Undyne no recordaba si en algún momento de su vida se había sentido tan temerosa como en ese preciso momento. Pero no paraba de buscar en cualquier rincón de New Home en el que pudiera esconderse una coneja de edad adulta, incluso revisando más de tres veces el mismo lugar para estar segura. Pero solo se topaba con uno que otro borracho o drogadicto en muy mal estado que no era asunto suyo indagar más. No sabía si la magia de la maldita esqueleto pudiera incluso transportarla más lejos del lugar en el que estaban, porque simplemente no entendía esa clase de magia por más que la hubiese presenciado en más de una ocasión. ¡Maldita sea!
Asgore había estado muy decepcionado de su fallo, por no decir que había terminado molesto con su desempeño. Le había dado la indicación de que nada entrara o saliera y no cabía duda de que el resultado de su deshonra era peor de lo que pudiera imaginarse para que el jefe reaccionara de esa manera. ¡Pero esa maldita Gaster le había arruinado todo! Juraba que en cuanto tuviera la oportunidad, se vengaría de ella también, de todos los esqueletos del planeta si era necesario.
Por lo pronto, tenía que cumplir con recuperar a esa coneja. Solo así podría tener el perdón y confianza de su jefe si tenía mucha suerte. Comenzaba a suponer que no sería tan sencillo considerando la facilidad en la que catalogaba a algunos como enemigos de su causa noble. No quería ser una más, no quería fallarle nunca más.
-¿Necesitas ayuda? –Undyne apenas y se giró para ver quién le llamaba, aun cuando su voz ya le había delatado lo suficiente para no estar perdiendo tiempo. –Parece que se te perdió algo.
-No, largo Lesser. –Siguió dando pasos hacia adelante. –Tengo prisa. Y cada quien tiene sus misiones.
-Creí que la tuya era cuidar algo importante de Don Dreemurr. –Undyne apretó los dientes al escuchar eso. No cabía duda de que el perro había sido un chismoso cuando se suponía que se había retirado con todos los demás en ese momento. –Por la desesperación que presentas, he de suponer que se te escapó alguien.
-¡Nyaaghh! ¡¿Por qué me estás siguiendo?! –Finalmente se detuvo para girarse por completo. Estando a nada de invocar una lanza y metérselo por atrás si seguía de insistente en un momento tan crítico para ella. –Si solo vienes a fastidiarme…
-Quiero ayudarte. Ya te lo dije. –Pese a todo, el perro se mostró calmado ante ella. Incluso el maldito se atrevía a sonreírle de algún modo. –Me conviene que me debas una, ya sabes.
-Eres un maldito pervertido.
-No puedes culparme si eres tú la que usa sus pechos para…
-¡Nyaaagghhh! ¡No tengo tiempo para ti ni para nadie! ¡Se me fue la maldita coneja y no tengo ni idea de en dónde pudiera estar ahora! Y no puedo regresar sin ella, o si no Asgore… ¡AAAAGGGHHH!
No pudiendo más con su enojo y frustración, terminó invocando varias lanzas y arrojó a todas partes sin importarle en qué aterrizarían realmente. Escuchando un gran destrozo en su entorno, mas no un grito o algo que pudiera indicarle que había dañado a alguien en el proceso. Y ciertamente, le daba igual ahora si lo había hecho o no. Tan solo Lesser se estiró con su extraña magia para evitar algunos impactos y se recompuso al ritmo en que se acercaba más a ella.
-Supongo que estás muy alterada para pensar con precisión. Que bueno que vine entonces.
-Solo suéltalo, Lesser. –Tuvo que resignarse tras su arrebato y aun así no tener nada. –¿Qué tienes en mente?
-La coneja querrá regresar con su familia, ¿no es así? Así que lo único que tendrás que hacer es esperarla en su casa. Puedo decirte cómo es el lugar exactamente porque estuve ahí.
-Se te olvida el hecho de que esa coneja se extrajo de Snowdin, el territorio de los Gaster. No cabe duda de que lo tendrán más vigilado tras su escape de prisión.
-No tanto si se mantienen distraídos en algo más. –Undyne alzó la mirada tras eso. –Dogamy y Dogaressa deben de estar por llegar allá, y el resto no han de tardar en intentar lograr ganar la recompensa de secuestrar al primogénito Gaster.
-¿Y tu no?
-Opté por quedarme para saber cómo estabas primero.
-¿Porque soy tu líder? Eres un maldito oportunista.
-Tal vez, pero dentro de toda la manada alguien debía de tener el cerebro. ¿No crees? –Lesser terminó de pie ante ella, lo suficientemente cerca que pudo incomodarla ahora. –Puedo ayudarte con lo que necesitas. Después de todo, soy el que más tiempo ha estado en esto. Conozco el modo de operar del Gran Don, lo que le gusta y lo que no, incluso del señor Gerson y de su esposa. Pero tengo una condición.
-Si es sexo de nuevo…
-Es más que eso. Quiero ser el único que pueda disfrutar de tus pechos. –Ahora se veía bastante serio diciendo eso. –Undyne Fisher, quiero que tengamos una relación.
Aquello le había tomado por sorpresa, pero le causó el suficiente enojo para querer apartarse cuanto menos un par de pasos. ¡¿Qué demonios?! ¿Y ahora qué pulga le había picado a este? Tenía cosas mucho más importantes que esa clase de boberías.
-¿Por qué quieres eso?
-No soy un maldito cursi para expresar esa clase de cosas.
-Entonces con menos razón entiendo que quieras algo ridículo como eso. –Soltó cada vez más molesta. En verdad que solo le estaba haciendo perder tiempo valioso. –Nos hemos acostado en un par de ocasiones y ya. Solo es eso. No te estés imaginando cosas ahora.
-¿Crees que no soy ambicioso?
-Eso no tiene nada que ver con esto.
Sin más qué decir, se retiró para seguir con su búsqueda, aun cuando la sugerencia que le había dado de esperar en Snowdin había sido buena. ¿Una relación? Pero qué tontería… Ella no estaba interesada en esa clase de cosas que mujeres débiles caerían sin dudar ante la desesperación de no quedarse solas toda su vida. Sin ser capaces de poder tener el control en cuanto no tuvieran un hombre al cual depender en un estilo de vida que no era para ella. Nunca había estado eso en su mente de estar sujeta de la mano de alguien, caminando por el mar en calma, besándose…
Sacudió rápidamente su mente ante la sonrisa que se le atravesó en sus recuerdos, aproximándose a ella para besarla. ¡Lo que menos necesitaba era recordar eso justamente en ese momento!
-¿Puedo agregarle algo más a mi oferta? –El maldito perro alcanzó su paso nuevamente.
-Piérdete, Lesser.
-Como dije, conozco a la perfección lo que le gusta o no a nuestros superiores. Es por eso que sé la importancia que tiene el matrimonio Boom para el Gran Don, pero es algo que puede romperse con la facilidad de tener su confianza en mayor cantidad que ellos. –Continuó con su discurso pese a todo. Tal parecía que era algo que ya había estado planeando desde hace tiempo, pero el que quisiera involucrarla en algo así le irritaba ahora. –Podríamos ser la pareja que remplace la confianza absoluta del Gran Don. Su nueva mano derecha e izquierda.
-Tanto tú como yo les debemos mucho a esos dos reptiles. No vamos a traicionarlos sólo porque tienes el impulso de querer tener más poder.
-No es traición si se busca superarlos. Sería un halago a su intelecto como instructores, ¿no crees?
-Déjame trabajar.
-Estoy hablando en serio. Con tu fuerza y mi astucia, en verdad creo que podemos superarlos si obtenemos la confianza del Gran Don. –Undyne siguió caminando sin tener el ánimo de seguir escuchándolo. Estaba a nada de golpearlo si seguía así. –Que acá entre nos, no le bastará con que le regreses a la coneja así sin más. Mientras más te tardes puede que te baje de rango por el simple hecho de que ya fallaste una vez.
-Eso ya lo sé.
-Entonces deberías de escuchar atentamente el plan que este apuesto perro tiene para ti. Paso uno: acepta ser mi pareja.
-¡Agghh!
-¿Soy poca cosa para ti, o por qué te estás negando?
-¡Es porque es algo ridículo! ¿Nos acostamos un par de veces y ahora resulta que te gusto? ¡Tengo cosas más importantes por atender que esta tontería tuya!
-Si encuentro a la coneja por ti, ¿aceptarías?
-¡Nyaggg, está bien! Solo déjame en paz por ahora.
-Hecho.
Finalmente pudo deshacerse del maldito perro para enfocarse en su propia búsqueda. Solo esperaba poder encontrarla primero para no tener que arrepentirse de más cosas.
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Papyrus había esperado toparse con algo de alguna manera indiferente o deprimente al llegar a casa, considerando cómo había visto a Sans antes de irse a buscar su información que tan solo había resultado una pérdida de tiempo. No obstante, se había dado con la sorpresa de que Sans no estaba en casa con su sufrimiento fuera de sí, y que el viejo estaba recién entrando llevando un niño humano en brazos, al cual llevó sin miramientos hacia el sótano donde hacía todas sus labores quirúrgicas para extracción de la materia prima que alimentaba a su familia.
Por lo regular esa clase de trabajos los hacía con adultos ante su regla de respetar cuanto menos a los cuerpos infantes, por lo que en verdad le preocupó que pudiera verse desesperado de obtener algo que podrían conseguir en otro humano más favorable. ¿O acaso estaban bajos de ganancias recientemente por haber estado en prisión? Así que al momento de acercarse para ver qué era lo que quería obtener del cuerpo en particular, se llevó una sorpresa aún más aterradora de ver que se encontraba todavía con vida y retorciéndose de dolor al grado de la inconsciencia. Tal vez incluso el niño no tenía ni idea de que estaba siendo llevado a su perdición en manos de un monstruo.
-¡¿QUÉ DEM…?!
-Bien, estás aquí. –El jefe ni siquiera levantó la mirada por concentrarse en acomodarlo en la camilla metálica. –Ponte un cubredientes y ayúdame a anestesiarlo.
-¿ANESTESIA? CADA VEZ TE ESTOY ENTENDIENDO MENOS.
Aun así hizo caso con ayudarlo con prisa, sabiendo que en el proceso le contaría los detalles si los consideraba necesarios. Y para buena suerte suya, estaba siendo el caso ante la evidencia no visible de estar algo nervioso con ese hecho. Aunque también debía de reconocer que el jefe estaba siendo más accesible con las preguntas recientemente que como recordaba su infancia. Tal vez había sido la influencia de Frisk con su presión latente a conversar a toda costa, o por el hecho de que estuvieron por morir en manos de la policía si no se hubiera encontrado una solución aplastante. Pero no cabía duda que el hombre que venía siendo su padre estaba cambiando poco a poco, y eso de algún modo le aliviaba por encima de todo lo que aún le dolía sobre él y que ya no estaba seguro de si sería necesario mencionar.
-NO PUEDO CREER QUE ACCEDIERAS A ESTO.
-No puedo creer que lo esté haciendo ebrio.
-JEFE, ESTO ES SERIO.
-Los padres no se enterarán, tranquilo. Ya he abierto cuerpos con copas demás.
-¡PERO EL OBJETIVO ES MANTENER VIVO A ESTE!
El jefe no hizo mención de nada más tras ello, concentrándose mucho más en lo que estaba haciendo ahora que en verdad le tocaba abrir el cuerpo del niño.
A decir verdad, había algo magnético el observar lo serio que estaba en ello al notar la diferencia de otras veces. Que alguien le pidiera por primera vez que salvara una vida cual médico debió de emocionarlo de alguna manera, pero también debía de ser algo abrumador saber que un error podría costarle no tener ni una sola oportunidad más, o por lo menos sabía que ese sería su caso personal si lo hubieran agarrado en tal estado. Aunque también podría ser que el alcohol lo convenciera de ser invencible y lograr todo lo que se propusiera.
Pero se había frenado al momento de tomar el bisturí. Al momento de estar por hacer el corte en el niño que habían logrado adormecer e inmovilizar sin mucho esfuerzo.
-¿Qué… estoy haciendo?
-¿QUÉ?
-Estoy tratando de salvar una vida, pero yo no hago esas cosas. No soy el adecuado para hacer esto. –Aunque se viese serio, pudo notar que en efecto se estaba dejado llevar por el alcohol que tenía encima todavía. Y eso lo llevaba a estar con emociones que no reflejaba con facilidad. Eso era muy malo para un momento como ese. –Solo soy un maldito carnicero.
-NOS ENSEÑASTE MUCHO SOBRE EL CUERPO HUMANO EN SU MOMENTO. –Trató de calmarlo mientras no paraba de sujetar la anestesia para mantener dormido al niño. –SABES CÓMO HACER ESTO.
-No sé cómo acepté hacer esta tontería.
-JEFE…
-Soy un soldado, un asesino… yo no salvo vidas… solo las arruino…
-¡PERO AHORA PUEDES HACERLO! –Tuvo que exclamar para hacerle entrar en razón. Notando que toda su paranoia se estaba volviendo un ataque de pánico en el peor momento posible. –TÚ MISMO ME LO DIJISTE UNA VEZ. ES MÁS SENCILLO APRETAR EL GATILLO QUE APUNTAR, ¿LO OLVIDAS? EN ESTE MOMENTO ESTÁS APUNTANDO A LO QUE REALMENTE QUIERES HACER. ¡Y ESTOY CONTIGO PARA LO QUE SEA!
Finalmente levantó la mirada para observarlo, notando que en efecto estaba teniendo un momento temeroso, pero de alguna manera sus palabras le hicieron entrar en razón de un estado aislado. O por lo menos eso le hizo creer al momento de asentir y hacer finalmente el corte en el cuadrante derecho tras haber limpiado la zona y respirar profundo dado que se le había olvidado esa parte importante. Usando sus manos flotantes para abrir mucho más la apertura y comenzar a revisar con cuidado.
En verdad que era tan extraño verlo tan vulnerable, tal y como lo había presenciado por primera vez en aquella ocasión en que Frisk rompió una taza, o en prisión donde se disculpó por no tener algo por hacer para sacarlos. Así que definitivamente no era el alcohol lo que le hacía ser tan abierto a comparación de lo que recordaba en toda su vida. Algo había cambiado en el hombre que venía siendo su padre.
-Cada vez me convenzo más… de que heredaste el corazón de tu madre. –Su voz sonaba bastante bajo, pero había logrado captar sus palabras. –Me da gusto eso.
-¿QUÉ…?
-Maldición, esto es más delicado de lo que creí. –Murmuró el jefe al poco tiempo, irrumpiendo lo que sea que se le había atravesado por la mente antes. –Está obstruyendo la arteria ilíaca.
Aquello no era nada bueno a lo que podía acordarse, más no comentó nada más para no distraerlo de lo que tenía que hacer para evitar un mal corte. Un paso en falso en una situación así y tendría que cortar la pierna al niño para controlar un sangrado que podría empeorar mucho más.
Por lo que se dedicaron a ignorar una que otra insistencia que se escuchaba al otro lado de la puerta. Lo que sea que quisieran los seguidores grises, podría esperar en comparación.
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Sans no podía creer lo que estaba pasando, pero definitivamente no era producto de su imaginación por más retorcida que podría ser su mente en las peores situaciones. Frisk estaba defendiéndose, rugiendo a su manera, atacando con uñas y dientes contra la canina que estaba dispuesta a matarla de la forma más dolorosa posible, pero siéndole toda una odisea ante el hecho de que las hachas que invocaba una y otra vez no parecían hacerle un daño absoluto. Incluso parecían hacerla más agresiva con cada intento.
Y algo le decía que aquello pudiera tener relación con el hecho de que Frisk ocasionalmente rechazaba su magia movilizadora. Siendo una fuerza imparable que parecía ir en incremento de agresión conforme más se le provocaba. Conforme más se le pretendía dañar. Siendo una total Amenaza de Mortalidad.
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Ahora le encontraba sentido a esa sigla, recordando que la flor parlante ya le había hablado al respecto al momento de dejar en claro sus sentimientos por ella. Sobre que tal nomenclatura era el proyecto de una "nueva naturaleza" partiendo de regular la resistencia que tenían los humanos y traspasarlo a los monstruos sin efectos secundarios destructivos. Y tras las palabras que había leído del aparente sujeto asesinado por el Gran Don, tal parecía que aquello que se había tratado de un fracaso debía de ser por mejorar aún mucho más la resistencia humana que ya les caracterizaba desde antes.
Una fuerza imparable contra una fuerza indomable. Esa debía de ser la razón por la cual el Gran Don debería de temerle de alguna forma al grado de tenerla alejada. Y esa debía de ser la razón esencial por la cual había sido invocada en la ciudad. Frisk en todo el sentido de la palabra, era el punto débil de La Bestia a como lo había concluído desde antes. Alguien a quien no podía dañar ni aunque quisiera.
Pero no estaba para sobreanalizar eso de momento. No podía quedarse atrás, defendiéndose del can que estaba siendo su oponente personal igualmente molesto y sangriento como lo era la esposa. Siendo una batalla de pareja contra pareja que le habría encantado evitar a toda costa, pero que ya no tenía otra opción más que permitir que fuese así. Después de todo, no contaba con la habilidad de curarse rápido para tomarse a la ligera ciertos ataques peligrosos, haciendo que deba tomarse más precauciones que de costumbre en cada ataque, pero a su vez, haciendo que deba desplazarse a corto espacio más de la cuenta una y otra vez.
Si no podía mantener a Frisk fuera de eso, lo que le quedaba era permitir que ella misma se defendiera, aún cuando aquello implicaba lo que le había advertido Flowey. El cual, ¿dónde demonios estaba? ¡¿Dónde estaban todos?! Más que nunca necesitaba refuerzos, apoyo de lo que fuera. Él se encontraba agotado ante el arranque de magia que tuvo que emplear, por lo que no le quedaría mucho antes de que se quedara en el extremo de no poder usar su magia, o peor, al grado de la inconsciencia por fatiga extrema. Pero no estaba dispuesto a rendirse.
-¡Maldita humana! ¡¿Por-qué-no-te-mueres?! –Enfatizaba la perra con cada corte que quería hacerle. –¡Es justo como lo dijo Undyne! ¡Esta humana no es normal!
Undyne, Undyne… tuvo que hacer memoria para recordar ese nauseabundo nombre, siendo algo desagradable por tener en mente. Era aquella rana celeste de la que no había logrado deshacerse, ¿cierto? Y si lo que mencionaban los perros era que ya se había enfrentado a ella en tal estado… ¡Maldita sea! Que le perdonara Papyrus, pero esa tipa era un muy mal gusto de su parte.
No pudo pensar en ello al tener el reflejo inmediato de cachar a su chica tras ser arrojada por su oponente con evidente desesperación. Que si bien había corrido el riesgo de ser atacado por ella en el estado en el que se encontraba, tan solo se mantenía con respiración entrecortada mientras estaba cargándola como siempre. Por lo menos no parecía querer morderle al igual que a los canes, pero tampoco se veía relajada estando en sus brazos.
-Frisk, ¿puedes reconocerme? –Le susurró.
No recibió una respuesta verbal nuevamente, pero el par de olfateadas que recibió inmediatamente de su parte le confirmaban que la hipótesis del viejo de que aquella alteración que tenía podría ser algo hormonal partiendo de su olfato desarrollado, no era para nada descabellado ahora. Después de todo, Frisk ya le había hecho mención de que le gustaba su aroma, siendo incluso que podía reconocerlo aproximándose con ello a sus espaldas. Y aun en el modo en el que se encontraba, seguía siendo capaz de ubicar su olor, siendo así que al menos él estaba a salvo de la agresión que estaba mostrando su chica hacia sus oponentes. De su situación fuera de sí misma en muchos aspectos.
Necesitaba saber más aquello sobre el proyecto " ." y la relación que tenía el viejo con eso si había sido mencionado en la carta. Pero ahora necesitaba poder sobrevivir y sacar a Frisk de ahí a toda costa, fuera capaz o no de poder regenerarse a gran velocidad. Su corazón acelerado por cada ataque que recibía su novia le cobraría factura en cualquier instante por alterarlo cada vez más en temor de que alguno de ellos diera en el blanco. Pero a quien querían con vida después de todo, era a él. Así que más le valía tener que usar eso a su favor de alguna manera por el bien de ambos.
-Awwww, pero qué lindo. –Se burló el perro al momento de verlos. Lo cual era una evidente pausa por el cansancio que estaba teniendo su esposa. Era algo que habría aprovechado si no fuera por el cansancio que él mismo tenía también. Y tal vez en peor estado incluso por más que no quisiera demostrarlo. –Si tanto lo desean, los podemos llevar juntos. Tal vez nos paguen mucho más si los llevamos a ambos.
-No querrán cometer ese error. –Soltó Sans, replicando su sonrisa burlona a la par que bajaba a Frisk con cuidado. La cual se mantuvo en pose defensiva a su costado de forma inmediata. –He de suponer que no saben de quién se trata ella para su jefe, ¿no es así?
-Solo es una mugrienta humana más.
Acto seguido, ambos perros se lanzaron hacia ellos, a lo cual Frisk hizo lo mismo sin indicación alguna y Sans tuvo que seguirla para no quedarse atrás en todo. Frisk evidentemente no era alguien que supiera pelear y no era algo por cambiar en sus estado alterado, pero sí el hecho de tener mayores reflejos y agresiones en lo poco que podía hacer en un modo salvaje. Esquivando varios de los ataques saltando de un lado hacia otro, zigzagueando cuando lo necesitaba y entrometiéndose en el camino cuando se trataba de evitar que un hacha le llegara a él. Casi atrapándolo con los dientes y haciendo que desapareciera tal magia en el acto.
Estaba en la naturaleza de muchas criaturas el poder usar dientes y garras para defenderse de depredadores, así como el ser un cazador en busca de obtener alimento. Pero la forma en la que Frisk lo hacía… no estaba seguro de si era por el hecho de estarse afrontando a dos perros, pero su chica parecía actuar como un canino. O por lo menos eso le parecía por la forma en la que correspondía las agresiones de los asesinos que respondían a sus gruñidos de forma espontánea. Gruñendo como un animal y mostrando los dientes, colocándose frente a él en varias ocasiones como si quisiera protegerlo. En verdad era como si estuviera defendiendo al alfa de su manada si recordaba sus clases en casa sobre cómo funcionaba la fauna en algunos mamíferos.
Una manada… muchas mujeres cazadoras… Un hombre llamándose a sí mismo rey. Ahora lo estaba entendiendo mucho más.
Aunque quisiera mover a Frisk para separarla de un flanco, era tarea imposible al estar rechazando también su magia. Por lo que tuvo que aprender en ese instante a moverse al ritmo de ella. Dejando que ella diera el primer ataque para el hacerle segunda, siendo una competencia de resistencia entre parejas para ver cuál caía primero. Nivelando un poco la situación al contar con la resistencia y energía infinita de su chica cada vez más agresiva conforme recibía algún corte de las múltiples hachas que aparecían en todos lados. A lo cual, no hacía falta pronosticar que en cualquier momento caerían ambos en querer usar su armas reales. Sans ya estaba preparado para eso también. Después de todo, su especialidad eran los combates a corto alcance en momentos como ese. El viejo se había asegurado de que fuese así sabiendo sus limitantes.
Pero a lo que no lo había preparado era para tener al amor de su vida combatiendo a su lado, teniendo que soltar toda duda de querer mantenerla a salvo y fuera de eso. Frisk le había dicho una vez que lo que menos quería era que él siguiera manchándose las manos y que sería su razón para adentrarse en su mundo, pero ninguno de los dos había contado con el hecho de que era algo imposible de lograr cuando tarde que temprano un pleito siempre llegaba a su modo de existir. Una razón más para no creer en las promesas. Solo en el presente, en uno en que todavía podía hacer algo. Todavía podía pelear. Todavía podía seguir a su lado.
-Deja de ocultarte en la falda de tu mascota, Sans Gaster. –Exclamó el perro tras haberle lanzado varias hachas y no logrado hacerle daño por el hecho de que Frisk atrapó algunas de golpe. Curando sus heridas casi de inmediato. –¡Pelea tu propia batalla por tu cuenta!
-Lo siento, pero en cuanto ella me quiera en su vida, tengo razones para no permitir que me lleven. –Sans sonrió a la par que iluminaba su ojo una vez más. Estando dispuesto a darlo todo si estaba solo con ella. –Solo haganme un favor si sobreviven, ¿quieren? Díganle a su jefe que no se preocupe si esa es su razón por invocarme, que ella esta muuuuuy bien atendida por mis manos.
-¿De qué dem…?
Agarrándolos distraídos por ese hecho, Sans invocó varios huesos en toda la zona para contrarrestar los puntos en donde los canes invocaban sus hachas. Si bien no eran competencia para sus hojas afiladas, impedían cuanto menos las zonas de peligro para ponerlas a su favor. Además de poder sostener el lugar un poco más, que estaba a nada de volverse un tumulto de piezas irreparables que les caerían encima.
Teniendo una gran cantidad de varios huesos afilados apuntándole a sus enemigos. Siendo su única oportunidad de darlo todo.
-Mi turno de atacar.
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-¡Rápido, corran!
-¿Dónde está Annie?
-¡Aquí estoy! ¡Vamonos!
Ronnie no podía apartarse de todos en cuanto no pudiera asegurarse de que había sacado a toda su familia de aquello que había surgido de la nada. Tan solo había dejado que Frisk hablara con su novio estando a solas mientras que él se había metido a su casa, cuando todo se estremeció al grado de que tuvieron que huir a toda costa del peligro que no les cabía duda que estaba surgiendo a tan solo un costado.
Los Gaster… siempre eran los Gaster. Por más que quería estar en paz con ellos, queriendo tomarlos como aliados del barrio como muchos lo estaban haciendo poco a poco, simplemente no era su caso dado que parecía que eran una desgracia para su familia cada vez que les permitía estar cerca. Cada vez que accedía a un capricho de ellos por más mínimo que pareciera.
Aun así, no podía evitar preocuparse por Frisk, quien seguramente estaba en aquello que estaba surgiendo. Por lo terca que era, no cabía duda de que no querría separarse de Sans si aquello implicaba un peligro para él, por lo que no era una opción viable tratar de ir por ella si de cualquier forma no se lo permitiría. Aunque el hecho de que no intentara alertarlos a ellos también se le hacía extraño, por no decir preocupante si le había pasado algo.
Se sacudió su mente inmediatamente al momento en que dirigía a su numerosa familia lejos de ahí. No, no podía cuestionarse esa clase de cosas cuando le correspondía ser el hombre de familia, el líder de su casa. Tenía que ver por lo suyos, antes que todo lo demás. No podía permitirse perder a alguien más. Así que los encaminó a todos al punto más cercano que pudo encontrar en donde podría tener a su familia resguardada y contactar a quien sea que pudiera ayudarlos con la situación antes de terminar perdiendo toda la casa.
-¡Grillby! –Recordó el nombre del bartender al momento de entrar y dejar la puerta abierta hasta asegurarse de que todos estuvieran entrando. –Hay un atentado en nuestra casa por seres ajenos al barrio, necesito mantener a todos a salvo.
-¿De qué…? –El dueño del lugar ni siquiera se molestó en que invadieran su restaurante que realmente se trataba de un bar. Mas bien parecía preocupado por lo repentino que parecía ser las cosas. –¿No se supone que ustedes escuchan en la frontera para evitar invasores?
-Son unos perros engañosos. –Respondió una de sus hermanas con prisa. –Solo pudimos escuchar lo mucho que se amaban el uno al otro.
-¿Perros?
Parecía que algo en ello le llamaba la atención al apartar su vista y enfocarse en sus escaleras, y fue así como Ronnie supo que de algún modo estaban en la misma sintonía al momento de escuchar eso, aun cuando no se miraran el uno al otro.
En efecto, si se trataban de perros atacando en su hogar, era imposible no relacionarlo con los que se llevaron a su madre. Y ahora por esa razón más quería regresar, por esa razón estaba preocupado por Frisk no solo por ponerse en peligro como solo ella sabía hacerlo, sino porque muy seguramente haría lo que fuera por ir en busca de su madre, tal y como debió de hacerlo él en primer lugar, en vez de quedarse con los brazos cruzados por más que quisiera ver por todos.
¡Maldición! No podía dejar de preocuparse, aun cuando no era asunto suyo. Aun cuando debía de estar más molesto por el hecho de llevar el pleito a su casa una vez más. Los Gaster, los detestaba tanto como el hecho de comenzar a envidiarlos. Sin importar cómo fueran las cosas, sabían estar de pie, luchando, defendiéndose y haciendo que las cosas siguieran circulando alrededor de ellos. Tal vez era que Frisk encajaba tanto con ellos, o que ellos encajaran con ella, quién sabe.
-Frisk y Sans están ahí. –Insistió Ronnie. –¿Puedes contactar a alguien de la familia?
-Puedo hacerlo. –Por alguna razón no apartaba la vista de sus escaleras. ¿Acaso estaba al pendiente de su sobrina? Recordaba algo sobre que era una niña problemática. –Aunque algo me dice que la ayuda ya va en camino.
-Bien. Te encargo a mi familia.
-¡Ro, no vayas a…! –Escuchó que Shyren le decía, pero aun así se retiró.
No, no podía quedarse de brazos cruzados. No podía permitir perder también la casa al igual que había permitido que perdieran el negocio. Necesitaba hacer algo, aun cuando no fuese de mucha utilidad en combate. Y eso era algo que le había querido decir Don Gaster aquella vez, ¿cierto? ¿De qué le había servido entrenar tanto su cuerpo si no era capaz de salvar a nadie? ¿Tan solo… había sido para estar a la par del hombre que amaba? ¿De quien de cualquier forma se enlistaría al ejército y seguramente no le vería nunca más?
¡Era un idiota! ¿Por qué se cuestionaba esa clase de cosas una y otra vez? ¿Por qué siempre tenía miedo? Podía verlo a través de los demás en el barrio cada vez que pasaba cerca de ellos, escuchando la lástima que producía en todos al querer ayudarle como el pobre que no era capaz de poder hacer algo por su cuenta. El ahora huérfano que tenía que hacerse cargo de su numerosa familia que solo sabían coger para sobrevivir. ¡Estaba harto de todo eso! Necesitaba mantener a todos juntos, a todos a salvo… pero ya no tenía ni idea de cómo. Sus hermanos ya le estaban cuestionando demasiado sobre hacer lo que fuera, atravesar la barrera que su madre se esmeró en que nunca pasaran, aun con necesidad. A lo cual coincidían un poco con las palabras de la humana que había permanecido con ellos como una igual. Alguien por acoger, pero que les había arruinado al final del día.
No… no era así. Ella había querido ayudarlos, seguir adelante. Y él se lo impidió. Pero aun así, ella lo siguió contactando, lo siguió manteniendo en el margen que más le convenía porque si bien había cambiado sus necesidades en su corazón, no significaba que cambiara su percepción absoluta de las cosas, ¿no era así? Y es por ello que él aun así le permitió poder contactarle, ahora se daba cuenta. Aún creía en lo correcto, aun tenía su brújula apuntando a lo mejor, aun cuando implicara meterse ella misma en el problema si otros no eran capaces de salir, porque ella de una u otra forma, querrá poder empujarlos a la fuerza para que salieran. Es así cómo era realmente, alguien que por medio de la verdad sacaba a todos del conformismo.
Frisk… Le atemorizaba de alguna manera, pero la admiraba mucho más que todo el malestar que era capaz de producirle. Necesitaba alcanzarla, poder ser como ella. Y sobre todo, regañarla nuevamente por meterse en problemas.
Saltó con todas sus fuerzas para llegar lo más pronto posible, lográndolo entre edificios para no demorarse entre la gente que estaba corriendo en sentido contrario. Pero en ello, no pudo percatarse a tiempo de que había alguien que también lo estaba haciendo, alguien a quien tan sólo percibió un gran temor, pero que aun así le arrojó contra todas sus fuerzas para tenerlo preso en el suelo con poco esfuerzo.
-¿Quién eres, sensual conejito?
Ronnie no respondió, pero fue por lo desconcertante que había sido su aterrizaje hacia él. Además de que era evidente que se trataba de una mujer por su voz, y por sus brazos y piernas descubiertas de que se trataba de una humana, el hecho de que portara una especie de antifaz de madera le extrañó de una manera que no pudo explicarse a sí mismo de por qué aquello le generaba temor de cualquier manera. Si bien parecía una zorra albina dispuesta a cazarlo inmediatamente, su alma gritaba lo aterrorizada que estaba realmente. Y era evidente que no era por él, pero al menos aquello era suficiente para saber que no estaba ahí para matarlo ni a nadie más, por más capaz que pudiera parecerlo.
En realidad, parecía que quería seducirlo por la forma en la que se estaba sentando en su entrepierna para obligarle a no levantarse.
-Eso no te servirá. –Le comentó de inmediato para que parara.
-Me doy cuenta de eso. Que pena, nos habríamos divertido. –Comentó la humana con una risa burlona que no le sentó para nada bien. Al parecer había sido demasiado evidente que eso no le había atraído para nada. –No tengo intención de matarte, así que no digas nada a nadie sobre que me viste, o harás que cambie de opinión y vaya a cazarte. ¿Te quedó claro? Ahora corre con los demás.
-El establecimiento que está siendo agredido es mi hogar. –Intentó levantarse a la fuerza, pero la humana lo apresó mucho más para evitarlo. No tenía ni idea de cómo lo hacía. –No me iré con las manos vacías.
-Tendrás que hacerlo.
-¡Dije que no!
Sin importarle que estuviera por dañar a una chica, la sujetó de la cintura y la arrojó lo más lejos posible, a lo cual la humana dio un giro con el impulso y se mantuvo de pie con suma facilidad. Recibiendo una risa picarona de su parte que no coincidía para nada con lo atemorizada que estaba su alma. Había algo muy extraño en esa chica, pero no tenía tiempo para tratar de averiguarlo. Por lo que emprendió carrera hacia su casa, siendo de algún modo perseguido por esa chica enmascarada que mas bien parecía querer mantener su paso ni siquiera por un esfuerzo, sino porque se estaba obligando a hacerlo. No le cabía duda de que parecía ser alguien sumamente atlética por la forma en la que se había arrojado a él o por cómo se había reincorporado. En definitiva no había algo de sentido en ella, al igual que todo lo que rodeaba a los Gaster.
No estaba seguro de si era bueno permitir que alguien como ella llegara al mismo destino, pero al momento de llegar al techo más cercano, se le olvidó por completo lo que sea que había estado pensando de su aparente acompañante. Porque además de ver con horror que su casa estaba cada vez más demolida, contempló cómo Sans y Frisk estaban combatiendo un par de perros blancos que hacían aparecer una y otra vez unas hachas anaranjadas, a la par de la gran cantidad de huesos que invocaba el esqueleto y de los cuales la humana se apoyaba para balancearse y saltar hacia ellos en cada oportunidad. ¿Qué demonios…? ¡¿Frisk sabía de combate?! Bueno, podría tener sentido que los Gaster le enseñaran, pero no el que pareciera un animal usando manos y pies como patas para moverse.
Pero ahora podía verlo. Sans y Frisk, definitivamente no eran una pareja cualquiera a la que le gustaba tomarse de las manos o regalarse cosas con frecuencia. Sabían apreciarse de una forma inalcanzable al grado de estar dispuestos a arriesgar su vida, sin darse opción a fallar, sin permitirse no regresar con el otro por el simple hecho de no poder imaginarse su vida sin estar juntos. Se apreciaban de una forma inalcanzable y se apoyaban entre ellos sin siquiera comunicarse. Como si encajaran de una manera inexplicable, tal vez incluso para ellos y no se detenían a cuestionar eso.
Él… de algún modo él quería eso en su vida.
-Conejo, ¿tienes algo que pueda tener un aroma muy fuerte? –Por alguna razón, su pregunta iba de la mano con el enorme temor que estaba proviniendo de su alma. Resonando con una intensidad que le hizo recordar a lo que había escuchado hace tiempo en la lejanía. ¿Se trataría de ella? –Una loción, un producto de limpieza. ¿Algo así?
-Puedo buscar algo dentro de todo este desastre.
-Bien, en cuanto lo tengas, arrójalo en cuanto te lo indique, ¿de acuerdo?
-¿Quién eres? –Ahora se giró hacia ella, cada vez más extrañado. –¿Por qué quieres ayudarlos?
-No es asunto tuyo.
Sin más preámbulos, la humana se precipitó hacia el lugar, aunque no sin antes dejar escapar una lágrima que Ronnie apenas pudo percibir debido a su cercanía. ¿Quién era esa humana, y por qué usaba un antifaz de zorro?
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Chara sabía que estaba siendo una idiota por entrometerse en algo que tal vez podría salir por su cuenta si un Gaster estaba ahí, pero ver que su hermana estaba combatiendo con él, y que además no parecía estar mentalmente estable a lo que debería ser naturalmente, simplemente no pudo quedarse de más brazos cruzados, por más que su objetivo había sido pasar desapercibida siempre, velando por su seguridad.
Frisk parecía estar en peligro tal y como le había atemorizado que así fuera, o aún peor, más allá de lo que se habría imaginado en espera de solo ser eso, su imaginación de que algo así no fuese posible. Se suponía que solo habían experimentado con ella, que la peor parte se la había llevado ella para que no tocaran a su hermanita, sin contar que era la preferida por esa bestia, y siendo la razón por la cual Asriel había optado por ser salvada ella primero antes que Frisk. Pero no cabía duda de que en cuanto no estuvo presente, optaron por seguir con ella mientras el mundo entero la daba por muerta, justo como a ella. Siendo usadas por sujetos con sus respectivos intereses cual objetos de batalla por apostar y arriesgar.
Pero no era tiempo para recordarse eso. Ahora quería creer que debía de tener una razón por la cual seguía con vida pese a no quererlo desde hace tiempo. Y tal vez la respuesta estaba ahí, agonizando en su estado salvaje sin ser consciente de lo que hacía, manchándose con su propia sangre al recibir toda herida sin temor o represalia, sin ser capaz de parar, sin sentir algún agotamiento por un cuerpo modificado para seguir en contra de su propia voluntad. Solo ser agresiva hasta que su oponente no existiera más, sobreviviendo siempre el más fuerte.
Pero el hecho de que fuese cada vez más agresiva e impulsiva, no cabía duda de que eso se debía a que ya habían tratado de matarla más de una vez en ese instante. Si bien Chara perdía el conocimiento cada vez que le ocurría al grado de no tener memoria alguna de lo sucedido, Kris le explicaba lo tanto que se alocaba al entrar en tal estado, siendo que había tenido que amordazarla con lo que fuera hasta que lograra traerla de regreso con algo que le aterrizara en el presente. Y por lo que observaba, tendría que hacer algo así mientras el esqueleto atacaba con toda su energía para contrarrestar todas esas hachas, pero siendo evidente que no estaba siendo capaz de mantener a Frisk fuera de todo al tener que priorizar la defensa. Un idiota total, no le cabía duda.
Tomando desprevenido a uno de los perros, lo pateó lo más fuerte posible para alejarlo, haciendo que la otra can se desconcertara lo suficiente y hacerle lo mismo al otro extremo. Pero pese a ello, pudo percibir a tiempo que un hacha había sido lanzada hacia ella, a lo cual pudo tomarla con precisión y dejarse llevar por el impulso para girar y detener a la otra con la misma para evitar otro ataque. Colocándose en posición de ataque esta vez y agradeciendo que el entrenamiento de Kris con constantes armas finalmente le rindiera frutos.
Quienes fueran esos perros, sabían reaccionar rápido, muy rápido a cualquier ataque y no parecían inmutarse al daño que provocaba a su paso y sus consecuencias. Tal vez esa era la razón por la cual el esqueleto se veía bastante agotado y con pocas opciones de seguir adelante. Aun así, estaba furiosa con él en ese preciso momento.
-¿Cuántas heridas de gravedad le han hecho ya? –Le preguntó inmediatamente al ser su único objetivo realmente de estar ahí en escena. –Eres el novio, ¿no? ¡¿Cómo pudiste permitir que le hicieran daño?!
-¿Quién…?
-¡NO LA MERECES SI PERMITES QUE LA LASTIMEN!
Había exclamado con enojo al mismo tiempo que se defendía nuevamente de las hachas constantes que llegaban hacia su punto, queriendo de alguna manera evitar que todo ello les llegara al esqueleto y a su hermana para hacer tiempo de que se fueran y se encargara ella ahora, pero en pocos segundos tuvo que retirarse en grandes saltos para evitar ahora que su hermanita, quien estaba gruñendo y corriendo hacia ella fuera de sus cabales, no la alcanzara al aparentemente estar furiosa con ella ahora por haber agredido verbalmente a su noviecito. O por lo menos eso quería creer, porque por más que ella pasara por lo mismo en la experimentación, no tenía ni idea de cómo era que funcionaba el hecho de que parecía tener el impulso selectivo de defenderlo a él y solo a él. Sin ser capaz de reconocerla, aunque claro, había muchas razones para no hacerlo, partiendo en el hecho de estar portando su máscara de zorro. Pero también siendo una suerte haber estado un buen rato tratando de robar comida del parrillero, siendo que apestaba a carne de hamburguesa si hasta ella misma lo detectaba en sí misma. O por lo menos eso creía que estaba pasando si estaba en tal estado, seguramente debía de tener mejor olfato como le ocurría a ella.
¡Mierda, mierda, mierda! No había contemplado algo como eso. Tener a Frisk queriendo aproximándose hacia ella, con enojo y ganas de agredirla al igual que los perros, no era para nada la imagen que se habría imaginado de una reunión con ella en caso hipotético de poder volver a hablarle algún día. Algo le decía que tendría pesadillas después con eso.
O tal vez esa sería la premonición que necesitaba para confirmar que mas le valía no estorbar en su vida.
-Así que la yakuza y los Gaster están aliándose. –Comentó un perro al momento de posicionarse al aprovechar el descuido de Frisk, ahora que había perdido el interés en ellos. –Bien, esto será más divertido. Parece que a la amante del esqueleto tampoco le agrada ese hecho, jeje.
Se había preparado para tener que defenderse nuevamente y atacar, pero el esqueleto se le adelantó con una velocidad sorprendente, o solo tal vez, teletransportándose hacia el perro y agrediéndolo con un hueso afilado aprovechando el descuido de su parte. Si bien había apuntado inteligentemente a cortarle el cuello, la perra ya había estado lo suficientemente cerca para golpearlo y evitarlo. El esqueleto aun así invocó algunos huesos desde el suelo para evitar ser arrojado lejos, pero tuvo que apartarse a tener ahora a ambos canes apuntando sus hachas a ese punto.
Aquello generó algo distinto en Frisk de algún modo, porque al ver que eran los perros quienes estaban queriendo matar a su novio, perdió el interés en ella y se abalanzó hacia ellos para nuevamente querer morderlos a toda costa. Chara no se quedó atrás con tal de evitar cuanto menos que la agredieran mucho más. Usando las hachas a su favor antes de que se desaparecieran, Frisk estando en su modo alterado y el esqueleto usando sus huesos que lanzaba una y otra vez, pero eso agotándolo cada vez más. Parecía ser alguien que dependía demasiado de su magia para tratarse de un mafioso.
-¿Quien… eres? –El esqueleto apenas y tenía aliento.
-Confórmate con saber que estoy de tu lado. –Le respondió de mala gana, pero teniendo que dejar a un lado su malestar con él ante cosas más urgentes. –En este momento hay un conejo buscando algo que genere un aroma fuerte. En cuanto lo veas, pide que te dé aquello y haz que Frisk lo huela. Eso hará que regrese antes de tiempo, si es que lo hay todavía.
Y por lo que sea que gobernara los cielos, más le valía que todavía hubiese tiempo. No sabía cuánto llevaba que estuviera en tal estado al andar en una batalla de rendimiento.
El esqueleto finalmente se dispuso a usar su arma ante la falta evidente de energía, siendo lo suficientemente bueno para tener puntería, pero lo suficientemente malo para tener que hacerlo a menos distancia de lo que le convendría. Chara no se quedó atrás, combatiendo a la perra con sus mismas armas, en espera de que finalmente el conejo musculoso se presentara e hiciera lo que le había encargado si se trataba de alguien que se preocupaba por Frisk. Pero al escuchar cómo la mitad de la casa se derrumbaba todavía más, comenzó a pensar que tal vez esa sería la señal que le indicaba que aquello no pasaría porque no tardaría en que la gravedad hiciera lo suyo de su lado.
Pudo escuchar un grito de advertencia, sin saber si venía del esqueleto o de los perros. Tan solo pudo reaccionar a tiempo para abrazar a Frisk, antes de que todo se volviera mierda totalmente.
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Todo estaba blanco… muy blanco.
Frisk tuvo que hacer un esfuerzo de su vista en espera de poder topar con algo en el entorno fuera de toda ausencia de color o luz latente. Pero cada vez que daba un paso hacia adelante, o trataba de levantar su mirada, simplemente parecía en vano cualquier intento de recorrer lo que sea que le estaba pasando. Se sentía muy aturdida, pero no tenía idea del por qué.
No obstante, no estaba para quedarse quieta en lo que sea que se encontraba. De algún modo, algo le decía que no debía de tomarse a la ligera el sitio, o por lo menos, que sería un descuido no tomarse en serio un rumbo desconocido. Por lo que al poder visualizar una silueta, no dudó en acercarse a paso lento en espera de que aquello le diera una buena respuesta de en dónde se encontraba. Pero en su lugar, se topó con más preguntas que no estaba segura de si obtendría respuesta de ello, o si realmente querría una respuesta al respecto.
Eran dos animales sentados en cojines sobre el suelo, jugando un ajedrez bastante grande. De un extremo estaba un pequeño perro blanco y peludo, el cual por alguna razón sonreía al frente con total paciencia. Mientras que del otro extremo estaba un zorro albino, sumamente concentrado en lo que sería su siguiente movimiento por lo que podía intuir con lo que observaba. El cual le pareció bastante familiar de forma inmediata al ver algunos detalles carmesí en su pelaje. ¿Qué acaso no había sido una ilusión de su delirio aquella vez? ¿Estaría nuevamente estando en las mismas?
-¿Usted es… el zorro que me ayudó aquella vez? –Preguntó Frisk, sintiéndose algo tonta por estarle hablando a un animal, pero parecía bastante atento a ella al momento de hablarle. Además, si realmente se trataba del mismo, recordaba que hablaba también. –En el incendio.
-Aún no es tu turno. –Le respondió el animal con voz grave.
-¿Qué…?
-Aún no es tu turno. –Le repitió.
-Yo no quiero jugar ajedrez con ustedes. –Arqueó la ceja cada vez más extrañada con lo que tenía al frente. –¿Acaso son… un tipo de monstruos?
No recibió respuesta nuevamente, pareciendo que estaban más concentrados en su partida que en la humana que estaba anonadada con estar presenciando algo que tal vez nadie le creería al momento de contarlo. No obstante, se dedicó a sentarse con ellos, observando la partida en espera de que si "no era su turno", tendría por lo menos alguno en el cual podrían darle una respuesta coherente por más inverosímil que fuese la situación. Pero además de sorprenderle que parecían estar contra el reloj por lo que pudo observar al momento en que el zorro hizo su jugada, apretando lo que era una caja con un botón para dar paso a su oponente de hacer lo suyo, las piezas no era lo que recordaba que fueran. El perro tenía monstruos de varios tipos, mientras que el zorro manejaba humanos con muchos armamentos tallados en la misma pieza individualmente.
De algún modo ver ello le causó algo de tristeza. Que alguien creara un juego con esas divisiones era bastante desagradable, pero lamentablemente realista a lo que había estado viviendo en la ciudad. No, no solo la ciudad si también en New York había contemplado lo mismo. ¿En verdad todo el mundo estaría en las mismas?
-¿Están jugando a la guerra entre especies? –Preguntó al poco tiempo.
-Solo jugando. –Respondió ahora el perro pequeño, aparentemente dándole gracia el tener que responderle. –¿No es así, amigo?
-Solo jugando. –Afirmó el zorro al contemplar el tablero y luego a ella directamente. –¿Y tú?
-Dijo que aún no era mi turno.
-¿Entonces piensas meterte en una guerra en su lugar?
-¿A qué se refiere?
-¿Sólo hay blanco y negro para ti en cuanto a decisiones?
-No entiendo qué… –No terminó su oración al comprender de alguna manera a lo que se refería. Y era bastante extraño que le entendiera tan pronto a comparación de todo lo demás. ¿Acaso el zorro la estaba queriendo regañar? –En su tablero solo hay esos colores, humanos y monstruos. Un ganador y un perdedor.
El perro se rió inmediatamente como si hubiese contado un chiste y siendo su risa bastante molesta para su gusto, pero el zorro se mostró serio con su respuesta, aparentemente no agradándole sus palabras. Fue así como pudo contemplar las múltiples colas que tenía al agitarlas por un breve momento antes de seguir refiriéndose hacia ella.
-La realidad solo es cruel cuando hay algo en ella que no te parece. –Comentó el zorro al momento de acomodar sus colas nuevamente. –Y si no haces nada para cambiarlo, sólo eres una víctima.
-Estamos de acuerdo en eso. –Respondió Frisk. –Es por ello que estoy dispuesta a darlo todo para acabar con lo absurdo que está siendo esto.
-Oh, pequeña niña… –Canturreó el perro de tal forma que le sorprendió la similitud de la tonada, siendo casi idéntica a la de la señora Bunny. Pero eso era imposible, ¿cierto? –El juego está hecho para nunca acabar, sin importar los ganadores o perdedores. Eso es lo divertido.
-La vida no es un juego.
-Es por eso que aún no es tu turno. –Repitió el zorro, retomando su concentración en el tablero y empujando una pieza con su pata. –Sigues siendo el peón de alguien más.
-¿Qué…?
-Mantente determinada, Frisk.
-¿Cómo sabe mi nombre?
-Mantente determinada, Frisk…
Frisk…
Frisk…
Frisk…
-¡Frisk! ¡Despierta!
Poco a poco pareció perder el blanco de su vista para ser consciente de un escenario menos agraciado a lo que podía notar lentamente. No tenía idea de porqué le dolía la cabeza de golpe, pero era la menor de sus preocupaciones a comparación de lo que estaba siendo más visible ante ella, fuera de una simple silueta que la llamaba una y otra vez con desesperación.
Aquella voz femenina implorando que despertara comenzaba a tener un rostro, por decirlo de algún modo dado que tenía un antifaz raro consigo y lo bastante invasivo para apenas lograr ver su boca que le nombraba una y otra vez. Pero fuera quien fuera que conocía su nombre, parecía lo bastante preocupada para que pudiera visualizar varias lágrimas recorriendo lo único visible que tenía su rostro.
Un antifaz de zorro blanco con detalles rojos, ¿acaso su sueño había tenido algo de realidad en ello? ¿Quién era la mujer que le nombraba a la que le percibía un fuerte olor a sangre? ¿Y por qué le daba la impresión de conocer ese olor en específico de alguna parte?
-Frisk, por favor, vuelve, vuelve…
No entendía a qué venía tal preocupación, pero poco a poco se recordó que había estado hablando con Sans, ¿dónde estaba? ¿Por qué estaba con esa mujer enmascarada en su lugar? ¿Qué… es lo que había pasado? Como fuere, logró reincorporarse poco a poco pese a la fatiga que estaba experimentando y resequedad en sus labios. Lo cual lentamente le dio el sabor particular a la tierra que le comunicó mucho más que la imagen desconocida que tenía consigo. Todo estaba destruido a su alrededor, con escombros, tierra y…
Frisk finalmente pudo abrir los ojos de golpe. Habían estado en la parte en construcción de la casa de la familia Bunny. Por favor que solo se tratara de tierra lo que les rodeaba si había quedado todo en destrozos.
-Sans… ¿dónde está? –Escuchó su propia voz ronca.
Parecía que algo en sus palabras había espantado a su aparente acompañante, porque una vez que la escuchó emitir algo, comenzó a apartarse lentamente sin siquiera dar una explicación o algo con lo qué procesar qué había pasado. Pero al verla retirarse un poco, pudo contemplar que sus prendas estaban manchadas de sangre, mas no parecía estar herida realmente. Mas bien estaba lo suficientemente estable para dejarla ahí, perdiéndose en la tierra levantada que todavía había en los alrededores. Y la habría seguido para preguntarle quién era, si no fuera por preocuparse mucho más en dónde se encontraba su novio y sobre por qué estaba en la casa de los Bunny ahora totalmente destruida e irreconocible si no fuera por ubicar la vista que daba a la iglesia y por ende, al mercado que visitaba a menudo.
En verdad que no tenía ni idea de qué era lo que estaba ocurriendo, pero pudo ponerse de pie y comenzar a recorrer el lugar con cuidado. No escuchaba gritos cercanos ni nada por el estilo, por lo que esperaba que lo que sea que hubiese ocurrido fuese estando todos fuera de peligro. ¿Pero por qué ella estaba ahí de cualquier forma? ¿Acaso había pasado algo similar a cuando fue la boda no concluida? Pensar en ello solo le hizo buscar con más desesperación a su paso. Pedía de favor que todos estuvieran bien, favor de que no se hubiesen llevado a alguien más, favor de encontrar a Sans de inmediato, siendo tal vez que seguramente también le estuviera buscando, ¿cierto?
Pero no fue así, siendo que logró verlo más adelante y haciendo que corriera inmediatamente hacia él pese a tropezar en un par de ocasiones por lo que había a su paso, más no importándole en absoluto. Contemplando que su novio estaba inconsciente y con la ropa completamente irrecuperable, teniendo una de sus pistolas en mano que apenas y había logrado mantener consigo dada la posición en la que la sostenía. ¡¿Qué es lo que había pasado?!
-Sans. –Lo llamó mientras lo sacudía un poco para no lastimarlo más de lo que estaba, mas no hubo respuesta de su parte. –¡Sans! ¡Despierta!
Se quitó el saco que tenía puesto, pero notando que estaba completamente destruído como para poder cubrir algo decentemente. Tan solo quería replicar el gesto que siempre tenía con él, aun cuando de su parte parecía más absurdo en tema de estarle cubriendo con algo tan desgastado y ensangrentado que le daba pista de que algo le había ocurrido a ella directamente y razón por la cual no sabía nada al respecto de lo que había pasado en ello. ¿Acaso le había pasado algo que hacía alusión a su recuperación acelerada al promedio? Flowey, Don Gaster, ambos le habían advertido de que podría presentar que su mente iría en retroceso en un intento de recuperación excesiva de su parte, o algo afín a lo que podía recordar levemente. Su concentración estaba ahora en poder sacar a Sans de ahí para dar con Don Gaster, Papyrus o Flowey para que le ayudaran.
Escuchó pasos en poco tiempo, esperando que fuera alguien que les estuviera buscando, pero al poder visualizar de quién se trataba, inmediatamente se dispuso en cubrir a su novio extendiendo sus brazos, tratando de protegerlo de lo que evidentemente era una amenaza por la forma en la que le apuntaba con una pistola y gesto algo maniaco. No hacía falta tener memoria para saber que se trataba del tipo que había sido la razón por la cual estaba todo en tal estado.
-¡Ustedes… me tienen harto! –Exclamó el perro con voz entrecortada por evidente agotamiento. Incluso tenía la ropa percudida al igual que Sans. –Ya no me importa la recompensa… por su maldito trasero esquelético. ¡Lo mandaré… al infierno!
-¿Recompensa?
Frisk se mostró más tensa al escuchar aquello, haciéndose una idea de cómo había ocurrido tal cosa, mas no viendo a nadie más alrededor salvo ellos tres. Lo que sea que hubiese ocurrido, no cabía duda de que formaba parte de Asgore Dreemurr si esos tipos trabajaban para él. Siempre fueron perros los que generaban destrozos. Primero en su casa terminando en pérdida total, luego en la boda de Ronnie y Shyren, y ahora esto. ¿La señora Bunny fue una recompensa solamente? ¿La mamá de Sans? ¿La hermana de Shyren? ¿Todas? Tanto daño a su paso solo para una posible tontería… Estaba harta.
-¡Retrocede! –Frisk se dispuso a defenderlo a toda costa.
En respuesta, el perro soltó una risa al mismo tiempo que disparó hacia ellos, haciendo que Frisk no dudara en ponerse en el camino para que el par de balas que había soltado no le llegara ninguna a Sans, aunque una de ellas sí le llegó a ella, lastimándole el brazo y causándole un gran dolor que le hizo doblegarse un poco en el instante. En ello, solo podía escuchar la risa cansada del perro que cada vez más le parecía irritante, queriendo callarlo de una buena vez.
-Si quieres morir, adelante. Pero no impedirás que acabe con ese idiota. –Comentó el perro, estando un poco más cerca cada vez. –En esta ciudad todo es matar o morir, ¿sabes?
Frisk inmediatamente tomó lo primero que encontró a la mano que vino siendo una pieza de escombro, y se lo arrojó con la fuerza que le quedaba en el brazo disponible. Pese a no importarle en ese impulso sobre si lo lastimaría, queriendo hacerle cuanto menos retroceder y siendo un caso inútil de cualquier manera. El perro solo se estaba burlando de ella al grado de mostrar sus afilados dientes caninos. Comprendiendo que aunque se le acabaran las balas, podría destrozarlos con ellos y ciertamente lo disfrutaría con el hecho de ser quien les diera fin. ¿Esto es lo que quería Asgore Dremurr realmente? ¿La quería muerta? Realmente la había dejado en la deriva… y ahora por alguna razón quería quitarle a Sans. ¿No le era suficiente el dolor que ya le producían sus mentiras y actos despiadados?
Al momento de buscar otra cosa para arrojarle, reconoció con el puro tacto la pistola plateada de Sans, la que no tenía sujetando todavía consigo, mas no se atrevió a levantarla ante el temor que le estaba produciendo siquiera saber que la tenía consigo como una opción. Debía de conseguir otra cosa, ¿pero cómo sin apartarse de su novio? ¿Cómo podría defenderlo? Dudaba que pudiera soportar recibir más daño por él si una sola bala dolía demasiado, pero era la única que le venía en mente. ¿Podría hacerlo el suficiente tiempo para que alguien más llegara en auxilio? Si su regeneración era tan acelerada a la promedio, tal vez sí podía aguantar lo suficiente, pero… si se descuidaba o no lograba lo suficiente… Sans no podría soportarlo y perecería ante su torpeza de no poder pensar en algo más.
Alguien debía de llegar, alguien debía de estar al tanto de lo ocurrido, ¿cierto? ¿Quien sea?
Pero no, nadie venía por más que pasaban los segundos que hacían que el perro, cansado y debilitado, se acercara cada vez más con total decisión de acabarlos. Estaba sola con la situación.
Al final, las opciones se acababan y solo quedaba el impulso de querer sobrevivir, la necesidad de elegir salvar a quienes les importaban. Ser una egoísta más. ¿Cierto… Sans?
Tomó la pistola y, pese a nunca haber usado una en su vida, no le fue complicado saber cómo usarla al haber presenciado más de la cuenta su uso. Ni siquiera le importó el fuerte olor a pólvora que cayó sobre ella al momento de disparar, ni el extraño impulso que le dio haber apretado el gatillo una vez que apuntó hacia el frente, como si algo invisible le hubiese empujado y lastimado un poco sus hombros al momento de hacerlo sin siquiera pensarlo, pero concentrándose únicamente en el impacto, en el sonido particular que emitía su única detonación que silenció toda pregunta o pensamiento que seguramente su mente le habría advertido de cometer tal acción fuera de sí misma.
Pero fue una mirada asustada inmediata lo que apuntaba hacia ella, lo que le hizo regresar en sí. Lo que le hizo darse cuenta de lo que había hecho una vez que contempló la imagen volviéndose polvo ante ella. Siendo ahora traicionada por su mente al recordarle todas las veces que hizo mención sobre aborrecer esa clase de acciones y que ella jamás cometería por el simple hecho de catalogarlas como inaceptables. Memorizando todas las advertencias que le hicieron sobre adentrarse a ese absurdo estilo de vida al ser imposible evitar querer defenderse de las amenazas.
Y aquella sensación sería algo que nunca olvidaría conforme bajaba el arma lentamente sin saber qué más hacer, sin poder soltarla al experimentar que ahora formaba parte de ella. Percatándose poco a poco de su respiración agitada que seguramente pausó previamente sin darse cuenta. Sintiendo sus ojos humedecerse, pero siendo incapaz de poder emitir ruido alguno por su parte al haber acabado algo dentro de ella.
En efecto, en Ebott City había una regla de la que Frisk nunca estuvo de acuerdo: "matar o morir". Y para ella ahora, ya no había marcha atrás al haber quedado estancada en esa advertencia latente de la que nadie parecía tener escapatoria tarde que temprano. De la que, al ser ella alguien que no moriría ni por intento, había sido condenada a cumplir con ello en cuanto se le acabaran las excusas.
Tan solo había bastado un segundo para que todo cambiara. La vida de ese perro y su propia integridad. Todo lo que sabía de ella misma, le había dado fin con tan solo apretar el gatillo.
Se había vuelto una asesina.
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Tengo una gran emoción por finalmente llegar a esta parte, pero me dispondré a tomar una larga siesta dado el desvelo que presento en este momento, jeje. Ya no aguanto pocas horas dormidas como antes, jajajaja. El siguiente capítulo estará el viernes 26 de abril: cap. 118. Cuerpo y Alma (otro que me emociona mucho).
¡Michi fuera!
:)
