CV
—La cintura me está matando —gruñe Henry sin apartar la vista de la calle—. Estoy seguro de que soy demasiado joven para esto y, sin embargo…
Es de mañana temprano: Eleven debería estar en el colegio, mas, como ni a ella ni a Henry le importan particularmente las nociones de «educación» ni de «responsabilidad escolar», han optado por enfilar hacia una veterinaria fuera de la ciudad. «Si Poe realmente ha sanado, sería difícil explicárselo a la que le ha decretado poco tiempo de vida» es el convincente argumento de Henry al cual ella suscribe sin objeción alguna.
Es así como se encuentra sentada en el asiento de al lado, Poe en su regazo.
—¿Aún te sientes débil? —le pregunta, preocupada—. Pensé que descansaste… Tal vez deberíamos volver…
—No, estoy bien —le asegura él—. Descansé, pero no sé por qué siento la zona de mi cintura como… rígida.
Está a punto de insistir cuando recuerda lo que vio la noche anterior.
—Es culpa de Poe —suelta de sopetón.
Henry frunce el ceño y le lanza una rápida mirada antes de volver a mirar al frente.
—¿Perdón?
—Poe durmió entre tus piernas —le explica—. Seguramente te obligó a mantener esa posición toda la noche y… Y por eso ahora te duele toda esa zona…
Henry le lanza una mirada ofendida al minino, quien tan solo le responde con una propia, como diciendo «sí, ¿y qué piensas hacer al respecto?».
—Lo encontramos hace un par de días —miente Henry—. ¿Podría realizarle un chequeo general?
El veterinario no le hace problemas. Tras unos minutos, declara:
—El chequeo físico salió excelente: es un gato en perfecta salud. De todas maneras, le extraeremos algo de sangre para descartar infecciones. ¿Está bien?
—Por supuesto.
—Perfecto. Los resultados estarán listos mañana por la tarde.
Cuando están por retirarse, Poe lanza una mirada de absoluto desdén hacia el veterinario que lo ha pinchado.
—Muchas gracias…
—No hay de qué —le responde el chico del otro lado; Eleven distingue la sonrisa en su voz—. Hasta luego, Jane.
—Adiós…
Eleven corta el teléfono y se gira hacia Henry, quien está poniendo la mesa para la cena.
—Ya hablé con Dustin: dice que no hay problema, que el domingo no tiene planes.
—Excelente. ¿Te ayudará a…?
El teléfono suena.
—Ah, ¿habrá olvidado… algo…? —murmura Eleven a la par que levanta el tubo—. ¿Hola…? —Absoluto silencio del otro lado—. ¿Quién es…? —Como nadie responde, Eleven frunce los labios y baja el tubo.
—¿Equivocado? —inquiere Henry desde el comedor.
—Creo que… la línea o el teléfono o algo tenía problemas… Nadie me habló…
—Seguro era para ofrecerte algo.
—Seguramente. —Se encoge de hombros—. Estaré en mi cuarto con Poe. ¿Me avisarás…?
—Claro, calculo que cenaremos en media hora.
—Gracias.
Le sonríe antes de dirigirse hacia su habitación; él le devuelve la sonrisa.
Henry espera hasta oír el característico sonido que hace la puerta de Eleven al cerrarse.
Luego, deposita el plato que tenía entre las manos sobre la mesa y camina hasta el teléfono.
Lo descuelga y disca un número. Finalmente, presiona el tubo contra su oído.
—¿Hola…? —La voz femenina del otro lado no se hace esperar.
Henry sonríe con dulzura, de modo que ella pueda oírlo en su voz.
—¿Me llamaste, Angela?
