Aquel frío invierno le traía muy malos recuerdos, igual que hace dos años había una ventisca que lo dejó atrapado en medio de las calles, ahora de Trondheim, a su alrededor, en medio de la penumbra le fue imposible seguir avanzando y se apeó cerca de una casa, no tuvo mayor opción, esperaría a que aminorara aquella precipitación glaciar.
Cuando recién llegó a aquel lugar las personas le dijeron que los inviernos no solían ser vorazmente glaciares, pero que el de ese año prometía ser uno de los más crudos inviernos en los últimos tiempos ¡Vaya ironía! Decidía visitar un lugar y resultaba que aquel estaba condenado a un duro invierno cuando él se decidía estar ahí, ¿casualidad o destino? Quizás solamente se trataba de las crueles consecuencias del cambio climático, no sabía, lo único en lo que podía pensar era en aquel viento helado que le cortaba la piel, se filtraba a través de la ropa y le calaba en los huesos.
Pensó en lo desafortunado de su destino. Poco después de la celebración de su cumpleaños 23 fue mandado por su padre a Noruega, debía cerrar unos tratos importantes en Stavanger, la famosa ciudad petrolera, aquella era su principal competencia a nivel internacional en el ámbito petrolero con algunos de los clientes de las empresas de la familia Winner y él debía llegar a acuerdos con algunos empresarios para mantener los precios en lógica estabilidad, acuerdos que distaban un poco de las normas Internacionales de la OECD pero vamos ¿Qué es imposible en el mundo de los negocios? Quatre había comprendido muchas cosas a la mala, esas que los estudios no dejan en enseñanza y solo se aprenden con la práctica.
Ahora él era un empresario muy importante, a su corta edad y a pesar de su postgrado truncado en la Universidad de Oxford, resultaba ser un blanco exquisito no solo de los grandes conglomerados empresariales, sino de las féminas solteras hijas de importantes familias en Arabia Saudita, pero eso a él no le importaba, ni siquiera las ofertas de negocios, ni el dinero, ni el maldito petróleo y las grandes industrias, ni siquiera sabía si le importaba algo, claro, además de calmarse todos aquellos dolores producidos por la helada, aquella maldita ventisca que le comenzaba a cerrar los pulmones.
"Mi destino será morir aquí, no cabe duda" pensó trágicamente, si, solía tener pensamientos dramáticos de vez en cuando, pero el dolor se estaba tornando muy agudo, salió de su casa sin el abrigo apropiado, después de todo cuando despertó el clima parecía bastante aceptable, ahora se arrepentía de haber salido así, tan a la ligera, se hizo un ovillo fuera de la casa donde intentaba refugiarse, cerca de las escaleras.
Cuando creyó que jamás se quitaría aquella ventisca escuchó un ruido por encima de su cabeza, giró hacia aquella dirección y vio el rostro de un joven atractivo, de pronto tuvo un deja vú, Trowa en su memoria seguía siendo tan guapo como siempre, tan caballero, tan Inglés, ofreciéndose a ser su héroe y rescatarlo de morir congelado, pero no, no era él, gracias al cielo y Alá aquel joven era otra persona, pero su mirada era casi igual de indiferente, solo que aquella mirada de tonalidades azules lo miraba con desprecio, como si quisiera gritarle que se fuera de su propiedad, sin embargo, no lo hizo, aquel joven levantó su mano y le hizo una seña con ésta.
"Entra" dijo de pronto, con voz casi tan gélida como la de la nieve bajo sus pies, no lo pensó ni un momento y se levantó, el joven entró a su casa y tras él Quatre. Cuando el chico cerró la puerta miró hacia el rubio, lo escaneó de pies a cabeza en silencio, luego se alejó sin decir nada, caminó hasta una puerta cerca del recibidor y al abrirla sacó un abrigo, se acercó de nuevo hacia él y se lo aventó. "Toma, no quiero lidiar después con cadáveres en mi propiedad" se expresó con tanta indiferencia que Quatre no supo si aquello fue una broma o no.
Conocía el sentimiento, los Ingleses nunca habían sido en realidad los mejores bromistas del mundo, así que cuando vivió en Londres le costó mucho trabajo distinguir entre bromas y realidad, quizás los Noruegos no eran tan secos y rectos como los Ingleses pero no supo cómo reaccionar a aquellas palabras, tan solo sonrió y se puso enseguida el abrigo, sintiendo pronto una agradable sensación de calidez, comenzó a titiritar y los dientes le temblaron, el joven lo miró fijo.
"¿Té o chocolate? Café no tengo" preguntó en tono casi amable aunque su mirada seguía siendo demasiado neutral. "Akvavit sería mejor opción" contestó sin temor a ser descortés descartando tan ricas propuestas, incluso creyó ver en el rostro del otro chico una especie de sonrisa ante su respuesta "Siéntate" dijo en tono casi imperativo, luego se alejó, Quatre pensó que a la cocina y quizás no se equivocó, tan solo se sentó a esperar, luego de unos momentos el joven regresó con una botella a medio empezar de Akvavit y dos vasitos apropiados para beber sin acompañamiento del líquido de aquella botella.
El joven se sentó en el sillón frente a él y sirvió en ambos vasos, entregó uno a Quatre, éste agradeció asintiendo con la cabeza, luego ambos levantaron sus tragos en una especie de brindis silencioso y bebieron de un solo trago todo el contenido, la sensación del líquido quemándole agradablemente la garganta lo hizo estremecer, luego sonrió. "El año pasado estuve en Rusia, cuando fuimos de expedición a las montañas nos íbamos sin desayunar, un vasito de Vodka en ayunas era suficiente para mantener el calor corporal y aguantar el hambre" contó en un tono casi melancólico.
El otro se limitaba a mirarlo, estudiando sus facciones "Quatre Raberba Winner" le dijo tras el silencio, estirando su mano hacia él, no tardó en encontrar respuesta al gesto "Heero Yuy" respondió el otro en tono sereno, pareciera que le había agradado, aunque el silencio reinó en aquella reunión, pero algo había en aquellos ojos que le dieron a entender que ese chico era buena persona.
Tras un par de horas y después de una botella y media de licor el ambiente fue menos silencioso, Quatre comenzó a contar de su vida y sus viajes, sus negocios, toda su vida quedó revelada ante Heero, salvo su vivencia con Trowa en Londres, cada vez que hablaba de él mismo evitaba ese tema como diera lugar, como si jamás hubiese sucedido aquello.
Heero en cambio, aunque no habló mucho contó sobre él, no era de nacionalidad Noruega, sin embargo había llegado ahí a la edad de 5 años, sus padres murieron cuando tenía 7 y desde entonces se había quedado por completo solo, toda su familia, quienes sea que fueran era desconocida para él, sus padres habían llegado a Oslo un verano después de huir de sus familias, jamás supo el motivo ni quería saberlo, él era feliz así, cuando cumplió 8 años comenzó a trabajar de ayudante en una construcción, a manera de secreto, claramente, y así duró varios años, hasta que entrada la adolescencia comenzó en el negocio de las petroleras, era Ingeniero Químico, un experto en la petroquímica, aunque ganaba bien era modesto y prefería los lugares tranquilos como Trondheim, donde vivía la mayor parte del tiempo aunque su centro de operación estaba en Stavanger.
Así que, cuando contó todo aquello Quatre se mostró más interesado en su conversación, después de todo entendía todo cuanto le platicaba, y no solo por su dominio en las lenguas nórdicas, sino por aquel tema que a pesar de todo el desprecio que le tenía, le emocionaba, quizás en eso se parecía a Trowa, ambos eran expertos en lo que tanto les halagaba, pero que eran incapaces de amar.
De nuevo pensaba en ese infeliz ¿Cuándo se acabaría aquella pesadilla? Pasaron ya 2 años y no podía olvidarlo, ni siquiera se había interesado en ningún otro hombre. "El alcohol parece que te ha afectado" le comentó Heero al sacarlo de su trance, enseguida Quatre le miró con ojos perdidos, se sintió cansado, su anfitrión se puso en pie y caminó hacia la ventana, aún no se terminaba todo "Puedes quedarte si lo deseas, está anocheciendo y la temperatura descenderá aún más".
"Muchas gracias" dijo de forma tímida, nunca había hecho eso, quedarse a dormir en casa de un extraño, aunque Quatre no era malicioso a la hora de catalogar a las personas, así que confió en él, después de todo no tenía pinta de asesino o demente.
"Solo tengo una habitación, si no te importa compartir cama… el sillón también es cómodo" el tono de su voz no había cambiado ni un ápice, Quatre asintió y lo siguió hasta la habitación, Heero sacó algunas prendas para que pudiera dormir cálidamente y salió de la habitación mientras se vestía, cuando regresó el rubio estaba acostado sobre la cama, mirando hacia el techo y cubierto por las gruesas sábanas, Heero también estaba vestido con su ropa abrigadora para dormir y luego de apagar la luz se acostó a su lado, no demasiado cerca, a pesar del alcohol no pudo conciliar el sueño, sus ojos acostumbrados ahora a la oscuridad se giraron hacia su invitado.
Quatre seguía viendo el techo, pensando, recordó aquella primera vez con Trowa, hace 2 años, desde entonces no estuvo con nadie, solamente él había hecho cálidos sus días de frío invierno, llevó una mano a su rostro cuando las lágrimas lo surcaron en silencio, Heero no dijo nada, se acercó un poco más hasta quitarle la mano del rostro, Quatre le miró en medio de aquella oscuridad y se levantó en un movimiento rápido, intentó besarlo pero Heero retrocedió de la cintura hacia arriba, sus piernas y cadera seguían cerca de él, se miraron a los ojos, no supieron por cuanto tiempo, solo pudieron saber que segundos después estaban besándose.
Heero le quitó la ropa y la propia, estas yacían en el suelo, mientras ellos lo hacían bajo las cálidas sábanas, Heero acomodado entre sus piernas y él con los brazos apretándole la espalda, no hubo más besos, solo aquel acto envuelto en gemidos y agitados movimientos, dándose calor mutuo en aquella fría noche. Al terminar no hubo abrazos ni besos, tan solo yacieron jadeantes uno al lado del otro, tratando de calmar la respiración, luego absoluto silencio.
"Hace tiempo no hacía esto" sonrió avergonzado Quatre, rompiendo el hielo del momento "2 años" confesó como si le hubieran preguntado, Heero guardó silencio unos instantes "5 años" secundó el otro, como si se tratara de una competencia, el rubio soltó una sonora carcajada y el otro tan solo sonrió
Aquel fue el inicio de su amistad, el sexo entre ellos quedó tan solo en aquella noche, el alcohol, la situación, el momento extraño, el frío y otros factores fueron quizás el parteaguas para aquel acto, pero no fue más un tema entre ellos, se frecuentaban en ocasiones, cuando Heero estaba en Trondheim, se juntaban para beber, iban al teatro o hacían actividades deportivas, a veces conversaban durante horas sobre el negocio del petróleo, tenían ligeras discusiones y sus debates siempre eran interesantes.
Un día Quatre recibió un e-mail, era de Duo, pasaría un mes en Suecia y después iría a verlo a Noruega, eso puso muy contento al rubio, le alegraba seguir en contacto con su amigo, tras su huida él se comunicó hasta Arabia, le había manifestado lo sucedido en Oxford, la llegada de Trowa, el hurto del violín y todo lo demás, aunque el rubio se había negado a saber Duo le informó que no se sabía nada de Trowa, tras acabar el concierto con la Reina desapareció después de robar su violín, dejó la Universidad de Londres y ni siquiera su hermana sabía de él, todo lo que Catherine dijo es que tomó algo de ropa y partió con mochila en hombro, en la mano el violín robado y nada más, pero a Quatre no le importó, si Trowa había desaparecido de la faz de la tierra mucho mejor para él, claro que fue solo un pensamiento debido al despecho, la verdad es que estaba preocupado aunque jamás lo manifestaría.
