En algún lugar del futuro*

Annabeth trataba de no entrar en pánico.

Había pasado por dos guerras, una misión en solitario y el maldito Tártaro, conocía todos los horrores del mundo mitológico —también muchos del mundo mortal— y aun así su corazón no dejaba de latir como si fuera a salirse de su pecho.

Lo más irónico de todo es que era una adulta, por el amor de los dioses. Tenía una vida establecida en Nueva Roma, tenía una casa que compartía con Percy, ambos habían superado bastantes cosas y estaban en esta parte de tratar de tener una vida normal.

Y aun así estaba sudando frío.

No sabía cómo había pasado, bueno, claro que sabía, pero ese no es el punto.

El punto es que estaba aterrorizada por lo que vendría después.

Nunca se vio a sí misma como una madre, pero ahora parecía que podría ser una opción.

Así que como era lógico, entró en pánico e intentó que todo fuera igual que antes, por lo menos en lo que descubría que hacer y como decírselo a Percy.

Lógicamente sabía que la noticia sería bien recibida, desde que era un adolescente —y desde que descubrió el Campamento Júpiter— Percy había pensado tener familia, y claro que lo habían hablado, pero una cosa era tenerlo de un modo hipotético y otra muy distinta, que se convirtiera en realidad.

Así que dejó la prueba en donde sabía que Percy no la iba a encontrar y se puso a hacer todos los pendientes que tenía del trabajo.

La farsa le duró unas cuatro semanas, todo un récord personal, si se lo preguntas.

Obviamente no fue fácil, tuvo que pasar la mayor parte del tiempo en su trabajo o haciendo cualquier otra cosa que involucrara no estar en su casa, se levantaba antes que Percy y se iba a acotar mucho después de que él lo hiciera.

Había cancelado un par de citas con él y realmente no habían hablado mucho. Percy le daba una mirada con una mezcla de sospecha y dolor, pero parecía que ella no podía parar. Aun así, su novio le dio el espacio suficiente para ella pudiera hablar con él cuando estuviera lista.

Sin embargo, conforme se iba acercando el cumpleaños de Percy y su aniversario, la tensión se hacía más grande.

Un par de días antes del 18 de agosto había peleado y ni siquiera recordaba por qué, pero recordaba la sensación de hundimiento que había tenido durante la discusión.

No era como que nunca pelearan, pero normalmente eran mejores en la comunicación. Claro que esta vez pudo haber sido un poco culpa de Annabeth. Un poco.

Así que no llegaron con una muy buena actitud a la celebración que había organizado Sally.

Intentaron parecer normal, pero al parecer fracasaron de manera espectacular, ya que durante todo el evento les habían lanzado miradas preocupadas a ambos, como si trataran de armar el rompecabezas de lo que estaba pasando con ellos.

Al principio nadie lo pudo armar, les faltaba una pieza muy importante.

Sally fue la primera en descubrirlo —no le debió de sorprender—, a veces pensaba que la mujer tenía un sexto sentido o algo así.

—Cariño —dijo Sally con una voz dulce.

Fue como si un interruptor se encendiera, de repente Sally la estaba consolando mientras ella decía cosas que no entendía.

Siempre se había enorgullecido de pensar con la cabeza fría, pero esta vez por más que lo quisiera, parecía que no podía mientras algunas lágrimas caían.

Sally le susurraba palabras tranquilizantes asegurándole que todo estaría bien, y Annabeth se sintió más ligera que en mucho tiempo. En todo el tiempo que llevaba de conocerla, siempre había actuado más como una madre, que su propia madre.

Sally había estado en primera fila para felicitarla cuando acabó sus estudios, la llevó a festejar cuando se quedó en la universidad, le había dado consejos cuando su padre no estaba de acuerdo en algo, la ayudó a decorar su dormitorio y posteriormente su departamento, todos sus cumpleaños los festejaba con pastel que ella misma hacía, le hizo una mini fiesta cuando consiguió el trabajo que tanto quería, parecía casi poético que ella fuera la primera en enterarse que será abuela.

—¿Percy lo sabe?

Annabeth negó con la cabeza y la comprensión se fue formando poco a poco en su mirada.

—Tienes que hablar con él, cariño.

—Lo sé.

—Todo va a salir bien —dijo Sally y le dio una enorme sonrisa, se quedaron charlando un poco sobretodo para que no pareciera que Annabeth había llorado.

Cuando al fin salieron, Sally parecía el gato que se había comido al canario, pero había prometido guardárselo para sí misma.

Percy les dio una mirada llena de preocupación y se acercó vacilante. —¿Todo bien?

—Por supuesto cariño, todo perfecto.

Annabeth solo pudo asentir débilmente.

Un par de horas después estaban de regreso en su casa, afortunadamente sin incidentes relacionados con monstruos. Aunque de nuevo la tensión había estallado.

—Está bien —dijo Percy en cuanto entraron a la casa—. Necesito que me digas que está pasando.

—Yo…

—Porque si tiene que ver con nosotros, necesito saberlo…

—Sí lo hace, per-

—¿Acaso quieres terminar? —preguntó Percy.

Las palabras murieron en los labios de Annabeth, eso estaba muy lejos de lo que quería hacer.

—¡¿Qué?! —La voz de Annabeth sonó un poco más alta de lo normal.

—Has estado actuando tan rara, me evitas, parece que quieres estar en cualquier lugar menos aquí y no sé que hice… —Percy empezó a divagar.

—Percy…

—Siento que no te he visto en años y quedamos que todo lo que pasara lo íbamos a resolver juntos.

—Percy —volvió a intentar Annabeth.

—Así que por favor explícame qué está pasando porque no…

—¡Percy! —gritó Annabeth, porque si no, no habría manera de pararlo —¡Vamos a tener un bebé!

La boca de Percy se cerró con un click audible.

La casa quedó sumida en un silencio incrédulo y no iba a negarlo, Annabeth se estaba poniendo nerviosa.

Mientras más tiempo duraba el silencio, más se sentía asfixiante el ambiente.

—¿Es en serio? —preguntó Percy en voz baja.

Annabeth evitó por poco poner los ojos en blanco, ¿por qué le mentiría? Sin embargo, se limitó a asentir.

—¿Es por eso que has estado actuando tan rara?

Otro asentimiento.

Se dio cuenta que Percy quería sonreír, pero también se veía preocupado.

—¿Lo quieres? ¿Quieres que hagamos esto? —preguntó con seriedad, mirándola a los ojos, pudo sentir la sinceridad de sus siguientes palabras—. Estoy contigo en lo que quieras.

Una ola de amor la invadió.

Había tenido mucho tiempo para pensar y sabía que lo hacía, pero necesitaba decirlo en voz alta.

—Quiero hacerlo.

Percy sonrió de oreja a oreja, la abrazó como si no fuera a soltarla nunca. —Te amo.

—Yo también te amo.

—Podemos afrontarlo todo siempre y cuando estemos juntos —prometió Percy.

Annabeth sonrió y lo besó, como si ella tampoco lo fuera a soltar.

Hubo momentos buenos y otros no tantos.

Recibieron un montón de felicitaciones por parte de sus amigos y familia. Percy había logrado que alguien hiciera una mini playera del Campamento Mestizo, que fue la cosa más adorable que había visto.

No todos los dioses recibieron tan bien la noticia, Poseidón había mandado durante el paso de los meses un montón de regalos nada baratos.

Atenea le dijo cuando decepcionada estaba de ella, pero no era algo que no le hubiera dicho antes.

Algunos más paranoicos como Zeus no estaban contextos, pues no sabían si sería un semidiós poderoso, sin embargo, todavía no podía hacer nada porque podría provocar una guerra con su hermano. También les preocupaba mucho Hera, ya que Annabeth no era de sus semidiosas favoritas, afortunadamente parecían tener a Artemisa de su lado.

Cuando gracias a los chicos de Apolo se enteraron que era un niño, arreglaron juntos la habitación del bebé, platicaron sobre nombres, ambos estaban de acuerdo en honrar a las personas que ya no estaban y que de una forma u otra los habían llevado hasta donde estaban.

Luke fue el primer nombre en salir a colación, pero ninguno de los dos se sentía especialmente cómodo con ese nombre, así que tan rápido como salió, fue descartado.

Luego recordaron a un gran amigo, el único semidiós que sabía de los sentimientos de Percy por Annabeth, quién lo animaba, pero no pudo verlos juntos, ya que se sacrificó para que Percy pudiera salir de aquel barco.

Charles Jackson-Chase nació el cinco de marzo, tenía los ojos grises y una pelusita rubia como cabello.

Era el niño más adorable del mundo.

Estaban dispuestos a hacer todo por él.

No podían ser más felices.