Hola a todos, ¿como están? Espero que muy bien. Aquí les dejo un nuevo capítulo de este fic. Sin nada más que agregar, inicio ya.

Todos los derechos reservados a Eiichiro Oda, creador de la franquicia One Piece.

Capítulo 35: Coliseo.

Mientras tanto, del otro lado de Tartesia.

Rebecca caminaría por el sendero unos cuantos minutos. Pasado un tiempo llegaría hasta su destino, quedando impactada al ver el lugar al que había llegado. Un coliseo, mucho más grande que el que conocía, se alzaba imponente ante sus ojos.

Viejos recuerdos se presentan en la cabeza de la gladiadora. —/¿será igual que el Corrida? ¿Qué debo hacer? Momento, si volteó ahora y regreso hacía donde fue mi capitán estaré interfiriendo en su objetivo. No tengo otra opción que enfrentar nuevamente mis miedos. Lo haré por el capitán. Si quiero ser fuerte, es aquí/— Tras respirar hondo, Rebecca ingresó al coliseo. El mismo posee una recepción donde Rebecca se acercaría. —Nombre— dijo la recepcionista. —Rebecca Riku— —¿Es tu primera vez aquí?— —Si.— La recepcionista anotaría algo en una libreta. —Mano derecha, puerta grande.— —Gracias.— Rebecca avanzó hasta la puerta grande. Al abrirla, el panorama cambió. El salón se encontraba repleto de mujeres jóvenes, todas lucían desde túnicas sueltas hasta harapos similares a los lúcidos por los campesinos. Sin dar tanta importancia, Rebecca se acercaría hasta el gabinete de atención. A medida que iba avanzando, las demás mujeres se percatarían de su presencia y apariencia, empezando a hablar entre murmullos. —¡Qué joven!— —Ha de ser una niña— —Demasiado revelador ese atuendo— —Por su andar, debe ser una soldado, que indigna.— Los murmullos continuaron, hasta que Rebecca llegó a una gaveta usada como recepción. —Hola, bienvenida al Coliseo Safo, me llamo Harita y soy la encargada de recibir a las futuras gladiadoras de este coliseo— dijo la recepcionista. —¿Coliseo Safo?— preguntó Rebecca. —Si, es el coliseo exclusivo de mujeres— respondió Harita y agregó; —La misma forma parte de un gran parque llamado Hedónica, donde se ubica este coliseo y el circo de variedades, donde batallan los gladiadores masculinos. También hay puestos de comidas, una escuela y el campo de pruebas, donde serán evaluadas.— dijo Harita señalando un mapa con el nombre de 'Parque Hedónica' donde, una flecha indicaba el coliseo donde se encontraban. —Entonces…haré el ingreso para el puesto de gladiadora en el Coliseo— dijo Rebecca. —Bien, quiero que rellenes este formulario— dijo Harita entregando un papel con datos a llenar y una pluma de escribir. Rebecca rellenaría todos los espacios con sus datos, devolviendo la pluma y la hoja completa a Harita, quien sellaría el papel posteriormente. —Bien, puedes pasar. Mano izquierda, primer pasillo— dijo Harita. —Muchas gracias— respondió Rebecca avanzando hacia la dirección mencionada por Harita. Rebecca siguió caminando hasta llegar al primer pasadizo. Entraría en el dicho y, al salir de este, se encontraría con un inmenso campo, con varias zonas de pruebas, muchas de ellas de agilidad, destreza y resistencia. Rebecca se aproximaría hasta donde se encontraban el cúmulo de chicas, quienes también hacían las dichosas pruebas.

Rebecca se presentaría ante un grupo de oficiales para hacer saber su intención de querer realizar los exámenes físicos. Las oficiales verificaron una planilla donde aún no figuraba el nombre completo de Rebecca, poniendo como condición el vencer a una de las oficiales de mayor rango en un combate cuerpo a cuerpo, a mano desnuda. Rebecca no sabría que decir, pero recordaría uno de los entrenamientos que su padre, cuando estaba convertido en juguete, le instruía a golpear sacos de arena, tanto con sus puños como sus pies y piernas, como el recuerdo de haber enfrentado a otros gladiadores dentro del Corrida a puño limpio, recibiendo palizas como también propinándolas, sin lastimar a los que vencía de gravedad, caso contrario cuando ella era vencida. Meditaría por un momento, para luego, aceptar la oferta de las oficiales.

Una de ellas, invitó a la joven gladiadora a una pequeña y rudimentaria arena. —La modalidad será un combate cuerpo a cuerpo libre denominado Pancracio. Las reglas son simples: están prohibidas las armas y los atletas deben luchar descalzos y sin nada puesto en sus manos, tales como guantes, aros, etc. El combate acaba hasta que uno de ellos es derrotado o se rinde levantando el dedo índice.— dijo una de las oficiales y agregó; —Te enfrentaras conmigo, Olga La Hiena— dijo la oficial para, posteriormente, despojarse de su uniforme, dejando ver un mórbido pero musculoso cuerpo cubierto con arneses que tapaba sus pezones y su zona íntima.

Ambas tomarían posición. Rebecca, quien se había descalzado y retirado sus guantes para la contienda, respiraba con control, evitando que los nervios la vencieran. Una mujer, con una pequeña vara, se apersonó en la arena y, luego de levantar con su brazo la vara, la bajaría súbitamente, dando inicio al combate.

Olga se abalanzó buscando asestar un puñetazo al rostro de Rebecca. Ella esquivó con rapidez, pero el aire caliente que pasó por su mejilla, la hizo consciente que no debía permitirse ni un solo error.

La Hiena volvió a moverse, arrastrando polvo al barrer el suelo, y antes de que Rebecca pudiera recomponerse, sintió un puño estrellarse en su abdomen, forzando el aire fuera de sus pulmones. El dolor era agudo, pero no debía paralizarse. Tambaleándose, se echo hacia atrás, volviendo a una postura defensiva. Sabía que debía aguantar y desgastar a su oponente.

Rebecca lanzó un rápido contraataque, un barrido bajo con su pierna derecha que golpeo la pantorrilla de Olga, desequilibrándola. La mujer gruño al caer de rodillas, pero su reacción fue inmediata: agarro el tobillo de Rebecca con una fuerza aterradora, jalándola bruscamente hacia el suelo. La Hiena intentó colocar sus masivas y deformes manos alrededor del cuello de Rebecca para estrangularla.

Pero Rebecca, de forma instintiva, giró sus caderas justo antes de quedar completamente atrapada, liberándose y dándole una rodilla directa a sus costillas. Se escucho un crujido seco, pero la descomunal mujer no se detuvo.

Rebecca continuaría el ataque propinando una combinación de puños en su cara y costillas, pero Olga respondería con fuertes codazos a la cara de Rebecca, empezando esta última a sangrar producto de los cortes producidos por estos ataques. La Hiena atacaría agarrando el cuerpo de Rebecca en un abrazo de oso, apretando el mismo, provocando que Rebecca empezara a expulsar sangre de la boca. Pero lejos de rendirse, Rebecca empezaría a lanzar cabezazos a Olga con la intención de desorientarla, contraataque que sería respondido con varias estampadas de parte de La Hiena hacia el suelo, buscando que Rebecca recibiera dicho impacto en su cabeza. Pero, en una de esas estampadas, Rebecca atraparía el brazo derecho y la cabeza de Olga en un sankaku-jime mientras su sangre manchaba el suelo polvoriento. Rebecca presionaría sus piernas buscando dejar sin oxigeno a La Hiena, pero el sudor y el protuberante cuello de Olga hicieron que el mismo no tuviera efecto. Viendo el contraataque de su rival mermado, La Hiena levantaría a Rebecca muy alto buscando estamparla con todas sus fuerzas, destrozando el cuerpo de la joven.

Sin embargo, y como si de una zarigüeya se tratase, Rebecca se escurrió a la espalda de Olga, atrapándola con una llave al cuello, utilizando toda su fuerza y técnica para tensar sus brazos alrededor de la garganta de su oponente. La Hiena, tratando de liberar su grueso cuello, empezó a golpear el aire ciegamente. Pero Rebecca, empapada de sudor y los músculos temblando por el esfuerzo, no soltaría.

El público contenía el aliento mientras Olga perdía poco a poco su energía, sus movimientos se volvieron erráticos de golpe. Empezaría a soltar espuma por la boca para, finalmente, colapsar en el suelo. Un silencio pesado cayó sobre la pequeña arena mientras Rebecca se levantaba lentamente, jadeando y cubierta de polvo.

Había ganado.

Sin decir una palabra, mirando fijamente al cuerpo de su oponente, Rebecca alzó un brazo en señal de victoria. —¿¡QUEEEE!? ¿Esa niña venció a nuestra compañera?— dijo la oficial con uniforme azul oscuro. —Nadie era capaz de vencerla y viene esta niña a quitarnos a nuestra querida Olga— dijo la otra oficial de uniforme blanco. Para ese momento, el público estalló entre vítores, hechos por chicas jóvenes quienes vieron tal proeza y abucheos, de parte de aquellos que apoyaban a La Hiena, pero eso poco importaba para Rebecca, quien saldría de la arena, buscando sus cosas. Se pondría sus guantes y ante la atónita y hasta sorpresiva mirada de las demás féminas que allí se encontraban, colapsaría, tirando sus pertenencias al suelo.

Las demás chicas se alarmarían y buscarían de todas las formas ayudar a la joven gladiadora a despertarse, pero una voz se acercaría; —Déjenla, yo me hare cargo de ella, ustedes sigan con sus pruebas— dijo la extraña persona. La misma cargaría a Rebecca entre sus brazos, siendo ayudada por otras mujeres del lugar, ante la mirada de las dos oficiales restantes, llevándose a la peli rosada a algún lado desconocido.

De esta manera, comenzaba la travesía de Rebecca, para conseguir lo pedido por los Soberanos. Sin embargo, llegaría a su destino causando algo que, sin saberlo, va en contra de todo lo que debía seguir.

CONTINUARÁ….