Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer, la trama es completamente mi invención.

Capítulo 49

Alargué las piernas y hundí la cabeza en la almohada.

No tenía ganas de salir de la cama. Mis músculos estaban pesados, y mi cerebro aún no procesaba del todo que el juicio había terminado y que pronto regresaríamos a Connecticut.

Edward se había levantado temprano para llevar a sus padres al aeropuerto. Emmy y yo habíamos seguido durmiendo, pero ahora me encontraba atrapada entre las sábanas, girando de un lado a otro, sin poder ignorar la sensación incómoda que se arremolinaba en mi estómago.

Y entonces, sin previo aviso, una ola de náuseas me golpeó con una fuerza brutal.

Pateé las sábanas y corrí al baño, apenas logrando inclinarme sobre el inodoro antes de vaciar el contenido de mi estómago. La sensación de asco y debilidad me recorrió el cuerpo entero. Me sujeté del borde del lavamanos, sintiendo mis piernas temblar.

El reflejo en el espejo no me tranquilizó en absoluto. Tenía el rostro pálido, los ojos vidriosos y el cabello hecho un desastre.

Unos golpes en la puerta me hicieron sobresaltar.

— Bella, ¿estás bien? —Lauren. Su voz se escuchaba preocupada al otro lado.

Me enjuagué la boca con agua apresuradamente y abrí la puerta, evitando su mirada.

Lauren me observó con los brazos cruzados y una ceja en alto.

— Llevas dos días vomitando —dijo, sin rodeos—. ¿No has pensado en hacerte una prueba de embarazo?

El mundo pareció inclinarse bajo mis pies.

Mi mente comenzó a correr en mil direcciones al mismo tiempo.

Mi regla… no había llegado.

Desde que tomé la pastilla de emergencia, no había prestado atención a mi ciclo. Simplemente asumí que mi cuerpo se estaba regulando otra vez.

Pero ahora, la verdad me golpeó con la sutileza de un tren en marcha.

No usaba anticonceptivos. Y los condones podrían…

Edward y yo éramos increíblemente activos.

Mi mente estaba completamente nublada.

Mi respiración se volvió errática.

— No puede ser… —susurré, llevándome una mano a la frente.

Lauren chasqueó la lengua, rodando los ojos.

— Bella, la única forma de saberlo es haciendo la prueba.

Pero yo no podía moverme.

El miedo se asentó en mi pecho como un peso insoportable.

El olor desagradable a café hervido se coló en mis fosas nasales, era sumamente asqueroso.

Arrugué la nariz.

Mi estómago permanecía revuelto por tanto estrés, para seguir añadiendo más preocupaciones a mi vida.

Traté de no pensar en mi periodo.

Negué con la cabeza y di media vuelta caminando a la cocina. No quise responder a mi amiga.

— Nada pierdes con hacerte un test de embarazo y salir de dudas.

Emmy llegó corriendo: aún seguía en pijama, descalza y con el cabello desordenado. Me ofreció su vaso entrenador, ella misma había dejado el biberón y ahora amaba su vaso.

— Mami, quielo leche —pidió dulcemente.

— Bueno, sí, quizás estoy exagerando —dijo Lauren—. Porque seguramente desde que pasó esa vez que usaste la pastilla de emergencia empezaste a cuidarte… ¿no?

El sentimiento de culpa me invadió. Me llené de miedos y dudas, porque yo no podía ser tan estúpida.

Presa de frustración me acuclillé ante mi bebé. Emmy tenía dos años, era una bebé que necesitaba de mis cuidados, apenas había dejado de usar pañal y también el biberón, pero aún así me necesitaba, no podía hacerle esto y…

Suspiré cuando sus diminutos dedos atraparon mis lágrimas.

— Mami —su puchero sobresalió— ¿polque llolas?

Sus ojitos se volvieron vidriosos por las lágrimas retenidas. Emmy iba a llorar junto conmigo.

— No llores, por favor, mi pequeña calabaza —la abracé fuertemente, queriendo soltar todos mis miedos y a la vez aferrándome a ella como mi única ancla.

Lauren sirvió su leche, dejando su vaso entrenador en la encimera.

— Iré a la farmacia —anunció mi amiga sin dejarme responder.

.

Las dos pruebas estaban sobre el lavabo.

Lauren y yo nos quedamos de pie frente a ellas, en completo silencio.

Mi corazón latía tan fuerte que podía sentirlo en los oídos. Sentía las manos heladas, la boca seca. Emmy jugaba en la sala con sus muñecos, ajena a la tensión que nos envolvía.

— ¿Cuánto tiempo hay que esperar? —pregunté, sin despegar la vista de los test.

— Cinco minutos —respondió Lauren, revisando el empaque.

Cinco minutos. Una eternidad.

Me crucé de brazos, tratando de controlar mi respiración. Lauren estaba a mi lado, igual de inquieta. Había decidido hacerse una prueba también, "por si acaso", decía, pero yo sabía que lo hacía más para acompañarme en la angustia. Lauren estaba sola desde hace más de un año, así que ella solo estaba siendo una buena amiga.

— ¿Sabes? Podríamos mirar TikTok o algo para distraernos —sugirió.

— No puedo —murmuré—. Quiero salir de esto ya.

Me mordí el labio. Me sentía egoísta, pero la verdad era que no podía con otro bebé. No ahora. No cuando apenas estaba aprendiendo a manejar mi vida con Emmy. No era ahora, cuando por fin tendría una vida normal, una familia.

Los minutos pasaron lentamente.

Cuando el temporizador del celular sonó, Lauren y yo intercambiamos una mirada.

— ¿Las ves tú o yo? —pregunté, sintiendo un nudo en la garganta.

— Las vemos juntas. A la cuenta de tres.

Asentí.

— Uno… dos…

Tragué saliva.

— Tres.

Nos inclinamos al mismo tiempo sobre el lavabo.

Negativo.

Negativo en las dos pruebas.

Mi cuerpo se desplomó de alivio. Solté un suspiro que no sabía que estaba conteniendo, y mis rodillas casi flaquearon.

— ¡Dios, gracias! —Lauren exhaló, apoyándose contra la pared—. No sé tú, pero siento que vuelvo a respirar.

— Yo también. —Me pasé las manos por la cara, sintiendo las lágrimas acumulándose, pero esta vez eran de puro alivio.

De la sala, la vocecita de Emmy me llamó.

— ¡Mami, ven!

Me sequé los ojos y caminé hacia ella. Estaba sentada en el suelo, con su muñeca favorita en la mano. Me miró con una gran sonrisa.

¿Tás feliz?

Sonreí de vuelta y me agaché para abrazarla.

— Sí, mi amor. Estoy muy feliz.

Las manos de Emmy se frotaban en mi cabeza de una forma cariñosa.

— ¿Y tu papá?

Lauren y yo sonreímos al mismo tiempo, al darnos cuenta que lo único que a Emmy le interesaba era saber de Edward.

Él prácticamente se había convertido en su mundo entero.

.

La noche había caído y la casa estaba en silencio.

Emmy ya dormía en su cuna, respirando suavemente. Me quedé unos segundos observándola antes de salir de la habitación, asegurándome de que estuviera bien arropada.

Edward estaba en la sala, con el celular en la mano, pero levantó la vista en cuanto me vio.

— ¿Todo bien? —preguntó, percibiendo mi nerviosismo.

Asentí, aunque en realidad no sabía cómo iniciar esta conversación.

— ¿Cuándo regresamos a Connecticut? —cambié de tema.

— Este fin de semana.

— Tengo que decirte algo —solté, sentándome a su lado en el sofá.

Él dejó el celular en la mesa y me miró con atención.

— ¿Qué pasa?

Jugueteé con mis dedos, respirando hondo.

— Me hice una prueba de embarazo.

Su expresión cambió sutilmente, pero pude ver cómo se tensaba.

— ¿Y…?

— Negativa.

Edward parpadeó y exhaló un suspiro, pasándose una mano por el cabello.

— Dios… bien. Digo, no creas que… bueno, simplemente creo que…

— No te preocupes —le dije—. Sé que no estamos preparados para lidiar con otro bebé.

Su alivio fue tan evidente como el mío unas horas antes. Nos quedamos en silencio unos segundos, procesando todo.

— Hemos usado protección —murmuró, recordando él mismo los condones.

— No siempre —aclaré.

— ¿Por qué no me lo dijiste antes? —preguntó, sin enojo, solo con curiosidad—. Supongo que has tenido síntomas o qué sé yo.

— Porque con todo el tema del juicio, mi cabeza estaba saturada —admití—. No había reparado que mi periodo no ha llegado desde hace dos meses.

Edward asintió lentamente y luego me tomó la mano.

— Lo entiendo. Pero, Bella, estamos juntos en esto. No quiero que pases por estas cosas sola.

Sentí un nudo en la garganta. No había sido mi intención excluirlo, pero supongo que aún me costaba compartir mis miedos.

— Lo sé —dije en voz baja—. Lo siento.

Él apretó mi mano con suavidad.

— No hay nada que perdonar. Solo… la próxima vez, dime. Sea lo que sea, lo enfrentamos juntos.

Asentí, sintiéndome más ligera.

Me acomodé contra su pecho y cerré los ojos. Por primera vez en días, sentí que podía descansar de verdad.

Por fin tendríamos nuestro nuevo comienzo…


Hola, bienvenidos al nuevo comienzo de esta trama, quise evitar sacar a Renée y Alice y muchos más, quise centrarme en ellos, solamente. Así que ya en los próximos capítulos esas mujeres volverán a aparecer. ¿Qué les pareció este capítulo?

Gracias totales por leer