Mikoshiba corría con desesperación por la calle, trataba de no cruzarse en el camino de nadie para no tener que detener ni un solo segundo su andar. Sentía como el calor de su cuerpo comenzaba a intensificarse provocando que jadeara.

Apretó sus labios mientras aceleraba el paso ahora que todavía era consciente de lo que hacía, no podía darse el lujo de detenerse un solo instante puesto que faltaba poco para llegar al apartamento de Nozaki y sabía que una vez llegara ahí estaría a salvo.

¿Porque aquel pelirrojo corría como si su vida dependiera de ello? Es una pregunta con una respuesta corta, pero aterradora para cualquier otro omega: su celo llegó de improvisto cuando se dirigía a casa de su amigo.

Ese día su plan era ir a ayudar al mangaka y quizás jugar algunos videojuegos junto a él pero, tanta era su mala suerte que, no contaba con que su celo se adelantaría justo cuando estaba en camino al hogar del otro.

Solo recordaba su desesperación cuando dedujo con rapidez lo que estaba pasando cuando a mitad de la calle sus piernas comenzaron a flaquear de repente y sintió su calor corporal elevarse.

Había llamado a Sakura, con toda la rapidez que le permitieron sus temblorosas manos, con la esperanza de que ella y Nozaki le resguardarán apenas llegara al apartamento, pero no contaba con que ninguno de los dos se encontrara ahí.

"Ve al apartamento lo más pronto posible y esperamos ahí Mikorin, llevaré supresores, intentaremos estar ahí pronto." oyó decir con apuro a la pelirroja, para después escucharla comentarle su pequeño predicamento al pelinegro y colgarle.

Y ahora mismo el omega respiraba con dificultad, no sabía si se debía a su celo o por subir corriendo con todas sus fuerzas las escaleras para evitar toparse con algún alpha de los alrededores. Por suerte no se encontró con ninguno, lo cual era un alivio pues no se sentía con la fuerza suficiente para lidiar con alguno.

Cuando divisó la puerta del departamento de su amigo sonrió, mas no se confió ni un solo segundo, en ese piso viven más alphas a parte de Nozaki, por ello debía de llegar rápidamente y entrar cuanto antes.

Casi tropezando con sus propios pies se aproximó hasta la puerta y se apresuró a sacar la llave para abrir, fueron segundos eternos para él mientras trataba de insertar la llave en el cerrojo y cuando por fin pudo se percató que la puerta del vecino se abría y su cuerpo se congeló en respuesta, se espabiló con rapidez y antes de que el alpha reparara en su presencia entró al apartamento dando un portazo en el proceso, por la mirilla vio al alpha acercarse olfateando el aire para luego marcharse con desinterés.

Mikoshiba pegó su espalda con alivio a la puerta, su pecho subía y bajaba, su corazón latía sin parar y ya no era solo por el esfuerzo físico que realizó para llegar hasta ahí ni por el tremendo susto que fue para él casi encontrarse con un alpha y por el que aún temblaba, ahora era porque su celo ya empezaba a causar estragos en su cuerpo.

Debía de buscar un sitio para ponerse cómodo hasta que sus amigos llegaran con los supresores.

Se quitó descuidadamente los zapatos sin reparar en el hecho de que los dejó desacomodados en la entrada, su preocupación actual era encontrar pronto alguna superficie mullida y suave donde dejarse caer y pasar ahí los siguientes días.

Una vez decidido lo que haría, y viéndose solo en el lugar, por fin pudo dejar de retener sus feromonas y las liberó ya que no podía seguir conteniéndolas por más tiempo ni veía la necesidad de seguir haciéndolo, se suponía que ya estaba a salvo.

El lugar se llenó de su olor, frutos rojos era lo que perfumaba el aire en la habitación y las continuas, sus piernas dejaron de responderle haciéndole caer de rodillas al piso, no se había alejado mucho de la entrada, solo unos cuantos centímetros.

Mikoshiba masculló del dolor, ya no se sentía con la fuerza para arrastrarse hasta la habitación, y fue cuando decidió quedarse ahí tirado en espera de la llegada de sus amigos que, de repente, el sonido de pasos aproximándose hasta él llamó su atención.

-¿Mikoto-san?- dijo la familiar voz de Mayu que se asomaba por el pasillo tras escuchar ruido en la entrada.

El aludido levantó la mirada para verle, y no sabía si su mente le jugaba una broma o no porque por un momento le pareció ver preocupación reflejada en los ojos oscuros del otro y el tono en su voz normalmente monótona había sonado como una de confusión. El omega sonrió levemente antes de dejarse caer al suelo, no obstante, el impacto nunca llegó porque Mayu reaccionó a tiempo y le atrapó entre sus brazos.

Una vez ahí, una sonrisa aliviada se formó en los labios de Mikoshiba, sintiéndose deliciosamente cómodo entre los brazos del joven alpha.

-Mayu.- susurró extasiado por hallarse con el calor de alguien más. El pelirrojo sabía que aquello era peligroso, sentía como su raciocinio tenía intenciones de abandonarlo ahora al encontrarse cerca de un alpha que tenía todo el potencial para satisfacer las necesidades del celo.

Mikoshiba, en contra de la voluntad de su lado omega que deseaba entregarse al otro sin miramiento alguno, trató de apartarse del menor; no podía ni debía permitir que algo ocurriera entre Mayu y él o, de lo contrario, podría arruinar la vida de cualquiera de los dos.

Después de todo, el otro seguía siendo un chico de secundaria y no solo eso, sino que también era el querido hermano menor de su mejor amigo.

Debía de mantener límites, alejarse a pesar de desear desde hace tiempo hallarse así entre los brazos del pelinegro.

-Ma-Mayu, t-tengo que ir al cuarto de N-Nozaki.- balbuceaba apartándose con toda la intención de dirigirse hacia allá, sin embargo, sus planes fueron frustrados cuando repentinamente el azabache le rodeó con los brazos pegándole a su pecho impidiéndole marcharse.

Fue inevitable para Mayu el envolver el cuerpo de Mikoto de manera posesiva tras oírle mencionar a su hermano, porque le irritaba que el pelirrojo, aun estando a punto de perderse en la bruma del celo, pensaba con la claridad suficiente como para mencionar a Umetarou.

Le molestaba en sobremanera el hecho de que el omega del cual estaba enamorado nombrara a alguien más, y no solo eso, sino que quisiera pasar el celo en un sitio impregnado con el olor de un alpha que no era él.

Mikoto no debía de pensar en otro alpha que no fuera él, no se le debía de cruzar por la mente otro nombre que no fuera el suyo.

Y por eso mismo fue que su instinto le llevó a impedir que el otro se marchara, tenía la necesidad de demostrarle que él era el indicado para satisfacerlo, para acompañarlo.

El mayor no podía ver la cara del contrario, puesto que la posición en la que se encontraban no se lo permitía.

Con la intención de tranquilizarse y olvidar un momento su repentino arranque de celos, Mayu hundió su nariz en el cuello del chico de cabellos escarlatas, dio un profundo respiro sobresaltando al omega; inhaló con vehemencia aquel exquisito olor, llenó sus pulmones de aquella deliciosa esencia que era capaz de causar tantos estragos en su interior. El menor de los hermanos Nozaki siempre había deseado oler de cerca las feromonas del pelirrojo desde el momento en que le conoció. Esa embriagadora esencia le llamaba cada que estaba cerca, pero jamás se animó a respirar con libertad por temor a ser descubierto.

Y ahora finalmente lo estaba haciendo y lo disfrutaba, las dulces feromonas de Mikoto le mareaban de manera agradable y comenzaban a surtir efecto en su persona.

Sus manos se aferraron aún más al cuerpo de Mikoshiba, su abrazo pasó de ser posesivo a uno más bien protector tratando de transmitirle seguridad al omega, queriendo decir sin palabras que en sus brazos podía estar aún más seguro que en cualquier otro sitio.

Y pareció dar resultado, pues sintió al mayor relajarse entre sus brazos, Mayu había liberado de manera inconsciente sus feromonas provocando que el lugar no solo se inundara con el olor del Mikoshiba, sino también con el suyo.

La mezcla de olores empezaba a aturdir al mayor, que empezó a ceder al estímulo.

Mikoshiba gimió cuando un notorio bulto se hizo presente contra su abdomen y no se necesitaba ser muy listo para saber de qué se trataba.

Mayu estaba duro, duro como una piedra.

La excitación que le provocó aquel detalle le hizo gemir nuevamente, que un alpha tan atractivo como el menor estuviera así por culpa suya le agradaba.

No solo le gustaba, le excitaba.

Podía sentir contra su vientre la dura erección del menor, que empezó a restregar su entrepierna contra él.

Se dejaron caer lentamente al suelo en una posición más cómoda, una en la que Mayu continuó frotando su endurecida erección contra la del mayor que poco a poco se formó dentro de los pantalones de Mikoto; y este perdido en aquel estímulo, y buscando uno aun más fuerte, levantó sus caderas lo suficiente para permitir que ahora Mayu rozara constantemente su trasero con su cuerpo simulando embestidas contra esa parte.

Y aquel acto fue el que desató el instinto del Nozaki, que viéndose enormemente tentado dirigió sus labios a los contrarios y les atrapó.

Y enmedio de un inexperto beso, ya que ninguno de los dos contaba con experiencia en ese ámbito, sus manos pasaron a ser partícipes en el acto al mismo tiempo que el movimiento de sus caderas continuaba.

Caricias desesperadas, nada suaves casi cayendo en lo brusco recorrían el cuerpo de ambos chicos desordenando la ropa en el proceso y colándose debajo de esta.

Sus labios continuaban moviéndose, sus dientes chocaban en ocasiones y la saliva se entremezclaba, sus cálidas lenguas se unieron al apasionado ósculo acariciando a la otra.

Y cuando creyeron que la situación no podía ponerse más caliente, en medio del faje, un fuerte gemido proveniente de la garganta del pelirrojo vibró a mitad del beso.

Jadeantes dieron fin al beso con la intención de recuperar el aliento, daban bocanadas de aire en un intento por respirar nuevamente, y fue durante ese momento que Mayu se permitió fijar su vista en Mikoshiba, este con un sonrojo en sus mejillas, casi tan intenso como el color de sus cabellos, tenía la boca entreabierta, el aire que respiraba escapaba de entre sus labios ahora levemente hinchados, fue bajando la mirada hasta posarla en cierta parte de su anatomía, y entonces, se percató de un pequeño detalle.

-Mikoto-san.- jadeó el más alto en un susurro.-¿Acaso te corriste?

Si el rostro del omega ya estaba rojo, después de esa pregunta alcanzó un tono aún más oscuro a causa de ser descubierto.

¿Como diablos Mayu podía hacerle esa pregunta tan vergonzosa como si nada?

Avergonzado giró la cabeza en otra dirección, cubrió con sus manos la mancha en su pantalón al mismo tiempo que cerraba las piernas con rapidez, aquello le había sacado de la burbuja de placer en la que estaban y traído de vuelta.

-¡N-No mires, Mayu!- gritó cohibido para luego llevarse una mano a la boca y susurrar:-E-Es vergonzoso.

"Mierda, no me mires tan fijamente idiota" fue lo que pensó y quiso decir en realidad, justo como le hubiera respondido a cualquier otra persona independientemente de quien fuera, pero por alguna extraña razon era incapaz de hablarle así a Mayu.

Se sentía tan expuesto, tan indefenso bajo su mirada, sus ojos le desarmaban por completo.

Por el contrario, aunque no se notara en su rostro, Mayu se derretía de ternura al ver tan avergonzado y tímido al mayor, tener para sí solo a Mikoto en ese estado hacía latir con fuerza su corazón y provocaba que miles de mariposas revolotearan en su estómago.

Pero a pesar de todo, Mayu quería más. Quería experimentar aún más al lado de Mikoto, quería que todas sus primeras veces fueran con él, ya le había entregado su primer beso, ahora quería darle todo lo demás sin contemplaciones.

Y eso haría.

Tragó saliva y dirigió sus manos al pelirrojo apartando con suavidad la que cubría parte de su rostro, le tomó con delicadeza de la barbilla instándole a mirarle de nuevo, Mikoshiba estaba reacio a hacerlo, sin embargo, terminó cediendo encontrándose con los irises oscuros del chico, aquellos que le sostenían la mirada con decisión y, entonces, Mikoshiba se percató de que Mayu se encontraba en un estado similar al suyo, pues un notorio tono rosa estaba presente en sus mejillas.

Por su expresión notaba que el menor se contenía en ese momento, trataba de contener sus desbordantes sentimientos.

El pelinegro se relamió los labios con lentitud consiguiendo que Mikoshiba contuviera la respiración en respuesta a la espera de su siguiente movimiento, el cual no tardó demasiado ya que Mayu le volvió a besar dejando atrás cualquier rastro de pudor o arrepentimiento.

Esta vez de manera más demandante devoraron sus labios, mandaron lejos cualquier pensamiento que pudiera detenerles, solo eran un par de jóvenes en busca de saborear los placeres de la pasión.

De un momento a otro el pelirrojo se había recostado en el piso con el otro encima todavía besándole con devoción.

Mayu se separó para recorrer con sus labios la tibia y suave piel del omega, primero besó la comisura de su boca, luego fue descendiendo al mentón, su nuez de Adán y clavículas escuchándole suspirar encantado por sus atenciones temblando al mismo tiempo, fue cuando dirigió sus labios al hueco entre su cuello y hombro que las feromonas que emanan de ahí le dejaron en claro que el celo se encontraba en su punto máximo.

Era el momento más fértil y adecuado para que un alpha poseyera al pelirrojo.

Y siendo sincero, la idea le apetecía, se le hacía agua a la boca, su cuerpo se tensó y de pronto recordó la dolorosa erección que continuaba atrapada en sus pantalones.

Ya no quería perder más tiempo, necesitaba al otro con urgencia. Mayu no tenía autocontrol, no tenía la fuerza para resistirse a lo que tenía enfrente. A diferencia de su hermano, quien sí podía controlarse y resistirse al celo de un omega, él no podía, y sobretodo, no quería resistirse si era a Mikoshiba a quien tenía delante suyo.

Tan irresistible e igual de deseoso que él por continuar, lo sabía por sus feromonas que le delataban.

Sin esperar más, hábilmente le cargó y con él en brazos se dirigió con paso firme a la habitación más cercana que resultó ser la de su hermano.

Abrió la puerta de una patada, para ese punto no le importaba causar daños en el apartamento, se acercó a la cama y dejó caer ahí al pelirrojo, que no se quejo, pues le gustaba la rudeza y dominancia que mostraba el menor en ese instante.

Mayu se apresuró a poner el seguro de la puerta para evitar interrupciones, lo que menos deseaba era que alguien osara a intentar detenerles, porque si alguien entraba a esa habitación sería considerado un intruso por el alpha y las cosas se pondrían feas.

Tras poner el pestillo de la puerta dio media vuelta, vio a su Mikoto estirarse sobre la cama como si de un gato se tratara, se notaba lo feliz que le hacía al fin estar sobre una superficie más cómoda y suave, pero aún había un problema.

Ese cuarto era territorio de otro alpha, se hallaba lleno del olor de alguien más y ese detalle molestó a Mayu al notar como el ojirubí se abrazaba a la ropa de cama más por instinto que por voluntad.

El moreno apretó los puños y decidido a borrar cualquier rastro de olor ajeno a ellos dos, liberó sus potentes feromonas contrarrestando el olor de ahí, y no conforme con eso, procedió a sacarse de encima su chaqueta escolar y camisa para darselas al mayor.

Botones salieron volando al ser casi arrancadas las prendas de su cuerpo, el repentino sonido de la tela ser rasgada llamó la atención de Mikoshiba, que desde su lugar observó atentamente como Mayu se despojó de la ropa que cubría la mitad superior de su cuerpo de un modo que el mayor solo pudo describir como provocativo, observó como la ropa se deslizaba lentamente desde sus anchos hombros hasta sus codos, permitiendo admirar los músculos definidos de sus brazos y abdomen producto de practicar judo.

Su entrada se humedeció en respuesta y todo él tembló de anticipación, deseoso de lo que pudiera ocurrir a partir de ese instante.

Aunque no lo admitiera, se sintió emocionado cuando Mayu finalmente le alcanzó en la cama acomodándose a horcajadas sobre él y cuando le vio inclinarse pensó que le besaría, pero, en cambio, extendió su chaqueta y camisa debajo de él permitiendo que aquellas prendas le rodearan en lugar de las sábanas de la cama, el omega entendió de inmediato el propósito y, queriendo complacer al alpha, llevó la camisa hasta su cara y hundió la nariz en el canesú de esta al ser el lugar donde más se concentraba el masculino olor de Mayu.

Una gran aspiración llenó sus pulmones del mareante olor, solo consiguiendo que su entrepierna reaccionara de inmediato endureciendose, todo mientras mantenía la mirada fija en la de su acompañante quien le devolvía una mirada hambrienta y oscurecida por la lujuria.

Queriendo provocarle llevó una mano a su propia entrepierna apretando y frotando sin despegar la vista de Mayu, que en respuesta apretó la mandíbula mientras observaba al otro estimularse sobre la ropa y aspirando su aroma.

-Ah, Mayu.- gimió melódicamente.


-¡Mikorin, ya llegamos, aquí tenemos los supresores! ¿Dónde estás?- gritaba con prisa Sakura desde la puerta del apartamento sacándose rápidamente los zapatos y lanzando su bolso al piso sin cuidado alguno.

Ni un solo ruido en respuesta llegó a sus oídos preocupándose al instante, parpadeó repetidas veces, para luego ver a Nozaki que recién le alcanzó imitándole al tirar su mochila al suelo y cerró la puerta tras de sí. Habían llegado lo más rápido que podían sin importarles nada más que ayudar a su amigo, pero tardaron un poco más al conseguir una vela especial para esconder las feromonas del pelirrojo solo en caso de que a Nozaki le incomodara el olor y así evitar problemas.

Y hablando de su olor, lo sentían. Era obvio que su amigo había llegado ya que el olor del celo era palpable en el aire.

Sakura miró de reojo al mangaka, este aparte de verse algo agitado por correr no parecía estar bajo los efectos de las feromonas ajenas, lo cual era un alivio para ella.

-Yo buscaré a Mikorin, quédate aquí Nozaki-kun.- le dijo ella dando un paso disponiéndose a encontrar a su amigo para suministrarle los supresores.

No obstante, un agarre en su mano le detuvo, Nozaki le había tomado de la mano y ella solo pudo girarse sonrojada a verle, pues aquello le tomó por sorpresa, el rostro del alpha mostraba resignación mientras negaba con la cabeza.

-Creo que llegamos tarde.- dijo con un tono de decepción, para luego señalar con su mano hacia abajo.

Sakura sintiéndose confundida miró a la dirección señalada cayendo en cuenta de otro par de zapatos en la entrada a parte de los suyos.

La chica miró con pánico al más alto, ahora que prestaba atención se percató de las otras feromonas que se hallaban en el aire, con paso tembloroso siguió el olor comprobando que provenía de la habitación de Nozaki, y no solo eso, sino que algunos ruidos se oían dentro del cuarto, no necesitó pensar demasiado para llegar a una conclusión, una que le aterró.

Umetarou se limitó a volver a tomarle de la mano y apretar el agarre como consuelo.

Sakura quiso llorar de impotencia al pensar que Mikorin estaba pasando por algo que él no quería y no estuvieron para protegerlo.

Una caricia en su cabello le animó a levantar la mirada topándose con la del chico, que le devolvía la mirada sintiéndose de igual manera.

-Ya no hay nada que podamos hacer, puedes irte a casa, yo los vigilare.- le sugirió tratando de calmarla, su instinto alpha le impulsaba a consolar a esa pequeña omega que deja ver su frustración y dolor, Sakura hizo un puchero mientras luchaba contra sus lágrimas.

-P-Pero…

-Vete, estaremos bien.- le dijo con tanta amabilidad que ella casi aceptó irse, pero sentía la obligación de quedarse ahí, se lo debía a su amigo por no llegar a tiempo.

-Yo también me quedaré, no podré estar tranquila por estar pensando todo el tiempo en Mikorin.- susurró ella, Nozaki asintió, no trataría de convencerla de cambiar de opinión.

-Puedes llamar a tus padres, yo comenzaré a preparar la cena.- comentó vacilante y dirigiéndose de inmediato hacia la cocina, extrañamente se sentía incómodo y la chica no pareció notarlo, él solo quería ocuparse en cualquiera cosa para tener su mente ocupada o, de lo contrario, seguiría notando la amenaza implícita de las feromonas de Mayu que flotaban alrededor, eran una clara advertencia para que no les interrumpieran.

Una decaída Chiyo sacó su celular para explicar a sus padres porque no volvería esa noche a casa.

Quedarse en casa de Nozaki le hubiera emocionado en cualquier otra situación o contexto, pero ahora solo tenía mente para pensar en su amigo. Todo lo demás pasaba a segundo plano.


Sus bocas encajaban perfectamente la una con la otra, sus lenguas se acariciaban al igual que sus manos, que recorrían la piel ajena con absoluto descaro queriendo abarcar con sus palmas todo cuanto pudieran, deseando no dejar un solo milímetro sin tocar ni atender.

Ambos jóvenes, cegados por el deseo y un instinto casi animal, ya se habían deshecho de la mayoría de sus vestimentas dejando muy atrás el pudor que en algún momento pudieron llegar a sentir, por el momento lo único que les cubría era la ropa interior.

Rompieron el beso una vez más y Mayu emprendió el camino hacia abajo para continuar explorando el cuerpo con el que tantas veces soñó hacer suyo, sus besos recorrieron su abdomen descendiendo hasta sus muslos donde depositó besos en la parte interna de estos sintiendo al pelirrojo estremecerse exquisitamente y gimiendo bajo su toque.

Los gemidos de Mikoto le fascinaban, muchas veces imagino cómo podrían ser y ese día finalmente lo supo: eran hipnotizantes.

Y tenía la intención de seguir escuchándolos.

Con tortuosa lentitud, Mayu acarició con sus labios la suave piel de sus piernas y al mirar un poco más arriba se encontró con la única parte de la anatomía del mayor que por el momento aún no había explorado.

La tela del boxer del pelirrojo se hallaba tensada gracias a su necesitado miembro que clamaba por ser liberado de su encierro y la parte trasera de su ropa interior estaba humedecida revelando lo preparada que estaba su entrada para él, seguramente podría deslizar más de un dedo en su interior con facilidad.

El pensamiento le hizo gruñir de gusto y quiso comprobar qué tan cierta era su suposición, dispuesto a averiguarlo llevó con decisión sus dedos al elástico de la ropa interior del pelirrojo, para luego ir retirando aquella estorbosa prenda rozando con sus uñas la sensible piel del vientre ajeno que tembló al contacto.

Cuando por fin se vio liberada la virilidad de Mikoshiba, este suspiró con alivio y abrió mas las piernas para deleite del alpha, quien pudo contemplar en todo su esplendor su estrecha entrada.

Tanto la entrepierna como el trasero del pelirrojo eran un desastre pegajoso, líquido preseminal salía de la punta rosa de su masculinidad recorriendo la extensión de la misma hasta mezclarse con los fluidos de su entrada.

El azabache, al estar situado cerca de ahí, podía sentir aún más fuerte el olor de su excitación, el olor del celo que expedía de ahí era intenso inquietando a su lado alpha que clamaba por unirse pronto al omega.

Viéndose incapaz de resistir durante más tiempo, adentró el falo en su boca con la intención de saborear su piel, comenzó a chupar y saborear la erección del otro dejándose llevar por el calor del momento. Los dedos del mayor se enredaron en la cabellera oscura y arqueó extasiado su espalda cuando Mayu engullo todo su miembro hasta que sus labios alcanzaron la base.

Mikoshiba gimoteaba de gusto cuando sentía al alpha succionar y lamer su polla con su cálida lengua, su visión posada en el techo de la habitación empezaba a nublarse producto del placer.

La cabeza del azabache subía y bajaba a distintas velocidades, de manera complaciente dejaba que el omega le indicará cómo trabajar con su boca al permitirle marcar el ritmo con sus manos que le empujaban y atraían una y otra vez.

El miembro tembló dentro de su boca anunciando el clímax y el alpha aceleró el ritmo sin parar un solo momento hasta que sintió la liberación de la esencia del ojirubí dentro de su boca al mismo tiempo que el omega gritaba su nombre, no se apartó de él hasta que acabó de correrse por completo y, acto seguido, tragó.

Con lentitud se apartó al mismo tiempo que limpiaba con su pulgar los restos en sus labios, viendo desde arriba como el omega jadeaba recuperándose del primer orgasmo, uno de los muchos que se aseguraría de darle esa noche. Sin previo aviso le dio la vuelta, sorprendiendo y avergonzando a Mikoshiba cuando tomó sus caderas y las alzó dejando en lo alto su trasero, Mayu se agachó lo suficiente para quedar a la altura de su entrada y con sus manos separó sus nalgas dejando expuesta su húmeda entrada, sopló ahí estremeciendo al mayor.

-Ah, Mayu, no hagas eso.- pidió el omega girándose lo suficiente para ver al chico detrás suyo, descubriendo que la mirada en los ojos de Mayu era una de concentración, no despegaba la vista de su trasero ni parpadeó un solo segundo, y eso comenzaba a avergonzar al chico.

La lengua del azabache recorrió el contorno de su entrada consiguiendo que se contrajera en respuesta, el pelirrojo había dado un salto de sorpresa ante eso y arqueó su espalda cuando sintió a Mayu degustar esa parte de su cuerpo.

-¡Ahhh!- gimió en un sobresalto.

Es conocimiento popular que los alphas se vuelven adictos a su omega después de probarlo, y Mayu pudo comprobar la veracidad de eso tras la primera probada, que al igual que el efecto de alguna droga le instó a seguir probando sin parar.

Continuó lamiendo con devoción, degustando el dulce sabor y, de un momento a otro, hundió tanto su dedo índice como su dedo corazón ahí.

-¡Mayu!- gritó el mayor aferrándose a la sábana al experimentar por primera vez la sensación de ser invadido.

El moreno empezó a deslizar sus dedos de adentro hacia afuera, a veces lento y en otras rápido simulando embestidas y movimientos de tijeras para prepararle.

El chapoteo que producían sus dedos al salir y entrar en el omega era un ruido bastante sucio y erótico en su opinión. Agregó un dedo más y aumentó la intensidad viendo complacido como Mikoshiba movía inconscientemente las caderas en su búsqueda.

El menor sonrió imperceptiblemente con un tenue rubor decorándole el rostro.

-Estás tan resbaloso, Mikoto-san.- dijo en observación tras sacar los dedos de su interior viendo como un hilo de fluido les conectaba, el pensamiento de que el lugar comenzaba a sentirse demasiado caliente pasó por su mente, un violento sonrojo se presentó en el rostro del ojirubí que inmediatamente escondió su cara en la camisa de Mayu.

-Cállate.- ordenó, Mayu no tuvo problemas en obedecer y guardó silencio durante un par de segundos, en los cuales no siguió tocándole.

Confuso y echando de menos el toque de sus manos, Mikoshiba se giró para verle.

-¿Pasa algo?- cuestionó con preocupación cuando, de pronto, notó que Mayu estaba desnudo y alineando su miembro contra su entrada, apenas tuvo tiempo de procesar eso cuando de una sola estocada le penetró de improvisto.

La repentina intromisión hizo gemir con fuerza al omega, las manos de Mayu le tomaron con firmeza de las caderas y empezó a embestirle sin piedad.

-Lo sabía- dijo el menor rompiendo el silencio, se inclinó para susurrarle al oído.-, Mikoto-san, estás tan resbaloso que pude entrar de una.

Los colores se subieron al rostro del omega, que reprimió un grito de vergüenza, pero no un ronco gemido, por un lado estaba enormemente avergonzado por lo dicho y por el otro le gustaba que Mayu le hablara sucio, aquello le ponía caliente y quería que siguiera haciéndolo.

-¿Q-Qué tan fácil fue?- preguntó animándole a responder. El azabache captó rápidamente.

Con una de sus manos rodeó la erección ajena y empezó a bombearle a la vez que seguía penetrándole.

-Demasiado fácil, pero me enfundas a la perfección, Mikoto-san.- contestó aumentando la velocidad de su mano.

Mikoshiba se sintió morir de vergüenza por el comentario, la cama rechinaba y los gemidos de ambos resonaban en el cuarto, el moreno soltó su miembro y con esa mano recorrió el vientre hasta arriba, jugueteando un momento con sus pezones y pellizcando, para después llegar hasta su boca, donde introdujo sus dedos y Mikoshiba empezó a lamerlos sin mucha objeción a pesar de aún tener restos de su líquido preseminal, probando así su salado sabor. Para sorpresa suya no se sintió asqueado por ello, al contrario, comenzaba a perder la razón por tantas sensaciones recorriéndole el cuerpo y creía que en cualquier momento se vendría.

Mayu estaba embistiéndole con toda la fuerza y velocidad que su resistencia física le permitía, internamente el pelirrojo agradecía que el otro fuera un atleta, ya que sus estocadas eran certeras e intensas, el sonido de sus cuerpos chocando con cada penetración resonaba entre esas cuatro paredes y el miembro del alpha comenzaba a hincharse dentro suyo anunciando la proximidad del clímax, todo eso en conjunto provocaba que su mente diera vueltas. Sin embargo, él quería más.

-M-Mayu, ahhh.- gimió a mitad de la oración echando la cabeza hacia atrás.- M-Más fuerte, más fuerte, Mayu.

El alpha, más que dispuesto a complacer las exigencias del otro, llevó ambas manos de vuelta a sus caderas y apretó su trasero con descaro, aumentó la velocidad del vaivén y, entonces, Mayu encontró el punto que enloquecía a cualquier omega.

Ese dulce punto que tenía a Mikoshiba temblando de placer y gimiendo como loco cuando lo golpeaba insistentemente con su polla, su espalda se arqueaba tan sensualmente restregandole el trasero que su nudo amenazaba con aparecer en cualquier momento y reclamar al ojirubí llenando su vientre con su esencia marcándolo como suyo.

Esos pensamientos ya no eran los de Mayu, era su lado alpha que le dominaba y empezaba a tomar el control total de su cuerpo siguiendo sus instintos primitivos, y ya no era Mikoshiba quien se retorcía y gemía sintiéndose tan maleable entre las manos contrarias que parecían quemarle la piel con su toque, era su lado omega entregándose sin dudas a aquel alpha por el que albergaba profundos sentimientos.

Ya ninguno de los chicos estaba en sí, su lado racional les abandonó hace tiempo dejando al mando a sus lobos, que más que gustosos aceptaron su rol en ese mundo, pero sobretodo, porque lo hacían con la persona a la que amaban.

Fue cuando llegaron a la cúspide del placer que Mayu enterró los dientes en el desprotegido cuello de Mikoshiba, gimiendo con voz gutural sin separarse del otro enviando como vibraciones placenteras su voz ahogada. El ojirubí gritó ruidosamente en respuesta a la vez que eyaculaba sobre la cama, tanto era el placer que sentía que el dolor de su cuello pasó desapercibido, ya que el único dolor placentero que experimentaba por el momento era el del nudo que impedía que se separaran.

La cálida esencia de Mayu parecía quemarle por dentro, un sentimiento de satisfacción le embargó al saber que el alpha al que tanto amaba le había anudado.

Por su parte, el azabache sonreía inconscientemente sintiéndose feliz, pues el interior del pelirrojo parecía querer exprimirle por completo al apretarse alrededor de su falo tras alcanzar el orgasmo, por suerte el nudo impedía que su semen escapara de ahí antes de tiempo y, entonces, habría más posibilidades de que el pelirrojo se embarazara y tuviera a sus cachorros.

Mayu abrió los ojos de golpe ante ese pensamiento, cayendo en cuenta de lo sucedido miró alarmado su alrededor, la mayoría de la ropa de ambos estaba esparcida por el suelo y la cama estaba hecha un desastre.

Sus irises viajaron de la habitación hacia su acompañante, y cuando su mirada se posó específicamente en la herida sangrante en su cuello el miedo comenzó a invadirlo.

Mikoshiba, todavía unido a él y ajeno al pánico que Mayu sentía, temblaba de vez en cuando suspirando satisfecho, puesto que se sentía muy sensible tras alcanzar el clímax, cualquier estímulo le hacía estremecer por muy pequeño que fuera.

El ojirubí se giró sonriente a verle, pero al notar la expresión de miedo del otro salió de su ensoñación.

-¿Pasa algo, Mayu?- su voz omega salió a flote pues quería saber qué era lo que preocupaba a su alpha.

Sentía al azabache temblar detrás suyo y debido al nudo permanecían en una posición en la cual no podían verse bien a la cara, por lo que el omega no entendía lo que pasaba.

De pronto, Mayu le abrazó por la espalda pegándole a su pecho. Sintió el cuerpo tembloroso del chico contra el suyo, Mikoto pudo notar la desesperación en aquel abrazo y aún más cuando Mayu comenzó a llorar contra su cabello.

-L-Lo siento mucho, M-Mikoto-san.- dijo con profundo arrepentimiento, pues en su mente era la peor persona sobre la faz de la Tierra.

Desde niño había visto numerosos reportajes y noticias en la televisión donde el patrón eran los desgarradores testimonios de omegas contando la traumática experiencia de ser sometidos y marcados en contra de su voluntad por algún alpha con el cual desafortunadamente se cruzaron estando en celo y ahora estaban unidos de por vida sin ser capaces de oponerse.

Su familia le había criado lo mejor que pudo para evitar que Umetarou y él cometieran aquel terrible acto, y él lo había hecho.

Le había hecho lo mismo que aquellos horribles alphas de los que oía en la televisión, había tomado y marcado a un omega indefenso, le había reclamado como suyo cuando Mikoto estaba indefenso sin ser capaz de oponerse.

No merecía el perdón del pelirrojo, estaba seguro que una vez pasara el celo le repudiaría, él no soportaría que Mikoshiba le despreciara, pero era justo por la cosa tan horrible que le hizo.

Sus sollozos retumbaban en los oídos del omega, que seguía sin comprender del todo el motivo de su llanto.

-L-Lo siento, lo siento tanto, Mikoto-san.- su cuerpo se sacudía, temblaba a causa de sus irrefrenables sollozos.

Mikoshiba parpadeó sin comprender del todo la situación, su conciencia poco a poco volvía a él permitiéndole ir uniendo los puntos para entender lo que pasaba.

La ropa en el piso, la molestia del nudo en su interior y la dolorosa punzada en su cuello fueron suficientes para que cayera en cuenta de la situación en la que se hallaba.

Acababa de ser marcado.

Marcado por Mayu.

Como si le hubieran propinado un puñetazo, un golpe de realidad llegó a Mikoto, tanta fue su sorpresa que le hizo olvidar por un momento el celo que todavía invadía su cuerpo y su mente se centró en lo que acababa de acontecer entre los dos.

El pelirrojo se llevó una mano a la boca al mismo tiempo que veía bien su alrededor, definitivamente pasó algo que no debía de pasar.

Pasó lo que menos quería que sucediera que era meterse con el hermano menor de su amigo, algo que siempre quiso evitar, y no solo eso, sino que Mayu le había marcado en el calor del momento.

No es que el menor de los Nozaki le resultara mal parecido, al contrario, le atraía demasiado, pero al omega le hubiera gustado que si algún día hubiera intentado algo con él no fuera en esas circunstancias.

Y el pelirrojo no se podía perdonar eso, Mayu tenía tanto por delante y ahora estaba ahí atrapado, no solo eso, estaba estancado con él, un omega que probablemente no era lo suficientemente bueno para alguien con un futuro deportivo tan brillante por delante.

Parpadeó numerosas veces tratando de hallar su voz y poder decir algo, lo que fuera.

Y cuando la encontró solo pudo murmurar:

-Perdón, Mayu.

El nombrado dejó de temblar un momento, para después mirarle con incredulidad al no entender porque se disculpaba, de manera inconsciente apretó su abrazo.

-¿A qué te refieres, Mikoto-san?- dijo con voz trémula.

-Esto pasó por mi culpa, Mayu.- soltó con decepción y sin fuerzas en su voz mientras se culpaba mentalmente por lo acontecido.-Como omega debería de prestar más atención a estas cosas, si lo hubiera hecho esto no habría ocurrido.

Los orbes oscuros del otro se abrieron alarmados tras escucharle.

-¡No, Mikoto-san! ¡No digas eso!- gritó el menor con desesperación en su tono, no podía permitir que el otro creyera que era el culpable de aquello cuando no lo era, si la culpa debía de recaer en alguien debería ser en el mismo por sucumbir a sus instintos y hacerle daño a quien más amaba.-¡Esto no es culpa de los omegas, los alphas deberíamos ser capaces de controlarnos! ¡No deberíamos usar como excusa los instintos cuando cometemos actos tan horribles!- le tomó de los hombros con sus manos que temblaban de impotencia, pues sentía que decía la verdad, su pulgar rozaba ligeramente la herida en la piel del otro, Mayu solo podía observarla con dolor.-¡Así que no digas eso, Mikoto-san! ¡Culpame a mí, solamente a mí!

El moreno suplicó con voz quebrada.

Mikoshiba oía la respiración agitada del menor que poco a poco dio paso al llanto, el omega no pudo evitar sentirse mal, Mayu se culpaba demasiado.

Ambos habían sucumbido, no era la culpa de ninguno, al menos no para Mikoshiba, que a su punto de vista ninguno tenía enteramente la culpa.

Solo atinó a tomar las mano en sus hombros y le jaló para atraerlo de nuevo a su cuerpo teniendo otra vez los brazos del alpha rodeándole.

-Shhh, deja de decir eso, Mayu.- dijo con voz calmada dando leves palmadas en las manos del otro. A pesar de aparentar estar tranquilo, la verdad era todo lo contrario, el ojirubí también estaba intranquilo, pero viendo el estado de su acompañante se sentía con la obligación de ser quien mantuviera la calma.

Le tomó un par de segundos saber qué decir a continuación y luego prosiguió.

-Sé que crees que has cometido un delito, pero no ha sido así. No te castigues diciendo esas horribles cosas, tú no eres como esos alphas.- trató de hacerle ver que no estaba enojado, que no pasaba nada.

Pero Mayu no lo consideraba así.

-Mikoto-san, no trates de defenderme, sé que lo que hice estuvo mal y aceptaré las consecuencias, a-aun si no quieres v-volver a verme.- musitó con pesar contra sus cabellos escarlatas, el temblor de sus labios provocó que tartamudeara lastimeramente, algo que jamás imaginó presenciar el omega.

Ese no era su Mayu de siempre.

-¿Pero qué dices? ¿Como no voy a querer verte de nuevo?- su ceño se frunció ligeramente al mismo tiempo que se giró como pudo para mirarle ofendido.-A-Ahora eres mi alpha, y no podría estar más feliz.- soltó sin percatarse.

Lo último salió como un susurro que denotaba dulzura, dio un salto cuando cayó en cuenta de ello, era su omega hablando por él y dejándole en descubierto. Ni en un millón de años se habría atrevido a decir eso.

De repente, sintió como los brazos de Mayu se aflojaban y como este se apartaba ligeramente producto del escepticismo que le provocó su declaración.

Mikoto sabía que su omega interior podía decir todo eso porque no estaba viendo de frente al pelinegro, porque si lo tuviera cara a cara dudaba que aquello pudiera salir de su boca con tanta facilidad.

-Mikoto-san, ¿Eso qué significa?

El aludido podía asegurar que notaba esperanza en la voz del menor, una esperanza que quizás le prometía al otro una oportunidad para redimirse de su pecado y ser perdonado por él; y sintiendo que no le quedaba de otra más que aceptar lo que su omega interior dijo, y para ayudar al pelinegro a deshacerse de ese cargo de consciencia que le invadía, se giró ligeramente para tratar de verle.

Sin embargo, su objetivo inicial fue dejado en el olvido cuando sintió un alivio enorme, que se debía a que el nudo se había desvanecido permitiéndole ahora moverse con más libertad. Abrió los ojos a más no poder ante su descubrimiento.

-¡El nudo se fue, Mayu!- le avisó con prisa zarandeando de un hombro al azabache, quien olvidándose por un momento de la conversación y que su pregunta no fue respondida, captó el mensaje del pelirrojo tras mirar a sus ojos que reflejaban urgencia a que actuara, el alpha sabía que debía de hacer.

Mayu se apresuró a salir, con algo de torpeza, del interior del otro, sensación que resultó extraña para el par.

La situación solo pudo volverse más incómoda cuando al momento de sacar su miembro vieron como hilos de fluidos bajaban por la retaguardia del pelirrojo, quien solo pudo sonrojarse intensamente a causa de la vergüenza.

Ahora que ambos podían mirarse a la cara las palabras no fluían, no sabían que pasaría de ahora en adelante. El futuro parecía tan incierto en ese instante.

Siendo conocimiento general que solo tomaba un par de minutos que el celo volviera a presentarse una vez pasado el primer nudo, sabían que lo primero que debían de hacer si querían evitar que aquello se convirtiera en algo más grave. Quizás si tenían suerte, y si alguna divinidad estaba de su lado, ese primer encuentro no resultaría en embarazo.

-Hablemos de esto cuando mi celo pase.- espetó con brusquedad el omega, casi con frialdad, el más alto le miró con sorpresa cuando le oyó decir eso con aquel tono. Quiso replicar, preguntar a qué se debía tan repentino cambio de humor, no obstante, el pelirrojo se lo impidió con un gesto de su mano.-Sal pronto, por favor. Siento como mi cuerpo vuelve a calentarse.

El Nozaki no tuvo duda de ello, puesto que la pálida piel del mayor volvió a adquirir un tono rosa producto del aumento de temperatura de su cuerpo, le vio darle la espalda, para luego proceder a cubrirse con la cobija y hacerse en un ovillo removiendose en un intento por ponerse cómodo.

Y no quedándole de otra más que obedecer, Mayu asintió y procedió a recoger su ropa y vestirse con rapidez para salir de ahí cuanto antes.


Sakura mantenía la mirada clavada en el techo de la sala, si bien las luces estaban apagadas ella no se creía capaz de dormir esa noche.

Hace horas que Nozaki y ella habían cenado, incluso trataron de hacer cualquier cosa que pudiera distraerles de lo que pasaba en la habitación de al lado, pero nada daba resultado.

No dejaban de pensar en Mikoshiba y Mayu. La pelirroja giraba en el futón que Umetarou le había prestado para dormir, ambos estaban en la pequeña sala a espera de que en algún momento su amigo necesitara de ellos, e incluso estaban dispuestos a entrar a la habitación y luchar contra Mayu de ser necesario una vez llegara el primer descanso después del anudamiento. Pero ya había pasado mucho tiempo, la chica dudaba que aquello terminara pronto, quizás no saldrían de ese cuarto hasta pasados unos días cuando el hambre y sed les hicieran ignorar el celo.

Apretó los labios en un pequeño puchero y cubrió su rostro con impotencia pues, desde su punto de vista, de nada servía que estuviera ahí.

-Sakura- la grave voz del mangaka se escuchó deteniendo sus cavilaciones, ella se giró a verle.-, ¿no puedes dormir?

Ella negó con la cabeza.

-No.

Era algo obvia la respuesta siendo que todavía era temprano para dormir, cerca de la diez de la noche si no se equivocaba.

-Ya veo- soltó él.-, yo tampoco puedo dormir. Estoy preocupado por ellos.

Chiyo no dijo nada en espera de que siguiera hablando.

-Yo…- hizo una pausa que se extendió durante más de diez segundos, parecía luchar por encontrar las palabras correctas. Negó con la cabeza y prosiguió.-Lo siento mucho, Sakura.

Pronunció con pesar, la chica le miró de inmediato sin comprender a que se debía tan repentina disculpa.

-Les fallé a ti y a Mikoshiba- dijo logrando sorprender a la otra, que se tensó en su sitio después de oírle.-, sabemos que puedo resistirme a las feromonas de los omegas y aun así nos detuvimos a comprar esa estúpida vela. Si no lo hubiéramos hecho podríamos haber llegado a tiempo y evitado esto.

La voz de Umetarou demostraba enojo, frustración, aflicción.

Sakura podía entender perfectamente que era lo que molestaba al chico, al igual que ella, Nozaki sentía que aquella situación podría haberse evitado y se culpaba de ello.

Más la frustración del alpha iba más allá, era igual a la que ella sentía, pero al mismo tiempo era muy distinta.

Al ser el único alpha en su pequeño grupo de amigos, él por instinto había adoptado el papel del protector de la manada, por eso Nozaki por primera vez entendía a la perfección el sentimiento de culpa del cual solían hablar los alphas adultos, ahora comprendía cómo se sentía el fallarle a su manada al no estar ahí para brindar protección.

No estuvo ahí para cuidar a Mikoshiba en su momento más vulnerable y por eso ahora estaba pagando con toda su manada sufriendo, notando especialmente como la pequeña pelirroja destilaba desde su inconsciencia el desasosiego que invadía su cuerpo.

Apretó sus puños con impotencia, nunca se había comportado como un alpha, nunca le había dado importancia a ese aspecto de su persona, había vivido ignorando ese aspecto durante casi toda su vida, pero esa noche parecía que su cerebro se lo echaba en cara, le carcomía la cabeza el saber que como alpha falló por completo.

Y si eso no era suficiente todavía tenía una preocupación aún mayor.

-Nozaki-kun...- le llamó con duda la chica, su voz sirvió momentáneamente para distraerle.

-¿Hmm?

-¿Qué pasará cuando ambos salgan de la habitación?- le preguntó con agobio.-¿Qué harás con Mayu?

Y ahí estaba su mayor interrogante, lo otro que ocupaba su mente.

¿Que haría una vez pasara el celo de Mikoshiba y tuvieran que verlos salir de su habitación?

Lo normal sería reaccionar de mala manera, para luego golpear y echar del apartamento a la persona que se atrevió a hacerle aquel terrible acto a su amigo, por osar a meterse con los suyos y herirles.

Pero esta era otra situación, era Mayu de quien se estaba hablando, su adorado hermano menor.

Aquel al que protegió de niño de bravucones, aquel que le veía como un buen hermano mayor y le apreciaba muy a su manera.

¿Cómo se supone que debería de reaccionar a esto si todavía le costaba creer que esto realmente estaba ocurriendo? Todo era tan surreal para Umetarou.

¿Cómo se suponía que podría tomar un bando si no creía poder ser imparcial?

¿Por qué la vida le estaba obligando a tener que escoger entre su mejor amigo y su hermanito?

¿Estaría del lado de Mikoshiba o de Mayu? ¿Se inclinaría más por lo correcto o por defender a su sangre?

Mikoshiba era una víctima de las circunstancias, había ido a su apartamento en busca de protección, pero no contó con que se encontraría con un depredador, y Mayu es su hermano, el que sin embargo cometió algo grave por lo que debía de asumir las consecuencias y Umetarou no podía hacerse de la vista gorda.

Era un dilema moral demasiado grande.

En el fondo deseaba no tener que lidiar con eso, no tener que ser él quien estuviera en esa situación de elegir, porque sea cual sea su decisión tenía el presentimiento de que estaría fallandole a uno de los dos.

Sakura seguía mirándole expectante, ansiaba su respuesta, pero Nozaki no podía mentirle a ese par de orbes amatistas que le observaban con tanta intensidad, no podía darle una respuesta que no tenía.

-Yo… sinceramente no lo sé.- contestó inseguro mientras apartaba la mirada.

Sabía que esa respuesta había decepcionado a su amiga, seguramente ella había esperado que diera una solución, que dijera algo que ayudara a deshacerse de la incertidumbre que reinaba el ambiente.

La omega había recurrido a él en busca de palabras que pudieran tranquilizarla y como alpha no supo dárselas.

No podía fingir que tenía la cabeza fría, que él no estaba igual de afectado que ella por todo esto.

-Supongo que esto te tiene mal, ¿no es así, Nozaki-kun?

El estudiante dirigió su mirada de inmediato hacia ella, sorprendido por sus palabras, Chiyo le miraba comprensiva. Ella entendía que la cabeza del mangaka estaba hecha un lío, sería desconsiderado de su parte no hacerlo.

-No te apures, solo quería saber que pensabas. Probablemente estás muy preocupado, tanto por Mikorin…- sus miradas conectaron de una forma única, especial pero que ambos pasaron por alto.- como por Mayu.

El corazón de Umetarou martilló con fuerza dentro de su pecho a la par que su respiración se contuvo en sus pulmones.

Su boca se abrió con la intención de hablar, cuando de pronto, sin que ellos se lo vieran venir, unos pasos pesados pasaron junto a ellos.

Alarmados ante la idea de un intruso, se levantaron para ver de qué o quién se trataba, grande fue su sorpresa cuando reconocieron al tercero en la habitación como Mayu.

El joven alpha había salido del cuarto de Umetarou sin que lo notaran y cruzado la pequeña sala entre tropiezos y zancadas dirigiéndose al cuarto donde Mikoshiba solía guardar sus pertenencias, o al menos eso intentó hacer ya que el celo le estaba dificultando la tarea al estar surtiendo nuevamente efecto en él, se notaba que le estaba costando mantener a raya sus instintos de volver con el omega. Su fuerza de voluntad comenzaba a doblegarse, tropezando trató de reanudar su camino.

Dio una gran bocanada de aire antes de por fin tomar el impulso para dar los últimos pasos que le separaban de ese cuarto, dentro del cual se encerró apenas puso ambos pies en su interior.

Umetarou y Chiyo, tras ver la lucha del menor para entrar al cuarto de figuras de Mikoshiba, con más razón se levantaron de un brinco de sus futones.

-¡N-Nozaki-kun! ¡Ve con Mayu, yo iré con Mikorin!- le ordenó ella, el otro asintió de acuerdo debido a que era mejor que él se encargara de su hermano.

Y una vez decidido que haría cada quien, se apresuraron a actuar yendo cada uno por su lado: la omega a auxiliar a su amigo y el alpha a tratar con su hermano.

Solo que, tanto Umetarou como Sakura, no supieron cómo reaccionar a la noticia del lazo.


Hola a todos, este es mi primer fic de este fandom así que espero que no me haya quedado muy Ooc.

La verdad este one-shot empezó con una idea muy distinta, conforme fui escribiendo me alejé de ella y este terminó siendo el resultado, esto iba a ser más largo pero vi que ya llevaba más de 8000 palabras y decidí cortarle xD

Quizás un día me anime a publicar lo que pasó después de que Nozaki y Sakura se enteraran del lazo.

Pido perdón por los errores de ortografía que haya pasado por alto.

Y sin más que agregar, hasta la próxima.