Pese a lo que muchos romantizaban por la belleza en su esplendor, Roma no era un lugar tranquilo. Sobre todo para un pequeño esqueleto que todas las mañanas recorría las calles y plazas en busca de vender los periódicos antes de que la gente dejara de tomar café. De lo contrario, sus padres le regañarían por no llevar dinero a la casa como todos sus demás hermanos. Aun cuando se tratase del menor de todos ellos y la ropa que le colocaban le quedaba lo bastante grande para aparentar mucho más el ser pequeño. Tal vez en el afán de causar lástima, o solo tal vez por el hecho de que al heredar la ropa de sus mayores, simplemente era lo que quedaba por conservar.
Aun así, Wingdings no se quejaba. Sacaba los periódicos estando amarrados en conjunto para facilitar arrastrarlos, y los llevaba hasta la plaza para vocear que estaba el periódico del día con lo que le indicaban quienes se lo vendían que vendría siendo la noticia del momento. Era algo que solo podía averiguar de esa forma dado que no tenía ni idea de cómo leer o escribir. Así que tampoco le tenía un valor particular al papel que le encargaban por no comprender qué era tan interesante en esas letras.
-¡Aléjate de aquí, monstruo! –Un humano estuvo por arrojarle agua si no fuera por reaccionar a tiempo. –Estás cerca de una iglesia, no mereces pisar tierra sagrada.
Lamentablemente, eso era algo que se repetía en demasiadas partes como para tomárselo personal a su corta edad. Italia era un país con muchas iglesias después de todo, razón por la cual los monstruos tendían a vivir en los alrededores para evitar esa clase de problemas con las poblaciones densas. En cambio su familia, prefería arriesgarse a perder oportunidad de alimento que solo una ciudad podría brindar, aun cuando los riesgos siempre eran altos tratándose de monstruos al que catalogaban como amigos de los demonios por aparentemente parecerse a ellos. Ya había perdido tres hermanos por ese hecho, en una casería que no tenía sentido, mas no tiempo para lamentos al respecto.
Sin más, se colocó en un punto adecuado para vocear la venta de los periódicos. Siendo un parque central el lugar ideal para atraer a los mejores clientes que por alguna razón, tenían batas blancas que estaban en busca de café en algún punto del lugar. Humanos de gran edad que parecía que todos los respetaban a su paso por el hecho de apartarse para no chocar contra ellos, sonriéndoles sutilmente por verlos pasar y no siendo devuelta la sonrisa por parte de ellos al mantener la mirada al alza y con frivolidad, que no lograba comprender el porqué le hacían tan especiales portar una prenda así. Pero que no cabía duda de que eran humanos sumamente valorados por todos.
-Oh, no tengo cambio. –En efecto, parecía que el bata blanca no encontraba algo en sus bolsillos fuera de cosas extrañas a las que no les tenía un nombre para describirlos. –Mira niño, tengo algo de prisa, así que te anotaré la dirección en donde trabajo y ahí te daré el dinero por este periódico, ¿de acuerdo?
Wingdings no supo si eso estaba bien o no, pero el recibir algo le parecía suficiente por ahora si se trataba de recibir algo también después, ¿cierto? Pero al verlo retirarse con un impreso y quedando él con una nota cuyos garabatos no entendía en lo más mínimo, comenzó a arrepentirse por el hecho de que no sabría siquiera a dónde dirigirse realmente. Fue así como terminó recurriendo a un tipo que vendía verduras en la cercanía tras perder demasiado tiempo tomando una decisión con un papel que no entendía nada, pero que su valor era el suficiente para conservarlo consigo.
-Disculpe. –El humano apenas y le dirigió la mirada. –¿Puede decirme qué dice aquí?
-Te costará que lo haga por ti.
-Yo no tengo dinero para eso.
-Dame tus periódicos entonces.
Esta vez se cuestionó demasiado si valía la pena tal intercambio, pero si se trataba de un bata blanca el que le debía dinero, podría sacarle más como si hubiese vendido varios, ¿cierto? Después de todo, parecía que esos humanos eran ricos por cómo los trataban a su paso. Así que terminó accediendo, no sin antes hacer memoria de la indicación que el vendedor de verduras le había leído. Y para su suerte, no era un punto que quedara lejano a lo que había tenido que preguntar dado que tampoco podía leer calles para que le funcionara una simple indicación textual.
Fue así como conoció por primera vez lo que era un hospital, lugar en el que trabajaban los batas blancas y en el que todo parecía ir a cierta prisa mientras llevaban casi a rastras a otros humanos menos conscientes. Siendo un poco sencillo para él poder moverse al no haber alguien genuinamente que tuviese tiempo de poder detenerlo, dado que presentaban una urgencia mucho más grande que prestar atención a un niño monstruo curioso de su entorno, pero lo bastante cauteloso para no ser atrapado y estar en problemas por estar en un lugar sin permiso.
Eran humanos que curaban a otros humanos. Pudo saberlo con observar bastantes cosas y en poco tiempo el lugar. Y ahora comprendía también por qué eran tan respetados pese a su actitud tan arrogante. Tener tal poder sin necesidad de magia debía de hacerlos sumamente valerosos para cualquier entorno en donde se pudiera cometer algún accidente o enfermedad. Sabiendo utilizar herramientas, conocimiento y mucho más para mantener con vida algo que en primera instancia era lo suficientemente resistente para engañar a la muerte. Así que definitivamente los humanos eran indestructibles si tenían un apoyo de esa magnitud. Eso no le parecía justo, pero sí admirable.
Se le había hecho demasiado tarde y no quería algún regaño por parte de su familia, por lo que se retiró con los bolsillos vacíos, pero con una sonrisa. Aquel día se había quedado sin dinero por no identificar al bata blanca que le había dado la dirección, pero por ese instante, sentía que había obtenido algo mucho más grande y que no pudo explicarse al momento de estarse aproximando a su casa. La cual ya tenía algunos bomberos trabajando para apagar las llamas que se habían desatado con demasía a lo que podía notar sin necesidad de acercarse demasiado. Había tenido el impulso de correr, mas no lo hizo al momento de poder escuchar un comentario que le aclaró todo con tan poco.
-Esos malditos monstruos…
Aunque hubiese algún o varios testigos de lo ocurrido, no cabía duda de que los humanos no hablarían al ser tan solo una purga más de su parte, un fuego más por exterminar. Ni siquiera tuvo tiempo de llorar. Tenía que enfocarse en sobrevivir ahora por su cuenta.
Fue así como se enfocó en trabajar para el humano que vendía frutas y verduras en el parque central, siendo tal vez el único que le habría dado trabajo al verlo casi todos los días en el mismo punto, comprendiéndole de alguna manera que estaba para trabajar y no para holgazanear.
-Wingdings, ¿eh? –El verdulero finalmente le preguntó su nombre tras varios días estando en lo mismo. –Que nombre tan raro, pero supongo que es normal para un monstruo.
-Es un nombre raro dentro de nosotros. –Recordó que sus padres le habían dicho aquello. –Tan solo sé que me llamaron así por algo simbólico.
-Pues qué estupidez.
-Pues "Enzo" es un nombre bastante común, el mío es más original. –Tras ello se ganó una golpiza con un tubérculo a la mano.
Pero aquello de trabajar honradamente no era suficiente si se encontraba viviendo en la calle, teniendo que encontrar nuevos rincones cada vez dado que lo corrían después de un tiempo, por lo que comenzó a tener que robar teniendo una ventaja bastante grande, siendo que aprendió a aparecerse y desaparecerse al momento de perder a su familia. Llevando a cabo esa sensación de ahogo a su propio manifestar mágico y lográndolo en el instante. También, controlando su capacidad de mover objetos a su beneficio y siendo el combo perfecto para que a pesar de muchas acusaciones en su nombre, nadie tuviera prueba de que había sido él en primer lugar. Nadie era capaz de dar con una evidencia porque, si debía de reconocerlo, era bastante bueno en eso.
En lo que sí era terrible era en el conocimiento que le alejaba de cualquier oportunidad que un humano tenía con mayor facilidad que él. Siendo que parte de sus ganancias las destinaba para pagarle a su empleador para que le enseñara a leer y escribir sin protesta alguna (cosa que parecía una rutina de lo más ortodoxa. Incluso atreviéndose a que le enseñara a sumar y restar para que no hubiese ningún problema en el negocio y convenciéndolo algunas veces con ese argumento cuando la clientela se le juntaba.
Aún tenía consigo el papel doblado que aquel doctor le había entregado una vez y que, pese a ya saber su contenido de memoria, de alguna manera le ayudaba a tener una brújula de a dónde le gustaría llegar algún día, siendo algo que le motivaba a poder seguir adelante pese al hambre o al agotamiento.
-Enzo, ¿cree que los monstruos seamos capaces de cumplir nuestros sueños?
-No estamos en un cuento de hadas, niño. –El humano malhumorado se enfocó mucho más en pelar su papa que en verlo directamente, haciendo planas de las palabras que le había dejado escritas. Detestaba que le siguiera llamando niño cuando hacía un par de años había dejado de serlo. Incluso parecía estar dando el estirón muy rápido a lo que podía notar en su ropa. –Eso de que ustedes tenían el poder de cumplir deseos a otros es una mentira que se hicieron para compensar su existencia. Ni siquiera pueden con su alma.
-¿Me está diciendo entonces que como humano, esto fue su sueño? –Alzó las manos para generalizar todo el negocio que olía horrible por los vegetales pudriéndose en una esquina.
-Esto nos da de comer.
-Eso sería si pudiéramos comer las cosas antes de que se pudrieran, al menos.
Una vez más intentó golpearlo con lo primero que tuviese a la mano, pero estaba siendo tan frecuente que comenzaba a ser bastante hábil para esquivarlo cada vez más. A lo cual no pareció ser de su agrado, porque una vez que llegó a la suficiente edad, lo vendió a las autoridades diciéndoles que era un maldito ratero, pero que les serviria muy bien en el frente del ejército. Siendo así obligado de alguna manera en aceptar la oferta de trabajo, pero sin quejarse una vez que estuvo dentro al resultar en verdad demasiado bueno. Nunca volvió a saber de Enzo en su vida tras eso, y esperaba que se mantuviera así. Aquello había sido su recordatorio de lo malo que era mantenerse cerca de humanos más de la cuenta.
O por lo menos, creyó que sería algo que recordaría el suficiente tiempo, hasta que se diera cuenta de que había luchas que no valían la pena mantener. Y esa debía de ser el estar cerca de los humanos que solo causaban daño y malestares a los monstruos con los que compartían el mismo planeta, sin importar el país en el que se encontraran. Pero ahí estaba, sosteniendo con guantes lo que había extraído con éxito. Notando el bienestar del joven humano que no tenía ni idea de lo fácil que se habría muerto en cualquier momento y que ya no sería el caso.
Un ladrón, un soldado, un asesino… alguien que tenía las manos manchadas una y otra vez con tal de sobrevivir a toda costa. Y ahora, las tenía manchadas por haber salvado un cuerpo… no, una vida encomendada en desesperación por sus padres que venían siendo un reflejo de su pasado. Por haber operado a un humano vivo y con éxito a la primera.
¿Los monstruos sí eran capaces de cumplir sus sueños?
-¡IAAGG! NO VAS A GUARDAR ESO COMO LOS CEREBROS, ¿VERDAD? –La voz de Papyrus lo trajo de regreso.
Wingdings sonrió. Por supuesto que eso debía de permanecer con él un poco más. Había encontrado un nuevo recordatorio. Algo que le hiciera no olvidar esa sensación de júbilo en particular.
Tras cerrar bien la herida y levantado la camilla con magia para encaminarlo de regreso a la entrada secreta que encaminaba al restaurante, se preparó para recibir a los padres que paciente y obedientemente se habían quedado ahí como les había indicado. Y con tan solo contemplarlos pudo verse a sí mismo en esos ojos, atemorizado y desesperado de poder salvar a su familia, pero teniendo que depositar confianza en otros sin saber si aquello sería el peor error de su vida, pero no teniendo más opción al realmente querer intentar lo que fuera que tuviera al alcance y oportunidad.
Su esposa y él habían estado así en aquel entonces, asustados de no saber si Sans sobreviviría y teniendo que recurrir a lo que sea con tal de salvarlo. Por lo que ahora podía realmente comprender qué era estar en ambos lados. La agonía de no saber si estaba haciendo lo suficiente para mantenerlo a salvo, y el ímpetu de ser un profesional al cual le confían una vida, toda una historia en sus manos.
Arial… Su amada. ¿Estaría orgullosa de él en ese momento?
-Está bien, se recuperará. –Con tan solo expresar eso pudo percibir el alivio inmediato en los humanos. Incluso algunas lágrimas de alegría que solo le hicieron incomodarse un poco. –Podrán llevárselo, pero recomiendo mucho reposo e hidratación.
-¡Gracias, doctor, muchas gracias! –Que lo llamaran así le apenó demasiado, pero ni loco confesaría algo al respecto. Tan solo se mantuvo firme como siempre. –Debe pensar que soy un pésimo padre por no haberme percatado de lo que tenía.
-Los padres sufrimos mucho. –Reprimió una sonrisa al recordar las palabras de la florista que había terminado teniendo razón. –Sólo que a veces olvidamos que los hijos también lo hacen.
-Tiene toda la razón. –Tras eso, se le borró la sonrisa al humano. Sabiendo qué veńía a continuación. –¿Cómo podremos… pagarle?
-¿Usted a qué se dedica?
-Soy carpintero, señor.
-Entonces me pagará con mano de obra. –Le comentó de inmediato sin mucho ánimo. Aunque en realidad le venía bien ese intercambio. Después de todo, todavía tenía toda una casa por recuperarle a la florista. –Mi gente se contactará con usted cuando lo necesite.
Tras varios agradecimientos más y con la ayuda de Papyrus, finalmente los humanos se retiraron teniendo mucho cuidado. Fue ahí cuando uno de sus seguidores, el cual había estado en la puerta todo ese tiempo, se acercó una vez más cuando se percató de que ya se había desocupado tras haberle impedido toda comunicación mientras estuviese en operación.
-Don Gaster…
-Ahora sí, ¿qué se les ofrece?
-Un blaster fue disparado hacia el cielo, señor.
-¡¿Qué?!/¡¿QUÉ?! –Exclamaron ambos al unísono.
.
.
Desde que habían liberado a los estúpidos esqueletos de prisión, Frisk había sido más apegada a ellos al grado de ser evidente de que no le quería encima como antes. Pero aunque esa fuera la situación, aun así Flowey se disponía a estar lo mayormente cerca para evitar que se metiera en una estupidez más. Sobre todo, cuando implicaba irse a otra parte sin esos malagradecidos que ya no podía hacerles daño sino fuera porque eran importantes para Frisk y para Muffet.
Fue así como tuvo que ingeniárselas para mantener su distancia en cada vehículo que habían tomado, teniendo que contener su molestia de que ese maldito robot estuviese cerca de ella nuevamente y que además se atrevió a mantenerla lo bastante lejos de Ebott City, algo que ni él había logrado pese a su insistencia de tenerla lejos de esa horrible ciudad, pero no parecía ser algo de importancia para Frisk al haber estado dispersa gran parte del tiempo. Siendo una vez más su desapego a toda clase de lujos que no le interesaban en lo más mínimo. Eso era bueno al menos, considerando que estaba conociendo muchas cosas nuevas e intrigantes para cualquier mente carente de sentido común.
Y si había algo que al menos podía agradecer en su espionaje, era que de algún modo le ayudaba a sentirse más como sí mismo, fuera de toda esa inquietud a la que no era capaz de tenerle nombre, pero que no cabía duda que se trataba de algo extraño que le sucediera particularmente a él dada su naturaleza. Como si el estar más lejos de la ciudad le ayudara a mantenerse cuerdo. Aunque claro, aquella sensación parecía provenir de algo más a lo que no le tenía una explicación del porqué lo consideraba así, pero que provino de Waterfall, o más bien, del canto de esa sirena que por obvias razones no debió funcionar en él, pero que no le cabía duda de que de alguna forma le había generado un efecto importuno que le había dado cierto aturdimiento y que había atentado contra su sentido común superior a cualquier ser en el planeta. Eso no era bueno, era bastante extraño y debía de ser preocupante pese a no querer externarlo a nadie. Pero no tenía ni idea de cómo tratárselo fuera de sus creadores, quienes tal vez sabrían si tenía algún defecto después de todo.
Era un experimento salido de un laboratorio clandestino, eso siempre lo tenía presente y le daba igual eso. Pero que aquello formara parte de lo que le alejaba de Frisk era irritante de alguna manera, siendo que cada vez menos oportunidades tenía de poder protegerla ahora que estaba creciendo, conociendo más perspectivas y con más sentimientos que entorpecían su labor, pero que terminaron siendo interesantes para ella. No podía hacer nada al respecto una vez que había conectado con eso, sabía que pasaría tarde que temprano.
Pero lo que sí lo tomaba desprevenido, era el hecho de querer cuidar también a Muffet, aquella molesta arácnida con evidentes problemas afectivos. Aunque lo hubiese elegido como amigo, no habría tenido obligación alguna de estar al tanto de ella, pero ahí estaba, quedándose ahora escondido en el balcón del departamento y sin seguir a Frisk en su camino, sabiendo que llegaría finalmente de regreso a Snowdin y ahí estaría más a salvo pese a sus adentros. Quedándose al pendiente por si la multiojos necesitaba algo fuera de un consuelo que no era capaz de darle. Ciertamente, era un desastre desde hace días y parecía que iba empeorando, más allá de aparentar un berrinche por no salirle las cosas como hubiese querido. ¿Y por qué le importaba tanto? No tenía respuesta para eso, y formaba parte de aquella inquietud que no lograba comprender por más que se apartara a meditar o cuestionarse lo suficiente.
No supo cuánto tiempo se quedó ahí, velando su llanto hasta que pudiera dormirse de nuevo, seguramente por el cansancio mental que tenía. Pero en cuanto cesó, finalmente decidió irse de regreso para que Frisk no se preocupara. Aunque claro, recientemente ella prestaba más atención a esa estúpida familia que a él, por lo que no debía de ser un…
…problema.
Se había trasladado bajo tierra para llegar con más velocidad que esos estúpidos automóviles ruidosos y contaminantes, pero se estaba lamentando justo ahora de no haberse movido más rápido, o mas bien, de no haberse ido antes.
Ante él, la frontera de Snowdin, donde se encontraba La Madriguera, estaba totalmente destruída. Contemplando fugazmente cómo el perro enorme que había enfrentado en otra ocasión estaba cargando a una canina inconsciente y gravemente herida. Y si esos canes en particular estaban ahí y estaban huyendo…
Oh no.
Teniendo que ignorar a los perros, se desplazó lo más rápido posible hacia el frente. Flowey esperaba toparse muchas cosas posibles en escena, pero para nada el hecho de ver a la humana que tanto había deseado proteger a toda costa, incluso de sí misma, estando sosteniendo un arma y mirando al vacío mientras las lágrimas seguían su curso.
-Frisk, ¿qué…? –Se acercó demasiado a ella queriendo que le devolviera la mirada, pero parecía fuera de sí. Aun cuando parecía estar protegiendo todavía al saco de huesos que parecía inconsciente tras de ella. –¿Qué fue lo que hiciste?
Tan solo recibió una respiración agitada como respuesta. Sin saber qué hacer con eso fuera de sentirse mucho más incómodo por algo dentro de sí.
Frisk estaba ensangrentada por ella misma, con ropa arraigada casi por completo y con una mirada que indicaba más que suficiente que aquella alma inocente que no tenía ni idea de cómo pedir un boleto de tren, se había ido oficialmente. Ya no más aquella paz que solo deseaba rodearse de flores y una vida de lo más tranquila. Todo aquello le había dicho adiós al tomar una decisión. Al tomar aquella arma que se rehusaba a soltar ahora.
Había fallado. Y todo por un descuido. Maldita sea.
-¡Ronnie, Ronnie! ¡¿Dónde estás?! –Escuchó que algunos conejos se acercaban, completamente asustados. –¡Ronnie!
No hizo absolutamente nada tras eso, no queriendo separarse de Frisk nunca más. No estaba siendo capaz de tocarla ante el hecho de parecer que se alteraba al menor roce y eso no era bueno sujetando la pistola, por lo que tuvo que esperar a que al menos el estúpido esqueleto viejo se presentara y la atendiera finalmente. Después de todo, tenía que asistir a su maldito hijo que era culpable de todo sin duda alguna.
Y en efecto, no tardaron tanto en presentarse ese par, los cuales levantaban algunos escombros con su magia para facilitar la búsqueda del conejo por el cual varios exclamaban aterrados. Y en cuanto los vieron a ellos, no dudaron en aproximarse con demasiada prisa.
-¡SANS! ¿ESTÁ BIEN? FRISK, ¿QUÉ…? –Papyrus había sido el primero en percatarse de la situación sin necesidad de explicación alguna, más no hizo un comentario al respecto. –FRISK, REACCIONA. TENEMOS QUE IRNOS.
-Encárgate de Sans. –Comentó el viejo esqueleto, teniendo sus ojos iluminados observando a su hijo. Tal vez analizando su estado inmediato. –Yo me encargo de ella.
El menor de la familia hizo caso sin rechistar, teniendo cuidado de levantarlo y desapareciendo a la vista de todos. No obstante, el viejo tan solo revisó con la mirada a Frisk, a lo cual terminó teniendo que dar la espalda por un breve momento para seguir levantando escombros hasta que pudieran encontrar al hermano mayor de los conejos. Revisándolo tras dar con él y curándolo en el instante mientras varios hermanos no se separaban de él mientras lloriqueaban por verlo en mal estado aparentemente. No veía tanto desde donde estaba, y ciertamente no tenía ganas de separarse de Frisk.
Entendía que el viejo esqueleto estuviera dándole prioridad a lo que pudiera estar en peor estado físico, pero no quitaba lo mal que estaba Frisk emocionalmente. Que hiciera caso omiso en el instante solo le hizo desear morderlo o estrangularlo con todas sus fuerzas. Y cuando llegaron sus extraños seguidores grisáseos, finalmente se dispuso a revisar adecuadamente a la humana a la que ahora estaba entrelazado en su brazo para no separarse de ella definitivamente.
-Florista, necesito que te concentres en respirar, ¿de acuerdo? –Sin mucho tacto, le quitó el arma que había estado sujetado todo el tiempo. A lo cual tuvo su atención inmediata, pero también la alteró mucho más por cómo movía los hombros y manos. –Bien, sujeta mi mano. Concéntrate en la textura. ¿Dime que sientes? –No obtuvo respuesta. –Frisk, necesito que respondas.
-Acabo de… –Finalmente pudo emitir un susurro cuanto menos. –Y-yo…
-¿Cuál es mi nombre? –Le interrumpió de cualquier pensamiento que estuviera llegándole seguramente. –Dime como me llamo.
-Wing… Wingdings Gaster.
-Bien, menciona la flor favorita de mi esposa.
-Las… las lavandas.
-Correcto, ¿puedes memorizar cómo huelen?
Y así estuvo con las preguntas y respuestas que de algún modo estaban dando resultado, aun cuando fuese uno solo quien preguntaba y una sola quien respondía. Sin soltar su mano para guiarle su respiración sin que se diese cuenta, aterrizandola lentamente en un entorno nada agraciado, pero necesario para poder moverla de ahí dada su parálisis traumática. Aunque los culpara por haber orillado a Frisk a cometer estupideces una y otra vez que atentaban su integridad e inocencia, no cabía duda de que la comprendían lo suficiente para saber qué hacer con las consecuencias de arrastrarla con ellos.
Era tan diferente a como eran los Dreemurr al respecto, que por solo ese instante, aceptó que Frisk los prefiriera ahora. Pero no era suficiente, nadie era suficiente para mantenerla a salvo. Y ahora tal vez, ni siquiera él lo era si estaba comenzando a presentar defectos que atentaban a su sentido común protector. Nunca debió separarse de ella, nunca debió confiar en otros. O más bien, nunca debió permitir que quisiera ir a la ciudad.
-¿Estuviste cuando ocurrió todo? –Finalmente el esqueleto se dirigió a él.
-No, contemplé lo mismo que usted. –Se limitó a responder solo eso por ahora.
El jefe solo asintió con seriedad, mientras le colocaba a Frisk su gabardina dado el desastre que eran sus prendas que mostraban más de lo que debería.
-Lleven al muchacho y a toda la familia al bar del señor Fire. En un momento estaré con todos ustedes. –Indicó el jefe de familia a su gente que todavía estaba presente, en espera sin duda alguna de que en efecto les dijera qué hacer. –Y consíganme té de tila. Sea lo que sea eso.
Sin más qué decir, se desaparecieron todos juntos. Dejando la zona completamente destrozada junto a la familia que llamó hogar a aquel lugar.
.
.
Grillby estaba preocupado por la situación, pero sabía que no podía hacer nada más por ahora, salvo atender a la familia que se había quedado completamente paniqueada y al resto que poco después había regresado por su hermano completamente agotado, pero visiblemente curado de varias heridas. Siendo que seguramente Don Gaster ya había acudido al lugar y arreglado lo más posible la situación. O al menos eso esperaba.
-Ro, ¿qué fue lo que ocurrió? –Escuchó que le preguntó la sirena.
-Unos perros estaban atacando a Sans y a Frisk, pero ellos se defendían como podían. –Grillby simuló como siempre estar limpiando la barra cerca de ellos. Prestando atención a ese detalle en particular. –Una enmascarada me acorraló, pero pareció que su intención fue ayudar a toda costa. Y me pidió algo muy extraño, como el buscar algo que generara un olor muy fuerte para arrojárselos a la primera oportunidad. Pero la casa terminó desbordándose y solo pude protegerme con una puerta.
-Un olor muy fuerte… Tal vez para ahuyentar a los perros. Ellos huelen con precisión, ¿no?
-En realidad me dio la impresión de que no era para los perros.
Aquello le confirmaba que en efecto la novia de Sans tenía un olfato tan sensible como la hermana que aparentemente no había podido contenerse de ir en su auxilio. Pero era extraño, no parecía que había vuelto tras eso, aunque claro, no era fácil detectarla. Sus pisadas eran demasiado sutiles para que alguien pudiera saber de su presencia dentro de algún establecimiento, pero lo que la había delatado hace unas horas había sido el hecho de no ser tan cuidadosa con lo que se proponía a cargar consigo y el ruido que generaba tener varias entre las manos. Sabiendo que su intención de haber estado ahí había sido la de querer robarle. Porque Fuku apenas y había llegado hace media hora de la escuela, estando ahora ayudándole a atender a algunos conejos con algo de pan.
-Ronnie, la casa… –Una de sus hermanas comenzó a hablar entre sollozos.
-Lo sé. Y la verdad es que no sé… qué hacer ahora.
-Para eso me encuentro aquí.
La aparición sin aviso previo de Don Gaster hizo exclamar a más de uno. Y ciertamente no podía culparlos por asustarse por más que su semblante fuese menos frívolo que otras ocasiones Si bien Grillby sabía leer los gestos y expresiones de cualquier ser por mera costumbre profesional, el jefe de familia esqueleto era de los pocos que le era complicado poder visualizar qué tan calmado o no pudiera estar en presencia de cualquiera. Lo que sí era sencillo era poder notar su enojo o disgusto, el cual le recordaba bastante al de Sans cuando le tocaba presenciarlo n más de una ocasión. Un cabeza hueca que esperaba que estuviera bien para que su padre estuviera atendiendo asuntos diferidos en lugar de atender lo que sea que estuviera pasando en ese momento.
-De antemano, debo disculparme con ustedes por el incidente al que no pudimos atender a tiempo. –Comenzó Don Gaster sin reflejar precisamente un arrepentimiento genuino al respecto. Y estaba seguro que los demás presentes lo notaban si había bastantes orejas alzadas apuntando hacia él con cada palabra que decía. –Si bien ustedes tenían aviso de mantenerse alertas a este tipo de situaciones…
-Esos perros se escuchaban como completos enamorados, aun cuando comenzaron a atacar en todas partes. –Una de las conejas intervino, pero se cohibió en su asiento al notar la mirada fija del esqueleto, al que evidentemente no le agradaba que le interrumpieran. –Ehh… L-Lo que quiero decir es que… no detectamos nada malo en ellos. Sus almas siempre sonaron creyendo que estaban haciendo el bien, mientras permanecían juntos.
-Asumo que encontraron la forma de engañar su magia.
-No señor, se pueden engañar los sentidos, pero nadie puede controlar lo que provenga desde el alma. –Aclaró otro conejo con un poco más de ánimo que la primera en irrumpir. –Esos perros estaban genuinamente enamorados y todo lo hacían el uno por el otro.
-Pues se enfocaron en la parte equivocada entonces. –El tono de voz del esqueleto cambió sutilmente para remarcar que ya no quería que le interrumpieran de nuevo. –Como servidores a la familia Gaster, también forman parte de nuestro programa de apoyo en casos como este. Así que no quedarán a la deriva tras este incidente.
-Pero nosotros realmente nunca trabajamos para usted.
-Lo han hecho para la florista. Y ella es mi representante y defensora en negociaciones, por lo que tratar con ella es tratar conmigo de ahora en adelante.
Aquello sorprendió a varios, incluso a Fuku que ahora había bajado la bandeja de pan con visible preocupación al respecto. Seguramente pensando que era malo que aquella humana que le había generado un interés genuino en sus ideales, el hecho de que formara parte de una mafia ahora arruinaba su percepción de las cosas ahora. Pero para Grillby no era una verdadera sorpresa ese hecho. En realidad creía que se habían tardado en integrarla en sus asuntos tras haber visto directamente lo que era capaz de hacer con algo de prisa y mucho enojo. Vaya que Sans se había conseguido una mujer de mucho peligro en realidad.
-Me temo que ustedes son una familia muy numerosa, por lo que acomodar a tantos con inmediatez nos lleva a tener que usar el orfanato como espacio más que suficiente por ahora. –Continuó Don Gaster con su discurso hacia la familia conejo. Grillby notó la mirada de Fuku de inmediato, sabiendo qué era lo que le estaba interrogando sobre qué pasaría con alguien en particular de ahí. La verdad es que también aquello lo tomaba por sorpresa a él. –No podrán ejercer la baja profesión de vender sus cuerpos en zona infantil, además de tener que convivir con ellos en un periodo considerable, pero les dará un techo en lo que estar mientras les reponemos…
-¿Reponer? Señor, esa casa la construyeron mis padres, depositando todos sus sueños en ese techo. –Ahora quien interrumpió fue Ronnie, poniéndose de pie con apoyo de su prometida evidentemente preocupada. Que los trataran justamente como huérfanos tampoco debía de causarle gracia. –La tienda de papá primero, luego el cabaret de mamá… ¡No es algo que pueda reponerse!
-Lo sé, estuve ahí todo el tiempo. –Extrañamente, esta vez pareció que el jefe de familia no se mostraba disgustado con la nueva interrupción. –Conocí a sus padres en el mismo barco que nos trajo a esta tierra. Conocí desde antes sus sueños, sus aspiraciones, sus gustos… más de lo que me habría gustado en realidad. Sé el esfuerzo que les llevó construir este lugar desde sus inicios y es de las pocas cosas que les puedo reconocer aún hoy en día. Nunca me agradaron sus padres, eso es un hecho, pero los respeto por haber conseguido todo eso sin apoyo de terceros. Y eso es más de lo que puedo decir de muchos seres que habitan este mundo.
Que el Don que atemorizaba a muchos en el barrio con su presencia, incluyendo a los presentes, hablara bien de algo, era igual de intimidante que cuando no lo hacía. Lo cual fue más que suficiente para todos para que finalmente se callaran.
-Así que comprendo perfectamente el sentimiento que tienen al perder el patrimonio que les dejaron sus padres, pero no puede cambiarse la situación, solo repararla como dije. –Continuó Don Gaster, a la par que cruzaba sus brazos. –El señor Fire presente es quien nos hace el favor de mantener vigilada esa zona, por lo que pueden comunicarle a él cualquier inquietud que presenten en el lugar. Así que, Ronald…
-Ronnie, no es un nombre diminutivo. –Aclaró el conejo de inmediato.
-Ronnie Bunny. –Corrigió. –Siendo el hombre de la familia, a cambio de este servicio solicito lo mismo de su parte por un tiempo determinado.
-¿… qué?
-Escuché que mencionó una enmascarada. –Aquello no iba para nada bueno, pensó Grillby, pero no supo qué hacer en el momento. ¿Había estado ahí en cuanto mencionó aquello? Vaya que muchos se metían a su casa sin permiso hoy en día y sin que él se enterara. –Dígame, ¿era una humana con máscara de zorro albino?
Aquella especificación le indicaba que Don Gaster ya la había visto una vez, mas no la identificaba con precisión fuera de una posible amenaza a sus intereses. Creyó que tendría que hacer algo para detener a Fuku sin verse sospechoso, pero para su sorpresa su sobrina se mantuvo lo mayormente serena posible, entendiendo que en efecto podría delatarse si hacía un mínimo esfuerzo en detener aquella conversación que no les competía, pero que estaban ahí por el simple hecho de que todos ellos estaban bajo su techo ahora.
-Sí, así es. –Contestó el conejo algo sorprendido. –Parecía alguien extraña.
-Es alguien de la yakuza. –Afirmó de inmediato el esqueleto. Claro, debió verla en el atentado al prostíbulo clandestino al igual que él. –Y si se siguen metiendo pese a las advertencias dadas, no cabe duda de que aún hay una fuga en nuestro sistema de seguridad que no ha logrado encontrarse todavía, pero que puede que siga partiendo del orfanato. Así que usted colaborará con el señor Fire para encontrar ese punto.
Aquello lo comprometía más de la cuenta al grado de ya hacerlo un traidor desde antes. Y lo peor es que no sabía siquiera cómo tratar de conversarlo con Sans para advertirle cuando no sabía cómo se encontraría ahora para empezar, además del hecho de tener la promesa de no decir nada. Esto era malo, muy malo.
Cuando todos se fueron finalmente, Fuku quiso cuestionarle demasiadas cosas de inmediato, pero solo le tuvo algunas respuestas aunque quisiera contarle todo para calmarla. La verdad es que él tampoco sabía qué había pasado por completo y qué pasará de ahora en adelante. No había preguntado por Sans porque no estaba seguro de si el jefe le habría respondido ante tantos presentes y que la urgencia estaba en atender a esa familia, pero si no se había mostrado molesto como síntoma que no lograba ocultar, debía de significar que Sans y Frisk estaban fuera de peligro cuanto menos. Más bien le había dado la impresión de que el jefe había buscado atacar el problema con velocidad para enfocarse en algo más de su importancia.
No hubo clientela ese día, seguramente por toda la atención que recibió la destrucción del hogar de la familia Bunny y lo vistoso que fue su traslado numeroso con lo que había quedado de ello. Así que en cuanto se aseguró que su sobrina durmiera, prestó bastante atención a cualquier ruido de la casa para saber si sabría algo de la humana, a lo cual esa duda fue respondida poco después en su techo. Y contemplarla abrazada en posición casi fetal sobre la pared no fue algo agradable. Aun cuando parecía ser la primera vez que la notaba realmente vulnerable.
-Pude abrazarla, pude hablarle… pero nada más. –Murmuró la humana en cuanto estuvo cerca. –No pude sentirla, ni ella a mi.
No entendía a qué se refería con eso, pero le dio el espacio para que hablara lo que quisiera fuera de preguntas que sin duda alguna no le respondería. Ya había sido clara con eso. No obstante, se quedaron bastante tiempo contemplando la nada estando sentados sobre la superficie, para saber que simplemente no quería hablar, mas no le estaba corriendo o ella estaba huyendo con su presencia. Aquello debía de significar algo, esperaba.
-El orfanato… –Comenzó a advertirle.
-Sí, escuché todo eso. –Le respondió con el mismo tono de hace un momento y sin seguir viéndole directamente. –Supongo que es suficiente detonante para saber que nunca debí estar aquí. En cuanto los niños hablen del "espíritu zorro" que estuvo con ellos, se irá todo a la mierda.
En efecto, era lo que había estado pensando. Los niños no se callarían al respecto y solo generarían más preguntas que tarde que temprano habría de responderse, pero no por él directamente. Había estado pensando en poder apoyar de algún modo a la hermana mayor para que ella misma se presentara con los Gaster, siendo una posible alianza y esperanza de que había cosas en el mundo que todavía podían recuperarse. Pero verla tan agotada mentalmente en lugar de mantenerse a la defensiva, le dejaba en claro que aún no estaba lista para siquiera saludarlos de lejos. Estaba aterrada, aún cuando no quisiera admitirlo corporalmente.
-No creo que esté todo tan perdido todavía. Puedes quedarte con nosotros mientras tanto. –Pudo visualizar cómo su mirada carmesí afilada había apuntado rápidamente hacia él. Por ese instante se sintió como si estuviera a lado de una fiera a punto de brincarle. –A Fuku le dará felicidad tenerte aquí por un tiempo.
-Si, claro. –Su voz sonaba bastante sarcástica al momento de reincorporarse un poco y con inmediatez. No parecía querer mostrarse indefensa por tanto tiempo, aun cuando no se sintiera bien. –Y supongo que el modo de pago será…
-Nada de eso. –Comentó Grillby de inmediato al notar a qué se refería. Teniendo que desviar la mirada por el hecho de comenzar a mostrar su hombro por completo junto a sus palabras. ¿Por qué se esmeraba tanto en mostrar ese lado suyo? –Solo quiero apoyarte a reunirte bien con tu hermana.
-Creo que mas bien quieres acumular deudas para tener el mejor sexo de tu vida. Créeme, no necesitas nada de eso conmigo.
-¿Por qué te empeñas tanto en eso? Ya te dije que no hace falta que quieras darme algo.
-Porque eso es lo que soy. Una prostituta callejera que sabe matarte sin que puedas darte cuenta del momento. –Finalmente giró su cabeza para mirarme detenidamente. Evidentemente molesta ahora. –¿Quién en su sano juicio querría alguien así bajo el mismo techo que una niña? Soy una completa desconocida además. ¿Te has puesto a pensar en eso? ¡Piensa en tu sobrina, maldita sea! ¿Cómo se te ocurre poner a alguien como yo a la ligera junto a unos niños huérfanos? Y ahora esto. ¡Eso es muy irresponsable!
Grillby iba a contestarle que estaba tan acostumbrado a tantos mafiosos en su entorno, que ciertamente esto no le era nada en su rutina, pero sabía que podría ser algo que la molestara mucho más. Además, si tan solo se escuchara, tal vez podría darse cuenta de lo maternal que estaba sonando en ese momento pese a todo su enojo que tenía más connotaciones. Y esa había sido la razón por la cual nunca se preocupó antes de que alguien que había conocido en poco tiempo estuviera junto a todos esos niños. Había visto cómo los cuidaba de sí mismos, cómo les entretenía de la tristeza que tenían y cómo robaba para que tuvieran cuanto menos algo en el estómago cada día. Y más importante, su sobrina había estado a salvo gracias a ella en un entorno peligroso del que había temido lo peor. ¿Cómo era más bien que ella no se daba cuenta que todo menor estaba a salvo con ella?
Y sin percatarse a tiempo, aquello le había sacado una tenue sonrisa por lo inverosímil que justamente una prostituta que visiblemente era un peligro, era la mujer más maternal que tal vez estaba conociendo en su vida hasta ahora.
-¡No te atrevas a burlarte de mi! –El reclamo le aterrizó en lo evidente que estaba siendo.
-Lo siento. Es solo que no sé cómo convencerte de que en verdad no necesito nada de tu parte a cambio. –Tal vez hubiera tenido mejor uso de las palabras, pero era tarde para eso. –Solo soy alguien que sabe qué es perder a un hermano y tratar de armar tu vida con lo que te queda.
-¿Y cuál es la historia real dentro de eso? –Le cuestionó de brazos cruzados. –Digo, lo mencionas tanto que presiento que solo lo haces para simpatizar conmigo.
-Para conocerla a fondo, tendrás que aceptar la oferta.
-Eres raro, parrillero. No puedo confiar en ti.
-Te deberá bastar con que yo sí lo haga.
-Y eso te hace mucho más raro. –La humana se puso de pie de golpe, queriendo apartarse lo suficiente de él, mas no del techo en el que se encontraban. –Si quieres ayudar a alguien, que sea a mi hermana. Que su noviecito no es capaz de mantenerla a salvo como se debe.
-¿Ellos están…?
-Si, o por lo menos vivos. –Mencionó con bastante crudeza. –Frisk es…como yo.
Grillby esperó a que le aclarara mucho más que eso, mientras la contemplaba observarse la mano por alguna extraña razón.
-Creo que incluso se regeneró mucho más rápido que yo en cuerpo y mente. Eso no es bueno.
-¿Por qué?
-Porque eso significa que experimentaron mucho más con ella que conmigo. –Pareció que soltó sin percatarse del todo de lo que estaba revelando. –La abandoné demasiado tiempo.
Optó en no preguntarle más detalles sabiendo que no le diría mucho más al sentirse hostigada, así que simplemente se quedó ahí hasta que ella diese el paso de querer realmente quererse meter a la casa o no. Lo cual fue una incógnita respondida de inmediato al verse marcharse con un par de saltos limpios y sin siquiera dirigirle la mirada a modo de despedida.
No entendía mucho salvo leer entre líneas la poca información que le soltaba en descuidos de su parte. Pero de algún modo le afirmaba que en efecto esas hermanas no se trataban de seres ordinarios en ningún sentido. Y era curioso, pero la última vez que había hablado con Sans, le había preguntado específicamente sobre las experimentaciones que aparentemente Omegle Sallow había realizado con figuras femeninas. Y se había puesto muy mal con la afirmación sin aclararse mucho al respecto.
Mujeres, niñas arrebatadas y dadas por muertas. Humanas con cosas extrañas… Aquello no podía tratarse de una simple coincidencia. Necesitaba leer de nuevo la investigación de su hermano.
.
.
-...Es por eso que no tengo opción, Frisk. Decido matar a unos cuantos si con ello logro salvar a mi familia de respirar un día más. No se puede tener piedad cuando no la tendrán contigo, ni con quienes te importan. Después de todo, en esta ciudad es matar o morir.
-Ya oí eso muchas veces.
-Espero que no tengas que comprenderlo por huesos propios.
Frisk no podía dejar de oír esas palabras una y otra vez, retumbando en su mente mientras no paraba de observar su reflejo que le daba su cada vez menos humeante taza de té. Siendo acompañada por Flowey en todo momento, el cual parecía no querer separarse de ella por la forma en la que cada vez más se enredaba en su brazo. Le habría detenido en otro tipo de circunstancias, pero apenas y tenía el ánimo suficiente para no querer separarse de ese sillón.
Opciones, se había quedado sin opciones. ¿Quién era ella ahora? Ya no podía distinguir su propia mirada a través de su té favorito.
Tratar de hacer lo mejor por un entorno más verde, más vivo, había sido en verdad difícil tras haber tenido que soportar muchos golpes en todo el sentido figurado. Pero había bastado un segundo para tomar el camino más fácil y atroz que cualquiera habría tomado en una misma desesperación. Tal vez incluso antes de tiempo, tal vez sin tantas preguntas en mente o tanta desidia en el afán de siempre querer ver lo correcto de las cosas. Pero eso no existía, ¿cierto? Solo percepciones, un conjunto de variantes que solo estaban al alcance de unos cuantos, pero no para los momentos más necesarios. ¿Por qué se había esmerado tanto en hacer el bien, si al final no había valido la pena? ¿Ahora qué seguía para ella?
Se puso de pie en cuanto escuchó que Don Gaster salió de la habitación de Sans. Notando que Papyrus se había quedado con él dado que a ella no le permitieron estar presente, diciéndole que era mejor que primero ella se enfocara en estar mejor y estando Flowey de acuerdo con su silencio gruñón. Eso no le ayudaba para nada, si no saber cuanto menos algo solo le hacía sentirse mucho peor.
-¿Cómo sigue?
-Estará bien. Solo tiene que reposar. –Respondió Don Gaster mientras se reacomodaba las mangas de su camisa. –Usó demasiada energía y eso lo llevó al agotamiento total. No es la primera vez que le pasa, pero llevaba mucho tiempo desde la última vez.
-Creo que es por mi culpa. –Ahogó la pregunta sobre cuándo había sido la última vez que mencionaba sobre quedar así. –No lo recuerdo, pero… si terminó así cuando desperté…
-Te escucho.
Tanto como el jefe de familia como Flowey le escucharon atentamente en los detalles que recordaba previamente. Incluso notó que Papyrus se asomaba de vez en cuando en el barandal de las escaleras para prestar también atención en cada punto y sin emitir ninguna interrupción. Y si bien el poder hablar le ayuda antes, no estaba siendo el caso por ahora. Tuvo que frenarse en varias ocasiones y el temblor de sus manos comenzó a ser más fuerte cada vez, pero le bastaba con sostener su taza para tratar de controlarse lo más posible y concentrarse en su explicación. No supo cómo fue que terminó ese perro ahí y el cómo terminó toda la casa derrumbada, pero no le cabía duda a nadie de que hubo un combate previamente para que Sans terminara así y tuviera que tomar una decisión ante la falta de ayuda en el entorno.
O bueno… estuvo con alguien antes, pero de nuevo fue una alucinación de su parte como en el incendio de ese lugar clandestino, ¿cierto? Como fuese, le había ayudado a levantarse, a reponerse antes de que todo quedara perdido. Así que podría agradecerle a su mente de querer salvarle en el momento preciso, sino fuera por todo el tormento que le dejaba en recompensa de haberle hecho caso.
Una vez terminado su relato no hubo ninguna pregunta, pero sí la sorpresa de ver cómo Don Gaster le había retirado a Flowey con algo de rudeza con su magia, para llevarla lejos de ahí en un pestañeo y sin todos los demás. No comprendía si había hecho algo que le molestara o no, pero no cabía duda de que se le notaba inquieto por algo y estaba tomando acción inmediata en lugar de dejarlo pasar. Tal vez por ello era que se llevaba bien con él pese a todo.
-¿Por qué estamos aquí? –Preguntó Frisk al notar que estaban algo retirados. Por las vías del tren que notaba entre pastizales de alrededor, sabía que estaban en la frontera de la misma ciudad incluso.
-Voy a enseñarte a disparar como se debe. –Extendió su mano para dejar a la vista el arma que había tenido consigo, aunque el brillo inmediato le había indicado que no era cualquier pistola. –Tómala de nuevo y apunta hacia allá.
-¡¿Qué?! ¡No volveré a tocar eso en mi vida! –Exclamó completamente molesta, dando pasos hacia atrás para alejarse lo más posible. Ahora entendía por qué le había retirado a Flowey. –No voy a usar un arma.
-Prefiero que sepas usarla a no usarla. –Pareció que su mirada de desagrado inmediato comunicó más que suficiente, porque acto seguido respondió con el mismo tono que habría empleado si hubiese hablado. –¿Eres consciente de que pudiste matar a ese perro sólo por suerte? ¿Qué hubiera pasado si no le hubieras atinado?
-Pues yo…
-Seguramente tu enemigo se burló de ti porque pudo detectar que no sabías siquiera lo que hacías. Alguien con el suficiente conocimiento de lo que viene siendo portar un arma, sabe por lo menos diferenciar la forma de sujetar una pistola. –Inmediatamente le extendió la pistola para que la tomara a la fuerza, empujándola casi con ella. –Así que aprenderás no porque quiera que la uses, sino para cubrir toda posibilidad sin estar nervioso de que se cometerá el error de nuevo de mandarte a la guerra sin armas.
-Esto no es una guerra. –Soltó con enojo, pero aquello le hizo recordar algo.
-Una guerra es lo que quiere el Gran Don. –Le mencionó rápidamente Don Gaster, de lo cual ya habían hablado al respecto en una ocasión no grata. Y aquello solo hizo que resonara un eco en su mente, como si aquel sueño hubiese trabajado en algo de sus recuerdos para que ahora le inquietara ahora ese hecho. –Y sin importar el pasado que hayas tenido con él, seguirá matando sin importar cuántos discursos se le puedan emplear por delante. Al menos creí que eso ya lo tenías más que claro.
-Más de lo que me gustaría.
Observó la pistola a la que era obligada a portar de momento, teniéndola tan solo colocada en sus palmas al no querer siquiera hacer algo más con ella. Si bien ya la había conocido desde antes con su brillo plateado, era la primera vez que la contemplaba tan de cerca, además de tocarla para saber cuál era su peso, su olor y los detalles que dejaban en claro que aquella arma había pasado por varias batallas y que no había salido tan ilesa de ellas por las rayaduras que tenía consigo.
Sans tendía a usar su magia por lo que recordaba que le decía no agradarle las pistolas por lo "ruidosas" que eran para su objetivo, pero no cabía duda de que había tenido que usarlas en varias ocasiones. Y si bien no recordaba nada, no cabía duda de que la situación con el perro había tenido que ser una de esas si había estado sujetando a una de ellas antes de caer en la inconsciencia. ¿Cuántos…? ¿Cuántos habrá matado con la pistola que sostenía? ¿Quién habrá sido su primera víctima de ellas? ¿Siquiera Sans pensaría en esa clase de cosas tras tanto tiempo de ser un asesino reconocido y temido? Ella no podría olvidar sin duda alguna la expresión del perro al momento de dispararle, ni mucho menos el verlo hacerse polvo frente a ella, por lo que siquiera pensar en la posibilidad de tener que volver a hacerlo a como le indicaba el señor Gaster, simplemente le aterraba que volviera a pasar. Incluso le daba náuseas.
Pero lo cierto era que no tenía ni idea de cómo poder salvar a alguien llegando a ese punto tan extremista. Tal vez habría otras opciones, pero ya no había sido capaz de encontrarlas ante la desesperación. ¿Y si realmente ya no había más opciones y ya? ¿De nuevo tendría que hacer tal cosa cuando en efecto, no quedaría de otra? Sans, Flowey, Muffet, Papyrus, Don Gaster… no quería que pasaran por aquello una vez más, pero tampoco era justo que se tuvieran que manchar las manos una y otra vez para que ella conservara limpias las suyas, ¿cierto? Debía de haber un modo, pero simplemente no estaba siendo capaz de poder visualizarlo de momento.
-Así que, bienvenida al juego, Frisk. –La voz del jefe la trajo de regreso de sus pensamientos. –Ahora apunta al frente.
-No… La vida no tiene por qué ser un juego. –Se rehusó por completo, sintiéndose incluso algo débil del cuerpo, siendo incapaz de siquiera levantar el arma mucho más de lo que ya estaba en sus palmas. Que extraño, ya había escuchado algo similar ¿cierto? –Un juego es el ajedrez, algo que se disfruta sin temer a un resultado mientras aprendes en el proceso. Esto solo es crueldad, dolor e injusticia.
-Tiene que doler para poder ser apreciado. Y las injusticias te sacan de tu zona de confort para hacer algo con eso.
Ya había escuchado algo similar de su parte respecto a la similitud de la muerte con el amor y el dolor que producían. Demostrándose en su momento el impulso que le había generado tomar acciones precipitadas para no perder tiempo y salvarlos. Volviéndose una delincuente oficialmente tras eso y ahora… siendo una asesina. Si bien podía estar aliviada de haber salvado a Sans en ese par de ocasiones, ¿hasta cuándo pararía de ocurrir? ¿Cuántas veces tendría que pasar por lo mismo o peores situaciones? ¿En verdad su relación consistiría en mancharse las manos para seguir juntos una y otra vez? ¿Por qué no simplemente la dejaban en paz? ¿Por qué no la dejaban ser feliz?
-Sé que a mi padre biológico lo llamaban "El jugador", pero no por eso tengo que ser como él. No pienso serlo. –Insistió pese a todo. Queriendo llegar a algo que tal vez no tendría sentido para nadie, pero que de algún modo le ayudaba a mantenerse a la raya de una situación que quería evitar en sí misma. –Yo no soy una jugadora ni una mafiosa, solo soy una tonta florista de pueblo. Una ignorante del mundo que tal vez debió quedarse así.
-¿Qué dijimos sobre considerarte tonta con frecuencia?
-Da igual eso, la verdad es que lo soy por creer que sería la excepción a la regla de matar o morir. –Finalmente dejó el arma a lado suyo, a la par en la que se sentaba en el pasto completamente incapaz de mantenerse de pie un minuto más. –Sigo firme en que solo yo soy responsable de mis propios actos, pero esto… va más allá de lo que creí. ¿Qué tal si ese perro tenía una familia, hijos y más? ¿Qué me hace merecedora de ser quien viva si de cualquier forma esto generó que haya un asesino de pie?
Sabía que sus palabras irritarían al jefe, siendo que seguramente le presionaría mucho más para disparar tal y como quería. Pero en su lugar y para cierta sorpresa, terminó sentándose junto a ella sin permiso ni mayor palabra de por medio. Quedándose ambos contemplando hacia el frente las botellas vacías que se suponía que estaban para practicar algo que era indeseable para ella, aun con las justificaciones que le dieran. Se sentía terrible por lo sucedido, no podía hacer la vista gorda de la situación, aun cuando era firme en ser responsable de lo que hacía y pensaba. Ciertamente, todo era tan abrumador como paralizante ahora.
Si alguien le hubiese dicho que al salir del pueblo se volvería una asesina por una situación provocada por el hombre que quería como un padre y buscaba, le habría ahorrado una gran molestia.
-Frisk, mereces ser feliz. Aun cuando en este momento creas que no es así.
La mencionada se giró con sorpresa hacia el esqueleto que mantenía la vista hacia el frente. La verdad era que no se había esperado algo así de su parte, aun cuando no era la primera vez que le decía que debía de ser recíproca su forma de pensar hacia otros. Tal vez había sido el hecho de que en esta ocasión había mencionado su nombre en conjunto, pero algo dentro de todo le hizo sentirse vulnerable, más de lo que realmente ya estaba. Y aun así se rehusó a llorar, estaba harta de hacerlo y solo ver que las cosas se escapaban de sus manos. No servía de nada estar así, y aun así no podía evitarlo. Le daba la impresión que cada vez que la llamaba por su nombre, estaba escuchando al verdadero señor Gaster que pese a los golpes de la vida, se mantenía de pie por su familia. No aquel Don Gaster que era sádico y cruel con todo aquel que no estuviese de acuerdo con su opinión.
-Mataste por defensa propia, y aún más, por salvar a mi hijo. –Continuó conversando con su tono indiferente que aparentaba frialdad ante algo que no quería ver, pero algo le decía a Frisk que aquello era para no verse vulnerable él también. Confirmándole su pensamiento. –Puede que lo regañe en su momento por dejarse vencer tan fácil, y a ti por sobrepasar tus límites de algo que parece estarte inquietando y que no compartes, pero no voy a interferir en su propia felicidad. No más. Pero sí con el regaño puedo presionarlos para que sean mejores con base a sus errores, en espera de que no vuelvan a cometerse del mismo modo, eso haré todas las veces que sean necesarias.
-Supongo que gracias. –Atajó pronto y sin mucho ánimo.
-¿Ahora me dirás qué es lo que te ha tenido tan alterada recientemente?
-Lo siento, no puedo.
En verdad que no podía y no solo por el hecho de ser un tema directo con Sans, sino porque comenzaba a comprender la locura que se desataba cuando se amenazaba a un ser querido. Y Don Gaster, aun con un temple calculador que daba la impresión de leer la mente del oponente en momentos menos oportunos, también era apasionado a su manera, al grado de cometer estupideces fuera de mantenerse a salvo. Y no iba a permitir que "el Gran Don" abusara de eso. Ni eso ni de nadie más.
Si Asgore Dreemurr había tratado de quitarle a Sans en busca de algo (posiblemente una simple reacción de su parte), ella estaba dispuesta a quitarle algo también en respuesta y con mejor resultado. Como mensaje de que no estaba en espera de malos tratos de su parte, ni tampoco en espera de juegos absurdos que solo lo hacían parecer un cobarde.
Una guerra, un juego… Tal vez no eran tan diferentes a como había querido decirle su subconsciente en su sueño. Pero sentía que de cualquier forma algo dentro de eso se le escapaba demasiado. Algo que parecía importante. ¿Pero qué? ¿Por qué le estaba dando tanta atención a un simple sueño ahora?
-¿Cómo fue la primera vez que mató a alguien? –Preguntó Frisk al poco tiempo.
-Diría que fue por defensa de mi país, pero la verdad es que solo vi por mi cuenta. –Respondió Don Gaster al momento de estar sacando un puro de su bolsillo. Lo cual no le agradaba para nada, pero no tenía ánimos de expresarlo esta vez. –Y te ahorro las demás incógnitas al respecto. Valió la pena hacerlo, todas las veces que tuve que matar para salvarme.
-¿Porque conoció a su esposa? –Supuso que aquello iba para eso.
-Sí, pude conocerla dentro de ese caos. Pude casarme con ella y hacer una familia de la cual tuve que luchar mucho. –Prendió el puro y fumó un poco antes de seguir hablando. –Pude seguir adelante hasta el punto en el que una arrogante humana me impulsó a no darme por vencido de nuevo, del cual estoy agradecido de eso porque, sino fuera por eso, me habría perdido la oportunidad de reconciliarme con mis hijos poco a poco. Me habría perdido la oportunidad de ver cómo se están volviendo hombres, me habría perdido la oportunidad de disculparme con la niña que controlé toda su vida hasta el grado de generarle un sentimiento que no es. Y además, me habría perdido la oportunidad de ver que mis sueños pueden volverse realidad todavía cuando lo creía imposible.
-¿Por qué trata de animarme cuando con sus hijos no lo hizo?
-Es de caballeros aprender de sus errores. Tarde o temprano. –Puso el puro en una mano flotante para apartarlo un poco de ella con el humo presente. Cosa que agradeció en silencio. –Pero si lo que quieres es que te trate como lo hice con ellos en su momento…
-No, gracias. No me interesa perder la virginidad como parte de su régimen estricto y burdo.
-Considerando que eres la pareja sentimental de mi primogénito, no es algo que se me pase ni pasará por la mente por mi propio bienestar. –Ciertamente parecía incómodo ahora con ese hecho. –Mi tolerancia sigue teniendo un límite.
-¿Le sigue siendo extraño la posibilidad de que un monstruo y una humana tengan relaciones sexuales?
-¡Agghh! ¡Deja de insistir con el tema, mujer!
-Bueno… es que tengo una duda ahora.
-Si es lo que creo que es, quédate con esa duda para ti.
-¿Podemos entrar en la dinámica de preguntas y respuestas?
-¿Vas a responderme sobre lo que te atormenta mentalmente desde antes?
-No, no puedo.
-Entonces ya tienes tu respuesta.
Aquello de alguna forma le había bajado el estrés del momento. Tal vez Don Gaster tenía una visión algo macabra de unas cosas, pero el sentimiento respecto a agradecer el poder seguir vivo y adelante era algo con lo cual sí poder identificarse. Tal vez se sentía terrible por lo sucedido, pero siempre había sido firme en aceptar consecuencias y eso haría. Había aceptado estar a lado de Sans y ya sabía qué implicaba en ello, por lo que no valía la pena sentirse arrepentida del todo… ¿cierto?
Terminó suspirando. Por supuesto que no era tan sencillo como aceptar cualquier cosa. Y de alguna manera le daba la impresión de que los Gaster lo sabían de antemano o habrían estado en las mismas condiciones que ella en su momento. ¿Sería por eso que no querían que lo pensara demasiado?
Se giró nuevamente hacia el arma, pero no fue capaz de tomarla con sus manos. Tal vez Masao Saito o Asgore Dreemurr, ambas figuras paternas en algún punto de su vida, habrían querido que llegara a ese punto de su vida. Tal vez había cierto destino que se rehusaba a tomar en todo el sentido de la palabra y del que ahora no tenía ni idea de cómo escapar o qué decisiones tomar para evitarlo a toda costa, pero no cabía duda de que no podía dar marcha atrás. Así que, ¿qué hacer ahora cuando tantas cosas las sentía en declive?
-No soy una jugadora.
-Entonces sé una florista.
Nuevamente una respuesta suya le tomó por sorpresa, por lo que se quedó en silencio en espera de algo más.
-No cambio de opinión sobre que eres una arrogante, ingenua y molesta humana, pero estaré siempre agradecido por lo que has hecho por nuestra familia, aun en contra de nuestra voluntad. –Que lo dijera mientras fumaba no fue precisamente agradable, pero sabía que su intención tenía una connotación diferente. –Sigue labrando la tierra a tu manera, pero no pierdas el sentido común por temor a fracasar nuevamente, porque por mucho que quieras evitarlo, pasará. Te equivocarás, tendrás que volver a matar seguramente por haber decidido estar con nosotros. Así que solo puedo prepararte para que al menos tengas a la mano el modo de encontrar un mejor camino en base a tus propios errores.
No estaba segura de si aquello era un buen consejo o no, pero no le quedaba de otra más que aceptarlo. O por lo menos así se sentía tras tener la mano del esqueleto sobre su cabello de forma algo ruda y dejándole el mal olor del tabaco encima, pero siendo realmente un gesto que había extrañado en mucho tiempo. Tal vez la había notado lo bastante cabizbaja todavía para que terminara teniendo tal acción con ella. Y la verdad, es que le agradaba pese a todo.
-Solo alguien como tú sabe hacer que algo florezca en zonas que se consideran perdidas, y más nos vale no perder eso. Así que ponte a sembrar caos, sembrar esperanza… lo que quieras hacer con la tierra que tienes a tu paso, pero haz algo con ella.
-Gracias, pap…aaaah… –Sintió su cara arder en el instante. Lamentándose por haberse dejado llevar por lo familiar que había sido ese gesto. –S-señor Gaster, lo siento.
Eso había sido muy incómodo para ambos, mas no hubo comentario alguno sobre eso. Así que agradeciendo en silencio, se quedó pensando en lo que recién le había dicho y ayudándole a tener un panorama más claro que todo lo que le había estado atormentando en corto plazo. Enfocándose en la tierra que estaba tocando en lugar del arma que en verdad deseaba no tener que volver a usar nunca. Envolviendo sus dedos con el pasto e inhalando el aroma de la tierra que levantaba el viento.
Ser una florista. Eso sí sabía hacerlo muy bien.
.
.
Sans abrió las cuencas lentamente, llegándole primero el característico olor del alcohol etílico mucho antes que la vista que indicaba encontrarse en su habitación, en su cama repleta de almohadas. Y si bien una parte de sí la sintió como si hubiera pasado un mal sueño, rápidamente intentó incorporarse cuando pudo recordar específicamente todo lo que pudo haber sido más bien una pesadilla. Mareándose inmediatamente por el sobre esfuerzo que había hecho en el proceso y siendo detenido por su hermano en un rápido reflejo, obligándole a permanecer acostado cuanto menos.
-¿Frisk está…? –Comenzó a preguntar con urgencia.
-ESTÁ BIEN, AHORA SE ENCUENTRA CON EL JEFE PRACTICANDO.
-¿Practicando qué?
No obtuvo respuesta, o por lo menos una no verbal. En efecto no se encontraba el viejo, pero sí algunas de sus cosas de botiquín que le indicaba que había tenido que curarle cuanto menos algunos raspones, fuera del agotamiento que había tenido de forma extremista. Tampoco se encontraba Frisk, quien le habría gustado poder ver en primera instancia, en esperanza de contemplarla en su forma normal que tanto le fascinaba, no en lo que parecía ser un animal salvaje sintiéndose amenazado por lo que tuviera al frente.
Pero lo que sí estaba respondiéndole, era el hecho de no ver el estuche de su arma junto a todo lo demás que le habían quitado y colocado en una esquina. Sus pistolas no estaban en su mesilla de noche o colgadas en alguna parte de la habitación. Simplemente no estaban en la casa, y las palabras de su hermano cobraron peso en el instante.
-¿Por qué? Frisk no lo necesita, ella no…
-SANS, ELLA FUE QUIEN TE SALVÓ. –Le interrumpió con un tono avergonzado, seguramente sabiendo qué implicaba con eso. –MATÓ AL PERRO POR TI.
Sus cuencas se oscurecieron de golpe. Una mínima parte de él, por ese fugaz momento, había esperado que el hecho de que su familia hubiese llegado a tiempo para atenderlos, significara que también hubieran llegado a tiempo para encargarse del asunto. Pero si lo que Papyrus decía era que su bonita, su hermoso rayo de sol que brindaba calor y luz en los lugares más recónditos y lúgubres de la ciudad, había tenido que mancharse las manos por él… por un pobre diablo que ni era capaz de poder mantenerla segura ni un instante… ¡Maldita sea!
Frisk odiaba las armas, repudiaba la violencia y las malas decisiones. Y sin embargo, las estaba tomando con más frecuencia de la que habría contemplado a causa de la mala vida que implicaba su existencia. Al final, había sido él mismo su peor condena.
-SANS, ESTUVO BIEN. ESTO…
-¡No, no está bien! Yo fallé. Ella no debía de…
-ESTO ES ALGO QUE HABRÍA PASADO EN CUALQUIER MOMENTO POR EL TEMPERAMENTO Y TORPEZA DE LOS DOS. –Sentirse regañado por su hermano menor en un momento como ese, solo lo enojaba mucho más. –SÉ QUE ESTO NO ES LO QUE QUIERES OÍR, PERO FUE LA MEJOR RESOLUCIÓN LA QUE TOMARON. SOLO MÍRATE, ESTÁS VIVO DE MILAGRO UNA VEZ MÁS.
-Ya sé, maldita sea, ¡ya sé!
-¿ENTONCES POR QUÉ SE TE OCURRIÓ ENFRENTARLO SOLO SI NO PODÍAS CON ÉL?
-¡Tenía a Frisk conmigo! Esos malditos no me dejaron escapar ni un momento.
-¿MALDITOS? ¿OSEA QUE HABÍA MÁS DE UNO? FRISK SOLO MENCIONÓ UN SOLO PERRO.
-Eran dos. –Eso no era bueno, significaba que había escapado una. Bueno, más le valía que llevara su mensaje. –Fueron a cazarme ante el hecho de que pusieron un precio a quien me llevara con el Gran Don.
-TENGO UN MAL PRESENTIMIENTO CON ESO.
-¿A si? Pues yo tengo un mal sabor de dientes sabiendo que mi familia me dejó solo por más auxilio que les lanzara. ¿Qué demonios estaban haciendo para que me ignoraran? ¿Por qué no fueron a salvar a Frisk?
-¿POR QUÉ NO FUISTE TÚ QUIEN LA SALVARA? NO PUEDES CULPARNOS POR ESTO, SANS. TÚ SABES DEFENDERTE, TÚ SABES ESTAR ALERTA. QUIEN TIENE EL ENTRENAMIENTO Y EXPERIENCIA ERES TÚ. Y AHORA QUE SE VIO UNA FALLA, EL JEFE ESTÁ TRATANDO DE QUE NO VUELVA A OCURRIR.
-¡Yo no quería esta estúpida vida! ¡Y mucho menos quiero que Frisk la tenga!
-¡ENTONCES RESUELVE EN LUGAR DE LAMENTARTE, MALDITO IDIOTA! ESTO NO ES COMO CON MAMÁ EN EL QUE NO PODÍAS HACER NADA. ¡AQUÍ SI PODÍAS HACER TODAVÍA ALGO, INCLUSO EVITADO!
Aquello lo paralizó mucho más que lo aporreado que todavía se sentía. En efecto era diferente, y eso lo hacía peor. Mucho peor.
-TENDRÉ QUE SER YO QUIEN PREPARE LA CENA ESTA VEZ, ASÍ QUE AHORA VUELVO. –Era evidente que solo estaba molesto con él y quería dejarlo solo para que se calmara. –COMPRARÉ LO QUE NECESITO, ASÍ QUE MIENTRAS TANTO, DESCANSA Y PARA DE HACER ESTUPIDECES.
Sin más que decirle, quisiera o no quisiera hacerlo, se retiró dejándolo solo por un breve momento del que no pudo dejar de estar alerta. Porque no tardó en aparecer la flor parlante, adentrándose en la comisura de la puerta cual serpiente venenosa dispuesta a solo hacerle daño. Sabía que pasaría en cualquier instante dada la situación, por lo que su presencia tan pronta solo le indicaba que al menos eran más de uno los que estaban de acuerdo con lo terrible que era el suceso, en lugar de solo aceptarlo.
-Puedes estar tranquilo. No vine a matarte. –Argumentó el hierbajo en el instante, casi como si hubiera podido leerle la mente. –Eres importante para ella. Lo bastante para hacerle correr riesgos que no habría tomado con nadie más. Diría que te debieras sentir honrado por eso, pero la verdad es que solo confirma que eres el fracasado que siempre creí que eras.
-Flowey…
-Se manchó las manos por tu culpa. Eso es algo que ella lamentará por el resto de su vida, por lo que yo me encargaré personalmente de que tú no lo olvides nunca tampoco. –Le interrumpió con una seriedad que nunca le había contemplado antes. O por lo menos, no lograba recordar algo similar. –Cada segundo, cada momento que respires, será siempre un momento para hacerte recordar que no pudiste protegerla, que no eres capaz de hacerlo porque eres un miserable rufián que no puede con su vida misma. La has condenado a ser como tú, y eso es algo que jamás podrás perdonarte porque jamás te permitiré que lo hagas.
La flor se giró para retirarse y dejarlo con su miseria, pero no siéndole suficiente, agregó antes de irse:
-Frisk estaba mejor sin ti. Eres tú quien la necesita para sentir que su vida vale algo.
Por lo menos, por fin tuvo espacio para poder llorar en silencio.
.
.
¿Qué se hace cuando se pierde su otra mitad? ¿Cuando se pierde a su alma gemela?
Dogaressa no paraba de llorar mientras sujetaba con todas sus fuerzas el chaleco que su esposo había dejado tras volverse polvo. La única prenda que sus compañeros habían logrado rescatar junto a ella, dado que no iban a hacer más ante las prisas que ellos se habían puesto antes de llamar mucho más la atención. Y lo cierto era que aquello le molestaba mucho más, porque no le permitieron siquiera poder vengar a su amado, poder defenderlo cuanto menos. Lo habían dejado morir y llevado a ella de vuelta a la mansión de Gerson. Obligada a acostarse dadas las heridas que tenía consigo tras haber perdido el conocimiento.
Pero estar acostada en una cama donde horas antes la había compartido con su esposo… era tan desgarrador que simplemente no podía con ese dolor, con ese tormento que yacía en su interior. Ese sentimiento que no encontraba forma de poder calmarlo, de poder repararlo. Porque simplemente no había manera ya. Dogamy se había ido y no había nada en el mundo que pudiera hacerlo volver.
Había escuchado que alguien le estaba llamando al otro lado de la puerta, pero por inercia y coraje, había arrojado un hacha anaranjada que apenas y había podido crear con su magia. Si Dogamy no estaba ahí, no quería a nadie más por ahora con ella. No quería ver a nadie en absoluto.
O bueno, tal vez había alguien que le gustaría ver en ese preciso momento, pero para destrozarlo con sus propios dientes. Para borrarle esa maldita sonrisa mientras le hiciera ver morir a todos sus seres queridos ante él. Ese maldito esqueleto…¡¿Cómo pudo atreverse a quitarle al amor de su vida?!
Y por ese instante, pudo sentir el ardor en sus propios ojos sin poder percatarse del brillo ámbar que estaban adquiriendo. A la par en la que su hacha anaranjada pasaba inmediatamente a un tono dorado que alumbraba la habitación. Sintiendo como si una llama estuviera surgiendo dentro de ella para dejarse llevar por su ardor, por su ira y odio que estaba tomando forma en el arma que estaba materializando cada vez más pesada, cada vez más grande, y cada vez más mortal.
Sans Gaster. Juraba que le haría sufrir por lo que le había arrebatado.
.
.
Cuando los seguidores grises le dijeron que Sans ya había despertado, Frisk se apresuró en volver a la casa junto a uno de ellos que se dispuso a acompañarla dado que habían dejado a Don Gaster con el resto, atendiendo algo respecto a lo sucedido y algo sobre la familia Bunny. Si bien también estaba preocupada por ese hecho, sabía que estorbaría de momento en un proceso que tal vez requería una mejor atención que solo su angustia sobre haber formado parte de la pérdida del hogar de toda una familia. Aun cuando no recordara los detalles.
Tras haber cubierto sus ojos por su cuenta y dejado que el ser monocromático le guiara hasta estar dentro de la casa sin ventanas, corrió hacia las escaleras para ir directamente con Sans. Notando en el camino que la casa se encontraba sola, y preocupándole en el instante que lo dejaran así. ¿Qué tal si hubiera necesitado algo en ese momento?
Pero en cuanto entró a la habitación, Sans apenas y se giró a verle, sin emitir un gesto de incomodidad, dolor, o lo que fuera que estuviera pasándole. Contemplarlo tan serio no le agradaba.
-¿Estás bien? –Se preocupó.
-Yo debería de preguntarte eso.
-Estoy bien. –Comentó conforme daba pasos hacia el frente. Sentándose en la cama mientras su novio le seguía con la mirada. ¿Acaso… estaba temiéndole por cómo le había visto? No tenía ni idea de como realmente se ponía, pero por la descripción que Don Gaster había dado, podría tratarse de algo no agradable de contemplar. –Tal vez Don Gaster deba revi…
-Solo déjame hablar primero, ¿quieres?
Aunque pareciera que estaba siendo bastante casual, para Frisk era evidente que estaba molesto por algo. Lo suficiente para querer contenerse y fallar en el proceso dado su tono cortante inmediato. El cual, desvió su mirada por unos breves segundos a modo de disculpa por haber tenido tal breve arrebato con ella. Por su parte, se mantuvo en silencio, lo necesario para que pudiera soltar lo que sea que le estuviera inquietando visiblemente.
-Frisk, no sabes cuánto me encantaría poder darte una vida tranquila donde solo debas preocuparte por tus amadas flores, pero lo cierto es que eso tal vez solo te lo podría brindar un humano. –Frisk se disgustó con escuchar semejante estupidez en crecimiento, pero optó por no emitir palabra todavía. En espera de que llegara a algo más con su discurso con pésimo inicio. –Yo soy un monstruo que tiene que matar a otros para sobrevivir en todo el sentido. Una vida calmada es algo que jamás podré brindarte porque no es algo que pueda estar en mis manos. Y se supone que al menos podía brindarte protección con ellas, pero fallé con eso.
-No fue tu cul…
-Lo fue. Yo debí estar alerta, debí poder sacarte de ahí con facilidad y ni siquiera eso pude. –Contemplar a su novio tan serio y firme con lo que estaba creyendo no le agradó para nada. –Frisk… te mereces algo mejor. Te mereces el mundo entero y eso es algo que no puedo brindarte cuando ni siquiera puedo conmigo mismo.
-No tienes la responsabilidad de protegerme, Sans. Yo debería de ser más precavida también. –Pese a todo, se mantuvo lo más serena posible, estando harta de tanto drama de algo que ya no tenía arreglo de cualquier forma. Aun cuando en sus adentros se sintiera terrible. –Yo no recuerdo nada de lo ocurrido con el perro, pero no me queda duda de que hiciste todo lo posible hasta que no pudiste más. Más bien, creo que solo soy una carga para ti en momentos como ese.
-Jamás. Eres la razón por la cual quise luchar por mi vida.
-Y tú eres la razón por la cual estoy dispuesta a volverme más fuerte. –Insistió ante la apertura que estaba notando en la conversación. –No quiero que te hagan daño. Ya no pienso perdonar a quienes lo intenten.
Frisk supo que ambos estaban pensando en lo mismo por lo que pudo percibir en su leve mueca de desagrado. Mas no rompieron el agarre de sus manos que comunicaba que no querían separarse en ningún momento más, y eso le era más que suficiente para saber que pese a todo lo que podría implicar el riesgo exhibido, aún había una parte que solo impulsaba a seguir luchando. Sintiéndose culpables respectivamente o no. Y eso era algo que la bestia no podría quitarle ni por intento.
-Asgore Dreemurr puso un precio a mi cráneo. Con vida.
-Eso supe.
-Sabes lo que significa, ¿cierto?
-Que definitivamente sabe que "la amante del esqueleto" soy yo. –Mencionarlo de ese modo le causó repulsión, pero no tanto como el hecho de saber que incluso el monstruo que consideró su padre, debió nombrarla así cuando tal vez no sabía que se trataba de ella. –Tal vez quiso hacerme daño a través de ti.
-O más bien, le importas como hija definitivamente. –Aquello no entendió porqué a Sans parecía causarle gracia. –No creo que a ningún padre le agrade saber que su retoño esté copulando con lo prohibido y que además sea un enemigo declarado.
-Pero nosotros no…
-Lo sé, pero él no. Debe volverlo loco eso de "amante".
Realmente dudaba ahora que Asgore Dreemurr le quisiera como una hija, aun cuando en sus adentros esperaba que algo en su pasado tuviera sentido, como lo eran los recuerdos alegres recorriendo juntos el campo de flores de todos los tamaños y colores. Si realmente fuese el caso, no estaría empeñado en causarle tanto dolor en el abandono a causa de sus fechorías imperdonables, ¿cierto? Si realmente fuese el caso, no habría tenido una madre agonizando de tristeza al grado de perderse en ella misma sin poder hacer algo adecuado de su parte. No se habría quedado con dudas absurdas que actualmente le generaban malestares y le incitaban a moverse con desesperación de tener algo de sentido en su atolondrada vida.
Asgore Dreemurr… se había atrevido a intentar arrebatarle a quien estaba amando, y eso dolía demasiado como el hecho de seguir en las mismas de no verlo pese a haber sido su objetivo en la ciudad desde un inicio. Si había sido quien le había dado fin a su familia biológica, a la vida que creyó tener, incluso a su propia naturaleza incapaz de concebir, definitivamente no iba a permitirle que siguiera quitándole cosas.
¿Y todo para qué? ¿Para una guerra interespecies que no tenía sentido, ni siquiera para él? Si tanto odiaba a los humanos al grado de condenar a cualquiera que simpatizara con ellos, ¿por qué la conservó a ella? ¿Para causarle más sufrimiento a la larga? ¡No tenía sentido, y eso la enojaba demasiado ahora!
-¿Tan raro es lo nuestro para otros? Digo, siempre he sabido que eres un monstruo y yo una humana, pero nunca me pareció extraño ser una relación de especies distintas. –Soltó Frisk en el instante sin pensarlo demasiado. –Más bien me pareció extraño que yo te gustase si nunca hice algo extraordinario para lograrlo.
-Eres extraordinaria con solo existir, bonita.
-¿Para ti fue raro enamorarte de una humana?
-Fue raro que me enamorara en general. Creí que ya estaba lo suficientemente muerto por dentro para que algo me diera el impulso de desear algo para mi. –Admitió Sans con una tenue sonrisa que solo reflejaba el estar aún preocupado por la situación. Que tratara de engañarla no le parecía bien. –Tal vez sí me llamó la atención de que fuese precisamente una humana quien lograra tal hazaña en mí, pero tampoco fue algo que me quitara el sueño en particular que fuese así. Tan solo estuve aterrado porque significaba que te pondría en peligro por mi propio egoísmo. Y no cabe duda de que es así.
-No me importa.
-Frisk, no…
-Dije que no me importa. –Enfatizó ahora sí con molestia reflejada. No pudiendo más con su pesimismo. –Si tu egoísmo es que forme parte de tu vida, lucharé lo necesario para que siga siendo así. Así que no te permito que quieras apartarme de nuevo en busca de mantenerme a salvo.
-Tuviste que cometer un crimen en la cara de las autoridades para salvarme, y ahora tuviste que matar a un tipo. ¿Qué crees que seguirá? –Nuevamente contemplarlo serio en lo que estaba creyendo le terminó doliendo mucho más de lo que aparentemente podía soportar. Y lo dejó reflejado en el agarre que cada vez era con más fuerza. Aunque no estaba segura de si solo provenía de un solo lado. –Frisk, no lo valgo. No vale la pena que acabes con tu integridad por culpa de mis errores.
En verdad quería golpearlo en ese momento, si no fuera por el hecho de estar herido y en recuperación. En su lugar, permitió que las lágrimas salieran al ser doloroso contenerlas más tiempo. Si había alguien en quien podía mostrarse totalmente vulnerable por el hecho de ser un apoyo en muchos sentidos, definitivamente era el cráneo hueco de su novio que parecía querer insistirle en terminar la relación por su propio bien. Y eso no lo iba a permitir.
-Frisk, tus manos son para dar vida en donde yacía muerte, no al revés. –Y para dejarlo en claro, Sans tomó su otra mano para estar sujetando ambas. Haciendo que estuvieran de frente totalmente. –Tus manos otorgan colores en espacios grises, los mejores sabores que he probado en mi vida, y definitivamente los mejores golpes indicados a sujetos que se lo merecen. Pero no están hechas para mancharse por un tipo como yo, no lo valgo, aun cuando tú quieras creer lo contrario.
-¡Vales mucho la pena, idiota! –Exclamó con enojo, pero ni así acabó con el agarre entre ambos. Incluso lo fortaleció al grado en el que tal vez comenzarían a hacerse daño. –Así que déjate de estupideces y permíteme demostrarte en todas las oportunidades lo tanto que vales para mi. ¡Porque lo vales, Sans! Eres un idiota pesimista, pero vales mucho para mi.
-Vaya, nunca te había escuchado decir idiota tantas veces.
-¡Entonces-deja-de-comportarte-como-uno!
Había terminado quitando una de sus almohadas que le ayudaban a estar en una mejor posición, y comenzó a golpearlo con ella en cada palabra pronunciada, pese a saber que estaba todavía herido y dejando de importarle lo suficiente su bienestar para hacerle entrar en razón por la fuerza. En verdad que estaba harta, ¡¿qué tanto tenía que hacer para convencerlo de que lo quería?! ¿Tanto riesgo y esfuerzo de su parte para que ahora quisiera retractarse por miedo? ¡Eso sí que no lo perdonaba ni se lo permitiría en cuanto siguiera viviendo!
Pese a que ahora lo estaba golpeando con una fuerza si no sabía si le haría daño o no, aun así pudo escuchar algunas risas por parte de su novio que apenas y metía las manos para defenderse, insultándola de alguna manera con eso. ¿Ni así era suficiente su esfuerzo? Estaba a nada de agarrar el plato que seguía sin tocar para causar un mayor impacto si en verdad era el caso.
-Ok, ok, basta, bonita. –Utilizando finalmente su magia, le quitó la almohada y sujetó de la muñeca para jalarla hacia él y terminando encima en una posición que le pareció levemente familiar. –Ya entendí, soy un idiota pesimista.
-¡Eso no es el punto de esto!
-No lo sé, me pareció que estás bastante convencida de que soy un idiota. –Frisk se limitó a gruñir en enfado total, lo cual pareció causarle mucha más gracia. –Vaya, creo que me encanta verte tan molesta y preocupada por mi, jeje.
-Que no sea un hábito de tu parte, por favor.
-No hago promesas, bonita.
-¡Agghh!
Frisk no sabía qué tanto había estado frunciendo el ceño, hasta que Sans aprovechó la posición en la que estaban para darle un beso en su nariz. Haciendo que se sonrojara inmediatamente de la pena que le producía lo esporádico que había sido eso, y cubriéndose la cara contra su pecho ahora que seguía sin soltarla mientras seguía escuchando su risa. No era justo que la tomara por la guardia baja, ¿o acaso había sido una distracción de su parte para que cediera por completo en su intento de hacerle entrar en razón? ¿Cómo era que un solo ser pudiera producirle tanta angustia, cariño, molestia y preocupación al mismo tiempo? Ahora podía comprender mucho más las quejas que tenían Papyrus, Muffet y Don Gaster con él. Sans no meditaba el cuánto preocupaba a otros y todavía se atrevía a burlarse sin medir consecuencias. Eso era demasiado irritante.
Se quedó en tal posición hasta que ella misma se calmara por la pena, aunque a su vez también estaría calmándose de la molestia que le producía el comportamiento de su novio. De algún modo se sentía como si estuviera perdiendo una batalla que se desconocía cuándo había dado inicio, pero Sans siempre había tenido el modo de calmarla en muchas situaciones diferentes. El que no cambiara eso era un bien que aceptaba con cierto pesar. Y también una razón más para querer tenerlo a su lado.
-Maldición… no puedo alejarte de mí. No quiero hacerlo. –En efecto, Sans terminó soltándose para abrazarla, apegándola mucho más hacia él pese a no ser necesario. –Soy más débil de lo que creía.
-O más fuerte de lo que crees.
-Si así fuera, te habría podido mantener a salvo.
-Y lo hiciste, Sans. No tengo idea de cómo ocurrió todo, pero…
-Tuve ayuda. O más bien, alguien acudió a ayudarte a ti. –Frisk finalmente levantó la mirada para observarlo detenidamente. –Era una humana con prendas desgastadas y una máscara de madera con forma de zorro. Definitivamente te conocía, porque me gritó furiosa por no haberte mantenido a salvo lo suficiente para que no te estuviesen haciendo daño. Y tenía razón.
Frisk hizo memoria al respecto. Sintiéndose como un sueño lejano el hecho de que definitivamente había estado alguien ahí al momento de despertar, pero al ser justamente una máscara de zorro la que había contemplado ante ella, no le había dado importancia al relacionarlo con lo que había contemplado aquella vez en el incendio o en aquella imagen estando los dos animales jugando ajedrez en un entorno incoloro. ¿Entonces no se trataría de ilusiones? ¿Había un zorro albino que estaba al pendiente de ella?
-Parece ser que se trata de alguien de la yakuza. Pero el que supiera que podías comportarte como un salvaje, me hace sospechar mucho sobre la comunicación de su líder. –Continuó Sans con su explicación, pero Frisk le escuchaba con poco ánimo con eso. De momento, no era lo que realmente le precupaba y lo dejaría para otra ocasión. –Fue ella quien te protegió del derrumbe. Después de eso soy yo quien no recuerda nada más. Así que… lo siento. En verdad debí ser más fuerte.
-Pude estar ahí para ti. Es lo único que me importará por ahora. –Comentó de inmediato, pero a la par comenzó a quebrarle la voz con solo recordar ese instante en particular. –Pero… si tuve mucho miedo. Pude perderte, por eso yo… t-tuve…
Se odió por ese instante al haber permitido verse mal nuevamente de algo que se había prometido mantenerse firme con tal de no preocuparlo o darle una mala imagen. Pero era imposible ahora que estaba tan cerca del latido de Sans, siendo tan relajante como su aroma que yacía en todas partes de la habitación, que la volvía completamente vulnerable.
-Lo siento, se supone que debo ser valiente por los dos.
-No tienes por qué hacerlo, bonita.
-Tus manos están hechas para tocar la música más hermosa del mundo, no para matar. Así que lucharé para que dejes de creer que es así solo porque las tienes manchadas desde hace años. –Pese a lo quebrado de su propia voz, se mantuvo lo mayormente firme posible. Aprovechando que pese a todo lamento, Sans no la soltaba de su abrazo. –Las mías también están manchadas ahora, si, pero no por eso dejaré de cultivar todas las flores posibles, no por eso dejaré de cocinar y todas esas cosas que me gustan hacer. Acepto las consecuencias de mis propios actos y sigo adelante con ellas, punto.
-Pero Frisk…
-Pero nada.
Sin más se lanzó a besarlo para callarlo de cualquier excusa que se le pudiese ocurrir nuevamente. Apenándose un poco por ser quien tuviera el impulso, pero no pudiendo evitarlo al tener demasiado impregnado su olor ahora y en todas partes. Siendo correspondida de inmediato, a la par que parecía estarle abrazando con más fuerza, como si él no quisiera soltarla definitivamente y causándole satisfacción ese hecho. Al menos en algo había ganado, fuera de toda esa terquedad deprimente de su parte.
Ahora lo recordaba, estaban en la misma posición en la que habían terminado aquella vez que se había presentado a su casa completamente ebrio, dejándolo dormir en su sofá al no saber qué más hacer. ¿Quién diría que volvería a estar así con él, pero para no pedir que le soltara, sino para impedir que lo hiciera? Vaya que la vida daba vueltas de una forma bastante extraña.
-Está bien, tú ganas bonita. –Comentó Sans al momento de separarse levemente. Contemplando una genuina sonrisa de su parte. –Me tienes.
Ahora siendo él quien se lanzaba a besarla, cedió por completo a su tacto sin percatarse en un inicio de que estaba tratando de girarla para que se acostara a lado suyo. Que si bien parecía ser una mejor posición a la que estaban, seguramente terminando aplastándolo cuando se suponía que debía de cuidarlo de que se recuperara, no le parecía adecuado el momento para estar así con él si en cualquier momento llegaría alguien a asegurarse de que Sans seguía bien y sería algo que malinterpretarían de inmediato, ¿cierto? Aun así no podía dejar de besarlo, no podía soltarlo y era algo que parecía ser mutuo una vez que comenzaron a suspirar en cada leve movimiento.
Había estado tan pegada al pecho de Sans, que pudo escuchar cómo se aceleraba su corazón al momento de lograr recostarla a su lado. Al momento de girarse él mismo para ahora lanzarse hacia su cuello, besándolo y sacándole suspiros por ser algo que le generaba una sensación que no sabía explicar realmente qué era lo que le gustaba de eso, pero que definitivamente se sentía muy bien si ahora no tenía energía para protestar que parara. O tal vez era que simplemente ella no quería que se detuviera ahora, pero pensar en eso solo le causaba ardor en su rostro que no parecía ser problema ahora.
No cabía duda de que Sans sabía muy bien lo que hacía, porque podía sentir su sonrisa en todo su recorrido, podía sentir su felicidad de estar con ella de esa manera en su cama. Y no sabía explicarse cómo era posible, pero ahí estaba, cediendo sus besos, a su simple tacto recorriendo suavemente sus piernas, al ritmo que se convirtió en una súplica, en una exigencia que estuviera para recibirle al momento de llegar a la comisura de su vestido. Y ella, sin poder contenerse, accedía a esa petición sutilmente silenciosa sino fuera por sus propios suspiros que soltaba conforme Sans recorría cada centímetro de su cuerpo a la vista, con esas manos que sabían matar sin piedad, y que ahora, tenían total control de ella sin que quisiera rechistar por eso. Sin ser capaz de comprender cómo era que algo tan simple la tenía a su total merced ante una urgencia de querer saber a qué más llegaría en cualquier momento. De necesitar algo más de él que indiscutiblemente le brindaría con solo permitirlo. No hacía falta palabra alguna para saberlo. Ni siquiera ella misma necesitaba pensarlo para saberlo.
Sentir cómo sus manos se adentraban a su zona íntima fueron el suficiente detonante para terminar acomodándose ella por su cuenta. Dejando que esos dedos hicieran lo suyo a la par de los suspiros que le sacaba de forma inmediata.
-¡Shhh! No querrás que nos descubran, ¿cierto? –Murmuró Sans.
Estaba en lo cierto, lo cual le causó todavía mucha más pena al recordar lo bochornoso que había sido que los seguidores le hubiesen escuchado en aquella ocasión. Aunque en ese preciso momento no había nadie en la casa, ¿cierto? ¿O ya habrían regresado y no los escuchaban por estar encerrados en la recámara? Tal vez por eso era que Sans le estaba advirtiendo y aquello solo le generó más vergüenza, a lo cual recibió un beso en respuesta para dejarle en claro lo mucho que estaba disfrutando sus reacciones tan variadas. Siendo él ahora quien se encontraba encima de ella.
Sans la deseaba, ansiaba de ella lo suficiente para retenerla en la cama, para tenerla entre las sábanas y él, pero se contenía lo suficiente para limitar su fuerza en espera de poder ser detenido en cualquier segundo, de darle fin a algo que no iniciaba del todo. Podía notarlo por cómo sujetaba su muslo, por cómo estaba posicionado para poder quitarle el vestido en el instante, mas no lo haría porque estaba en espera de un permiso, de cualquier indicio que le diera para seguir o detenerse. Y eso era tan dulce como irritante. ¿Cómo era posible que le mostrara una mínima parte para luego dejarle con ansias? Eso era cruel. Eso no se lo perdonaría.
Así que lo recibió con gusto, abrazándolo con todo su ser para que no tuviera tiempo de retractarse de lo que él había provocado, aunque aquello podría ser un recordatorio para sí misma, quien era consciente de su temblor que comunicaba mucho más que sus ganas de poder llegar a algo más y tal vez ello era suficiente para Sans para no seguir adelante con su impulso. Frisk tenía que admitirse que estaría demasiado nerviosa si no fuera por todo lo que sentía por Sans en ese instante y deseaba poder demostrárselo. Permitiéndose poder sentir realmente cuántas ganas estaba teniendo, abrazando su entrepierna con todo su calor y sintiendo que estaba respondiendo casi de inmediato sino fuera por las prendas que estaban siendo débiles barreras. Meneándose al ritmo que marcaba sus suspiros en conjunto para dejar aún más claro sus intenciones.
Y para ser alguien que tendía a estar muy frío por falta de circulación (o tal vez de piel), Sans en ese momento sudaba mucho, cruzando con el suyo y recorriéndole lentamente en partes descubiertas, aterrizando en prendas que comenzaban a estorbarle. ¿Y a ella la llamaba rayo de sol? En ese momento él era el verano entero que deseaba derretir cualquier inhibición que todavía intentara permanecer a modo de rebeldía, perdiendo la batalla que ella no estaba queriendo mantener más. Respondiendo su cuerpo a cada caricia conforme la recorría lentamente en ratos.
Y teniendo que ser responsable de lo que había dado paso, dejó que su hombre le levantara el vestido por completo, o mas bien, quitándoselo sin necesidad de ser cuidadoso, emocionándole extrañamente por verlo hacer eso en vez de avergonzarse de estar tan expuesta por completo. Notando cómo le daba acceso a más partes de su piel para recorrerla con urgencia, para marcarla con mordidas que tal vez en otras circunstancias le habrían dolido, pero que ahora solo le sacaban más ruidos de su boca de las que no parecía tener control alguno. Tal vez al ser un esqueleto era una forma en la que expresaban sus ganas, ¿pero eso a quién le importaba? Que le mordiera todo lo que quisiera en cuanto no la soltara, en cuando no la dejara así. Sabía qué era lo que estaba queriendo de él ahora y no cabía duda de que él estaba en las mismas por más que en su grave voz todavía existía la duda.
-¿Segu…ra? –Susurró Sans con el aliento entrecortado. –Todavía podemos p…
-Hazlo.
Soltó sin necesidad de pensarlo más, aún cuando sus nervios todavía estuvieran presentes recorriéndole su erizada piel. Su hombre emitió una sonrisa pícara antes de besarla a modo de agradecimiento por su permiso, (¿o acaso había sido más bien una orden de sus impulsos?). Acabando ahí toda duda o contención que todavía estaba teniendo ante ella pese a tenerla con tan solo una prenda cubriéndole los pechos. Y eso ni siquiera le era suficiente, lanzándose a ello de forma inmediata, metiendo sus huesudas manos para comenzar a jugar con sus pezones y generarle más sensaciones de las que nunca se habría imaginado que pudiera experimentar, porque simplemente no sabía que existían hasta ahora. Nunca se habría imaginado que se podía hacer algo así con una parte de su cuerpo. Justo como si no se conociera a sí misma y comenzara a hacerlo en manos de quien aparentemente le conocía mucho mejor.
Sans no iba a tener piedad de ella, ¿cierto? ¿Cuánto era lo que se había aguantado para que ocurriera ese preciso momento? Deseando más allá de recorrer sus piernas dentro de su falda o solo poder meter sus dedos en la entrepierna. Ahora podía darse cuenta de que había deseado más, mucho más de ella. Tanto que estaba dándose cuenta de que su novio no solo era un coqueto sobreprotector con ella, sino que tenía más fases por conocerle todavía. Pero le gustaba, le fascinaba que tuviera ansias de ella de esa manera y que tenía más oportunidades de conocerlo en todas sus facetas posibles. Le habría atemorizado lo rápido que estaba escalando la situación, sino fuera porque ella lo habría hecho en cualquier momento seguramente, aunque predeciblemente con más torpeza a comparación de su pareja que parecía saber perfectamente qué puntos acariciar o apretar.
Un sutil pero extraño crujido resonó al momento en que Sans se había separado levemente de ella, pero al ver que se quitaba los pantalones pudo saber que aquello había sido algo normal. Dándose cuenta que había sido para liberar toda presión de aquello que ahora podía estar a sus anchas ante ella. Y si bien en otros tiempos le había dado curiosidad de saber cómo era que un esqueleto podía tener un pene, más allá de ver que era algo visiblemente viscoso y grisáceo que salía de aberturas de su pelvis, invadía su mente ahora el hecho de que estaba siendo un tamaño y forma que no estaba segura de si era normal o no para un cuerpo dado que era la primera vez que veía uno. ¿Todo eso tendría que entrar ella? ¿Le dolería? ¿El crujido era porque había salido de sus huesos? ¡¿Y si sacaba mucho más?! ¿Qué haría?
Extrañamente, parecía que Sans estaba satisfecho con su reacción, tal vez sacando sus propias conclusiones a su favor y dándole más impulso de lo que su excitación ya le había dado. Y agradecía que Sans supiera qué hacer, porque más allá de dejarse llevar por sus instintos, no habría comprendido exactamente cómo se introduciría en ella y había desviado la mirada por no querer opacar el momento con su vergüenza. Descubriendo que no era algo tan inmediato a como le había atemorizado un poco que sería, y dejando que fuese él quien guiara la experiencia que bajó de ritmo para su gusto para tantear lentamente cómo podría sentirse cómoda, o por lo menos eso era lo que le hacía parecer una vez que se atrevió nuevamente a verle directamente. Fascinándole verlo tan enérgico, deseoso, sonriente, atractivo… ¿cuántos adjetivos podrían describir a su novio?
No fue una pregunta que pudiera responderse una vez que dio inicio el ritmo que, sorpresivamente para ella, se sentía mucho mejor de lo que se había imaginado que sería. Borrando cualquier palabra o pensamiento que quisiera interrumpirle. Olvidando cualquier nombre de su mente incluyendo el suyo. O más bien, todos los nombres menos uno.
-Sans… Sans…
Había algo de dolor dentro de todo, mas no estaba dispuesta a retroceder por algo volátil como eso. No cuando había más placer que cualquier incomodidad o nerviosismo que tuviese encima. No obstante, Sans parecía estar al tanto de eso, siendo más cuidadoso dependiendo de los gemidos que le generaba o quejidos que soltaba, y eso era tan encantador de su parte, siendo tan atento y protector como siempre… pero eso no era lo que necesitaba ahora y no quería que parara todo ante el temor de que terminara lastimándola, cuando se suponía que debería de ser él quien debía de tener cuidado para sí mismo. Así que sin más, lo jaló consigo para poder morder su hombro, o lo que sea que tenía por hombro. Siendo el silenciador que necesitaba para seguir adelante, y extrañamente incitándolo mucho más al ser algo que notoriamente le había gustado. Confirmándole que el juego de mordidas era algo que realmente le gustaba y se apuntó para no olvidarlo nunca.
Lo que sí había olvidado era que Sans no necesitaba tanto el respirar como ella, pero tal vez eso era bueno, muy bueno para un momento como ese. El ritmo que marcaba una y otra vez formaba parte de eso y ella deseosa trataba de seguirlo una vez que comprendió cómo era la dinámica. Siendo una batalla que sin duda alguna ya había perdido ella si estaba a su total merced de su pelvis, de sus manos que sujetaban sus piernas, de su respiración y calor que emanaba en cada movimiento voraz… ella no se pertencía a ella misma en ese momento porque formaba parte de él ahora. En todo el sentido que pudiera imaginarse.
Y si esto era ser de alguien en cuerpo y alma, lo aceptaba gustosamente.
-Sans… Sans… per favore… ¡Más, Sans!
Acabando con cualquier barrera de delicadeza que todavía existía entre ellos, el mencionado la tomó de sus caderas para cumplir con su petición. Disfrutando plenamente algo que en primera instancia le había parecido extraño y bochornoso, pero que ahora no podía creer que se hubiera negado a tal sensación. Siendo un extraño cosquilleo que le recorría desde las plantas de los pies, un impulso de querer apegarse más y más a él, sin importarle ya nada sobre si estaba siendo una escandalosa o no, si los cachaban o no. Sans se estaba entregando tanto a ella que era lo único que quería en el mundo. Por lo que al notar que por un breve instante iba a separarse de ella, no se lo permitió al apresarlo ahora por completo. Recibiéndole mucho más tras un temblor agradable recorriéndole por completo, un calor que ahora estaba dentro de ella y del que no entendía qué había pasado, pero que no le quedaba duda de que querría volver a sentir todo aquello una vez más. Definitivamente se había sentido mucho mejor que solo sus manos.
Escuchar su respiración tan de cerca, sentir su sudor, sus latidos, su tacto, su aroma… instintivamente le hizo besarlo en el instante, ¿o acaso había sido él quien le había besado primero? Daba igual ahora.
-Ti amo, mia bella. –Murmuró Sans al momento de separarse un poco.
Sans se desplomó a lado suyo de un instante para el otro, más no se le borró la sonrisa de ningún modo. Pareciendo que le había hecho feliz pese al agotamiento que terminó mostrando en su respiración acelerada. Oh, cierto. Sans se encontraba herido todavía y requería reposo. ¡¿Qué había hecho?! Se suponía que debía asegurarse de que descansara, ¿cierto?
-Vaya… no creí que fueras traviesa. –Susurró Sans con una enorme sonrisa. Frisk no entendía a qué se estaba refiriendo con eso. –Y yo que quería ir un poco lento para no asustarte…
-Si me asustara algo de ti, no estaría en este punto.
Le contestó con el mismo tono, esbozando una tímida sonrisa en respuesta dado que poco a poco estaba siendo consciente de la situación. ¿Y si alguien ya hubiera regresado a casa? ¿Los habrán escuchado? Los habrían detenido o algo, ¿cierto? ¿Y qué pasaría si alguien entrase y los viese así? ¡Estaba desnuda! ¡¿Qué había hecho?! Sans tan solo se había quitado el pantalón, pero tenía todavía ropa consigo mientras que ella… ¡¿Cómo era que se había dejado llevar de esa forma?!
Parecía que sus sentimientos estaban muy a la par con sus expresiones, porque Sans soltó una carcajada con solo verla directamente. Claro, él tenía modo de cubrirse o retirarse sin ser detectado, pero en cuanto a ella…
-No sé a qué soy más adicto, si a tu timidez, a tu molestia, a tu valentía… –Sans puso una mano sobre su cintura, apegándola a él nuevamente, aunque ahora sí le apenaba un poco ese hecho, dado su completa desnudez a comparación. –Supongo que solo puedo resumirlo como: me tienes, bonita.
-Creo que… es algo mutuo. –Frisk puso su mano sobre su pómulo. –Gracias por permitirme conocerte más.
-Gracias por querer hacerlo, bonita.
-¿Puedes, por favor, dejar de intentar alejarme cuando te sientes temeroso por algo? –Sabiendo cuál sería su respuesta, siguió hablando. –Ya sé que no haces promesas, pero quiero que cada vez que tengas ese pensamiento de querer hacerlo, des un paso hacia el frente conmigo. Esa no sería una promesa, sino una acción, ¿te parece?
Acto seguido, Sans movió su pierna para entrelazarla con la de ella. Sacándole una sonrisa mutua por ese hecho inmediato.
.
.
.
Nuevamente me tardé más de la cuenta, pero espero que la espera haya sido recompensada :V Este capítulo requirió mucha exposición emocional, así que tuve que darme más tiempo de lo contemplado.
Espero tener el siguiente capítulo para la siguiente quincena, pero dado que trabajo en un sector escolar, eso significa que tengo mucho material por entregar, así que, ¡muchas gracias por todo su apoyo!
¡Michi fuera!
:V
