LXX

Al día siguiente, Eleven y Max están sentadas leyendo en la sala de estar cuando llaman a la puerta. Con paso calmo, Henry va a abrirla.

—Oficial. —Eleven escucha desde su lugar el fingido tono cordial de Henry—. Qué grata sorpresa.

—Señor Creel —lo saluda el hombre—. Sé que tu prima es amiga de Maxine Mayfield. Y ella está desaparecida desde el día de ayer, entonces he venido a preguntar si…

Tanto Eleven como Max se aproximan a la puerta. Henry voltea para mirarlas.

—Bien —suspira Hopper a la par que se acomoda el sombrero—. Eso resuelve el caso.

—¿Me están buscando? —inquiere Max.

—Tu madre, sí —corrobora Hopper—. Ahora, señorita, si pudieras venir conmigo a la estación…

—Ayer no me hizo ningún problema cuando me fui. —La voz de Max delata su amargura—. Es más: pensé que estaría feliz de no tener que lidiar… con todo.

Hopper entorna los ojos. Eleven comprende que el oficial ha captado los sentimientos encontrados de Max.

—¿Con todo? ¿Y qué sería eso, jovencita?

Max aprieta los labios y calla. Eleven tan solo la observa, la preocupación patente en su rostro.

—Oficial. —Es Henry quien habla ahora—. ¿Por qué no pasa? Estoy seguro de que Maxine preferiría hablarle en la comodidad de un sofá, y no en el umbral de la casa.

—Hm —rezonga Hopper—. Con permiso, entonces…

Eleven ya se prepara para seguir a Hopper a la sala, cuando siente una cálida mano apoyada en su hombro.

—Eleven.

Voltea y ve a Henry, quien la observa con una expresión intensa.

—No puedes pelear todas las batallas por tu amiga —le recuerda.

—Pero Max me necesita…

—Y la estás ayudando —le asegura Henry con una sonrisa comprensiva—. Sin embargo, debes darle espacio para que pueda procesar lo ocurrido y… compartirle a Hopper lo que considere necesario.

Eso… tiene sentido, de hecho.

—¿Quieres ir a dar un paseo al parque? —sugiere entonces Henry—. Oí que finalmente adornaron el sendero principal con motivos navideños… Podemos estar de vuelta en media hora si salimos ahora.

Eleven supone que las cosas siempre serán así: que Henry, pese a su naturaleza eminentemente oscura, siempre le saldrá con algún ofrecimiento ridículo para distraerla o animarla según necesite.

Y supone, también, que el resultado será siempre el mismo: que ella, efectivamente, tomará su mano y lo seguirá.