IV
Llegan a destino una hora luego; a esas alturas, Henry ya sostiene a Eleven entre sus brazos, consecuencia de la poca resistencia de su cuerpo infantil.
Eleven observa con ojos curiosos la imponente morada que Henry había habitado lo que ahora se le antoja una eternidad atrás. Al notar la expresa interrogante en los ojos de la niña, Henry vuelve a regalarle una sonrisa reconfortante.
—¿Tienes miedo, Eleven? —Ante su silencio, suelta una risita por lo bajo—: Está bien; no hay nada que temer.
Con tan solo un gesto de su cabeza, la puerta se abre de golpe; las oxidadas bisagras chillan ante el brusco movimiento.
Ya dentro de la casa levemente iluminada por la luz de la luna llena que se cuela por las ventanas y la puerta ahora abierta, Henry deposita a Eleven, cuidadosamente, sobre uno de los sillones de la sala de estar.
—Espérame aquí un momento, ¿de acuerdo? —Eleven, siempre de pocas palabras, cabecea en respuesta—. Volveré en un momento.
Raudamente —porque duda que la curiosidad de una niña de ocho años pueda ser contenida durante mucho tiempo—, Henry se apresura a subir los desvencijados peldaños de la escalera. Sin detenerse a husmear —¿y qué realmente habría aquí, sino nefastos recuerdos de una vida que ya no le pertenece, que no le ha pertenecido durante décadas o, tal vez, nunca?—, se dirige inmediatamente a su antigua recámara. Allí, con un movimiento despreocupado de su mano, la desteñida alfombra roja de su cuarto se desliza debajo de la cama y una de las tablas que deja al descubierto se eleva por los aires para ir a caer a un rincón de la habitación.
Tal vez por razones sentimentales, Henry opta por hacer lo último manualmente: se arrodilla frente al hueco que ha quedado: dentro, una bolsa de tela lo espera.
Henry sonríe. Este había sido su plan original: robar y esconder tanto dinero en efectivo de su padre como valiosas joyas de su madre para huir una vez que los asesinatos fuesen perpetrados.
¿Y qué si sus planes fuesen a dar frutos recién veinte años tarde?
Gracias a Eleven, esto es una certeza: sus planes darían frutos.
