A Milo se le ha dicho una y otra vez que aprenda a cerrar la boca, o en su defecto, a medir su lengua cuando su opinión no se le pide.

NO LO ENTENDERÍAS

El entrenamiento se pospuso, la amistosa contienda del inicio del día terminó por ser tormento y calvario de los jóvenes aprendices, y todo porque Milo, sí, el mismísimo e imprudente Escorpión en un mal chiste sacó al ojo del público de que las nuevas generaciones ya no era como las de antes, dando a entender que los recién integrados aprendices que se jugaban el pellejo en el centro del coliseo eran como unos tontos polluelos que se cobijaban bajo el ala de mamá cuando su misma debilidad les imposibilitaba vencer a su enemigo, y para probar su teoría amenazó con la punta de Antares de que nadie de los aprendices allí presentes lograría asestarle un golpe en la cara.

Naturalmente, la reacción de los jóvenes aprendices fue la de un abominable repudio y el rechazo a las palabras del Escorpión se vino a ver cuando cientos de cuerpos de escasas formas atléticas se arremolinaron torno a su agresor para luego abanlanzarse sobre de él persiguiendo el intento de molerlo a golpes. Y dígase intento porque de nada les sirvió cerrar el puño; cuando los aprendices perfilaban la mano para chocar sus nudillos contra la barbilla de Milo, éste ya les había embestido cual bestia salvaje y ametrallado el culo con su filoso Antares.

El llanto que se hizo de oír como el estruendo de un relámpago en el cielo importunó el sueño de su señoría. A la velocidad del rayo su Ilustrísima abandonó la comodidad de su lecho y cuando fue asomar la cara al coliseo para atestiguar lo que pasaba, quedó de a piedra y horrorizado con lo que sus sacras pupilas bebían a pestañeos. Más allá de la sangre que como largo y tendido tapete formaba rojizos grumos en la arena, era el desencajado rostro de los nuevos aprendices quienes presas del sufrimiento se retorcían del dolor y clamaban a gritos piedad buscando el cobijo de algún caballero que se tentase el corazón por ellos.

El Patriarca no consintió los actos de su subordinado y queriendo impresionar al público que expectante le seguía con la mirada cada uno de sus movimientos, se fue a plantar delante de Milo. En un giro inesperado, le zampó tremenda cachetada y tomándole de los flecos lo fue arrastrar a su habitáculo. Concertó a una reunión de emergencia y una vez que los once caballeros de oro restantes formaron filas delante suyo, acusó a Milo de ser un barbárico e indolente ser humano que no cumple con las normativas del Santuario. A esto el Escorpión se defendió manifestando que todo por cuanto dijo el Patriarca era mentira y, por si acaso traía el pendiente, la cachetada ni le dolió. Bastó eso para que el Patriarca solicitara el amabilísimo apoyo de Saga. —Llévatelo a Cabo Sunion—fue lo perentorio de su instrucción. El gemelo sin alguna objeción cumplió con la indicación. Una vez que puso a Milo tras las rejas, en un última mirada a su compañero, volvió el rostro hacia él y le preguntó con la duda en ebullición: — ¿Por qué lo hiciste?

Milo resopló un triste: No entenderías.

Fin.


Agradezco la lectura :)