Desde lo alto de las escaleras, Sam se lanzó como un proyectil contra una de las criaturas, con una botella rota en la mano que brillaba con un destello débil bajo la luz temblorosa. La criatura, un ser de escamas iridiscentes que parecían cambiar de color con cada movimiento, emitió un gruñido burbujeante mientras Sam la apuñalaba repetidamente, hundiendo el cristal roto en su carne viscosa. El líquido que brotaba de las heridas no era sangre, sino una sustancia oleosa de tonalidad negra y verdosa, que despedía un hedor a mar muerto y algo más profundo, como si proviniera de una época olvidada por el tiempo.

Sin embargo, la criatura, con una fuerza inhumana, se deshizo fácilmente de Sam, sujetándolo con un brazo cubierto de espinas que parecían vivas, palpitando con cada movimiento. Con un rugido gutural, lo lanzó por los aires hacia la calle. Sam atravesó la puerta destrozada como un muñeco de trapo, su cuerpo chocando contra el empedrado exterior con un sonido sordo que hizo eco en el caos del combate.

Mientras tanto, Spike luchaba ferozmente, pero dos criaturas lo habían inmovilizado, sus garras aferrándose a sus brazos con una fuerza que rivalizaba con la suya. Cada una de las criaturas tenía rostros que desafiaban cualquier lógica humana: ojos enormes y bulbosos que ocupaban la mayor parte de sus cabezas, dientes afilados dispuestos en varias filas que chasqueaban con cada movimiento. Una tercera criatura, con un cuerpo delgado y alargado cubierto de escamas grises y brillantes, lo golpeaba repetidamente con sus extremidades, que terminaban en protuberancias óseas similares a mazas.

Ángel, viendo el peligro de su compañero, corrió para ayudarlo, pero antes de que pudiera llegar, una de las criaturas lo embistió desde atrás. Su cuerpo fue lanzado contra una pared, el impacto sacudiendo los cimientos de la posada. La criatura que lo había atacado se abalanzó sobre él, su boca abriéndose de manera imposible, revelando un interior que parecía más una cavidad llena de tentáculos que una garganta. Ángel luchaba por liberarse mientras las garras de la criatura se clavaban en sus hombros.

Ash, por otro lado, era un torbellino de violencia. Su motosierra rugía como una bestia primitiva, llenando el aire con un ruido que competía con los gritos de las criaturas. Con movimientos rápidos y certeros, desmembraba a sus enemigos uno por uno, la sangre negra y espesa salpicando todo a su alrededor. Una criatura trató de atacarlo por la espalda, pero Ash giró con rapidez, la motosierra cortando su torso en dos. La criatura cayó al suelo en dos mitades aún agitándose, sus intestinos brillantes y gelatinosos derramándose sobre las tablas.

Buffy y Faith, a pesar de su valentía y habilidad, estaban siendo superadas en número. Cada vez que una de las criaturas caía bajo sus golpes, dos más ocupaban su lugar, sus cuerpos deformes bloqueando cualquier intento de avanzar. Buffy, con su estaca en una mano, giraba y atacaba con precisión, pero no podía evitar ser empujada hacia atrás por la multitud. Faith, blandiendo su hacha con una fuerza impresionante, logró decapitar a una de las criaturas, pero su avance también se vio detenido por una oleada de garras y dientes que buscaban atraparla.

El aire estaba saturado de olores y sonidos que parecían salidos de una pesadilla: el hedor a podredumbre marina, los gruñidos y chillidos inhumanos, el rugido incesante de la motosierra de Ash y los gritos de batalla de los combatientes. En medio del caos, las criaturas parecían ganar terreno, sin importar los colosales esfuerzos que Buffy y los demas realizaban.

Pablo, con las manos temblorosas y el sudor empapando su frente, trataba de recargar su revólver, sus dedos resbalando sobre el frío metal de los cartuchos. A su alrededor, el caos rugía con una intensidad primigenia, el eco de los disparos resonando como truenos en la posada infestada de horrores. Logró encajar las balas en su tambor, cerrándolo con un chasquido metálico antes de levantar el arma. Con una precisión desesperada, disparó, sus balas atravesando las grotescas siluetas con un impacto que hizo crujir huesos y estallar carne en un espectáculo de fluidos oscuros y pestilentes. Cuatro de las criaturas cayeron, sus cuerpos contorsionándose en la agonía final, pero el alivio duró poco; su revólver volvió a quedar vacío, forzándolo a recargar nuevamente con dedos torpes y urgentes.

Ángel, atrapado en la inmunda y espantosa mandíbula de su atacante, sintió los dientes como dagas de obsidiana hundiéndose en su carne inmortal, desgarrando su hombro izquierdo con un placer sádico y ancestral. Con un esfuerzo titánico, logró alcanzar el talismán oculto en su bolsillo, un fragmento del poder insondable de Illyria, un objeto que parecía pulsar como un corazón vivo. Al sostenerlo, sintió una oleada de energía que vibró en el aire, un estremecimiento en el tejido de la realidad misma. El tiempo se congeló, el mundo a su alrededor se detenia, atrapado en una pausa antinatural que drenaba toda sensación de vida, el tiempo, reducido a un gélido vacío, permitía que Ángel actuara, al estar todo suspendido en una grotesca escultura de horror.

La sangre, a medio derramar, se detenía en el aire como gotas de obsidiana líquida. Las criaturas, con sus fauces abiertas y sus ojos bulbosos llenos de malevolencia, quedaron inmóviles en posiciones antinaturales. Ángel, jadeando por el dolor y el esfuerzo, empujó con ambas manos la mandíbula del ser que lo apresaba, sintiendo cómo sus huesos se desencajaban con un crujido nauseabundo. Luego, con rapidez despiadada, tomó un trozo de madera astillado de los escombros y lo hundió con saña en el cuello de la criatura, sintiendo la resistencia de su carne antes de que el filo perforara su tráquea y desgarrara sus arterias alienígenas, con una ferocidad calculada repitió el proceso una, otra, otra y otra vez, hundiendo la madera repetidamente en el cuello de las criaturas.

El tiempo comenzó a fluir de nuevo, como un río liberado de una presa, el caos se reanudó con una intensidad abrumadora. Las criaturas restantes en el vestíbulo se tambalearon, emitiendo sonidos guturales.Sus cuerpos reaccionaron con espasmos retorcidos, su sangre negra brotando en espesas corrientes que mancharon el suelo en charcos de pestilente inmundicia. Las criaturas, aún atrapadas en la agonía de su destrucción, emitieron gritos ahogados mientras se retorcían, sus cuerpos desplomándose en la muerte, sus cuerpos espasmódicos despedían un hedor acre, mientras una mezcla de fluidos oscuros y viscosos inundaba el suelo, convirtiendo el vestíbulo en un pantano de corrupción negra hasta que el lugar quedó en silencio salvo por el goteo persistente del fluido viscoso cayendo sobre las tablas. Faith, limpiándose el rostro empapado en esa sustancia pútrida, exclamó con un tono de amarga ironía: "Fabuloso."

Desde la calle, un grito desgarrador rompió el aire. "¡Malditos hijos de puta!" exclamó Sam con furia. Spike, alertado por el sonido, corrió hacia afuera con la velocidad de un depredador, sus botas resonando sobre los tablones del suelo como el eco de un tambor fúnebre. Al salir, vio a Sam, tendido en el suelo, luchando contra un par criaturas que estaban devorándolo con avidez, sus cuerpos cubierto de escamas iridiscentes que brillaban como aceite en agua bajo la luz mortecina de la luna, sus hocicos desgarrando su carne con una voracidad inhumana, sus ojos, profundos y oscuros como los abismos de los océanos primordiales, observaban a los recién llegados con un destello de inteligencia alienígena, una conciencia imposible que parecía burlarse de su humanidad... Con un rugido cargado de rabia y desesperación, sin pensarlo, Spike se lanzó sobre una criatura, su rostro transformado en su forma vampírica. Su puño impactó en la mandíbula deforme del ser, descolocándola con un sonido nauseabundo, emitiendo chillidos que resonaban como ecos en un abismo submarino. La extraña criatura trató de contraatacar con sus garras húmedas, empapadas de la sangre de Sam, pero tanto Ángel como Faith ya estaban allí, Faith blandiendo su hacha propino un golpe certero en la caeza de la otra criatura, mientras que Ángel se unió a Spike para acabar con el extraño ente, Ángel, aún sangrando, arrancó una de las extremidades de la criatura con sus propias manos antes de finalmente clavar su improvisada estaca en el pecho de la criatira, atravesando el corazón palpitante del extraño ser, que se derrumbó con un sonido húmedo y nauseabundo. Faith desvió la mirada, visiblemente afectada, mientras Ángel y Spike se arrodillaban junto a Sam.

Cuando el monstruo cayó, Sam quedó tendido en el suelo, su cuerpo ensangrentado y destrozado, pero vivo. Faith desvió la mirada, incapaz de soportar la visión de las heridas profundas que cubrían el cuerpo de Sam. Ángel y Spike se acercaron rápidamente, arrodillándose junto a él para evaluar su estado. Las heridas eran peores de lo que habían imaginado; trozos de carne faltaban, y los huesos se asomaban como estructuras blancas y retorcidas bajo la piel desgarrada, sus entrañas derramadas en un charco de vísceras palpitantes.

El rostro de Sam estaba pálido, sus labios temblaban con palabras que no podían salir. La gravedad de sus heridas era innegable; sus intestinos estaban al descubierto, un amasijo palpitante que parecía desafiar toda lógica médica. Buffy, Ash y Pablo salieron del vestíbulo, pero mientras Buffy miraba a Sam con horror visible en su rostro, Ash y Pablo parecían mas calmados. "Dios", susurró Buffy, estremeciéndose ante la visión. La figura de Sam, con su cuerpo herido y cubierto de sangre, parecía un mártir profano en medio de una escena de pesadilla. Pero Ash, indiferente, rompió el momento con su voz despreocupada. "Tranquilos, le pasa más seguido de lo que creen. Sam, deja de ser un llorón y ponte en pie. No tenemos todo el día... o mejor dicho, toda la noche."

El comentario de Ash fue como una bofetada en el rostro de todos los presentes. Buffy y Faith lo miraron con una mezcla de horror y disgusto, incapaces de procesar la indiferencia del hombre ante el sufrimiento evidente de su compañero. Ángel y Spike, en cambio, se llenaron de furia, sus miradas ardientes dirigidas hacia Ash. Sin embargo, antes de que cualquiera pudiera actuar, Sam levantó su mano ensangrentada, con los dedos temblando. Su rostro era una máscara de dolor, sus labios teñidos de rojo por la sangre que burbujeaba en su garganta. levantó el dedo medio hacia Ash y, con una voz entrecortada por el dolor, escupió: "Jódete…" antes de soltar un resoplido dolorido.

Ángel se puso en pie de un salto y se dirigió hacia Ash con una furia apenas contenida. "¿Tu amigo se está muriendo y bromeas sobre eso?"

Ash ni siquiera parpadeó. "Por favor, solo está siendo una reina del drama."

Ángel avanzó con ira, su sombra alargándose en la tenue luz como la de un depredador a punto de atacar. Antes de que pudiera llegar a Ash, Pablo se interpuso entre ambos con urgencia. "No está bromeando" dijo con una mezcla de súplica y firmeza. "Sé que es una locura, pero en un par de minutos, Sam estará como nuevo."

Buffy y Faith intercambiaron miradas, intentando procesar lo que acababan de escuchar. Ángel y Spike seguían sin apartar la vista de Sam, esperando que llegase el momento de su fatal destino... Finalmente y de forma inevitable Sam dio un último suspiro, cerrando lentamente los ojos mientras la luz en ellos se desvanecía, abandonando este mundo.

Los ojos de Ángel y Spike, acostumbrados a vislumbrar los horrores que acechan en las sombras, se dirigieron presurosos tanto a Pablo como Ash, buscando cualquier reacción pero solo encontraron apatía e indiferencia, a pesar del poco tiempo que habían compartido con Ash, Pablo y Sam , Spike y el propio Ángel sentían cierta simpatia para con el pequeño hombrecito, nuevamente sus ojos se clavaron en el cuerpo inerte de Sam con una mezcla de expectación y creciente furia. Buffy y Faith, paralizadas por el desconcierto, sintieron cómo el tiempo mismo se volvía un ente burlon, estirando cada segundo hasta hacerlo insoportable. En el aire flotaba una pesadez opresiva, un miasma de incertidumbre que se adhería a la piel como un sudario invisible.

Cada momento que pasaba sin que Sam diera señales de vida avivaba la cólera en Ángel y Spike. Sus puños se cerraban, sus mandíbulas se tensaban hasta el punto de rechinar, y una sombra de hostilidad se cernía sobre Ash, cuya indiferencia resultaba casi insultante. Pero entonces, cuando la rabia estaba a punto de desbordarse, algo imposible sucedió.

El amasijo de vísceras desparramadas sobre el pavimento comenzó a moverse con un temblor antinatural, como si fuesen marionetas cuyos hilos invisibles eran tirados por una fuerza incomprensible. Primero, apenas un estremecimiento, como el último estertor de un cadáver que aún no ha aceptado su destino. Luego, una pulsación espasmódica, un latido burlesco de carne inerte que desafió toda lógica.

La carne de Sam, dispersa como las piezas de un rompecabezas sin dueño, empezó a reunirse en una danza grotesca, deslizándose como si poseyera voluntad propia. Trozos de músculo desgarrado reptaban por el asfalto, entretejiéndose con nervios y fragmentos de piel aún frescos, formando una masa repugnante que se arremolinaba hacia el cuerpo desmadejado. Se retorcía, se agitaba, amalgamándose con un propósito abominable. Un sonido húmedo y viscoso llenó el aire, como el chasquido de babas y órganos al ser manipulados por manos invisibles.

Las costillas expuestas se cubrieron de carne con un chasquido repulsivo. Fragmentos de piel se deslizaron sobre los músculos desnudos como un sudario vivo, cubriendo la desnudez grotesca del cuerpo reconstituido. La boca de Sam se abrió de golpe en un grito mudo, su garganta aún incapaz de producir sonido, y por un instante, su rostro parecía atrapado entre la agonía y la revelación.

Buffy, Faith, Ángel y Spike miraban con una mezcla de asombro y horror, incapaces de apartar la vista del abominable milagro que tenía lugar ante ellos. Era una blasfemia contra toda ley natural, un espectáculo que pertenecía a un mundo de pesadillas. Cada fibra de su ser les gritaba que esto no debía ser, que lo que veían sus ojos no era otra cosa que una burla de la vida, un retorcido eco de algo que jamás debió existir.

Pero Ash y Pablo apenas prestaban atención. Para ellos, esta visión no era más que una rutina repetida hasta el hartazgo. Finalmente, con un espasmo final, Sam se incorporó sobre sus pies, tambaleándose como un títere recién ensamblado. Su cuerpo aún mostraba heridas abiertas, parches de carne ausentes donde el proceso de regeneración no había terminado su macabra labor. Se palpó el torso con las manos temblorosas, sintiendo los lugares donde su carne aún no se había cerrado, su expresión reflejando más fastidio que dolor.

"¿Terminaste?" preguntó Ash con una indiferencia que bordeaba la insolencia.

Sam, sin decir palabra, levantó ambas manos y mostró a Ash sus dedos medios en un gesto inequívoco de irritación.

Ash se limitó a responder con la misma apatía mordaz: "Deberías darte más prisa con eso. Hace bastante frío aquí afuera."

Buffy, Faith, Ángel y Spike se mantuvieron de pie por pura fuerza de voluntad, sus estómagos retorciéndose con un asco indescriptible, permanecían en silencio absoluto, sus mentes aún atrapadas en la inconcebible aberración que acababan de presenciar. Sus pensamientos eran un torbellino de dudas y horror, una marea de incertidumbre que los arrastraba hacia el borde de la locura. Las palabras se les quedaban atoradas en la garganta, negándose a salir, porque… ¿qué se podía decir ante algo así? ¿Cómo articular siquiera una pregunta cuando la realidad misma acababa de ser violentada en un profano suceso de oscuridad incalculable justo frente sus ojos?. Cada pliegue de piel que se reconstruia, cada jirón de carne reintegrandose al cuerpo de Sam, era un testimonio de algo que no debía existir. Era como si la muerte misma se hubiera negado a reclamarlo, obligándolo a regresar a la parodia de una vida que jamás debió continuar.

Algunos jirones de piel de Sam, aún temblorosos y goteantes, se deslizaban como si poseyeran una voluntad propia, adheriéndose a su cuerpo con un chasquido húmedo y repulsivo. Porciones de carne aún faltaban, fragmentos perdidos en las entrañas de las criaturas muertas que yacían en la calle. Ash, con la calma de quien ha visto el abismo y ha decidido que no vale la pena impresionarse, desapareció en el remolque. El sonido de latas chocando entre sí resonó en la quietud, un ruido banal que contrastaba de manera enfermiza con el ultraje a la naturaleza que acababan de presenciar. Momentos después, Ash emergió con un six-pack en la mano, destapando una lata con un chasquido seco. Sam y Pablo se acercaron sin dudar, la espuma derramándose levemente por el costado mientras bebían con la indiferencia de quienes han dejado atrás la frontera de lo humano.

Ash, sin inmutarse, giró la cabeza y le tendió una lata a Spike quien, finalmente, rompió el manto de silencio sepulcral. Su voz, normalmente teñida de cinismo y desdén, ahora tartamudeaba con una incredulidad que rara vez se le escuchaba. "¿Pe-Pero… cómo…?" murmuró, incapaz de hilar una frase coherente.

Sam, sin inmutarse por las miradas de horror que le dirigían, dio un largo trago y suspiró con satisfacción. "Cerveza buena," dijo con tono complacido, como si su cuerpo no hubiera estado esparcido por el suelo minutos antes. En el rostro de Sam se dibujaba un gesto de alegria pura que solo se podria comparar con el de un niño pequeño en un momento de complacencia absoluta, mientras un poco de la cerveza que acababa de beber le escurria por un agujero que tenia en el cuello.

Buffy, aún con la piel erizada, intentó encontrar sentido a lo imposible. Su mente luchaba por encajar aquella escena en la lógica de su mundo, pero cada intento era como tratar de encajar un alarido en una melodía armoniosa.

"Sam… ¿Cómo…? ¿por qué? ¿está vivo?" preguntó finalmente, su voz cargada de confusión y una pizca de miedo.

Ash, apoyado contra el remolque, bebió un sorbo antes de responder con un cansancio casi resignado. "Es una larga historia." Dando un largo trago y limpiándose la boca con el dorso de la mano, añadió con su típico desdén: "Les había dicho que es un monstruo."

Buffy frunció el ceño y dio un paso titubeante, el peso de la revelación cayendo sobre ella como un frío paralizante. Aquella palabra resonó en su mente como un eco malsano: monstruo.

Pablo miró a Ash de reojo antes de aclarar: "Es un Deadite."

Buffy sintió cómo el sonido de aquel término se filtraba en su conciencia, evocando memorias recientes de criaturas que nunca deberían haber existido. Su cuerpo reaccionó antes que su mente, haciéndola retroceder con un escalofrío. La sola idea de estar tan cerca de algo relacionado con aquellos horrores la hizo tensarse instintivamente, su mano buscando inconscientemente un arma.

Finalmente, con voz cautelosa, preguntó: "¿Eso qué significa? No se parece en nada a las criaturas de la otra noche."

Ash, con el desgano de quien ha explicado lo mismo demasiadas veces, se encogió de hombros y tomó otro trago antes de responder:

"Es como tener un cocodrilo de mascota. Unos son más grandes, otros más pequeños, muchos tratarán de matarte apenas verte… pero todos son dinosaurios... o algo asi."

Su tono era casual, casi despreocupado, pero en aquellas palabras anque erróneas había algo profundamente inquietante. No era una metáfora para calmar los nervios de los demás. Era una afirmación. Una certeza nacida de la experiencia, dicha con la tranquilidad de quien ha aceptado una verdad monstruosa y ha decidido seguir adelante.

Los ojos de Buffy, Faith, Ángel y Spike se posaron nuevamente en Sam, que seguía bebiendo tranquilamente, su carne aún no terminaba de regenerarse, manteniendose abierta con heridas profundas.

La quietud opresiva de la calle parecía vibrar con una energía malsana, una sensación intangible que recorría la piel de los presentes como la caricia de un viento putrefacto. Faith, aún sacudida por el horror reciente, cruzó los brazos con nerviosismo mal disimulado. "¿Y ahora qué? ¿Nos embriagamos en la calle de este pueblo muerto?" espetó con sarcasmo, aunque su voz traicionaba la inquietud que la consumía.

Ash, con una sonrisa que parecía más la mueca de un hombre que ha visto demasiado y ha decidido reír en lugar de gritar, pareció considerar la idea con diversión. Sin embargo, Buffy intervino antes de que pudiera comentar. "Debemos tomar nuestras cosas y empezar a revisar este lugar." Su tono era firme, pero sus ojos aún reflejaban el desconcierto de lo que acababan de presenciar.

Spike, encendiendo un cigarro con dedos ligeramente temblorosos, exhaló un humo que parecía disiparse con más lentitud de lo normal en el aire viciado. "¿Y qué esperas encontrar?" preguntó con inquietud apenas oculta.

Ángel, con la mandíbula tensa, mantenía la vista fija en Sam, observando la carne aún regenerada en su forma final. Sus palabras fueron pronunciadas con una gravedad que oprimió el aire alrededor del grupo.

"Estas… cosas se disfrazan con piel humana." Su voz se tornó más áspera. "¿De dónde crees que la sacan?"

Spike entendiendo lo que Ángel queria decir bajó la mirada a Sam, quien seguía bebiendo despreocupadamente su cerveza, ajeno a la conversación como si el tema no le concerniera. "Parece que no solo usan a las personas para conseguir piel," murmuró con voz sombría. Luego levantó la vista hacia Buffy y Ángel. "¿Creen que queda alguien a quien proteger?"

Faith, con frustración evidente, replicó con un resoplido.

"¿Entonces qué? ¿Nos vamos y hacemos como si no hubiéramos visto nada?"

Pero antes de que la discusión pudiera continuar, el aire enrarecido de la noche vibró con un sonido metálico y discordante cuando los basureros fueron derribados, rompiendo el tenso silencio que flotaba sobre la calle. La luz mortecina de los faroles apenas se filtraba en el angosto callejón, proyectando sombras informes que parecían retorcerse y palpitar con una malevolencia propia.

Pablo, con los nervios aún crispados y casi por instinto, desenfundó su revólver y disparó sin vacilar. El estampido resonó entre los muros decrépitos, un rugido mecánico que destrozó momentáneamente la quietud. Los proyectiles desgarraron la penumbra, seguidos por un sonido indescriptible: un gruñido gutural, húmedo, ajeno a cualquier criatura de la naturaleza. Fue un alarido que pareció brotar de gargantas imposibles.

Sin intercambiar palabras, los miembros del grupo se lanzaron hacia la oscuridad con una urgencia que rozaba la desesperación. Sus pisadas resonaban en la losa fría del callejón, y el hedor nauseabundo de carne podrida y salitre inundó sus sentidos. Entre los contenedores volcados y la inmundicia esparcida, encontraron la figura de un hombre desplomado en el suelo, su pecho manchado con la sangre oscura que brotaba de las heridas causadas por Pablo.

Pero algo estaba mal... Ángel, con su visión afinada por siglos de caza, notó de inmediato los detalles anómalos. A pesar de la noche cerrada, el hombre llevaba gafas oscuras que ocultaban sus ojos con un velo ominoso. Pero lo más perturbador fue lo que asomaba por los bordes de sus mangas rasgadas: una piel que no era completamente humana, sino algo más… una membrana delgada y viscosa, semejante a la de un ser nacido en las profundidades más insondables del océano.

Pablo, sintiendo la magnitud de un gran error, corrió hacia el hombre con los ojos llenos de arrepentimiento y las manos temblando con nerviosismo decia. "Lo siento mucho." Sintió que la histeria lo envolvía como un sudario. Su mente, aún atrapada en la confusión, se aferraba a la idea de que tal vez, solo tal vez, había cometido un error irreversible.

El desconocido se retorció en el suelo, su respiración irregular y dificultosa. Pero, para sorpresa de todos, no les dedicó una mirada de furia ni de amenaza. Con un esfuerzo doloroso, murmuró entre dientes apretados: "Demonios. Pudiste matarme."

"Eres una de esas cosas," sentenció Ángel, su voz resonando con la certeza de quien ha visto horrores demasiado antiguos como para dudar.

El ser, aún en el suelo, se quedó en silencio por un instante demasiado largo. Y luego… sonrió. Una sonrisa depredadora, una sonrisa que no pertenecía a algo humano.

Una niebla densa, casi táctil, se arrastraba entre los muros decrépitos, como si la misma ciudad exhalara un hálito espectral en la noche cerrada. La figura retorcida en el suelo, ese ser marchito por la corrupción del océano primigenio, intentó incorporarse con la desesperación de un animal herido. Pero fue inútil.

Un golpe seco lo envió nuevamente al pavimento. Spike, con la expresión de un depredador irritado, lo había derribado con una velocidad fulminante, su bota hundiéndose en el torso del ser con un crujido que hablaba de huesos no del todo humanos.

Faith, cuya impaciencia ardía como un fuego perpetuo, clavó su pie con saña sobre el brazo herido de la criatura, el mismo que aún sangraba de la herida provocada por Pablo. El chasquido húmedo de carne desgarrada fue acompañado por un aullido de agonía, un sonido que parecía vibrar en frecuencias que no pertenecían al reino de los hombres.

Buffy, con una calma gélida, inclinó la cabeza, su mirada cortante como el filo de una navaja. "Nos dirás todo lo que queramos saber." El ser, pese al tormento que lo retorcía en espasmos convulsos, mostró una sonrisa que no tenía derecho a existir en un rostro humano. Era una mueca antinatural, llena de dientes demasiado puntiagudos, demasiado irregulares. Sus labios se abrieron con una cadencia burlesca, y de su garganta escapó una voz que parecía vibrar con un eco viscoso, como si proviniera de lo más profundo de una fosa marina.

"No les diré nada," siseó con una seguridad enfermiza. "No importa lo que hagan. Jamás traicionaré a Padre Dagon." El nombre maldito pareció oscurecer aún más la atmósfera, como si algo ancestral, algo dormido en las profundidades de la Tierra y los océanos, hubiese girado su atención hacia ellos en ese preciso instante.

Faith, cuyo temple se endurecía ante la obstinación del enemigo, presionó su bota con aún más fuerza, arrancando un alarido más profundo, más gutural. Pero el ser no dejó de reír, una carcajada deformada, distorsionada, como si resonara desde algún rincón imposible de su ser.

Ash exhaló con exasperación, rodando los ojos con un fastidio absoluto. "Genial," murmuró, apartando a Faith con una facilidad casi insultante. Se inclinó sobre el ser, la boca torciéndose en una mueca impaciente. "¿Estás seguro de eso?" El monstruo alzó la vista, su expresión retorcida por la mezcla de dolor y orgullo fanático.

"Estoy seguro," gruñó, con el aliento apestado a sal y algo más, algo que evocaba barcos hundidos y la corrupción de civilizaciones devoradas por el tiempo. "No hay nada que puedan hacer para que hable."

Ash suspiró, ladeando la cabeza como si acabaran de darle la respuesta más aburrida del mundo. "Bien por mí." El destello metálico de su escopeta fue lo último que el ser vio.

El estruendo del disparo reverberó en el callejón como un trueno impío, su eco prolongándose en un murmullo que parecía replicarse en las estructuras aledañas, despertando algo en lo más profundo de la noche.

La cabeza de la criatura explotó en un estallido de carne blanda y líquidos oscuros que se esparcieron por las paredes, dejando tras de sí un hedor peor que la muerte misma, una pestilencia que evocaba las entrañas de una bestia marina muerta hace siglos.

Un silencio sepulcral se apoderó del callejón. Los ojos de los presentes se fijaron en el cadáver que aún convulsionaba, como si su carne misma no aceptara la idea de que estaba muerto.

Y entonces… en algún rincón de la noche, en algún rincón de ese pueblo marchito por horrores sin nombre… Algo respondió. No con palabras, sino con un sonido profundo, lejano y abismal, como el rugido de una cosa colosal que dormía bajo la superficie del mundo.

La muerte del ser no trajo alivio, sino una quietud malsana, una pausa antinatural que pesaba en el aire como el aliento de una entidad dormida en las entrañas mismas del mundo. La sangre negra y fétida se filtraba entre los adoquines como un veneno, absorbiéndose en la tierra con una rapidez desconcertante, como si la misma ciudad tuviera hambre de ello.

Spike, aún con los nervios crispados, respiraba con pesadez, su mandíbula tensa por la rabia contenida. Finalmente, con los ojos encendidos por una furia velada, giró hacia Ash. "¿Puedes dejar de ser estúpidamente brutal?" escupió las palabras, su acento inglés más marcado por la tensión.

Ash, lejos de inmutarse, alzó una ceja y se cruzó de brazos, aún con la escopeta humeante en una mano. "Ya había dicho que no nos diría nada," replicó con indiferencia. "No veo por qué deberíamos ser suaves con estos monstruos, en especial después de que devoraran a Sam."

El aludido, aún con rastros de sangre coagulada en su piel, asintió tranquilamente, como si su resurrección grotesca fuera tan rutinaria como un trámite burocrático.

Buffy, con el ceño fruncido, escudriñó la negrura que se extendía más allá del callejón, donde la noche parecía haberse espesado como un líquido turbio. "Si esta cosa nos estaba espiando desde las sombras, tal vez haya más," musitó, sus palabras apenas un susurro, como si temiera ser escuchada por algo más allá de la percepción humana. "Muchos más."

El viento ululó entre las calles, arrastrando consigo un murmullo que no pertenecía a la brisa, un sonido viscoso y gorgoteante que evocaba burbujas rompiéndose en el fondo de un océano putrefacto.

Ángel se mantuvo rígido, sus sentidos agudizados más allá de lo que los demás podían percibir. Su mirada recorrió la calle desierta con una inquietud creciente, como si en los bordes de su visión algo se moviera, algo que se deslizaba entre las sombras, acechando con una paciencia que solo las criaturas más antiguas podían permitirse. "Tiene razón," dijo, con voz grave. "No me creo que la calle esté desierta."

Como si sus palabras hubieran dado una orden silenciosa, un ruido distante resonó entre los edificios. Algo se arrastraba, algo pesado, con extremidades que no debían existir en este mundo.

Y luego, desde algún lugar donde la luz de las farolas no llegaba, un par de ojos brillaron con un fulgor frío y húmedo. No eran los únicos en la oscuridad. El grupo se desplazó de vuelta a la posada con una urgencia silenciosa, sus sombras proyectándose alargadas y distorsionadas por la luz mortecina de las farolas. El viento, helado y extraño, silbaba a través de las rendijas de los edificios con un sonido hueco, como un lamento distante de algo que jamás había sido humano. Faith, inquieta, no pudo evitar pensar que aquel silbido no era del todo natural, que quizá no era solo el viento.

"Nos quedaremos afuera para asegurarnos de que no vengan esos desgraciados y nos tomen por sorpresa," dijo Ash, con una tranquilidad casi irritante mientras destapaba otra lata de cerveza.

Spike se quedó quieto un momento, observando la escena. Parte de él deseaba quedarse junto a Ash, dejarse llevar por una falsa sensación de normalidad, al menos por un instante. Pero sabía que no podría permitirse algo así. No en este lugar. No con lo que acechaba en las sombras.

Al cruzar el umbral de la posada, el vestíbulo los recibió con un hedor insoportable, una mezcla de podredumbre, humedad y algo más… algo que evocaba oscuros abismos submarinos y fauces que jamás deberían haberse abierto en este mundo. Las criaturas que habían abatido yacían aún en el suelo, sus cuerpos retorcidos en ángulos imposibles, sus pieles escamosas brillando levemente bajo la tenue luz de las lámparas de gas. La posada parecía haberse sumido en un silencio espectral, un vacío insondable que se aferraba a las paredes como una niebla invisible. El crujido del suelo bajo sus pasos era un susurro quebradizo en la vastedad de una quietud que no pertenecía a este mundo.

Ángel se detuvo junto a los cadáveres, observándolos con ojos afilados, tratando de descifrar su naturaleza corrupta. "Spike, puedes subir por nuestras cosas. Me quedaré aquí para examinar los cuerpos," dijo, su voz grave y controlada.

Spike no tardó en responder, con una nota de fastidio apenas disimulada. "¿Por qué no vas tú por las cosas mientras yo examino los cuerpos?"

Faith, cansada de la tensión latente entre los dos vampiros, resopló y se cruzó de brazos. "No tengo el ánimo de verlos haciendo esto. Todos subimos por las cosas y luego bajamos a examinar los cuerpos."

Ni Ángel ni Spike discutieron. Sabían que tenía razón. La visión de Sam regenerándose de su propio cadáver aún pesaba en sus mentes como una plaga, una revelación nauseabunda que ninguno de ellos podía permitirse procesar en ese momento.

Sin más palabras, los cuatro ascendieron por las escaleras de madera, cuyos escalones crujían como si la misma estructura de la posada se quejara de su presencia. A cada paso, el aire se volvía más denso, impregnado de una humedad pegajosa que olía a sal y moho antiguo. Las puertas de sus habitaciones se alzaban ante ellos, oscuras y ominosas, como si ocultaran secretos que no debían ser descubiertos.

Y en algún lugar, más allá de los límites de la razón, algo los observaba. Algo que no tenía ojos, pero que percibía su presencia con una conciencia inhumana. Algo que esperaba.

Buffy, Ángel, Spike y Faith avanzaron con cautela, recogiendo sus pertenencias con la eficiencia de quienes sabían que el tiempo no estaba de su lado. Antes de salir, se detuvieron en el vestíbulo, donde los cuerpos inertes de aquellas abominaciones yacían en posturas grotescas, como si la muerte no hubiera sido suficiente para borrar la malignidad de sus formas.

Las extremidades de los cadáveres parecían alargarse sutilmente en la penumbra, como si aún intentaran moverse, atrapadas en un umbral entre el mundo de los vivos y una existencia incomprensible. La sangre oscura que se filtraba de sus heridas tenía una viscosidad inquietante, pareciendo más un lodo corrupto que fluido vital. En algunos puntos, la sustancia burbujeaba con un movimiento apenas perceptible, como si se resistiera a la quietud final.

Buffy sacó su cámara y tomó varias fotografías. El flash iluminó por un breve instante los cuerpos deformes, arrojando sombras que danzaron de manera imposible en las paredes, como si entidades invisibles se agitaran en la periferia de su percepción.

Faith rompió el silencio con una pregunta, su voz más baja de lo usual, como si temiera despertar algo dormido. "¿Alguno de ustedes ha visto algo así?"

Spike, con la expresión endurecida, levantó su mano ensangrentada y olfateó el fluido negruzco. Su ceño se frunció, su instinto vampírico desconcertado por la naturaleza de aquel líquido. Finalmente, negó con la cabeza.

Ángel, sin apartar la mirada de los cuerpos, dejó que su mente viajara al pasado, a los peligros que alguna vez habían emergido en Sunnydale. "Hace unos años, en Sunnydale," murmuró con gravedad, "unos chicos se convirtieron en criaturas marinas."

Buffy sacudió la cabeza con impaciencia. "Pero no se parecían. Esos chicos terminaron siendo más criatura que hombre, y estos monstruos… son capaces de razonar, incluso hablar."

Faith chasqueó la lengua, observando los cuerpos con desconfianza. "¿Quieres decir que alguien los está convirtiendo?"

Ángel asintió lentamente, su mente repasando la escena. "O que esto es solo una fase... y aún no hemos visto su verdadera forma."

El viento volvió a aullar a través de las grietas de la posada, un sonido largo y gélido que no parecía del todo natural. Faith sintió un escalofrío recorrerle la espalda. "No me gusta esto" murmuró.

Los cuerpos a sus pies, aunque inertes, parecían estar escuchando. En la profundidad de sus formas torcidas y en la oscura sangre que aún vibraba con un residuo de su naturaleza profana, algo parecía contener una memoria, un eco de conocimiento ancestral, una presencia que se resistía a desaparecer por completo.

Fuera de la posada, Ash y Sam se mantenían despreocupados, mietrasqu Pablo, estaba alerta,con su arma lista. Sus ojos recorriendo la calle desierta. Las sombras parecían moverse de forma casi imperceptible, alargándose en direcciones que desafiaban la lógica. Sam, con una calma inquietante, bebió otro trago de cerveza y miró a Ash. "Algo nos está mirando."

Y entonces, desde algún punto en la oscuridad, un sonido gorgoteante emergió, una llamada húmeda y antigua, algo que resonaba como un canto ahogado en las profundidades de un océano que nunca debería haber existido.

Pablo, con duda reflejada en su semblante, alzó la voz. "Jefe… ¿deberíamos ir a investigar?" Sus palabras se disiparon en el viento gélido, encontrando apenas eco en Ash, quien no apartó la vista de su lata de cerveza.

"¿Eh? Seguro es tu imaginación." Respondió con desinterés, tomando otro sorbo como si el propio pueblo no estuviera latiendo con una vida malsana bajo su misma piel.

El tiempo se deslizó con una cadencia extraña, como si el mismo reloj del universo estuviera descompuesto. Finalmente, Buffy y los demás emergieron de la posada, Ash de pronto animado, se apresuró hacia Buffy con un aire de importancia mal ensayada. "Hace un momento se escuchaban sonidos extraños, queríamos ir a investigar, pero no los podíamos dejar vendidos aquí."

El rostro tenso de Buffy se suavizó apenas, su mirada evaluando las sombras que se extendían a su alrededor con una vigilancia que solo la experiencia en la caza le había conferido. "De acuerdo Ash, guianos."

Mientras los demás subían sus cosas al remolque, Pablo se detuvo y observó a Ash con incredulidad, sintiendo cómo su propia iniciativa había sido hábilmente robada, pero no dijo nada, pues había algo más grande en juego que su orgullo herido.

Ángel, siempre atento, intervino con una resolución casi imperceptible, como si su decisión hubiese sido tomada mucho antes de pronunciarse. "Tal vez lo mejor sea dividirnos en dos grupos. Pablo puede ir con Faith y Buffy mientras que Sam, Spike, Ash y yo vamos en otro."

Ash frunció el ceño, su mandíbula apretándose por la irritación. Sabía lo que Ángel estaba haciendo, cómo lo estaba alejando sutilmente de Buffy, manteniéndolo apartado. Durante un segundo, pareció que diría algo, que elevaría una protesta, pero luego simplemente masculló algo inaudible y apartó la mirada.

Buffy asintió ante la propuesta de Ángel. "Bien, así cubriremos más terreno sin alejarnos demasiado."

Ash chasqueó la lengua con molestia, mirándolo con recelo. No era la primera vez que Ángel lograba separarlo de Buffy, y la sombra de una sonrisa apenas perceptible en los labios del vampiro solo lo irritó más.

"Está bien," gruñó Ash, encajando su escopeta en la espalda. "Pero si encontramos algo raro, lo resolveremos a mi manera."

Sam terminó su cerveza de un solo trago y la arrojó descuidadamente a un basurero oxidado. "Genial, otra misión suicida. Vamos, jefe, seguro no es nada que no hayamos visto antes."

Spike se encendió un cigarro y exhaló una bocanada de humo. "Dilo por ti, enano. Este lugar huele peor que un cementerio después de una lluvia ácida."

Faith se estiró, ajustando su chaqueta. "Vamos, chicos, antes de que Ash decida dispararle a cada sombra que se mueva."

Los grupos se separaron. Buffy, Faith y Pablo avanzaron por la calle principal, sus pasos resonando en la desolación del pueblo, mientras Ash, Ángel, Spike y Sam tomaron un callejón lateral que se hundía en la penumbra.

Las sombras de los callejones se retorcían como si poseyeran voluntad propia, alargando sus garras sobre los muros mohosos, formando un laberinto retorcido que deboraba la escasa luz de la luna con un apetito insaciable. El grupo avanzaba con sigilo, sus pisadas resonando sobre el empedrado húmedo como si despertaran ecos de una civilización extinguida hace eones.

Spike, con su eterna curiosidad teñida de sarcasmo, echó un vistazo a la motosierra de Ash. "Entonces, hermano, ¿por qué usas una motosierra? ¿No te gustan las espadas?"

Ash, aún con el ceño fruncido por la irritación que Ángel le causaba, se detuvo por un instante, sus ojos centelleando con una chispa de recuerdos distantes. "Supongo que no es mi estilo... Una vez lo intenté, pero fue complicado. Si en la maldita Edad Media hubiera habido gasolina, hubiera usado la motosierra."

Ángel y Spike intercambiaron miradas incrédulas, sus cejas arqueándose ante la afirmación "¿Edad Media? Parece difícil de creer," murmuró Ángel, con una nota de escepticismo en la voz.

Ash, con la indiferencia de alguien que ha visto lo indecible, se encogió de hombros. "He viajado bastante."

Spike soltó una gran bocanada de humo antes de replicar con sorna. "Seguro estabas ebrio en una feria medieval." Ash apretó los dientes, dispuesto a lanzar una respuesta mordaz, cuando Sam levantó una mano con un gesto de advertencia. Desde la penumbra la visión de dos figuras imposibles, dos abominaciones que el ojo humano jamás debería haber contemplado se hacian cada vez mas clara, emergiendo de los cúmulos de niebla.

Uno de ellos tenía la vaga forma de un hombre, pero su carne estaba cubierta por una piel húmeda y traslúcida que reflejaba la luz en un tono enfermizo. De su rostro colgaban tentáculos largos y viscosos, cada uno retorciéndose con una inteligencia vil, como si saborearan el aire alrededor. Sus ojos eran pozos sin fondo, carentes de todo vestigio de humanidad, y cuando abrió la boca, el sonido que emergió fue un gorgoteo impío, una blasfema parodia del habla.

A su lado, su compañero era aún peor. Su torso hinchado y cubierto de escamas parecía a punto de estallar, como si su propia existencia fuera un error anatómico que desafiaba las leyes de la naturaleza. Sus manos, deformes y palmeadas, terminaban en garras translúcidas, y su boca, una abertura repleta de dientes diminutos y afilados—se extendía demasiado, como si hubiese sido arrancada de un pez prehistórico y colocada en un rostro humano por un dios enfermo y burlón.

Por un instante, nadie se movió. Entonces, las criaturas emitieron un sonido bajo y reverberante, como si sus propias almas estuvieran resonando desde las profundidades de algún abismo insondable.

Ángel, con un destello de malicia en la mirada, vio la oportunidad de probar a Ash y, tal vez, de darle una pequeña lección. Sacó su espada con un movimiento fluido, el metal tenía un brillo tenue bajo la pálida luz. Ángel sabia que la hoja estaba imbuida con un poderoso encantamiento, haciendola mucho mejor que ma motosierra de Ash.

"¿Por qué no lo intentas con esta?" susurró en voz baja, asegurándose de que las criaturas no lo escucharan.

Ash rodó los ojos con fastidio. "Si quisiera hacer esto de la forma difícil, usaría una botella rota," replicó con desdén.

Spike, entendiendo la pequeña jugarreta de Ángel, sonrió con satisfacción, exhalando otra bocanada de humo.

Sin perder más tiempo, Ash giró sobre sus talones y extendió su mano robótica hacia Sam. "Rápido, dame tu botella."

Sam, quien sostenía una botella de vidrio rota con un filo astillado que brillaba a la tenue luz de los faroles, la escondió tras su espalda con la rapidez de un niño que protege su juguete favorito.

"La vas a estropear. Consigue la tuya," replicó con fingida inocencia.

Ash frunció el ceño, masculló una maldición y se inclinó para recoger una botella tirada entre los escombros de la calle. La sostuvo un instante, examinándola con la mirada aguda de un artesano perturbado. Entonces, con un movimiento seco y preciso, la estampó contra la pared de piedra musgosa. El sonido fue un estruendo que desgarró la quietud, un estallido de vidrio quebrándose que reverberó por los angostos callejones como el grito de un espíritu atrapado en un espejo maldito.

Las criaturas reaccionaron de inmediato.

Los ojos del ente pulpo relampaguearon con una ira primigenia, sus tentáculos agitándose con una urgencia febril, como si estuviera inhalando el miedo y la osadía de los intrusos. Su compañero, el ser anfibio de dientes imposibles, dejó escapar un gruñido acuoso y burbujeante, como si en su garganta se agitara el eco de una fosa oceánica sin nombre.

Bajo la atenta y casi incrédula mirada de Ángel y Spike, Ash se abalanzó contra ellas con una furia impía, blandiendo su improvisada arma con una despreocupación tan absurda como aterradora.

El filo astillado de la botella captó la luz por un instante antes de hundirse en la carne escamosa del monstruo, y entonces la batalla comenzó en serio.