Las vacaciones que quedaban pasaron volando y llegó el que era, según Gerald, el peor día del año.
–¡Pero estamos en preparatoria!–dijo Arnold con su ingenuo entusiasmo, como respuesta a las quejas de su mejor amigo.
–Eso significa–dijo Gerald–que nos quedan cuatro, repito–Estiró su mano frente al rostro de su amigo mostrando cuatro dedos–, CUATRO años de escuela ¡Es terrible!
–Exageras
–¿Qué hay, tontos?–los saludó Helga en la esquina en que normalmente se encontraban. Ella también caminaba con su mejor amiga, en ese punto era una tradición llegar juntas el primer día.
Phoebe besó a su novio y siguieron su camino, tomados de la mano.
Helga hizo un gesto de asco, el cual hizo reír a Arnold, quien, haciendo una exagerada reverencia, la invitó a seguirlos. Helga le devolvió la reverencia.
–Los enanos primero–dijo.
–¡Oye! ¡Crecí este verano!–Se defendió el rubio.
Helga se paró junto a él, bastante cerca.
El chico se sorprendió y contuvo el aliento cerrando los ojos. Sintió la mano de ella sobre su cabeza y al atreverse a mirar notó que ella llevaba la mano hasta el puente de su nariz.
–No lo suficiente para alcanzarme, cabeza de balón–dijo con una sonrisa triunfal.
–Algún día–dijo.
–Suerte con eso
Ambos caminaron hacia la escuela, siguiendo a la pareja. Arnold no dejaba de pensar que tal vez sería otro año en que Helga haría bromas a su costa, lo que lo hizo sonreír.
Durante la primera clase les entregaron la lista de cursos y salones, las clases avanzadas y los distintos clubes a los que se podían unir con las fechas de las respectivas pruebas de ingreso y otros asuntos administrativos.
En medio de las explicaciones alguien tocó la puerta y abrió sin esperar respuesta, interrumpiendo.
–Buenos días–dijo una chica con una voz dulce–. Disculpe la demora, soy nueva en la escuela y no encontraba el salón
–Adelante–dijo el profesor–. Chicos...
Lila se aclaró la garganta mirándolo con enfado.
–Y chicas–Rectificó de inmediato el docente–. Denle la bienvenida a esta nueva estudiante–La miró, seguía en la puerta.–. Pasa–Añadió, invitándola.
Entró al salón una joven delgada, que usaba una falda celeste hasta las rodillas y una blusa blanca. Destacaban lo largo de sus brazos y piernas. Su cabello castaño caía suelto hasta la mitad de su espalda y lucia una mirada cansada.
El profesor revisó la lista.
–¿Edith...?–Preguntó.
–Edith McDougal–Completó la chica.
Gerald, Arnold y Helga se quedaron con la boca abierta. ¡Claro que se parecía a Ruth! ¿Sería su hermana?
–Hola a todos, soy nueva en esta ciudad... espero que nos llevemos bien
–Toma–El profesor le entregó las mismas hojas que a los demás y luego escaneó el salón.–. Ve a sentarte ahí–Le indicó el puesto vacío junto a Nadine, detrás de Lila.
Ambas chicas de inmediato la saludaron presentándose y ofreciéndose a guiarla por la escuela hasta que la conociera bien.
El resto de la hora el profesor se dedicó a organizar el curso. Gerald fue elegido presidente de la clase, Eugene vicepresidente y Sheena como secretaria. Curly se sumó como delegado artístico y Stinky como delegado deportivo.
En cuanto la campana sonó, Helga desapareció del salón.
Sheena, Nadine, Lila, Eugene y Curly de inmediato rodearon a la chica nueva.
–¿De dónde vienes?–dijo el pelirrojo.
–Utah–Respondió la chica.
–¿Por qué te mudaste a Hillwood?–Preguntó Sheena.
–Por el trabajo de mamá–Contestó Edith con una sonrisa, luego miró alrededor.
–¿Te gustan las arañas?–Preguntó Nadine al ver un pin de telarañas en su bolso.
–¡Me encantan!
–¡Tengo una tarántula mascota!
–Me encantaría verla algún día
Cerca de la puerta la voz de Gerald destacó.
–Phoebe y yo iremos a las maquinitas–dijo–, ¿Vienes con nosotros, Arnold?
–En un minuto–Respondió el rubio guardando sus cosas.
–¿Arnold Shortman?–dijo la chica nueva.
Todos se quedaron en silencio y el grupo que rodeaba a Edith volteó a ver al rubio.
–¿Nos conocemos?–dijo él, incómodo.
–Oh, no, para nada... mi prima me habló de ti, tal vez la recuerdes, su nombre es Ruth
–¿Ruth McDougal te habló de mí?–Arnold se sonrojó.
–¡Sí! Dijo que eras el chico más amable de esta clase y que podía pedirte ayuda si lo necesitaba
–Bueno–Intervino Lila–, es cierto lo que dijo, Arnold es realmente amable
–Espero que podamos ser amigos–Añadió la chica nueva.
–Claro–Respondió Arnold con una sonrisa nerviosa.–. Deberíamos almorzar todos juntos hoy–Sugirió.–. Podemos mostrarte parte de la escuela y puedes conocer mejor al grupo
–Me encantaría
– ¿Qué les parece?–El chico miró a los demás.
Se mezclaron a coro las respuestas: Es una buena idea/Estoy de acuerdo/Sí, Sí
–Genial. Nos vemos luego–Agregó Arnold, para luego correr hacia la salida.
Phoebe y Gerald lo esperaba en el pasillo, bromeando al respecto casi de inmediato. Los tres se alejaron del salón, mientras la pareja molestaba un poco al rubio.
Esa mañana el centro de atención fue Edith. Era sociable y parecía interesada en integrarse. Para la hora de almuerzo, la mayoría de la clase se había unido a la propuesta de Arnold y en cuanto sonó la campana, un gran grupo se encaminó a la cafetería.
La chica les habló en general de su ciudad, de su vieja escuela y cómo habían decidido mudarse cerca de su familia, pero también preguntó un poco sobre cada una de las personas con las que interactuó, encontrando con facilidad similitudes en sus pasatiempos e intereses.
Entre los que no almorzaron con el grupo estaban el siempre ocupado Lorenzo, Harold, que almorzaba con Patty; Stinky y Sid, que nadie sabía dónde se habían perdido; Helga y Brainy. Estos últimos decidieron retomar sus encuentros en el auditorio, en parte porque era más cómodo y en parte porque la chica descubrió cómo encender el aire acondicionado sin el control remoto, así que era un lugar fresco en esos días en que el calor todavía se sentía.
...~...
Los primeros días la mayoría de la clase comenzó a dispersarse, tratando de tomar los cursos que le interesaban, a la vez que intentaban mantenerse con sus amigos, aunque seguían coincidiendo la mayoría en algunas clases. Phoebe y Nadine tomaron ciencias avanzadas, Phoebe y Helga, matemáticas, Helga y Brainy literatura. Los demás decidieron enfocarse en otras actividades, como los deportes y las artes.
La siguiente semana fueron las inscripciones y pruebas para los distintos clubes. Phoebe se unió al de debate sin problema, mientras que Curly, Eugene y Sheena se unieron al club de teatro. Lila los acompañó a las audiciones, pero decidió de último momento no participar, porque ya tenía bastante con los ensayos de ballet.
Las pruebas del equipo de baseball fueron el martes después de clases. La mayoría de los que quería unirse eran de primer año y uno o dos chicos de cada uno de los años siguientes.
A la hora indicada, el profesor ingresó al gimnasio y miró alrededor.
–Señorita, no puede acompañar a su novio–dijo.
Nadie respondió. Segundos más tarde varias personas voltearon para ver quién era el baboso que no podía despegarse de su chica. Solo cuando sintió todas las miradas Helga comprendió que se refería a ella.
–¿Me habla a mí?–dijo con una risa despectiva–. No saldría con ninguno de estos idiotas, quiero entrar al equipo
–Lo siento, pero las reglas son las reglas y el equipo es solo de chicos
–¡¿Es broma?! ¡Apuesto que soy mejor que la mayoría de estos pelmazos!
Varios comentarios de protesta y algunos chiflidos molestos se elevaron a coro en ese momento.
–¡Ya cállense!–Continuó ella.–. Si me vieran jugar, sabrían que es cierto
–Lo siento, señorita, solo se probarán los que se hayan inscrito en la lista–dijo el entrenador, levantando una tableta que sostenía una hoja.
–Sí, estoy ahí, la séptima
–¿Hache punto Pataki?
–La misma
–Bueno, jóvenes, no haremos las pruebas hasta que ella se retire. Todo el tiempo perdido se lo pueden agradecer a la señorita Pataki de primer año
Otra vez los gritos y silbidos en su contra.
Al otro extremo del grupo, Harold, Stinky y Sid observaban.
–Pero ¿Qué le pasa? Está bien que juegue con nosotros, pero esto es en serio, no es para una niña como ella –Comentó Harold.
–Helga intentando hacer las cosas a su modo, como siempre–Añadió Stinky.
–Debería aprender a actuar como una niña–dijo Sid.
–Pero si es la niña más fea y poco femenina de nuestra clase–dijo Harold entre risas– ¡Parece más un chico!
–Ya dejen de reírse de ella–Intentó detenerlos el más alto.–. Helga es como es
–Miren, parece que Arnold intenta arreglarlo–Añadió Sid–Esto se va a poner bueno
–Helga... –murmuraba Arnold tomándola por la muñeca–. Tal vez sea mejor que te vayas
–¡¿Qué dices?!
–¡Helga, por favor!–Se sumó Gerald.–. No quiero estar aquí toda la tarde
–¡No puede prohibirme jugar!–Protestó soltándose del agarre de Arnold.
–Nunca dejaría a una niña entrar al equipo–dijo el entrenador–. Son lentas, no golpean bien, no lanzan bien, son hormonales e inestables y se lastiman con facilidad
Arnold y Gerald se miraron entre sí, previendo el desastre.
–¡Escúcheme, maldito cerdo sexista!
–¿Me llamaste cerdo?
«¿En serio eso es lo que le duele del insulto?»
–¡Sí! ¿Y qué?
–Te acabas de ganar una tarde en detención y si no te retiras en este instante, cancelaremos las pruebas
Todos la miraban con molestia.
–Ustedes se lo pierden–dijo la chica tomando sus cosas y saliendo de allí, dando un portazo.
Arnold suspiró aliviado de no tener que lidiar con todo el resto del grupo, porque estuvo a un segundo de pararse entre ella y los demás y lo único que lo detenía era su amigo que en su profunda comprensión de sus locuras lo había sujetado por el brazo antes que lo hiciera.
–Que numerito–Comentó el entrenador.–. Bien, continuemos. Dejen sus cosas en las gradas, vamos a empezar con la tortura–Miró a dos tipos que eran claramente de último año.–. Chicos, todos suyos
...~...
Helga atravesó el patio con molestia y rodeó la escuela.
Realmente quería unirse al equipo y sin esa alternativa, no había nada más que le interesara. El periódico escolar lo descartó porque era a la misma hora que tenía sus sesiones con Bliss y era casi imposible que ella moviera su cita a menos que alguno de sus pacientes aceptara intercambiar, cumpliera la mayoría de edad, se mudara de la ciudad o estirara la pata, así que no dependía de ella, bueno, no si quería mantenerse dentro de parámetros legales, claro.
Se sentó en la entrada. Ella y los chicos prometieron que se reunirían con Phoebe ahí más tarde y aunque no estaba de humor para verlos, no quería fallarle a su amiga.
Buscó en su mochila su reproductor de música y ajustando sus audífonos eligió un disco que escuchar ese día. Iba en la segunda canción, cuando notó una sombra que se detuvo al acercarse.
–¿Helga?–dijo una voz suave tras ella.
–¿Qué hay, campirana?–Contestó sin voltear, quitándose los audífonos.– ¿Por qué sigues en la escuela?
Lila bajó un par de peldaños para pararse delante de ella.
–Estaba por irme–Comentó.–cuando vi al señor Simmons con una enorme pila de papeles y luego de ayudarlo me quedé hablando con él
–Ya veo
–¿Y tú qué haces aquí? ¿No eran hoy las pruebas del equipo de baseball?
–Pues, adivina
Lila la observó. La molestia de Helga era tan evidente, que casi podía imaginar un aura maligna rodeándola, como si fuera una caricatura.
–Ni siquiera te dejaron intentarlo
–Exacto
–Lo lamento, Helga, sé que te entusiasmaba la idea
–¿Qué más da? El entrenador es un idiota–Suspiró.
–¿Quieres que te acompañe a casa?
–No, esperaré a Phoebe... ¿ya te vas?
–Puedo quedarme un rato, si no te molesta mi compañía
–Claro que no–Le sonrió.–. Y dime... ¿tú qué piensas hacer? Escuché que no te inscribiste en teatro
Se quedaron charlando y poco a poco el mal humor de Helga se fue desvaneciendo.
Phoebe llegó a la hora pactada y se unió ellas. Helga de inmediato la actualizó de lo que ocurrió en el gimnasio.
–Pero eso es terriblemente injusto–Comentó Phoebe.
–Claro que lo es–Se unió Lila. Reflexionó un segundo y luego añadió.–. Rhonda y tú juegan bastante bien, apuesto que ella también hubiera intentado
–Habría sido agradable tener a alguien de mi lado–dijo Helga con un suspiro y luego frunció el ceño– ¿Pueden creer que nadie intentó apoyarme?
–¿En serio? ¿Ni siquiera Gerald o Arnold?
–¡Ni siquiera ellos!
–Que decepción–dijo Phoebe.
–La verdad es que tampoco puedo culparlos. Si quieren unirse al equipo, no pueden partir discutiendo con el entrenador o con sus posibles compañeros. Solo hicieron lo que era mejor. Se llama supervivencia–dijo Helga, resignada.
–¿Estás segura? ¿No estás molesta con ellos?
–Aich, ¡Por supuesto que sí! ¡Me hubiera venido bien algo de apoyo! Pero no soy estúpida. Sé cómo funcionan las cosas
En ese momento los chicos aparecieron dando la vuelta al edificio y en cuanto vieron a las chicas guardaron silencio, mirando el suelo, avergonzados.
Las tres mantenían expresiones neutras mientras ellos se acercaban.
–Emh... Helga... lo lamento–Comenzó a decir Arnold.
–Sí–Se unió Gerald.–. Sabemos que eso estuvo mal, pero las reglas son las reglas
–Está bien, chicos–dijo ella–. Me deben una malteada... cada uno
Ellos intercambiaron una mirada y asintieron.
–Creo que es justo–dijo Gerald.
–¿Y?–Continuó Helga.– ¿Quedaron en el equipo?
–Así es–Respondieron los chicos a coro.
–Felicidades ¿Vamos a celebrar?
–¿En serio no estás molesta?–Quiso saber Arnold.
–No tanto y se me pasará con esas malteadas gratis–dijo con una sonrisa burlesca.
–¡Está bien!–dijo Phoebe poniéndose de pie– ¡Vamos por malteadas!
–Bueno–dijo Lila, también levantándose sacudiendo su falda–. Creo que nos vemos mañana
–¿No piensas a acompañarnos?–Preguntó Helga.
–Oh, creí que...
–¿Creíste que te excluiríamos del plan?
Lila asintió.
–Ah, no puedo ser tan cruel–La abrazó por los hombros.–. Y ni siquiera tienes que gastar dinero, ya que me siento generosa, te compartiré de mis malteadas gratis, ¿Qué dices?
–Bueno... yo... –Lila miró a los demás y asintió.–. Estaría encantada de ir con ustedes
–¡Perfecto! –dijo Helga–¡En marcha!
Phoebe tomó la mano de su novio, riendo por el cambio de humor de su mejor amiga.
...~...
La mañana siguiente, Patty fue al salón donde supuso que estaría la mayoría de los de primero de preparatoria antes que empezaran las clases.
–¡Helga! ¿Podemos hablar?–La llamó.
–Claro–La chica la acompañó al pasillo.– ¿Qué pasa, Patty?
–Estoy intentando formar un nuevo club, necesito que tú y tres personas más se inscriban...
–¿De qué? ¿Tejido?–dijo despectiva.
–Sí, tejido, por algo te estoy invitando a ti–Rodó los ojos y le entregó una hoja que Helga leyó con atención.
–¿Quieres hacer un club de boxeo femenino? ¡Estoy dentro!–dijo.
–¿Conoces a alguien más que quiera participar?
–No, pero es simple–Abrió la puerta del salón.–. Chicas, Patty está armando un club de boxeo femenino ¿a alguna le interesa unirse?
Todas se miraron entre sí.
–¿Por qué es solo de chicas?–Preguntó Curly apoyando las manos en su mesa mientras se levantaba.
–Porque yo lo digo–dijo Patty, entrando tras Helga– ¿Algún problema con eso?
–No–El chico se sentó, escondiéndose en su puesto.
–Eso pensé
Helga y Patty intercambiaron una mirada segura y una sonrisa burlesca.
–Bueno, piénsenlo–dijo la rubia, luego volteó a ver a Patty– ¿Preguntaste en los otros salones?
–No aún
–Vamos–La invitó a la salida.–. Pheebs si es que la maestra llega antes que yo ¿podrías decirle que regreso de inmediato?
–Copiado–dijo la chica con una sonrisa.
Helga acompañó a Patty entusiasmada y pasaron a todos los salones de preparatoria.
–Estaremos en la entrada del auditorio en el receso, si alguna tiene curiosidad o quiere hacer preguntas–dijo Patty cuando salían del último salón.
–Bueno, ¿hasta cuándo podemos inscribir gente para que nos den autorización?–dijo Helga.
–Hasta mañana–dijo Patty.
–Estamos contra el tiempo, pero no te preocupes, lo lograremos... por las buenas o por las malas–dijo haciendo sonar sus puños.
–Helga–dijo Patty, cruzando los brazos.
–Está bien, por las buenas
–Nos vemos en el descanso
–Nos vemos
Helga estaba entusiasmada, la idea del club le encantaba y además era solo para chicas, al menos sentía un poco de equilibrio por lo que había pasado la tarde anterior. Aunque debía admitir que hubieran reunido el mínimo de inscripciones requeridas en un instante si fuera mixto.
Regresó al salón y la maestra la regañó por salir sin permiso. Pidió una disculpa con cinismo y se sentó junto a su amiga.
Phoebe notó el buen ánimo de su amiga y temió lo que vendría al descanso, así que se preparó mentalmente para hacerle frente.
–¿Cómo que no te vas a inscribir?–dijo Helga.
–No es lo mío–Argumentó la chica.
–¡Pero Pheebs! Tenemos que llenar los cupos mínimos para que nos autoricen.
–La respuesta es no, Helga, ya tengo bastante en mente como para además sumar otra actividad a mi apretada agenda
Helga cerró los ojos y tomó aire.
–Tienes, razón, Phoebe, lo lamento
La chica ajustó sus lentes. Notaba que su amiga estaba haciendo un esfuerzo.
–Gracias por entender, Helga
–Bueno, chicas, si alguna de ustedes le interesa, Patty y yo estaremos en la entrada del auditorio para contestar preguntas
Helga se dirigió al lugar y cuando llegó, su amiga ya estaba ahí, sentada en la escalera.
–¿Aún nadie?–dijo.
–Nadie–Confirmó la castaña.
–Ya vendrán, no podemos ser las únicas a las que les guste esto
–¿Y si lo somos?
–Rhonda se hubiera unido–Lamentó.
Las dos suspiraron comentando sobre la señorita Lloyd. Si se hubiera unido, tal vez Nadine también lo hubiera hecho. Definitivamente Rhonda se hubiera unido a escondidas de sus padres, pero lo habría hecho y habría tenido problemas cuando hubiera llegado con un ojo morado. Mientras que Patty contaba con apoyo y aunque sus padres no entendían todas sus aficiones, no le habrían cuestionado su interés. Helga por su lado pensaba que podría haber llegado enyesada de pies a cabeza y sus padres no se habrían molestado ni en ayudarla a subir la escalera.
Se quedaron casi todo el descanso esperando. Un par de chicas se acercaron a preguntar, pero dijeron que lo pensarían.
Las únicas dos entusiastas volvieron a sus salones frustradas.
–Rayos–dijo Helga– ¿Habrá una forma de hacer que esto funcione? Es difícil crear un club de la nada–Se rascaba la cabeza con los codos apoyados en la mesa.
–A mí me gustaría unirme–dijo de pronto Lila.
–¿Tú? ¿En serio?–Preguntó Helga y si hubiera mirado alrededor habría sabido que no fue la única sorprendida.
–Bueno... sí... creo que podría ser un buen desafío...
–No tienes que unirte por lástima–dijo Helga.
–Lo digo en serio, quiero intentar algo diferente
–¿Estás segura?
–Sí
–Acompáñame a hablar con Patty en el próximo descanso.
–¡Claro!–La chica se dio vuelta para regresar a su puesto.
Al siguiente receso Phoebe acompañó a Helga y Lila para que se viera más gente. Lo que pareció resultar, porque algunas chicas se acercaron a hacer preguntas, aunque ninguna se quedaba a confirmar.
–¡Hola! ¿Ustedes están creando el club de boxeo femenino? –dijo una chica de piel tostada y cabello castaño ondulado que vestía ropa deportiva ancha.
–Sí–Helga la miró.– ¿Te interesa?
–Claro
–Soy Helga, debemos esperar a Patty, ella tiene la lista. ¿Cómo te llamas?
–Jennifer, estoy en segundo, pero acabo de llegar a esta escuela, me trasladaron de la 117
–Grandioso–Miró a Lila y a Phoebe.–. Solo nos falta una más
Patty llegó minutos más tarde.
–¿Hubo suerte?–Preguntó.
–Lila viene a inscribirse y ella es Jennifer–Indicó a la muchacha con la que había hablado antes.
–Sólo nos faltaría una más–Miró a Phoebe y ella negó con seguridad.
La mayor les sonrió y les explicó sobre el club. Anotó los nombres y clases, pidiéndoles sus firmas.
Estaba por terminar el descanso cuando se les acercó una chica pelirroja, de lentes negros, apenas más alta que Phoebe, quizá por las botas de combate. Lucía medias caladas rotas, una falda negra tableada y una polera de tirantes ajustada con una calavera sobre una camiseta de red, también rota.
–Hola–dijo con seguridad–. Vengo a inscribirme para boxeo.
–¡Genial!–dijo Patty, entusiasmada, sacando la lista.
–No podemos aceptar a chicas de secundaria–Comentó Helga, le pareció que se veía pequeña.
–Estoy en tercero de preparatoria–Respondió la recién llegada.
–Perfecto–Añadió la rubia, incrédula, pero no estaba en posición de cuestionar.
Patty anotó los nombres y clases de todas las chicas y les pidió firmar. Con eso tenían el mínimo para solicitar la formación del club, pero decidieron esperar hasta la mañana siguiente, por si aparecía alguien más.
Dos chicas de último año se inscribieron en el primer descanso de la mañana siguiente, así que al sonar la campana Patty decidió que era momento de hablar con Wartz.
Helga la esperó afuera, paseando de lado a lado, mientras Phoebe y Lila estaban de pie en un costado del pasillo y alternaban mirarla y mirarse entre sí, nerviosas.
Patty salió en silencio, cerrando la puerta con cuidado. Las contempló durante varios segundos con una expresión neutra.
–¡Ya dinos!–Rogó Helga.
–¡Lo logramos!–dijo Patty con una sonrisa.–. Contratarán un instructor en lo que queda de la semana y durante la próxima nos informarán de los horarios disponibles para que podamos coordinar el club
–Felicidades, chicas–dijo Phoebe.
–Me alegro mucho–Añadió Lila.
...~...
Ese mismo día, después de almuerzo les informaron que algunas clases se cancelaban por una reunión de maestros. Helga acababa de encontrar a sus amigos en el pasillo.
–Así que podemos irnos temprano–dijo la chica y se estiró dando un bostezo.
–Sabes que no es necesario que sigas pretendiendo que vas a dormir, ¿cierto, Helga?–comentó Arnold mirándola de reojo, mientras buscaba algo en su casillero.
–¿Quién dice que no duermo, cabeza de balón?
–Pensábamos que a esta hora estabas con tu novio–Comentó Gerald casualmente, sacando un par de libros de su mochila para acomodarlos en el espacio–y que por eso no almuerzas con nosotros
Helga miró alrededor, preocupada, pero eran los únicos ahí.
–Eso no es asunto suyo–dijo, sonrojada, mientras apretaba los puños, mirando el suelo.
Arnold la observó.
«¿Estaba tan cómoda como para quedarse dormida con Brainy?»
«¿Y él se comportaba si ella se dormía?»
«¿O a ella no le importaba si se comportaba o no?»
«¡Basta! ¡No debo pensar eso!»
–Ey, Pheebs–dijo Helga de pronto y su voz sacó a Arnold de sus pensamientos.
–Dime... –Respondió su amiga.
–Ya que estamos libres... –Tomó un largo aliento.–. Odio lo que voy a decir, pero ¿me acompañas al centro comercial?
Eso sorprendió a los tres, que voltearon a mirarla.
–No se imaginen cosas. Necesito un nuevo bolso deportivo. Y tal vez compre guantes de box
–Está bien–dijo Phoebe.
–¿Vienen?–Añadió mirando a los chicos.
–No lo sé, incluso si es eso, suena como ir de compras–dijo Gerald.–. Y eso es cosa de chicas
–¡Vamos! ¡Hay un local con arcades! ¿Qué dices, Johanssen?
–No lo sé
–¿Un par de peleas? ¿O temes perder?
–La única que va a perder eres tú
–Ya veremos
–Parece que vamos con ustedes–dijo Arnold riendo.
Casi media hora más tarde se encontraban en el centro comercial, caminando al azar, buscando una tienda deportiva.
–Oye, Helga, ¿Cómo estuvo la detención?–Recordó de pronto Gerald.– ¿Te quedaste ayer?
–Tuve que hacerlo–Respondió la rubia.–. Fue aburridísimo
–No debiste discutir con el entrenador–dijo Arnold.
–¡Debió dejarme hacer las pruebas! ¡Puedo jugar tan bien como ustedes o mejor!
–Mejor suerte en otra vida, Pataki–dijo Gerald.
–Agradezcan que no le quité el lugar a uno de ustedes
En ese momento notaron una vitrina con bicicletas, mancuernas, cuerdas de saltar, uniformes, y similares. Helga se apresuró a entrar a la tienda, preguntó de inmediato por los bolsos y con la guía de una dependienta buscó alguno que no fuera demasiado costoso. No le importaba el diseño, pero encontró uno rosa en oferta y luego de revisarlo decidió que podía servirle. También preguntó por implementos para boxeo y para su mala suerte no le alcanzaba para nada. Tendría que pedirle dinero a Miriam o a Bob. Maldijo por lo bajo y decidió solo comprar el bolso. Todo eso le tomó apenas cinco minutos, en los que Phoebe acompañó a los chicos a ver bates, guantes y pelotas.
–Ya tengo lo que quería–dijo Helga, acercándose a ellos.
Phoebe la miró y luego vio a los chicos, que comparaban con entusiasmo los artículos de baseball. Las dos chicas rodaron los ojos y se pararon detrás de ellos. Helga empezó a golpear el piso con su pie de forma rítmica, contando cuánto tiempo les tomaba reaccionar.
–Entonces ¿ya decidieron? ¿O van a probar todo eso?–dijo cuando se hartó.
Gerald y Arnold voltearon a verla y con un leve rubor dejaron los implementos donde estaban y caminaron hacia la salida. Las chicas los siguieron, riendo despacio.
Fueron a buscar un lugar donde comer una hamburguesa y en el mismo piso estaban a la vista los juegos de arcade.
–¿Qué dicen? ¿Jugamos unas partidas?
–Pensé que tenías hambre
–Quien pierda invita a quien gane
Gerald revisó su dinero y luego miró los juegos. Había un par en los que sabía que era bueno.
–Estoy dentro–Respondió.
–Perfecto–dijo Helga, para luego mirar a Phoebe y Arnold– ¿Ustedes?
–¿Por qué no?–dijo Phoebe– ¿Hay algo que podamos jugar los cuatro?
–No lo creo, tal vez de a dos
–Juguemos por eliminatoria simple–Sugirió Arnold.
–Está bien. Decidamos los equipos por cara o cruz–dijo Gerald.
Todos sacaron una moneda y la lanzaron al aire, revelándolas al mismo tiempo. En el primer lanzamiento solo Arnold sacó cara, así que quedó fuera esperando quien quedaba aparte. En el siguiente, Gerald quedó contra él y Phoebe contra Helga.
Discutieron rápidamente cuál sería el juego más apropiado. Gerald venció a Arnold. Helga venció a Phoebe. Phoebe venció a Arnold, así que él tendría que invitar a quien resultara ganador entre Gerald y Helga.
Diez minutos más tarde hacían fila en un local de hamburguesas.
–¡No puedo creer que me vencieras en el último segundo!–Se quejó Helga– ¡Pensé que te tenía acorralado!
–¡Fue un buen juego!–dijo Gerald–. Por poco y ganas, pero soy mejor
–Estuvo bastante cerrado, los dos son bastante buenos–Comentó Phoebe.
–Bueno, amigo, lo prometido, ¿qué te invito?–dijo Arnold.
Luego de comer se quedaron charlando en la mesa por un buen rato.
Cuando decidieron irse, las chicas se levantaron para ir al baño, mientras los chicos esperaban cuidando sus cosas.
–¿Dejaste ganar a Phoebe?–Preguntó el moreno.
–Claro que no–dijo Arnold.
–Hermano, adoro a mi chica, pero sé que no es tan buena
–Tal vez... no me pareció correcto que ella invitara
–¿No será que querías invitar a Pataki?–dijo su amigo entrecerrando los ojos.
–¡Claro que no!
–Bromeo, viejo–Gerald sacó su billetera y le entregó el dinero de su comida.
–¿Qué? No
–Recíbelo
–No, todos aceptamos la apuesta
–Si no hubieras perdido, no hubiera dejado a Phoebe invitarme, así que, es justo, toma
Arnold aceptó y guardó el dinero.
–Ni una palabra de esto a las chicas
–Claro que no, viejo
Intercambiaron su saludo especial.
Minutos más tarde Phoebe y Helga volvieron y los cuatro regresaron a su barrio.
...~...
Notas:
Próximo capítulo: Musa
