Anna era la única de las dos hermanas que tenía las fuerzas y las ganas suficientes como para ponerse a pelear con su familia. Estuvo chillando desde que Mattias retomó la ruta hacia la mansión principal de la familia Queens, siguió chillando cuando llegaron a su hogar y sus padres solo parecían interesados en vaciar sus maletas y descansar hasta la reunión que tenían en la noche. No dejó de chillar y gritar a su familia hasta que Runeard decidió responderle de la misma manera, el patriarca de los Queens sacó toda la información que tenía y le explicó un total de siete veces a su nieta por qué no tenía pensado permitir que se volviera a ver con Rapunzel Corona, no se detuvo hasta que el sol se ocultó por completo y una agotada Anna decidió que estaba harta de escucharlo.

Runeard Queens se quedó solo con Elsa en la gran sala del primer piso de la mansión, la miró fijamente por unos largos minutos, esperando a que ella también empezara a quejarse, a que ella también empezara a chillarle e insultarle. Se queda en silencio, completamente quieto hasta que su nieta decide mirarle.

No sé ni por dónde empezar contigo —es todo lo que le dice con rabia—, no sé ni por dónde empezar a explicar por qué todo lo que has hecho es imperdonable, ni siquiera sé si estarías dispuesto a escucharme en el caso de que fuera capaz de expresar todo lo que necesito.

Runeard aprieta con rabia los puños, pero se limita a avanzar hasta poder acariciar el rostro de su nieta. —Todo lo que hago, cariño, es para protegerte. Para protegeros —insiste, desesperado por obtener algo de empatía y comprensión de su nieta—. Si algo os pasara a ti o a tu hermana... no podría... jamás podría perdonármelo, jamás podría vivir con ese dolor —se toma unos segundos, toma aire profundamente y se pasa una mano por el rostro—. Cuando nació tu padre fui el hombre más feliz del mundo entero, cuando perdí a vuestra abuela por culpa de una violencia incontrolable me di cuenta de que eso es lo que tenía que hacer, tenía que conseguir alguna manera, alguna forma de mantenerlo todo bajo mi control. Tenía que asegurarme que jamás pudieran haceros daño, tenía que asegurarme que siempre podría protegeros de cualquier cosa que intentara lastimaros.

Y a pesar de lo honesto que está siendo en esos momentos con ella, Elsa solo lo mira con rabia e indignación. —No quiero terminar encarcelada por tu desquiciada necesidad de protegerme. No me vale todo ese cariño y preocupación si al final solo consigues lastimarme —se levanta bruscamente, poniéndose cara a cara con su abuelo—. No me molesta que te preocupes, no me molesta que quieras estar ahí para mí, pero te pierdes en tus formas, en la forma que aplastas y destruyes todo aquello que te parece mínimamente preocupante. No quiero vivir en estos muros de oro que has alzado para mí, quiero vivir por mi cuenta, experimentar, cometer mis errores y aprender a salir del peligro si alguna vez terminó allí.

Su abuelo quiere decirle algo, pero Elsa coge su bolso y le da la espalda, hace el amago de irse por la puerta principal, pero Runeard la sujeta con fuerza de la muñeca.

—Abuelo —le dice con calma, con firmeza—. O me dejas vivir mi vida, o no vas a volver a verme jamás. La decisión es tuya.

—Ese sujeto no te conviene —habla desesperado, aprieta la piel de su nieta con más dureza—, es peligroso, vas a terminar arrepintiéndote de ir con él.

—Pues si eso llega a pasar vendré a decirte que tenías razón, que tendría que haberte escuchado. Pero si termino perdiendo una relación como esta solo por tu paranoia no te lo voy a perdonar en la vida, abuelo. Así que deja que me vaya, que cometa mis errores, que viva por mi cuenta. Por una vez, abuelo, déjame hacer las cosas por mi cuenta.

Runeard es incapaz, niega con la cabeza y tira un poco más de su nieta. —Si te pasa algo, si te lastimaran de cualquier manera...

—¿Y qué haré cuando ya no estés? —pregunta bruscamente—. Si te dedicas la vida entera a encerrarme en esta jaula asfixiante para que nada me lastime, ¿qué será de mí cuando tú ya no puedas seguir manteniéndola? ¿qué será de mí cuando ya no estés para protegerme? Soy capaz de cuidar de mí misma, abuelo, soy capaz de sobrevivir por mi cuenta. Haz el favor de confiar un poco más en mí, haz el favor de confiar un poco más en Anna.

Se deshace finalmente del agarre de su abuelo, vacila unos segundos, porque por unos momentos se vio tentada en despedirse como siempre, con un beso en la mejilla y un abrazo. Pero tiene que claro que eso solo le daría motivos para insistir en su locuras, en su paranoia y su enfermiza preocupación. Por lo que se va sin más, negándole ninguna muestra de aprecio, negándose a sí misma la opción de dejarle en claro que lo amaba, lo amaba con todo su corazón, pero necesitaba que cambiara e intentara ver las cosas desde su perspectiva.

Se va sin despedirse de sus padres, aguantándose las lágrimas y dejándole un largo mensaje de su hermana en el que la motivaba a hacer lo mismo e ir a buscar a su novia para asegurarse de que estuviera bien después de todo lo que había ocurrido en aquella camioneta. Le dice también que va a estar algo apartada de toda la familia en sí desde ese momento, que necesita algo de tiempo para sí misma, para poder independizarse y valerse de sí misma sin la ayuda y presión de sus padres y de su abuelo.


Hiccup estaba desesperado en esos momentos, intentando idear algo lógico lo más rápido posible. Aunque se había mostrado seguro y calmado frente a Runeard Queens, lo cierto es que no estaba del todo seguro de cómo avanzar desde ese punto. Sabía que esta era la oportunidad que había estado buscando por tanto tiempo para apartarla por completo de su familia, sabía que lo tenía todo en bandeja en plata, todos esos mensajes que le había enviado su dulce angelito a su hermana menor le habían terminado de confirmar de que si iba a hacer algo para quedarse para siempre con ella, tenía que hacerlo en ese mismo momento, tenía que hacerlo cuanto antes. Era una oportunidad de oro, la que tanto tiempo había estado esperando, pero había llegado tan repentinamente, cuando menos se la esperaba... no tenía en lo absoluto claro de cómo actuar para conseguir llevarla hasta el mundo de sombras y horror al que estaba tan acostumbrado pero que definitivamente la aterraría.

Se pasa una mano por el cabello y mientras un mechón tras otro va regresando a su sitio, la mirada oscura y cruel de Hiccup Haddock termina enfocándose en aquella habitación en su piso que le servía como oficina personal, el lugar que había estado usando a escondidas de su preciosa princesa para vigilarla, para guardar la información que recopilaba de ella y su círculo más cercano y para revivir una y mil veces todos los buenos momentos que llegaron a vivir en el apartamento de ella. Había mantenido ese lugar siempre cerrado con llave cuando ella decidía pasar tiempo en su departamento, había mantenido en secreto todo lo que allí pasaba para no espantarla, para asegurarse de que no tuviera ningún motivo de salir corriendo lejos de él.

Le dolía que tuviera que ser de una forma tan brusca, le frustraba que tuviera que hacerlo de esta manera, pero es que veía imposible conseguir tener a su perfecto angelito si no le dejaba ver una pizca del infierno al que pretendía hacerle bajar.

Deja todo preparado para cuando llegue, todo lo que le quedaba en esos momentos era esperar un poco más.

Chimuelo lo mira fijamente por unos largos segundos, cuando intenta acercarse para darle unas rápidas caricias, su gato le bufa y se aparta apresuradamente. Hiccup observa cómo su mascota, su amigo, corre por el departamento para esconderse de él.

El mismo gato que había tomado por curiosidad la sangre de sus víctimas y que no había vacilado ni un segundo de aceptar sus caricias, aunque sus manos estuvieran teñidas de rojo, ese mismo gato ahora mismo lo rechazaba de la forma más descarada posible.

No sabe por qué, pero en ese momento se acuerda de Bruno Madrigal y de esos ojos verdes que parecían conocer todos sus pecados.


A su pesado suspiro le sigue de inmediato el maullido de Chimuelo. Elsa, a pesar de su cansancio, sonríe encantada ante la presencia del gato que rápidamente se restriega contra sus piernas y lloriquea sin parar hasta que ella accede a alzarlo en sus brazos. Frunce el ceño al notar lo desesperado que está la pobre mascota, revolviéndose contra su abrazo, maullando con algo de desesperación e intentando saltar desde su hombro hasta la puerta abierta.

A pesar de que Chimuelo deja claro que quiere salir, Elsa cierra la puerta mientras avanza por el departamento en busca de alguna respuesta de por qué el pobre gato estaba tan alterado. Hiccup no estaba en casa, era evidente por la asfixiante oscuridad reforzada incluso por las cortinas cerradas de cada ventana del lugar, de todas formas los cuencos de Chimuelo estaban llenos de comida y agua, y la arena de su caja olían tan bien que seguramente estaba recién cambiada, por lo que su novio seguramente había salido hace poco o el pobre animal se encontraba tan mal que no había querido o podido atender ninguna necesidad.

Lo toma de su delgado cuerpecito negro para alzarlo a la altura de sus ojos.

—¿Qué pasa contigo, cariño? Te noto raro —Chimuelo bufa con rabia como respuesta, pero ni tan siquiera hace el amago de querer arañarle la cara como si lo hacía cada vez que Hiccup lo irritaba de alguna manera. De todas formas, el gato se libra del agarre de Elsa para corretear hacia la puerta y se queda allí, arañando la madera—. ¿Tú desde cuándo sales de casa a pasear? ¿Tan si quiera tienes una correa o algo por el estilo?

Chimuelo se limita a rasgar con más ansías la puerta. Por lo que Elsa suspira pesadamente mientras saca su teléfono. Ignora los mensajes y llamadas de su familia, incluso se plantea bloquearlos por un tiempo para darles una lección, pero decide ser buena y centrarse en lo que quería hacer.

Mientras avanza por el apartamento, busca el contacto de su novio para preguntarle si tenía alguna idea de qué le pasaba a su mascota, pero cuando no le responde ni tan siquiera a la tercera llamada, Elsa empieza a preocuparse de aquello que ni siquiera se había planteado.

¿Estaba Hiccup enfadado con ella? Cuando su abuelo lo obligó a irse de la camioneta parecía bastante confiado en que aquello realmente no afectaría su relación en lo absoluto, pero eso no tenía que significar que no llegara a enojarse aunque sea un poco por haber tenido que pasar por esa vergonzosa situación. Tal vez le enojaba que, incluso luego de que su abuelo le hubiera confesado que lo espiaba, ella no hubiera hecho para detenerlo a tiempo.

Se pasa las manos por el rostro frustrada, y para cuando tira su cabello hacia atrás algo llama su atención.

La oficina de su novio, esa en la que nunca había estado y nunca estaba abierta cuando ella se pasaba por el departamento, tenía la puerta abierta por completo y de la pantalla de su computadora salía una luz muy fuerte.

Confundida, decide adentrarse en la habitación, ignorando los maullidos agudos de Chimuelo y el ruido que generaban sus garras contra la madera. El gato incluso vuelve a lloriquear con todas sus fuerzas, pero Elsa está demasiado perdida en su propia mente.

Mientras se inclinaba para apagar el aparato, Elsa se detiene a darse cuenta de que en verdad no tenía muy claro para qué necesitaba Hiccup un ordenador tan pesado para su trabajo... también se da cuenta de que él siempre decía que a veces hacía de segurata en el bar de sus padres, pero nunca en verdad le había explicado de qué trabajaba.

Aunque, claro, ella tampoco se había detenido a explicarle qué hacía ella en la empresa de su abuelo.

Al ver que todo lo que se mostraba en la pantalla era el escritorio, Elsa se detiene tan solo un segundo más para comprobar que no está cerrando nada importante, hay solo una carpeta abierta y es su nombre lo que llama su atención.

GASTON LEGUME.

¿Qué demonios? ¿Por qué Hiccup tenía una carpeta con ese nombre? ¿Acaso recordaba a Gastón de esa única vez que ella lo había mencionado para tocarle las narices? ¿Por qué, de todas formas, tendría una carpeta con su nombre?

Da por hecho que puede abrirla, porque si no quería que ella se enterase Hiccup debió haberle puesto otro nombre a la carpeta, Hiccup no debió ponerse a hacer tonterías con uno de sus compañeros de trabajo... bueno, excompañero.

Al adentrarse en la carpeta, se encuentra de inmediato con miles de imágenes y vídeos junto con unos pocos documentos. Las primeras fotos eran de una calle y una casa en particular, eran de diferentes horas del día y estaban sacadas desde diferentes ángulos, en todas ellas, Gastón LeGume estaba o saliendo o entrando en la casa, o se le veía en alguna ventana. Antes de llegar a ver diferentes fotos, Elsa se encuentra con unos pocos documentos, el primero de ellos, el que logra finalmente hacerle comprender a su mente de que algo estaba muy mal, es el curriculum vitae de Gastón, con los números de sus antiguas empresas resaltados en edición. Sale apresuradamente del documento, sentándose bruscamente sobre el asiento, intentando inventarse alguna excusa lógica.

¿Por qué Hiccup tenía esas fotos? ¿por qué tenía el curriculum de Gastón? Vale, el curriculum de alguien lo puedes encontrar perfectamente por internet por las aplicaciones para buscar trabajo, ¿pero para qué buscarlo? ¿para qué guardarlo? ¿por qué tenía fotos de su casa?

Con un nudo en la garganta, decide conseguir las respuesta por cuenta propia. Pasa al siguiente documento y en esta ocasión el estómago se le revuelve.

Son al menos veinte páginas, llenas de información del día a día de Gastón. A qué se dedica, sus antecedentes de todo tipo, sus antiguas relaciones y las direcciones de las casas de sus parientes. Hay también un horario muy detallado de lo que hace a lo largo de su semana, cuándo sale de casa, cuándo vuelve del trabajo, qué hace después, cuántas veces recibe a gente en su casa.

Es enfermizo, es jodidamente enfermizo.

Cierra el documento mientras tiembla sin control alguno, aprieta las manos contra el pecho mientras se fuerza a respirar con tranquilidad. Insiste, insiste muchísimo en conseguir una buena excusa para Hiccup, pero es que no se le ocurre absolutamente nada, no puede justificarlo.

Parpadea rápidamente para no romperse a llorar. Intenta cerrar la carpeta, pero varias cosas vuelven a llamar su atención.

Las imágenes se cargan casi por completo y la gran cantidad de rojo que logra a ver le pone los pelos de punta. No logra entender ninguna de las imágenes así mismo, pero no tiene las fuerzas como abrir alguna de ellas, los vídeos, que en sus portadas también dejan ver mucho rojo, la aterran incluso más.

Lo que sí que abre es una carpeta que aparece en el apartado de Más frecuentes.

Angelito.

Él la llama todo el tiempo así. Princesa, cariño, preciosa, angelito, es siempre alguno de esos cuatro, no es ninguna locura asumir que esa carpeta es sobre ella.

FAMILIA Y AMIGOS.

HORARIOS Y GUSTOS.

GRABACIONES.

RECORTES.

FOTOS.

¿Cómo que "familia y amigos"? ¿Cómo que "horarios"? ¿Qué coño había en la carpeta de "grabaciones"?

Abre la primera y quiere ponerse a gritar de la frustración al ver que dentro hay incluso más carpetas. Casi vomita al ver que la primera que le aparece tiene el nombre de su hermana menor. Ve de reojo que hay una por cada amistad cercana, pero lo que le importa es la de Anna.

Suspira aliviada cuando solo ve un par de fotos tomadas en la calle y algunas que reconoce como fotos que ella misma había tomado y un solo documento. Al abrirlo, encuentra algo similar pero mucho más corto del documento de Gastón: antecedentes, relaciones y un horario muy simple.

Se mete en Grabaciones y se angustia de inmediato por la cantidad inmensurable de grabaciones de horas y horas en aquella carpeta. No se mete en ningún vídeo, porque no tiene la paciencia —y seguramente ni el tiempo— para ver ni la mitad de uno, por lo que sigue con fotos.

Son más que nada fotos de ella en la calle, en alguna salida con sus amigos, yendo o viniendo del trabajo, comprando cualquier cosa, comiendo en algún restaurante o cafetería. Hay algunas que reconoce como fotos que Hiccup tomo de ella con su consentimiento, fotos de las citas, de algún momento que su novio sencillamente insistía con que se veía muy bien y quería preservarlo.

Si aquella carpeta solo tuviera ese único tipo de fotos, tal vez podría calmarse un poco.

Sin realmente querer hacerlo, se mete en Recortes y, tal como se imagina, lo que encuentra son versiones más cortas de los vídeos que había encontrado en la carpeta anterior. Se da cuenta que la mayoría del contenido, igual que con la otra carpeta, está nombrado por las fechas, pero hay dos vídeos que tienen un título como tal.

Primer te amo.

Primera vez.

Con el nombre del primero, Elsa podía adivinar qué es lo que se encontraría en esos vídeos, pero no quería confirmarlo, no quería afrontar el hecho de que su novio había hecho algo como eso, no quería confirmar sus sospechas. Pero tiene que hacerlo, tiene que ver que diantres está pasando.

Al seleccionar el segundo vídeo, lo primero que ve es su propio cuerpo. Suelta un sollozo al verse en tonos verdes por la cámara nocturna, al ver como se desvestía lentamente bajo la atenta mirada de Hiccup, al ver como se arrodillaba para tomar su miembro entre sus labios. Cubre su rostro con ambos manos mientras escucha los gruñidos y gemidos de Hiccup por ser incapaz de cerrar el vídeo, cubre su rostro y se pone a llorar como una niña pequeña mientras mil posibilidades se le pasaban por la cabeza.

¿Por qué coño Hiccup tenía esas grabaciones? ¿Cuándo diantres puso esa cámara en su departamento? ¿Qué hacía con esos vídeos? ¿Los subía a alguna página porno? ¿Los vendía a cualquier degenerado dispuesto a pagar la pasta suficiente como para que él pudiera todos los lujos que lo rodeaban?

Cielo, si yo dejara de trabajar no tendría el dinero que tengo. Eso era lo que le había dicho hace muchas semanas atrás, eso era lo único que se le venía a la cabeza en esos momentos.

—Hijo de puta, hijo de puta. Cabrón hijo de puta —maldice sin parar, asfixiándose con sus propias lágrimas mientras el ordenador empezaba a reproducir sus propios gemidos—. Voy a joderte la vida, Hiccup Haddock, voy a arruinarte por esto, enfermo de mierda.

Sin saber realmente por qué, pasa a otros vídeos. Y se rompe más en cuanto ve que no solo había cámaras en su sala, sino que en todo su maldito departamento. En el baño, en la cocina, en su habitación, en todos lados. El vídeo titulado Primer te amo estaba grabado desde varios planos, todos pensados para enfocarla principalmente a ella sin importar en que posición estuviera.

Hay unos cuantos que le revuelven el estómago, porque son aquellos en los que Hiccup la colocaba contra el tocador de su habitación y se aseguraba que la cámara tras su espejo enfocara toco su cuerpo. El muy desgraciado incluso miraba fijamente a la lente mientras le repetía lo mucho que la amaba.

Ese enfermo vendía esos vídeos, no había ninguna otra explicación de por qué nadie haría algo como esto, no tenía sentido buscar alguna otra alternativa.

Chilla furiosa mientras se levanta tirando la silla al suelo. Mientras maldice a Hiccup agarra el teclado del ordenador y lo estrella sin parar contra el escritorio. No le da a la pantalla, no toca ninguna parte importante del ordenador, porque son sus pruebas, son sus malditas pruebas de Hiccup Haddock es un enfermo, de que ha violado su privacidad y su cuerpo de todas las maneras posibles, de que la ha estado usando de la peor forma imaginable.

Todos esos vídeos son la prueba de que su abuelo tenía razón y que ella como idiota se había negado a escuchar.

—¡HIJO DE PUTA! —chilla con todas sus fuerzas contra la pantalla, que sigue reproduciendo uno de esos asquerosos vídeos. Grita tan fuerte que no escucha los lloros y desesperados maullidos de Chimuelo, que no escucha cuando abren la puerta y la cierran con fuerza, que no escucha los pasos.

Que no escucha la risilla a penas contenida que surge detrás de ella.

Que no escucha las falsas disculpas de Hiccup.

—Es una pena que haya tenido que ser así, ¿no lo crees? —no le da tiempo de notar su presencia, no le da tiempo para que sepa qué está a punto de pasarle, le coloca un pañuelo sobre la nariz y lo boca y se limita a apretujarla contra el escritorio cuando empieza a pelear desesperada en su contra—. Tranquila, tranquila, princesa —le susurra mientras reparte besos en su cuello, mientras ella chilla y patalea en su contra—, todo va a estar bien, no te preocupes, amor, sabes que voy a cuidar bien de ti.

La ve llorando, la ve perdiendo fuerzas.

—Tú tranquila, angelito, no lo hagas más difícil. Solo vas a conocer a mi familia y amigos, y tendrás un buen tiempo lejos de tus padres y tu estúpido abuelo ¿no era eso lo que querías? ¿no era eso lo que tenías planeado de todas formas?

Elsa intenta negar con la cabeza, pero todo se pone negro antes de eso. Hiccup finalmente la deja respirar aire fresco, pero mantiene su brazo libre apretando todo su cuerpo.

—Eso es, buena chica —besa su mejilla dulcemente, con una sonrisa de oreja a oreja en el rostro—. Ahora vas a tener la vida que te mereces, mi angelito.