LXV

—Diviértete —le dice Henry apenas detiene el auto a la entrada de la escuela—. Volveré por ti a las nueve y media.

Eleven parece dudar antes de bajarse.

—¿Sucede algo? —le pregunta.

Pero ella tan solo le sonríe y se inclina hacia él. Rodea su cuello con sus brazos y luego susurra:

—Gracias, Henry.

Antes de que pueda caer en la cuenta de lo que ha sucedido, Eleven ya está fuera del auto, camino a atravesar el umbral del edificio.

Henry sacude la cabeza y pone el auto en marcha. A unos metros, entre autos estacionados, divisa a Joyce y a su novio, Bob, quienes lo saludan animadamente. Él tan solo asiente y esboza una sonrisa cortés.

Típica Joyce, se dice Henry, riendo entre dientes. Siempre pendiente de su hijo.

Lo malo es que, de hecho, la entiende, si bien sabe que debe confiar en Eleven.

Y es por eso que tan solo retorna a su hogar.


Eleven observa a los adolescentes desperdigados por el salón mientras una música sobre un hombre obsesionado con su amada suena de fondo.

Tras unos instantes, repara en Mike, quien está sentado solo frente a una mesa, con expresión inquieta. Él, no obstante, parece verla en ese mismo instante, pues se pone de pie. Eleven le sonríe tímidamente, como diciendo «aquí estoy». El chico hace lo mismo y camina hacia ella con lentitud, como si temiese asustarla.

Cuando finalmente se encuentran, él le ofrece una sonrisa y un cumplido:

—Te ves hermosa.

Por un momento, Eleven recuerda a Henry diciéndole esas mismas palabras y baja la cabeza, sonrojada. Si es sincera, Mike, sin embargo, también luce muy apuesto, así que intenta más bien concentrarse en eso.

—¿Quieres bailar? —la invita él entonces.

Esto borra la sonrisa de Eleven del rostro. Disimuladamente, observa a su alrededor: todo el mundo parece estar meciéndose al ritmo de la canción.

—Yo… no sé cómo —confiesa.

Mike se encoge de hombros.

—Yo tampoco. ¿Quieres que lo descubramos juntos?

Lo dulce del chico frente a ella la hace sonreír de nuevo. Asiente en respuesta, y sus manos se encuentran las unas a las otras naturalmente mientras él la guía hacia el centro de la pista de baile. Apenas se detienen, Mike toma las riendas de la situación.

Okay —le dice, mientras tira de sus manos con delicadeza y las coloca sobre sus hombros—. Así. Sí, justo así.

Siente que el rostro le duele a causa de la sonrisa que intenta reprimir sin éxito; por la expresión de su compañero de baile, sospecha que él se encuentra en las mismas. Sin decir nada, ambos empiezan a moverse lentamente, para luego acoplarse mejor al ritmo impuesto por la música.

Aprovecha este momento para examinar a Mike: sus ojos oscuros, sus pecas… Tal y como ya lo ha pensado antes, es realmente apuesto, si bien algo torpe.

Pero, bueno, ella también lo es, ¿o no?

De cualquiera manera, se siente cómoda con él. Y es por eso que sus manos pasan de sus hombros a unirse detrás de su nuca; Mike la hace sentir tranquila.

De pronto, empero, algo cambia. La sonrisa de Mike desaparecer y su boca se parte apenas, como si le costase respirar. Eleven siente que, sin siquiera proponérselo, imita este movimiento suyo. Desearía entender qué sucede, preguntárselo, saber qué es lo que se espera de ella en ese instante, cuando Mike inclina la cabeza hacia ella…

… y la besa.