemente el cabello de modo maternal y le sonrió pese a verse preocupada. –Eres tan linda ¿quién dejaría a una jovencita como tú en el frío?
Frisk no dijo nada al sentirse avergonzada con tal trato tan cariñoso y sin saber qué hacer realmente. La señora era muy amable, pero le era más extraño la confianza que le tomaba sin siquiera saber su nombre. ¿Qué acaso la estación de tren incitaba a que la gente fuera así con ella? Había sido en el mismo lugar cuando conoció a Sans y se había comportado de esa forma tan informal y confianzuda. Aunque esa vez tenía a Flowey consigo, observando todo en silencio y cuidándola a su manera.
En verdad que necesitaba recuperarlo. No estaba segura de su estado, pero era más que consciente de que los esqueletos no tenían intenciones de cuidarlo, más bien todo lo contrario.
-Mi auto está por aquí, vamos. –La tomó de la mano para encaminarla sin darle tiempo de negarse o protestar. –Alejémonos de este frío descomunal. ¿Cómo te llamas, cachorrita?
-F-Frisk. –Contestó mientras sentía sus mejillas acalorarse de la pena de tanto contacto físico. Llevando consigo la cobija que le había puesto para no dejarla abandonada en la estación.
-Mucho gusto, yo soy Bonnie Bunny.
La señora Bonnie la encaminó hacia una camioneta algo desgastada y la ingresó de inmediato. ¿Podría tomarse eso como secuestro? En lo que pensaba Frisk sobre si era adecuado dejarse llevar de ese modo por una desconocida por muy amable que se viera, escuchaba que la mamífera tarareaba en todo el camino una canción que sonaba bastante alegre. Eventualmente parecía mover rítmicamente sus manos sobre el volante sin descuidar el camino friolento que estaba conduciendo. Las calles no se veían tan descuidadas ante tanta nieve como recordaba cuando Papyrus la había llevado en su elegante vehículo. De hecho... la nieve le daba un toque más hermoso al lugar que de por si le parecían de una belleza singular.
Se abrazó aún más a la cobija que tenía para cubrirse del frío durante el recorrido sin decir nada. Había decidido confiar en la señora tras no saber qué más hacer. En verdad que Flowey podría llamarla tonta por lo que había terminado haciendo.
La señora había conducido tanto que le había dado la impresión de que habían terminado a orillas de Snowdin, o al menos eso le parecía tras detectar el leve olor marítimo en la lejanía. ¿Cómo se vería el mar con el frío?
-Llegamos cachorrita.
La voz de la coneja la desconcertó de sus múltiples preguntas y contempló el lugar en el que habían parado. Se veía igual de viejo y descuidado como el resto de hogares del barrio, pero mucho más grande, pegado a lo que indicaba que era un hotel y junto con un letrero que decía…
-Bienvenida a La Madriguera.
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Waterfall tenía un clima bastante extraño para el esqueleto que se quedaba contemplando el amanecer desde la punta del faro. Tras haber estado manejando por horas, no podía dejar de pensar en otro lado que no fuera justamente ahí y no se la pensó más para poder pasar la noche en ese lugar. Creyó que estando ahí podría calmarse lo suficiente para pensar mejor las cosas, pero lo cierto fue que no pasó así. Realmente estaba enojado y decepcionado con su familia.
Uno lo menospreció tanto y había sido el culpable de la muerte de su madre, el otro sin importar cuánto se sacrificara por él siempre le desagradeció por todo. Si era así el caso ¿para qué volver? El pasar de los días lo retiraría como un Gaster, por lo que luchar por algo que le tenía condenado realmente ya no le estaba importando. Era claro que su familia no lo quería consigo y no se preocupaban por él ¿Entonces por qué el habría de preocuparse por ellos?
El mar desde donde estaba se observaba agitado, tal y como las otras veces que se dedicaba a contemplarlo cuando podía permitírselo. Habían sido días buenos en aquel entonces.
-Sabía que te encontraría aquí.
La voz empalagosa de la arácnida lo sacó de sus casillas. Estuvo a punto de sacar su arma para apuntarle y que se retirara por cuenta propia, pero realmente no tenía ganas ni de eso por mucho que la detestara. Sólo quería estar solo por ahora y la araña no parecía comprender eso. ¿Acaso el jefe la había mandado a buscarlo? Lo dudaba sinceramente, ya le había dejado más que claro que él no le era importante y más que desechable. Sans al ser el que siempre tenía la atención de todo, ahora sería el único y ya no le estaba importando eso. Que se pudrieran ese par de saco de huesos malagradecidos e insensatos.
Al no recibir respuesta, Muffet se encaminó lentamente para acomodarse a lado suyo, recargada en el barandal que los protegía de no caerse entre tanta piedra, mientras que con otras manos se sujetaba la gabardina para que ésta no saliera volando con el denso viento marítimo que les llegaba a esa altura.
-¿CÓMO SUPISTE QUE ESTARÍA AQUÍ? –Preguntó sin más al no tener ganas de pelear.
-Es aquí donde siempre venías a jugar con esa niña anfibia. –Rio levemente la arácnida sin verle directamente. Tal parecía que le gustaba también contemplar el sol de esa forma, como si pudiera obtener algo de calor de ese modo. –Undyne Fisher era su nombre ¿no?
-AL MENOS TÚ LA RECUERDAS. SANS NI DE ESO ME PRESTÓ ATENCIÓN.
-¿Cómo olvidarlo si me pedías que te enseñara a bailar por ella? Huhuhuhu. –Recordó con cierta alegría en su voz. –Te gustaba tanto que no dejabas de hablarme de ella. En verdad creí que te le declararías después de eso.
-HABÍA… SIDO LA INTENCIÓN. –Se giró aún más en dirección contraria a ella, como si con ello pudiera apartarse del bochorno que le estaba dando recordar tal cosa. –PERO YA SABES PORQUÉ NO LO HICE AL FINAL.
Recordar esos días en los que era un niño insistente en poder ser feliz como dé lugar, le estaba siendo doloroso en ese momento. Tras la pérdida de su madre y los negocios de su padre, Papyrus había insistido en que podían seguir siendo una familia feliz pese a todo, aun cuando comprendía lo inmoral que estaba haciendo su padre y la preparación que trataba de darles a ambos como si de soldados se trataran. Fue así como conoció a Undyne, una niña cuya larga cabellera escarlata le había llamado la atención y de quien se había hecho amigo en poco tiempo al estar frecuentando constantemente la costa por asuntos de su padre. Aunque hubiera tenido a Muffet como apoyo, la verdad es que la veía más como una hermana en aquel entonces al saber todos desde un principio que ella estaba para volverse la esposa de Sans en algún momento, por lo que sentir que tenía un vínculo con alguien fuera de su familia era más que satisfactorio para él en aquel entonces. Era difícil hacer amigos tras lo que se dedicaba su padre y por ser educado en casa.
Esos días en los que jugaban juntos en el faro, hablando de sus sueños de ser ambos policías, habían sido momentos alegres que conservaría por siempre. Pero en el momento en el que se había enterado que "los asuntos" de su padre dentro de Waterfall eran matar justamente al vigilante del faro por petición y alianza de los Blook, supo que las cosas no estaban destinadas a ser buenas para él si el vigilante justamente era el padre de Undyne. Sans en aquel entonces actuaba más decidido con lo que se le pedía, por lo que sentir que era lo correcto las reglas y acciones de su padre era más que inminente.
No obstante… no podía evitar la culpa de ser un mal amigo de quien consideraba valiosa para él. Por lo mismo le había advertido de lo que pasaría, explicándole lo que era su propio padre y que le advirtiera al suyo que era el vigilante que ambos se retiraran lejos. Undyne le había pedido de que huyera con ellos en caso de ser así… dándole la única oportunidad de tener una vida fuera de toda inmoral… pero no dudó en decidir por su familia. Lo más importante para él, aun con lo rota que estaba y sus defectos, era su preciada familia que lo necesitaba para mantenerse todos unidos.
"Algún día en verdad me convertiré en policía, Papyrus", le había insistido la pequeña anfibia tras estarse molestando por su decisión de quedarse. "Si te vuelves delincuente, eso significaría que nos volveríamos enemigos. Si es así, te prometo que sólo yo podré detenerlos".
-Y YO PROMETO NO PERMITIR QUE ESO SUCEDA. –Contestó el esqueleto a su recuerdo, desconcertando a la monstruo a lado de él que no comprendía nada.
Antes se sentía molesto por que Sans no comprendía la importancia de las reglas de "no tener amigos" y "no mujeres" si él mismo había hecho el sacrificio, pero ahora estaba molesto de todo lo decepcionante que estaban resultando las cosas. ¿De qué le sirvió seguir sus reglas si todo era su culpa? Si Sans siempre había sido su favorito… bueno, él ya no será un estorbo para nadie más.
-Pyrus, sé que estás molesto con todo esto, pero… -Comenzó a argumentar la araña sin saber qué más decir con sus palabras.
-SI VENISTE SÓLO A ESO, TE PEDIRÉ QUE TE RETIRES O EN VERDAD HABRÁ UNA BALA POR CADA OJO TUYO.
-Tu familia te necesita, siempre lo han hecho.
-SI CLARO, PARA SER UNA MONEDA INTERCAMBIABLE.
-¿No te das cuenta que te están protegiendo? –Insistió la araña con un deje de reproche. –Eres el menor de la familia, por consiguiente el que tendrá más vida. Es un instinto natural querer mantener a salvo a los menores.
-ME ESTÁN MENOSPRECIANDO, COMO SIEMPRE LO HAN HECHO. –Contestó sin verla, el sol en el horizonte era más interesante que la monstruo irritante. –SI TANTO LE IMPORTARA AL JEFE, NO ME HABRÍA VENDIDO.
-Lo que hizo tu hermano fue algo muy estúpido de su parte. W.D. tenía que arreglarlo antes de que todo empeorara.
-¿PORQUÉ ME ESTÁS INSISTIENDO TANTO? –Finalmente se giró para verla directamente, estando enfadado con su presencia e insistencia de algo que no le correspondía. -SI TANTO TE INTERESA SER UN GASTER, ADELANTE, HAY UN CUPO DISPONIBLE EN LA FAMILIA, AUNQUE NO SEA EL QUE TE INTERESE.
-Es que sin ti, todo está perdido…
-¿OH, AHORA SOY IMPORTANTE? ¡VAYA! GRACIAS POR AVISARME. –Soltó sarcásticamente mientras se apartaba del barandal, estando harto de la plática y de que no le dejara solo. –VETE AHORA QUE TE DOY LA OPORTUNIDAD, NO ME CONTENDRÉ EN MATARTE ESTA VEZ.
-Pyrus…
No teniendo paciencia, sacó su arma de su estuche y le apuntó directamente a la cara. Era un disparo bastante sencillo de hacer para él y la araña era más que consiente de eso, pero aun así se quedó estática sin mover ni un centímetro más de todo su cuerpo. Odiaba que le siguiera llamando con ese apodo que le había permitido de niños, pero ahora no tenía el derecho de tratarlo de ese modo. Aunque Muffet tuviera miedo y se reflejara eso en todos sus ojos, siguió quedándose ahí, sujetando su túnica ante el evidente frío que tenía al ser muy sensible a ese clima.
-¿No quieres vengar la muerte de tu madre?
Instintivamente, Papyrus abrió aún más sus pequeñas cuencas al no haber pensado en eso antes. Se había dejado llevar tanto por su enojo hacia su familia que no había reparado en el enojo que también le daba descubrir que había una autoría en tal asesinato. Los humanos no habían tenido nada que ver… salvo el secuestro que llevó a lo siguiente, claro. Pero ya luego pensaría en eso.
-Estuve ahí, Papyrus. El muy cínico admitió haberla matado con tal de "fortalecerlo"… no antes de pedirle que matara a Sans si quería su perdón. –Explicó con seriedad en sus palabras, dejando en claro de que le era importante pese a no competerle directamente. –Al lograr huir, W.D. pidió ir al sindicato para tratar de anular el documento que te comprometía, pero fue imposible por la extraña magia que realizan dentro de sus contratos.
-ESO DEBIÓ PENSARLO ANTES DE ACCEDER.
-Tú eres el único que podría mantenerse a salvo en cuanto se desate la masacre. Sans no la librará.
-CREÍ QUE SANS Y YO NO TE AGRADÁBAMOS.
-¡Por supuesto que no me agradan! Fueron los únicos amigos que he tenido… y me odian sólo porque no puedo dejar de amar a W.D… Lo amo demasiado, ¿por qué eso es tan malo para todos ustedes?
-¡ENTIENDE QUE NO SERÁS LA MUJER DE SU VIDA! PARA ÉL JAMÁS HABRÁ ALGUIEN MÁS COMO LO FUE MAMÁ.
Eran palabras que deseaba a gritarle desde hace mucho y creyó que aquello le causaría cierta satisfacción de soltarlo, sin embargo no fue suficiente para calmarse. Una parte interna le decía que la golpeara para que comprendiera que no debía entrometerse, pero otra se reprimía ese impulso al seguir sintiendo que no podía ante la regla del jefe de no agredirla pese a todo. Se detestaba a sí mismo por seguir pensando en sus malditas reglas cuando no le habían llevado a nada bueno… aunque claro, los había mantenido con vida por mucho tiempo gracias a eso. ¿Pero de qué servía ahora? La posibilidad de ser cazados era grande ahora.
-¿Crees que… eso no lo sé? –La voz de la arácnida le recordó que no estaba solo con sus pensamientos. –¿Sabes lo irritante que es competir con alguien que ya murió… y aun así sentirme mal por eso?
-NO ME IMPORTA LO QUE PIENSES. SÓLO VETE DE AQUÍ. –Insistió mientras no apartaba a su arma.
-W.D y Sans tienen un plan para vengar a tu madre… sólo creí que te interesaría saberlo dado que tú eres la clave. –Aunque sudara la arácnida por seguir viendo el arma apuntándole, se mostraba seria y decidida. –Después de eso cada quien podría retirarse a lo suyo.
Muffet tenía razón. Aunque estuviera enojado con el jefe y con su hermano… era mayor el enojo que sentía por el hecho de que su madre había sido asesinada con toda intención y justamente por un monstruo que confiaban y temían por igual. Aunque quisiera alejarse y no saber nada más de ellos, seguían teniendo el mismo sentimiento por la mujer que les había dado la vida y amó hasta el fin. Estaba resentido y dolido, pero…
También quería vengarse, también quería ver a ese maldito volverse polvo.
Papyrus terminó bajando el arma para dar pie a que la araña continuara explicándose, la cual entendió la indirecta y soltó un leve suspiro de alivio antes de proseguir.
-El Gran Don tiene oculta a su esposa, lo cual significa que es su debilidad. La líder sindical tiene una clave para hallarla, pero no dará esa pista a menos que te presentes en el cumpleaños de su hija, la cual estás comprometido con ella.
-PRESENTARME SERÍA COMO OFICIALIZAR EL COMPROMISO. –Señaló disgustado, sintiendo que seguía siendo una moneda intercambiable solamente.
-Si se logra matar al Gran Don, no existiría tal compromiso ya. No más amenaza y logran vengarse. ¡Jaque Mate!
Las cosas sonaban muy sencillas, pero Papyrus era más que consciente de que cuando se trataba del mafioso más temido no podrían serlas. Necesitaba más que un simple deseo vengativo si quería estar en paz con su vida por delante. Necesitaba un plan, necesitaba… un equipo. Y tal vez podría ayudar más que con su excelente vista y puntería. Podía aportar más que todas sus habilidades juntas que ya de por si eran grandiosas.
Siendo un Gaster sólo lo volvía un delincuente… pero siendo un Temmie… podría darle un giro a todas las cosas. Muffet tenía razón, el compromiso le daba una ventaja más allá de la protección, le daba la capacidad de poder reclutar a más gente en cuanto estuviera vigente el compromiso. Y no tendría que casarse todavía para tener tal ventaja… convirtiéndolo en alguien más valioso que Sans ahora, aún más valioso que un simple primogénito heredero de un negocio roto.
Sonrió levemente al comenzar a comprender toda la capacidad que podría realizar con sus propias manos. Nunca más nadie se atrevería a subestimarlo. No estará nunca más dependiente del malagradecido de Sans o del desatendido de su jefe.
Era momento de volverse un jugador más dentro de la ciudad.
-CONTINÚA.
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En lo que esperaba el regreso de la señora conejo que le había obligado a sentarse en el alargado comedor, Frisk se sentía extraña estando dentro de un lugar que desconocía completamente. Al principio le había dado la impresión de que entraba a una especie de taquilla similar a la que estaba en la estación del tren, pero tras encaminarla por otro pasillo, terminó estando en lo que parecía ser parte de un hogar extremadamente casero de la monstruo. ¿Por qué tenía una mesa tan larga? ¿Por qué una casa tendría una taquilla en la entrada?
Podía sentir sus mejillas ruborizadas de la pena de saber que la habían invitado a desayunar, pero no se sentía con confianza de poder declinar algo que realmente necesitaba. Tenía hambre y el aroma que emitía la pequeña cocina le era apetitoso fuera lo que fuera. Sentía que llevaba tiempo sin comer algo bueno tras tener muchos impedimentos dentro de la casa de los esqueletos mafiosos, aun cuando era ella quien cocinaba.
Escuchar bastantes pasos provenientes de las escaleras cercanas la hizo mantenerse alerta de cualquier cosa que se presentara, lo cual para su sorpresa (y pena total) eran bastantes conejos tanto masculinos como femeninos de pelaje variado y que uno que otro parecía no portar suficiente ropa para cubrirse o simplemente estaban llegando en bata. Algunas de las prendas parecían tener lentejuelas bordadas, plumas, o variedad de telas coloridas que hacían sobresaltar sus presencias. Antes de que Frisk se preguntara a sí misma sobre porqué parecían tener tal descaro de mostrarse así, notó que estaban hablando animadamente entre ellos mientras se sentaban en el alargado comedor que, con sus presencias, entendió a qué se debía tal mueble tan particular. ¿De dónde venían tantos conejos? ¿Por qué estaban… vestidos así algunos?
-¡Oh! Una humana. –Comentó un conejo macho sentándose cerca de ella y esbozándole una sonrisa confiada que le recordó a cómo Sans se le acercaba antes. –¿Cómo entraste aquí?
-Yo la invité. –Se asomó la señora conejo mientras seguía sosteniendo una cuchara de madera en una mano. –La pobre estaba como cachorrita abandonada en la estación del tren.
-¿Entonces metiste una vagabunda a la casa?
-¿Eso significa que nos la quedaremos?
-Es muy linda.
-¡La pido para mí!
-¡Yo la quiero en mi show!
-¡No, yo!
Frisk sintió como se encogía en su propio asiento ante la pena que le daba tantas presencias tan enérgicas y enfocadas en ella. Extrañaba más que nunca a Flowey consigo para apaciguar a la gente en su entorno o a Sans con la extraña intimidación que provocaba pese a su sonrisa. ¿Cómo se suponía que tendría que dirigirse a todos? ¿Qué tenía que hacer cuando estaba con tanta gente a su alrededor queriendo su atención? Ella sólo quería que le prestaran un teléfono.
-O-oigan… creo que… la están agobiando un poco.
Una voz suave y levemente susurrante llamó su atención al igual que algunos de los conejos más cercanos a ella, los cuales le sonrieron en el acto sin tomarse mal el comentario emitido. Una monstruo de un aspecto bastante diferente a los mamíferos estaba ahí al parecer que la cabeza era un pez en su esplendor cuya antena luminosa era algo que Frisk nunca había visto en un monstruo.
-Shyren, me alegra de ver que te sientes mejor. –Nuevamente apareció la señora conejo mientras dejaba algunas ollas sobre la mesa con ayuda de otros conejos más jóvenes que ella. –¿Cómo sigue tu garganta?
-Aun… me duele.
-Es una pena, pero tendrás que posponer tu show de esta noche hasta que puedas sentirte mejor. –Comentó la señora mientras le servía una gran porción de lo que parecía ser puré de zanahoria. –Puedo cubrirte mientras tanto.
-¿Show? –Soltó Frisk tras no comprender nada y sin moverse al sentirse agobiada con tantas presencias tan extrañas y cercanas a ella.
-Así es cachorrita, estás ante el mejor cabaret de Snowdin… ¡y próximamente del mundo!
Había alzado sus manos con gran energía y júbilo que soltó los utensilios que había tenido consigo, los cuales algunos de los conejos presentes los detuvieron en el aire como si fuese de lo más normal en tan colorida casa. No tenía ni idea de lo que se trataba de un cabaret, pero la alegría que emitían todos los presentes terminó siéndole una presión extraña y sonrió de vuelta tras notar que eso era lo que se esperaba de ella.
-Ahora come, que estás muy delgada.
-Ah, yo…
-¡Oh! ¿Pero dónde están nuestros modales? –Señaló la conejo mientras ponía una mano cubriendo su sonrisa. –Te presento a mis hijos. Ellos son Connie, Jennie, Winnie, Ronnie, Eugenie, Annie, Brandon, Adon, Amon…
Frisk escuchaba cada nombre mientras observaba cómo los mencionados la saludaban para indicar quienes eran, pero en el fondo sabía que se olvidaría de cada nombre al ser demasiados de golpe. ¿Cómo era que esa señora tenía tantos hijos? Todos eran bastante alegres, pero no dejaba de sorprenderle los tantos que eran dentro de la casa.
-… Odon, y ya conociste a Shyren, quien es también de la familia aunque le apene. –Terminó de nombrar y abrazó levemente a la monstruo acuática, quien emitió una tenue sonrisa ante un rubor presente. –Y todos, les presento a Frisk.
-¡Hola Frisk! –Corearon al unísono, lo cual a Frisk le pareció un tono bastante agradable.
-Ahora sí, a desayunar todos.
Sintiendo cómo su rubor incrementaba, notó como varios conejos se servían haciendo tremendo escándalo y que a su vez parecían servirle parte de la porción que ellos habrían puesto sobre sus platos. ¿Tan delgada la veían como para querer rellenarla de comida? Eran todos en extremo amables con ella, pero no podía evitar sentirse incómoda con toda esa atención. Uno o dos extraños era algo que podía manejar… pero tantos ya la agobiaban. Terminó comiendo poco a poco para tener que hacer algo con las manos y así calmarse, pero para su sorpresa todos la estaban observando comer ahora con ciertos gestos de ternura y alegría. ¿Por qué la veían así? ¿Acaso estaba haciendo algo mal?
-Es tan linda… quiero peinarla.
-Yo tengo unos vestidos que se le verían muy bien.
-¿Creen que pueda hacer unas acrobacias?
Frisk escuchaba cada comentario, pero realmente no sabía qué hacer con todo eso. ¿La estaban tratando en verdad como un cachorro perdido? Si comenzaban a hablar sobre ponerle collar y correa se pararía de inmediato para huir del lugar. Lo que menos necesitaba era un sitio más donde tratarían de quitarle su libertad.
-Calma mis gazapos, la chica está aquí para hacer una llamada, no nos la quedaremos.
-¡Owwwww!
-En verdad creo que le quedarían bien mis vestidos.
-¿No puede quedarse más tiempo?
Y con tanta atención sobre ella, fue así como Frisk tuvo que desayunar sin saber qué contestar ante tanta pregunta esporádica. El sonrojo que le daba su timidez parecía incrementar tantas exclamaciones y atención sobre ella, pero lamentablemente era algo que no podía controlar. ¿Cómo decirles que la estaban agobiando si ni siquiera ella era capaz de hablar con tanta gente? Procuró comer lo más pronto posible para que la dejaran de observar tanto y retirarse, pero por alguna extraña razón eso parecía incitarles a que le sirvieran más comida. ¿Qué tenía que hacer en esos casos?
-Yo ya no…
-Come bien, estás muy delgada. –Señaló nuevamente la señora conejo, sonriéndole con la misma ternura que sus hijos. –La ropa que llevas puesta no es tuya ¿cierto?
-No, me obligaron a portarla.
-¿Te obligaron a ser sirvienta? ¿Quién? –Se escandalizó un poco la mamífera. –Si te ves tan joven…
-Don Gaster.
Las reacciones que tuvieron todos tal tras mención fueron completamente diferentes a las que tenían sobre ella. No estaba segura si eran de miedo o de preocupación, pero por alguna extraña razón eso la calmó un poco al sentir que la atención ya no iba tan dirigida a ella, sino al nombre mencionado. Supuso que lo conocían, lo suficiente para tener tales expresiones en sus rostros al menos.
-Por favor dime que no es a él quien piensas llamarle. –La señora Bonnie bajó el tono de su voz con preocupación.
-No, no. No quiero estar cerca de él o de su casa… aunque tiene a mi amigo todavía y quiero salvarlo. –Contestó Frisk de inmediato. –Quiero llamar a alguien que me dijo que podría buscarlo cuando necesitara algo. Y dado que me quitaron todo, en este momento si necesito varias cosas.
-Bien, sígueme entonces. –Se calmó un poco y se paró para indicarle que podía hacer lo mismo.
Frisk la siguió un tanto aliviada de poder retirarse y que por fin podría tener un teléfono consigo, pero los gestos de ternura que iban dirigidos hacia ella no cesaron en absoluto. Aun podía sentir sus miradas sobre ella que le incomodaron en gran medida conforme se alejaba de todos ellos. ¿Por qué? ¿Qué tenía ella que les generaba tal simpatía tan agobiante?
-Dime una cosa, cachorrita, ¿fue Don Gaster quien te quitó todo lo que me dijiste? –Preguntó mientras caminaban.
-Algo así. Es una larga historia.
-Bueno, me gustaría poder escucharla el día que quieras contármela. –Se giró para verla directamente y le guiñó un ojo para mostrar simpatía. Le era extraño a Frisk el cambio repentino de humor. –Tengo la impresión de que tienes una historia muy interesante por contar.
Llegaron a una pequeña sala repleta de prendas coloridas regadas entre el suelo y muebles, como si las hubieran lanzado con prisa y sin reparar en dónde pudieran aterrizar. Frisk no dijo nada al respecto, pero supuso que eso se debía a que eran bastante gente dentro de una casa. El contraste a la elegante que era la de los esqueletos era muy grande.
Tras quitar unas cuantas prendas arrojándolas al suelo, la señora dejó visible un aparato que nunca antes había visto Frisk, por lo que intuyó que ese era el mencionado teléfono que necesitaba. Sin embargo, al momento de agarrarlo supo que no podía improvisar cómo sería su uso al no encontrarle sentido. ¿En dónde era para hablar? ¿Dónde tenía que dar indicaciones de lo que quería? ¿Era realmente innovación humana o extensión de la magia?
-Yo… no sé usarlo. –Comentó finalmente apenada.
-Tranquila, yo te ayudo. ¿Cuál es el número?
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Detestaba su trabajo, pero no tenía de otra más que aguantar todo maltrato de por medio si era lo mejor que podía conseguir pese a sus lamentos. La paga no era una maravilla, pero era mejor que muchos otros empleos que no le daba el ancho para pagar una estabilidad adecuada. Eso no significaba que pensara mal de su jefe directo. ¡Cuánto lo detestaba!
Se suponía que era un asistente, pero el trato que el famoso millonario Mettaton le daba era casi esclavista. ¿Por qué tenía que limpiar su oficina él cuando ya tenía varios sirvientes para hacer tal labor? Y además tenía que regar las plantas que ahora parecía coleccionar su jefe... aun cuando sabía que había quedado traumado por una que se le había obligado a cuidar tiempo antes. Pero sin poder protestar al respecto, terminó accediendo a la petición y ahora se encontraba limpiando cada rincón que el robot pudiera notar como sucio.
Mientras tallaba con total fuerza el escritorio (imaginándose su cabeza sobre él), el sonido del teléfono desconcertó al felino anaranjado de tal manera que casi se caía al suelo, derramando todos los utensilios de limpieza que estaba utilizando sobre la elegante alfombra. Para su suerte no hubo tal desastre, o no querría imaginarse lo que pudiera hacerle con el trato que de por sí ya le daba tan denigrante.
-Oficina de Mettaton Blook, buenos días. –Contestó sin una pizca de ánimo.
-Eehh… ¿hola? –Una voz femenina y muy jovial se escuchó al otro lado del teléfono. –Soy… Frisk.
-¿Frisk, qué? –Preguntó desganado, mientras se acercaba una libreta para anotar todo.
-Frisk… ¿la florista?
-Le estoy preguntando por su apellido. ¿Cuál es?
-Solo Frisk. ¿Es usted Mettaton?
Que Dios le librara de eso, pensaba seriamente.
-Muy bien "Solo Frisk", el señor Blook se encuentra ocupado en este momento. ¿Cuál es su asunto?
-Él… me dijo que podía contactarlo por este medio.
Genial, pensaba el felino con exasperación, otra tipa que creía que podría acostarse con el millonario y así obtener algo. No culpaba a las jovencitas de tratar tal cosa, pero era en verdad denigrante y una asquerosidad que algunas se rebajaran de tal forma tan ruin. Aunque su jefe era mujeriego, ya había notado que tenía estándares en cuanto a las chicas con las que salía. O al menos esa impresión le daba. Aunque… ¿cómo era que la chica que tenía en la línea contaba con su número directo? El teléfono que estaba en su oficina personal sólo lo tenían sus inversionistas o gente importante para él.
La chica había dicho que era una florista… tal vez Mettaton quería una jardinera para su extraña colección de plantas que estaba iniciando.
-Bien, páseme su contacto para que el señor Blook pueda contactarla luego. –Tomó la pluma y anotó el nombre de la chica junto con su profesión, en espera de algo más. –Teléfono y dirección.
-Bueno… llamo de Snowdin… y esto es… ¿un cabaret?
¿Qué la chica era una retrasada? Le estaba pidiendo sus datos para que la contactara luego, no esa clase de estupideces. No iba a perder el tiempo con una fan más.
-Muy bien, que pase un buen día.
-Pero…
Sin querer lidiar más con eso, colgó y se puso a seguir limpiando. No quería darle razones a su jefe de maltratarlo y denigrarlo aún más. Tenía que dejar reluciente la oficina antes de que llegara de su junta.
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Habían pasado minutos desde que le habían colgado la llamada y Frisk no sabía que hacer ahora. Lo único con lo que contaba ahora estaba indispuesto y la soledad le pegó más que el frío que estaba sintiendo. No sabía qué hacer ahora. ¿Tendría que regresar al pueblo finalmente? Aun contaba con el par de billetes que le había dejado Sans.
Sin saber en qué momento se había retirado la señora en cuanto estaba hablando por teléfono, contempló como estaba llegando con una pequeña tetera vieja y un par de tazas que emitieron un humo agradable en cuanto le sirvió su contenido. Era té de manzanilla a lo que podía oler y eso le calmó un poco con tan sólo verlo. Nunca creyó extrañar tanto esa clase de calor y alegría que sólo un buen té podía otorgarle, aun cuando eso le recordara demasiado a su padre.
-¿Cómo te fue, cachorrita? –Preguntó la señora tras varios minutos en silencio.
-Creo que mal, no sonó a que me fueran a ayudar. –Sostuvo su taza entre sus manos, dejándose llevar por el calor que emitía y que seguramente no volvería a sentir en mucho tiempo. –En verdad estoy sola de momento.
-Es increíble pensar en lo que se volvió la familia Gaster ¿eh? –Comentó la coneja en lo que terminaba su taza de té. Tal parecía que estaba pensando en la situación. –Si me hubieran apostado sobre que se volverían mafiosos, no lo hubiera creído nunca.
-¿Usted conoce a la familia Gaster?
-Si los conozco… pero a quien conocí mucho mejor fue a Arial. Era una de mis mejores amigas.
El nombre no le sonaba para nada, pero al ser uno femenino supuso de inmediato que podría tratarse de la madre fallecida de Sans y Papyrus, de quien parecían estar sufriendo mucho toda esa familia por el desenlace que tuvo…. Y dado el semblante que tenía la señora Bonnie, supuso que era algo similar pese a su carácter tan animado que recién le conocía.
No podía evitarlo, por primera vez tenía curiosidad de cómo había sido la señora Gaster. Quería conocer una perspectiva que seguramente jamás le brindaría Sans o Papyrus al ser un tema no precisamente grato de recordar a lo que notaba.
-¿Cómo era ella?
-¿Arial? Sumamente amable, atenta… parecía tener un plan para cada cosa, anticipándose a lo que sea antes de que uno pudiera pensarlo. –La coneja rió ante el recuerdo de su amiga. – Tenía una hermosa y dulce voz, pero no se comparaba al corazón que tenía. Era realmente sorprendente que alguien tan sonriente estuviera casada con alguien tan… Wingdings Gaster.
¿Era así como se llamaba el Don? Era la primera vez que escuchaba su nombre y era una curiosidad que antes no había tenido al no caerle bien el señor, por lo que podía comprender el sentimiento de la señora Bonnie al haberlo conocido directamente. En verdad que Sans y su padre no se parecían en cuanto a sonreír, aunque en el fondo sabía que su acosador personal no siempre lo hacía naturalmente, eran pocas las veces que realmente había contemplado una sonrisa genuina en él.
-Daban todo un espectáculo cuando estaban los dos juntos, bailando una canción que solo ellos podían escuchar. –Continuó hablando la monstruo, como si necesitara hablar sobre ello con alguien desde hace mucho tiempo y ahora aprovechaba la oportunidad. –Sabía que no era un mal sujeto si era el hombre que había elegido mi amiga y era capaz de hacerla tan feliz.
-A mí no me parece un buen sujeto. –Soltó Frisk sin siquiera pensarlo. –Nunca fue amable conmigo.
-Si… se amargó más de lo que por sí ya era. –Coincidió sin pena alguna de por medio. –No confiaba del todo de que pudiera cuidar de sus propios hijos, por lo que intenté hacerme cargo de ellos al igual que como lo hice con Shyren, pero el Don nunca me lo permitió por obvias razones.
-¿Adoptó a Shyren?
-Bueno, su hermana mayor también era de mis mejores amigas, y al ser lo único que tenía en el mundo no podía dejarla sola. Lyra, Arial y yo solíamos cantar juntas todo el tiempo. ¡Causábamos sensación cada vez que cantábamos durante las compras! –Exclamó algo alegre, reponiéndose del malestar que había sentido momentáneamente. –Soñábamos con estar en un gran escenario donde seres de todo el mundo buscarían poder escucharnos. Hablábamos mucho de eso en nuestras reuniones.
En lo que dejaba que la señora se perdiera en sus pensamientos al respecto, Frisk recordaba que Sans le había hablado sobre que su sueño reprimido había sido ser músico. El gusto a la música y profesión… ¿Acaso era por su madre? Eso comenzaba a explicarle el piano descuidado que no le habían permitido siquiera tocar o limpiar. ¿Acaso habría sido de ella? Y de ser así, ¿aún sería capaz de emitir una melodía sin su dueña? Le gustaría poder escucharlo algún día…
-¿Y qué paso? –Preguntó con total curiosidad, razón por la cual no reparó a tiempo de que si la madre de Sans había fallecido, esa pudiera ser la razón más que obvia del porqué no se enfocaron en ello. –L-lo siento, no fue mi intención…
-Bueno, Lyra tenía que trabajar muy duro al estar sola con su hermanita, Arial tenía hijos que requerían mucha de su atención… y un marido algo arraigado, jajajaja. –Contestó la coneja sin preocupación alguna, sonriéndole para calmarla por el bochorno evidente en sus mejillas. –Y yo, pues a mi esposo no le agradaba del todo la idea, prefería que me dedicara a nuestros hijos.
-Pero si ahora tiene este… ¿caba…ret? –Cuestionó sin seguir sabiendo realmente qué venía siendo.
-Si, tras su muerte no tuve más razones para seguirme torturando. Ya había perdido a mis mejores amigas y a mi esposo, pero tenía a todos mis hijos y esa fue razón más que suficiente para no detenerme por lamentos. –La señora esbozó una gran sonrisa ante todo, como si hablar de ello le diera más fuerzas de las que ya de por si parecía tener consigo. –Estuve rodeada de gente que quería cumplir sus sueños y no lo hicieron, por lo que en honor a cada uno yo no debía de seguir con lo mismo. Las cosas son difíciles, pero me esfuerzo en mantener este cachito de cielo que he decidido construir junto con mis hijos.
Frisk se quedó pensando en que si tan solo su madre hubiera tomado la postura de la señora Bonnie, las cosas habrían resultado diferentes en su vida, pero era algo que no quería detallar con totalidad de momento al serle incómodo pensar en ella. Aunque su madre eventualmente se ponía a hacer repostería en el pueblo o trataba de cuidarla demasiado, la mayor parte del tiempo parecía estar triste o decaída al grado de que de niña sentía que no debía de causarle más problemas… hasta que finalmente se hartó de lo mismo y decidiera buscar respuestas por su cuenta.
Realmente estaba asombrada de la actitud de la coneja ante los desafíos que se le habían presentado, impidiendo que el dolor la transformara en algo sentimentalmente destructivo, a diferencia de cómo habían terminado sus padres distanciados, o como el caso de la familia esqueleto completa. Era una mujer admirable la que tenía frente a ella.
Sosteniendo la taza con más fuerza, fue así como Frisk optó por pensar en cómo era que ella estaba llevando las cosas en cuanto a la pérdida de sus hermanos. Los extrañaba sin importar el paso de los años y algunas veces se sentía sola sin ellos, pero nunca se había cuestionado sobre qué tanto o no le había afectado desde que había conocido a Flowey. Simplemente se había dedicado en controlar sus emociones con tal de no generar más problemas y lamentos a su madre y ahora no sabía lo que debía de sentir tras eso. ¿Sería eso algo malo de su parte?
-En fin, dado que no pudiste contactar a alguien…
-Oh, entiendo, no se preocupe. Yo me retiro. –Contestó, estando dispuesta a pararse de inmediato.
-¿Qué? ¡No! Lo que yo iba a decir era que podría ofrecerte trabajo aquí. –La coneja sacudió sus manos con desesperación. –No es mucho lo que puedo ofrecerte económicamente… pero también puedo darte alojamiento y comida como un plus. ¿Qué dices?
Frisk se regresó a su sitio mientras meditaba la situación por un momento. En verdad había pensado en que Mettaton podría ayudarle tras tanta insistencia de su parte, pero trabajar con una señora amable y estando en Snowdin podía ser una gran ventaja para ella. Tenía que rescatar a Flowey de las manos esqueléticas de los mafiosos y reconstruir su vida mientras pensaba en qué hacer ahora que comprendía que su padre estaba oculto por alguna razón desconocida.
Por primera vez en días, sentía que estaba teniendo algo bueno.
-Suena bien para mí. ¿Qué es lo que tendría que hacer?
-Veamos… ¿Qué te parece si aprovechamos un poco tu vestimenta de sirvienta? –Pensó un poco la coneja mientras la observaba analíticamente. –Mis hijos son muy descuidados en cada cambio de show, por lo que sería bueno que alguien ayudara a recoger todo lo que dejan en el suelo. También necesito de alguien que les ayude a cambiarse para agilizar los tiempos.
-Puedo hacer todo eso, supongo.
-¡Magnifique! Entonces acompáñame para que conozcas el lugar. –Se paró con bastante energía pese a ser una señora con algunas arrugas visibles entre su pelaje. –Mis hijos y yo ensayaremos un poco para cubrir el show de esta noche que le tocaba a Shyren.
Frisk se paró igualmente para seguirla, sintiéndose tranquila de estar en un lugar con una familia bastante cálida y armoniosa a comparación de la otra en la que había estado involuntariamente. Tras pasar lo que había visto en un principio que era la taquilla cerrada, contempló con detenimiento el letrero que además de indicar que estaba cerrado de día, notaba que estaba en otro idioma que no identificó ante su nulo conocimiento al respecto.
Pero al entrar en su totalidad, para su sorpresa estaba contemplando un escenario en el fondo mientras que en el centro había varias mesas y sillas que parecía que no terminaban de limpiar ante una noche de alto consumo de alcohol. Si bien era algo que nunca había visto, lo que tenía su total atención y estando paralizada era ver a un par de conejas aparentemente ensayando uno de sus actos… portando únicamente un par de abanicos gigantes emplumados mientras bailaban a un ritmo sumamente incómodo para la humana que las contemplaba. Lo peor del caso era que eventualmente se pasaban sus abanicos y tendían a caérseles de las manos que terminaban riéndose de su torpeza ¡Estaban desnudas! ¿Cómo podían hacer tal cosa sin preocupación alguna? ¿Qué clase de show estaban haciendo?
¡¿Qué clase de lugar se trataba un cabaret?!
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-Con cuidado, tío. No debes apoyarte todavía.
-Descuida Fuku, puedo bajar las escaleras por mi propia cuenta.
Pese a no querer tanta ayuda de por medio, la flama andante terminó accediendo al hombro de su sobrina para apoyarse y bajar las escaleras lentamente hasta dirigirse hacia el piso inferior que era su pequeño bar. Desde que le habían lastimado el pie, su sobrina se había vuelto más compasiva con su actitud y procuraba estar al pendiente de él. Era una gran ventaja eso, ya que así reducía sus escapadas sin sentido con el grupo revoltoso que frecuentaba.
Pero en cuanto lograron bajar por completo y se acomodaba la muleta para moverse con mayor espacio, ambos contemplaron al esqueleto que dormía sobre la barra, abrazando una botella vacía que anteriormente estaba nueva y roncando fuertemente ante un evidente cansancio. Mientras que la adolescente resopló molesta de contemplarlo justamente ahí y de esa forma, el bartender sonrió de verlo en una sola pieza. Ese maldito había estado ausente mucho tiempo y comenzaba a preocuparse con todo lo sucedido.
-Genial, además de delincuente, ahora también es un vagabundo. –Soltó la adolescente sin reparar en su tono.
-Yo me encargo, Fuku. Tú ve a la escuela, tranquila.
-¡Agghh! Detesto que seas tan compasivo con alguien como él. –Diciendo eso le dio la espalda a todos y se encaminó hacia la puerta.
Una vez que su sobrina se retiró del lugar, Grillby tomó una botella ya abierta que tenía cerca de su caja registradora y le dio un trago antes de esparcir el resto del contenido sobre el cráneo del esqueleto, el cual despertó levemente emitiendo un gruñido de protesta.
-Es bueno saber que sigues vivo.
-Pasaron… muchas cosas. –Comentó el esqueleto mientras se reincorporaba sobre la barra, dejando a un lado la botella de whisky que se había tomado seguramente por la noche y en silencio.
-Necesito una explicación entonces de porqué un vagabundo terminó dentro de mi local. –Reclamó falsamente mientas sonreía divertido.
-Mejor explícame tú cómo fue que te lastimaste el pie. –Señaló Sans una vez que despabiló un poco. –No te recuerdo con muletas.
Antes de que pudiera contestarle, la puerta del bar se abrió precipitadamente por dos seres grisáceos para dar paso al esqueleto mayor de gran gabardina negra y cuencas agrietadas. Sin recibir invitación alguna al tener la suficiente confianza y poder de encaminarse a donde fuera dentro del barrio que le pertenecía como dominio, se encaminó lentamente hacia ellos con los brazos cruzados tras su columna y un semblante serio y decidido que tanto le caracterizaba. Aunque Grillby ya hubiera tratado con él Don mucho tiempo antes, no le era precisamente grato verlo de nuevo al ser bastante intimidante a comparación de lo burlón que era el hijo. El jefe no procuraba salir de su escondite y optaba por dejar que sus dos hijos hicieran todo el trabajo que no requiriera de su presencia, por lo que verlo justamente en su bar le daba malas sensaciones inexplicables.
No obstante, por la forma en la que su amigo le observaba, tal parecía que las cosas estaban más agravadas de lo que pudiera imaginarse. Esperaba no tener que defenderse de algo de lo que seguramente no tendría oportunidad.
-Sans, te he enseñado que es maleducado dormirte en donde sea. –Le señaló con el mismo tono serio de siempre. –Bájate de la barra.
El mencionado hizo caso a la petición sin protestar, cosa que realmente le sorprendió al bartender que le observaba sentarse en una de las sillas cercanas a la barra. Los dos seres monocromáticos se quedaron en la puerta vigilando a su manera mientras que el jefe se sentaba a un lado de Sans y se recargaba en la barra como si analizara sus palabras antes de proseguir. Grillby no estaba seguro de lo que tenía que hacer ahora ¿tendría que dejarlos a solas o invitarle un trago?
-Sabía que te encontraría aquí, cosa que me aligera los pendientes de hoy. –Comenzó a hablar el jefe sin dirigirse a alguien particularmente con la mirada. –Aunque por un momento creí que huirías con la humana.
¿Así que Don Gaster sabía de la humana? No sabía si le sorprendía más el hecho de que el jefe supiera o que lo hablara con tanta calma. Tal parecía que habían pasado muchas cosas en su ausencia y no podía evitar sentir curiosidad, razón por la cual tomó uno de los tarros al alcance y se puso a limpiarlos con cuidado, en espera de que le llamaran para una bebida o que le corrieran de su propio establecimiento.
-La dejé ir, ella no tiene nada que ver con esto. –Contestó sin preocupación alguna en su tono de voz. O le daba igual que supiera, o no tenía ganas de discutir de momento. –Podemos darnos por muertos en menos tiempo de lo considerado.
-Doblemente equivocado. –El jefe sacó de su bolsillo lo que parecía ser una placa de cristal con un pétalo de flor viejo. –Podemos usar todavía su arma contra él.
-¿La flor? Dudo que reaccione a este paso. –Señaló Sans mientras tomaba el cristal que le entregaba, pero por más que parecía revisarlo no encontraba algo que le llamara realmente la atención. –Esta es una muestra que le sacaste en la primera vez que lo capturamos, ¿no?
-Sí, y esta es la que saqué de la humana. –Ahora sacó una placa con sangre en el centro y su amigo la tomó con mayor prisa de lo que había hecho con el pétalo marchito. –Tiene similitudes con la capacidad regenerativa de la planta.
Ahora parecía que tenía su verdadera atención al igual que el bartender que observaba todo con curiosidad, pese a que podría ser reprendido por estar escuchando un asunto que no era suyo. Todo lo que hablaban le daban a entender que tuvieron a la florista consigo ante la aparente explosión en el lugar, pero seguía sin comprender más allá de sus palabras. Fuera lo que fuera, Sans no se veía precisamente contento con eso.
-La humana que llevaron me pareció irritante y maleducada, pero si tiene algo que ver con la planta al grado de controlarla, podría ser de mayor utilidad que sólo lavar platos. ¿En dónde la dejaste?
-No voy a involucrarla, viejo. –Continuó observando la placa con la mancha de sangre. No parecía encontrar nada que le impresionara, aunque tampoco era que le encontrara sentido a eso. –Me rehúso a que tenga el mismo destino que mamá.
El jefe de los esqueletos masajeó su cabeza ante un dolor de cabeza que seguramente se le estaba presentando. Pero antes de que pudiera protestar al respecto, la puerta de su bar fue abierta nuevamente por los seres monocromáticos que vigilaban la entrada y dieron paso al restante de la familia esqueleto… y a la ladrona arácnida que no le agradaba volver a ver. Le había costado recuperar su auto tras no haber dado con sus llaves desde que se las había robado.
Ambos esqueletos se levantaron en cuanto vieron que Papyrus se acercaba con paso decidido hacia ellos, pero el esqueleto alzó su brazo para detener cualquier cosa que quisieran decirle. Grillby sentía que estaba ante una novela de la que no debía de perder detalle alguno y por eso comenzaba a olvidar el seguir aparentando limpiar el tarro que estaba más que limpio ahora.
-PRIMERO HABLO YO. –Les detuvo Papyrus con urgencia, alzando una mano en modo de parar cualquier argumento que quisieran entablarle. Su expresión seria incomodaba en muchos aspectos. –QUIERO DEJAR EN CLARO QUE NO VOLVÍ PORQUE ME PREOCUPEN USTEDES, Y QUE UNA VEZ QUE LOGREMOS VENGAR A MAMÁ, YO ME APARTO PARA SIEMPRE ¿QUEDÓ CLARO?
-¿Te vas a poner en plan irritante ahora? –Sonrió sarcásticamente Sans.
-¡EL IRRITANTE ERES TU!
-Cálmense los dos. –Pidió el mayor de los esqueletos. –Papyrus, quiero dejarte en claro que mi intención nunca fue perderte como hijo. Pero… si es tu decisión, no te detendré después de que acabemos con todo esto.
Grillby sólo los observaba tras el silencio incómodo que se había formado tras tales palabras. Conocía a Sans más que suficiente para saber que tras esa sonrisa que estaba brindando a los presentes había enojo y tristeza de por medio. Lo que fuera que les hubiera pasado a esa familia tras la explosión de la florería, no cabía duda de que los había quebrantado más de lo que por sí ya estaban.
Una familia rota. No había explicación más precisa que esa.
-MUFFET ME EXPLICÓ EL PLAN. ¿CUÁNDO ES LA FIESTA DE LA TEMMIE?
-Mañana. –Señaló el jefe sin inmutarse. –Por lo que, Grillby Fire… a partir de este momento te recluto al servicio de la familia Gaster.
Le había tomado por sorpresa que le llamara y le mirara directamente, que por un breve segundo estuvo por soltar el tarro que llevaba limpiando desde que había llegado. Tantos ojos sobre él le incomodaban en gran medida, pero tampoco era como si pudiera negarse a tal petición directa cuando el mismo jefe que lo estaba reclutando era quien protegía su bar. Le tenía miedo, pero era mayor su temor a que le pasara algo a su sobrina que lo que fuera a hacerle a él si se negaba.
Debió apartarse cuanto tuvo la oportunidad. ¿En qué rollo se había metido?
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Las cosas tendrán un ritmo interesante a partir de ahora… sin embargo puede que me tarde un poco en actualizar el siguiente capítulo. Debo recuperar el ritmo que tenía para Osado Corazón antes de que se olviden de él :(
¡Michi fuera!
:)
