-Mia amore…
-¿Mmhh?
-Quiero otro.
Wingdings apenas había logrado acostarse tras un día agotador y no pudo cerrar sus cuencas por más de un minuto tras las palabras de su esposa que le regresaron de su sueño reparador. Pese a la oscuridad de su habitación, podía contemplar a la perfección la silueta de Arial que estaba recostada en su regazo y sin verle directamente. Ante un cansancio inminente, hizo un esfuerzo en mantenerse lo suficientemente lúcido para comprender a qué se refería con exactitud.
-¿Otro qué? –Hasta él podía percibir en su propia voz lo cansado que estaba. –No entiendo.
-Un altro bambino.
El esqueleto olvidó por completo su sueño y abrió sus cuencas agrietadas todo lo que podía. Se incorporó un poco para poder ver mejor a su esposa, pero tal parecía que no quería que le viese directamente al ser persistente en seguir en su regazo, pero el que le dijese tal cosa en su idioma natal, en definitiva era modo de llevar la conversación a un nivel más alto. ¿Estaba acaso hablando dormida? No, le había respondido a su pregunta, definitivamente había algo de lucidez en esa mente que por alguna razón le estaba dando ahora por una idea así. ¿Un bebé más? Si ya tenían a Sans.
Levantó su mano agujerada para buscar la suya y sujetarla para comprenderla mejor, la cual le respondió el gesto sin necesitad de palabras, comunicándole de esa forma tan sutil qué tan enserio estaba hablando pese a no verse al rostro. Su agarre regularmente suave mostraba un cariño inminente, pero ahora… era como si estuviera angustiada, apretándola más de lo normal como las veces en las que tenía que estar con ella hasta que acabara la tormenta.
Tenía muchas preguntas al respecto sobre porqué le decía tal petición sin aviso previo o sin tratar de cuestionarlo antes, pero sólo había una que realmente era su foco de atención.
-Ari ¿qué ocurre?
La esqueleto no respondió pese a darle más que suficiente tiempo para que se calmara de lo que estuviera atormentándole mentalmente, por lo que Wingdings terminó reincorporándose por completo sentándose en la cama y haciendo que Arial finalmente le viese a las cuencas. Aunque la noche los estaba abrazando con su oscuridad inminente, podía percibir a la perfección que el rostro habitualmente sonriente de su mujer ahora le observaba con tal firmeza que no había contemplado en mucho tiempo. La conocía demasiado para saber que lo estaba tomando con total seriedad era para evitar cualquier cuestionamiento que vendría después, e incluso con ese gesto le parecía sumamente adorable. Y aún más cuando pretendía debatirle algo que ya sabía de antemano qué respuesta le daría y el porqué, mostrando una vez más que siempre estaba un paso adelante suyo, aun cuando supiera que sería una respuesta que no quisiera.
-Cariño, ya tenemos a Sans. Es más que suficiente por ahora ¿no te parece?
-Pero podemos darle un hermanito. –Insistió Arial, rompiendo ese rostro firme que había pretendido conservar. En definitiva la seriedad no era lo suyo. – Solo imagínalo, Sans siendo el hermano mayor… ¿No te da ternura de sólo pensarlo? Podemos crecer esta familia. Sé que podemos ahora que…
-El argumento de que me está yendo mejor en el trabajo no te servirá aquí, cariño. –Le cortó la oración al darse cuenta a qué iba encaminada. –Mejor dime porqué te está dando por querer uno más cuando no llevamos mucho de haber tenido a Sans.
-Es que cuando veo a Bonnie con todos sus niños…
-Tu amiga es una coneja y francesa. Si se lo propusiera, podría poblar todo Ebott city sólo con sus hijos. –Se contuvo de reírse de su propio comentario. Sabía lo mucho que su esposa apreciaba a sus amistades, por mucho que no le agradasen a él por llenarle de ideas raras, justo como la que le estaba planteando en ese momento. –Nosotros somos esqueletos, cariño. Es diferente para nosotros.
-Estoy bien, en verdad. No pasará nada malo esta vez.
Ese era justamente el tema que le había hecho querer actuar con seriedad y angustia, sabiendo a la perfección que se le negaría justamente por esa situación y no por estar ganando mejor ahora que tenía un trabajo más remunerable. Tener a Sans se había vuelto una alegría que no creyeron experimentar a esa magnitud juntos, pero en su principio había sido tan desastroso que por un instante habría perdido todo. Se tuvieron que tomar decisiones fuertes con ello, pero ahora que habían logrado mejorar, ¿Arial realmente quería correr ese riesgo sin esperar a mantener la línea de la estabilidad? Aunque fuese atractiva la idea de hacer más grande su familia, realmente no quería cometer ningún riesgo. Mucho menos ahora que tenía que mantenerse al margen con su trabajo sin poder hablar de él abiertamente.
Odiaba tener que mentirle sobre quienes eran sus jefes, pero la conocía demasiado para saber que hubiera llegado a otros extremos si no hubiera llegado a esas ganancias pronto. Sans requería de cuidados de muchas manos de por medio y si no hubiera hecho algo al respecto, los habría perdido a los dos… pero era algo que ya no quería recordar ahora que se había logrado resolver. Era su deber como cabeza de la familia después de todo, tenía que ver por ellos a toda costa sin importar el precio que tuviera que hacer por verlos felices.
-Sé que con Sans cometimos ciertos descuidos, pero… esta vez será diferente porque ahora lo planearemos. –Insistió la esqueleto tras varios minutos en silencio. Tal parecía que no estaba dispuesta a dejar el tema hasta obtener una respuesta positiva por parte suya. –No pasará nada malo esta vez, lo prometo.
-Hay muchas cosas que puedes hacer, mia amore, pero prometer algo así en definitiva no puedes.
-¿No te gustaría que más seres en este mundo tuvieran el encanto Gaster? –Le sonrió como sólo sabía hacerlo ella, pretendiendo que con eso lograría convencerle al cambiar su táctica de persuasión. –Tienes que heredar lo guapo que eres, se lo debes al mundo al quedarte con toda la guapura del universo.
-Sans tiene demasiado de ti, para mí eso es más que suficiente.
Y lo decía bastante enserio. Aunque fuese un orgullo para él tener un hijo varón, el que heredara la sonrisa y varias facciones más de su amada era realmente algo alentador para él. Y esperaba que también tuviese del carácter de ella, ya que a su modo de verlo, el mundo necesitaba más seres como Arial, no como él. Reconocía internamente que su propio carácter le había llevado a afrontar muchos problemas que difícilmente pudo salir airoso de ellas. Mientras que su esposa, con esa intuición que le hacía precavida era más que suficiente para sentirse completo.
-¡Vaaaaamooooos, quiero otro bebé!
-Vas a despertar al que ya tenemos.
-¡Por favoooooor!
Percibiendo que no pararía de insistir, Wingdings tuvo que tomarla de los pómulos para tranquilizarla. Estaba sumamente cansado y realmente quería dormir ya, pero si no le detenía ese pensamiento suyo en definitiva la noche sería larga para ambos. Iluminó sus ojos para darle a entender su punto sin necesidad de palabras, iluminando la habitación con un tono amatista de lo más peculiar. Pero no se mantuvo bastante tiempo ese color en el lugar, dado que su esposa había respondido iluminando su ojo derecho con ese tono esmeralda que le gustaba contemplar en ella.
El gesto de culpabilidad estaba demás en ella, pero al menos con eso captaba que había entendido su argumento que de antemano ambos tenían presentes. El nacimiento prematuro de Sans había sido una catástrofe que no quisiera repetir de ninguna manera. Había sido tan peligroso para un esqueleto que naciera sin ojos luminosos por no desarrollarse bien, que Arial en un ataque de pánico no se la había pensado dos veces en darle uno de sus ojos para darle una oportunidad. Y si bien eso había hecho que no muriera en el acto, no había sido suficiente al grado de tener que dar todavía más de ella para mantenerlo estable. En esos momentos olvidaba comer muchas veces por no querer separarse del bebé, lo que había ocasionado que tuviera dos problemas que sin lugar a dudas le habían hecho tomar decisiones más que necesarias.
Contemplar la sonrisa de ambos todos los días había sido su recompensa ante tanto sacrificio, por lo que no sentía remordimiento alguno de todo lo que tuviese qué atravesar para mantener eso de su pequeña familia. Pero agregar a uno más… ¿en verdad estarían listos en tan poco tiempo?
-Tu salud aun no es lo suficientemente estable de nuevo para algo así, cariño. –Le comentó tras varios minutos observándose el uno al otro. –Tal vez en unos años más podríamos considerarlo de nuevo.
-No pasará nada malo porque esta vez será un bebé planeado. –Insistió de tal forma que su ojo iluminó un poco más de la cuenta, mostrando que su insistencia tenía un sentimiento muy fuerte en ella. –Y no porque nos pasamos de copas en nuestro aniversario.
-Pero Arial…
-No solo ser nosotros tres contra el mundo, sino ser una familia grande, un cuadrado perfecto. –Le interrumpió al notarse estar sumamente inspirada, o que en verdad había planeado durante días llevar a cabo esa conversación con él. –¡Y una mayor posibilidad de muchos nietos!
-Apenas tenemos un bebé y ya piensas en nietos… No, cariño, no es un buen momento para tener un bebé más.
-¿Y si lo pido como regalo de cumpleaños?
-Considerando que sería de ambos, no. –Pese a querer acabar con la discusión de una buena vez y dormir, le sonrió tenuemente para que no se sintiera mal con su respuesta que era más que evidente que le daría. –En unos años más tal vez podríamos considerarlo. Pero no pronto.
Aunque la conversación se había terminado ahí para finalmente dormir, la insistencia de su esposa tuvo mayor frecuencia conforme le seguía dando negativas al respecto. Tanto directa como indirectamente le trataba de dar el mensaje de qué tanto ansiaba tener uno más en la familia que tuvo que esforzarse aún más en su trabajo. Arial no parecía estar dispuesta en dejar el tema, por lo que fueron noches que no le dejaba dormir al grado de tener que excusarse del trabajo más de la cuenta con tal de encontrarla dormida cuando llegara. En definitiva no le gustaba hacer tal cosa al ser una felicidad infinita el poder llegar a su hogar con su esposa e hijo esperándoles, pero vaya que estaba casado con alguien muy insistente.
-Señor Gaster, le he visto mucho por aquí. Más de la cuenta al menos. –Se le acercó un reptil con escamas color mostaza mientras se quitaba su larga bata. –No es que me queje de que trabaje, pero tiene familia con la que llegar ¿no?
El señor Sallow era su jefe con el que le habían asignado desde que comenzó a trabajar con la mafia Dreemurr. Si bien parecía ser un hombre de lo más relajado, lo cierto era que tenía un amplio conocimiento científico proveniente de haber participado físicamente (y no precisamente voluntariamente) en experimentos ilegales de los que jamás podría hacerse idea de qué magnitud vendría siendo. Le faltaban varias escamas en sus brazos y rostro a causa de tales experimentaciones, sin contar el ojo de vidrio que portaba tras haberlo perdido. Pero no parecía darle importancia a su aspecto, razón por la cual habían logrado llevarse bastante bien al considerar que ambos tenían en común portar heridas de guerras. Trabajar para alguien como él era bastante provechoso al conocer más de lo que podría haber hecho en cualquier lado si tan sólo le hubieran brindado la oportunidad.
-Terminaré estos análisis de sangre primero. –Comentó sin querer entrar a detalles. Prefería que le viesen dedicado a sus asuntos. –No soy alguien que deje pendientes.
-Conozco el rostro de un hombre que tiene problemas en casa, señor Gaster. Pero debo decir que me agrada su actitud de usar el trabajo como excusa en vez de irse a cualquier otro lado.
-No soy esa clase de hombres sin honor. –Retiró su vista del microscopio y optó en sincerarse con tal de que le dejaran estar más tiempo ahí. Le era evidente que su insistencia era para poder cerrar el lugar de una buena vez. –Es sólo que mi esposa quiere tener otro bebé.
-¿Y no recuerdas cómo hacérselo o…?
-Ese no es el problema. –Gruñó molesto de tal insinuación, pero conteniéndose al estar ante su superior. –Tiene poco de haberse recuperado, sin contar que mi hijo sigue en observación.
-Entiendo, entiendo. Tiene posibilidad de que no pueda tener más hijos y eso le dolería aún más. –Captó de inmediato su jefe y le apartó una de las láminas que había estado analizando desde temprano. La levantó hacia la luz para observarla por su cuenta con su ojo bueno. –Mi esposa pasó por lo mismo cuando nuestros huevos no sobrevivieron salvo uno. Es curiosa la necesidad de tener descendencia para todo ser sin importar si se es humano o monstruo, flora o fauna, ¿no cree? Casi como si la razón de la vida misma partiera de un simple egoísmo puro. Queriendo permanecer por siempre en la existencia de una forma u otra.
Esa era una de las cosas que le agradaba de su jefe, alguien que veía de una forma muy filosófica o poética todo lo que estudiaba pese a haber sido maltratado en el pasado. Los cuerpos humanos que le llegaban para sus experimentos los trataba con cuidado como si apreciara tanto la vida como la muerte. Quedando maravillado de estar ante cuerpos que no se volvían polvo y que le daban la oportunidad de seguir investigándolos sin resistencia alguna. Aunque eso también lo hacía un sujeto muy extraño, pero era algo que jamás comentaría abiertamente, considerando para quiénes estaba trabajando y lo nada ético laboral en lo que estaba para las conductas morales establecidas por los humanos.
-Aquí está la verdadera inmortalidad, señor Gaster. No en un cielo ni infierno, no en un alma ni mente… sino en pura genética. –El reptil bajó la placa con sangre y la dejó en su sitio mientras le sonreía. –Su esposa debe considerar todo un honor poder procrear con usted. Vaya suertudo de haber encontrado una mujer que lo comprende a la perfección.
Gaster estaba más que seguro de que no era el modo en el que su esposa veía las cosas, pero no le cuestionó más y siguió con lo suyo por varios días más hasta que él mismo se cansó de estar manteniendo esa postura ocupada. Extrañaba en verdad estar con su familia y no contemplarla simplemente dormidos. Por lo que en poco tiempo terminó cediendo y para maravilla suya, Arial había tenido razón en que las cosas se presentarían mejor.
Había nacido un niño sano, sin complicaciones… un niño igual de sonriente que amaba tanto a su familia como lo amaban a él. Cada día apartado de ellos era un disgusto que no quería seguir soportando, sin contar que su trabajo poco a poco no le parecía del todo prudente seguir manteniendo conforme lidiaba con cuestionamientos personales. Por lo que un día decidió construir algo que realmente fuese de él, una zona en la que su familia estuviese realmente segura y que sería en definitiva suya cuando llegase el momento. Por lo que sus siguientes días siendo ahora padre de dos varones fueron enfocados en darles lo mejor. La representación de un "egoísmo natural" que planteaba el señor Sallow, mostrado en una amplitud que ni él mismo se imaginó. Independizándose y creciendo con el motor de su familia.
Pero lo que tenía frente a él ahora… lo que observaba con cierto recelo tras su comportamiento extraño… era un simple traidor. Un hijo que no había dudado en darle la espalda pese a saber la situación en la que se encontraban. El único que realmente podría salvarse de todo bajo una protección secundaria, pero que aun así le abandonaba en territorio enemigo.
Estando hablando con algunos sujetos que usaba como excusa para apartarse del magnate metalizado, se había quedado contemplando a Papyrus bailando pese a la presentación que la líder sindical había dado imprudentemente. Le había dado algo de nostalgia contemplar la danza, recordando las horas constantes en las que Arial y él bailaban sin necesidad de música de por medio, pero tras ver cómo este se había detenido y huido sin explicación alguna, le daba la pista suficiente de que se había enterado de algo que no tenía intenciones de compartirlo con él. Y el que su secuaz felino se hubiera acercado para notificarle de que el auto con el que habían llegado había sido robado por su hijo era una prueba más que clara. Le había abandonado en territorio enemigo, le había traicionado… pero aún no sabía con qué exactamente.
-Hoi, pero qué grosería dejar a una doncella en plena pista de baile. –La voz chillona de la líder sindical hizo acto de presencia tras varios minutos después de haber controlado la escena sin mostrar ninguna anomalía. En definitiva esa mujer estaba lista para mantener toda apariencia sin importar la situación. –Creí que siendo un Gaster, sabría cómo debe tratar a una mujer.
Don Gaster no quiso responder a su provocación, apartándose de los sujetos que para nada habían sido de su interés y tomando una copa que uno de los meseros le había ofrecido. Sus planes estaban arruinados ante ese comportamiento y si bien estaba molesto y dolido por dentro, en definitiva no mostraría nada de eso ante los presentes, mucho menos ante una mujer fastidiosa como la señora Temmie.
-Un trato es un trato, incluso pudiste divertirte con el espectáculo. –Se giró para verla directamente, asegurándose de mostrarse indiferente como habituaba. –Ahora cumple con tu parte, mujer.
-¡Pero que rudeza! Jijijiji. No hace falta ser así conmigo, Hoi. –Rió la monstruo sin darle verdadera importancia a su comportamiento, caminando un poco para indicarle de ese modo que le siguiera. –Un Temmie siempre cumple con su palabra. Ya deberías saberlo.
-Deberían de ser más precisos con sus letras pequeñas. –Gruñó con disgusto mientras le seguía con pasos lentos. La diferencia de tamaño de piernas hacían que se sintiera incómodo con tal lentitud en su caminar. –Decirle a todos que pretende suplantar a su propia madre…
-Soy una buena madre, mi hija tiene todo lo mejor con una vida asegurada de lujos. –Contestó la señora manteniendo su sonrisa mientras miraba hacia el frente. – Una estabilidad que no cualquiera podría darle.
No quiso seguir alegándole en el camino al preferir acabar con todo de una buena vez. Detestaba cada instante en el que permanecía en tal lugar y sin obtener lo que realmente necesitaba. Si Papyrus se había retirado de tal forma al no soportar igual que él estando con las bolas de pelos, podía comprenderlo de algún modo, pero no el hecho de que fuese sumamente importante su presencia y que ahora le dejase con la columna descubierta. ¿Qué no le había enseñado sobre siempre cuidarlo como su jefe? De Sans ya esperaba tales imprudencias, pero que Papyrus lo hiciera en el peor momento dolía mucho más.
-Tal y como lo prometí… aquí está. Estos son los recibos de las donaciones al sindicato por parte de "un amigable empresario". –Rió la señora mientras le entregaba algunos documentos tras haber entrado a un cuarto apartado de todo, agradeciendo internamente de haber buscado ser prudente en cuanto a eso. –Espero que te sirva, Hoi.
Se dispuso a revisar cada documento en espera de poder analizar con sumo detalle cada milímetro hoja por hoja después de leer el supuesto seudónimo. Pero tuvo cierta sorpresa que no pudo reflejar al dar de primera con algo que en definitiva no contaba.
"Sageor Murderer".
Aparentó indiferencia mientras se ponía a revisar recibo por recibo, pero lo cierto era que tenía un terrible impulso de querer romper todas esas hojas ante el coraje que le brindaba leer ese nombre por segunda vez. No había sido necesario el hecho de armar todo ese espectáculo con la hija de la líder sindical, el dato ya lo había tenido literalmente en sus manos mucho antes de saber toda la verdad. Estaba al alcance de algo mucho más grande que toda ira pudiera manifestar al momento. ¿Era por eso que Papyrus le había abandonado? Se había enterado antes que él y en lugar de notificarle, había huido sabiendo que identificaría de inmediato el nombre ¿cierto?
Sageor Murderer… Asgore Dreemurr… había sido tan obvio una vez que acomodaba las letras en su lugar correspondiente que se sintió como un completo tonto de no haberse percatado de eso de inmediato. ¡Ni siquiera se había esmerado en cambiarse el nombre por completo! Esa bestia ni le preocupaba del todo ocultarse, se estaba burlando en la cara de todos. Tenía razón cuando dijo que nunca tenía sus puertas cerradas ni que había necesitado obtener una audiencia con él, tan sólo se burlaba que los mismos seres pusieran obstáculos por cuenta propia en lugar de enfrenarle directamente. Una vez más, estando ahí o no, Don Dreemurr se estaba riendo de él. Riéndose de todos los incautos que le odian y que le temen al mismo tiempo.
No iría a cazarlo, realmente contaba con que se presentaría de nuevo ante él para jugar con él una vez más. No era ni siquiera una amenaza para él, sólo se estaba burlando…. Al igual que muchos más que no le estaban tomando enserio ahora. Sus hijos incluso le estaban traicionando, declarando de forma indirecta que realmente no les importaba que muriera a causa de todos sus errores. Estaba solo en verdad.
-¿Y bien? ¿Te ayuda en algo? –La voz de la señora le devolvió a la realidad.
-Lo suficiente. –Contestó de inmediato sin mostrar emoción alguna y le devolvió los recibos. En definitiva no se mostraría débil ante una mujer tan arrogante ni ante nadie más. –Me retiro.
-Es una pena que tu hijo se haya retirado antes, le pude haber mostrado algunos regalos que conseguí en celebración de su compromiso. –Soltó la señora sin preocuparle en absoluto una reacción negativa de su parte. En verdad que la detestaba demasiado. –Pero ya que estamos aquí, podría mostrártelos a ti y decirme qué opinas. ¿Hoi?
Estando perdido en sus propios pensamientos y con verdaderas ganas de retirarse de una buena vez, le dio la espalda para desaparecerse de esa habitación y buscar a su secuaz que le esperaba pacientemente en el sitio que le había dejado. Sin auto de por medio, tendrían que retirarse a través de su magia, pero no estaba del todo seguro de lograrlo con precisión ante tanto tormento que habitaba en su mente. Ese seudónimo lo había leído en un documento que le robó a la humana. ¿Por qué? Se estaba perdiendo de algo todavía, pero no lograba captarlo de todo aun. Necesitaba una buena taza de café de inmediato.
-¡Oh Don Gaster! No huya más de mí, que mis intenciones no son hostigarlo. –El robot le había estado esperando junto al gato monocromático que le había estado esperando en su regreso. Esa sonrisa fanfarrona era lo que menos necesitaba ver en un momento como ese. Si no fuera porque no le convenía hacer un escándalo estando solo, mataría a todos los seres que le desagradaban en ese lugar. –En tiempos difíciles, es bueno contar con un amigo.
Le tendió su tarjeta a la altura de su vista mientras le sonreía con suma confianza, cosa que no era necesaria al saber de antemano a qué número marcar desde hace tiempo. Sus invitaciones a sus eventos excesivamente llamativos yacían en algún lugar de su oficina que dejaba con toda intención al olvido. No obstante, hizo que su secuaz la tomara en su lugar y ambos caminaron sin siquiera despedirse en el proceso. Lo que menos quería en ese instante era permanecer un segundo más en aquel sitio.
-Estaré esperando su llamada, Don Gaster.
El mencionado siguió caminando mostrando indiferencia mientras que su mente estaba gritando con furia ante tanta burla, descaro e indiferencia sobre la situación y su persona. Sabía reconocer para él mismo que estaba dolido, pero todos sus malestares presentes tenían un rostro al qué culpar ahora que estaba ante algo más concreto. Esa maldita humana… cada vez más hacía que sus hijos estuvieran en contra suya. Pero ahora era peor, se trataba de algo que tenía que ver con el Don más temido de Ebott city ¿pero por qué? ¿Por qué esa humana había estado habitando en una vivienda perteneciente al enemigo número uno de los humanos? ¿Por qué tenía un documento que le permitía retirar dinero de esa cuenta bancaria a su nombre falso?
La humana era grosera, imprudente y en definitiva un mal ejemplo de mujer en todo aspecto, pero el hecho de que sus hijos le prestaran tanta atención al grado de asegurarse de su bienestar simplemente no lo entendía. En definitiva no se trataba de alguien normal, ni siquiera para un humano, pero ¿qué extremo estaba presentando ahora? Podría suponer en primera instancia que se hubiera robado tal permiso bancario y habitado en ese lugar aprovechando lo abandonado que estuvo en tanto tiempo, pero sabía que no era algo tan simple. No cuando la misma humana no quiso hablar en el instante que le había cuestionado sobre el nombre. En definitiva lo había reconocido… y había preferido su silencio con su muerte.
La odiaba, en verdad que la odiaba por haberse presentado en la vida de su familia. Todo habría seguido su naturalidad si no hubiera sido una intrusa en todo aspecto. El que Sans terminara embobado sin razón alguna siendo algo innatural, el que Papyrus le desobedeciera al grado de abandonarlo en el peor momento, el que los mismos secuaces con los que contaba tuvieran la molestia de buscarle un buen lugar en dónde habitar, el que la coneja se preocupara más por ella con tal de mantenerla por su cuenta en vez de seguirle temiendo, el que la planta parlante dejara sus instintos maniacos con tal de mantenerla segura… El mundo se estaba volviendo loco por su simple presencia. No se trataba de algo natural, sino parecía tener ciertas anomalías de lo más sospechosas… incluso peligrosas si las seguía dejando en descuido. ¿Pero por qué?
La humana podría hacer que muchos se pusieran de su lado, pero él era quien sabía su verdadera ubicación y, aparentemente, el único que sabía que no había nada normal en ella. Él era quien la tenía presa y vigilada fuera de la intromisión de sus hijos. Que Papyrus se fuera esperando de algún modo de evitar lo que fuera, era en vano cuando él estaba adelantado a todo. Siempre lo estaba.
Y con eso en mente, tomó el hombro del felino para desaparecer de una buena vez de ese lugar.
.
.
Papyrus se estacionó frente al bar sin darle importancia a que no debía de hacerlo de forma tan descuidada a la vista. Lo cierto era que se sentía tan desesperado que no coordinaba lo suficiente para ser más cauteloso ahora que quería adelantarse a cualquier hecho. No sabía con cuanto tiempo contaba a su favor para prevenir cualquier cosa que se tornara de mal en peor, por lo que entró al bar teniendo una sola cosa en mente: necesitaba al bartender al ser el único que realmente podía ayudarle.
Dada la hora parecía que era el momento en el que comenzaba a tener algunos clientes queriendo embriagarse. No le agradaba para nada esa clase de lugares y ambientes a diferencia de su hermano que frecuentaba demasiado el sitio, pero no estaba para esa clase de detalles.
-¿Papyrus? Aquí no está tu hermano. –Aclaró de inmediato el hombre flama conforme se acercaba a él hacia la barra que limpiaba sin mucho cuidado. Ya luego pensaría en el detalle de su falta de protocolos de higiene. –Mi guardia con ustedes terminó hace unas horas, pero si necesitan…
-NECESITO HABLAR CONTIGO A SOLAS.
Seguramente estaba teniendo un rostro de lo más serio, ya que no opuso resistencia en su indicación y comenzó a hablar con sus clientes avisando que cerraría de inmediato tras una aparente inspección sanitaria. Uno que otro expresó sus quejas, pero tras verlo a él en espera en la barra, muchos no tuvieron qué pensarle demasiado de cuál era la verdadera razón del cierre tan temprano. Le gustaba que al menos hubiera varios ciudadanos que le respetaban con tan sólo verlo.
Al cerrar la puerta con llave una vez que todos se habían retirado, se giró para verlo sin saber qué decirle en el momento, mostrándose un poco incómodo al no frecuentar hablar entre ellos pese a formar parte de su círculo de protegidos. Era Sans quien se encargaba de eso, aunque era más que obvio que era por todo el alcohol que podía ingerir en ese lugar y por la aparente amistad que se tenían pese a no comentarlo con él por las múltiples reglas de su jefe.
-¿Te ofrezco algo? Sans me dijo que te gusta el vino. –Comenzó a hablar el bartender una vez que se decidió a acercarse a su barra. –Tal vez te guste el que tengo, es…
-DEJA LOS PROTOCOLOS DE ATENCIÓN PARA OTRO MOMENTO. NECESITO QUE ME AYUDES A INVESTIGAR UN NOMBRE ANTES DE QUE MI JEFE ACUDA A TI.
-¿Ya obtuvieron el nombre que necesitaban? –Concluyó de inmediato con cierta audacia mientras sacaba un tarro para servirse él mismo. –No era necesario tener que cerrar mi bar para esto, con que me lo dieras en un papel bastaba.
-ES… COMPLICADO. VERÁS, ESTE NOMBRE YA LO HABÍAMOS ESCUCHADO ANTES. –Tras ver que el hombre de fuego no parecía comprenderlo del todo, suspiró resignado antes de seguir hablando. –ACABO DE ABANDONAR AL JEFE CON TAL DE ADELANTARME A ESTO.
Con ello tuvo su total atención sin saber qué decirle en los siguientes minutos de silencio incómodo. Parecía tratar de procesar cualquier cosa que se estuviera imaginando en su mente, pero no tenía la paciencia suficiente para esperarle con sus aparentes divagaciones.
-TIENE QUE VER CON LA FLORISTA. NO SÉ COMO REALMENTE. –Aclaró más para sí mismo al tener muchas cosas en mente. En verdad que no tenía ni idea de dónde comenzar salvo con eso. –PERO EL JEFE CASI LA MATA LA VEZ QUE LE CUESTIONÓ DE QUIÉN SE TRATABA EL SUJETO AL QUE ESTABA LA CUENTA BANCARIA VINCULADA A SU VIVIENDA. NO DUDO QUE QUIERA MATARLA AHORA CON ESTO.
-Aguarda… ¿Me estás diciendo que el nombre que necesitaban era "Sageor Murderer"?
-¿YA LO HABÍAS ESCUCHADO ANTES? –Preguntó sorprendido de que lo supiera sin que le dijera.
-Para mala suerte, sí. Sans me pidió investigarlo hace tiempo cuando Mettaton le reveló que había estado investigando a la humana. –Comenzó a explicarle con cierta resignación, como si le preocupara cualquier cosa que le dijera pero sin sentirse capaz de ocultarle los hechos. –El local y departamento estaban a este nombre, estando asegurados con una cantidad sumamente elevada. Pero lo peor de eso es que no pude dar con nada más salvo que yo hice esa identidad cuando todavía me dedicaba a falsificaciones de documentos.
Papyrus estaba un poco indignado de que tanto el bartender como su hermano ya estuvieran al tanto de tales cosas y él apenas que se enteraba de los hechos había corrido en busca de ayuda. En definitiva nadie confiaba nada en él, ¿entonces por qué tratar de hacer algo bueno en ese instante? Se cuestionaba eso sin poder moverse de su sitio al querer saber algo más que pudiera convencerle, pero ahora el hombre flama estaba tomando de su tarro con suma tranquilidad. ¡¿Qué no comprendía la urgencia del asunto?!
-Así que la identidad falsa que hice hace unos años fue para el Don de la mafia más temida… Debí cobrar más de haberlo sabido.
-¿CÓMO ES QUE NO SABÍAS A QUIÉN SE LA HICISTE?
-Hasta en el bajo mundo se requiere de políticas de confidencialidad si deseas tener buenos clientes. –Aclaró con calma mientras dejaba el tarro sobre la barra. Ahora sólo se podía contemplar espuma que estaba por desaparecer. –Además de que muchos tienden a ser tan precavidos que no van ellos mismos a obtener tales documentos, o cubiertos con largas prendas… Tú más que nadie debe saber de esas cosas.
-¿Y TENIENDO ESTE DATO NO PUEDES SABER ALGO MÁS?
-Depende.
-¿DE QUÉ?
-De qué es lo que quieres obtener tú con esto. –Por primera vez en la conversación se puso en modo serio. Cruzándose de brazos sobre la barra. –Tu padre y hermano quieren ese dato para rastrear y matar a la esposa del Gran Don. Pero ahora que tú lo sabes antes que ellos ¿cuál es tu razón de querer adelantarte?
-SI LO QUE ESTÁS HACIENDO ES PEDIRME DINERO…
-No, quiero saber por qué estás acudiendo a mí en lugar de a tu jefe.
Papyrus estaba a punto de reprocharle de que se estuviera entrometiendo en sus asuntos privados, pero no era la primera vez que lo hacía. No olvidaba cómo le había seguido con tal de que no matara a la humana por el bien de Sans, contándole que aunque supiera demasiado de su familia, no tenía intenciones de revelarlo. Era alguien de confianza, un buen amigo de su hermano, quisiera aceptarlo o no. Por lo mismo había pensado en él para solucionar las cosas cuando ni él mismo sabía qué hacer realmente en primer lugar.
-LA OTRA VEZ DIJISTE QUE LA HUMANA ERA UNA ESPECIE DE TOTEM PARA SANS. –Trató de aclarar sus ideas conforme se justificaba ante el dueño del bar. –SI TE IMPORTA TANTO ESO, HARÁS ALGO PARA EVITAR QUE LA PIERDA.
-Pero tú dejaste claro la otra vez que sólo querías vengar a tu madre y luego te retirabas. –Atajó con cierta malicia en su voz, cosa que le molestó de inmediato por su imprudencia. –Justo pasaste por esa puerta diciendo eso.
-¡¿PUEDES HACER ALGO O NO?!
-Yo sé muy bien en este momento lo que puedo hacer. ¿Pero qué hay de ti? –Le cuestionó mientras mantenía su semblante serio ante él. –Porque el hecho de que acudas a mí con este anticipo no me dice nada. Yo puedo hacerlo por el bien de Sans, sabiendo lo importante que es para él y lo doloroso que sería enterarse de esto. Pero si tú piensas darle de igual manera la espalda…
-NO QUIERO QUE… LA HUMANA MUERA ¿OK? –Soltó de inmediato al no sentirse cómodo con todo eso, pero tampoco tenía intenciones de retirarse de ahí como un cobarde. –ES LA PRIMERA QUE ME HA DICHO "GRACIAS" CON SINCERIDAD Y… LA PRIMERA QUE ME HA PREGUNTADO SOBRE QUÉ ES LO QUE QUIERO YO.
Se sentía sumamente incómodo hablando al respecto. No era alguien que soltara sus sentimientos a la deriva al ser un hombre firme. Pero por alguna razón, aclarar en voz alta lo que en su mente no era capaz de formular con exactitud le hacía entenderse mejor a sí mismo. Estaba molesto con Sans por todo lo que hizo a causa de la humana, había intentado matarla él mismo en más de una ocasión, pero pensar ahora en la dolorosa muerte que podría darle su jefe tras saber que de algún modo estaba vinculada a su enemigo… en verdad que no quería tener en mente eso.
-COMO TAL ME PARECE UNA IDIOTA, PERO NO CREO QUE MEREZCA MORIR. YO NO LE IMPORTO A SANS NUNCA MÁS, ASÍ QUE ESTO ES LO ÚLTIMO QUE PUEDO HACER POR ÉL. –Bajó sus hombros al sentirse derrotado ante algo que no comprendía. Sólo quería acabar con todo de una maldita vez. –ASÍ QUE PREGUNTO DE NUEVO ¿PUEDES HACER ALGO CON ESTO O NO?
-Bueno, ahora sabiendo de quién estamos hablando realmente… podría iniciar una nueva investigación. –Señaló mientras hacía el ademán de estarle pensando demasiado, pero no pasó desapercibido para el esqueleto de que había sonreído de algún modo tras sus palabras. – Mencionaste una cuenta bancaria, podría hacer trampa con ello. Engañar al banco de hacer un retiro, pero…
Su sonrisa se borró en el acto, como si se hubiera atravesado por su mente algo sumamente peligroso. Papyrus no estuvo seguro de querer saber qué estaba pasando.
-El banco es algo rastreable, no se tarda en descubrir ciertas falsificaciones tarde que temprano. Tratar algo así es… picar un anzuelo con toda intención de atrapar un pez grande. –Parecía estarse cuestionando eso más para sí mismo que para él estando presente y sin entenderle del todo. – ¿Por qué el Gran Don dejaría tales cosas al alcance de una humana? ¿Qué obtendría con eso?
-YO TAMPOCO LO ENTIENDO.
-Comprendo que el Gran Don quisiera tener un seudónimo para ahorrarse las molestias de ser perseguido, pero esto es… ¡Maldición!
Desconcertándole su cambio de humor tan repentino, observó cómo el dueño del bar apartaba todo de la barra sin importarle estar rompiendo algo de valor para él. Colocó con algo de prisa algunas hojas sacadas debajo de su barra y comenzó a estar escribiendo con rapidez antes de que se le fuera algo de las manos. No estaba seguro de si eso era un comportamiento normal en él o no, pero si estaba trabajando por fin a su petición, no le interrumpiría.
-Repasemos, la humana llegó a la ciudad siendo custodiada por miembros de la yakuza. La cual viene siendo la hija "muerta" del anterior líder. –Anotaba todo en las hojas y las colocaba en un orden que sólo comprendía él en primera instancia. –Masao Saito fue el enemigo más grande del Gran Don… Sin contar su odio declarado a los humanos. Pero entonces ¿por qué la hija está siendo monetizada con su seudónimo? ¿Por qué fue declarada como muerta mientras tiene un beneficio así?
-YO TAMPOCO LO ENTIENDO. –Repitió sin saber qué más decir al respecto.
-La yakuza ha estado al tanto de la florista desde su llegada a la ciudad… o incluso antes. Pero como me dijo Sans, la misma humana no tiene ni idea de lo que ocurre en su entorno. –Siguió anotando sin prestarle atención. Su total concentración estaba en sus escritos ahora. –La flor, un experimento con intenciones de ser un arma biológica por parte de la Mafia Dreemurr, tiene un apego muy grande a la humana… La protege, la protege… ¿Por parte de la misma mafia también?
-¿OSEA QUE TANTO LA YAKUZA COMO LA MAFIA DREEMURR LA ESTÁN PROTEGIENDO? ¿POR QUÉ A UN SOLO INDIVIDUO Y SIENDO ENEMIGOS?
-Tal vez cada uno por sus razones, pero mientras la yakuza tendría motivos verdaderos, los del Gran Don son en verdad extraños en caso de ser así. ¿Qué podría interesarle tanto al Gran Don de una humana al grado de darle todos esos beneficios? ¿Por qué cuando se supone que odia tanto a esa especie? ¿Por qué a la que es la hija de su enemigo más grande que mató con sus propias garras?
-NO TIENE SENTIDO.
-No lo tiene, a menos que… la respuesta sea más simple de lo que parece. –Suspiró con cierto pesar antes de seguir anotando en sus hojas recicladas. –Tal vez la humana no sea tan inocente como lo piensa Sans.
-¿A QUÉ TE REFIERES?
-Pienso en dos opciones ahora. Una es que la humana esté haciendo todas estas jugadas con intenciones de sacar al Gran Don de su lugar, vengar la muerte de su padre. –Levantó el dedo índice para contar sus opciones de ese modo. Acto seguido sacó el segundo. –La otra es que, si la humana en verdad no sabe nada de su entorno, la misma mafia Dreemurr la esté manipulando sin que ella sepa con intenciones de aniquilar toda la yakuza de una buena vez. De cualquier forma, es una trampa en la que ahora estamos en el medio por cuenta propia.
-ESO ABRE A UNA TERCERA OPCIÓN. QUE LA TRAMPA SEA PARA ELLA. –Trató de estar a la altura del análisis, pero tampoco tuvo del todo sentido para él decir tal cosa. –QUE TODOS LOS BENEFICIOS QUE LE DIERON SEA CON INTENCIONES DE SACARLA A ELLA MISMA DE SU ESCONDITE.
-Eso tiene mucho sentido, de hecho. –El hombre flama abrió los ojos sorprendido. –Si la humana estaba en el pueblo por sabrá cuántos años, darle dinero y propiedad en la ciudad fue lo que la atrajo aquí y a la vista de quien fuera. Y en caso de ser esto… ¿Qué bando fue el que la quiso sacar de su sitio? ¿Y con qué intensión?
Papyrus quiso pensar en una respuesta a eso, pero por más que trataba de dar con algo que se le estuviese olvidando, simplemente no llegaba a nada más. Aun así, estaba decidido en que si la humana estaba en algún peligro, por primera vez le permitiría darle el beneficio de la duda. Si resultaba que no era inocente como le estaba comenzando a dar a entender, se sentiría desilusionado pero la mataría sin problema alguno. Pero si en verdad era inocente y alguien la estaba sacando a un peligro inminente, no tenía intenciones ahora de quedarse con los brazos cruzados.
Su sueño de niño de ser policía se había frustrado desde hace mucho. Nada de lo que haría en adelante podría cambiar eso, pero por una vez en su vida, quisiera la satisfacción de salvar a alguien y ser agradecido por su heroico acto. Ahora estaba comprendiendo ese punto.
-Hay que decirle todo esto a Sans. Después de todo, si se trata de su humana debería de poder estar al tanto. –Continuó hablando Grillby mientras dejaba de anotar en todas sus hojas acomodadas en un orden que sólo él comprendía. –Bueno, él ya había decidido dejar de pensar en ella ante una posible muerte inminente, pero ahora todo esto la involucra de igual manera. Investigar más es un campo minado del que se debe ser muy precavido en cada paso.
-HABLARÉ CON ÉL ENTONCES.
Solo esperaba tener todavía el tiempo suficiente para prevenir lo que fuera que estuviera pasando.
.
.
La ropa sucia se acumulaba demasiado rápido, así como las prendas esparcidas en todos los rincones en cada cambio de acto. Frisk cumplía con su labor de mantener el orden pese a su incomodidad de tantos cuerpos mostrando demasiado sin reparar en su presencia, pero optaba por mirar hacia abajo en busca de toda la ropa que debía de recoger en lugar de toparse con algo que en definitiva no querría ver. Gracias a ello, tenía tiempo para ver qué clase de espectáculo daban en cada cambio para calmar su curiosidad al respecto de lo que era realmente un cabaret, pero por más que quisiera ser optimista de que no fuese tan malo a comparación de lo que había pasado desde su llegada a la ciudad, lo cierto era que no se trataba de algo de su agrado.
Algunos trataban de cantar en el escenario, pero sus ropas y bailes indicaban que había más de por medio que sólo una apreciación artística. Su flexibilidad era impresionante si debía admitirlo, pero le preocupaba ver qué tanto se exhibían a vista de todos. Sobre todo en los espectáculos en los que dos conejas estaban desnudas con tan sólo un abanico gigante cubriéndoles en cada movimiento. Sonriendo y bailando de tal forma que simulaban que se caería la única cosa que les separaba sus cuerpos de la vista de todos los presentes. En verdad que no le encontraba sentido.
-¡Oh cachorrita! Te ves adorable con ese vestido.
Y para el colmo, le habían vestido ahora con una de sus prendas que le hacían mostrar demasiada pierna para su gusto. La señora Bonnie le había comentado que aún no había terminado de arreglar su anterior uniforme, por lo que la había convencido de cambiarse del vestido que ya estaba portando al que ahora estaba luciendo. Agradecía que al menos no fuera tan implícito como el vestido de sirvienta tan corto, pero hubiese preferido seguir llevando el vestido con aroma salado a lo que llevaba ahora. ¿Qué acaso era una necesidad para los conejos portar varias prendas en un solo día? ¿Cuánto terminaban gastando en jabón para lavar la ropa?
-Cachorrita, ¿puedes ayudarme con el cierre? –La voz de una de las conejas le hizo girarse abruptamente. –No lo alcanzo y falta poco para que sea mi turno.
-De acuerdo. –Frisk dejó el tumulto de ropa que había estado recolectando y le ayudó en su petición con algo de cuidado. No quería maltratar su pelaje de su espalda con el cierre. –¿Todos sus actos son similares?
-La mayoría, sí. Excepto el de Shyren, aunque de momento no está subiendo al escenario por su problema de garganta. –La coneja se giró agradecida y se observó en el espejo que tenían a la mano con ese objetivo. –Pobrecilla, tuvo que usar toda su voz para calmar el conflicto de esa vez.
-¿Calmar el conflicto?
-Sí, su voz no sólo es hermosa, es muy útil para calmar conflictos. –Tomó una de las brochas del camerino y comenzó a ponerse un poco de rubor con cierta rapidez. Aunque estuviera acelerada por el poco tiempo que le quedaba para presentarse en el escenario, aun así era bastante atenta y amable en contestarle. –Todo aquel que le escuche está a su merced. Creo que podría reventar cabezas si quisiera.
-Eso suena peligroso.
-Tranquila, Shyren no dañaría ni a una mosca. Pero usar su magia de ese modo le agota la garganta con facilidad.
Se acomodó con demasiado movimiento su escote y con un ademán de su mano se despidió de ella mientras que con la otra sujetaba una sombrilla con muchos encajes. Frisk se dispuso a recoger la ropa que había dejado acumulada y se dirigió al camerino continuo para poner todo en un solo lugar. No estaba segura de si ella tendría que lavar toda esa ropa, pero en el caso de que fuera así, al menos se aseguraría de tener todo en un solo punto para facilitarle las cosas.
-Tomemos un descanso, cachorrita. –Ronnie le habló desde el marco de la entrada tras dejar unas cajas en la esquina. –La luna se ve hermosa hoy, ¿te parece si tomamos algo en el techo?
Frisk se limitó en asentir con la cabeza al no tener nada más que decir. La verdad era que le gustaría estar apartada por un rato de tanta gente y cuerpos casi desnudos, sin contar el hecho de poder aprovechar la oportunidad de una vez más ver el cielo. Tras varios días estando encerrada en un hogar sin ventanas, contemplar cualquier paisaje real se había vuelto una necesidad de ella con tal de olvidar el mal momento que había pasado ahí. Tantas pinturas no podían compararse con lo que era contemplar una noche estrellada, un día soleado o nublado. Cada clima tenía su belleza después de todo.
Siguiendo al conejo hacia las escaleras que daban con el techo, se acomodó la manta tejida que le habían prestado para el frío invernal que afrontaba con tanta densidad. Estando sobre sus hombros, pasó por la puerta que daba con el techo y acompañó al conejo en el barandal en el que se estaba recargando con sus brazos apoyados. No había un gran paisaje por contemplar en ese punto, pero estar apartada de tanta gente por unos instantes era algo por lo que agradecerle.
-¿Puedo pedirte de favor que no le digas a nadie de que te dejé sola en una iglesia? –Soltó sin más mientras le pasaba una botella de cristal. Frisk no tenía idea de qué contenía realmente, pero supo que no le tomaría en cuanto le llegó el olor potente del alcohol. –No quiero regaños, aunque puede que me los merezca de algún modo.
-¿Consideras mala la iglesia?
-No… o bueno… es complicado. –Se rascó la nuca con cierta desconfianza en su voz. No parecía estar de acuerdo con sus propias emociones. –Los humanos dicen que su dios los creó a su imagen y semejanza, por lo que los monstruos seríamos creaciones de su diablo. Con esas ideologías es que no logramos integrarnos como se debe.
-Pero ese señor me pareció muy amable. –Señaló recordando que le había contestado sus preguntas sin problema alguno. –Dijo que ese lugar era de oración y no discriminación.
-Fue raro también para mí, lo admito. Pero por cualquier cosa…
-Está bien, no diré nada si eso te complica las cosas. –Interrumpió al sentir que no era ni capaz de completar su propia oración. –Creo que todos en esta ciudad son complicados de igual manera.
-En verdad siempre eres así de directa, ¿cierto?
-Esa es una de las cosas que me hace pensar que son complicados. ¿Qué tiene de malo ser sincera? Las mentiras apartan y se vuelven barreras, no importa cómo se quiera ver al respecto. –Atajó de inmediato al querer dejar en claro su punto. Dejó su botella intacta en el barandal mientras contemplaba cómo se congelaba rápidamente. –Solo digo lo que pienso sin complicaciones. Y aún más porque estoy harta de que nadie me diga nada.
-Debes ser muy querida entonces. –Sonrió el conejo en el acto, sin darle importancia al desconcierto de la humana. –Las verdades son igual de frías que tus palabras, cachorrita. No todos estamos listos para afrontarlas, y en la ignorancia, existe la paz por muy inverosímil que parezca.
-Hoy me dijiste que no te gustaba que tu mamá les engañara con su felicidad.
-Mantengo lo que dije, es una barrera que nos ha puesto como tú dices que es. Pero por mi parte comprendo que las mentiras e ilusiones pueden adormecer el dolor. Pueden salvarte y salvar a otros. –Se encogió de hombros sin borrar su sonrisa ante sus palabras. En verdad que todos los conejos en la casa eran igual de extraños. ¿Cómo no se daba cuenta de las veces que se contradecía? – Al igual que tú, no estoy de acuerdo con eso, pero tampoco puedo juzgarlo del todo si al final todos terminamos haciendo lo mismo. Eso hace que todos seamos complicados a nuestra manera. ¿No has querido proteger a alguien de la verdad alguna vez?
Frisk no tuvo que pensar demasiado para llegar a un ejemplo. Amaba a su madre y se preocupaba por ella en todo momento, pero el dejar de expresarse había sido una manera para protegerla y ayudarle a hacer más ameno su dolor ante la pérdida de sus hermanos. Pero por lo mismo era que detestaba tanto ocultamiento y mentiras de por medio. ¿Qué no podrían resolverse las cosas si todos se permitieran ser sinceros los unos con los otros? Adormecer las cosas no era algo justificable, sólo era un modo de empeorar las cosas a la larga. Como por ejemplo con ella, que harta de no saber sobre su padre ahora estaba atrapada en una ciudad sin saber qué hacer para recuperar a su mejor amigo y su vida en general.
-Interpretaré ese silencio como un sí. –Ronnie le revolvió el cabello con ternura y tomó la botella que había dejado congelándose. –Volveré a entrar para continuar con mis labores. No te quedes mucho tiempo en el frío.
Se limitó a sonreírle levemente a modo de respuesta y volvió a contemplar el paisaje en cuanto escuchó que el conejo ya se había retirado. Algunas decoraciones de las casas le indicaban qué tan cercana estaba la navidad, pero no era algo que le emocionara del todo. Sólo le hacía acordarse de cómo su padre se esmeraba en sus regalos y de lo alegre que era en esas fechas particularmente. Sacudió su mente en el acto al no querer pensar al respecto, ahora no tenía idea realmente de qué tanto pudiera recuperar tiempos así o no. Por lo pronto, sólo podría enfocarse en recuperar a Flowey en donde fuera que estuviera de Snowdin. Después podría tener el tiempo suficiente para pensar en qué tan mal hizo o no de apartarse de su hogar para encontrar a alguien que no parecía querer ser encontrado.
¿Qué las mentiras eran una prueba de afecto? No estaba cuestionando sobre qué tanto la querían sus padres o Flowey (a su manera). ¿Pero qué tan débil la consideraban para apartarla hasta de ellos mismos? ¿Cómo no sentirse tan sola con todo eso? Ella también estaba triste por sus hermanos, no eran los únicos que extrañaban su presencia.
Tal vez su error justamente fue no decirles eso en el momento, pensó mientras se acomodaba nuevamente la prenda tejida. Tal vez si lo hubiera expresado en lugar de mantenerse serena, no habría razones para tantas barreras en primer lugar. ¿Acaso era ella la causante de todo entonces? ¿Por eso no le decían nada sobre porqué habían terminado tan distantes?
No queriendo pensar más en ello, se dispuso a volver a su trabajo antes de que pudieran llamarle la atención. No obstante, su olfato había sido más rápido en avisarle del peligro que había llegado mucho antes de terminar girándose en dirección hacia la puerta.
Era el mismo olor a tabaco que había detectado en su casa antes de perderla.
Una mano huesuda luminosa cubrió su boca antes de intentar decir algo sobre su presencia, haciendo que la manta tejida callera de sus hombros y terminara en el suelo cubierto de nieve. El esqueleto de grietas en sus cuencas había estado viéndola con repulsión, mientras eran trasladados mágicamente a otro punto que no pudo reconocer ante tanta nieve en el entorno sin nada más a la vista. No tenía idea del porqué se la había llevado de esa forma, pero en definitiva no era nada bueno cuando se trataba de él.
Aunque no tuviera más agarre de por medio al desaparecer la mano flotante, sabía que sería inútil tratar de correr en un campo tan abierto sin un punto al cual llegar. No cuando la estaba viendo con tanto desprecio que le daba una leve idea del porqué la había apartado de todo en primer lugar.
-¿Qué eres de Asgore Dreemurr?
-¿Qué…?
No pudo contener su sorpresa al respecto, dejando en evidencia que su simple mención confirmaba que en efecto supiera de quién se trataba. Hacía tanto que no escuchaba su nombre, hacía tanto que deseaba poder saber lo que fuera de él, que escucharlo de tal modo no le daba la calma que había deseado obtener una vez que lograra dar con su búsqueda. Había sentido su corazón acelerado ante un peligro inminente que iba a ritmo de cómo el esqueleto sacaba su arma de su larga gabardina. Como si el contemplar con lentitud las cosas no le daba el suficiente anticipo para poder cubrirse de lo que sin duda alguna pasaría.
No estaba Sans para desviar la bala, no estaba Papyrus para negociar por su vida, ni tampoco estaba Flowey para protegerla de todo. Tampoco podía esperar que la señora Bonnie o los conejos llegaran en su búsqueda inmediata y trataran de hacer algo al respecto. Estaba sola en definitiva.
-No volverás a entrometerte con mi familia, fenómeno.
Podría haber contemplado el cielo estrellado una última vez, podría haber implorando que de alguna manera pudieran llegar a salvarle una vez más de algo que no comprendía del todo. Podría intentar una vez más preguntarle al Don sobre porqué estaba atentando contra ella ante el nombre de su padre, podría intentar correr y salvarse de algún modo… pero por primera vez, sabía que todo eso no le ayudaría y que no contaba con más opciones que fueran favorecedoras hacia ella. Esta vez no tenía escapatoria ni protector, sólo ella estando en una zona vacía sin nada útil a la vista, en una ciudad que no daba oportunidad para nada. Como si ésta le hubiese rechazado en un primer lugar y su error más grande había sido presentarse ante ella.
No tenía miedo a la muerte… pero en definitiva no quería morir. No sin decir nada al menos.
-Eliminarme no hará que recupere a su familia. –Habló sin titubear, dispuesta a estar firme hasta el fin. Observándole directamente a los ojos. –Usted fue quien la destruyó.
Un par de amatistas observándole con odio fue lo último que pudo ver antes de escuchar el disparo.
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Siguiente capítulo, el 6 de septiembre… En cuanto mi dotación de cafeína no termine, jeje.
Michi fuera!
:V
