Capítulo 4. Lo que está prohibido.
Nota: Hoy fue un bonito día lluvioso y terminé mis tareas en tiempo, así que también pude seguir escribiendo este capítulo y finalmente aquí se los traigo. ¡Espero les guste! :)
Ni siquiera se detuvo a pensar en lo mucho que sus acciones confundirían al otro, pero ya no podía seguir soportándolo. Eiji se puso de pie ahí frente a la cama con la mirada clavada a Aslan que seguía acariciando al gato mientras éste comía de la lata. Le observó durante un instante que pareció ser más largo de lo que realmente fue. Comenzó a temblar, no pudo evitarlo. Cuando Aslan se dio cuenta de que los ojos de su amigo se llenaron de lágrimas y la cara se le puso pálida, se puso de pie por instinto, pero el chico se echó hacia atrás rechazando bruscamente el tacto.
—Eiji… ¿Estás bien? —preguntó genuinamente desconcertado y preocupado.
—Solo dame un minuto, ¿sí? Necesito… —Se limpió las lágrimas de los párpados que amenazaban con escapar—. Necesito dormir…
—¡Eiji, espera!
Aslan se estiró para tomarle del brazo. El movimiento tosco hizo que el gato se asustara y saliera corriendo, perdiéndose entre la oscuridad de la noche. El rubio miraba al otro con frustración, se temía que lo hubiera herido de alguna manera y ello era lo último que quería en el mundo. No quería dejarlo ir sin antes escuchar una explicación de su parte para reducir su culpa.
—Descansa, Aslan. Mañana… desayunemos juntos, ¿sí?
Cerró la puerta dejando al rubio confundido y entonces caminó lo más rápido que pudo hasta la habitación, en donde se desplomó sobre la cama y cerró los ojos fuerte, fuerte, fuerte, y se puso a llorar. Era un llanto ahogado que llevaba aguantándose durante mucho tiempo. Si tuviera que poner en una lista las razones por las que su llanto se había desatado, diría que las principales fueron porque, más allá de encontrarse lejos de casa, se había percatado de que algo en Aslan no era como lo esperaba y era como si de una u otra forma todo lo que habían logrado construir hubiese desaparecido de repente. Si Aslan no era capaz de hablar del pasado, ¿cómo sería capaz de estar junto a él? No le hallaba ningún sentido. Y entonces se sintió terriblemente solitario pensando en que el sacrifico de Shorter había sido en vano, que los momentos de dolor que pasaron y superaron juntos habían sido pulverizados y, sobre todo, de que el daño que le hicieron a Ash seguía ahí en algún lado.
Como sea, Eiji lloró mucho hasta saciarse y quedarse dormido.
Por otro lado, Aslan con las luces apagadas viendo hacia el techo se preguntaba el porqué de que su amigo se hubiera puesto histérico de repente. Y simplemente decidió que se concentraría en conciliar el sueño. «No he hecho nada malo. No he hecho nada malo…», se decía una y otra vez haciendo eco en su mente, sintiendo que únicamente repitiendo esas palabras evitaría que la ansiedad se apoderara de él. Sintiendo un hueco en su corazón, se quedó dormido.
Por la mañana siguiente el rubio tuvo la necesidad de ir a ver a Eiji, sin embargo, decidió no despertarle. En cambio, cometió un acto de rebeldía e irresponsabilidad que creía él, no le afectaría en nada: se ausentó de la universidad. Después de todo, se sentía ya demasiado enojado con el simple hecho de no haber ido al aeropuerto por Eiji y se dijo a sí mismo que el chico se veía de verdad muy triste cuando decidió preguntarle la razón de su ausencia y descubrir que había sido un descuido de Max o un simple error de comunicación. Por ello, al menos quería pasar el día entero con el japonés desde muy temprano para compensarle.
Esa mañana a las 7:30 am Aslan se encontraba jugando con Tommy en el patio, y, además, Michael estaba muy contento al ver que el chico se había quedado en casa, por lo que rogó mil veces a su madre para quedarse también, a lo que Jessica dijo: "No está mal si solo es de vez en cuando. Hoy es otro día especial".
Max observaba a sus chicos desde la ventana de la cocina que daba vista hacia el patio principal en donde el gatito se daba vueltas sobre el césped del jardín y pataleaba boca arriba cuando Aslan le provocaba juguetonamente tocándole el estómago con un diente de león. El chiquillo castaño reía sumándose al juego.
Ante tan bella escena, el hombre sonrió, inhaló y exhaló con alivio. Centró su mirada en el rubio y su corazón se enterneció, no pudiendo evitar que sus ojos se cubrieran de una delgada capa de lágrimas. «Muy bien, esto es bueno», se dijo a sí mismo y regresó a la estufa para quitar la cafetera que ya había comenzado a chillar con el agua hirviendo. Se preparó su café y se fue a donde su presencia no importunase. Por mucho que quisiera hablar con Aslan, podría esperar hasta otra oportunidad; pues por ahora era solo de Michael.
Eiji dormía plácidamente, era cosa de acostumbrarse al horario. Pese a su cansancio era tiempo de obligarse a condicionarse y cuando apenas percibió los rayos del sol dándole en la cara se sentó sobre la cama, dejando que los pies tocaran el suelo. Tenía el pelo echo un desastre y sus ojos apenas podían abrirse. Se fue a lavar la cara, a cepillar los dientes y mucho después se puso algo de ropa cómoda que no fuese su pijama.
"Hola" le dijo Max cuando lo vio por fin merodeando por la casa a las 9:00 de la mañana. Eiji le devolvió el saludo e intentó ocultar su cara hinchada, pero fue en vano. Max era un buen observador, mejor que cualquiera.
—¿Quieres desayunar?
—¿Puedo tomar té? —preguntó mientras terminaba de acomodarse el cabello hacia atrás con una mano.
—Claro.
Max se dirigió a poner de nuevo la cafetera para calentar el agua, y luego de ello, le dijo a modo de sugerencia:
—Hoy es un día bonito, Eiji. ¿Por qué no vas afuera a jugar con los chicos? Están con el gatito. Aparece de vez en cuando y sin avisar, así que Aslan está contento. Según dijo, apareció ayer en la noche de repente. —Añadió para sí mismo en voz inaudible—: Qué coincidencia…
—¿Uh? Creí que…
—Estoy seguro de que Aslan desea mucho verte y por eso no fue a clases. Debe estar molesto conmigo. —Ante dichas palabras, razonó y dijo—: Seguro tú también lo estás.
—No —dijo negando con la cabeza—, no lo estoy, Max. Estoy seguro de que lo de antes sí se lo comentaste.
—Me… ¿Me crees?
—Sí. —Se sentó a la mesa con calma, todavía medio modorro.
—¿Pasó algo? —preguntó con preocupación al ver los ojos tristes del muchacho.
Eiji suspiró profundo y dijo:
—Ayer por la noche decidí hablar con él como en los viejos tiempos. Creí que sería fácil llegar a él y convencerlo de que hablar de lo malo puede ser bueno a veces…
—¿Y entonces?
—Dijo algo extraño. —Hizo una pausa y Max se mantuvo expectante de él. Tímidamente abrió la boca para hablar—. ¿Sobre Chinatown…?
Aslan y Michael entraron corriendo por la puerta para atrapar al pobre animal que se había asustado cuando un perro decidió ladrarle de repente. Estaba tan atemorizado que era casi imposible atraparlo. Afortunadamente apareció Jessica desde la otra habitación para poner orden en la desfavorable situación; cerró puertas y ventanas evitando que el gato siguiese tirando más cosas al suelo en su desesperación por encontrar una salida. Aslan pudo atrapar al felino entre sus brazos y lo hubo tranquilizado tras acariciarle con calma.
—Shh… Ya pasó —habló Aslan muy bajito mientras pasaba su blanca mano por la cabeza del animal, todavía entre sus brazos.
—No tenía idea de que Jamie hubiera vuelto —comentó ella casualmente.
—Su nombre no es Jamie, ¡es Tommy! —espetó Aslan—. Siempre tengo que repetírtelo, Jessica.
Ella asintió con una sonrisa. Compartió una rápida mirada con su esposo en la que compartieron un mismo pensamiento que Eiji ignoraba.
Al japonés le habría encantado retomar la conversación con Max, sin embargo, ahora que se encontraba con Aslan y Michael no podía hacer todo simplemente de lado y sabía que ya les había prometido a ambos pasar la tarde con ellos. "Aslan no falta muy seguido a clases, así que puedes estar seguro de que está considerando esta una ocasión especial", le dijo Max, para luego añadir: "Habrá tiempo para hablar después. Por ahora vayan a divertirse".
—Claro —dijo sin poder negarse, pero sabía que hasta que no llegara el momento de esa conversación no podría vivir en paz.
Mientras caminaban por las calles compraron un helado para cada uno y de vez en cuando hablaban de cualquier cosa que se cruzase por sus mentes. Michael se sentía el niño más feliz del mundo al estar por fin con aquellos muchachos que consideraba sus dos queridos hermanos mayores. No obstante, más allá de los chistes y anécdotas superficiales, Eiji quería de verdad escarbar en Aslan para quizá encontrar esa parte de él que añoraba un poquito; la parte juguetona y atrevida que disfrutaba de mostrarle el dedo medio para herirle los sentimientos, aunque fuese solo a modo de broma. Sin embargo, no podía tampoco atreverse a romperle el sueño al niño de tenerlo a ambos por fin a los lados. Cuando veía la sonrisa de Michael al dirigir la mirada a Aslan y luego dirigírsela a él, Eiji pensó en dejar sus inquietudes a un lado incluso si era solo por un ratito.
Aunque vivían al norte de Manhattan a Aslan le encantaba pasear por todo el distrito incluso cuando no hacía falta que lo hicieran por una razón específica. De hecho, había escuchado anteriormente que tenía un límite para las calles que podía recorrer y las que no estaban del todo estrictamente limitadas. Incluso Michael lo sabía.
Un poco más allá, cerca de Greenwich Village, Michael se detuvo de repente, todavía sosteniendo la mano de Aslan con su mano derecha y la mano de Eiji con la otra. Se plantó tan repentinamente que Aslan y Eiji se vieron el uno al otro con inquietud.
—¿Pasa algo, Mikey?
—Dijo que aquí no…
Aslan lo miró con confusión y Eiji fue quien se atrevió a preguntar:
—¿Quién, Michael?, ¿quién dijo qué cosa?
—Papá. Dijo que no podíamos ir más allá de estas calles. —Miró a los dos muchachos con advertencia y sujetando más fuerte la mano del rubio pidió que se fueran—. Apurémonos, Aslan.
—¿Por qué dijo algo así? —cuestionó el moreno.
—¿Qué dices, Michael? El viejo siempre anda asustándonos con sus historias de fantasía. No me digas que volvió a inventar que hay brujas y fantasmas entre las calles. Además, aún es temprano. Vamos, estoy seguro de que ahora quizá tengamos suerte y…
—Espera —pidió Eiji sujetándole del brazo, cosa que hizo que el rubio reaccionara por instinto—, ¿no deberíamos hacerle caso? Quiero decir, Michael es muy pequeño para andar por el distrito con todo este gentío. Si Max se lo pidió seguro fue por algo más allá que solamente un cuento de hadas.
—Eiji, ¿también tú? —Aslan chasqueó la lengua.
Sin poder seguir con su plan de explorar la ciudad en compañía se encogió de brazos y cedió. Era verdad que no conocía las razones de Max para negarle los paseos diurnos o nocturnos, pero en presencia de dos personas muy importantes para él no podía arriesgarse demasiado.
—Volvamos —accedió sin más.
Caminando por la orilla de las calles los recuerdos vinieron a Eiji de poco en poco. El olor de las calles rememoraba momentos que no eran ni agradables ni desagradables. Todo se resumía en la compañía que tenía mientras merodeaban por los peligrosos callejones entre amigos, corriendo peligros los cuales eran mejor evitarse por lógica. Sin embargo, hay quienes suelen pensar que es mejor recorrer un camino de oscuridad en buena compañía que recorrer un camino de luz completamente solo. Eiji era una de las personas con ese tipo de pensamiento. Y, en el momento presente añoraba de vez en cuando esa sensación de adrenalina mezclada con el éxtasis de sentirse acompañado dándole sentido a su vida aburrida. Pensaba en Shorter Wong, y en Ash Lynx, en Skipper, Cain, Alex, Bones, Kong, Sing Soo-Ling…
¿En dónde habían quedado los días en los que había disfrutado de esa buena compañía? Lejos, muy lejos. Pero algo había de bueno ahora y era que Aslan estaba ahí mismo a su lado y que Max, Jessica y Michael se encontraban bien. Eso era todo lo que debía importar y lo demás era historia. Al menos una parte de él quería creerlo así.
—¿Pasó algo durante los últimos días? —Eiji quería saber más de Aslan en medida de lo posible.
—Nada más allá de que Max se volvió un viejo con miedo a la vida. No nos saca a pasear mucho y no permite que me desbalague por la ciudad. No lo entiendo, francamente. Pero si cree que esto puede poner en riesgo a Michael… —dijo volteando a ver al niño con una sonrisa serena— …entonces no tengo por qué oponerme.
—Supongo que tiene sus razones —dijo el moreno luego de suspirar.
Cuando caminaban por las calles se detenían momentáneamente por cada parte que a Eiji le traía recuerdos, sin embargo, a pesar de que el joven hablaba de los momentos que pasaron juntos e incluso compartía algunas anécdotas, todo lo que Aslan hacia era asentir y sonreír porque no podía asegurar con toda franqueza haber vivido todo aquello. Después de todo, el pasar el tiempo le había hecho malas jugadas y supuso que no debía ser muy grave no haberle prestado atención a momentos como haber comido un hot dog a las afueras de la biblioteca pública con Eiji. De cualquier modo, sí que le gustaba hablar de Cape Cod y de los muchos buenos momentos que tuvo con Eiji. "La mejor época de mi vida la pasé en esa época contigo, Eiji. Y con Michael, por supuesto", dijo con una sonrisa sin soltar la mano del chiquillo. Para entonces habían llegado al Central Park y mientras el pequeño se entretenía alimentando a los patos del lago Aslan y Eiji se sentaron en una banca cercana donde podían cuidar a Michael.
—Parece que los días en Cape Cod fueron buenos para ti. Me alegra, después de que tuvimos que salir y agarrar un respiro. Aunque, lo de Michael…
—¡Lo sé! No es que Michael estuviera todo el tiempo con nosotros, pero no podía simplemente dejar que escuchara y excluirlo de mi época favorita.
—Piensas en todo.
—No realmente. —Se encogió de hombros con una sonrisa. Y de repente sintió intriga porque Eiji no hablaba mientras se dedicaba a ver a Michael sonriendo y jugando con las aves. Notó que estaba mucho más callado que antes y aunque quería disipar ese dolor en el corazón ajeno no sabía muy bien cómo hacerlo, por lo que pensó que sincero consigo mismo era la mejor opción—. Eiji, ¿fui grosero contigo?
—Q… ¿Qué? No, ¡para nada! —La pregunta lo tomó por sorpresa y le obligó a sonreír.
—Quería pasar tiempo contigo porque hace mucho que no nos vemos. Pero, siento que quizá hay algo de mí que no te gusta y preferiría enterarme también de mi comportamiento ofensivo hacia ti.
—¡No hay comportamiento ofensivo! De verdad, todo está bien. Es solo que… Bueno, nada en especial. Es normal estar algo cansado por el viaje, supongo.
Aslan resopló.
—Eso es lo que me sugirió Jessica también.
—¿Hablaste con ella sobre mí?
—Creí que quizá ellos te habían hecho enojar o algo.
—No, nada de eso. Han sido muy amables conmigo.
—Sí, puedo verlo. Después de recibir todas tus cartas estoy seguro de que Max te esperaba tanto como yo.
—Ambos esperaban mis cartas con la misma emoción, seguramente —dijo entre risas.
—¡Sobre todo él! Venga a saber por qué estaba mucho más atento en reunirnos a los dos. Yo también me moría de ganas verte, no creas que es lo contrario —dijo con una sonrisa y le robó una risita a Eiji—, pero él estaba… de cierta manera preocupado con eso. Decía "debes comportarte cuando te vea", "no tienes que ser tan vago", "asegúrate de cuidar de ti y de Michael". Fue extraño, porque nunca le he dado razones para preocuparse por mí, ¿sabes? Todo lo que hago es ir a la universidad y de vez en cuando salgo con amigos. Eso es todo.
Eiji se pensó un poco sus palabras y le preguntó:
—¿No esperabas las cartas tanto como él?
—Pues, según las fechas de los sobres, llegaban cada mes o cada semana, ¡pero él me mostró todo de una! De repente llegó y luego de mostrarme algunas cartas me dio las demás que se habían acumulado y para entonces ya no tenía manera de responder a todo eso porque tuve la gran sorpresa de que vendrías a verme.
—Oh… Así que eso era.
—¿Qué cosa?
—A veces esperaba tu respuesta, pero únicamente era Max quien me regresaba alguna misiva breve. Me preguntaba por qué.
—¡Ja! El viejo siempre ha sido desorganizado con su tiempo, eso es todo. Deberías molestarte con él y no conmigo. ¿Qué hago yo si no me comunica él las cosas en tiempo? Ya viste lo que pasó allá en el aeropuerto.
El moreno pensó en sus palabras mientras miraba a una joven mujer pasar con una carriola llevando a su bebé, y un poco más allá un vendedor de manzanas acarameladas atendía a unos chiquillos. Y al fondo una chica paseaba tomada de la mano con quien parecía ser su novio mientras comían un algodón de azúcar. Al fondo un hombre fumaba mientras oía música reproduciéndose en su walkman. Y a un lado un grupo de chicas y chicos jóvenes trotaban mientras paseaban a sus perros.
A pesar de que había gente rodeándoles, para Eiji la sensación de soledad y ensimismamiento que existía cuando estaba junto a Aslan era incomparable. Siempre había sido así para él: el mundo dejaba de existir cuando estaba con aquel muchacho que quería y que le quería.
—No estoy molesto contigo ni con nadie —dijo con calma—. Creo habértelo dicho antes, pero te lo diré cien veces más si eso logra convencerte de ello. —Y le sonrió con ternura.
Quizá fuese su imaginación, pero luego de haber visto que una sonrisa se dibujaba en el rostro del rubio le pareció haberle oído decir "gracias" en un susurro. Y para reanudar la conversación le preguntó por sus nuevas amistades.
—¿Qué tal es la vida en la universidad? Desde tu experiencia, claro. ¿Tienes buenos amigos ahí?
—No son malos… Están Liam, Matías, Samantha, Johnny, Mia… No estoy solo, si es lo que quieres saber. Pero tampoco suelo hablar mucho con ellos.
—¿Y además de la universidad?
—Te tengo a ti.
El moreno suspiró. No esperaba una contestación tan pronta y corta.
—Al menos deben ser buena gente si logran hacerte compañía y te ayudan a olvidarte de tus problemas.
—Aunque nunca llenaron el hueco que tuve desde que te fuiste y me dejaste solo en Cape Cod.
—¿Cape Cod?
—Luego pasó el tiempo y de repente ya me encontraba aquí en Nueva York con mi nueva vida. No me quejo, pero es ajetreada. ¿A ti te gusta Nueva York?
—Me gusta estar contigo —se limitó a decir para no desviar la conversación, dándole también una respuesta corta sin nada que exprimir.
—No está mal —dijo sonrojándose un poco, aunque era bueno fingiendo que esas palabras no tuvieron ningún efecto en él—. Además, aquí están todos ahora. Aunque algunos de ellos ya no vienen a verme y no he tenido la oportunidad de buscarlos.
Eiji quiso preguntar sobre ello pero temía que lo que se suponía era una conversación entre amigos luego de una alargada separación se convirtiese en un interrogatorio. ¿Quiénes ya no iban a verle?
—No considero que tenga problemas —dijo Aslan al cabo de un rato, retomando las palabras de Eiji—. Mi único problema era que no sabía si vendrías a verme alguna vez o no. Era curioso porque a pesar de lo cercanos que nos volvimos jamás intercambiamos números.
Aslan soltó una risa pensando en ello y Eiji le devolvió un gesto de alegría forzada. Era lindo verlo reír, pero no era natural ver que Aslan fuese tan despreocupado con todo. Y ciertamente se acordó de aquellos días de verano en Cape Cod cuando nada parecía perturbarles.
—¿Tú tienes amigos, Eiji?
Las preguntas de Aslan lo tomaban por sorpresa muy a menudo. Pensándolo mejor, no creía justo poder incluir a Ibe o a las amigas de su hermana menor que muy seguido le hacían saber lo bien parecido que era. Tampoco recordaba haber hecho contactos en la universidad o en el trabajo. Y no quería mencionar a Jessica, Max, Michael, o a toda aquella gente del pasado que quizá podría desembocar malas memorias en Aslan. Entonces solo le quedó sincerarse.
—No. —Y mejor aclaró—: No además de ti.
—¿En serio?
—No se me da bien socializar. Hey, no te rías. No nací con tu carácter así que no podrías saber cómo me siento respecto a eso...
—¡Pues cuando nos conocidos no parecías tener miedo!
—Solo tuve suerte de que fueras amable conmigo. No sabía en lo que me metía.
—¿Y por qué no habría sido amable contigo? —cuestionó entre risas.
Eiji no supo qué responder.
Y por el resto de la tarde merodearon por la ciudad hasta que los tres se cansaron. Fue uno de los días más gratos para Michael porque su sueño de pasar tiempo con ambos por fin se había cumplido, aunque siempre se topaba con la preocupación de sus padres por verle tanto tiempo afuera, y para Eiji supuso una extrañeza que Max fuera tan quisquilloso con dejarle solo con el rubio, pero, por lo visto, Jessica no pensaba igual y ello les generaba problemas.
Sin embargo, más allá de las prohibiciones Jessica nunca fallaba en prepararles una buena comida caliente y Max de brindarles de todo aquello que necesitasen para llevar una vida cómoda. Y fue gracias a ello que Eiji no tuvo la urgencia de establecer pronto una fecha para su partida.
Por aquella noche el corazón de Eiji seguía afligido. Quizá porque la idea del tan esperado encuentro no fue como lo había imaginado; era más simple, como si una parte del lazo se hubiera roto y hubiera sido reemplazada. Como si el dolor que pasaron juntos se hubiera disipado y ahora quedara únicamente la parte blanda de sus vidas.
«No tiene nada de malo ser positivo y ver hacia adelante —se dijo Eiji—, pero esto se siente totalmente irreal».
Y supuso que desperdiciar el día con Aslan y Michael sería terrible, por lo que se obligó a actuar normal la mayor parte del tiempo. Pero cuando miraba a Aslan con el rabillo del ojo se daba cuenta de que las personas son lo que recuerdan, y si su amigo simplemente elegía olvidar, entonces, una parte del importantísimo lazo forjado se estaba desatando para siempre. «Un pensamiento egoísta, Eiji, porque si tu hubieras pasado por lo mismo que él, quizá querrías dejar todo atrás también», se dijo a sí mismo. Pese a ello, no compartía tan absurda idea. Uno debe abrazarse a las desgracias y a las fortunas, porque eso es lo que forja el carácter y otorga la experiencia que se necesita. Y ante ese pensamiento Eiji no pudo resistirse más y durante la noche mientras el pequeño Michael dormía se dirigió a la habitación de Aslan para tener una breve conversación nocturna, la cual esperaba, pudiese llegar a algo.
—¿Sigues sin poder dormir?
—Creí que quizá podríamos platicar un poco.
—¿De qué quieres hablar? —preguntó el rubio.
—De nada en especial. Solo… lo suficiente como para que me creas; para que creas que de verdad no estoy enfadado contigo.
—Te creo, Eiji.
El japonés se lo pensó dos veces antes de continuar, pero no pudo negarse a sí mismo que lo que hacía era lo mejor para los dos. Se acurrucó en la cama junto a su amigo y ambos se miraron fijamente a los ojos. Esos segundos compartiendo miradas parecieron más largos de lo que de verdad eran.
—No deberías creer tan fácilmente lo que digo, aunque sea yo. ¿Sabes algo? Hace rato no te dije la verdad… Cuando dije que eras mi único amigo, no era cierto. Eres la persona más especial que hay en mi vida, ¿lo sabías?
Aslan habló con calma.
—Ahora que me lo has dicho de nuevo lo recordaré siempre. Lo hiciste ya antes en aquella carta que enviaste, ¿te acuerdas? Max la leyó para mí y nunca fui capaz de olvidarla. La tengo todavía conmigo.
Con una mano Aslan sujetó la mano de Eiji y se mantuvieron así, como dos pequeños que no pueden apartarse el uno del otro por las noches temiendo a que apareciera algún monstruo en el armario.
Y aunque Eiji quiso indagar en el tema de la carta y sobre a qué fragmento Aslan se estaba refiriendo, prefirió seguir con lo de antes porque era más importante.
—Sin embargo, no estoy de acuerdo con el hecho de olvidar a aquellas personas que formaron parte de nosotros y creo que tú tampoco deberías excluirlas de tu vida.
—¿Qué… quiere decir, Eiji?
El moreno suspiró.
—Eres mi mejor amigo, Ash. Más que eso, incluso. Nunca llegué a querer a alguien tanto como lo hago contigo. —Vio que el muchacho estaba a punto de interrumpirlo, así que se apresuró a hablar—. Pero, además de ti, tengo más amigos. Shorter ya no está con nosotros… Aun así, jamás lo voy a olvidar; no quiero olvidarlo, y por ello creo que también deberías mencionarlo cuando alguien vuelva a preguntarte por tus amigos. Sin mencionar a muchos otros que dejaste de lado.
—¡Oh!, ¡no lo mencioné porque es un bribón! ¿No te lo dije? Hay personas que no vienen a buscarme. ¡Shorter es uno de ellos! No merece que le siga llamando amigo después de dejarme en el olvido tanto tiempo.
—Pero…
—Ah, ¡tengo una idea! —Se enderezó de golpe—. ¡Tú me ayudarás a buscarlo!
—¿Qué? Pero, escucha, por favor. Shorter está…
—Max no tiene por qué enterarse y Mikey no irá con nosotros. He ido solo a Chinatown un par de veces, todo irá bien.
—¿Y si ya has ido, entonces, por qué insistes en volver?
—¡Porque nunca coincidimos! —susurró con desesperación.
Aslan era terco. No era fácil interrumpir su habla cuando una idea se le metía a la cabeza, así que durante ese rato el japonés le veía con una expresión confusa de total tristeza y falta de serenidad.
—Será mañana por la tarde luego de mi clase matutina —comenzó a hablar casi para sí mismo desviando la vista al techo—. Saldremos de aquí en tiempo, nos veremos a las afueras del colegio e iremos a Chinatown. Estoy seguro de que esta vez daremos con algo, puedo sentirlo.
—No estoy seguro…
—Podemos hacerlo.
—¿Y si nos descubren? Seguro que Max o Jessica preguntan por ti muy a menudo. Lo harán conmigo igual —habló con preocupación, arrastrando las palabras. Al carajo con mantener un buen acento del inglés.
—Calma, todo va a ir bien. Las calles no son tan peligrosas como Max dice que son.
—Ash. —Su voz sonó como una sentencia, sorprendiéndose del raciocinio de su amigo para decir tales cosas como si la experiencia no le hubiese hablado ya.
—Vamos, basta con eso. Puedo dejar pasar por alto que me llames así una vez por hoy, pero dos…
—¿No prefieres hacer otra cosa? Hagamos cosas juntos, como aquellos días en Cape Cod. Podemos tomar una soda, jugar con Tommy, cocinar algo juntos. Quizá podríamos…
—Eres mi única esperanza, Eiji. De otro modo Max no me lo permitirá.
—No es como si hubieses respetado sus reglas tampoco.
—Por favor —pidió mientras apretaba una de las manos de Eiji entre la suyas—. Te lo pido, Eiji. ¿Podrías ayudarme?
Por una vez desde su encuentro los ojos de Aslan parecían reflejar dolor con sinceridad, justo como en aquellos días, y Eiji no pudo añadir nada más en su contra. Apenas fue capaz de decir en voz baja:
—Trataré.
Luego se soltó de su agarre para levantarse de la cama y alejarse. Aslan selló el trato con una sonrisa para después desearle las buenas noches.
El moreno volvió a su cuarto totalmente abatido. Y entre la oscuridad de su propia habitación le fue imposible conciliar el sueño por un buen rato porque sabía que no podía fallarle a su amigo, pero la voz de la razón le decía que, por una vez en la vida, debía de olvidarse de las necesidades de Aslan y escuchar a quienes le rodeaban, porque quizás, sabían algo que él no.
