- . My Hero Academia 180 grados. -
20. Donde Midoriya piensa 9 minutos en Uraraka y "Rei Todoroki" regresa a casa
Todoroki mantenía su usual semblante serio frente a Midoriya en la videollamada.
—Entonces Dabi escapó — Izuku no pudo evitar desanimarse un poco ante la noticia, mientras se sentaba en su escritorio.
—Sí —respondió Todoroki sin apartar la mirada—. Fue una operación discreta pero rápida. Mi padre... —hizo una pausa antes de continuar— llamó a la puerta pretendiendo que era una pizza...
Midoriya parpadeó, sorprendido—. ¡No me imagino a Endeavor diciendo eso!
—Lo obligaron —explicó Todoroki llanamente, sin el más mínimo atisbo de emoción en su tono—. Después, hizo un gran agujero en la entrada para sorprenderlos, pero cuando entramos, no encontramos a ninguno de los criminales.
Midoriya frunció el ceño, sujetándose la barbilla—. Tal vez se percataron del rastreador.
—Eso mismo supone el jefe de la policía —Todoroki asintió ligeramente—. Había indicios de que huyeron del lugar de manera precipitada. Afortunadamente, en una habitación cerrada con llave, encontramos a mi madre. Estaba muy afectada y no permitió que un doctor la revisara, pero me dejó ayudarla a salir de allí.
—Me alegra que al menos esté a salvo —Midoriya bajó un poco la cabeza, sintiendo un leve alivio, aunque la preocupación aún le pesaba en el pecho—. Supongo que debemos continuar con la investigación para encontrar a Dabi.
Todoroki negó con la cabeza, su mirada firme.
—Eso es lo de menos por ahora. Gracias a ti, mi madre ya está descansando en casa— sonrió ligeramente Todoroki pero luego suspiró acomodándose un poco el cabello de la nuca —El doctor recomendó limitar el contacto de mi padre con ella hasta que pase un tiempo, dado que aún tienen temas sin resolver, así que mis hermanos y yo nos estaremos turnando para cuidarla y hacerle compañía.
Todoroki cerró los ojos por un momento, su voz se tornó más suave cuando los abrió de nuevo—. De verdad, te agradezco por haber hecho esto posible, Midoriya. Has demostrado ser un amigo digno de confianza.
Midoriya sintió cómo sus mejillas se calentaban un poco ante las palabras de Todoroki. Se rascó la nuca con una sonrisa nerviosa—. Yo solo quería que esta vez todo saliera bien.
—Lo hiciste —Todoroki devolvió el gesto con un leve movimiento de sus labios, pero su semblante se ensombreció de nuevo—. Quisiera pedirte un último favor.
Midoriya se enderezó en su asiento, esperando la continuación.
—Quiero que te olvides por ahora de atrapar a Dabi, Midoriya —Todoroki lo observó con seriedad—. Sé que has estado entrenando sin descanso para el examen de ingreso a la UA, y seguro dedicaste mucho esfuerzo extra a esta investigación para encontrar a mi madre, pero... se nota en tus ojos que no has dormido bien últimamente.
Midoriya se removió en su asiento, sorprendido. No era la primera vez que alguien lo notaba esa semana. Recordó a Uraraka tratando de tocarle la mejilla el día anterior, y cómo había dado un salto casi instintivo hacia atrás, evitando su mano con torpeza.
—No te preocupes, estoy bien —trató de tranquilizarlo con una sonrisa que no llegaba a sus ojos—. Es solo que he tenido sueños... extraños y a veces me cuesta volver a dormir.
—¿De nuevo sueños con ese tal Kachan? —preguntó Todoroki, arqueando una ceja.
Midoriya se rió nerviosamente—. No... no exactamente.
Todoroki lo observó en silencio, como si analizara cada expresión en el rostro de su amigo. Después, levantó una mano y dejó escapar una pequeña ventisca de frío que envolvió sus dedos—. Si sigue molestándote, yo puedo...
—¡No, no, te prometo que no es eso! —Midoriya agitó las manos, intentando detenerlo antes de que Todoroki pensara seriamente en intervenir—. Es... algo diferente.
Todoroki entrecerró los ojos, pensativo—. ¿Es algo que no puedes contarme?
Midoriya sintió una punzada en el estómago. No era que no quisiera contarle... simplemente no sabía cómo.
—¿Tiene que ver con tu amiga? —preguntó Todoroki de repente—. ¿Cómo se llamaba... Uraraka?
El cuerpo de Midoriya se tensó. Se levantó de golpe del asiento, nervioso—. ¡Ah, mira la hora! Creo que tienes razón y debería descansar un poco —rio con nerviosismo, intentando cortar la conversación de manera abrupta.
Todoroki lo observó, sin prisa, como si hubiera captado más de lo que Midoriya estaba dispuesto a decir—. De acuerdo. Si puedes, ven a entrenar a mi casa un día de estos. Es una casa amplia. Podemos hacer peleas de práctica en un ala diferente a donde está mi madre, no la molestaremos en absoluto. También puedes quedarte a dormir si quieres.
—Gracias, eso haré —Midoriya asintió con una sonrisa, más relajado ahora que la conversación tomaba otro rumbo.
Todoroki, sin embargo, lo observó un momento más, como si todavía no estuviera del todo convencido de que todo estaba bien. Pero no dijo nada más. Y con una última despedida, la videollamada llegó a su fin. Midoriya suspiró, apoyándose en la silla, y su mente volvió una vez más a esos sueños que lo perturbaban, esos en los que las emociones de su corazón y las preguntas sin respuesta se entrelazaban.
Se sentía cansado, esa era la verdad, pero aún tenía que ir a ver al señor Yagi como había prometido. Miró el reloj en la pared de su habitación, dándose cuenta de que tenía unos minutos antes de salir. Podría usar ese tiempo para prepararse... o tal vez...
Sus ojos se dirigieron al celular que descansaba sobre el escritorio, y por un breve instante, pensó en llamar a Uraraka. La idea lo hizo dudar. Después de todo, no había estado bien haber retrocedido así al sentir el roce de su mano. Quería aclarar las cosas para que no pensara que le disgustaba estar cerca de ella, pero el recuerdo de sus palabras lo hacían dudar sobre lo que habían acordado.
"No quiero interponerme entre tu y tu sueño de ser un héroe"
Izuku suspiró, levantando el celular del escritorio sin la intención real de marcar.
Después de tomar una foto con su celular de la pared de su habitación, Midoriya se ocupó de ir quitando las notas que había pegado sobre el caso de Dabi y acomodarlas en un fólder.
Estaba muy feliz por Todoroki y era un alivio que su madre estuviera a salvo ahora.
Después de ordenar las notas, se detuvo un momento para observar su cuaderno de análisis. En él, había hecho apuntes sobre todos los héroes que conocía, y la página en la que se encontraba estaba dedicada a Momo Yaoyorozu. Había garabateado algunos detalles sobre su quirk y un dibujo rápido de ella usando su disfraz de persona encubierta con algunas notas como:
Puede crear objetos siempre y cuando conozca sus características (*De alguna forma es como un personaje de videojuego)
Si se parece a otros quirks de creación que ya he observado, seguramente tiene que consumir grandes cantidades de carbohidratos para activar su quirk.
Preguntar en caso de volver a ver:
¿Qué deducciones había hecho para encontrarse con Dabi?
Pasó algunas páginas sin mucha atención, hojeando los dibujos y anotaciones de las personas que había conocido esos últimos meses. Cada página estaba llena de detalles: trajes, habilidades, estrategias de combate. Pero sabía muy bien a qué sección quería llegar.
Finalmente, sus ojos se detuvieron en la parte del cuaderno que había dedicado a Uraraka. Los dibujos eran más detallados, más cuidados que el resto. Había hecho anotaciones sobre su quirk, Gravedad Cero, con descripciones llenas de admiración.
—Puede eliminar la gravedad de cualquier objeto que toque... incluso cosas tan grandes como un auto o pilares de edificios. —Apuntó a una pequeña nota al margen—. ¿Podría hacerlo con un avión comercial? —Se rió suavemente al ver esa pregunta—. Ojalá pudiera ayudarla con las náuseas que siente cuando usa demasiado su quirk...
Pero lo que más lo atrapaba eran las pequeñas observaciones que había añadido sobre ella. Al margen de los datos sobre su quirk, había palabras más personales, escritas casi con timidez.
—Amable, graciosa, inteligente... linda... resplandeciente...
Midoriya dejó el cuaderno abierto frente a él, observando el dibujo de Uraraka. Había dedicado tiempo a capturar esa expresión, esa sonrisa cálida que lo llenaba de luz. Se apoyó sobre sus brazos, sonrojado, mientras echaba una mirada al atardecer rosado y anaranjado que se elevaba desde su ventana.
Suspiró, sintiendo la presión en su pecho, la misma que había sentido tantas veces cuando pensaba en ella. Había tanto que quería decirle, pero las palabras parecían desvanecerse antes de salir de su boca. Miró de nuevo el dibujo, notando cómo los trazos suaves de su lápiz intentaban capturar algo más que su apariencia: trataba de reflejar lo que ella significaba para él, lo que su presencia encendía en su corazón.
Decidió que tal vez debía ordenar un poco sus pensamientos, así que tomó su celular y colocó un cronómetro con un tiempo de nueve minutos. Solo eso, nueve minutos para permitirse pensar abiertamente en ella, sin el miedo de perderse por completo en sus sentimientos.
No pasó mucho tiempo antes de que su mente lo llevara a ese recuerdo que últimamente manipulaba tanto: aquella noche fresca, justo después de la lluvia, bajo la luz de la luna, cuando ambos se habían declarado.
—¿Podrías esperar un poco por mi respuesta? —había preguntado Uraraka, con esa expresión seria pero dulce, parada frente a él mientras el brillo plateado de la luna se reflejaba en los charcos del suelo.
En ese momento, él había soltado su mano, demasiado nervioso para mantener el contacto. Pero en su mente, una y otra vez, volvía a ese momento. Solo que ahora sabía exactamente lo que quería haber hecho: no soltarla. No retroceder. En cambio, habría querido sujetarla suavemente por los hombros, mirarla a los ojos con determinación... y besarla. Cada vez que lo imaginaba, su corazón latía con fuerza, acelerado por la emoción de un "qué pudo haber sido si hubiera sido mas determinado". Un beso, solo un pequeño roce de labios, habría sido suficiente para calmar esa incertidumbre. Porque aunque en esa noche ella había dicho que le gustaba, él no podía evitar sentirse inseguro ahora. El beso en la comisura de los labios que ella le había dado entonces ya no era suficiente.
"¿Y si ella cambiaba de opinión?" pensaba a menudo, mordiéndose el labio inferior con una mezcla de ansiedad y esperanza
No ambicionaba un beso profundo y extravagante como los que a veces se colaban en sus sueños, que al contrario de lo que podría pensarse, lo atormentaban bastante. Uno de esos lo mataría de un ataque al corazón, seguro. No, siendo más realista, tal vez deseaba un beso suave, que transmitiera principalmente sus sentimientos. Sentimientos dulces por ella. Porque eso era lo que sentía la mayor parte del tiempo: gratitud, ternura y un deseo de protegerla.
Tal vez durante las noches su inconsciente o curiosidad lo traicionaban terriblemente con sueños más atrevidos, que lo hacían sentir muchos hormigueos y calores, que no estaba listo para asimilar todavía y sólo lo ponían con los nervios de punta. Pero al llegar el día, después de sentirse culpable, recordaba esos sentimientos más llevaderos e intentaba enfocarse en ellos.
Recordaba que Uraraka le había dicho que esperó para hablarle de lo que sentía porque no quería distraerlo. Y eso para él significaba mucho, porque había pensado en él por encima de si misma, y ahora que estaba en la misma posición, en espera de hacer algo con sus sentimientos, él quería ser como ella y tampoco quería distraerla de su propio camino para ser la gran héroe que sabía que podía ser, aunque lo cierto era que ella ya lo era.
Ella lo había salvado en el momento más oscuro de su vida, cuando las dudas y el miedo lo habían consumido. Y después de eso, había seguido a su lado, protegiéndolo de la soledad. Midoriya estaba profundamente agradecido por eso. Cada vez que respiraba el aire fresco del exterior, que sentía el sol en la palma de sus manos o veía cómo la brisa movía las hojas de los árboles, no podía evitar pensar en ella. En cómo, al igual que esos pequeños detalles de la naturaleza, Uraraka lo llenaba de inspiración y determinación para seguir adelante, sin rendirse, incluso bajo la presión del examen de ingreso a la U.A.
Quería besarla no solo porque le gustaba, no solo porque la encontraba increíblemente linda. Quería besarla porque todo eso junto le decía que él ya la...la...
El sonido de la alarma de su celular lo sacó de su pequeña ensoñación y no pudo evitar suspirar de nuevo. Era lo que hacía últimamente. Sólo suspirar por esos sentimientos que estaba reprimiendo por ahora. Cerro su cuaderno de análisis de héroes, lo guardo en su cajón y salió de su habitación.
Hawks se encontraba sentado frente a Rei Todoroki en la pequeña habitación. La luz que entraba por las ventanas parecía fría, filtrada a través de cortinas blancas que apenas dejaban pasar el sol. Rei, frágil y pálida, permanecía en la cama, con una expresión que mezclaba agotamiento y una serena resignación. Hawks sabía que estaba frente a una mujer que había pasado por mucho, tal vez más de lo que cualquier otra persona podría soportar.
—No es mi intención ser insensible, y sé que ha pasado por mucho estos días —empezó Hawks, su tono suave pero directo—, pero quisiera hacerle algunas preguntas sobre cualquier cosa que pudo haber visto o escuchado durante su tiempo en cautiverio.
Rei lo miró con ojos apagados, casi vacíos, pero asintió lentamente, como si el peso de los días la hubiera dejado sin energía.
—Esto podría ayudarnos a encontrar a las personas que la privaron de su libertad —continuó Hawks, inclinándose un poco hacia adelante—. Y eso a su vez garantizaría la seguridad de sus hijos. Supongo que eso le preocupa.
Rei asintió de nuevo, más débilmente esta vez. Hawks se permitió una pequeña sonrisa, una mezcla de alivio y admiración.
—Sabía que es una mujer valiente —comentó, tratando de aligerar un poco el ambiente, pero antes de que pudiera detenerse, sus labios dejaron escapar algo en voz baja—. Especialmente al seguir casada con Endeavor.
Rei esbozó una pequeña sonrisa, una expresión casi invisible que apenas curvó sus labios y Hawks permaneció observándola quizá un poco más de tiempo de lo que se hubiera considerado normal. Al percatarse de ello, Hawks procuró cubrirse la boca, fingiendo pensar.
—Bien. Ahora le mostraré unas fotos —dijo, intentando volver al tema principal mientras sacaba algunas imágenes de su carpeta—. Me gustaría que me dijera si vio a alguno de ellos.
Rei observó las fotos una a una. Shigaraki, un hombre con una máscara blanca, y otros villanos. Después de unos segundos, negó lentamente con la cabeza.
Hawks frunció el ceño por un momento, pero rápidamente recuperó su compostura.
—¿En serio? —su voz mostraba un toque de decepción, pero continuó—. ¿Y en algún momento le permitieron ver a alguno de sus familiares? Sé que suena raro, pero últimamente se ha vuelto común que personas con quirks para cambiar de forma o crear ilusiones estén vinculadas con los criminales. Tal vez algún conocido le hizo preguntas o intentó manipularla.
Rei, con su voz apenas un susurro, respondió:
—Solo pude ver a mi esposo y a mi hijo menor cuando me sentaron en una sala frente a una pantalla de televisión. Pero no podía escuchar lo que decían, y ellos tampoco podían escucharme.
Hawks asintió, recordando los informes sobre la transmisión de las demandas de los secuestradores.
—Sí, lo sé —respondió Hawks—. Esa fue la transmisión que hicieron para anunciar sus demandas. Pero, además de esa ocasión, ¿no vio algo más inusual? ¿No estuvo con alguien más?
Rei negó nuevamente con la cabeza, su expresión permaneciendo vacía, sin emociones.
—Me mantenían en un cuarto sola todo el tiempo —explicó—. Una vez al día me pasaban comida por una pequeña rendija en la parte inferior de la puerta. De vez en cuando me daban waffles. Supongo que uno de ellos se sentía un poco culpable por tenerme ahí. A veces incluso dibujaban una carita feliz en los waffles.
Esa última parte de la historia captó la atención de Hawks de inmediato. Intentó disimular su sorpresa, pero algo en esa extraña muestra de humanidad de sus captores lo perturbaba.
—¿Y al menos estaban ricos los waffles? —preguntó, intentando mantener el tono ligero.
Rei, para su sorpresa, esbozó una pequeña sonrisa y respondió:
—Sí. Fueron los mejores waffles que he comido en mi vida.
Pero en cuanto dijo eso, se cubrió la boca con ambas manos, como si lamentara haberlo confesado.
—No se preocupe —dijo Hawks con una sonrisa suave—. Es completamente normal. A veces, en situaciones de extremo estrés, las personas experimentan pequeños instantes de felicidad. Como los prisioneros de guerra que miran el cielo azul a través de un pequeño hueco del techo de sus celdas y lo describen como el cielo más bello que han visto nunca.
Rei se descubrió la boca lentamente, su sonrisa desapareciendo mientras volvía a esa expresión melancólica y triste.
Hawks se puso de pie, guardando su pequeño cuaderno de notas en la chaqueta.
—Creo que por hoy ha sido suficiente —anunció—. Temo que tendré que volver en otra ocasión, tal vez en unos días, para ver si recuerda algo más. Cuento con su cooperación.
Rei asintió de nuevo, su voz apenas un susurro.
—Está bien.
Hawks le lanzó una última mirada antes de dirigirse hacia la puerta. Había algo en la fragilidad de Rei que lo conmovía, que lo hacía pensar en su propia madre, en su infancia y en cómo había sido criado en un ambiente donde la moral era incierta.
—¿Sabe? —dijo, deteniéndose en la puerta— Siempre he pensado que nadie es realmente bueno o malo. Aunque la sociedad actual se esfuerce en hacer una distinción marcada entre seguir las reglas o romperlas, o bien, entre héroes o villanos. Personalmente creo que puedo ser bastante malo pero la gente lo justifica y a veces me siento como un pájaro enjaulado.
—Creo que sé... a qué se refiere.
—Eso pensé. Por eso es que se lo dije— sonrió Hawks antes de salir.
Twice reflexionó mirando al frente:
'¿Qué es esto? ¿Un intento de historia de amor entre un joven héroe y una esposa maltratada?'
...
Toshinori se acomodó en su silla de lujo, una que, a pesar de su comodidad, siempre le parecía un poco ajena. Estaba agradecido por la hospitalidad de su amigo americano, pero este tipo de vida ostentosa no le encajaba. Su mente vagaba entre recuerdos, cuando de repente escuchó el leve toque en la puerta. Sonrió, reconociendo ese toque ansioso y se puso de pie.
—Pase —dijo con suavidad, mientras observaba cómo Midoriya entraba a la habitación, con una mezcla de asombro y nerviosismo, como siempre.
—Oh, hola, señor —Midoriya comenzó, mirando el espacio a su alrededor—. Por un momento pensé que me había equivocado. Nunca pensé que viviría en un lugar tan... ostentoso. Pero su mayordomo me confirmó que estaba aquí y me permitió entrar.
Toshinori soltó una risa suave.
—En realidad, esta no es mi casa. Un viejo amigo de América, que vivió aquí en Japón por un tiempo, casi me obligó a quedarme aquí como favor por algo que hice hace años. Pero pronto me mudaré a un lugar más modesto. Algo más acogedor ahora que tengo un nuevo empleo.
Midoriya, con su curiosidad característica, sonrió.
—Supongo que me dirá que es un secreto si le pregunto sobre ese empleo.
Toshinori entrecerró los ojos, con una expresión de diversión.
—Por ahora lo es, pero en su momento lo sabrás, joven Midoriya.
Ambos se sentaron en los mullidos sillones que adornaban la sala. El aire entre ellos se llenó de una especie de comodidad cálida, como dos viejos amigos, aunque su relación iba más allá de la mera amistad. Había algo profundamente paternal en la forma en que Toshinori miraba a Midoriya, un deseo de protegerlo del mundo, de las sombras que él conocía tan bien.
—Me enteré por Tsukauchi que lograste encontrar a la madre del joven Todoroki —comenzó Toshinori, su voz llena de admiración—. Hiciste algunas deducciones muy acertadas y lograste llevar a cabo un trabajo de campo impresionante. Debo decir que, una vez más, me has sorprendido, joven Midoriya... pero, por otro lado, no esperaba menos de ti.
Midoriya se sonrojó levemente y bajó la vista hacia sus manos.
—En realidad tuve mucha ayuda y... demasiada suerte —dijo, intentando restar importancia a sus logros, como siempre hacía.
Toshinori levantó las manos al aire, como si estuviera regañando a un niño.
—¡Demasiada modestia! ¡No tiene sentido! —exclamó, sonriendo ampliamente—. Debes aprender a reconocer tus propios méritos y celebrarlos cuando es debido.
—Está bien— Midoriya tomó nota en un cuaderno de bolsillo y Toshinori dejo escapar un pequeño resoplido de exasperación.
El ambiente se mantuvo liviano por unos instantes, hasta que Midoriya, con una mirada más seria, habló de nuevo.
—Por cierto señor, he notado que ha estado algo ausente estos días. ¿Está todo bien? — preguntó Midoriya algo preocupado.
La pregunta golpeó a Toshinori de forma inesperada. En su mente aparecieron imágenes de planos secretos que Hawks le había mostrado recientemente, los recuerdos del búnker subterráneo que había explorado en medio de la oscuridad, iluminado solo por su linterna. Había estado investigando... cosas que no podía contarle a Midoriya. No aún.
—Sí, he estado ocupado con algunos asuntos. Pero no es nada de lo que debas preocuparte —respondió, desviando la mirada brevemente.
Midoriya frunció el ceño, visiblemente preocupado. Sus ojos reflejaban esa inocencia y esa determinación que Toshinori había aprendido a admirar desde hacía tanto tiempo.
—Es solo que... usted ha hecho tanto por mí, sin pedir nada a cambio —continuó Midoriya, su voz bajando—. Y por una vez, me gustaría poder ayudarlo. Cuando nos encontramos por primera vez, estaba realmente perdido. Así que si hay algo, aunque sea mínimo, que pueda hacer por usted... no dude en decírmelo.
Toshinori apretó su mano sobre su rodilla. Midoriya siempre había sido así: dispuesto a ayudar, incluso si significaba poner un peso enorme sobre sus hombros. "¿Debería decírselo ahora?", pensó. No. Era una carga demasiado grande para alguien tan joven. Sabía que Midoriya haría cualquier cosa por él, incluso si eso significaba ponerse en riesgo o lastimarse, y eso era lo último que él quería.
En su mente recordó cuando lo había conocido:
'Creo que después de que mi padre se fue de casa comencé a pensar en All Might como una especie de figura paterna'
Esas palabras, pronunciadas con tanta sinceridad, lo habían marcado. Y luego, casi como si lo estuviera regañando, recordó la fría voz de Nighteye en su mente:
'Totalmente tonto y sentimental' pareció reprocharle de nuevo.
Toshinori sacudió esos pensamientos y se cubrió la boca, desviando la vista. Pero finalmente, tras un largo momento de silencio, habló.
—Si hay algo que podrías hacer, joven Midoriya...
—¿Qué es? —preguntó Midoriya, expectante, inclinándose ligeramente hacia adelante en su asiento.
Toshinori dejó caer su mano y le dirigió una cálida sonrisa, una que hablaba de cariño, gratitud y una profunda conexión.
—Come conmigo siempre que te lo pida —dijo, al tiempo que sacaba una pequeña caja de bento envuelta en un pañuelo azul con conejitos blancos.
Midoriya no lo entendió del todo, pero le devolvió la sonrisa.
—Claro, señor. Siempre.
La luz tenue de una lámpara parpadeaba en la esquina del cuarto, lanzando sombras inquietantes sobre las figuras que ocupaban la sala. En el centro, Shigaraki observaba el espacio con una expresión de satisfacción mal contenida, mientras sus dedos pálidos tamborileaban sobre el brazo del sillón.
—Así que conservamos a la rehén y ahora tenemos un infiltrado con el héroe número dos —murmuró, dejando que cada palabra se impregnara en el aire antes de añadir—. Bien pensado, Kurogiri.
Kurogiri, en su postura habitual de tranquilidad controlada, asintió suavemente. El aire que lo rodeaba siempre parecía más denso, como si una cortina de humo flotara a su alrededor, envolviéndolo en un halo de misterio.
—Además, nos ocultamos en sus narices —opinó Dabi, su tono divertido contrastaba con la gravedad de la situación—. Endeavor nunca sospechará que estamos en la casa que compró para su amado Shoto.
Shigaraki se mostró irritado.
—Solo porque todo haya salido bien, no quiere decir que puedas estar tan despreocupado. Por tu descuido, tuve que abandonar mi casa —reprochó, sus ojos encendidos con una mezcla de ira y desaprobación.
Dabi, en su eterna indiferencia, simplemente sonrió con desgana, pero antes de que pudiera responder, Kurogiri intervino, calmado como siempre.
—Olvídalo por ahora, Tomura Shigaraki —su tono era bajo, casi como si tratara de no agitar las tensiones—. Piensa que ahora Dabi no tiene más opción que ayudarte con tu plan, y además... llevas cuatro años diciendo que querías abandonar esa casa.
Shigaraki respiró profundamente, aceptando la verdad detrás de esas palabras. Su antigua casa, un lugar que había llegado a aborrecer, estaba llena de recuerdos de su propio tormento. Tal vez, en el fondo, había sido un alivio dejarla atrás.
—Sí, es cierto —admitió finalmente, aunque con una pizca de amargura en la voz.
El ambiente en la sala cambió cuando la agitada voz de Twice interrumpió la conversación.
—¡Oigan! ¡Oigan! —llamó la atención, levantando ambas manos como si estuviera en medio de una crisis—. ¿Y qué haré si Endeavor quiere tener intimidad con su esposa? ¡Definitivamente yo no firmé para eso!
El comentario causó una mezcla de reacciones en la sala. Dabi, con su inmutable calma, se permitió una pequeña risa sarcástica antes de responder.
—No te preocupes —comentó con la misma frialdad que siempre lo acompañaba—. Para Endeavor, su esposa solo era un medio para tener un heredero que pudiera superar a All Might. Dudo mucho que se ponga cariñoso con ella. Ni en un millón de años.
Twice, aunque relajado por la respuesta, no podía evitar su naturaleza exagerada.
—¡Fiu, qué alivio! ¿Pero cómo sabes tú todo eso? —cuestionó, sus ojos abiertos de par en par, más inquieto que curioso.
Dabi desvió la mirada, sus ojos brillando con un matiz oscuro, casi nostálgico, mientras su voz bajaba.
—Solo digamos que pasé algún tiempo observando de cerca a los Todoroki.
Shigaraki observó a Dabi con una ceja levantada. Esa frase había dejado una sensación extraña en el aire.
—Por otra parte— continuo Dabi — Si su hijo Shoto o alguno de los otros dos te hacen preguntas y no sabes qué responder, solo ponte a llorar. No les parecerá raro después de lo ocurrido.
—¡Qué depresivo! Espero que no termine afectándome.
Notas de la autora.-
Listo el capitulo veinte. Sus comentarios siempre son bienvenidos! Muchas gracias por leer, seguir y darle like. Siempre me hace sonreír.
