Aunque en ese instante estuviera esbozando de sus más espectaculares sonrisas digna de primera portada, internamente Mettaton estaba maldiciendo al alcalde que estaba hablando en ese momento ante todos de los golpes económicos que estaba recibiendo la ciudad ante problemas fuera de su alcance. Sabía que invertir en lo que fuera de asuntos políticos presentaría una mala idea… pero era detestable a qué altura se estaba tornando la situación. Era una maldita pérdida de tiempo estar ahí.
La construcción del parque de diversiones en Waterfall seguía en pie pese a quedar estancado por faltas de recursos. Y si bien aquello implicaba una pérdida económica para él de tal inversión, no le presentaba un problema mínimo. Aun contaba con el resto de negocios esparcidos por toda la ciudad que le sustentaban sin generarle un golpe del cual preocuparse. ¿Cómo alguien tan descuidado tenía que ser quien se mantuviera en el poder? En verdad que no comprendía porqué permitían que siguiera siendo él, y aun peor, que estuviera dispuesto en volver a reelegirse ahora que se acercaban las fechas de campaña electoral. Pero si tenía que mantener su postura al respecto… más le valía seguir en buenos términos con él hasta que hubiera un mejor candidato en la balanza de sus intereses… o cuando lograra dar a pie sus proyectos que le desvincularían de su necesidad hacia el gobierno. Era más que consciente de la buena relación que mantenían gracias a que gustaba de su dinero para varias inversiones públicas, pero estaba harto en muchos aspectos de esa situación y por lo mismo estaba manejando sus cartas bajo la mesa.
Harto de tener que seguir fingiendo su sonrisa que daba confianza en seguir con el proyecto, se salió en la primera oportunidad y se dirigió hacia su limusina donde su chofer le esperaba pacientemente. No tenía ánimos de lidiar con problemas que no le competían cuando ya tenía sus propios asuntos personales en los qué pensar con detenimiento. Aun no lograba sacarse varias cosas de la mente y si bien eran irritantes… ahora le eran más bien intrigantes.
Entre muchos políticos que había pasado de largo, había podido escuchar sobre que estaban en búsqueda de un mafioso con rasgos orientales oculto en algún lugar de Waterfall. No tenían un rostro específico en el cual basarse, pero tenían el suficiente racismo para querer detener a toda persona oriental hasta dar con su objetivo. En verdad que daban asco con cada discriminación que ni se inmutaban en ocultar, pero tampoco podría culparlos al no tener algo más con lo que trabajar si eso entendía. Él personalmente estaba teniendo problemas en dar con una chica con rasgos similares y con tan poca información de su persona.
Pero ahora no podía evitar pensar demasiado en ella, esperando realmente que se encontrara viva y a salvo con la poca información que podía obtener dada su lejanía. Esa explosión debería significar algo más que un atentado, no podía pensar realmente en que no estuviera más en el mundo.
En verdad… quería volver a verla.
Detestando sentirse así de nuevo, tomó una de las botellas que tenía en su limusina con tal de estar haciendo algo con las manos. No quería pensar más al respecto al no poder hacer nada más con el tema, por lo que el resto del camino se limitó en contemplar el paisaje que daba Hotland tan luminoso como siempre por la noche, mientras tomaba una buena copa de su mejor champagne que tenía para otra clase de situaciones que no fuera simple frustración. De momento no quería estar pensando en tonterías, más que nunca debía de mantenerse alerta si quería que sus proyectos siguieran a flote.
Llegando a su mansión, se dirigió directamente a su oficina personal para organizar sus pendientes antes de irse a dormir. Quería que acabara el maldito día de una buena vez con un merecido descanso, pero sabía que su riqueza no se basaba en nada de pereza de por medio. Todo se mantenía en orden gracias a que él sabía dónde actuar antes de que otros intentaran entrometerse en donde no. Por muy confiado que se viera siempre, lo cierto era que se mantenía la mayor cantidad del tiempo en constante alerta de su entorno. No podía darse el lujo de bajar la guardia si su vida estaba en juego gracias a los celos de un mafioso con suficiente poder para acabarlo de un solo golpe.
-Burgerpants, pendientes. –Le indicó al felino en cuanto entró a su oficina.
-Mi nombre no es…
-Pendientes. –Repitió sin importarle su insolencia. ¿En verdad creía que esas pequeñeses le importaban?
-Bueno…Tuvo un par de llamadas hoy. –El felino anaranjado revisó le miró con algo de nerviosismo. –Una es sobre la confirmación de su asistencia en la fiesta de la líder sindical.
-Oh cierto, eso…
El magnate se pegó levemente en la cabeza ante ese descuido. Entre tantas cosas en mente, había olvidado por completo ese asunto que si bien parecía ser una tontería, su asistencia era importante si muchos de sus trabajadores pertenecían al mismo sindicato, incluso el tonto gato que tenía frente a él. No podía darse el lujo de no brindar su maravillosa presencia cuando había apoyo mutuo entre la líder sindical y él. Necesitaba reacomodar su agenda con el asistente encargado de eso a la brevedad. ¿Qué regalo sería apropiado darle a la niña cumpleañera?
-Y la segunda llamada… bueno, no fue importante. Una fan más suya queriendo contactar con usted.
-Yo no le paso mi número directo a ninguna chica. –El robot arqueó la ceja extrañado con eso, pero su cansancio era más grande que cualquier regaño de por medio. –Revisa con la operadora ese detalle mañana. Ya puedes retirarte.
-Sí señor.
Tras varios segundos de quedarse solo en su oficina, se dejó caer sobre su asiento con total agotamiento para continuar con sus pendientes antes de irse a dormir. ¿Una fan le había contactado a su número directo? Vaya que hacían de todo con tal de tener su atención. Aun cuando él explícitamente comentaba que no le gustaba la insistencia de ese tipo. Las mujeres que quería él las seleccionaba él mismo y llevaba… pero ya tenía tiempo que había dejado de hacer eso, no podía concentrarse.
Tenía más cosas en mente que requerían en verdad su atención. Tenía nuevos proyectos de inversión en proceso que muy pronto lo posicionaría con mayor poder que todos los delincuentes que había en todo el país. Algunos sólo tenían rumores que se alejaban a lo que estaba por lograr, nadie tenía idea de qué tanto había estado avanzando para cambiar el rumbo de las cosas. El poder tendría un nuevo significado ahora estando todo en sus manos.
Sacando sus cosas del cajón cercano a él para proseguir con su trabajo, miró con molestia de que el felino hubiera dejado sus apuntes de modo descuidado sobre el teléfono, en el cual tenía anotado tanto el hecho de que la fiesta del día siguiente era sobre la ahora mayor de edad hija de la líder sindical (lo cual era un detalle importante que nunca le aclaró), también había anotado un par de cosas que le hicieron detenerse por completo, casi olvidando que debía respirar.
Estaba su nombre ahí… escrito con pésima caligrafía, pero era realmente su nombre y él no lo había anotado de esa forma y a lado del teléfono, sino su torpe trabajador.
La chica "fan" que le había llamado… se trataba de ella. ¿Cómo no lo pensó antes? Si él mismo le había dado su tarjeta con su dirección… siendo el caso de que en verdad le había dado esos datos únicamente a una mujer que era ella.
La florista estaba viva en verdad… ¡Lo sabía! ¿Y había tratado de contactarlo? Le había llamado en verdad… había valido la pena darle su contacto directo entonces…
Ese maldito gato.
Respirando finalmente tras calmarse para componerse físicamente (aun cuando no lo necesitara dado que nadie le observaba en ese momento), pensó detalladamente en por qué le había contactado realmente la chica, aun cuando había sido directa en el hecho de no tenerle confianza para algo así. ¿Acaso estaba en problemas? No lo dudaría si se había quedado sin casa y sin trabajo. ¿Tal vez por fin había querido aceptar el trabajo para el parque de diversiones de Waterfall? Ese le parecía más probable si se había quedado sin local. ¿Pero de dónde le había llamado? ¿Dónde se encontraba ahora? ¿El maldito esqueleto sonriente tenía algo que ver? ¿Estaría en problemas con eso acosándola?
Pero fuera lo que fuera, estaba en búsqueda de él. Aquella flor invernal de exótica mirada parecía solicitar su ayuda, le necesitaba… era más que perfecto. Podría ser su héroe ahora, podría estar a mano con ella tras salvarle la vida, podría finalmente dejar de estar pensando en ella ante un sentimiento que no le dejaba en paz. Podría ser libre de esa atadura para volver a su vida de siempre.
Dejando su trabajo a un lado, se paró para servirse un trago y brindar consigo mismo sobre cómo la vida misma le sonreía como debía desde un principio, sin darse cuenta de la sonrisa que esbozaba él mismo en aquel silencio rodeado de plantas.
Una sonrisa verdaderamente genuina de felicidad.
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-No… puedo creerlo…
El llanto que soltaba la coneja con las orejas caídas de la tristeza era levemente notorio, dejando en claro ante el sujeto frente a ella que, aun con toda su tristeza, no pensaba dejarse caer por completo. Don Gaster se limitó a levantar su taza de café mal servido por mera cortesía, mientras esperaba que se le pasara el llanto a la señora para proseguir con la plática bastante incómoda para ambos.
Aunque de antemano supiera que no iba a ser bien recibido por la amiga de su esposa, sabía que no se le negaría de ningún modo tras formar parte de su red de clientes que protegía de otros delincuentes que pudiesen causar conflictos menores por la zona. Pero había sido más que conveniente que le recibiera en la sala de su casa y no en las mesas de su cabaret, sin tener que exponerse en el ruido de la muchedumbre en busca de placeres visuales nada gratos para él. Al menos eso significaba que la señora por fin había entendido la prudencia de separar las cosas.
Nunca se habían llevado realmente bien (o al menos eso era por cuenta suya al considerarla fastidiosa igual que a la otra amiga), pero había agradecido el apoyo que había contado con ella en sus momentos de inicio cuando había quedado solo con sus dos hijos. Lo menos que podía hacer por respeto al pasado, era contarle la verdad de la situación antes de cualquier negociación. Al menos con eso podría darle a entender la gravedad que afrontaba sin necesidad de amenazas que fueran un fastidio por cumplir. Lo que menos necesitaba de momento era seres que quisieran acabarlo a sus espaldas, más le valía contar con la confianza de los pocos que tenía a su disposición, aun cuando no pudieran servir más allá de ser ojos y oídos en cada rincón que le pertenecía.
-Saber esto es peor… de lo que ya me había sentido antes. –Bonnie se limpió las lágrimas con un pañuelo que sacó de su escote. –Arial… tuvo una muerte horrible ¿cierto?
El esqueleto no quiso contestar a eso y optó por darle un trago al café que le supo horrible en muchos aspectos. Pensar al respecto solamente aumentaba sus ganas de teletranportarse hacia el Gran Don y acabarlo con sus manos sabiendo que no se movía de su escondite, pero hacerlo de tal modo sólo sería entregarse en charola de plata. No, no se dejaría vencer tan fácil. Necesitaba apegarse a su estrategia costara lo que costara.
No podía cometer el mismo error de nuevo.
-Gracias por decírmelo, pero… te conozco lo suficiente… para saber que no viniste solo a decirme esto como mal regalo navideño. ¿Qué es lo que quieres, Wingdings? –La coneja le miró fijamente con esos ojos dorados que casi parecían brillar con tanta lágrima presente todavía. –¿Qué idea retorcida estás planeando ahora?
-Asuntos que solo nos compete a mi familia.
-Me suena a que de nuevo harás algo imprudente.
-Imprudente eres tú al estarme hablando así, mujer. Te recuerdo con quien estás hablando.
La coneja por un instante pareció retroceder con incomodidad al recordar finalmente que no era alguien para enfrentar de ese modo. Comprendía porqué había aparecido con él portando una escopeta vieja que mantuvo a lado de ella en toda la corta plática, pero ambos sabían lo inútil que era esa clase de intento. La coneja jamás se atrevería a dispararle y él no le mataría por mucho que le pareciera una mujer detestable. Un acuerdo del que jamás se habló pero que tenía sentido para ambos, pero eso no significaba que ella tuviera la necesidad de mantenerse alerta y él de evitarla para no pasar un rato desagradable de nuevo.
-La vengarás de nuevo ¿cierto?
-No dejaré que el maldito se salga con la suya.
-¿Me estás diciendo que aun sabiendo que tal bestia la mató… llevarás a tus hijos al mismo destino? –Aunque sus lágrimas estuvieran siguiendo su camino entre su pelaje del rostro, su enfado fue más notorio que su tristeza. –En verdad que no puedo creerlo.
-¿Y qué quieres que haga al respecto, mujer?
-¡Que dejes esas malditas tonterías y cumplas por lo que viniste a esta maldita ciudad! –Le gritó de tal manera que la coneja se levantó de golpe. Ni con las orejas alzadas le alcanzaba en altura pese a encontrarse sentado. –No creas que no me doy cuenta que eso de ser carnicero y vender tripas no es sólo por rencor a los humanos. Acabas con algunas vidas… ¿pero salvas a otras en la clandestinidad? ¡Tú todavía aspiras a la medicina! Cumple ese sueño y sé un verdadero ejemplo para tus hijos.
Pero qué entrometida mujer… justamente por eso era que la detestaba tanto. Siempre con esos aires, queriendo hacer que todos fueran igual que ella como si se considerara de la mejor estirpe que pudiera sobresalir en el agujero oscuro en el que estaban todos, cuando ella seguía sin estar cerca de lo que realmente aspiraba, engañando a sus hijos con la misma ingenuidad y desprotegiéndolos del mundo al que los había condenado. Por su parte, lo que hacía realmente era vender órganos que estaban destinados regularmente a gente que los necesitaba con urgencia para el sustento de su familia. No había nada de gesto arbitrario de su parte, solo negocios.
¿Y retomar su aspiración a la medicina? Justamente ese había sido su gran error en un principio, justamente por eso había caído tan fácil en las garras del Gran Don… hablándole de libertad y de facilidades al alcance que sólo él podría darle. Trabajando creyendo que así podría construir el futuro perfecto para su familia.
Le había dicho a Sans el sacrificio que había tenido que hacer en formar parte de la mafia del monstruo jefe para sacar adelante todo, ¿pero y si había sido algo más? Una parte interna suya le comenzaba a cuestionar sobre si había sido por lo atrayente que era trabajar como asistente de un científico clandestino que había estado buscando a alguien con conocimientos médicos humanos. Por supuesto, todo le había quedado como anillo al dedo… y ahora tenía dos anillos que portar ante la ausencia de la dueña que pagó por su torpeza. El hermoso futuro del que Arial siempre hablaba… él mismo había provocado que no fuera así.
¿Una idiotez vengarse? Si era lo único que realmente le quedaba para merecer el perdón de su amada. No esperaba que nadie le comprendiera, no esperaba consuelo de antemano. Tan solo requería de tiempo para lograr sus planes, después de eso, aceptaría la soledad que le esperaba sabiendo que sus hijos no permanecerían con él.
-¿Ahora te pondrás a cantarme sobre volver realidad los sueños? –Cuestionó con sarcasmo sin siquiera alterarse con lo que le decía, sentado tranquilamente mientras trataba de tomar el café que le había servido, por mucho que le supiera tan desastroso. – Yo todo lo hago por el bien de ellos. No eres alguien para reclamarme.
-El mejor futuro que puedes darles es la esperanza de que también pueden lograr sus metas. –Insistió pese a todo. Olvidaba lo entrometida que era esa coneja. –No los condenes sólo porque tú te sientes miserable.
-Ejem… lamento llegar tarde.
Aunque grosera en su forma de aparecerse entre la plática entre dos adultos, el esqueleto se limitó en observar a la chica arácnida que estaba parada cerca, esperando poder ingresar con su permiso pese a no ser su propiedad. Al menos sabía ser obediente en algunas cosas.
-Llegas a tiempo, Muffet. Pasa. –Le indicó mientras dejaba la taza de café a medio tomar sobre el buró viejo a lado de él. En verdad que el café estaba asqueroso, ni siquiera estaba a la temperatura apropiada.
-Esta es mi casa, Wingdings… No pases a cualquiera. –Le reclamó la coneja por lo bajo.
-Te presento a Muffet, una aliada de la familia Gaster. –Comentó el esqueleto sin entrar en más rodeos, notando que la arácnida hacía una leve inclinación sonriendo mientras se le presentaba. –A partir de hoy es la encargada de mantener vigilada esta parte de Snowdin, así que cualquier cosa que se presente y pagos de por medio, será directamente con ella.
-Bueno… agradezco el cambio al menos. Se ve mejor que esos sujetos grises extraños que siempre te acompañan. –La coneja movió levemente las orejas como si algo le inquietara pese a comentar que la prefería a ella. –Y bien, Muffet…
-Sólo Muffet. –Contestó la chica con calma, comprendiendo lo que quería. –No tengo apellido.
-¿Qué no qué…? Wingdings, ¿de dónde la sacaste?
La arácnida simplemente se rió de su reacción sin contestar nada, esperando a que fuera él mismo quien contestara o hablara de por medio. Era muy extraño tanta prudencia de su parte, tanto que podría jurar que se trataba de algo más que simple educación.
-La razón por la cual Muffet queda asignada a esta zona, es porque justamente tienes una humana contigo. –Continuó Don Gaster sin sentirse en la necesidad de contestar tal pregunta. Esa mujer siempre queriendo meterse en donde no era asunto suyo. –Una humana que forma parte de mi propiedad.
-Que yo sepa la esclavitud ya no está permitida desde hace tiempo. –Aunque quisiera mantener su sonrisa de siempre, evidentemente la notaba nerviosa ahora.
-No trates de ocultarla, que de antemano sé que la tienes contigo.
La coneja desvió levemente la mirada, como si quisiera buscar una mejor respuesta en algún lado de su vieja casa y sin éxito alguno. Sin más, terminó suspirando y mirándole directamente como si de faros acusadores se trataran.
-Sí, pero… La encontré en mal estado ¡Está bajo mi cuidado ahora! No permitiré que la rebanes como salami. –Exclamó molesta con la pasividad del mafioso frente a ella, hablando como si fuese un pedazo de carne por reclamar. –Es tan joven… y tan inocente…
-Es un fastidio del que lamentablemente tengo que hacerme cargo. –Continuó el esqueleto sin sentirse mal al respecto. A esas alturas más le valía aceptar lo que tenía qué hacer con tal de mantener en margen todo. –Esa humana…
-Es "La amante del esqueleto". Si, escuché ese rumor sobre Sans. –Atajó la francesa con algo de fastidio permanente. Sus orejas seguían moviéndose con nerviosismo. –Pero te aseguro que no fue por eso que la acogí en mi hogar.
-Lo sé de antemano. –Comentó de inmediato, haciendo caso omiso a la grosería de que le interrumpiera en su explicación. –Pero estoy dispuesto a reducirte gastos si la mantienes a raya contigo.
Por primera vez en la conversación tuvo su atención de forma plausible. Aunque tuviera muchas emociones de por medio que no podía ocultar con el movimiento constante de sus orejas de tono lila, parecía estar pensando demasiado la situación como si tratara de dar con algo que estuviera descartando con tan sólo mirarlo. Como coneja, siempre se mantenía cautelosa de todo depredador. Pero cuando lo tenía justo en frente y sin escapatoria alguna, realmente no había mucho que pudiera hacer salvo resignarse, ¿cierto?
-Si me niego… ¿serás capaz de matarla, aun siendo importante para tu hijo?
Pero olvidaba lo sentimental y nada coherente que era la coneja que tenía en frente.
El esqueleto no dijo nada al respecto. Se contuvo de no girar los ojos al saber a qué quería llegar de nuevo la francesa. ¿Qué no captaba que era algo de lo que no era asunto suyo? Incluso Muffet a lado suyo terminó bufando tras percatarse de que la situación la estaba complicando por su cuenta. Le estaba ofreciendo un trato justo, limpio y sin rodeos, pero en su lugar parecía querer insistirle en que estaba haciendo las cosas mal al no pensar en cosas empalagosas que terminarían en un buen cuento de hadas. No culpaba el hecho de que sus hijos terminaran haciendo otras cosas con tal de mantenerla realmente. Dudaba que ella fuera capaz de mantener todo al margen con esa incredulidad de por medio.
-Dime Wingdings, ¿qué tan dispuesto estás en arruinar la poca felicidad de tus hijos con tal de estar satisfecho con tus culpas?
-¿Qué tanto te cuesta decirme que "si" o "no"? –Gruñó al estarse exasperando de permanecer en ese lugar. Si comenzaba a cantar en vez de hablar, juraba que no se contendría en matar a alguien. –Te doy la consideración de negociar por un bien común y en su lugar te pones de dramática como siempre.
Estuvo a punto de retirarse al ser todo una pérdida de tiempo. Tenía como segundo plan el hecho de que fuese Muffet quien tuviera todo a la raya, pero había considerado que pudiera ser un problema si no se tuviera con aviso previo la situación y por lo mismo había decidido hablar de forma cordial todo antes de cualquier amenaza. No cabía duda de que había sido un iluso al creer que podría negociar con alguien que simplemente no quería comprender la realidad de las cosas. Arial siempre la había descrito como una coneja soñadora, pero por su parte sólo la contemplaba como alguien sumamente ridícula.
-Por supuesto que la tendré bajo mi cuidado, pero no lo haré por ti. La última vez que quise ayudarte en algo… ahora tus hijos tratan de evitarme o a cualquiera de mi familia.
Eso era más que suficiente para el mafioso. No solo tendría a la humana en un punto específico dentro de su territorio y sin causar problemas de mayor índole, sino que sus hijos evitarían pasar justamente por ahí por tonterías que no eran de su interés siquiera cuestionar. Necesitaba que Sans y Papyrus estuvieran fuera de distracciones y era más que perfecto el cómo se le había acomodado las cosas, aun cuando el trato no estaba del todo hecho y la coneja no estuviera del todo a disposición de negociar. En cuanto tuviera a la humana en su intento de cabaret, no habría porqué molestarse.
Dejando el café sin terminar al serle asqueroso como la conversación que había tenido, se giró hacia Muffet para comunicarle con una simple mirada de que habían terminado su asunto en el lugar, la cual simplemente le sonrió al comprender todo sin necesidad de palabras de por medio. Comenzó a pararse al haber perdido ya bastante tiempo valioso.
-A Arial no le habría gustado saber que te convertiste en un asesino por ella. –Soltó sin más, sin intención de detenerle ni de acompañarle hacia la salida.
-Te equivocas en eso, francesa. –Se detuvo por ese instante para quitarse el guante izquierdo para mostrar el par de anillos de plata que ahora portaba consigo. No le era grato tener que mostrarlos a alguien fuera de su familia, pero estaba harto de que la coneja no estuviera dispuesta a quedarse callada con algo que jamás comprendería. –Ella siempre supo que se estaba casando con un asesino.
Estando en el ejército italiano había tenido que matar a varias tropas enemigas por órdenes de sus superiores. Lo que hacía ahora no tenía comparación a lo que tenía que realizar por mandato ajeno. Arial lo conoció tras haber sobrevivido a una matanza en el que tuvo que formar parte, sus manos ya estaban manchadas antes de siquiera conocerla realmente. Y aun así, entrelazó sus manos siempre dispuesta a seguirle donde fuera, con tal de estar juntos y crear el futuro tan soñado. Ella lo conoció como asesino y aun así, estuvo dispuesta a amarle en todo instante. En apoyarle sin necesidad de preguntas, en amarle sin necesidad de respuestas.
Malditos ilusos todos aquellos que pensaban saber realmente qué era el amor. No tenían ni idea de lo que significaba amar con todo su ser. ¿Qué sabrían el resto de lo que era un verdadero sacrificio con tal de sacar adelante todo? ¿Qué sabrían lo que era perder a tu otra mitad? Odiaba a todos los que estuvieran queriendo opinar al respecto sobre lo que estuviera bien o no tras eso. NADIE en verdad podría comprender lo que habían tenido ellos dos… y el porque era tan desgarrador no poder hacer nada que pudiera hacer que volviera. Seguir adelante aun con el dolor, aun sin saber que jamás podrá estar con ella en el más allá… seguir adelante por sus hijos que en cualquier momento le dejarían de cualquier manera, pero aun así querer hacerlo por lo que quedaba de su alma ya fragmentada.
¿Estar satisfecho, decía? Jamás podrá estarlo, tan solo le quedaba seguir adelante con lo que tenía, con lo que sabía hacer… luchar por una familia que claramente no le quería.
Y aun así, querer hacerlo, aun cuando le costara su propia vida y no significara nada.
Al no tener nada más que hacer en el lugar, se giró nuevamente para caminar hacia la salida mientras se colocaba el guante de nueva cuenta. No obstante notó que Muffet se había apartado un poco de él para dirigirse hacia la coneja con una sonrisa que asomaban sus delgados colmillos.
-¿Sabes? Rechazar la amabilidad de la familia Gaster es un error muy caro, fuhuhuhu. –Escuchó que le decía mientras seguía caminando. No tuvo intención de detenerla al saber que nada grave pasaría en ello, aunque eso le confirmaba que su comportamiento tan prudente de antes era para dar una apariencia diferente ante su presa. –Nos veremos más seguido a partir de ahora, así que espero que tengas el financiamiento suficiente para mantener tus palabras… coneja.
Sin más palabras de por medio, la chica retomó su camino a lado suyo y salieron finalmente del lugar desapareciendo en un pestañeo, dejando sola a una coneja preocupada de lo que pudiera significar eso, con las orejas alzadas de seguir insistiendo en ser fiel a ella misma, pero con una sonrisa borrada tras la desgarradora noticia que tuvo que recibir antes de toda la amarga conversación.
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La luna de invierno se suponía que era hermosa… pero en ese instante la pequeña criatura la contemplaba con cierta angustia. Era como si el mismo cuerpo celeste quisiera ser amable con ella en las alturas, pero sin lograr su cometido de por medio.
-¡Hoi! ¡LuZe hErmoSa Tem!
Tammy simplemente asintió a modo de respuesta mientras volvía a mirarse en el gran espejo en el que varios temmie terminaban de colocar algunos detalles en su vestido que portaría al día siguiente. Se suponía que su cumpleaños veintiuno debería de ser un momento de felicidad y gran júbilo ahora que oficialmente se volvía mayor de edad, pero lo cierto era que le ponía nerviosa saber que sería el centro de atención de tanta gente a su alrededor que simplemente terminaba con el estómago amenazándole con tener que correr al baño a vomitar.
Además, se le presentaría en público como una mujer… una mujer comprometida. Pensar al respecto le ponía mucho más nerviosa todavía. No podría ocultarse de tanta atención de por medio ni pasar desapercibido que quiera retirarse lentamente como lo hacía en otras reuniones.
-Mi terrón de azúcar, estarás radiante mañana. –Se acercó su madre sumamente contenta, observando cada detalle que no pasara desapercibido como sólo sabía hacerlo ella. –Sí, es todo por hoy, ¡Hoi! Ya pueden retirarse.
Las criaturas le sonrieron de vuelta y se fueron lentamente conforme recogían algunas cosas. Tammy aprovechó para quitarse el vestido con cuidado y colocarlo en su respectivo lugar para que no se dañara ningún detalle por la noche. Su madre sería capaz de detener medio mundo si no lograba estar tan presentable como ella quisiera.
-Hay algo de lo que quiero hablar contigo antes de mañana, mi terrón. –Su mamá se sentó en la cama y le hizo una señal para que hiciera lo mismo en cuanto terminara de acomodar sus cosas. – No hay manera en la que falle mis jugadas, pero por cualquier situación que se presente quiero que comiences a aplicar todo lo que te enseñé en estos días.
-Pero… si sólo me enseñaste sobre cómo ser una buena esposa.
-¡Exacto! No hay nada más cautivador que mostrar ser un buen prospecto para conservar en el futuro ¿no te parece? –Exclamó su madre tras una risilla bastante confiada. Tammy simplemente se acomodó en su propia cama mientras le escuchaba. –Comienza con algo de coquetería sutil si quieres, pero no mucho que eso no puede ser atractivo para los caballeros. No, no, halágalo en cada oportunidad, hazle ver que es valioso para ti…
Tammy se le quedó viendo por unos minutos mientras la escuchaba sin mucha atención sobre todo lo que podría hacer para tener contento a su futuro prometido que ni siquiera conocía realmente. De vez en cuanto parecía acariciarle su cabello con dulzura, pero su sonrisa de siempre de que podía tener todo controlado no le inspiraba nada de tranquilidad dado que ahora la involucraba realmente dentro de sus planes. ¿Y si en su nerviosismo causaba algo mal y se molestaba con ella? No tenía ni idea de qué hacer realmente, no tenía la confianza en extremo que irradiaba su madre siempre. Una cosa era que su madre hiciera sus tratos por el bien del sindicato, pero el que ella ahora tuviera que formar parte de sus tratos no era precisamente grato para ella como inicio a la mayoría de edad. No estaba lista para responsabilidades de ese tipo y mucho menos con tantos ojos observándole en una fiesta que tenía su nombre tallado en hielo… a como había observado los adornos.
No tenía ni idea de cómo se presentaría las cosas para el día siguiente, pero en definitiva no sería un buen cumpleaños para ella.
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¡Por fin la actualización de este fic! Quería tenerlo desde hace una semana, pero el trabajo me bombardeó de nuevo con muchas cosas de extrema urgencia, jajajajaja. El siguiente capítulo se viene muy largo y con muchas cosas interesantes, así que les recomiendo tener algo para botanear consigo.
Muchas gracias por sus reviews, me motivan mucho a seguir adelante con esta historia. ¡Los quiero!
Michi fuera!
:)
