Teniendo una imagen que no podía quitarse de la mente, Wingdings se dispuso a salir a la calle con la excusa de cubrir a algunos de la vigilancia del barrio, cuando realmente lo único que quiso era estar lo mayormente solo posible. Aun cuando podía ser un riesgo absurdo de su parte querer no responder preguntas innecesarias ante cualquier testigo. Pero no se sentía listo para hablar con sus hijos nuevamente de algo que lo doblegaba con creces.

Había tomado la decisión de adoptar legalmente a Muffet como un pendiente que había pospuesto demasiado, aun cuando lo cierto era que no había estado en sus planes a corto o largo plazo. Simplemente creía que era lo correcto dada la situación que tenían entre ellos, pero claramente ella no lo pensaba de la misma manera. Y la señora Temmie se lo había advertido entre risas al momento de entregarle los papeles para hacerlo de la manera correcta sin arriesgarse directamente, sobre no jugar con un corazón que estaba acostumbrado a recibir miserias de su parte, en palabras de ella, claro.

Y el haberla visto con sus colmillos al máximo, pidiéndole que se fuera de su departamento, no cabía duda de que había acertado con llevar al límite la situación.

Detestaba admitirlo, pero tal vez sí necesitaba algo de asesoría sobre algunas cosas con su familia. Y dado que no contaba con seres a los cuales brindar esa confianza de poder abrirse al respecto, la coneja estando secuestrada y muy probablemente asesinada, no le quedaban más opciones salvo una completamente ridícula hasta para él. Comprendiendo para sí mismo que en verdad estaba llegando a límites nunca antes contemplados en sus propias planeaciones meticulosas.

Después de todo, los humanos tenían un dicho al respecto para casos como este: "Si quieres hacer reír a dios, cuéntale tus planes". Y no le hacía nada de gracia que se burlaran de él, pero si era necesario para comprender algunas cosas, estaba dispuesto a exponerse en la discreción más viable.

No queriendo que lo vieran ingresar a la iglesia por cuenta propia, se teletransportó dentro en espera de no toparse con algún humano que pudiera malinterpretar la situación. A lo cual parecía que un ser superior estaba de su lado en ese momento, porque justo se encontró al sacerdote completamente solo en el lugar, estando sosteniendo una vela sin prender y con una mirada levemente desconcertada por no haber esperado para nada un suceso así, mas no queriendo interrogar en el instante por lo que indicaba su sonrisa calmada inmediata. De algún modo ese gesto le recordaba a su esposa, razón por la cual no podía detestarlo como al resto de los simpatizantes que desde que tenía memoria lo habían juzgado solo por ser un monstruo nacido en territorio cercano a lo "santo".

-Sé que esta clase de lugares solo atiende a humanos, pero…

-Dios ama a todos por igual, señor Gaster. –Le contestó el sacerdote sabiendo a lo que quería llegar, ahorrándole al menos la molestia de tener que admitir algo que ya lo ponía en una situación incómoda. –Si él lo escucha, cuente con que yo también lo haré.

-Solo le advierto que no voy a rezar. No creo en su dios egocéntrico.

-Pero cree en algo, ¿no es así? –Indagó el humano sin mucho esfuerzo, siendo que su sonrisa por más insistente que estuviese, la verdad es que no era irritante. –Aunque tenga diferentes nombres, diferentes modos de verlo, aun así tiene fe. Es por eso que se encuentra aquí.

Wingdings no quiso contradecirlo porque por cuenta propia era que estaba ahí en primer lugar, por lo que tuvo la cortesía de al menos ser lo mayormente prudente a lo que se permitía estando en un lugar que no le agradaba. Las iglesias le recordaban a Italia, la mala parte de Italia cuanto menos. Aquellas zonas que discriminaban a los monstruos por el simple hecho de no ser los semejantes a los que su propia deidad denominó como su reflejo por alguna razón narcisista. Aquellos líderes que habían decidido que quienes debían de sacrificarse por la patria para obtener el perdón de los cielos eran precisamente ellos los monstruos, los cuales pasaron por lo peor de una guerra que jamás lograrían comprender por una comodidad autoimpuesta.

Sí, en verdad detestaba todo lo que fuese religioso, sino fuera por el hecho de que, para su pesar, era el punto en que había podido sentirse tranquilo también después de mucho tiempo. La florista lo había llevado ahí para estar aislados aquella vez y había sido un extraño acierto, razón por la cual tal vez había pensado en buscar ese sitio para su asunto personal.

-¿No va a tomar mi confesión?

Preguntó Wingdings molesto de que solo estuviera sentado y esperando un buen rato para su gusto, mientras el humano estaba agachado sin prestarle mucha atención a su presencia. Pareciendo que estaba buscando algo cerca del punto en que le había indicado que se sentara.

-Por supuesto. –Comentó el humano al momento de levantarse. –Solo que tengo el presentimiento de que usted requiere algo más que un par de oídos de un viejo.

Con algo de sorpresa contempló que estaba sacando una botella de vino y un par de copas que no entendía cómo es que las tenía guardadas ahí en primer lugar. No parecían ser de cristalería delicada a las que estaba acostumbrado, pero definitivamente no eran baratas tampoco ahora que contemplaba una en su manos mientras le servía algo que parecía muy bien conservado. Definitivamente no era un vino que usara en sus extraños rituales.

-Usted es un sacerdote muy raro.

-Sí, ya me lo han dicho. –Rió el humano mientras servía ahora su copa con cuidado. Sentándose a lado suyo sin necesidad de permiso alguno, si después de todo, era él quien estaba invadiendo realmente el lugar. –Tanto, que esa es la razón por la cual mis superiores me mandaron aquí en primer lugar. Creyeron que me enfadaría estando en una zona que más monstruos tiene, pero no contaron con que mi objetivo de vida ha sido justamente poder acercarme a todos ustedes.

-¿Por qué razón querría algo como eso? Los monstruos los odiamos tanto como ustedes a nosotros.

-Odiar es una palabra muy grande, señor Gaster. La mayoría de los seres no entienden siquiera de dónde proviene su desprecio. Solo replican algo de generación a generación hasta que alguien se pregunta el por qué. –El sacerdote dio un trago sutil a su copa antes de seguir hablando. –Cuando era joven, fui ese quien se hizo la pregunta. Y ahora es su hijo y una florista quienes hicieron esa pregunta. ¿Cuánto cree que falte para que seamos más quienes cuestionen por qué seguir con un desprecio colectivo, antes de que alguien tenga que cargar con todos esos errores para ser perdonados una vez más?

Por la forma en la que observaba la figura de un humano sacrificado en una cruz, supuso que su pregunta iba dirigida a algo en específico, pero no le interesó en absoluto. Conocía levemente su historia y no necesitaba saber más al respecto.

-¿Sabe? Cuando estuve con Azumi, ella me contó sobre sus creencias. Sobre la apreciación a la naturaleza como algo a lo que había de conectarse y respetar. –Wingdings no tenía idea de a quien se refería, mas no le interrumpió en espera de que tuviese sentido algo de lo que decía. –Tenía un ritual al río que me parecía magnífico una vez que me lo mostró con su magia, pero eso fue lo que ocasionó que mis padres se escandalizaran, creyendo que eso me alejaba de Dios y sus enseñanzas. Y la verdad, es que lo que me alejaba de eso eran justamente mis padres, porque Azumi me escuchaba atenta cuando le leía algún pasaje de la biblia. Porque sea quien sea que tuviera la verdad del universo, tan solo podíamos estar agradecidos de poder estar juntos. Hasta que… ya no pudimos estarlo.

-¿Usted…? –Finalmente entendió. Y ciertamente le había sorprendido esa clase de declaración. –¿Usted se enamoró de un monstruo?

-Si, así es. –Sonrió tras dar un trago a su copa que alzó levemente, como si brindara por una juventud irrecuperable. –Como podrá ver, bajo ciertas creencias yo debería de estarme quemando aquí mismo por mi blasfemia, pero en lugar de eso, me encuentro predicando la palabra que mis antecesores llaman como ley moral. Por eso sé que Dios no cuestiona el amor, porque me está permitiendo poder escuchar a todos por igual. Me permite poder hablar con usted, quien tiene un hijo que es amado por una humana y no lo juzga por eso.

-Lo hice en su momento. –Admitió con un leve pesar. Teniendo en mente la taza que recién le había regalado la florista. –No le encontraba sentido a lo que estaba pasando, pero al final, creo que encontré a una hija más a la cual educar.

-Ama a sus hijos, y encontró la forma de amar a quienes aman a sus hijos. Eso forma parte de ser un buen padre.

-No lo soy. –Admitió sin apartar la vista de su copa. –La verdad es que he sido terrible con todos ellos. Fui terrible con mis propios hijos, con la florista y con la niña de circo que acogí, creyendo que en verdad podía tener todo bajo control.

-Y aun así todos ellos permanecen con usted por cuenta propia. Sea lo que sea que hizo en el pasado, fue perdonado.

No por todos, pensó Wingdings al recordar a Muffet y sus colmillos apuntándole con enojo. Razón por la cual estaba ahí, porque no tenía ni idea de cómo estaba logrando que sus hijos fuesen más cooperativos con algunas indicaciones, ni tampoco cómo era que finalmente parecían abrirse un poco con él, haciéndole preguntas que en el pasado tal vez se habría rehusado en contestar. No entendía cómo era que la florista desde un inicio le había rogado que se mantuviera con vida no solo por su familia, sino por el hecho de que quería seguir tomando una taza de café por las mañanas al grado de regalarle una taza en el futuro.

Con todos ellos había sido rígido. Los había maltratado a su manera y se encontraban todavía con él. En cuanto a Muffet, si bien había sido muy exigente con su entrenamiento, había sido quien a su perspectiva había sido más prudente por tratarse de una mujer en desarrollo. Y además se había disculpado directamente. ¿Cómo era que estaba siendo la que peor estaba reaccionando? Su aparente enamoramiento hacia él no podía ser una razón justificable cuando era evidente toda la edad y experiencia que los separaba, sin contar que nunca le había dado razones para que estuviese así en primer lugar. Simplemente no lograba entender a quien se suponía que era la más sencilla de todos de manejar.

-¿Usted pudo perdonar a sus padres por separarlo de la monstruo quien amó? –Continuó el tema.

-Lo hice, pero no volví a verlos después de eso. Y más por cuenta de ellos que mía. –Aunque el humano sonriera en conjunto a sus palabras, sus ojos verdes comunicaban algo mucho más que optó por no prestar atención. No era asunto suyo lo que sintiera al respecto o no, pero de alguna manera le respondía lo que pudiera estar generando en la arácnida siendo el caso. –Supongo que a pesar de meterme a estudiar para sacerdote contra mi voluntad, nunca fueron capaces de perdonarme por amar una especie distinta a la mía. Aun así le encontré significado y me dediqué a profesar la palabra a todos por igual.

-Eso debe ser difícil considerando las diferencias.

-Lo es, pero si hay una joven humana exclamando a todas partes estar enamorada de un monstruo sin importarle lo que otros opinen, me parece adecuado ser valiente también.

-Me parece que la admira demasiado.

-Es una agradable señorita. Ciertamente cuando la veo, me hace pensar en si debí de ser más valiente en mis tiempos. Pero ahora se me presenta la oportunidad de serlo en este momento, en este presente. –Dio lo que pareció su último trago a su copa que fue bastante grande, pero aun así no borró su sonrisa de anciano. –En fin, he hablado demasiado. ¿Qué es lo que quiere contarme, señor Gaster?

No se había percatado de que había estado escuchando su historia con tal de no estar hablando de su razón de estar ahí. Molestándole un poco el hecho de que se lo recordara, aun cuando era necesario para no verse idiota entrando a un establecimiento que por esencia era racista. Por lo que se tomó su tiempo para poder responder adecuadamente sin exponerse demasiado, aunque claro, de cierta manera ya lo estaba haciendo como para ser algo que pudiese preocuparle a estas alturas. Incluso estaba seguro de que el sacerdote se hacía una idea con tan solo verlo ahí.

-Tomé la decisión de adoptar a la niña que acogí en su momento, sin consultarlo con mis hijos quienes no se han llevado bien entre ellos desde hace tiempo. –Comenzó a soltar pese a sentirse incómodo hablándolo, pero aunque estuviese junto a un humano, en verdad le parecía que no era un sujeto que le juzgaría en cualquier momento. Sino que genuinamente quería escucharlo. –Y creo que más que por atender un pendiente, cabe la posibilidad de que solo fue por mi egoísmo porque creí que sería alguien que no se iría a comparación de los otros dos.

-Eso es comprensible, señor Gaster. Que no quiera quedarse solo. Pero dígame, ¿acaso sus hijos le han dado motivos para eso?

-No lograré a tiempo anular el contrato que ata a mi hijo menor a casarse y perder su apellido. Y el mayor, sin duda alguna querrá hacer su vida con la florista en cualquier momento. Puedo notarlo.

-Con la hija de la líder sindical de monstruos, ¿no es así? –Mencionó el sacerdote haciendo memoria. –Lo he leído en los periódicos. Supongo que será una boda civil, porque siendo la líder una figura pública, no querrá quemarse con una ceremonia a los cuatro elementos.

-Sabe mucho al respecto. –Wingdings le tuvo que reconocer eso.

-Como dije, Azumi me enseñó muchas cosas sobre su cultura y fe.

Wingdings sentía que era mucho más que eso, pero no quiso preguntar nada al respecto al no interesarle lo suficiente. Tan solo se dedicó a hablar de lo suyo mientras tomaba de vez en cuando el vino que el sacerdote le había servido.

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Mettaton sabía de antemano que su nueva asistente no se presentaría arreglada para la ocasión, por lo que había estado preparado para que sus sirvientes le ayudaran con eso para ahorrar tiempo. Pero que trajera un guardaespaldas y que estaba peor vestido, sí que fue una sorpresa no grata. No tenía ni idea de quién era para que estuviese acompañando a su chica de la nada, pero le daba la impresión de haberlo visto en alguna ocasión. ¿Había estado en Snowdin la vez que había estado planificando cómo cuidar el barrio mientras él y su chica planeaban hacer el trabajo sucio? Le parecía que era ahí, por lo que había posibilidad de ser un trabajador más de la familia Gaster.

Genial. Esos malditos sí que se esmeraban en fastidiarle las cosas una y otra vez. Pero al menos había logrado que al requerirla vestida de diferente manera, se quitara el saco que no cabía duda de que pertenecía al estúpido mafioso que los separaba de momento. Una pequeña victoria para una mucho más grande.

-Veo que te gusta mucho el color rojo. –Mencionó Frisk tras llegar al vestíbulo, siendo acompañada por su sirvienta que sostenía lo que usaría para cubrir sus hombros. –La otra vez también me seleccionaste un vestido similar.

-Solo considero que al ser tan bella como una flor, no deberías de ocultarlo. –Mettaton sonrió con tan solo verla, y no tuvo tiempo de fingir que le daba igual verla de esa manera. –Al principio creí que eras como una orquídea, pero veo que eres más bien como una rosa.

-¿Lo dices por las espinas? –Pareció que aquello le había causado gracia, si con ello le había sacado una sonrisa sutil. –Porque espero que no sea por una flor común para regalar.

-Eres muchas cosas, lindura, pero definitivamente no común. Me hiciste darme cuenta de eso.

Definitivamente se veía hermosa con ese vestido que hacía juego con la vestimenta que él había decidido portar para la ocasión, justo como aquella vez en la que habían salido por primera vez y había sido interrumpido por externos. Y el simple hecho de tener que admitirlo en sus adentros, le hicieron desviar la mirada para no ser evidente de que le agradaba bastante la idea de contar con su compañía en un momento especial. No obstante, parecía que no había podido ocultarlo del todo si el conejo al que había tenido que prestarle un traje, ahora le estaba observando fijamente y con las orejas bastante alzadas.

Los monstruos tipo mamífero tenían la peculiaridad de tener los sentidos más sensibles, por lo que no le parecía sorpresa que el conejo pudiese escuchar con más agudeza que cualquier otro ser en promedio. No obstante, parecía que su magia en particular vendría siendo escuchar incluso lo que no emitía sonido, porque aquella reacción tan seria le indicaba que le había leído hasta el pensamiento. Eso no era bueno, debía de tenerse con cuidado si se trataba de alguien a disposición de los esqueletos.

-Bien, apurémonos de una buena vez para llegar a tiempo. Que New York no está precisamente a la vuelta de la esquina y ya llevamos un ligero atraso con el cambio de sus apariencias.

-¿New York? –Preguntó Frisk con desconcierto. –¿Eso es otra manera de llamar a New Home?

-¡¿New York?! –Repitió el conejo con cara de asombro. –Eso es salir de Ebott City.

-Mettaton, nunca hablaste sobre salir de la ciudad. –Ahora la florista se giró hacia él con evidente enfado. –Eso está fuera del límite.

-Nunca preguntaste, lindura. ¿Acaso te da miedo salir de la ciudad?

-No es por eso, sino porque se trata de algo que debería de comunicarle a los Gaster previamente. Trabajo para ellos ahora y…

-Te recuerdo que en este momento trabajas para mí también. Y lo que yo necesito es que mi asistente me acompañe a donde vaya. –Sin importarle su enojo, le extendió su brazo para que lo tomara, lo cual sabía que no ocurriría de forma inmediata pero no quitó que quisiera intentarlo. –Recuerda lo que te dije. Te enseñaré a ser ambiciosa para ti misma, y parte de ello, es arriesgarte a salir de todo límite establecido.

-Pero…

-¿No te interesa conocer qué hay más allá?

Tal vez no la conocía en su totalidad todavía, pero sabía de antemano lo que tenían en común. Y eso era precisamente que no eran seres que se conformaban con lo que tenían o conocían. Pudo notarlo cuando se puso a leer de leyes con urgencia para sacar a los Gaster, pudo notarlo cuando organizó a todo un barrio a servir su voluntad sin que ella estuviera, y pudo notarlo cuando demandó ante el mismo alcalde que cambiara las leyes que claramente estaban desastrosas. Frisk no era de las que se conformaban con algo simple, siempre querrá más y más. Era ambiciosa justo como él.

Y por ello sabía que no retrocedería a su petición, tomado su brazo al final para que le encaminara hacia el vehículo, al igual que sabía que solo él podría estar a su lado para cumplir con toda esa ambición.

Habría optado por transportes más veloces, pero no quiso perder oportunidad de poder conversar con ella en el recorrido con el suficiente tiempo de poder conocerse aún más. Pero también había previsto que la florista se pondría rígida con su presencia a solas en la limusina ahora que había hecho que el conejo guardaespaldas se sentara en la parte delantera con su chofer. Incluso parecía algo desesperada por acabar con todo de una buena vez.

-¿Nerviosa con salir de la ciudad por primera vez? –Trató de retomar cualquier conversación. –¿O es que los esqueletos ya lograron domarte para querer hacer solo su voluntad?

-Ni uno ni otro. –Respondió la florista secamente. –¿Algo que deba saber de la socia que quieres obtener?

-Sí, que es de un carácter algo… particular. Creo que te caerá bien.

-No estoy para hacer amistades de momento.

-Lindura, lo mejor que puedes hacer para ti es tener amistades poderosas. –Le sonrió desde su sitio, queriendo poder relajarla de alguna manera antes de llegar cuando menos. –Creí que era algo que ya habías aprendido cuando afrontaste al alcalde.

-Las amistades públicas son un peligro para ambas partes. –Aquellas palabras de alguna forma le hicieron recordar a Don Gaster, del cual no cabía duda que estaba aprendiéndole incluso a mantenerse tan amargada. –Los beneficios a obtener sin necesidad de sentimentalismos es la vía más concisa.

-¡Brrr! Estar en un lugar tan frívolo te está afectando demasiado. –Se burló pese a que ello solo le hacía fruncir más el ceño. Definitivamente estaba siendo malo para ella que se apegara demasiado a las enseñanzas de ese esqueleto mayor con traumas visibles. –Sabías que el alcalde se considera mi amigo, ¿cierto?

-Sí, y justo por eso no creo que tú sepas el significado de amistad para empezar.

-¿Eso significa que no te agrado, lindura?

-Eres un sujeto con el cual tengo negocios, pero del que desconozco en gran parte de sus razones. –Su respuesta había sido tan inmediata, que tuvo que fingir que aquello no le había dolido en absoluto. –Sé que no soy la mejor persona para hablar sobre amistad, pero creo que parte de ella implica confianza. Y no puedo confiar en alguien que se esmera en ser un desconocido para quienes le rodean.

-¿Acaso lo que te conté no te es suficiente?

-No, porque así no logro entender por qué te agrado. –Directa, siempre directa. Aquello le agradaba y le inquietaba a la par de una manera que no sabía cómo lograr estar satisfecho con eso. –La oportunidad de poder conocerte bien te la di ayer, pero la rechazaste en gran medida, así que tú no quieres ser mi amigo. Me quieres tener a tu conveniencia al igual que al alcalde.

Estaba en lo cierto en la mayor parte, pero todavía no podía decirle el por qué de eso. Si bien había logrado que se quitara ese mugriento saco que la etiquetaba como alguien con dueño sin que ella se percatara, había hecho que el conejo le hiciera el favor de llevárselo consigo para cuando lo necesitara, aun cuando no hacía frío. No cabiendo duda de que tenía demasiado presente a la familia esqueleto como si se aferrara a ellos de alguna manera. Necesitaba que los soltara primero por su cuenta, antes de querer hacer algún otro movimiento más.

-Sabes que provengo de una familia de mafiosos, justo como tú. –Mettaton comenzó a tentar terreno, en espera de poder calmarla y tener una plática más amena en el camino cuando menos. De lo contrario estaría perdiendo tiempo que habría podido aprovechar con un mejor vehículo y no estaba para perder de ningún modo. –¿Qué es lo que te interesaría conocer de eso, cuando tú sabes de antemano que no es un buen origen ni tampoco nos define?

-¿Por qué conservaste el apellido? –Preguntó Frisk ante la apertura que le estaba dando. Vaya, en verdad estaba interesada. –Si ya te consideran un traidor, ¿por qué mantener algo que te sigue vinculando al pasado que no te agrada?

-Porque no tengo miedo. –Le sonrió en el instante. –El pasado no me define quién soy, pero me recuerda de donde vine y el recorrido que he tenido para llegar aquí.

Aquello pareció que le hizo pensar, porque después de varios minutos, Frisk se quedó mirando por la ventana el camino sin parecer querer mencionar algo de momento. O eso creía hasta que finalmente retomó la misma conversación en su mismo punto, siendo que se había tomado el tiempo de poder formular sus propias palabras y pensamientos antes de emitir cualquier sonido. ¿Así que era meticulosa cuando lo necesitaba, o solo no sabía cómo ser discreta?

-Toda mi vida creí que mi apellido era Dreemurr, pero resultó que no fue así. –Mencionó la florista sin verle directamente. Pareciéndole más interesante el paisaje citadino que estaban recorriendo que su simple compañía. –Saito vendría siendo mi apellido de nacimiento, pero tampoco puedo tomarlo al no sentirme identificada de ninguna manera de algo que jamás viví. Por lo que mi presente es sólo llamarme Frisk, así de simple.

-¿Sabes? Si tanta importancia tiene para ti, puedes tener un apellido después.

-¿Enserio? –Se giró abruptamente hacia él. –¿Cómo?

-Primero te invito a tomar algo.

La humana arqueó la ceja sin entenderle, pero aun así aceptó que le sirviera algo sin alcohol con lo que tenía en la limusina. Dando con ello la apertura suficiente para que relajara poco a poco con una conversación lo mayormente amena sobre lo que se atravesara en sus respectivas mentes sin ser tan invasivos en la vida del otro. Era un juego bastante interesante, contemplar quién cedía primero en revelar sobre su vida como premio a obtener. Y si bien Mettaton se consideraba un perfecto jugador en la materia, estaba ante un rival sumamente interesante y digno de su nivel.

No le cabía duda de que Frisk estaba queriendo sacarle alguna información en su ruda forma de ser que presionaba hasta cierto límites. Y el hecho de que intentara tanto hacerlo le agradaba demasiado. Que se interesara tanto al grado de que se volviera cierta obsesión de su parte, le fascinaba de una manera que no podría indicarle por su propio bien y cordura. Ella era directa, sin temor a lastimar o no al oponente que tuviera al frente ya que en perspectiva suya, era asunto de cada quien qué tanto se ofendía o no. Tan solo le importaba cómo tomaba ella las cosas a su punto y trabajaba en ellas como asunto interno que no le era necesario compartir si no lo consideraba apropiado. Era en verdad impresionante en esa forma de ser, que comenzaba a explicarse a sí mismo cómo era que algo así le gustaba tanto.

Era una negociadora nata porque sabía tomar riesgos partiendo de ponerse a ella misma en el centro. Incitando al contrincante a adentrarse con ella, y se ganara o perdiera, ambos estarían en la misma balanza de lo que era obtener algo o no. Parecía algo arriesgado y justo al mismo tiempo, pero realmente era porque tenía una ventaja por encima de los demás. Y ese era, que el miedo no cabía en ese pequeño cuerpo de curvas ocultas.

Ganar o perder, todo o nada, paz o caos… lo ponía donde mismo fuese lo que fuese. Ella incitaba a una locura que no cualquier jugador se atrevería a correr ese riesgo. Y eso solo le hacía querer estar a su lado cada vez más, porque solo un ganador como él sabría fluir con esa energía. Solo alguien como ella sabría comprenderlo e ir a su ritmo.

Estaban hechos el uno para el otro, que solo era cuestión de tiempo para que la florista se diese cuenta de eso.

Una vez que llegaron al hotel donde era el punto de reunión y su chofer les abrió la puerta, no tardó mucho en hacer acto de presencia el conejo, deteniéndolo del hombro antes de siquiera dar un paso adelante mientras que la florista estaba distraída contemplando todos los edificios que eran mucho más grandes que los de Hotland.

-Frisk es muy despistada en estas cosas para darse cuenta, pero yo no. –Mencionó el conejo en voz baja pero aprisa. Confirmándole que en efecto parecía escuchar algo que no mencionaba abiertamente. –Le recomiendo no hacer un paso más en su intento, a menos que no quiera meterse en problemas.

-El día que quiera la opinión de la servidumbre, lo pediré. Gracias. –Apartó su mano de su hombro y se sacudió con intención de que no quedaran arrugas en su traje. –Limítate a cuidar de la humana que te encargaron que estuviera a salvo, ¿no es así?

-Yo no trabajo para los Gaster. Trabajo para ella. –Respondió de inmediato el conejo con evidente desagrado. –Y si mi labor es cuidarla, lo haré como un hermano mayor si es necesario. Lo haré incluso de sujetos que tratan de romper con su relación que tanto luchó para que fuese posible. Soy testigo de eso, y creo que usted también.

-¿Y qué si es ella la que rompe con esa relación? –Pese a que no era necesario, no pudo evitar querer provocarlo.

-Frisk es alguien con un corazón grande en el que pueden estar muchos sin importar las diferencias, pero no para quienes rompen con su confianza. –Esa mirada no le agradó en absoluto. –Queda advertido.

Sin más se reunió con la florista para permanecer a su lado mientras daba más pasos hacia el frente. Mientras que él, solo se quedó contemplando con enojo aquella intromisión que solo le recordaba que debía de apartarla no solo de la familia esqueleto, sino de Snowdin entero.

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Wingdings se estaba arrepintiendo ahora de haber estado en esa situación ahora. Por más que no hubiese algún disgusto, queja o lo que fuera con cada cosa de la que se quejaba, le perturbaba de cierta manera que el anciano de ojos verdes estuviese tan tranquilo escuchándolo de lo que fuera a decir. Tal vez por ello le había brindado alcohol ahora que lo pensaba, suponiendo que estaría previsto que no le sería sencillo hablar con libertad por cuenta propia.

No obstante, tuvo que parar en cuanto una pareja de humanos ingresó a la iglesia con prisa. Cargando un pequeño cuerpo que visiblemente se estaba retorciendo de dolor.

-¡Padre! Por favor, ayúdenos.

El sacerdote se apartó de él para dirigirse ante la posible emergencia, a lo cual hicieron que nadie se percatara de que estaba él ahí en primer lugar, observando la situación sin incomodidad alguna fuera de que si se movía en ese punto, los humanos se darían cuenta de su presencia y daría de qué hablar. Eso no le agradaba para nada y más le valía desaparecer de ahí de una buena vez, pero nunca había sido partidario de usar su magia en estado de ebriedad, sobre todo cuando tenía que admitir que no era un buen bebedor y ya estaba levemente mareado como para intentarlo. ¿Cuántas copas ya había tomado? Maldito sacerdote irresponsable.

-¡Está poseído, padre! Tiene que ayudarnos.

-No soy exorcista, lo lamento.

Aquello hizo que prestara más atención ahora ante la burla que era eso. Algunos humanos tomaban como posesión demoníaca aquello que no lograban entender sin importar los años transcurridos en ello, y era porque siempre buscaban culpar a los monstruos de algo que relacionaban como el lado malo de su propia creencia. Recordándose así por qué él al igual que muchos evitaban las iglesias en primer lugar. Pero tan solo bastaba con ver cómo estaba sudando el niño para saber el grado de temperatura que tenía, dolor abdominal y el hecho de que una pierna no podía moverla como la otra para sacar su diagnóstico de inmediato.

Y tal vez era el alcohol actuando por él, porque no pudo callarse tras ver como insistían en que aquello implicaba agua bendita cuando requería atención médica.

-Ignorantes, eso no tiene nada que ver con una posesión o algo por el estilo. –Alzó la voz para hacerse notar, pero aquello solo hizo que resonara con más fuerza por el eco del lugar. Evidentemente, eso los asustó tanto como el hecho de verlo particularmente a él en ese lugar. –Es claro que el niño presenta apendicitis muy avanzado. Puede que muera de dolor si sigue así.

Los humanos que ahora clasificaba como sus padres, no supieron qué decir tras ello. Tal vez su primer impulso habría sido correr lejos de ahí, pero en su lugar, se mantuvieron firmes por el simple hecho de que el sacerdote les indicó suavemente que no había problema alguno. Calmándolos a su manera hasta que tomó una decisión que nadie le consultó y que le habría matado de inmediato por esa insolencia, sino fuese porque no le desagradaba lo suficiente ahora para querer hacerlo.

-Don Gaster puede ayudarlos, él es un doctor.

-¡¿Qué demon…?! –Por primera vez pudo contemplar una mirada de regaño por parte del sacerdote si se atrevía a terminar su oración. –¿Qué le hace pensar que yo quiero hacer algo así?

-Tengo muchas razones para creerlo, pero aun así no puedo obligarlo. –La tenue sonrisa que le lanzó tras ello no le agradó para nada. –No obstante, míreme a los ojos y dígame que no puede hacer tal cirugía.

¿Acaso lo estaba retando? ¡¿A él?! Maldito humano que dirigía el lugar. ¿Cómo se atrevía a cuestionar su conocimiento? Si quisiera, ya estaría vendiendo sus órganos al pecador más grande sólo por placer de joderlo junto a sus creencias.

-¡Agghh! Lo odio.

-Ya hablamos sobre eso.

-¡Lo detesto mucho en este momento!

Los humanos que todavía cargaban al niño no sabían qué hacer. Observando de un lado para el otro en espera de que alguien les diera una solución. Pero no fue hasta que la madre se acercó con él, con evidente temor, que supo que estaban realmente desesperados. El hombre quien sostenía el cuerpo del infante quiso detenerla de alguna manera, pero su mirada implicaba que estaban en la misma frustración de quedarse sin opciones por el simple hecho de que no las tenían en primer lugar. Visiblemente se trataban de una familia pobre que tenía mucho desconocimiento de muchos temas, pero no del amor que le tenían al niño que sostenían con todas sus fuerzas.

Wingdings en ese momento estaba viendo a una madre arriesgándose de que le hiciera daño el mafioso que controlaba el lugar, todo con tal de encontrar una manera de salvar a su hijo que visiblemente estaba muriéndose de dolor. Aunque fuese un monstruo, quería poner su fe en él, aun cuando pudiera matarla por su insolencia. No iba a quedarse de brazos cruzados si había algo, lo que fuera, que pudiera hacer para salvar a su hijo.

Justo como Arial, justo como él.

-P-por favor…

Murmuró la señora sin poder emitir más palabras, pero siendo suficientes para el esqueleto que se resignó en mantenerse lo más serio posible pese a que el alcohol encima no era bueno para esa clase de decisiones. Acercándose lentamente hasta llegar con ellos, siendo una visible diferencia de estaturas, pero, por primera vez, lo estaban viendo de una forma diferente a la que estaba acostumbrado. ¿Acaso era por ser un monstruo estando en una iglesia? ¿Por ser alguien que su aparente "padre" estaba poniendo confianza? No, nada de eso. Tan solo estaban poniendo en riesgo a su hijo si aquello implicaba la posibilidad de salvarlo dado que su diagnóstico había sido "que moriría de dolor a ese paso", algo que aterraría a cualquier padre. ¿O acaso… era el dios humano dándole la oportunidad que tanto había deseado? ¿En verdad solo se trataba de una entidad que escuchaba en esos establecimientos? Pero qué ruin.

Sin obtener respuesta visible de su parte, pero sin apartarse como si quisiera indicarles que esperaba algo más de su parte cuando no era realmente el caso, ahora contempló como el padre se acercaba y le tendía a su hijo para que fuese quien lo tomara en sus manos ahora. Y tal vez fue por estar todavía en cierto grado de ebriedad, pero aquello le removió la conciencia por estar viéndose a sí mismo en aquel hombre que al igual que su esposa, estaba dispuesto a correr riesgos si aquello implicaba poder salvarlo. Mirarse mutuamente a los ojos fue algo que no pudo soportar mucho tiempo por ese hecho.

Humano o no, lo comprendía. Él también había tenido que recurrir a la mafia para poder salvar a su familia. Y si bien se había tratado de un grave error que tendría que cargar por ell resto de su vida, no le daba el derecho de que otros pasaran por lo mismo.

-Necesitaré un vaso de agua y algo de tiempo. –Mencionó poco después de tomar al infante en sus brazos, el cual apenas y era consciente de que estaba siendo cargado por un monstruo líder de familia mafiosa. –Espérenme en mi restaurante.

Los humanos asintieron en silencio por estar al borde de entrar en llanto, dejando al niño en sus manos en todo el sentido de la palabra y entendiendo que tal vez el lugar sí escuchaba de muchas maneras inexplicables. O tal vez, por estar con el heraldo que le observaba con una sonrisa confiada, y que parecía ser el único que quería que los monstruo se acercaran a él, era que le había brindado la oportunidad de conectar con algo que parecía haber estado en el averno de lo que se habían vuelto sus malas decisiones.

Maldita sea. ¿Y ahora cómo les decía que esa clase de operaciones nunca las había hecho en un cuerpo vivo?

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Si Frisk tenía que describir a New York una palabra, sin duda alguna sería "vertical". Por la forma en la que se encontraba el lugar desde antes de ingresar y ahora recorriendo los alrededores, no le llegaba ni una sola palabra, como si estuviese en el lugar que dio origen a ese concepto de todo ser de gran altura ante una población que creía y crecía sin parar, por lo que el cielo era el único limitante que era digno para retar a sus capacidades.

Pese a todo de no gustarle un ambiente lejos tan citadino, comenzaba a comprender a qué se refería Mettaton cuando hablaba de preferir el progreso por encima de todo lo demás, observando esos edificios tan grandes en los que podría vivir todo Snowdin en uno solo de ellos, pero también en la seguridad de la gente que caminaba en los alrededores por algo que parecía invadir esa sensación de ser capaces de comerse al mundo. Después de todo, había algo de belleza en esa clase de crecimiento que convocaba a otros a querer hacer lo mismo, a motivarlos a brindar su parte en una mejora. Como lo hacía un girasol al permitirse crecer en un entorno sumamente favorable y queriendo estar cerca del sol. Tal vez ahora le había encontrado una mejor descripción para sentirse más cómoda dentro de todo.

Porque sea quien sea que se tratase Coco Chanel, a Frisk le daba la primera impresión de que se trataba de alguien sumamente altanera una vez que la contempló adentrándose a la sala privada en la que estaban. Siendo que tenía que permanecer a lado de Mettaton por indicación suya, mientras los guardaespaldas se mantenían resguardando algunas esquinas sin apartarse mucho de ellos. Le era extraño estar así para ser sincera, pero supuso que no era algo tan diferente en cuanto negociara cosas directamente con los socios de Don Gaster. Así que la situación la tomó como un entrenamiento más por ahora.

Por más bien vestida que estuviera Coco Chanel para su gusto personal, sin ser tan saturada de accesorios como acostumbraba a ver a algunas mujeres, lo que realmente le atrajo de forma inmediata fue su aroma. Era una esencia agradable e imposible de ignorar ante la mezcla de flores que solo le hicieron recordar brevemente a su pasado recorriendo el gran jardín de su casa.

Aun así, desde que habían llegado con ella y saludado, la francesa no parecía tener intención de ver a quien sea a los ojos. Estando susurrando una que otra cosa a su aparente traductor que hablaba por ella lo que sea que le pasara por la mente. Y solo por ese instante, quiso saber francés para indicarle que al menos se dignara en verlos de frente de lo que sea que tenían por decirle. No le agradaba que fuese alguien así por más beneficioso o no que fuese la propuesta entre ellos.

La señorita (o señora) Chanel era una mujer de estatura promedio, pero con un porte que solo podía comunicar de primera instancia estar segura de ser quien era. Aquello podría respetarlo, si no fuera por desesperarse de que no le viese directamente como si les estuviera mencionando indirectamente que estaba perdiendo el tiempo con ellos. Y lo dejó en claro a los pocos minutos en los que Mettaton no paraba de hablar sin ser escuchado realmente.

-Disculpa, ¿pero puede vernos de frente? –Mencionó Frisk en la primera pausa que encontró en el momento. Escuchando el leve bufido de exasperación y preocupación de Ronnie, así como el silencio cortado de Mettaton quien estaba a lado suyo con la mano levemente alzada. –Es demasiado grosero de su parte.

-Amm, Frisk, ella no creo que te entienda… –Comenzó a susurrarle Mettaton.

-Pero entiende su nombre, ¿no es así? –Insistió Frisk pese a todo. –Así que, señorita Chanel, ¿puede vernos, por favor? Hable inglés o no, no entiendo que no se tenga algo de cortesía.

-Pues yo no entiendo que una mujer pueda salir de casa sin arreglarse un poco. –Respondió la francesa tan inmediato, que ciertamente sorprendió a todos. ¿Entonces sí sabía inglés en todo este tiempo? Eso solo le molestaba más al saber que genuinamente los estaba ignorando. –Aunque solo sea por educación.

Parecía que Mettaton quería arreglar de inmediato la situación que parecía ser capaz de cortarse con un cuchillo por lo tenso que se había vuelto todo de inmediato, pero la humana de porte elegante solo le detuvo con un simple ademán para que todos le prestaran atención a lo que tenía que decir. Sea quien sea, indiferente o no, sabía cómo hacer que le prestaran atención sin emitir ni una sola palabra.

-¿Me dejan a solas con ella, por favor? –Indicó Chanel sin apartarle la vista de encima. Como si la juzgara en primera instancia sin ser discreta en lo más mínimo. Aquello le hizo recordar a los primeros días conociendo a Don Gaster. –Todos.

Tras ello Frisk no prestó atención en cómo fue que todos se retiraron, si tardó más de la cuenta o no que hicieran caso a la petición. Tan solo no se apartaron la vista la una de la otra hasta que finalmente se quedaron a solas en la sala elegante y de gran altura que le daba igual apreciar o no. No tenía buena experiencia con esa clase de lugares como para importarle tanto. Tan solo estaba cumpliendo con su parte para seguir con su plan más adelante.

-Dígame. –Comenzó a hablar la francesa tras tomar su copa con cuidado, mas no le dio ni un solo trago. –¿Por qué debo tomarme en serio a alguien que no se da el tiempo de arreglarse?

-¿Cómo…?

-Vestido pretencioso de tono sobresaturado, maquillaje apresurado y cabello apenas cepillado. –Respondió la mujer sin darle tiempo para procesar cada una de sus señalizaciones sobre su vestimenta. Si bien todo aquello no le importaba realmente, no le gustaba que lo hiciera de esa forma. Y de alguna forma, estaba segura de que se habría llevado mejor con Muffet si ella estuviese ahí, en lugar de ella misma que solo parecía estar perdiendo el tiempo. –Dígame, ¿por qué debo tomarle en serio cuando usted no lo hace al presentarte así conmigo?

-Como me vea no me define.

-La primera impresión siempre es importante. –Después de ello mencionó palabras que no estuvo segura de si estaban en inglés o francés. De cualquier manera no logró entenderle del todo. –Lo que veo ahora es a una señorita altanera que cree decirle al mundo que le da igual lo que opinen sobre ella, cuando lo único que hace es comunicar que no tiene tiempo para sí misma porque se está esmerando más en sobrevivir que en vivir realmente. Eso solo es deprimente. Genera lástima.

-Usted no tiene ni idea por lo que he pasado para que pretenda juzgarme por eso.

-¿Y? Yo también he pasado por mucho y no me estoy quejando. –Finalmente dio un suave trago a su bebida y siguió hablando. –La diferencia entre usted y yo, es que yo estoy conquistando lo que quiero en lugar de solo estarme quejando de tener atención o no. Yo obtengo la atención que quiero con solo presentarme porque sé cómo hacer que me miren de inmediato. En cuanto a usted… necesita alzar la voz más de la cuenta, ¿no es así?

-No permito que alguien hable por mí, ni siquiera alguien como usted que solo pretende obtener lo que quiere. –Pese a su actitud, no le pareció tan desagradable ahora, comprendiendo poco a poco que solo se estaba defendiendo en un juego de aparente poder presencial. Don Gaster la había preparado para situaciones como esa. –Lamento que se sienta insultada si mi apariencia no le es suficiente, pero para mi lo es el respeto partiendo de la misma atención que se brinda. Si no se digna en verme a los ojos, cuanto menos expréselo para ahorrarnos el tiempo y buscar a alguien más que esté interesado en hacer negocios.

Y por alguna razón, la modista le esbozó una sonrisa inmediata tras terminar de tomar su bebida con cuidado de no manchar la copa. Tal vez no le había entendido del todo y solo estaba fingiendo, o solo estaba dando por su lado todo para dar paso a algo más. Lo que fuera que había pasado, había hecho que cambiara su postura por algo más relajado. No estaba segura si esa clase de actitud se trataba de algo meramente francés, o si solo era su poca percepción de las cosas.

-¿Cuál es su nombre, señorita asiática?

-Frisk. Sin apellido.

-Muy bien, Frisk. ¿Usted sabe maquillarse?

-No por cuenta propia.

Tras ello fue por su bolsa y sacó algunas cosas que solo pudo reconocer por todas las veces en las que las conejas quisieron arreglarla pese a que ella no formaba parte de ninguna de sus presentaciones, pero siendo visiblemente más costosas. En su momento le parecía que solo se estaban entreteniendo con ella y ahora que la humana lo estuviera haciendo sin su consentimiento le pareció que no era la excepción, o solo un rasgo francés del que no debía de tomárselo personal. Aunque ahora con la diferencia de aquellas veces, la señora Chanel le mostraba al frente lo que estaba por usar antes de comenzar a colocárselo en la cara. Como si quisiera indicarle qué era cada paso a tomar de algo que de igual manera no le importaba. Ya había estado maquillada de cualquier forma al momento de llegar, ¿no era demasiado que le pusiera mucho más encima? ¿O más bien se lo estaba arreglando?

-Me gusta su carácter, señorita Frisk, pero no es suficiente. –Mencionó la modista mientras seguía con lo suyo. –En este mundo gobernado por hombres, lo más inteligente es ser mujer en todo su esplendor. Demuestre que es una, no lo oculte.

-Algo así me recomendó el padre de mi novio, pero no mencionó nada sobre arreglarse, aunque siempre se ven elegantes ellos. –Comentó tras tener que cerrar los ojos y sentir cómo pintaba sus párpados. –Creí que bastaba con llevar un saco negro igual que ellos.

No recibió respuesta en ese momento, manteniendo un silencio que fue muchas cosas menos incómodo. Si bien estaba acostumbrada a que otros quisieran arreglarla, era la primera vez que estaba sintiendo que en verdad había alguien que no quería retocarla con demasiadas cosas para destacar a como había descrito la modista. Y eso lo supo al momento de poder ver su reflejo, gustándole por primera vez cómo se veía con maquillaje a comparación de otras veces que había sentido que había cambiado radicalmente. Parecía algo sutil, pero el que resaltara sus labios parecía ser una clave de todo lo que había hecho, porque lo que había creído que le había retocado en los ojos, realmente se lo había retirado para que sus pestañas estuviesen lo más cómodas posibles.

En verdad estaba con una genio en la imagen, y solo pudo agradecérselo con una sonrisa que pareció más que suficiente para la francesa que se limitó en hacerle preguntas sobre ella que no parecían ser importantes para la negociación que se suponía que quería su socio con ella.

-Una florista, ¿eh? –Pareció interesarle eso en particular cuando hizo mención de ello. –Dígame, ¿qué flores me recomienda para un buen perfume?

-Las que está utilizando en este momento creo que son perfectas. –Respondió Frisk sin necesidad de dar olfateada alguna. Estando tan cerca de ella, ya se había memorizado todo el aroma conjunto. –Flor de jazmín, rosa de mayo, un toque de vainilla… sándalo, pero creo que algo amaderado…

-Espera, espera. ¿Estás logrando detectar cada uno de mis ingredientes tan rápido? –Aunque no pareciera escandalizada por ello, no parecía ser algo de su agrado tampoco. Apartándose inmediatamente pese a que era un caso inútil si con ello pretendía proteger su aroma de ella. Era demasiado específico para ella como para ignorarla. –Espera, ¿es por eso que ese tonto norteamericano te trajo?

-Yo solo soy su asistente temporal. –Frisk se encogió de hombros sin importarle por ahora la opinión que tuviese de Mettaton, ni entender qué tanto le escandalizaba de esa cuestión a la modista. Cualquiera podría detectar las flores si se sabía de ellas, ¿no? –Se supone que solo estoy para observar y aprender de él.

-¿Y ha aprendido algo?

-Solo que el carisma distrae demasiado para cualquier objetivo.

Si la señorita o señora Chanel tenía un comentario al respecto, se lo ahogó consigo. Nuevamente parecía querer estar altanera con ella, pero no era algo que le preocupara a Frisk en lo más mínimo como para tomárselo personal ahora. En el mundo de negociaciones, tan solo se trataba de una partida de ajedrez en curso, pero ella no era la jugadora como para preocuparse al respecto.

-¿Puedo darle un consejo no pedido? –Mencionó la modista.

-Puede.

-Mantén los tacones, los principios y la mirada en alto siempre. –Frisk arqueó la ceja con semejante comparación. –Tal vez sea de las que les parece burdo arreglarse, pero una verdadera mujer siempre encuentra tiempo para verse y sentirse bien, incluso ante su peor enemigo. Enséñele a este mundo que nada puede doblegarle, ni siquiera el fin del mundo. Porque solo los que tienen tiempo para arreglarse en el caos, son los que en verdad tienen el control.

Aquello no le encontraría sentido si no fuese porque aquello le recordó a la familia Gaster, los cuales siempre estaban elegantes aun cuando estuvieran por mancharse de sangre. Incluso Mettaton quien siempre andaba campante queriendo salirse con la suya con lo que fuera, siempre estaba elegante como si toda mirada fuese una cámara que captaría su mejor ángulo para que siempre lo recordaran así. Por lo que comprendió que aquello tenía uso de razón de alguna manera.

-Lo tendré en mente. Gracias.

Y en verdad no pudo dejar de pensar en ello mientras los presentes regresaban al sitio de reunión. Estando conversando nuevamente en negociaciones que su mente volátil apenas prestaba atención que dentro de ello se hablaba sobre perfumes que tenían como marca el nombre de la dueña. No importándole en absoluto pese a que Mettaton hacía resalte entre líneas sobre el frasco que tenía forma de una botella de alcohol, sobre el manejo del alcohol en ello y más. Le era evidente que Mettaton quería dejarle como clave que esa podría ser una buena oportunidad para ella que tenía en mente el manejo del alcohol, mas no le interesó en lo más mínimo de momento.

No podía dejar de pensar en que Sans siempre se había mostrado elegante con ella desde el inicio. Con su sombrero, con su chaleco celeste y traje negro que le hacía resaltar cada vez que se presentaba entre sus coloridas flores que cuidaba en su negocio. Tal vez por ello era que no había podido ignorarlo en primera instancia y no por lo insistente, ¿cierto? ¿O solo estaba pensando demasiado en algo que no estaba siendo el caso? Sabía que debía de concentrarse, pero el tema de arreglarse le parecía ahora importante si aquello le hacía desentonar entre los Gaster que siempre iban arreglados. ¿Debía de conseguirse un traje para las negociaciones que requería el señor Gaster a su nombre? No le había dado instrucción al respecto, por lo que le había parecido suficiente llevar en sus hombros el saco que Sans siempre le colocaba como gesto de estar con ella siempre sin importar la distancia. Y aquello le sacaba una sonrisa con solo pensarlo.

Tal vez, solo debería querer arreglarse un poco por el hecho de que Sans siempre se esmeraba en su manera de estar con ella. Solo era que no estaba acostumbrada a ello si siempre se ensuciaba de tierra con lo que hacía.

Aparentemente le había agradado a la señora Chanel, porque de la nada, (o así le parecía por no haber prestado atención), le había regalado una bolsa con un par de vestidos diseñados por ella. Por supuesto que agradeció el gesto al mismo tiempo que ya se estaban despidiendo. ¿En qué había quedado todo? Se lo había perdido por estar pensando en lo bien que su novio se veía aun cuando estuviera por hacer una masacre en el instante, y aquello le perturbó un poco por meditarlo de esa manera. ¿Sans siempre le había parecido atractivo desde que lo conocía y apenas se estaba dando cuenta de eso?

-Hermosa vista, ¿no crees?

-¿Ah? Si… –Respondió Frisk con algo de despiste. ¿En qué momento se habían encaminado hacia la terraza? Mas le valía prestar atención o se habría arrojado al infinito sin darse cuenta. –Aunque me recuerda a Hotland.

-Por más que me agrade mi hogar, la verdad es que no le gana a esta ciudad. Gran parte de mis inversiones se encuentran aquí, en aquel edificio donde la bolsa de valores corre a toda hora. –Mettaton señaló un edificio en algún punto, pero Frisk no tuvo idea de a cuál se refería de todos. –Como podrás imaginarte, soy más rico de lo que te puedas imaginar.

-No me interesa. –Comentó de inmediato al no querer escuchar más de todo lo que pretendía presumir una y otra vez. Ya sabía que tenía muchas cosas y ya. –Por más dinero que tengas, sigues sin poder comprar tu libertad, ¿cierto?

-¿A qué te refieres con eso?

-A que sigues siendo un monstruo, y aquello sin importar a dónde vayamos, sigues estando limitado como muchos otros. –Apartó la mirada de la vista para enfocarse en él, sabiendo que se habría disgustado por su comentario. –¿De qué sirve tener tanto dinero, contactos y más, si la ley de cualquier forma te limita a tomar tus decisiones?

-Sé a lo que quieres llegar, lindura. Pero mi respuesta sigue siendo no. –Pese al visible disgusto, aun así el magnate le dedicó una sonrisa. –Aunque me agrada que te esté desesperando con eso.

-¿Así que esa es la razón por la cual te rehúsas?

-No, en verdad no debo decir nada al respecto por protección de patente.

-Te prometí que te mantendría a salvo de Asgore Dreemurr, ¿no es así? –Tuvo que poner aquello sobre la mesa figurativa que estaba siendo la conversación. Agradeciendo que estaban en una zona aislada fuera de los guardaespaldas respectivos de cada uno que estaban apartados para darles algo de espacio sin descuidar sus trabajos. No recordaba haber hablado al respecto de eso con Ronnie, por lo que parecía solo estar copiando al otro. –Pues necesito ayuda para lograrlo y parte con el uso de los reflectores inalámbricos. Los necesito.

-Denegado. –Respondió demasiado aprisa, casi como si hubiera previsto que le insistiría con eso en cualquier momento. –Ya te dije que no te diré nada.

-Acabas de hacer un negocio de índole internacional sin el menor esfuerzo, ¿y me dices que no puedes hablar al respecto de algo que te pertenece?

-¿Tanto trabajo te cuesta creer que no quiero que te pongas en peligro? –Ahora el magnate se puso serio. –Pero qué egoísta creer que solo tú puedes mantener a salvo a todos.

-No necesito que te preocupes por mí. Los Gaster me mantienen a sal…

-¡Yo también quiero mantenerte a salvo! –Mettaton había exclamado ello con prisa y algo de desesperación, lo cual lo apenó lo suficiente para apartar la mirada de ella. –Tú ya me salvaste de ese tipo una vez, ¿lo olvidas? Quiero hacer lo mismo por ti.

Frisk quiso hacerle mención de que si era por no querer deberle nada, no era necesario porque no estaba buscando nada de ello en primer lugar. No era algo que le inquietara en lo más mínimo, aunque parecía ser algo de importancia para el magnate que ahora parecía apenado por lo que había tenido que decir en un acto desesperado.

-Trabajé de cerca con ese sujeto. Creí saber de la crueldad que era capaz de lograr cuando se lo proponía, pero me sorprendió que fue mucho más allá con lo que hizo contigo, haciéndote creer que te adoptó. –Continuó Mettaton como si quisiera justificarse, lo cual le parecía algo absurdo que mas le valía no expresarlo de momento. Ya era un argumento que había escuchado más de una vez. –Aunque no lo parezca, en verdad creo que tienes el coraje para hacerle frente, pero siendo sincero, no quiero que lo hagas. Basta con que ya quiera muerto a uno de los dos.

-Debe ser detenido antes de que siga haciendo más daño. No tengo la paciencia para esperar a que algo cambie si implica mantenerme con los brazos cruzados.

-Los reflectores, aunque sean tan magníficos como yo, no lo detendrán, lindura. Solo harán que no pueda hacer uso de su magia, pero seguirá teniendo su fuerza descomunal, su mente criminal y constantes aliados que darían la vida por él por una ideología en rigor.

-Lo sé, por ello estoy pensando en…Espera… –Frisk se percató al poco tiempo de algo que parecía haber pasado desapercibido hasta ahora. –No solo estás pagando por su fabricación. ¿Tú fuiste quien creó el prototipo de los reflectores inalámbricos?

El magnate no respondió de inmediato con palabras. Tan solo esbozó una gran sonrisa de orgullo que le fue más que suficiente.

-Me consideras solo una cara bonita para todos mis negocios, ¿cierto? –No recordaba haber creído algo como eso en algún momento, ni mucho menos haberlo expresado, pero no le respondió nada para no interrumpirle. –¿Por qué crees que el Gran Don me quiere muerto con desesperación? Soy quien puede hacerle frente de alguna manera a sus planes porque pudo verlo de primera mano. He irrumpido algunas de sus negociaciones poniéndolas a mi favor y lo sabe.

-¡Con más razón debes apoyarme en esto!

-Con más razón debo mantenerte alejada de esto. –Le exasperaba cada vez más que pensara de esa manera. ¿En qué momento surgió que quisiera mantenerla apartada si había sido quien le había ayudado con los gaster? No tenía sentido. –A decir verdad, mi sueño nunca fue realmente dedicarme al comercio, sino a la ingeniería. Después de todo, amo todo aquello que implique progreso.

-Pues no logro entenderlo. Eres un monstruo, y eso limita demasiado a los monstruos. ¿Cómo es posible que hagas eso a los demás si deberías de saber de antemano lo malo que podría ser?

-Y tú misma deberías de saber que no todos los monstruos usarán su magia para el bien, lindura. –No hizo falta que enfatizara en quiénes se refería, además de tener el recuerdo vivido de aquella vez que estuvieron por matarlo en su presencia ahora que lo había mencionado previamente. Los monstruos presentes aquel día no hicieron nada, incluso hubo algunos que la discriminaron a ella misma por ser humana queriendo ayudarlos a salir. –Si te sirve de algo, experimenté conmigo primero para asegurar que tampoco genere un daño de salud por más que se use en exceso. Yo no vendería algo de mala calidad, ¿sabes?

-¿Qué…? Tu cuerpo. –Nuevamente pudo concluir de inmediato con tan solo verlo posar sutilmente. –No solo buscaste parecerte a una anatomía humana, en verdad no eres un monstruo de metal, ¿cierto?

-La verdad es que no puedo llevarme todo el crédito. –Rompió su postura que pretendió simpatía. No parecía cómodo con contarle eso, por lo que de alguna manera, le fue reconfortante que su socio le tuviera la confianza de poder abrirse finalmente con algo. Incluso parecía que le hacía mucha falta. –Si bien este arte que contemplas es mi diseño personal, su fabricación final fue por alguien más.

-¿De quién fue?

-Un tipo que ya pasó a mejor vida. –No pareció querer contar más detalles, pero Frisk mantuvo ese tema en mente para tenerlo en cuenta en otro momento. –Por suerte, resultó ser algo conveniente su muerte porque todo lo que se fabricó con mis diseños no pasó a peores manos. Todo quedó conmigo.

Frisk se mantuvo en silencio en espera de que hubiera algo más en ello, pero no lo obtuvo con solo observar. Por lo que dio un trago a su bebida que tenía en mano antes de insistir en otra curiosidad que tenía presente ahora. Recordando nuevamente a los muñecos que les amenazaron en la playa con evidente enojo y que se veían muy distintos al que tenía a lado de ella para tratarse de la misma familia.

-¿Entonces qué tipo de monstruo eres?

-No hace falta que lo sepas. –Le respondió tan rápido, que no dudó en que ya se hubiera percatado de su curiosidad.

-¿Por qué? ¿Qué tiene de malo?

-No lo entenderías, lindura. –Le molestó que le menospreciara de inmediato e insistiera con eso, pero Mettaton le tuvo una sonrisa sincera que le indicó que no le era sencillo todavía poder abrirse del todo. Por lo que tuvo que respetar ese espacio por más que quisiera respuestas inmediatas. Era muy complicado tratar de ser comprensiva y callada por mucho tiempo, ¿cómo es que otros lo hacían ver tan sencillo? –En muchas negociaciones se predica con el ejemplo. Y para que algunos inversionistas confiaran en mí, yo mismo limité mi magia para demostrar que no la necesito para triunfar, que puedo ser igual de poderoso que un humano con más oportunidades. Pero eso me ha costado el precio de ser un objetivo para otros monstruos que quieren quedarse con lo que yo construí para mí, en lugar de luchar como yo lo hice.

-Lamentablemente no todos tienen las mismas oportunidades. Por eso es que somos socios en una campaña política en la que ambos participamos silenciosamente, ¿no es así? Por el progreso de una ciudad más equitativa.

-Hay que aceptarlo, Ebott City jamás será equitativa, lindura. Mucho menos el país entero. –Mencionó con un tono demasiado amargo que solo hizo que Frisk se molestara por esa apatía inmediata. –Mira a tu alrededor. Nos encontramos en New York, una ciudad sumamente glamurosa con mejores oportunidades, mejor estabilidad económica y mucho más en todo a comparación de nuestro hogar. ¿Pero acaso viste a algún monstruo aparte de nosotros? Yo sé que solo me respetan por el dinero, pero si quisieran, tratarían de que respete la hora monstruo como todos los demás.

-¿Entonces por qué tener hoteles, casinos y demás?

-Lo que mueve a todos es el dinero, así que logré conseguirlo sin violencia. Brindo comodidad, diversión y oportunidades a todos. –Mettaton se encogió de hombros como si realmente no le afectara ese hecho, pero escuchándolo abrirse en lapsos, comenzó a comprender que también todo le lastimaba de alguna manera, mas no le permitía a ese sentimiento que lo limitara en sus planes. Y en ello sí pudo admirarle algo. –Este mundo cruel intentó impedirme ser ingeniero, pero yo construí mi propio camino para lograr algo mucho más grande. Soy un excelente comerciante visionario que no se dejó vencer por el sistema, y que en el proceso, se volvió más grande conforme el mundo se volvía pequeño para mi. Justo como tú, lindura. Somos iguales.

-No sé si seamos iguales, pero me da gusto que finalmente puedas abrirte conmigo. –Admitió Frisk con una sonrisa. Dejando a un lado la bebida que claramente no se terminaría. Aunque no fuese alcohol, sabía muy mal para su gusto sea lo que sea que le hayan servido. –A diferencia de cuando te conocí, creo que ahora puedo decir que es admirable lo que has conseguido.

-Gracias, lindura.

-Es por ello, que voy avisándote que tengo un plan para detener a Asgore Dreemur en el primer debate que habrá entre candidatos. –Sin más, entró en detalle delo que realmente quería obtener estando con él ahí. Después de todo, tenía un objetivo por cumplir y ya no quería perder más tiempo. –Debilitaré al rey al apartarse de sus peones sin siquiera querer utilizarlos. Y eso será provocándolo en el escenario correcto.

-¿Y ese cuál es?

-Estando yo en primera fila. –La mirada que le lanzó Mettaton reflejó preocuparle ese hecho. –Es momento de que sepa que estoy aquí y que estoy molesta con él.

-¿Qué tengo que hacer para que no te pongas en semejante riesgo de muerte?

-Si no quieres brindarme el conocimiento de cómo se construyen, otórgame algunos reflectores de magia en el evento. Solo así podré tener al menos una ventaja y mantener a salvo a la mayor cantidad posible de presentes. –Frisk respondió de inmediato, teniendo el plan demasiado presente. –Estarán enfrentándose un candidato humano contra un candidato monstruo en público, es evidente a quien le darán la ventaja de seguridad, por lo que es necesaria una situación más equitativa.

-¿Y qué harás con su fuerza descomunal? ¿Qué harás si intenta matarte?

-No moriré.

-Eso no puedes prometerlo.

-Creo ser alguien que sí puede hacerlo.

-Estás confiando en que tenga algún sentimiento hacia tí como su hija, pero ni siquiera tú puedes garantizar que aquello exista en primer lugar. –Le reprochó, pero aun así Frisk se mantuvo firme en su decisión y palabras. Aun cuando aquello mencionado no requería invadir su mente de momento, sabiendo que sería lo único que pudiera hacerle dudar en el peor momento. –Agghh… Convenceré al alcalde de que será por su seguridad tener varios reflectores presentes. Es lo que puedo hacer.

-Muchas gracias.

-Bueno, supongo que al final ambos obtuvimos algo de lo que quisimos, ¿eh?

-Sí, es cierto. Creo que lo que sí tenemos en común, es que nunca estaremos satisfechos con irnos con las manos vacías.

-Tenlo por seguro.

Sin que pudiera reaccionar a tiempo, Mettaton le había tomado de la mejilla para aproximarse a ella con demasiada cercanía que le incomodó tanto el hecho de que invadiera su espacio personal. Pero en cuanto recibió un beso frío en su otra mejilla, pudo ser consciente de que había sido un error haber quedado paralizada en ese momento. Habría retrocedido si no fuera por el vértigo inmediato que le dio estar en gran altura, y por cómo se había dado la situación, comenzó a cuestionarse si el magnate lo había planeado así en primer lugar. Sintiéndose avergonzada de haber caído en algo así siendo el caso.

Detestaba que la tocaran sin su permiso, aunque bien pudiera ser por no estar acostumbrada a esa clase de afectos. La señora Bunny la besaba como se suponía que la hacía una madre, recordando las únicas veces en que la señora Dreemurr había tenido esa clase de gestos. Muffet la abrazaba, pero era por tratarse ahora de mejores amigas, y las conejas no sabían de espacio personal al respecto, pero no lo tomaba con malicia esa clase de intención sabiendo cómo era la madre en primer lugar. Don Gaster le acariciaba el cabello cuando le daba un cumplido indirecto o cuando quería calmarla a su manera, y Papyrus parecía replicar el mismo gesto a modo de respeto. Y Sans siendo su novio, por supuesto que podía acercarse a ella y abrazarla, besarla cuantas veces quisiera. Aunque claro, ya había tenido esa clase de gesto antes de estar una relación, captando muy tarde cuál era su intención en primer lugar.

Y el hecho de que Mettaton hubiese hecho algo similar… le perturbó de una manera que no supo explicarse de inmediato ni en los siguientes minutos que no supo qué hacer.

-¿Nos retiramos, lindura? –Recibió una sonrisa burlona de su parte que solo le hizo sentirse peor.

-Nos retiramos por nuestra cuenta, señor.

¿En qué momento Ronnie se había acercado? Por la forma en la que observaba a Mettaton, parecía en verdad molesto con él. Incluso la estaba sujetando de los hombros para apartarla lo más posible de él, colocándole al momento el saco de Sans que le había hecho el favor de traer consigo. Y no supo expresar abiertamente cómo agradecía esa acción inmediata que ella no supo tomar. ¿Por qué se sentía mal que algo así hubiese ocurrido?

Dejó que Ronnie se hiciera cargo de todo lo demás. De salir del hotel, de tomar un taxi y de encaminarla a subirse al vehículo con cuidado. Incluso pareció pagar todo por su cuenta cuando debería de ser ella quien lo hiciera si después de todo había sido quien lo había contratado.

-¿Estás bien? –Le preguntó una vez que estuvieron ambos en la parte trasera del automóvil en circulación.

-Si, yo… –Se apegó mucho más al saco de su novio. El cual agradecía que tenía su aroma impregnado todavía para calmarla con eso. –Solo me tomó desapercibida.

-Lo sé.

-Está mal que eso ocurriera, ¿cierto? No sé porqué, pero… esto se siente mal.

-Es un tipo de acoso por lo que pasaste, Frisk. Ese tipo debería de saber tener límites, pero es claro que no tiene intenciones de tenerlas con lo que quiere.

-Sans hizo algo así una vez, antes de que fuéramos novios, y no se sintió así. –Insistió en querer saber qué había pasado, en comprender porqué era que le estaba incomodando ese simple hecho, por más invasivo que fuese en primera evidencia lógica. –¿Por qué?

-Supongo que es porque no sabías lo que era un cortejo.

-¿Mettaton… me estaba cortejando? –Se giró hacia él con sorpresa. –Eso no tiene sentido. Sabe que yo estoy con Sans.

-Puedes gustarle a más de uno, cachorrita. –De algún modo, le relajó el hecho de que se refiriera a ella de esa manera nuevamente. –Se suele decir que en la guerra y en el amor todo se vale. Supongo que es lo que quiere hacer.

Frisk tenía demasiadas dudas ahora como para ser capaz de formular todas en el instante. ¿En qué momento Mettaton mostró interés en ella como para que fuese de esa manera? ¿O acaso, al momento de decirle que quería mantenerla a salvo era esa su manera de tratar de decirle algo al respecto? ¡¿En qué momento había pasado todo eso?! ¡¿De nuevo era la última en darse cuenta en esa clase de cosas?! ¿Había cometido un error entonces? ¿Debía de contarle a Sans aunque no pareciera ser importante si estaba con él? ¡Todo era muy confuso y complicado ahora! ¿Cómo saber si Ronnie estaba en lo cierto o si solo estaba divagando en algo que tal vez no era?

Quien le había ayudado en su momento en darse cuenta de algo así había sido Muffet, por lo que al reconocer que estaban de regreso en Ebott city y la calle por la que estaban pasando, pidió al taxista que los dejaran ahí. ¿En qué momento habían recorrido tanto? ¿Qué tanto estuvo pensando que casi hizo que pasaran las horas de recorrido? Estaba demasiado distraída ahora y era lo que menos necesitaba para sus planes que requerían precisión ante tantos riesgos todavía visibles.

-¿Podemos visitar a alguien antes? –Le preguntó a Ronnie al bajarse del vehículo público.

-No es como que tengamos mucha opción ahora. –Aunque sonara como reproche de su parte, aun así le permitió que le dirigiera donde fuera tras tener que pagar una gran suma por la distancia. Ese era el Ronnie que extrañaba. –No sabía que conocías algo de Hotland.

-Estuve en el departamento de una amiga en más de una ocasión.

Teniendo que caminar un poco más para llegar, se encaminaron al punto en que recodaba que se encontraba el departamento de Muffet aquella vez que Don Gaster le hizo recorrer camino para llegar al banco. Si bien era consciente de que su amiga se estaba ocultando por lo que le había contado Flowey, necesitaba hablar con ella para comprender nuevamente qué era lo que estaba pasando realmente. Tenía que admitir que pese a que ya era alguien que estaba en una relación, no lograba comprender esa clase de cosas y aún más el por qué le generaba sentimientos distintos.

Al entrar al edificio y llegar al piso correcto, tocó la puerta en varias ocasiones, mas no obtuvo indicio de que alguien estuviera al otro lado. Aquello le preocupó.

-¿Muffet? –No obtuvo respuesta. –Te traje un regalo, ¿puedo pasar?

Al escuchar pasos lentos aproximándose pudo calmarse, pero al momento en que le abrió la puerta y se mostró, cambió rápidamente de sentimiento al verla despeinada, desmaquillada y en ropa holgada que nunca le había conocido que tuviera. Siendo así, hubiera optado por esas prendas cuando estuvo en su casa y tuvo que usar uno de sus vestidos para salir hacia el banco en aquella ocasión. Siendo alguien que siempre se esmeraba en que la vieran arreglada (incluso le daba la impresión de que no había día que la hubiese visto sin maquillaje), Muffet estaba demostrando lo terrible que se estaba sintiendo por dentro.

-¿Qué es lo que quieres? –Preguntó Muffet con una voz ronca, sumamente apagada para lo empalagosa que pretendía ser.

-Muffet, ¿qué…?

-Ahórrate cualquier comentario. No estoy para lidiar con cosas de momento.

-Flowey me había dicho que querías ocultarte por un tiempo. Pero no creí que…

-¿Qué? ¿Que estuviera mal porque terminaste arrebatándome todo lo que yo tenía por derecho? –Tal acusación no se sintió para nada bien de su parte, porque por más que pretendiera reprocharle con enojo, era evidente que estaba conteniéndose de llorar. O tal vez era que la estaba conociendo lo suficiente para saber eso. –Por favor, solo ahórrate lo que sea que viniste a decirme. No necesito compasión de nadie.

-Bueno… fui a conocer a Coco Chanel y… te traje esto. –Alzó la bolsa con el logo que pareció reconocer de inmediato por el sutil cambio en su mirada múltiple. –Te debía unos vestidos después de todo, y sé que tú los apreciarás más que yo.

Muffet los tomó sin mucho esfuerzo, apartándose de la puerta en el instante tras dar un vistazo a la bolsa y dejándolos pasar a su departamento. El cual recordaba con perfecto orden y decoración que la caracterizaba de alguna manera, pero por ahora, solo había múltiples arañas recorriendo todas partes queriendo limpiar algo que parecía no tener fin. Ya la había contemplado molesta en varias ocasiones, pero verla deprimida era algo que no sabía lidiar. Tanta comida esparcida, tantos pañuelos que indicaban que había estado llorando antes de que llegaran… ¿Cómo es que Flowey no le dijo de cómo estaría? También era su mejor amiga, debía de contarle esas cosas, aunque también, ella nunca la buscó para saber cómo estaba primero, ¿cierto? Eso era fallo suyo.

La arácnida se sentó en su sofá sin invitación alguna de que Ronnie o ella hicieran lo mismo. Aparentemente valiéndole lo que hicieran de momento como para querer mostrar modales por ahora. Por lo que al momento en que le dieron su espacio que solo generó cierta incomodidad porque implicaba observarla en silencio, estando ella sentada y ellos parados sin saber qué hacer o decir, Muffet solo suspiró antes de tomar iniciativa.

-W.D. Me rechazó.

-Creí que eso ya lo había…

-¡Me rechazó por completo! –Exclamó Muffet molesta, incluso sus ojos alumbraron por un breve segundo. Aquello no le pareció normal. –¡Es un tonto, tonto! ¿Tiene idea de cuánto he hecho por él? ¿De cuánto he estado dispuesta a esperarlo? T-tan solo quiero estar con él, solo con él. No es justo…

-Pero Muffet, él te doblega la…

-¡Ya sé, idiota! ¡Eso ya lo sé! –Nuevamente exclamó al mismo tiempo que se alumbraron sus ojos por unos segundos. ¿Esa clase de cosas era normal? –Si solo viniste a restregarme en la cara que sólo tú puedes salirte con la suya, obteniendo todo lo que quieres, mejor vete de una maldita vez. No necesito que vengas a recordarme que tú ganas siempre.

-Yo no gano, Muffet. Yo solo lucho…

-¿Y yo no lucho? ¿Crees que no me esfuerzo? ¡Lo amo! ¡LO AMO! Y no es justo que me haga esto. ¡No lo es!

Frisk no entendía mucho, por lo que no sabía qué decir para calmarla y estaba segura que de cualquier forma no podría aportar algo si la estaba culpando de algo. Por lo que al momento en que Ronnie le puso una mano en su hombro para indicarle que no hiciera nada, supo que al menos alguien en la habitación tenía alguna idea que a ella simplemente se le escapaba.

-Lo lamento. –Ronnie se sentó a lado de ella con lentitud. –Sé que es algo doloroso.

-Ahorrate tu condolencia. Y d-deja de usar tu magia contra mí…

-No lo hago. En verdad lo comprendo. –Y en efecto, Ronnie tenía las orejas bajas. No solo comunicando que no estaba usando su magia, sino que genuinamente estaba tratando de empatizar con ella. –Sé lo que es un corazón roto desde antes de siquiera iniciar, el miedo que produce saber la respuesta de un rechazo inminente, pero que aun así, quieres permanecer a su lado. Quieres estar cerca sin importar lo que pase, sin importar a dónde vaya por más que te aleje incluso de tus propios principios. Es ahí cuando sabes que es amor de verdad, y eso solo hace que duela mucho más.

Frisk contempló algo anonadada que sus palabras hicieran efecto en Muffet, teniendo su total atención al grado de detener por al menos un instante su sollozo para dejar en su lugar las constantes lágrimas corriendo. Recordando un poco, Ronnie ya le había hablado sobre un amor imposible para él, pero que aun así, se había convertido en uno de sus primeros clientes queriendo comprar flores, queriendo intentarlo de alguna manera para acto seguido arrepentirse. Simplemente no lograba comprender por qué se trataba de un amor imposible que hacía que tuviera que cubrirlo con un compromiso falso, pero no cabía duda de que con ello, realmente estaba logrando conectar con los sentimientos de Muffet a los cuales tampoco podía comprender fuera de la lógica que separaba su amorío con una gran diferencia de edad.

Y en ese instante, pensando en ello, comprendió por primera vez que tal vez Sans así se sintió en su momento. Apreciándola a su manera poco convencional a su perspectiva, pero haciendo siempre lo posible de permanecer a su lado. Arriesgándose, salvándola, regañándola y más. ¿Qué tan angustiado estuvo en ese tiempo, preocupándose por un rechazo que ni siquiera sabía si realmente pasaría o no? ¿Cuántas veces intentó decirle lo que sentía, mientras que ella solo se enfocaba en tratar de entender sus acciones? Todo aquello se habría resuelto con palabras, eso no le hacía cambiar de parecer, pero tal vez en ello había algo más que se le escapaba de antemano y que le separaba de los dos monstruos que estaban dolidos.

De alguna manera, aquel amor imposible de Ronnie y el amor imposible de Muffet estaban teniendo en común con ella. Eso no se sentía bien, aun cuando conocía a uno de ellos.

-Sé por qué me rechaza y sé que lo seguirá haciendo por más que insista. –Muffet se limpió las lágrimas con una de sus manos tras una breve pausa. Sorprendiéndole a Frisk que en verdad estuviera calmándose con las palabras de Ronnie. –Pero eso no significa que yo deje de amarlo. No es justo.

-Nada es justo para seres como nosotros.

-¿Puedo saber quién es tu amor imposible?

-No creo… que sea necesario. Dudo que sepas quién es de cualquier forma.

-¿Enserio? Porque me tocó vigilar toda la zona en donde se encontraba tu casa. Podría saber si aquella chica que te interesa pudiera ser de un sentimiento mutuo. –De alguna forma, aquellas palabras de Muffet comenzaron a ponerlo nervioso sin razón. –A menos que… no estemos hablando de…

-Por favor, no indagues. No vale la pena.

Frisk no entendía qué estaba pasando ahora, pero parecía que Muffet si le encontraba sentido a la situación, porque en verdad no insistió tras eso. Terminando de limpiarse la cara con un pañuelo que algunas de las arañas le trajeron desde hacía tiempo y cambiando su semblante poco a poco hasta que las lágrimas no corrieron más. Era impresionante que pese a ser visible el hecho de que se sintiera terrible, pudiera ser capaz de levantarse a su propia voluntad con tal de querer consolar a quien se suponía que se había acercado a hacerlo en primer lugar.

-Lamento lo que ocurrió aquella vez que se llevaron a tu madre. –Mencionó Muffet tras poner una mano sobre su hombro. –Mi prioridad era poder mantener a Frisk a salvo, pero era mi zona de vigilancia y yo invertí en su negocio para que se recuperara. Debí haber evitado todo eso.

-Descuida, ya pasó.

-Si pudiera hacer algo cuanto menos…

Frisk paró de escuchar ahí al comprender la situación que tenía encima, sin que pudiera compartir palabra alguna de momento. Si Sans estaba en lo cierto, podrían encontrar a la señora Bunny todavía con vida y esa era razón esencial para ella para movilizarse antes de que pasara a mayores, pero también, había posibilidad de que fuese más de una la que pudiera rescatarse, y eso incluía a la señora Gaster. Esa sin duda alguna sería una noticia desgarradora para su amiga que visiblemente le dolía el simple hecho de un rechazo.

Esperanza para uno, dolor para otra. El amor sí que era complicado. Sea cual sea el resultado, habría por lo menos un corazón roto y no podría evitarlo ni aunque quisiera.

-Detesto no poder detestarte. Me quitaste todo, y aun así yo… sé que no lo hiciste. –El hecho de que Muffet se dirigiera de nuevo hacia ella le desconcertó de sus pensamientos con algo de culpa de que tal vez no había prestado atención a algo importante nuevamente. Pero que se estuviera disculpando le era suficiente para calmarse. –¿Por qué no puedo odiarte por eso? ¿Por qué no puedo molestarme por el hecho de que tienes el cariño de ellos y yo no?

-Por que eres madura, Muffet. Tal vez por eso es que te gusta un hombre maduro. –Respondió Frisk sin saber qué más decir. –Buscas a alguien que sea capaz de brindarte todo lo que ya puedes hacer por tu cuenta, solo quieres recibir también de lo que das.

-¿Te das cuenta que con eso significa que tú eres una inmadura por estar con alguien inmaduro?

-Supongo que lo soy. –Admitió sin tener que pensarlo mucho. –Pero él es con quien quiero poder crecer.

Ahora comprendía por qué era que se había sentido tan mal de que Mettaton le hubiera dado un beso en la mejilla. Porque si hubiera sido lo contrario, ella se habría molestado en gran medida con la mujer que se hubiese atrevido a tocar a su novio, justo como le había molestado que Muffet le tuviese un apodo o que la coneja con la que había tenido una aventura anduviera campante con ese hecho. Y si bien eso eran celos de su parte y que no le servían para nada, sabía que aquello detonaría un problema en cuanto se lo contara a Sans.

Si Ronnie estaba en lo cierto, significaba que el problema sería algo mucho más grande si no sabía qué hacer con ello, ¿cierto? Reafirmando una vez más en el día que el amor era demasiado complicado y agotador a su manera. Pero aun así, no se arrepentía de poder amar y sentirse amada.

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Sans terminó esperando durante horas en el techo donde siempre solía esperar a Frisk, que si bien era algo absurdo de su parte que la extrañara pese a ser tan solo unas cuantas horas de ausencia, no estaba tranquilo con el hecho de haberle dejado irse con el tipo que cada vez más estaba detestando a muerte. Además, era un riesgo innecesario que estaba tomando por él y como el idiota que era, no estaba haciendo nada para impedirlo.

Por más que hubiera intentado tener una conversación coherente con los seres grises que admiraban ciegamente a su familia, no pudo obtener nada más que algunas repeticiones de la almeja sin sentido, o el tarareo de varios sin poder explicar de dónde habían escuchado aquella canción que se suponía que sólo él conocía dado que su madre la cantaba cuando le enseñaba a caminar. Tampoco pudo encontrar a la flor parlante por algún lado, por lo que en la desesperación que le producía no obtener algo coherente inmediato, dejó todo por su cuenta y trató de tomar algo de aire fresco mientras esperaba a que Frisk regresara sana y salva.

Si se suponía que había ido con el conejo mayor, no cabría duda de que se presentaría ahí tarde que temprano. Pero optó por estar al tanto en el techo que le generaba varios recuerdos, en lugar de ingresar a la casa que siempre detestaría en su vida por múltiples razones. Además, la sirena estaba dentro y era con quien menos quería hablar ahora. No estaba listo para conversar de algo que de alguna manera le competía, cuando ni él mismo era capaz de procesar todavía pese a las evidencias que comenzaba a acumular de manera preocupante.

Así que en cuanto pudo visualizar que Frisk se aproximaba junto con el conejo de masa muscular sobresaliente, caminando dado que seguramente ningún transporte quiso pasar a Snowdin por la razón evidente de ser zona peligrosa para quienes no pertenecían ahí, sacudió un poco sus pantalones antes de aparecerse cerca de ellos.

-Hey. –El único que se sobresaltó con su presencia fue el conejo. –¿Y cómo te fue, bonita?

Frisk tan solo asintió sin mucho ánimo, siendo que el conejo se limitó en emitir una mueca de consuelo que su chica no vió de momento. ¿Estaba maquillada? Se veía muy bien, solo que era una lástima que la licuadora parlante lo hubiese visto primero antes que él. Pero aquello se lo guardó para sí mismo para evitar cualquier problema cuando visiblemente había algo que le estaba pasando por la mente. Tal vez no le había ido tan bien como creía que le saldría la situación y estaba frustrada por llegar con las manos vacías nuevamente, supuso.

-Mettaton me robó un beso.

-¡¿QUE?!

Por un breve momento se giró hacia el conejo que se suponía que debía de cuidarla, pero tan solo mantuvo las orejas bajas mientras hacía un gesto de negación que le indicaba que él no tuvo nada que ver en eso. Ya luego se encargaría del tonto que lentamente comenzó a retirarse hacia su casa, al igual que el maldito al que debió matar en cuanto tuvo la oportunidad.

-En la mejilla, pero fue igual de incómodo. –Que se explicara con tanta calma no le agradaba para nada, pero tenía que recordarse que ella era así. –Me es absurdo que te tenga que contar esto porque no debería de importar si es obvio que me encuentro contigo, pero eso solo es mi percepción. Para tí supongo que es importante.

-Sí, lo es. –Mostrar calma en algo como eso le era extremadamente complicado. Por no decir irritante y molesto. –Gracias por ser comprensiva en esto.

-¿Quieres hacerle daño por esto?

-Quiero arrojarlo en los confines del océano donde nadie pueda encontrarlo nunca más. –Admitió sin importarle por ahora su reacción. Realmente lo mataría si de nuevo se atrevía a hacerlo, aun cuando aquello le molestaría a su bonita. Ya le había dejado pasar una, no volvería a cometer ese error. –O destrozar cada mísera pieza que lo compone lenta y dolorosamente.

-Por favor no lo hagas.

-No hago promesas, bonita.

Sabía que aquello le incomodaba a su chica, por lo que sin ponerse de acuerdo en palabras, comenzaron a caminar lentamente con tal de calmarse cada quien a su manera. Acercándose a la casa que detestaba pero que de alguna manera le relajaba a Frisk, así que tuvo que ceder por esta vez por el bien de ambos. Acercándose a la parte que había quedado algo destruída de paredes y techo desde que los perros habían invadido el lugar y llevándose a la señora de la casa. Ciertamente no parecía ser capaz de poder repararse sin tener que demoler el lugar apropiadamente ahora que lo observaba con detenimiento. Muy seguramente la razón por la cual no parecía que los conejos quisieran volver a hacer algo al respecto para recuperar su fuente de ingresos principal.

-Reconozco que muchas veces me es complicado poder entenderte, pero en cambio tú, pareciera que te es muy sencillo poder comprenderme. –Soltó Frisk al momento de detenerse en un punto. Aparentemente no logrando quitarse eso de la mente por alguna razón. –¿Cómo lo haces?

-Para ser músico requieres paciencia, saber escuchar primero. Y así, poder interpretar tales palabras o sonidos. –Fue la mejor respuesta en la que pudo llegar de forma inmediata. –Lo mismo es con la empatía y los sentimientos, hay que escuchar para poder expresar. Y tú, emites los sonidos más bellos del universo, bonita.

Que Frisk se sonrojara de inmediato tras su respuesta le generó una gran satisfacción indescriptible. Siendo suficiente por ahora para poder dejar de contenerse de su enfado de que ese robot se atreviera siquiera a acercarse a su chica, pero aún más, a sobrepasarse en territorio que no le pertenecía. Y el desgraciado lo sabía más que cualquier otro sin duda.

-Lo siento. –No entendía por qué Frisk se estaba disculpando tras ello. Pero estar justamente en donde ahora recordaba que había estado el altar que estuvieron a punto de ensuciar, le causó algo de gracia que tuvo que guardar para sí mismo para mostrarse sereno. –Sé que no entiendo algunas cosas, eso hace que me sea complicado entender aquello que implica sentir lo que sea. Pero no quita que quiera intentarlo y… lo siento si ello te genera una incomodidad.

-El viejo dice que eres un ser racional, lo que hace que puedas tomar decisiones directas, pero que no puedas comprender las complejidades de algunas emociones. –Le sonrió con ternura de que se estuviera atormentando por una tontería como esa. La amaba tal y como era mucho antes de estar juntos, por lo que una situación así no cambiaría eso ni nada más. –Me gusta más tu modo de ver las cosas, bonita. Sin complicaciones absurdas a diferencia de mí que me tomo a pecho varias cosas. Me ha ocasionado problemas ser así.

-Pues a mi me gusta el modo en que tú ves las cosas. Para bien o para mal, lo haces con pasión. –Le devolvió la sonrisa poco a poco, logrando calmarla de lo que sea que parecía haberle estado atormentando mentalmente y que era la razón por la cual sujetaba su saco con fuerza para no dejar en evidencia que sus manos estaban temblando. –Creo que si te lo propusieras, harías del entorno una bella canción.

-¿Así que en verdad te gusta como canto? –Ya sabía la respuesta, pero aun así quería escucharlo una vez más.

-Creo que comienzo a pensar que me gustan demasiadas cosas sobre ti, aun cuando no las entienda del todo. Por ejemplo, me frustra que muchas veces no me expreses con palabras algunas cosas, pero me fascina que puedas comunicarte con algo tan simple como tomar mi mano para…

La situación había cambiado de forma tan drástica, que sino fuese por los ojos desorbitados de Frisk que cambiaron en el instante sin poder terminar su oración, no habría sabido que algo estaba pasando hasta que se desplomase al suelo sin que pudiese evitarlo entre la sorpresa y el miedo. Soltando una gran cantidad de sangre inmediata desde la espalda mostrada ahora, donde se podía apreciar una enorme hacha creada con magia a la que no tuvo que cuestionarse de dónde había venido, ahora que el causante estaba ante él ahora con una sonrisa que borraría a toda costa con todo el sufrimiento que estaba produciendo.

¡En verdad que no estaba de humor para nadie por todos los malditos que se atrevían a hacerle algo a Frisk!

-¡Ups! ¿Esa era tu noviecita? –Rió el maldito perro de pelaje sucio y aparente gran bigote. –Con eso de que todos los humanos son igual de despreciables, pude haberla confundido.

Sans activó su ojo de forma inmediata a la vez que invocó varios huesos que direccionó hacia él que solo le hicieron retroceder, pero por su parte no se movió ni soltó a Frisk que había perdido el conocimiento de forma casi inmediata al momento en que desapareció el hacha de su espalda. Abrazándola para protegerla por más que fuese algo en vano para un momento como ese. Quería llevársela lejos de ahí, no queriendo combatir si ella se encontraba en peligro de muerte si no hacía algo al respecto. Pero sus reflejos solo hicieron que se desplazara hacia un lado al instante para evitar otro ataque desde otro ángulo. Donde una perra se dedicaba a reír maniaticamente con tan solo verlo sufrir, mientras tenía otra hacha en su mano que malabareaba poco a poco.

Los había reconocido de inmediato, y para mala suerte suya, no eran cualquier par. Eran los asesinos de élite del Gran Don, el matrimonio canino que habían combatido a Muffet y que generaba terror a cualquiera que se topase con ellos por lo que eran capaces de hacer a cualquier distancia mientras disfrutaban lo que hacían. El que estuvieran precisamente en Snowdin no era una coincidencia. Y el hecho de que hubiesen logrado atravesar toda seguridad preventiva indicaba que tal vez ya habían algunos muertos en su camino recorrido para llegar a ese punto. Y si lo habían hecho siendo el Gaster que había estado vigilando la zona, significaba que había fracasado en algo tan simple que solo daba vergüenza ajena.

-Awww, es adorable. ¿No crees? –Le preguntó la canina a su esposo una vez que se reunió con él. –No podremos escuchar tu alma como esos tontos conejos, pero podemos oler tu miedo, esqueleto.

Importándole un bledo la situación, Sans se dispuso a desaparecerse y llevar a Frisk con el viejo para que le curase de inmediato, en espera de que estuviera en casa. Pero ante el intento, nuevamente aparecieron más hachas que solo hicieron que se moviera con rapidez una y otra vez para evitarlas, para que no le llegasen más a Frisk. Definitivamente esos perros no le permitirían irse sin dar batalla, como si quisieran impedirle que pensara en lo que fuera para escapar. Teniendo que limitarse a esquivar una y otra vez sin poder visualizar una salida al estar constantemente bombardeado de tantos ataques afilados que se movían a cierta voluntad y que solo lo desconcertaban.

Esos malditos no por nada eran asesinos genuinos. Sabían estudiar a quienes apuntaban como sus víctimas de carácter especial. Y para conocimiento colectivo, sabían que su debilidad la estaba cargando en ese momento, sin poder hacer algo para salvarla mientras estaba ensangrentada en gran cantidad.

-Descuida, para tu suerte, no estamos aquí para matar a tu preciada humana. –Mencionó el perro mientras tenía más hachas a sus costados, listas para ser arrojadas a cualquier dirección. –No de forma intencional, al menos.

-Estamos aquí por ti, Sans Gaster. –Continuó la canina ahora, malabareando un hacha conforme daba pasos hacia adelante. –Tienes el placer de ser convocado por Asgore Dreemurr. Así que si quieres que esto sea por las buenas, permite que te llevemos personalmente.

Aquello no le sorprendió tanto como el hecho de sentir cómo su novia se movía sutilmente entre sus manos tras escuchar eso. ¿Acaso no estaba inconsciente como había pensado? Si ese era el caso, tenía tiempo de salvarla adecuadamente si daba el suficiente lapso para que el viejo, Papyrus o la flor parlante acudieran al lugar si hacía algo para llamar su atención de forma ruidosa. Pero si Frisk había escuchado aquello, definitivamente no se la pondría fácil por más que estuviese en un estado débil. Siendo que seguramente no se lo perdonaría si se entregaba como se lo estaban indicando. Poniéndose en peligro una vez más por su culpa, de algo que nadie era capaz de visualizar cuál podría ser su desenlace o razón de ser.

Maldita sea, ¿por qué no era capaz de poder mantenerla a salvo de forma definitiva? ¿Por qué tenía que ser él quien la condenara al peligro una y otra vez? En otros tiempos habría estado alerta de un ataque directo como ese y esquivado de forma fácil, pero en su lugar, había permitido que algo como eso pasara frente a él sin que pudiera hacer algo para cambiarlo por lo sorpresivo que había sido para él. Tal vez se estaba volviendo débil y no era capaz de admitirlo todavía. Pero, no podía llamarse hombre si dejaba que su mujer sufriera por su culpa. Y ella le había dejado en claro que estaba dispuesta a hacer lo que fuese para permanecer a su lado, así que era deber suyo responder a ese sentimiento que era mutuo de múltiples formas.

No se entregaría aunque se lo pidieran. Lucharía para que los dos salieran a salvo, aun cuando aquello fuese capaz de consumirlo totalmente de energía. Por lo que no se la pensó en invocar un blaster para disparar directamente hacia ellos con una gran cantidad de magia que le permitiera su enfado hacia la situación y hacia ellos. Siendo que por ese hecho terminó destrozando gran parte del establecimiento que ya se encontraba en estado peligroso seguir ahí, pero siendo lo suficientemente visible y ruidoso para que, además de tratar de eliminar a esos perros de una buena vez, tener como segundo plan llamar la atención en la lejanía en caso de no cumplir con su primer objetivo.

Si bien no era la primera vez que generaba tal ataque de gran alcance, nunca había sido sencillo poder generarlo con intenciones de atacar por la enorme cantidad de energía que implicaba poder crear uno solo. Para ello, y siendo que el creador de dicha técnica era más ni menos que su jefe, tenía como instrucción que fuese un recurso de carácter urgente o inmediato por el poco control que se podía tener de algo que era generado por la ira. Y al igual que ocurría con la adrenalina en sus inicios, una vez logrado su cometido terminaba bastante abatido. Aun así, se mantuvo de pie ahora que cargaba a Frisk con todas sus fuerzas, quien había dejado de moverse, pero que ahora parecía tener una respiración más ruidosa cada vez.

En un movimiento brusco, tuvo que mover ahora su blaster invocado para hacerla de escudo una vez que pudo ver de rápido un par de hachas luminosas a punto de chocar contra ellos dentro de todo el humo ocasionado por los escombros. Teniendo que desplazarse igualmente de rápido ahora cuando otras hachas más aparecieron detrás de él en un movimiento rápido que pudo notar y que terminaron de romper el cráneo flotante que ya no pudo usar más. Ciertamente esos perros dominaban la magia artesanal de una manera bastante agresiva. Mucho más que la rana azulada que había enfrentado en una ocasión.

Y por más que esperó a que alguien se presentara de forma inmediata tras el escándalo, simplemente nadie vino. ¡¿Dónde demonios estaban todos?!

Unas luces naranjas se hicieron presentes en el suelo, obligándole a desplazarse en donde no estuviese aquello que indicaba peligro y que hicieron acto de presencia un tumulto de hachas de distintas formas, pero la perra se lanzó tan deprisa de donde había estado oculta una vez que llegó a cierto punto. Siendo que había mordido a Frisk del brazo para jalarla y arrojarla lejos, mientras que le había hecho que él terminara en el suelo de manera torpe.

Estar pensando demasiado en la incertidumbre de su madre definitivamente le estaba debilitando, pero también, el hecho de no saber cómo proteger a Frisk al haber fracasado justamente con su madre en el pasado. No era alguien que fuese capaz de poder mantener a salvo a cualquiera en primer lugar, ya lo sabía desde un inicio. Y como el idiota que era, permitía que esas cosas ocurriesen por mero egoísmo.

-¿Eso es todo lo que puedes? –La canina se burló mientras mostraba sus largos colmillos ensangrentados, disfrutando hasta cierto punto lo que había hecho y odiándola inmediatamente por su atrevimiento. –Pero qué decepción, creímos que sería más divertido tratándose de alguien como tú. No cabe duda de que querer a una humana es tu condena más…¡AHHHHHHHH!

Sin que alguien pudiese esperarlo, y sin siquiera poder creerlo aunque estuviese ante sus cuencas, la canina retrocedió al estar siendo mordida ahora por la humana que ella misma había arrojado y mordido en primer lugar. Siendo su novia ahora la que estaba atacándola de una manera tan inusual como lo era estarla mordiendo del cuello, sin importarle que tuviese su brazo y espalda ensangrentados, pero ya no con heridas abiertas como podía visualizar rápidamente ahora que había logrado que se apartarse y ahora la tenía hasta cierto punto encima de él, como si quisiera protegerlo cual alimento por ser arrebatado por otros depredadores.

-¿Frisk?

No obtuvo respuesta, o por lo menos, una que pudiera comprender ante el gruñido feroz que escuchó inmediato y que no iba dirigido hacia él, sino hacia los canes que mostraban sus alargados y afilados colmillos en respuesta, como si estuviesen ante un semejante al cual intimidar. Y aquello no le hubiese atravesado por la mente, sino fuera por el hecho de que su novia en verdad parecía un canino más por su forma de estar en manos y pies como un animal, gruñendo y mostrando sus dientes que no opacaban la amenaza de sus contrincantes monstruos. Borrando por completo de sí misma lo que la definía como humana para dar paso a un estado salvaje que podría atacar en cualquier momento a la amenaza del frente. A quienes se disponían a matarlos en cualquier instante.

El viejo ya le había hablado al respecto, incluso Flowey le había advertido de la posibilidad y peligro que implicaba tal estado en ella. Pero ahora que lo contemplaba, simplemente no podía creerlo. No podía apartar la vista de los ojos que tanto le habían encantado como el vino, los cuales eran capaces de encontrar asombro en detalles pequeños y encontrar lo mejor de uno, siendo ahora completamente fuera de sí.

Ya no era Frisk en ese momento. Era furia encarnada.

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¡Tendré vacaciones de pascua! Y por ello, soy la persona más feliz del mundo dado que por fin podré descansar de tanta carga laboral, por lo menos unos cuantos días hasta que mi mente me castigue por no estar atendiendo pendientes, jajaja.

¡Michi fuera!