Aquel invierno pasó rápido ante sus ojos, ver casi todos los días a Trowa se convirtió en su mayor aliciente, aunque su profesor se lo pidió de favor no tuvo más remedio que desobedecer, no estaba concentrado completamente, cada día que pasaba junto a aquel chico alto y guapo se convirtió en un cantar más hermoso cada vez.
No volvieron a besarse luego de aquella vez en el dormitorio, no al menos los próximos 3 meses, todo fue ensayos y más ensayos, con sus respectivos grupos, ensayos en conjunto, luego, algunos domingos sus profesores organizaban tardes con ellos dos, enseñándoles lo más selecto de las composiciones para violín, a veces los llevaban incluso a la Ópera, pero principalmente asistían a escuchar las Orquestas que se presentaban en los grandes teatros, los presentaban ante grandes Maestros de Orquesta, quienes quedaban fascinados con ellos, incluso una Sinfónica de Austria quiso llevarse a Quatre con ellos, pero con obvios resultados.
Luego de esos 3 meses Trowa invitó a Quatre a su casa una tarde de domingo, lejos de Oxfordshire, Trowa vivía en el mero corazón de Londres, en un área urbana no tan acaudalada como la de Oxford, era la primera vez que el rubio se alejaba tanto de su área de vida, pero solo por él fue capaz de ir, Duo le había animado a aceptar la propuesta de su compañero y así había terminado por acceder, se maravilló de lo esplendoroso del río Támesis a media tarde, con aquel sol Londinense que tantas veces había apreciado desde la ventana de su dormitorio, ahí donde se sentía a salvo de todo.
Al llegar a la modesta casa de Trowa se maravilló por aquella hermosa imagen, siempre acostumbrado a los lujos excesivos, a lo ceremonial de la nobleza, a las casas enormes y frías, ver esa pequeña residencia le llenó de cierta alegría, se imaginó viviendo en un lugar así, con verdadero calor de hogar, sonrió con nostalgia, extrañaba su casa, a su exigente padre, a su difunta madre, a sus escandalosas hermanas que le recordaban a Duo.
Trowa lo observó unos instantes, Quatre seguía postrado en la entrada, se acercó a él y le pidió entregara su chaqueta, el rubio obedeció mientras seguía admirando el lugar "Mi hermana Catherine está de viaje, me habría gustado que la conocieras" le decía con aquel aire casi frío y con el amado acento Inglés que Quatre adoraba y al cual se había acostumbrado "También me habría gustado conocerla" afirmó. Trowa preparó té para los dos y se sentaron en la sala luego de que el más alto le mostrara toda la casa, a excepción de su habitación, esa la dejaba para después del té, había cosas que quería mostrarle con detenimiento.
Hablaron más extensamente que otras veces, era la primera charla larga que tenían, no habían antes indagado tanto en la vida del otro como en aquel momento, Quatre le habló sobre su familia, su padre de carácter duro e impenetrable, de su hermosa y comprensiva madre ahora muerta debido al cáncer de pulmón que desarrolló durante años, de sus hermanas, tan únicas e inigualables, incluso le habló de Wufei, sin ahondar en detalles incómodos, le habló de su fallecida prometida, condenada a una vida de limitaciones como aquella de la que él se había librado "gracias" a su trágica muerte, habló también de la soledad que le aquejó cuando era un recién llegado y de la gran ayuda que fue Duo en aquellos momentos difíciles.
Por su parte Trowa no habló mucho, contó aquella vieja historia que había escuchado junto a su hermana toda la vida, la tía que les crio siempre la contaba, sus padres habían muerto en un buque naviero luego de haber regresado de un viaje de negocios, ambos habían sido mercaderes de gran astucia, todos les respetaban aunque no contaban con mucho dinero, la familia Barton había experimentado grandes cambios desde la Revolución Industrial y cuando fue la generación de sus padres no quedaba mucho de las grandes fábricas de las que fueron dueños, ahora solo quedaba una pequeña fábrica y un par de locales comerciales, modestos pero de buen flujo monetario, el suficiente para darles una vida tranquila y cómoda, incluso para pagar la Universidad de Londres, aunque gracias también a la Beca artística que tenía Trowa eso era posible, su hermana Catherine se dedicaba a la industria de la moda, diseñaba y confeccionaba algunos vestidos para damas de alta sociedad, no eran muchos sus ingresos pero le permitían seguir tomando cursos para actualizarse y hacer algunos viajes.
Terminado aquel momento de confesiones e historias terminaron también de beber el té, el chico más alto sugirió subir hasta su habitación, quería mostrarle el primer violín que tocó cuando apenas tenía 7 años, que Quatre viera su colección preciada de premios, aunque odiaba tocar sentía cariño por todos y cada uno de ellos, le traían recuerdos, tanto hermosos como amargas memorias. El rubio se maravilló con la colección de premios, él no tenía ninguno, su padre jamás le permitió participar en ninguna competencia, todo siempre había sido estudiar y estudiar, por eso había amado la época en que se escapaba del mundo para sumergirse junto a Wufei en aquellos cálidos pecados de juventud, como extrañaba el acto, debía de reconocer, jamás vio el sexo como una cuestión puramente física y superficial, siempre que había estado en la cama de Wufei fue para hacer el amor, aunque había ausencia de tal sentimiento entre ellos, quizás era difícil de explicar pero había sido así.
"¿En qué piensas?" le preguntaba al tiempo que el tibio tacto de su mano en el hombro lo sacó de sus recuerdos, Quatre se giró hacia él y sonrió como era su costumbre "En casa" respondió tranquilamente, Trowa estudio su rostro, no creyó del todo en sus palabras pero no insistió, Quatre volvió a mirar a su alrededor, que bonita habitación tenía Trowa, el decorado y adornos justos a la medida de su personalidad, en el Colegio él no tenía tal libertad, los estudiantes firmaban una especie de contrato que no les permitía hacerle cambios a las habitaciones, adecuarlas hasta cierto punto a su gusto y necesidad sí, pero no hacerlas propias, cálidas, como si fueran realmente suyas, lo único realmente suyo en aquella habitación era su amado violín y la foto de su familia.
Trowa se acercó a su espalda, tan sutilmente que no lo sintió hasta que sus manos le tocaron los hombros, Quatre sonrió, miraba hacia uno de los escaparates donde Trowa tenía sus trofeos, agachó ligeramente la cabeza y miró hacia un costado, sintiendo la tibieza del otro, su cuerpo un poco más cerca, hasta que sintió el cálido aliento en su oído "Me gustas Quatre, me gustas mucho" confesó sin temor, ni un solo nudo en la voz, el rubio sonrió, tan delicado y feliz de sentirle tan cerca.
"También me gustas Trowa" le confesaba de vuelta, girándose hacia él instantes después, no hubo más palabras, compartieron su segundo beso, ésta vez más demandante, sus labios exigiendo el elixir de la boca del otro, el más alto se permitió explorar decidida y sutilmente aquella boca con su delicada lengua, mientras se fundían en un abrazo, suave y apretado a la vez, cuando se separaron hubo una mirada que lo dijo todo, Trowa no dudó un solo momento en quitarle con delicadeza la camisa al rubio, sabía por aquella mirada que lo deseaba tanto como él le deseaba, una a una las prendas fueron cayendo, se quitaron la ropa mutuamente, exigiendo la desnudez del otro, el abrazo cálido de sus cuerpos sin ropa, expuestos ante los ojos del otro, se desearon con ternura mientras se acostaban en la cama, no hubo necesidad de ponerse de acuerdo, Quatre lo necesitaba dentro y Trowa necesitaba poseer aquel pequeño, suave y apasionado cuerpo.
Se entregaron entre sábanas cálidas, abrigados únicamente con su sudor, la penetración fue lenta, suave y profunda, el rubio no recordaba nunca haber gemido con tal entrega, con tal arrojo, mientras se aferraba a la espalda amplia y suave de Trowa, deslizando con discreción las uñas en la espalda del chico de ojos esmeralda para no causarle daño, dejando solo un rastro de líneas poco perceptibles, marcándole el sudor en la piel.
Se besaron suavemente casi al finalizar, Quatre en la mano delicada y diestra de Trowa, éste dentro de él, llenándole con su semilla, cálida y ligeramente espesa, gimieron al mismo tiempo, agotados y satisfechos, ambos tenían tiempo sin haberlo hecho con alguien, entregarse a ese placer fue mucho más que solo haber experimentado algo sexual, así lo sintió Quatre en aquel momento. Se sonrieron con inocente complicidad mientras Trowa se apartaba, dejando de invadirle de aquella forma, se abrazaron sobre la cama, ninguno se durmió, descansaron apoyados en el cuerpo del otro.
"Hace tiempo no hacía esto, espero no haberte decepcionado" dijo con vacilación el más bajo, Trowa sonrió antes de besarle la frente, la cabeza de Quatre descansaba en su hombro "Fue increíble" informó con fascinación, él se aferró con mayor fuerza a su cuerpo y cerró los ojos sin quedarse dormido "Te quiero Trowa" confesó avergonzado, no hubo respuesta en unos momentos "Yo también… te quiero" susurró casi con dolor, volviendo a besarle en la frente, les acompañó el silencio durante largos minutos.
"Es hora de volver", tan pronto como se sintió más relajado se alejó del cuerpo de Trowa, éste le soltó lentamente y lo contempló alejarse, rumbo a su ropa, lo miró fijamente mientras se vestía, analizando aquellos movimientos tan suaves y precisos, Quatre se dio cuenta que lo miraba, volteó hacia él y le sonrió, una vez vestido se acercó a la cama y se inclinó hacia Trowa, se besaron como despedida "¿Seguro no quieres que te lleve?" Quatre negó con una sonrisa "Es hora que aprenda a estar fuera de Oxford solo ¿no crees?" el otro asintió "Duo estará orgulloso de mí" puntualizó con una gran sonrisa al recordar todas sus sugerencias, porque entre ellas estaba acostarse con Trowa, se moría de ganas por contárselo, decirle que había vivido la mejor experiencia sexual de su vida, jamás imaginó sentir tanto placer en unos instantes, sentía cariño hacia todas aquellas veces que se entregó a su amigo Wufei, pero ninguna se comparaba con aquella experiencia tan maravillosa. Se sonrieron al despedirse, vestido en ropa interior Trowa lo acompañó hasta la puerta y lo miró a través del cristal de la puerta como se alejaba, suspiró una vez, de pronto sintió aquella necesidad de autodestrucción, se odió por unos instantes por lo que había hecho, se odió tanto como odiaba el violín que le obligaban a tocar.
