No supo el tiempo que pasó ni cuantos pasos dio, ni siquiera reparó en el hecho de encontrarse ya frente a su Colegio en la gran Universidad de Oxford, cuando su acompañante detuvo la marcha lo soltó tan despacio que apenas sintió el alejamiento de sus cuerpos, hasta que de nuevo un cierto frío se coló a través de su abrigo
"¿Es aquí?" le preguntaba el chico mientras admiraba el edificio frente al cual se encontraban, Quatre señaló el más próximo a ese, negando sutilmente, no quería llegar, deseaba seguir andando del brazo con él, sentir el calor abrigador de su abrazo. Ésta vez echó andar sin sujetarlo, pero lo acompañó de igual manera, todo era silencio, como si no pretendieran conocerse, Quatre sintió tristeza, quería saber al menos su nombre, sin embargo no lo preguntó en ese momento, cuando hubieron llegado al edificio donde estaban los dormitorios señalados se detuvo abruptamente, girándose hacia él, se miraron de frente por segunda vez, volvió a sentir un calor en sus mejillas, que guapo era aquel joven, sonrió con nerviosismo y agradecimiento "Muchas gracias por todo", sonrió con su sonrisa casi angelical, de pronto sintió que el joven lo miraba demasiado, o quizás solo fijamente, se sintió nervioso y cohibido.
"Es preciso irme" anunció con ese acento que le hacía estremecer el estómago, lo dejó sin habla durante unos instantes, Quatre asintió, el otro se inclinó ligeramente hacia él en modo de despedida y le dio la espalda, comenzando a andar unos pasos. Miró al joven alejarse de forma pausada, tan tranquila que parecía estar intentando ser detenido, a lo lejos un aire frío comenzó a agitar los árboles más próximos, se venía otra ventisca, lo supo, ahora era su turno de salvarle, así que con pasos apresurados lo siguió hasta alcanzarlo en los 6 metros que tenía de distancia hacia él, estiró su mano y logró palparle el hombro, haciéndolo voltearse, nuevamente estaban de frente, el joven alto lo miró fijamente, él sonrió con timidez "Se acerca una helada otra vez, por favor permíteme darte refugio mientras pasa", su petición le hizo sonreír por primera vez, en esos instantes Quatre creyó haber llegado al cielo, esa sonrisa, tan sutil y llena de misterio era como la del mismísimo Azrael.
Su acompañante asintió y siguió sus pasos, subieron hasta el dormitorio que compartía con Duo, el cual obviamente aún no regresaba, Quatre prendió la luz después de cerrar la puerta, quitándose enseguida los guantes y el gran abrigo, se giró hacia su salvador, sonriéndole de forma tímida "Dame tu abrigo" pidió en tono amable, acercándose a él, el otro no tardó en obedecer, quitándose su elegante abrigo y dándoselo a su anfitrión, al hacerlo sus manos se tocaron con un sutil roce, sus ojos se encontraron un instante en que todo el frío desapareció, se perdió en el inmenso abismo de los ojos esmeralda, tan profundos y a la vez poco expresivos, pero había algo de encanto en ellos, un brillo casi imperceptible que lo hacía ver humano, y no es que no lo fuera, pero la imagen de él como el Ángel Azrael aún no desaparecía de su mente.
Sonrió de nuevo con aquella timidez que lo caracterizaba, se alejó con paso tranquilo y colgó el abrigo en el perchero, luego volvió hacia el chico que lo miraba insistentemente "¿Quieres sentarte? Perdona que no tenga algo más para ofrecerte que ésta habitación", se disculpó con pena, el otro solo asintió, en silencio se alejó hacia el escritorio de dos sillas que había a un costado de las camas, justo a dos metros de ellas y se sentó, Quatre sonrió nuevamente, nervioso ¿de qué hablarían? Entonces recordó que no sabía su nombre, así que se acercó hasta su cama, la más próxima al escritorio y se sentó frente a él "¿Cuál es tu nombre?", preguntó al fin, tratando de mirarlo a los ojos sin sonrojarse, el otro se puso de pie, avanzó hacia él y se inclinó ligeramente al frente.
"Trowa Barton" escuchó al fin de sus labios. Al oír tal nombre sonrió con emoción contenida, se puso de pie e imitó la educada reverencia del otro, sorprendiéndolo, pudo notarlo en su mirada desconcertada. "Quatre Raberba Winner", sonrió al decirlo, como si estuviera orgulloso de su nombre, el otro no tuvo reacción especial, por momentos Quatre creyó que reconocerían sus nombres, ambos elegidos como los mejores violinistas de sus clases para disputarse ese único puesto durante un evento con la Reina, pero pareciera que el otro no estaba enterado, así que se sintió ligeramente triste, sin embargo no dejó de sonreír "Es un placer", completó su presentación, estiró su mano para tomar la del otro en un cordial saludo pero cuando Trowa sujetó su mano no fue para darle un apretón, sino para dirigirla hacia sus labios y rozar con ellos el lomo de ésta.
Quatre sintió una oleada de cosquillas por todo el brazo, nuevamente se quedó sumido en un duermevela, mirando el rostro tranquilo del chico, cuando alzó éste la mirada se topó con la suya "El placer es completamente mío", le contestaba nuevamente con aquel acento Inglés que le hacía temblar las rodillas "No eres de aquí" puntualizó enseguida, volviendo a tomar asiento en la silla del escritorio, Quatre asintió, con gesto nervioso se pasó un poco de cabello tras la oreja y sonrió otra vez, era involuntario, sus labios hacían la acción sin que él se diera cuenta, luego tomó asiento sobre la cama.
"Así es, hace algunos meses vine a estudiar un posgrado, también colaboro con un estudio para la Universidad", informó avergonzado, no le gustaba hablar de sus méritos. El otro no respondió, tan solo fijó la mirada unos instantes en el instrumento que descansaba sobre la cama de Quatre, éste se dio cuenta que miraba hacia esa dirección y sonrió "Toco el violín, es un pasatiempo" explicó con timidez "No soy muy bueno" dijo con modestia. Trowa le miró fijamente y luego pasó la vista a los ojos aguamarina, lo observó detenidamente durante largos segundos, haciéndolo sentir nervioso. De nuevo aquella sonrisa.
"¿Puedo?" le preguntaba a su anfitrión mientras lo miraba con expresión seria, Quatre que había oído de él en voz de su profesor no se pudo negar, su violín sería tocado por tal prodigio, por un Henryk Wieniawski contemporáneo según dijo el Académico.
"Por supuesto", se puso de pie para abrirle camino, Trowa se levantó también y fue hacia el instrumento, lo sacó con delicadeza tal de su estuche que Quatre quedó embelesado, que maneras tenía de tocar aquel instrumento, no pudo evitar pensar en sus prodigiosas manos, tocándole con la misma sutileza. Trowa acomodó el instrumento, moldeándolo tan perfectamente a su cuerpo que parecía tan parte de él como sus manos, comenzó a tocar una melodía sencilla, una sonata de Strauss en Do bemol mayor, pero incluso aquella pieza, fácil de interpretar sonó como el mismísimo coro celestial, Quatre abrió los ojos grandemente, sus pupilas brillaron a la luz de tan hermosa melodía.
Trowa tenía los ojos cerrados y se movía tan delicadamente que parecía otro joven completamente diferente, se veía agitado pero no desesperadamente, como si doliera cada nota tocada en aquel violín, entonces de pronto se detuvo, abrió los ojos y observó fijamente a Quatre "No creo ser mejor que tú" dijo en tono seco pero educado, Quatre seguía embelesado con su figura. "Por favor toca más", le pedía sin vergüenza, necesitaba volver a oírlo, sentir otra vez toda aquella gama de sensaciones agradables y nostálgicas, Trowa asintió, sin decir nada más volvió a acomodar el instrumento y comenzó con algo más osado, la sinfonía no.45 de Haydn (Sinfonía de los adioses), iniciando con el primer movimiento, demostrando su excelente dominio del Fa sostenido menor.
Más que antes, Quatre miró atentamente a Trowa, perdido entre aquella imagen trágica, la fuerza de su Allegro, las expresiones frías y dolorosas de su rostro se acentuaron aún más, pudo sentir el canto lejano del adiós y la tristeza, aunque el tempo sin duda era vivaz y rápido, lejos del Adagio, lejos del Presto, un Allegro perfecto en tonos musicales, pero desconsolador en su interpretación ¿Cómo era posible que existiera tal cosa? Frente a él estaba ese ser capaz de hacerlo sentir sensaciones contradictorias, era perfecto en técnica e interpretación, pero pudo notarlo en aquellas inconsistencias, algo que solo notaría un músico que entregara el alma, jamás un maestro frío y escéptico, a Trowa no le hacía feliz tocar, Trowa odiaba el violín, le repudiaba tanto que se hacía daño mientras interpretaba con tanta maestría un sentimiento que le era muerto.
Las lágrimas le adornaron el rostro de forma casi dramática mientras se perdía en aquella figura frente a él, agitándose con desesperación y violencia, el corazón le latía tan rápido que sintió se le saldría en cualquier momento, no lo pudo evitar y rompió a llorar, cubriéndose el rostro con ambas manos, agachándose hasta tocar sus rodillas, no notó cuando Trowa dejó de tocar al escucharle, su invitado dejó el violín con sutileza sobre la cama y se inclinó hacia él, rodeándole con los brazos en un gesto protector, sintió el calor reconfortante de su cuerpo cubriéndole y dejó de sollozar, avergonzado de tal muestra de debilidad.
"Perdóname" susurró en su oído cuando notó que se calmaban los espasmos, luego le soltó poco a poco, se miraron a los ojos y por breves instantes todo desapareció, Trowa se inclinó hacia su rostro y besó la última lágrima que nacía del rabillo del ojo, luego se alejó de forma precipitada, mirándole de pie, Quatre sentado en la cama "Jamás he hecho feliz a alguien con mi interpretación, todos me halagan y dicen que soy un prodigio, pero nadie ama las verdaderas sensaciones, no conocen el sentimiento estridente de verse atrapado en tu propia melodía, se agitan y escapan del sufrimiento, es lo único que soy capaz de hacerles sentir, lamento haberte hecho derramar tan hermosas lágrimas", explicó en tono tan suave y educado que Quatre poco pudo percibir el dolor en sus palabras.
Meneó la cabeza en un gesto amable, limpió sus últimas lágrimas y sonrió. "Odias tocar ¿no es cierto?", se precipitó en su afirmación, causando un silencio grande y oscuro entre los dos, Trowa le dio la espalda y caminó hacia la ventana, corrió la cortina ligeramente para divisar el horizonte, la ventisca había pasado, el cielo daba la bienvenida a la cada vez más fría noche, sonrió con nostalgia antes de responder "Eres la primera persona que se da cuenta" expresó en tono casi alegre, pero su voz sonaba como un turbio eco que le hizo ensordecer los sentidos, Quatre se levantó de la cama y avanzó hacia él, tan cerca que Trowa pudo sentir el calor de su cuerpo, al instante unos suaves brazos le rodearon la cintura desde atrás, luego la cabeza de Quatre contra su espalda "Quiero que seas tú el concertista" dijo de pronto el más bajo de los dos, aferrándose al cálido cuerpo de Trowa, éste guardó silencio unos momentos.
"Con que eres tú" susurró sin emoción, agarró los brazos del rubio que se cerraban en su cintura y los separó, girándose hacia él instantes después, él lo miró con sus grandes ojos aguamarina y asintió, no supo que expresión poner, Trowa lo observó otros instantes "Supe que competiría con alguien de Oxford para ese puesto, jamás pensé que serias tú" puntualizó con notable mirada afligida, Quatre no entendió por qué, solo asintió de nuevo.
"Lo lamentó, debí decírtelo cuando nos presentamos", se disculpaba con verdadera pena, el más alto asintió, estaba de acuerdo en que debió decírselo, pero no había marcha atrás "Es verdad que odio tocar, pero también es cierto que quiero ser ese concertista, por favor no renuncies como siento que lo estás haciendo, quiero competir contigo, quiero ser digno de estar frente a la Reina, ¿puedes regalarme ese privilegio?" preguntó con absoluta sinceridad, Quatre afirmó, era justo, se lo debía por haberlo herido con sus lágrimas "Gracias".
No pasó mucho cuando decidiera marcharse, ambos caminaron hacia la puerta, deteniéndose donde se encontraba el perchero, Quatre agarró el abrigo de Trowa y se lo entregó, le sonrió en el acto, era momento de despedirse, se verían durante las prácticas para decidir al concertista. El de ojos esmeralda se volteó hacia él con su expresión casi gélida y se acercó unos cuantos centímetros, elevó su mano con cautela y le acarició la mejilla, se inclinó hacia él en un gesto tranquilo y le besó sobre los labios, cerrando sus ojos en el acto, Quatre los cerró lentamente instantes después, con los brazos a los costados de su cuerpo correspondió aquella unión con suavidad, un beso poco húmedo y rápido, Trowa se apartó con la misma fragilidad con que se había acercado, instantes después bajó la mano que acariciaba su mejilla y se miraron largos instantes a los ojos.
No se dijeron nada más, no hubo palabras, tan solo una sutil sonrisa y luego el adiós, cuando Quatre cerró la puerta suspiró sutilmente, nunca antes había sentido algo así, un encuentro tan inesperado como aquel Hasta Pronto, no podía hablar de amor, pero la emoción y la felicidad que le embargaron en esos instantes no se podía describir, estaba ilusionado, ya quería volverlo a ver, sentir el calor de su cuerpo, la suavidad de sus labios, escucharle tocar una y otra vez una melodía alegre envuelta en tragedia.
