LXXVII

Muchas cosas suceden en la semana siguiente.

La madre de Max le pide el divorcio a su padrastro y ambas se mudan a un tráiler en el sector de menos recursos de Hawkins. Increíblemente, al día siguiente de la mudanza Billy se les une. En palabras de Max: «Dijo que prefería vivir con nosotras antes que seguir aguantando a su padre. Como ya está por cumplir dieciocho, no es realmente un problema, o no lo será por mucho tiempo. Aunque sigue teniendo sus arranques de ira cada tanto, está mucho más tranquilo ahora».

Eleven, personalmente, lo considera una victoria. Al menos cuando ve el semblante de Max libre de la sombra que hubo atisbado más de una vez en el pasado.

Y luego, un día antes de Nochebuena, recibe una llamada.


—¿Quién era? —le pregunta Henry, quien está ocupado realizando el mantenimiento semestral del reloj.

Eleven abre la boca. La cierra. Sus mejillas arden.

Henry enarca una ceja.

—Yo… Era Mike —confiesa al fin.

Otra victoria: Henry frunce el ceño, pero las luces no parpadean.

—Ya veo. ¿Y qué quería? —inquiere, volviendo la vista al reloj—. Si se puede saber, claro…

—Uh, me invitó al cine. Hoy a las seis. ¿Puedo…?

—Mi billetera está sobre la mesa —responde él a la par que cierra la tapa de cristal del reloj.


—Me voy ahora —anuncia Eleven cuando faltan unos minutos para las cinco.

—¿No es muy temprano? —le pregunta Henry, echándole un vistazo al reloj—. Puedo acercarte con el auto a la hora exacta…

—No te preocupes; nos encontraremos en el parque. Y de ahí iremos juntos —le explica.

—Oh. Está bien. Diviértete.

Ella le sonríe y agita la mano enguantada a modo de despedida. Él le responde tanto la sonrisa como el gesto.

El reloj da las cinco. Cada campanada parece retumbar dentro mismo de su cráneo mientras la observa alejarse y convertirse, gradualmente, en un punto negro sobre la blanca nieve.


El parque se ve hermoso cubierto de un manto blanco únicamente interrumpido por los troncos de los árboles.

Es en este escenario donde Eleven se encuentra con Mike.

—Ey —la saluda él.

—Ey —responde ella con una sonrisa.

—¿Te gustaría dar un paseo por el parque antes de ir al cine? De todas formas debemos cruzarlo…

Eleven asiente.

—Claro.

La caminata es lenta, pausada. Cada tanto, su brazo roza el de Mike y Eleven advierte que la respiración del chico se altera cada vez que esto sucede.

De pronto, con cuidado, la mano de Mike se aferra la suya. Sus dedos enguantados se enlazan con los suyos.

Eleven lo permite.

Y esto le gana una enorme sonrisa por parte del chico.


Unos minutos luego de que empiece la película, Mike toma su mano.

Y no la vuelve a soltar.

Eleven se ve incapaz de seguir la trama.


A la salida del cine, vuelven por el mismo camino.

—Te acompañaré a tu casa —anuncia Mike—. Es tarde y no quiero que vuelvas sola…

Eleven considera asegurarle que estará bien, mas sabe que no tiene manera de hacerlo sin revelar más de la cuenta. Por otro lado, disfruta de la compañía de Mike.

Esta vez, el chico no espera siquiera llegar al parque para entrelazar sus dedos. Eleven responde el gesto con timidez.

—Bueno… Estuve pensando. —Internamente, Eleven ruega porque no le hable sobre la película: no tiene idea de qué ha ocurrido en ella—. Estuve pensando… en ti.

La muchacha se detiene al escuchar sus palabras y busca su mirada. Mike se toma un momento, mas finalmente la mira. Sus mejillas están sonrojadas, y Eleven no sabe si es por el frío o…

—¿En mí? —repite.

Mike aprieta los labios y asiente.

—Sí, yo… La verdad es… que me gustas. Mucho. Me gustas mucho, Jane.

—Oh.

No sabe qué debería responder. Sabe que Mike también le gusta, pero…, entre todo lo que ha sucedido en las últimas semanas, no ha tenido tiempo de examinar detenidamente este sentimiento.

—Y…, bueno, quería preguntarte si… Si querrías… ¿Quieres ser mi novia? —suelta de golpe, al fin.

Eleven considera su ofrecimiento. O, al menos, lo intenta, pues no está exactamente segura de lo que implica.

—Yo… nunca he tenido un novio.

—Ni yo —le asegura Mike—. Una novia, quiero decir —rectifica, y el rojo en sus mejillas parece acentuarse más—. Pero, si tú quisieras…, podríamos aprender juntos. ¿Qué te parece?

Eleven sonríe.

—Eso… estaría bueno.

Siente la sonrisa de Mike contra sus labios.