Arial no paraba de observar el cielo nublado desde la ventana de la cocina, mientras cortaba las zanahorias para la cena. Mostrar un temple sereno era un arte que había perfeccionado con el pasar de los años, pero era un hecho que al primer estruendo entre las nubes, siempre terminaba inquietándole lo suficiente para querer estar en la cama y no salir hasta que todo acabara. Pero como adulto responsable, tenía que servir de ejemplo a sus niños y no podía transmitirles el miedo que tenía por algo tan trivial como eso. Sobre todo cuando estaban tan cerca de ella y atentos a cada detalle que realizaba.
Nunca le habían gustado las tormentas ante malas experiencias vividas en ellas, pero desde que había estado en el ejército, aquello había incrementado al resonar de los cañones que siempre estaban muy cerca de ella. Y pese a ello, no se arrepentía de haber pertenecido a tal grupo armado tras haber encontrado al amor de su vida entre esas filas. Ahora no era una jovencita sola ingeniándoselas para comer en el día y ocultándose en cualquier rincón que le hiciera olvidar los estruendosos truenos, sino que era una madre y una esposa sumamente feliz. Ya no estaba sola desde que había conocido a Wingdings y ahora habían formado una hermosa familia. Razones suficientes para no tener más miedo, pero lastimosamente no parecía ser suficiente para su atormentada cabeza con recuerdos de guerra, y una razón más para admirar a su magnífico esposo que la pasó peor que ella y aun así había logrado separar impecablemente esas malas experiencias.
Tras terminar de partir las verduras, rozó levemente su argolla matrimonial para calmarse. Wingdings le había dicho que estaría muy ocupado en el trabajo, por lo que llegaría hasta la cena, pero no quería preocuparlo por tonterías como el temor a una tormenta estruendosa por más que su amado esposo le dijera lo contrario. Tenía cosas más importantes por atender... fuera lo que fuera realmente lo que hacía en su trabajo. No permitía que Bonnie le hiciera mal pensar al respecto, pero tenía que ser sincera que desconocía qué era lo que hacía realmente para que tuviese que llegar tan tarde variadas veces. No obstante, le quedaba confiar plenamente en el hombre con el que se había casado, y francamente, nunca le había dado señales de pensar lo contrario.
-MAMI, ¿PUEDO AYUDARTE? –Su pequeño se había acercado para ver qué era lo que estaba haciendo como siempre. Arial le sonrió inmediatamente mientras le mostraba las verduras ya partidas. –¡YO PREPARO LA PASTA!
-Primero lávate las manos, il mio bambino. –Le indicó mientras lo encaminaba un poco, tomándolo de los hombros para que no insistiera tanto. Aunque un trueno resonó en la distancia que le hizo sobresaltarse un poco y haciendo que su niño se girara extrañado. –Dile a Sans que haga lo mismo, por favor.
-¡SI MAMÁ!
Dejó que su niño desapareciera de la vista para abrazarse a sí misma. Y su calma llegó en cuestión de segundos tras escuchar que la puerta principal estaba abriéndose, sabiendo que si bien no se trataba de Wingdings porque él no frecuentaba usar la puerta, sí se trataría de Bonnie que tenía copia de la llave en caso emergente. Dejó la cocina tras asegurarse de que no hubiera nada peligroso al alcance con su niño tan curioso y enérgico de hacer las cosas por su cuenta.
Pero en cuanto estuvo por llegar a la sala, rápidamente tuvo que ocultarse al mismo tiempo que su tranquilidad se había desvanecido por completo. No se trataba de Wingdings llegando temprano ni de su amiga con una visita casual. Eran tres humanos que habían roto la chapa de la puerta para ingresar sin permiso alguno a su hogar.
Arial se tapó los dientes para no delatarse ella misma, teniendo el reloj cubriéndole lo posible para que no le viesen en el instante, pero aquello no funcionaría de mucho en cuanto comenzaran a dar pasos hacia adelante. Era tarde para aparentar que no habría nadie en la casa. Además de la luz prendida desde hace más de una hora, muy seguramente habrían estado vigilando la casa para asegurarse de que no hubiera nadie al acecho. Y aquello no vendría siendo un problema si la policía no era frecuente en la zona donde vivían. Si realmente vinieran a robar, habrían esperado a que no hubiese nadie en la casa, no al revés... y eso era más terrorífico.
En ese instante, era una madre estando sola con sus dos hijos que aún no sabían nada tras estarse lavando las manos. No podía permitirse paralizarse del miedo si con ello pudiese afectar aún más a sus bambinos.
Tenía que actuar rápido. Solo tenía una oportunidad para lograrlo, por lo que invocó una de sus manos e hizo que derrumbara algo al otro extremo para que los humanos fueran a sentido contrario a donde quería dirigirse ella. Y tras ver que lo había logrado, se apresuró como nunca en su vida a dirigirse hacia el baño y ver que sus niños ya habían estado saliendo tras muy seguramente haber escuchado la puerta abrirse también, esperando encontrarse con su padre con la felicidad de siempre. Había llegado a tiempo para cargarlos, pero no para llevarlos consigo fuera de la casa fuera de todo posible peligro. No le quedaba de otra si ahora esos sujetos estarían buscándolos como de lugar, por lo que corrió hacia la recámara con ellos en sus brazos, tras escuchar cómo los pasos de los sujetos indicaban que también ya estaban atentos a ella.
-MAMI, ¿QUE...?
Arial tuvo que cubrirle los dientes para que no siguiera hablando. Detestaba tener que silenciarlo de esa manera, pero su voz alzada era muy fácil de detectar para cualquiera y era lo que menos quería. Poniendo ahora un dedo sobre sus dientes, les indicó que mantuvieran el mayor silencio posible mientras ella se esmeraba en mostrarse calmada para ellos, pero fallando en el proceso a lo que podía notar en sus ojos. Y vaya que le estaba costando más trabajo que de costumbre, porque era evidente entre los tres que nada bien estaba pasando para que su madre, amante del sonido, les pidiera callar en absoluto y ocultarse sin estar jugando a las escondidas.
-Rápido, ocúltense en el armario. –Les susurró mientras habría el mueble y metía a Papyrus dentro de él para asegurarse de que siguiera la indicación. –Y no hagan ningún ruido, por favor.
El menor de sus hijos había asentido con su cabecita, estando algo nervioso de ver a su madre así, pero no se comparaba con su hijo mayor que estaba paralizado del miedo. Sin saber qué hacer tampoco por verla así de temerosa cuando nunca les había permitido que la contemplaran de esa manera. Por esa razón, una vez más le sonrió para poder calmarlo y empujarle suavemente a que entrara también.
-Cuida de tu hermanito, ¿si?
-Pero...
-Todo estará bien, Sans. Te lo prometo.
No obstante, acarició con más fuerza su argolla. Sin tener ninguna intención de ocultarle sus verdaderos sentimientos a su preciada joya.
Al haber cerrado el armario con cuidado y parado para poder pensar en algo más, la puerta del cuarto se abrió de golpe. Dejando ver inmediatamente a los tres humanos cuyas miradas le comunicaban más de lo que le habría gustado saber.
-No intentes ocultarte, monstruo. –Dijo uno de ellos con una voz muy ronca.
Arial se enderezó con firmeza ante ellos, teniendo que mantener aún más su aparente calma mientras tenía sus manos tras de ella, acariciando su anillo con suma insistencia que a simple vista cualquiera intuiría que se trataba de un tic nervioso de su parte. Podía verlo sin necesidad de mantener la mirada fija para no darles otro objetivo salvo ella. Aun cuando estuvieran armados con una sonrisa socarrona que sólo alguien con adrenalina a tope pudiera reflejar, el único peligro presente era que se dejaran llevar por esa emoción que poco les duraría ante un posible estupefaciente que hubieran ingerido para auto convencerse de hacer tal cosa.
No era la primera vez que veía tales efectos como para dudarlo siquiera. Y para bien o para mal, la vida misma le había enseñado lo suficiente para identificar a un verdadero verdugo, y esos humanos presentes definitivamente no lo eran. No estaba esa mirada sin vida que sólo un verdadero asesino podía reflejar sin tener intenciones de ocultarlo o de siquiera poder hacerlo en un intento mínimo, ni tampoco estaba esa desenvoltura al sostener un arma que indicaba que ya era uno con el instrumento de tortura.
Esos señores sólo estaban siendo manejados por la avaricia, no estaban ahí para matar a alguien esa noche. Pero eso no significaba que pudiera haber algún incidente, por lo que se enfocó en mantener el contacto con los aparentes asaltantes.
-¿Se les ofrece algo para que entren así a una propiedad privada? –Les preguntó con un temple sereno que buscaba bajarles la guardia a los humanos. –Porque me temo que aquí no hay mucho por ofrecerles, salvo galletas.
Los humanos no respondieron con palabras. En su lugar, uno de ellos le golpeó en la cara con la pistola, soltando una risa que indicaba lo mucho que disfrutó hacerlo. Arial sólo podía implorar a los dioses que por favor, sus hijos no vieran tal cosa. ¿Y si gritaban por el miedo? ¿Y si salían por querer ir hacia ella?
-Non uscire dal nascondiglio. –Comentó sabiendo que los humanos claramente no le entenderían, pero sus hijos sí. –E non fare rumore.
-¿Qué mierda estás diciendo, esqueleto? –Otro humano se le acercó para golpearla de nuevo, derrumbándola esta vez. –¿Es una especie de conjuro?
-Aspetta che venga papà.
Tan solo escuchó risas mientras uno de ellos le estaba amarrando los pies y el que le había derrumbado, amarraba sus manos tras su columna para asegurarse de que no tuviera manera alguna de poder escaparse. Arial a esas alturas no le importaba que cualquiera pudiese verla aterrada, porque claramente lo estaba. Wingdings... ¿Dónde estaba? ¿Por qué aun no llegaba? Habría usado su magia para tratar de librarse, pero habría implicado activar su ojo mágico y los sujetos estaban demasiado cerca de ella. Y ahora le habían pasado un trapo entre los dientes para que no pudiera siquiera gritar.
Por favor, que sus hijos no la viesen así.
Los humanos no tuvieron problema en cargarla y llevarla a la salida. Fue ahí que, con horror, uno de ellos había disparado más de una vez al aire, mientras que otro arrojaba cenizas al suelo antes de que el que la sostenía le pusiera un saco sobre su cabeza. Dándose cuenta de que todo se trataba de un secuestro y siendo muy tarde para siquiera intentar algo más. Dándose cuenta de que en la ciudad, tenían métodos muy similares que en la guerra para desaparecer a alguien que querían usar.
Y todo lo que había pasado tras eso era doloroso de siquiera recordar, pero no se comparaba con el presente que estaba contemplando y que le tenía entre dos figuras peligrosas que estaban atentos a sus movimientos. Un presente en el que no solo estaba lejos de su familia, sino que parecía que habían pasado muchos presentes más desde su cerrar de cuencas involuntario.
El contemplar a Lyra viva era una suma sorpresa que nunca se hubiese imaginado. Y habría sido algo encantador en otro tipo de circunstancias, porque su semblante además de abatido y triste, le indicaba que tenía el tiempo encima y que no pudo vivir ese trayecto con ella.
-¿En qué mes... estamos?
-En febrero. –El monstruo jefe le sonrió con demasiada gracia. –De 1929.
Arial observó nuevamente a su amiga, la cual con su silencio, le indicaba que el demonio presente le estaba hablando con la verdad. Si habían pasado tantos años y no había rastro alguno de Wingdings, eso significaba que la daba por muerta. Su familia la daba por muerta desde hace más de… ¡¿quince años?! Sus cuentas no le estaban ayudando mucho ahora, pero esperaba equivocarse con aterradora cifra.
-Asumo que todo esto debe ser muy confuso. –El monstruo jefe se burló de ella, dando un paso hacia el frente y ella queriendo retrocederlo por mero reflejo. Pero la joven anfibia tras ella se lo había impedido tras tener su lanza sobre su cuello. –También lo fue para Lyra cuando logró zafarse la primera vez, ¿no es así?
La sirena no le respondió, pero le lanzó una mirada de odio que no pasó desapercibido para nadie.
-Descuiden, lo que menos quiero es que sufran. –El monstruo jefe se había agachado para sujetarle de la mandíbula, sin poder impedirlo ni hacer algo más ante tantos elementos en contra. –Tal vez no me crean, pero siempre he admirado la amistad que tienen entre ustedes.
-Supongo que debe ser difícil para usted conservar una amistad. –Soltó Arial mientras conservaba su temple. El monstruo ya le había demostrado antes que le divertía ver el temor de sus víctimas. La ausencia de uno de sus dedos era recuerdo de eso. –Siento pena por usted.
-¿Pena por mí? –Rio el monstruo jefe mientras la soltaba. Aunque en verdad había tenido cuidado al tocarle, midiendo su descomunal fuerza, no quitaba lo desagradable que era. –Es usted adorable, Arial Gaster. ¿Cómo es que alguien tan cobarde como Wingdings consiguió una joya de mujer como usted?
Arial no respondió nada tras eso, teniendo que mantener su esfuerzo de no romper su temple calmado. De alguna manera, tenía más sentido ahora porqué la joven detrás suyo estaba apoyando al monstruo jefe ante ellas. Ambos dejaban en claro el odio que le tenían a su esposo por distintas razones que no estaba segura de querer saberlo pronto.
Wingdings... ¿qué estaría haciendo en ese momento? ¿Cómo estaría? ¿Y sus hijos? Si Lyra se veía tan mayor tras tantos años transcurridos, no quería imaginarse como se vería ella tras tanto tiempo dormida. ¿Su familia le reconocería tras tantos años si le vieran? ¿Siquiera ella podría reconocerse a sí misma en el reflejo? Febrero de 1929... Si sus cuentas no fallaban, significaba que Papyrus tenía 25 y Sans estaría cerca de cumplir 27. Sus niños definitivamente ya no eran niños. Había perdido toda oportunidad de poder verlos crecer. De estar con su amado esposo en esa maravillosa experiencia.
Pero si la anfibia los había mencionado, eso significaba que no se habían quedado sin padre en ningún momento en su ausencia. Y eso le era suficiente para calmarse por ahora. Pasara lo que pasara con ella, le bastaba que ellos estuvieran juntos y bien. Aunque la mención de ellos había venido con algo no muy grato y que requería de mejores momentos para procesarlo adecuadamente.
-Tal vez tengas tus razones para odiar a mi esposo, jovencita. –Arial bajó sus manos para mostrar que ya no haría ningún intento más. Sabiendo que la anfibia estaba más atenta a ella ahora que le estaba hablando sin poder mirarla directamente. –Pero créeme cuando te digo que este monstruo ante nosotras es mucho peor.
-¡Oh! ¿Así que por eso es que está libre? –El monstruo jefe se dirigió ahora a la anfibia, la cual bajó un poco su lanza. –¿Quisiste matarla por tu propia cuenta por lo que te hicieron a ti?
-Yo...
-Vaya traviesa vengativa, jeje. Ya desaparece tu arma. –Le comentó tras ser evidente que no le diría nada ante una aparente pena de los hechos ocasionados, pero en ningún momento el monstruo mostró estar molesto por eso. Nuevamente, parecía que le divertía esa clase de cosas. –Tranquila, no es necesaria ahora. Reaper bird se hará cargo de vigilarlas hasta mañana que venga Alphys a tratarlas.
La anfibia le hizo caso, desapareciendo al mismo tiempo las lanzas que habían tenido aprisionada a Lyra. Pero para la esqueleto no pasó desapercibido que de una u otra forma, le admiraba y temía al mismo tiempo como si esperara un regaño de su parte acompañado de algún elogio por su forma de actuar tras todo lo demás. No tenía ni idea de quién era, pero no cabía duda que para la señorita, el monstruo jefe era una especie de figura paterna con ambas emociones al flote.
-Vámonos por un té mientras tanto. –El monstruo jefe hizo el ademán de darle paso para que le acompañara. –Es bueno para antes de dormir.
-Sí, señor.
Arial no entendía muchas cosas, pero en cuanto se fueron del lugar, no hubo oportunidad alguna de que quisiera escapar de ahí en cuanto vio que un ser extraño llegaba rápidamente a estar con ellas. A primera vista, parecía un ave blanca de cuello largo, cuya composición era mayormente gelatinosa. No tenía idea de qué tipo de monstruo era realmente, pero no parecía ser amistoso por los ruidos constantes que hacía en cuanto ella comenzaba a moverse.
Aun así, hizo el ademán de usar su magia para atraer a su amiga hacia ella. Pero la sirena le detuvo en el instante.
-Por el bien de ambas, lo mejor será que no me toques en este estado.
-Lyra...
-Estoy bien, o al menos, hago lo que puedo.
La criatura gelatinosa hizo un ruido de desagrado de que estuviesen hablando, pero no pasó nada más tras eso. Parecía que, en cuanto no se movieran, no tenía más intenciones de hacerles algo.
-Desearía poder estar feliz por verte con vida, Li-Li, pero la verdad es que en este momento estoy aterrada.
-Te entiendo... –La sirena le mostró una sonrisa cansada y con mucho esfuerzo. –Yo también lo estuve cuando te vi entre tantas monstruos capturadas y dormidas.
-¿Cómo es que...? ¿Cuándo...? –La esqueleto no sabía siquiera con qué pregunta comenzar. Tenía demasiadas y muy poco tiempo. –¿Por qué estás así? ¿Qué fue lo que te hicieron?
-Creo que en parte... yo misma me lo estoy haciendo. –Arial tuvo que esperar a que fuera más específica, mientras ambas observaban los brazos que parecían ser plástico derretido con ese aspecto. De alguna manera, se parecía a la consistencia gelatinosa que les estaba vigilando. –Ari... también van tras Bonnie.
-¿Qué?
-Les escuché... La están buscando y no saben cómo dar con ella. Yo... Creo que es mi culpa, lo siento...
-Tranquila Li-Li, nada de esto es culpa tuya. –Tuvo el impulso de querer abrazarla para calmarla, pero tuvo que contenerse nuevamente considerando la advertencia. Fuera lo que le estuviera pasando en sus brazos, no era algo bueno. En su experiencia en el campo de la salud, nunca había visto algo como eso. –Debe haber una explicación de porqué nos tienen así, pero dudo que nos las quieran dar.
-Yo solo sé... que nos quieren convertir en eso. –La sirena señaló a la ave visiblemente gelatinosa. –Si buscan a Bonnie, teniéndonos a nosotras dos en espera... es que quiere que nosotras tres seamos una sola.
Arial no entendía cómo eso pudiera ser posible, pero ya había previsto que las cosas que involucraban al monstruo jefe no tenían sentido a simple vista. Y no era simple coincidencia que trataran de reunir a las tres amigas para algo como eso, ¿cierto? Las razones se le escapaban con tantas cosas por procesar y meditar. Así que, por lo pronto, sólo le quedaba sentarse y esperar a lo que fuera a pasarles tras tan extraño despertar.
Wingdings, Sans, Papyrus... Todo lo que deseaba, era que estuvieran bien.
.
.
Los rayos matutinos sobre su rostro era algo que había extrañado en mucho tiempo, por lo que Frisk no se molestó que eso fuera lo que la hubiera despertado en el instante. No obstante, al momento de levantarse supo que aquello era extraño si tenían el hábito de cerrar la ventana y cortina antes de acostarse todos, por lo que fue una verdadera sorpresa de que la ventana estuviese abierta y con las cortinas levemente descubiertas como si tuviese un propósito particular.
Y con tan sólo levantarse pudo ver el motivo, colocado con algo de cuidado para que no se cayera y arruinara lo que muy posiblemente debía de ser una sorpresa encantadora. ¿Qué hacía una rosa en esa altura? Mientras se encaminaba hacia la ventana, abrazándose a sí misma por el frío que estaba entrando inmediatamente y siendo que las demás conejas comenzaran a despertarse por lo mismo, pudo ver que la rosa estaba acompañada de un papel doblado que pretendía ser una etiqueta.
La letra era bastante pequeña, pero aun cuando fuese la primera vez que veía su caligrafía, (o por lo menos no recordaba si en otra ocasión ya lo había hecho), pudo identificar de inmediato que se trataba de Sans. La etiqueta tenía escrito un sutil "Buenos días, bonita" centrado, que le confirmaba aún más que se trataba de él, dándole una flor a ella y sacándole una sonrisa en el instante.
Frisk era consciente de que sus mejillas estaban acaloradas tras leer esas simples palabras, como si su voz resonara a la perfección en su mente y opacara varias preguntas a la vez para sólo enfocarse en ese saludo. Esta vez, sí sentía que la estaba cortejando con los elementos que conocía a la perfección para eso. No con carne que, si bien agradeció en su momento, le parecía un gesto extraño aun cuando hubiese pasado un tiempo de eso.
Estuvo por levantar la rosa para olerla de más cerca pese a identificar de inmediato que había sido recién cortada, pero se detuvo con tiempo tras observar que nuevamente había dejado las espinas en sus tallos. ¿Será un presagio al peligro que era que le gustara un mafioso como él? ¿O se trataba de una simple torpeza por desconocimiento de cómo cortar apropiadamente una flor? No obstante, la levantó con cuidado para acariciar sus pétalos y sentir el rocío de la mañana en ellos. ¿De dónde la había sacado? ¿Cómo era que un gesto tan sencillo le hiciera querer verlo?
-¡Uuy! A alguien le está yendo muy bien ¿eh? –Una de las conejos se había acercado para ver más de cerca la flor. El tono de su voz era demasiado sugerente para pasar desapercibido cuál era su verdadero enfoque en eso. –A este paso puede que veamos boda dentro de poco.
-No seas tontita, Annie. Las parejas interespecie son ilegales.
-Puede ser una boda gitana, no creo que les importe esos detalles.
-Eso sigue haciéndolo ilegal, torpe.
-Y además, ¿de dónde piensas sacar un gitano casamentero? ¿Siquiera eso existe?
-Eres muy poco romántica, Winnie. ¡Con amor todo es posible!
Frisk no les prestó mucha atención ante la pena que tocaran siquiera el tema, considerando que en efecto, se trataba de algo demasiado apresurado de siquiera considerarlo, cuando en el presente no tenía ni idea de qué era lo que estaba pasando ahora entre ellos, o a qué se encaminarían tras los pasos que parecían dar mutuamente. Además, inmediatamente se giró a ver a Flowey que aún se encontraba en la mesita de noche, pretendiendo no prestar atención a la conversación, pero su expresión dejaba en claro lo contrario. Mirando para un lado con un gesto que indicaba querer morder lo primero que se le atravesara. ¿Habría visto a Sans dejarle eso en la ventana? Y de ser así, ¿En verdad lo permitió o ya le estaba dando igual tras sus constantes conversaciones al respecto? Flowey siempre le dejaba en claro que nadie en el mundo le agradaría lo suficiente para permitir tal relación afectuosa para ella, pero que aun así, no lastimaría en cuanto no se le diera razones para hacerlo. Y esa era una brecha muy corta en su caso, por lo que debía de ser un verdadero sobre esfuerzo de su parte. ¿Algo en él también habría cambiado? ¿Era su modo de compensar años de tener secretos importantes para ella? ¿O sólo se limitaba en mantenerse al margen a su manera?
-Debe ser muy romántico que alguien te regale flores. –La conversación entre las conejas seguía, siendo que una que otra tan sólo estaban sentadas en su cama, escuchando con un semblante que dejaba en claro que aún tenían algo de sueño. –A mí solo me han regalado rábanos.
-Pero los hemos preparado en la comida cuando es el caso.
-Sí, pero a mí también me gustaría recibir flores.
-Eso es más difícil desde que la floristería... oh, olvida lo que dije.
Frisk supo que su silencio de golpe era por ella, a lo que se limitó a encogerse de hombros para calmarlas de lo que fuera que estuvieran pensando al respecto. Prefiriendo vestirse para bajar a la cocina y poner la rosa en agua antes que comenzara a secarse. Colocando primero a Flowey en la ventana para que recibiera los rayos de sol matutinos que, si bien eran tenues, los necesitaba más que nunca para que sus pétalos crecieran en su totalidad. Por lo pronto, tenía sus pétalos sumamente cortos que le daban un aspecto que habría sido tierno de contemplar si no fuera por sus gruñidos constantes de disgusto por el entorno, aunque estaba de acuerdo con él sobre tantos seres con los que convivir era agotador.
Tras asegurarse de colocarla en un vaso ante la ausencia de floreros, se dispuso a poner manos a la obra para preparar el desayuno, pero para sorpresa suya, la señora Bonnie ya se había adelantado. Teniéndoles a todos un plato servido de avena humeante y esperando a que todos sus hijos llegaran para comer todos juntos. Por lo visto, el adormecimiento que les había hecho Muffet había resultado en un sueño reparador para ella, teniendo mucha más energía de lo que frecuentaba. ¿O era porque la tensión se había disipado tras la obtención del maletín con dinero? Aunque quisiera hablarlo, estaba segura de que no era necesario. Era evidente que Muffet no sólo había negociado con ella para tales decisiones, sino que antes había hablado con la familia Bunny y llegado a un acuerdo un tanto similar para contar con su nula intervención del conflicto. ¿Habría accedido por necesidad? ¿O por el hecho de que nadie saldría herido realmente?
-¿Y Shyren? –Preguntó la señora en cuanto vio varios asientos ocupados y contándolos con la mirada.
-Sigue dormida. –Respondió uno de ellos.
-Bueno, déjenla descansar más... ¡Bien, familia! Me es grato decir que contamos con el recurso necesario para recuperarnos de los incidentes recientes. –Mientras varios de los conejos estaban saboreando sus respectivos platos con olor a canela, la señora consideró oportuno comenzar su discurso que aparentemente había preparado antes de que todos se presentaran. –Pero aun cuando la señorita Muffet acordó vigilar nuestro hogar sin necesidad de pagar por sus servicios por un tiempo indeterminado, me temo que para la ley no pasó desapercibido que vendimos alcohol aquí. Así que tenemos que idealizar algo más secreto de ahora en adelante.
-¿Más de lo que ya éramos? –Preguntó uno de los conejos con algo de desidia.
-Sí, sé que suena a que serán tiempos tediosos, pero no quiero la intervención de esa gente ahora que están locos por iniciar campañas políticas. Así que estoy abierta a sugerencias.
-¿Qué tal si en lugar de alcohol, vendemos jugos?
-A mí me gusta el jugo.
-Eso no vende. ¿Qué tal si mejor hacemos todo bajo tierra?
-Eso sería una mayor inversión de lo que tenemos contemplado.
Frisk se limitaba a escuchar sin saber qué aportar realmente, observando el carmesí lejano que dentro de poco volvería a tocar para acomodarlo en un mejor lugar. Si Sans le había dejado una rosa en su ventana, ¿significaba que no le vería en la noche? ¿Acaso tenía otras cosas por hacer? No era asunto suyo, claro, pero no podía evitar sentir algo de curiosidad. ¿Era normal querer verlo pronto para agradecerle por el gesto?
No tenía idea de a qué había llegado en conclusión la junta familiar y el tiempo que había llevado eso, pero al tener a Ronnie a lado sujetándole el hombro con suavidad, supo que se requería de su atención ahora. Sintiéndose incómoda de haberse perdido todo tras ver que varios ya se habían retirado del comedor.
-Nos toca a nosotros ir a recoger mercancía en varios puntos. –Comentó Ronnie con una sonrisa un tanto burlona. –¿O prefieres quedarte a seguir contemplando tu rosa?
-Y-yo... lo siento. –Se paró cada vez más apenada. No era bueno que se distrajera en un tema importante, ¿cierto? ¿Se habría visto grosera? Pero si de cualquier manera se trataba de un tema familiar que no le involucraba en lo más mínimo. –Claro que vamos. ¿Puedo conducir yo?
Sin necesidad de requerir una afirmación de su parte, al momento de estar junto a la camioneta y cederle el asiento de conductor fue más que suficiente. Ronnie tenía una lista de cosas que debían de recoger en variados puntos, entre ellos en la estación del tren. Por lo que podía notar de reojo, era una lista de varios pendientes que no habían podido atender por falta de recursos y finalmente podían pagar tales cosas. Razón más para sentirse incómoda de alguna manera en el trayecto, notando que muchas de esas cosas se habrían atendido desde antes si se lo hubieran permitido, por más que se le aclarara el hecho de que fuese un peligro acudir a algo así. ¿Y entonces qué haría con esa chequera que cargaba a todas partes?
-Así que…el primogénito Gaster y tú…–El tono sugerente, así como la mención, dejaban en claro que el tema era igual de sugerente a lo que habían hablado sus hermanas. Pero aun así Frisk esperó a que se aclarara mejor mientras no apartaba la vista del frente, teniendo ambas manos sujetas en el volante. –¿Han dado un paso hacia adelante?
-No lo sé, es confuso hasta para mí.
-Pues puedo escuchar cómo tu alma revolotea con inquietud por querer verlo.
-Es incómodo que sean tan invasivos hasta en eso. –Por un momento, estuvo por girar a verlo con cierta molestia, pero nuevamente se recordó que estaba conduciendo y no debía distraerse con esa clase de cosas. Ser conductor tenía sus desventajas. –Es algo privado.
-Estás en una casa donde la privacidad no existe por más que se quiera. –Notó que se encogió de hombros sin darle mucha importancia a ese hecho. –Y juro que no fue nuestra intención meternos en esa clase de asuntos. Por lo regular controlamos muy bien la selección de lo que queremos o no escuchar, pero de ser tan cerrada emocionalmente de alma a pasar a eso… Fue como si lo gritaras. Incluso a mamá le costó trabajo concentrarse en su discurso de hace rato por estar escuchando tu alma mientras veías la rosa.
Frisk tuvo el impulso de mirar hacia abajo ante un rubor asomándose en sus mejillas por lo que podía notar en el reflejo del retrovisor, pero una vez más, se mantuvo firme mientras giraba hacia el siguiente punto a recoger y pagar cosas. Era cierto que le había alegrado la mañana recibir tal detalle del que estaba sumamente familiarizada, pero no había notado a qué magnitud hasta ese momento. ¿Flowey lo habría notado también? Si alguien la veía en ese instante, ¿lo notaría también?
-¿Tan obvia soy? –Preguntó con cierto temor.
-El amor es difícil de ocultar.
Por alguna razón, le pareció que eso último sonaba demasiado triste de su parte.
.
.
Undyne había pasado la noche y la mañana esperando un regaño o algo similar por parte del señor Dreemurr. Pero en su lugar, tan sólo habían tomado el té y mandado a que se fuera a dormir sin palabra alguna. También en la mañana se había despertado temprano queriendo entrenar con él fuera de sus indicaciones pasadas, pero sólo pudo contemplarlo desde su balcón cómo estaba recogiendo las plantas maltratadas por la batalla nocturna, sembrando unas nuevas y siendo la razón por la cual le había dicho que no entrenarían esta vez. Era algo que habría podido mandar a alguien más, pero en más de una ocasión había contemplado que, cuando se trataba de sus plantas, el monstruo jefe prefería hacerlo por su cuenta. Y claramente esta no era la excepción.
No obstante, no quiso esperar más a una posible condena que le alargaría como parte de un castigo.
-Asgore, tenemos que hablar.
-Vaya, ¿ahora comenzarás a llamarme por mi nombre?
El monstruo jefe se rió mientras seguía amasando con calma. Undyne se acercó para ver cómo preparaba aparentemente un enorme pay, mientras se mantenía firme en lo que estaría por hablarle. Tenía que admitir que le atemorizaba un poco el tema, pero se rehusaba a ponerlo a un lado con semejantes cosas que observó en la noche.
-Vi los expedientes, vi que todas se trataron de mujeres dadas por muertas. –Comenzó sin necesidad de hablar de un contexto previo, ya que de cualquier manera el monstruo de gran tamaño no lo necesitaba. –Pero al ver a la señora Gaster, me hace pensar en muchas cosas. Y una de ellas es, que usted es quien hizo que las tomaran como tal.
-Así que sabes que la señora Gaster es tomada por muerta por su propia familia. –Don Dreemurr ni siquiera la observaba, teniendo más atención en la masa que muy seguramente habría estado lista con un par de golpes suyos en otro tipo de circunstancias o escenarios. Un indicador más de que sabía controlar su descomunal fuerza. –Pero aun así, quisiste matarla tú misma.
-¡Su familia es la culpable de muchas de mis desgracias! Mis acciones tienen sentido comparado con los suyos. ¡Exijo respuestas!
-¿Ah sí? –Finalmente dejó de amasar, para girar rápidamente sus ojos dorados hacia ella mientras esbozaba una sonrisa que asomaba parte de sus colmillos. –Dime, Undyne, ¿crees que te has ganado que te brinde tales respuestas? ¿Crees que con hacer berrinche te daré todo lo que quieres? No, pequeña, tienes que ganarte las cosas.
-He estado haciendo las cosas tal y como usted indica. Incluso tratado de seguir las que no dice… Pero no logro entender qué es lo que quiere realmente de mí.
-¿Solo seguirás órdenes?
-El señor Gerson y la señora Alphys…
-Ellos son mi gente, tienen que obedecerme. –El monstruo se giró mientras tomaba un trapo y se limpiaba las garras. –Pero tú eres mi pupilo. Tienes que aprender.
Undyne disminuyó su expresión de irritación tras escuchar eso. Notando que realmente le estimaba de alguna manera, dándole un espacio que visualmente parecería que no lo estaba apreciando seguramente en su arrebato de hace tan sólo unos minutos. Genial, ahora sí se estaba sintiendo como una tonta de querer exigirle. Se apuntó mentalmente en que debía de controlarse en algunas cosas con él, pero tenía que admitir también que no podía evitarlo. Fuera de todo ese temor y respeto que irradiaba, era testigo de lo agradable que también podía ser.
-Tanto Mettaton Blook como Wingdings Gaster fueron mis pupilos mucho antes que tú. –Don Dreemurr apartó su vista de ella nuevamente para seguir cocinando. No tenía ni idea de lo que era realmente el relleno que estaba colocando en un recipiente, pero se veía asqueroso. –Vi el potencial en ellos, los acogí como parte de mi familia… Pero al final fueron un desperdicio de talento que tuvieron la osadía de abusar de mis generosas atenciones. No obstante, aprendí de mis errores como maestro y como líder. Veo tu talento, Undyne, pero también tengo que ver tus defectos y repararlos.
-¿Y cuáles son?
-Los humanos te acostumbraron a mantenerte en silencio, a no poder hacer nada sin ellos. Sé que dices que me enfrentas, que tus acciones están justificadas… pero ambos sabemos que eso no es suficiente. Aun permites que el miedo te frene, que sea la voz que habla por ti. ¿Realmente qué es lo que deseas más en el mundo? ¿Qué es lo que te mueve en verdad?
La anfibia no respondió en el acto, pensando detenidamente en sus palabras. ¿Qué es lo que más deseaba más en el mundo? ¿Qué acaso no era obvio?
El monstruo jefe le dio su espacio silencioso para que meditara la breve plática, pero tras escuchar un "¡Oh, Alphys! Ya llegaste" sin necesidad de girarse, supo que había perdido toda oportunidad de insistir en el tema.
.
.
-Ahora vuelvo. Por favor, no te separes de aquí ¿de acuerdo? –Le comentó el conejo apuntándole con un dedo y moviéndolo como si le estuviese regañando por algo que nunca había hecho. Le habría tomado enserio si no fuera por la tenue sonrisa que se le escapaba, muy seguramente porque ni él podía creérselo. –Después de esto, podremos volver a casa.
Frisk se limitó en asentir en silencio, observando al conejo retirarse hacia el punto donde recordaba que había visto a la señora Bonnie por primera vez. La estación del tren tenía más gente de lo que recordaba, aunque eso pudiera ser a que Frisk nunca había prestado atención a esa clase de detalles desde su llegada, acostumbrada a la poca gente que habitaba en el pueblo y que rara vez interactuaba con uno que otro hasta que realmente lo necesitaba.
Había bajado de la camioneta no por el hecho de ayudar a Ronnie con algo que claramente no podría cargar por cuenta propia, sino a querer observar una vez más, el lugar en el que había dado inicio a muchas cosas en su vida. Asombrándose por ella misma de que, en efecto, había crecido si ahora podía hablar con más seres con naturalidad, andar por las calles sin perderse, conduciendo un auto y muchas cosas más que nunca creyó que haría tales cosas y que se atrapara a sí misma disfrutándolas de alguna manera. Pero el punto que más le extrañaba en todo eso, era justamente al que se estaba encaminando en cuanto pudo verlo en la distancia. Justo el letrero del mapa de la ciudad, justo en donde había conocido a Sans. Si alguien le hubiera dicho que estaría sintiendo inquietud por ver a un chico del que ya no le cabía duda de que le estaba gustando, no lo habría creído posible. Peor aún, que se trataba de un delincuente potencialmente peligroso y que quería matar a los seres que alguna vez consideró que eran su familia y ahora no sabía qué pensar al respecto.
Sí, la vida le había dado unos giros muy extraños. Pero sorpresivamente, había cosas que podía disfrutar dentro de ellas y eso la aterraba. Nada de eso sonaba ni estaba del todo bien ¿cierto?
Caminó un poco más tras eso, queriendo visualizar el lugar mientras le llegaban los recuerdos, pero en cuanto se asomó hacia las vías, se esfumaron todas esas imágenes y con horror contempló una figura que reconoció de inmediato, estando sentado justo en las vías del tren y que instantáneamente no parecía tener buenas razones para estar ahí.
-¡Don Gaster!
Había exclamado demasiado fuerte al grado de que varias personas voltearon a verle, extrañados de que alguien irrumpiera el ritmo de ese lugar donde cada uno parecía andar en lo suyo. No obstante, el esqueleto fue el único que no se giró hacia ella, manteniendo su mirada al frente en espera de lo que claramente lo acabaría en cuestión de minutos. Frisk ni siquiera se lo pensó tras saber qué es lo que pasaría en poco tiempo. El simple hecho de escuchar el tren, era señal suficiente para actuar lo más pronto posible.
Corrió con demasiada prisa al grado de no detenerse al momento de lanzarse a las vías junto a él, perdiendo el equilibrio en el instante y lanzado en su costado que en cualquier momento habría hecho que el esqueleto le reprochara al respecto. Pero en su lugar, fue testigo de primera mano del estado alcoholizado del Don, llegándole el aroma familiar al vino del restaurante y explicándole aún más la falta de sentido común que estaba teniendo. Ni siquiera se quiso dar tiempo para tener una explicación de su parte ante el temor de estar en plena pista de desastre, ni tampoco tuvo tacto alguno de ser más cortés en su agarre con alguien que claramente podría agredirle por eso. Frisk tan sólo quería sacarlo de ahí, mas era evidente por su cráneo cabizbajo que el esqueleto no pondría de su parte.
Esa mirada apagada la conocía bien, pero eso la molestaba aún más. ¿Cuántas veces la observó en su madre? Mirando a través de la ventana como si ya nada le importara, aun cuando ella estuviese a lado suyo preparando la comida de ambas. ¿Cuántas veces fue testigo de cómo un ser que recordaba amoroso, se destinaba a sí misma a permanecer en la tristeza sin algún esfuerzo de hacer lo contrario? ¿Cuántas veces… habrá sido que su madre hubiese pensado en lo mismo que Don Gaster pretendía hacer en ese momento? No, no era momento de preguntarse esa clase de cosas, pero no podía evitarlo del todo. Ver lo mismo en alguien más, le asustaba y enojaba al mismo tiempo.
-Levántese. Sans y Papyrus se pondrán muy tristes si pierden a su padre. –Comentó mientras lo jalaba del brazo, siendo un esfuerzo casi en vano de poder sacarlo de las vías. ¿O acaso se estaba sujetando y no lo veía? –Muffet se pondrá muy triste también... y sus extraños seguidores grises... Su muy extraña familia lo necesita.
No parecía ser suficiente para él, aunque parecía más bien que ni siquiera le escuchaba. Ni tampoco parecía ser suficiente para las personas que pasaban por ahí cada uno en lo suyo, siendo que uno que otro fingía de no estar al tanto de la humana y monstruo sobre las vías, cuando claramente no se iban de ahí por un morbo que la molestaba aún más de lo que ya estaba. Pero en efecto, no tenía tiempo ni de pensar en su propio enojo o tristeza del esqueleto, el silbato era señal de que el tiempo no se detendría ante nadie.
-¿Por qué? –Escuchó que le habló con voz baja, sin levantar del todo su mirada apagada entre esas cuencas agrietadas. –¿Por qué tratas de salvarme?
-Es una estupidez que pregunte eso, señor.
-Yo he tratado de matarte, te he maltratado y no dudaría en volver a hacerlo.
-Entonces ya luego nos pondremos de acuerdo para estar a mano con eso. –Lo jaló aún más para sacarlo de aquel apuro, pero el hecho de que el esqueleto no diera de su parte comenzaba a exasperarla. Estaba demasiado pesado para ella. –Snowdin lo necesita para estar seguros también ¿no? Así que... ¡Levántese! ¡Tiene razones para seguir adelante! No se dé por vencido tan fácil. ¡Yo quiero volver a tomar un café con usted! ¡Por favor LEVANTESE!
El tren ya estaba cerca y era claro que no podría frenarse como lo haría un auto, por lo que no tuvo tiempo de procesar que ambos morirían aplastados por una estupidez y que nadie había hecho el intento además de ella, que eso se evitara. Pero rápidamente fueron cargados por el conejo que había dado un gran salto antes de que siquiera pudiera ver su vida a través de sus ojos, lanzándolos al suelo al ser un movimiento sumamente brusco, producto de la adrenalina e inmediatez, pero también ante una desesperación y miedo que conejo y humana compartieron en esos segundos. Todo mientras ahora escuchaban al tren tocar su silbato como si con ello pudiese reclamar lo que todos habían tenido que presenciar. Un sonido muy extraño para dejar en claro lo egoísta que era la sociedad, pensaba Frisk mientras veía el tren pasar al otro lado, dividiéndolos de los demás que sólo se habían limitado en ser espectadores.
Ronnie no sólo tenía músculos marcados, sino que también era fuerte para dar ese gran salto continuo y cargar a ambos con velocidad. Realmente fue impresionante para ella.
-¿Por qué… cada vez que te aparto la vista… pasan cosas como esta? –Reclamó el conejo entre pausas. Era complicado concluir si estaba asustado, molesto o simplemente cansado. –Ya… basta, por favor.
-Lo siento mucho, Ronnie. Pero no podía dejarlo ahí.
El pasar del tren era extremadamente ruidoso, pero para Frisk, era más ensordecedor el silencio que venía del esqueleto. El cual se había limitado en estar sentado en el suelo mientras pretendía ver el tren cuando sus cuencas oscuras dejaban en claro que su vista estaba fuera de ese lugar para empezar. Don Gaster en esencia, estaba muy lejos de ahí pese a estarlo contemplando en un aspecto que nunca había creído posible tras su porte rígido y elegante del que estaba acostumbrada en él.
¿Qué le estaba pasando?
.
.
.
¡Feliz 5° aniversario de Flapper Florist! (mas un día, jajajaja, que me tardé en subirlo).
Lo que surgió en una cena con mi novio, se convirtió en un lustro lleno de emoción y sentimiento que he podido compartir con ustedes. Créanme que me hace infinitamente feliz que me estén acompañando en esta aventura de escritura, a la que le pongo mi corazón y alma en cada palabra sin importar que truene, tiemble, me corran de una casa, esté de luto… o muchas cosas más. Al fin y al cabo, Flapper Florist es una historia en la que reflejo la esencia de la determinación en muchos ángulos.
Así que muchas gracias. Son los mejores lectores del mundo.
Para celebrar, este sábado 12 de febrero, en mi canal de youtube, haré una transmisión en vivo dibujando y contestando preguntas que quieran hacerme. También estaré mostrando los hermosos fanarts que me han hecho durante todo este trayecto y que atesoro infinitamente. ¡Los espero!
¡Michi fuera!
:D
