El tiempo que pasaba con Brainy era agradable para Helga. Como cada viernes, compartían un emparedado, un jugo y galletas durante el almuerzo, escondidos en una de las escaleras que llevaba hacia la azotea. Sentada en uno de los peldaños, la chica jugaba con el cabello de su novio. El chico se había sentado un poco más abajo, recostado en sus piernas, con los ojos cerrados. En instantes como esos Helga Pataki podía decir que se sentía bien.
Le contaba Brainy que las cosas en su hogar parecían más estables: Bob todavía odiaba su trabajo, pero estaba ganando dinero; Miriam ahora tenía turnos fijos, así que volvió a encargarse de las tareas de la casa de forma regular; y Olga y su esposo los visitaban fin de semana por medio para una cena familiar. Lo cual no era del todo una molestia.
Pero también estaban todas las cosas de las que ella no hablaba.
Ya se cumplía el mes desde que habían comenzado la preparatoria y desde su puesto en el fondo del salón Brainy solía observar a Helga.
Las cosas entre ella y Phoebe iban de maravilla, se ayudaban con los deberes y compartían algunas risas entre susurros. También parecía llevarse cada vez mejor con Gerald, con quien bromeaba con naturalidad. Y respecto a Arnold, la mayor parte del tiempo tanto él como ella parecían estar en paz. Los cuatro hacían juntos las actividades en clases y habían organizado un grupo de estudio.
Algunos descansos Brainy los pasaba con Curly, Eugene y Sheena. Ellos sabían que sentía algo por Helga, así que no les extrañaba que a veces se distrajera observándola, ignorantes de una realidad que aunque él hubiera contado, nadie le creería.
Cuando su novia no estaba con Phoebe, se reunía con Harold, Stinky y Sid, casi siempre para molestarlos, hacer apuestas tontas y algunas travesuras. De vez en cuando surgía un desafío en los arcades para los fines de semana o las tardes.
En otras ocasiones, Helga pasaba el rato con las chicas de boxeo, se llevaba bien con Jennifer, Patty y Lila. Las vio charlando y riendo en más de una oportunidad y aunque la rubia todavía fingía molestia ante algunas actitudes o comentarios de la pelirroja, Brainy notaba la confianza en sus gestos y el sutil rastro una sonrisa cuando forzaba una mueca para esconderla.
Lo único de lo que Helga se quejaba en serio era de que las clases eran más difíciles de lo que esperaba y de la cantidad de tiempo que estaba dedicando a estudiar, en parte arrastrada por Phoebe, en parte por el orgullo de mantenerse por encima del promedio de la clase.
Eso significó reducir las citas de las tardes a martes y sábados. Al menos los encuentros durante la hora de almuerzo se mantenían, lunes, miércoles y viernes. Los otros días Helga almorzaba con su amiga y los chicos.
Brainy disfrutaba los momentos que Helga le ofrecía. Algunos besos, abrazos y caricias, siempre a escondidas. Estar a solas en alguna escalera, la azotea o el auditorio, saber que nadie iría a interrumpirlos y que podía tenerla para sí hasta que sonara el timbre, era suficiente para él.
Mientras ella jugaba con su cabello, él sentía que todo podía estar bien.
–Oye, fenómeno–dijo la chica de la nada.
–¿umh?–Contestó él, echando su cabeza hacia atrás para mirarla.
–¿Qué haremos este fin de semana?
–¿Qué quieres hacer?
–Siempre me dejas elegir, esta vez elige tú. Solo no volvamos a acampar, no tengo excusas para quedarme fuera
–Ok
El chico se apartó y cerró los ojos para concentrarse. A ella le hizo gracia.
–No tiene que ser elaborado o elegante–dijo Helga cuando él estuvo demasiado tiempo concentrado–. De hecho, por favor, jamás me invites a nada elegante
Brainy asintió varias veces.
–Elige algo que te guste hacer... –Añadió ella.– Podríamos... escuchar tus discos... ¿no estabas haciendo un remix?
–No está listo. Y creo que te aburriría mi música
–Si sobrevivo la escuela, puedo sobrevivir lo que sea
–Es que...
–Solo, quiero hacer algo que sea agradable para ti–Se deslizó un par de peldaños para sentarse junto a él.
Salir con Brainy significaba que él escuchaba todas las tonterías que tenía que decir y era paciente con ella. Todo eso estaba bien, pero era consciente del desequilibrio.
–Siempre haces cosas por mí–Continuó explicando.–. Sé que soy absorbente–Abrazó sus piernas.–o exigente, no estoy segura. Siempre digo lo que quiero hacer o a donde quiero ir y tú solo me acompañas. Pensaba que lo hacías porque estabas de acuerdo, pero últimamente he pensado que tal vez solo me llevas la corriente... y siento que eso está mal
–¿Por qué?
–Phoebe hace cosas como ver deportes que no le interesan, porque sabe que para Gerald es importante, así como él escucha música con ella, aunque no sea de su estilo, por la misma razón. Ellos a veces negocian lo que harán. Tú jamás me dices si algo te molesta
–Umh... es que no me molesta
–No puede ser que nada de lo que yo haga te moleste. Soy yo ¡Cristo!
Brainy sonrió.
–Es que me gustas tú. Me gusta estar contigo. Lo que hagamos está bien
–Pero no es justo
Si alguien más hubiera visto a Helga en ese momento habría dicho que lucía enfadada, pero Brainy sabía que en realidad estaba incómoda.
–¿Podemos al menos intentarlo?–Murmuró ella. Se abrazó a sí misma y bajó un poco más su voz.–. Así no me sentiré culpable
–Umh... sí...
–¿Entonces?
Brainy volvió a cerrar los ojos un momento, luego volteó a verla, acercó su mano para acariciar su mejilla y la besó.
Ella se sorprendió, pero de inmediato respondió ese beso.
Cuando él se apartó inhaló profundamente estirando la espalda.
–Mañana a las tres en mi casa–dijo con seguridad.
–Cuenta con eso–Respondió la chica con una sonrisa.
Brainy la contemplaba, pensando en cuánto adoraba su sonrisa, cuánto la adoraba a ella y en lo afortunado que era de que aceptara salir con él.
–¿Qué acaso tengo algo?–dijo de pronto Helga, fingiendo molestia.
–Umh... no...
–¿Entonces por qué me miras así?
Si ella supiera todo lo que pasaba por su mente.
Brainy solo apartó la mirada con una sonrisa.
–Porque me gustas mucho–Murmuró.
–Lo sé–Respondió con una sonrisa arrogante.
Sonó el timbre.
Helga no quería ir a clases, pero tampoco podía faltar, sabía que Phoebe no la perdonaría. Se levantó, sacudiendo su pantalón y le dio un último beso en la comisura de los labios antes de bajar y salir con precaución.
Brainy se quedó en la oscuridad, suspirando. Se preguntaba si tendría el valor para hacer lo que estaba planeando. Solo de imaginar el rostro de la chica, su mirada, sus reacciones, aumentaba sus latidos y la idea lo ponía nervioso, pero sabía que sus padres no estarían en casa y era una oportunidad que no iba a desperdiciar.
...~...
Helga entró al salón y se sentó en su puesto antes que llegara el profesor. Brainy llegó uno poco después, entre los últimos que entraron antes que empezara la clase. El chico resistió la idea de mirarla y siguió su camino hasta al fondo, para sentarse con Curly.
Durante la clase el profesor asignó grupos para una actividad. Helga terminó trabajando con Lila y Arnold. Gerald con Eugene y Sheena, Brainy con Edith y Peapod.
Cuando sonó la campana, Arnold y Gerald regresaron a sus puestos habituales para guardar los cuadernos en sus pupitres antes de irse a la práctica. Helga y Lila entregaron el trabajo y salieron al pasillo mientras conversaban.
Phoebe venía de la clase avanzada de ciencias y al verlas se acercó a ellas.
–¿Qué tal la clase?–dijo.
–Estuvo bien–dijo Helga, encogiéndose de hombros.
–Cielos, ya se me hizo tarde–Comentó Lila.–. Buen fin de semana, chicas
–También para ti– Respondió Phoebe.
–Adiós–dijo Helga, con un tono indiferente, pero sin quitarle la mirada a la pelirroja hasta que dio la vuelta en una esquina. Entonces volteó hacia Phoebe–¿Qué tal el curso de genios?–Quiso saber.
–Interesante–Comentó su amiga, mirando hacia la puerta, esperando que su novio se acercara.–. Nadine se quedó preguntando mil cosas, así que me adelanté
–¿Sigue en pie nuestra noche de chicas?–Continuó.–. Muero por comer una de tus salsas
–Claro que sí, pero necesito hablar con Gerald antes de irnos
–Lo siento, bebé–dijo el chico que había alcanzado a escucharla en el momento en que él y Arnold salían del salón–. Vamos tarde a la práctica
–Está bien–dijo Phoebe.
–Adiós –dijeron los chicos, alejándose a paso rápido.
La más bajita miró el suelo con aire triste y su amiga no lo dejó pasar.
–Pheebs–Murmuró Helga.
–Dime
–¿Es importante?
–¿Qué cosa?–dijo su amiga.
–Lo que sea que tengas que hablar con... –Movió sus ojos hacia los chicos que se alejaban.
Phoebe asintió.
Helga sujetó su mano, para llevarla consigo y alcanzarlos.
–¡Ey, Geraldo!–Les gritó con su tono de mando. Sabía que no tenía efecto en él, pero fue suficiente para que Arnold se frenara en seco, lo que su amigo imitó.–. Vamos con ustedes
En cuanto salieron de la escuela, Helga soltó a su amiga. Luego sujetó a Arnold del brazo, lo arrastró un par de pasos y le susurró al oído.
–Sígueme el juego
Arnold apenas procesó las palabras antes que ella continuara.
–Necesito tu ayuda con algo que no entendí de la última clase–Añadió Helga.
–S-sí, claro–Respondió el chico.
–Viejo, llegaremos tarde–Reclamó Gerald.
Helga lo miró y agitó su mano con un gesto despectivo.
–Ustedes adelántense–dijo–, los alcanzamos en el parque...
–Pero...
–Aich, te devolveré al cabeza de balón antes de la práctica. Ahora muévanse
Gerald asintió, tomando la mano de su novia con preocupación al notar que algo le pasaba. La pareja parecía iniciar una conversación seria a medida que se alejaba.
–¿Qué ocurre?–Murmuró Arnold.
La chica a su lado se encogió de hombros.
Los dos se quedaron contemplando a sus amigos. Todo estaba bien antes del almuerzo ¿Qué cambió? Bueno, no iban a averiguar mucho quedándose ahí.
–Emh... Helga, creo que ya puedes soltarme–dijo Arnold, fracasando al contener la risa nerviosa.
La chica lo miró y se apartó incómoda.
–No te emociones, cabeza de balón, hice esto por Pheebs
–Lo sé, Helga–Añadió con sus ojos entrecerrados.
Cada uno ajustó el tirante de su propia mochila y siguieron a sus amigos. No hablaron hasta llegar a la esquina de la siguiente calle.
–Y... ¿Cómo vas con boxeo?–Comentó Arnold, intentando llenar el silencio.
–Hasta ahora no ha sido tan divertido como imaginé–Admitió Helga.–. Esperaba estar dando golpes a un saco por horas, pero apenas nos están enseñando cómo movernos adecuadamente... y bueno, tratando de ponernos en forma–Se estiró con pereza.–. Aunque supongo que eso es lo normal... todas somos un poco patéticas, excepto Jenny que solía practicar artes marciales... y Patty... porque, bueno, es Patty
–Apostaría que también lo haces bien
–Supongo que sí... ¿Qué tal las prácticas con el equipo?
–Oh... es agotador. Los de último año dicen que el entrenador rejuvenece con nuestro sufrimiento
–Ja, clásico
Arnold la miró de reojo. Su expresión era tranquila. Sus ojos vagaban entre sus amigos al final de la cuadra y las tiendas cruzando la calle. Iba con las manos en los bolsillos de sus pantalones de mezclilla gastados.
Se preguntó hacía cuánto tiempo no la veía con vestido. Y también hacía cuánto que no usaba nada rosa.
«¿Por qué dejó de usar rosa?»
«Le quedaba bien.»
«Bueno... lo que viste ahora también le queda bien.»
Ella lo descubrió mirándola y se frenó en seco.
–¿Qué?–Casi gruñó, volteando hacia él y cruzando los brazos.– ¿Tengo algo en la cara?
–A veces... pienso... –Intentó responder.
Su corazón comenzó a golpear con fuerza.
«Que te ves guapa.»
«Y lo mucho que extraño verte de rosa.»
«Y aunque ya no uses ese color... creo que te ves guapa.»
¿Cómo iba a decirle algo así?
–A veces pienso–Repitió y luego agregó para salir del paso.–que habría sido bueno que te unieras al equipo
Helga arqueó un lado de su ceja y él supo que no le creía.
–Yo igual–Contestó ella retomando la caminata.–. Pero boxear suena divertido, supongo
Arnold dejó escapar un suspiro. En ese momento supo que presenciaba la misericordia de Helga.
O tal vez ella simplemente no se daba cuenta.
No, Helga era de las personas más listas que conocía.
Ella tenía que notar la frecuencia con la que volteaba a verla y cuando tocaba sus dedos de forma que pareciera accidental cada vez que le pedía o le entregaba algo.
Ninguna chica podía ser tan ingenua y en especial Helga Pataki.
Y pensar que ella elegía no hacerle caso dolía.
Así que tal vez, solo tal vez, Helga no lo notaba.
O tal vez a Helga G. Pataki todavía le gustaba molestarlo un poco y sabía que lo volvía loco que pretendiera no notar su interés.
¿O era, como decía Gerald, que se acostumbró a su atención o pensaba todo eso porque ya no la tenía?
La miró otra vez, recordándose que solo podía hacerlo un par de segundos antes que ella se enfadara y no estaba en posición de volver a tentar a la suerte.
«Helga es mi amiga.»
«Helga tiene novio.»
«Helga sale con Brainy.»
«Helga eligió a Brainy antes que a mí.»
Y aunque se preguntaba que podía tener Brainy que él no... Helga era su amiga y él no era esa clase de chico.
Los dos miraron distraídos a Phoebe y Gerald.
–Helga... –Murmuró Arnold.
–¿umh?
–Sé que no quieres que me meta en tu vida, sólo quiero saber si las cosas con tu novio están bien
–Lo están
–¿Se preocupa por ti?
–Supongo que sí
–¿Te diviertes con él?
–Así es... cabeza de balón, ¿piensas seguir? –Medio alzó su ceja.
–No–Sonrió.–. Me alegra saber que estás bien
–¿De dónde salió todo eso?
–Desde que Gerald sale con Phoebe siempre te has preocupado de que él la trate bien. Creo que puedo preocuparme de la misma forma por ti
Helga se detuvo con una mirada de sorpresa, pero Arnold siguió caminando. Sabía que no podía sostener tanto tiempo una sonrisa falsa y no se atrevía a mirarla.
«¿Qué fue eso?»
«Solo un poco de amabilidad. No tiene nada de malo... ¿cierto?»
–Gracias, cabeza de balón–dijo ella en cuanto le dio alcance.
Los rubios notaron que los tortolitos se daban un dulce y largo beso mientras se despedían en la entrada del parque. Dejaron escapar un suspiro de alivio, luego intercambiaron una mirada y tuvieron que reír en silencio.
Por una fracción de segundo Helga se sintió de la misma forma que cuando estuvieron bajo el pino, temiendo encontrar muérdago sobre sus cabezas. Se obligó a enterrar esa sensación.
Ignoraba que Arnold recordaba exactamente el mismo instante y que solo deseaba volver a esos días en que todo estaba bien entre ellos y era ella quien buscaba excusas para acercarse.
Tras una breve despedida, los chicos corrieron hacia el campo donde practicaban.
Phoebe y Helga intercambiaron una mirada cuando los perdieron de vista.
–¿Vamos a casa, Pheebs?
Su amiga asintió y dirigieron sus pasos hacia la residencia Heyerdahl.
–¿Pudiste resolver tu asunto con Gerald?–Quiso saber la rubia.
–Oh, sí, gracias por tu ayuda–Respondió su amiga con una sonrisa sincera.–. Tuve que cancelar nuestros planes de mañana y no quería decirle eso por teléfono
–Pensé que querías ir a Dinoland
–Estamos llenos de exámenes la próxima semana
–Lo sé, por eso las dos estudiaremos hoy y el domingo con ellos
–Prefiero dedicarme a mis estudios mañana también
Helga miró a su amiga.
–Ok, Pheebs, hemos estudiado sin parar las últimas dos semanas. Una tarde en Dinoland no arruinará tus calificaciones. Aquí pasa algo más
Phoebe miró el suelo.
–Escupe–Insistió Helga.
–A mis padres les preocupa que Gerald me distraiga–Contestó de corrido y sin levantar la vista.
–¿Ahora les importa eso?
–No les importaba tanto en secundaria, pero dicen que ahora debo tomarme las cosas en serio y que si mis calificaciones bajan tendré que terminar con él
–Phoebe, Phoebe, respira–Interrumpió Helga, luego se paró frente a ella y sujetó su mentón para obligarla a levantar la vista.–. Phoebe, eres tú–Se apartó y comenzó a enumerar.–. Eres la mejor estudiante y la más organizada de toda la clase; eres inteligente, tienes buena memoria, aprendes rápido y definitivamente manejas los contenidos si eres capaz de simplificar lo que sabes para ponerlo a nuestro nivel...
Phoebe dejó escapar una risita.
–No me elogies, nunca he tenido que simplificar nada contigo
–Bueno, no conmigo, pero a veces dudo de la capacidad del par de idiotas
–¡Ey!
–Por favor ¡Hasta has ayudado a Stinky con algunas clases! ¿Sabes lo que es eso? ¡Es como poner un auto de la fórmula uno al ritmo de un caracol!
Phoebe volvió a reír, mucho más tranquila y Helga hizo un gesto con sus brazos para invitarla a seguir caminando.
–Imagino que tus padres no quieren que te conviertas en una tonta que olvida sus responsabilidades por estar enamorada–Continuó la rubia girando su mano.–. Entiendo que eso pueda asustarles
–Creí que confiaban en mí
–Confían en ti. No tienen por qué confiar en Gerald
–Pero él no ha hecho nada malo
–No, pero claramente sus prioridades son distintas
Compartieron un suspiro.
–Pheebs, tus calificaciones no han cambiado desde que estás con él. Además, estoy segura que tu novio ha mejorado su promedio, pero no solo él, el cabeza de balón también y estoy segura que los tres habríamos olvidado más de un deber o proyecto si no fuera por ti
–Gracias, Helga–Sonrió con más tranquilidad.–. Aun así, creo que es mejor que aproveche este fin de semana para repasar
–Sé que no puedo obligarte a relajarte. Pero creo que nos irá bien a los cuatro
Caminaron unos segundos en silencio, mientras Phoebe reflexionaba.
–¿Crees que soy muy exigente?–dijo de pronto.
–Un poco, pero está bien–Respondió su amiga, encogiéndose de hombros.
–No quiero agobiarlos con eso
–Dudo que ocurra. Es más fácil estudiar contigo que hacerlo a solas. Además, ese par debe mantenerse sobre el promedio de la clase si quieren seguir en el equipo el próximo año. Así que en cierto modo eres como su as bajo la manga
Las dos rieron.
–¿Lo dices en serio?–Añadió Phoebe cuando se calmó.
–Sí, Pheebs
–Gracias, Helga, eres una buena amiga
–Supongo que es algo más que he aprendido de ti
Mientras Phoebe abría la puerta de la casa, la rubia sonrió y se estiró dando un bostezo.
–¿Entonces hoy hay especial de comida italiana?–Comentó Helga al entrar.
–Afirmativo. Encontré una nueva receta que me gustaría que probaras
–Perfecto
Después de comer estudiaron algunas horas y luego rieron de programas malos hasta que les dio sueño.
...~...
Helga se fue a casa temprano por la mañana. Almorzó con su familia, escuchando sobre la semana de Miriam mientras Bob respondía con gruñidos, hasta que comenzó a interrumpirla con quejas de sobre sus compañeros de trabajo. Dejó la mitad de su comida y salió rumbo a la casa de Brainy.
Cuando el chico la dejó pasar, notó un silencio inusual al interior del lugar. Los padres de Brainy no se veían por ningún lado.
–¿Estamos solos?–Quiso confirmar.
Su novio asintió.
Para ella eso era más una tranquilidad que un problema.
–Bueno, fenómeno, ¿Qué haremos hoy?–dijo abrazándolo por el cuello– ¿Acaso planeaste algo divertido?
Brainy evitó su mirada y ella notó que parecía un poco nervioso, así que se apartó.
–Podemos salir a pasear o algo–dijo Helga rascando su brazo. Comenzaba a sentirse incómoda.
Su novio negó en silencio, la observó un segundo, tomó su mano y la llevó a su habitación.
–Muy audaz de tu parte–Bromeó ella, tratando de recordar que solamente era Brainy.
«Y un chico...»
«Pero... sigue siendo Brainy...»
Era un dormitorio corriente: frente a la entrada una cama, a los pies de ésta un estante, veía la punta de un escritorio tras la puerta, un poco de desorden en el suelo y una cómoda más allá. Nada de eso le parecía extraño. La cama estaba tendida y a través de las cortinas abiertas podía ver la ventana. Había una colección de discos en una de las repisas y un poco más abajo algunas cintas de casete junto a un viejo walkman, el mismo que él llevó al parque el día de la boda y que le había visto usar en la escuela algunas veces.
De pronto él cerró la puerta.
Helga se sobresaltó y volteó dispuesta a confrontarlo, pero él no la miraba a ella, sino que se acercó al escritorio que la chica ahora podía ver: algunos cuadernos y libros de la escuela y la mochila colgando de la silla.
Brainy sujetó los lados de la pizarra de corcho que colgaba sobre el escritorio, la levantó, la giró y volvió a colgarla.
La chica cubrió su boca con sus manos, ahogando la sorpresa.
«¿Qué es...?»
Brainy retrocedió dándole espacio, atento a ella.
Helga obligó su cuerpo a caminar.
«Un paso... dos pasos... tres pasos...»
«Listo.»
«Tienes que estar bromeando»
La imagen la asustaba y conmovía en partes iguales: estaba lleno de fotografías de ella. La mayoría de actividades de la escuela. No era como que hubiera fotos tomadas a escondidas por su ventana ni nada parecido...
«Al menos no a la vista...»
Abarcaba años de su vida, quizá desde primer o segundo grado.
«Oh... no... espera... ¿esta foto es del preescolar?»
Acercó su rostro para observar una foto con atención. Ahí estaban ambos. Luego volvió a mirar las demás.
Era incapaz de definir cómo se sentía. ¿Elogiada? ¿Molesta? ¿Temerosa? ¿Adulada? ¿Emocionada? ¿Turbada? ¿Inquieta? ¿Asombrada?
Una punzada dolorosa se hizo evidente cuando por su mente pasó la certeza de que en ese pequeño espacio había muchas más fotografías de ella de las que sus propios padres tenían en casa.
–Te dije que había una razón por la cual mi madre te reconoció–Comentó el chico.
–Así que era por esto... –Respondió ella.–. Explica su reacción–Añadió, tratando de mantener la calma.
–¿Te molesta?
–No lo sé
Apoyó una mano en el escritorio para inclinarse hacia el mural y ver algunas de las fotografías con mayor atención. No parecían tener un orden especial, así que tuvo que esforzarse por ubicar los recuerdos en la cronología de su propia vida... y claro, era extraño tratar de hacerlo viéndose a sí misma... desde la perspectiva de alguien más.
–Es halagador y aterrador a la vez –Continuó.–, pero... ey, captaron mi mejor ángulo en esta –Indicó una por el centro.–. Y esa –Indicó otra, hacia la esquina superior izquierda– ¡Como odié ese concurso! ¡Y esas son de cuando fui modelo! Eso fue del asco cuando todos empezaron a imitarme. Incluso tienes fotos de cuando hice de Julieta... creo que di una buena actuación ese día... oh y espera ¿de dónde sacaste esta de ballet? –Volteó hacia él con los brazos cruzados y alzando su ceja.
El chico se encogió de hombros.
–Supongo que has guardado el secreto
Brainy asintió con entusiasmo. Ella le dio un par de palmadas en la cabeza y volvió a mirar el mural unos segundos.
–Guau... Brainy, ¿Cuántos años...?
Se encogió de hombros.
–¿Por qué?
Otra vez.
–¿Qué hice... para gustarte... tanto?
La miró. Ella no recordaba y él no lo iba a revelar. Así que volvió a encogerse de hombros.
–Sé que mientes... yo también mentiría si fuera tú
Siguió mirando las fotografías. Podía ver cómo había cambiado hasta ese momento. Incluso había unas fotografías del primer día de preparatoria.
–¿Escuchamos música?–dijo de pronto, sintiéndose agobiada.
–Pensaba en algo distinto
–¿Cómo qué?
El chico abrió un cajón y sacó una carpeta con cientos de hojas
–Los escribí para ti ¿Te gustaría leerlos?
–Supongo que estaría bien
Helga se sentó sobre la cama con las piernas cruzadas y sobre éstas apoyó la carpeta abierta. Brainy se recostó junto a ella. La chica le acarició el cabello con una mano mientras con la otra sostenía la hoja de turno. Estuvieron así un largo rato, mientras ella avanzaba en silencio
–Entiendo por qué te pusieron en el curso avanzado–Comentó de pronto, cerrando la carpeta.–. Esto... es lindo... –Cerró los ojos.–. Olvida eso, volveré a empezar: tus versos son exquisitos, maravillosos, evocativos, intelectuales, sublimes... y me gustan... –Le sonrió.–. Aunque no son mejores que los míos, pero eso ya lo sabes
Brainy asintió.
–¿Esto es lo que te inspiro?
El chico volvió a asentir.
–Gracias... –Cerró los ojos.–. Esto es... mucho, Brainy... y me abruma... pero... supongo que... lo entiendo
Acomodó las hojas con cuidado en la carpeta, pensando en lo mucho que se parecía la forma en que expresaban sus sentimientos más profundos. El chico sabía que ella escribía y sabía sobre quién lo hizo durante años. Y Helga entendía que eso era un arma de doble filo.
–Brainy, ¿podemos hablar en serio?
El chico asintió y se sentó, mirándola con atención.
–Sé que esto es raro, en especial viniendo de mí, pero tu obsesión... no es sana. Lo digo por experiencia
–Lo sé–dijo Brainy, encogiéndose de hombros.–. Sé que no puedo obsesionarme contigo, pero me gustas... y me gusta estar obsesionado contigo
Helga no supo que responder. Era extraño y gratificante. Brainy no le daba miedo, pero eso era porque lo había golpeado toda la vida. ¿Si fuera otra persona haciendo y diciendo eso daría miedo? Tal vez ni siquiera era que se tratara de Brainy, tal vez era porque todo lo que ella hizo fue mucho más allá ¿Ella hubiera asustado a Arnold si le hubiera revelado todo lo que hizo por él?
«Rayos»
No quería pensar en Arnold.
Se acercó a Brainy, para besarlo acariciando su cuello. El chico la abrazó y la arrastró hacia la cama, para recostarse juntos. Ella lo permitió, con una sonrisa con la que intentaba ocultar sus nervios. Se miraban a los ojos. Helga mantuvo sus manos en el cuello de él, mientras Brainy le acariciaba las mejillas.
Volvieron a besarse, esta vez de forma más intensa. Ella sintió el brazo de él pasando por debajo de su cintura, sujetándola con firmeza por la espalda, mientras con la mano libre le acariciaba la oreja y luego el cuello, provocando un suave cosquilleo. El chico la abrazó, pegando su cuerpo al de ella y el aire escapó de sus pulmones cuando su estómago se contrajo de pronto.
Se concentró en la sensación de la lengua de Brainy entrando en su boca, notando apenas como la mano de él se apartaba un momento y luego la sintió acariciando su costado, bajando lentamente por sus costillas y su cintura, hasta el borde de la camiseta, para levantarla un poco, solo un poco y tocar la piel de su espalda. Primero con la yema de sus dedos, luego la mano completa.
Al igual que en el lago, la puso nerviosa. Quizá porque estaban a solas en la cama del chico y eso definitivamente se sentía un poco distinto, pero no estaba segura de qué forma. O quizá porque algo en ella seguía incómoda con tanta cercanía. Se obligó a soportar la incomodidad. Necesitaba quedarse ahí, pensar en él, tratar de entender lo que provocaba y evitar que su mente escapara.
Brainy no dejaba de acariciarla y poco a poco acercaba su cuerpo al de ella.
Latidos intensos...
Tenía que resistir apartarlo.
Un cosquilleo...
Los dedos de él tensándose en su espalda.
Una calidez suave...
La lengua de él en su boca.
De pronto él dejó de besarla y apoyó su frente en la de ella.
–Eres hermosa–dijo.
–Gracias, tonto–Respondió Helga.
«Cálmate...»
El chico le dio varios besos uno tras otro.
–¡Basta!–dijo ella entre risas.
Brainy se apartó y la contempló mientras ella recuperaba el ritmo de su respiración.
–Me encantas–dijo él.
–Lo sé–Fingió seguridad, pero supo que el rubor en sus mejillas la delataban.
El rostro del chico se volvió serio.
–Helga
Otra vez esa mirada decidida que la desarmaba.
–¿Q-qué?–Logró responder ella.
–Te amo
Su cuerpo se congeló.
«Te amo»
Esa declaración se repetían en su cabeza.
¿Por qué le decía eso? Estaba bien con la idea de gustarle. Pero era ella. ¿Quién podría amarla a ella?
«No. No. No.»
Ella no podía ser amada.
Cerró los ojos y se apartó, levantándose de la cama.
–C-creo... que tengo que irme a casa... –dijo ella.
–Te acompaño
–¡No!
La confusión en la mirada de Brainy no fue suficiente para conmoverla, pero racionalmente sabía que su reacción era exagerada.
–Lo siento–dijo ella, evadiendo su mirada.
Apretó los puños.
–Nos vemos el lunes
Se fue tras decir eso.
«Te amo»
No quería escuchar algo así y mucho menos tenía idea de cómo responder. Entre gustar, gustar-gustar y amar debía haber matices... y ¿Dónde estaba ella exactamente? Brainy le importaba y le agradaba, le gustaba como la trataba, pero no esperaba de él más que una mezcla de obsesión con algo físico, vamos, eran adolescentes, no había más ciencia.
Amar era distinto, era importante y no sabía cómo lidiar con eso.
«Te amo»
El eco se repetía en su mente.
En cuando lo escuchó sus músculos se tensaron con el impulso de golpearlo y huir. Incluso a varias calles seguía sorprendida del autocontrol que tuvo para evitarlo. Pero ya fuera de su vista sus pies obedecieron su instinto y sólo se dio cuenta de lo mucho que había corrido cuando le faltó el aire. Aun así, no se detuvo hasta llegar a casa.
Entró en silencio, esperando que Bob no la oyera. Subió las escaleras de puntillas y se encerró en su habitación. Buscó su reproductor de CDs y la carpeta con discos. Pasó con rapidez los sobres plásticos hasta dar con un nombre imposible de distinguir. Era el disco que contenía más gritos, guitarras eléctricas violentas y una batería de infarto. Se recostó en su cama y ajustando sus audífonos le dio al botón de play y subió el volumen al máximo. Con eso en sus oídos lograba extinguir sus pensamientos.
Funcionó solo por media hora, después el ruido en su mente era más alto.
Rodó para quedar boca abajo, ahogando un grito de frustración en la almohada.
Una y otra vez su cerebro repetía la voz de Brainy diciendo que la amaba.
¿Por qué habría de amarla Brainy? ¿Por qué iba a amarla... alguien?
Entendía que hubiera gente que pudiera tenerle afecto. Más bien lo sabía de hecho.
Phoebe era su mejor amiga y la amistad era un tipo de cariño... y bueno, Gerald y el estúpido cabeza de balón también estaban en la categoría de amigos, aunque no tan cercanos... incluso podía contar a Lila y a Patty si borraba un poco los límites, pero era difícil asegurar que le tuvieran afecto o algo que ella entendiera de esa forma, no todas las amistades tenían que ser importantes, podían ser por conveniencia, por comodidad o costumbre, así que solo contaba a Phoebe.
Y tal vez...
Creo que puedo preocuparme de la misma forma por ti
Sacudió la cabeza.
No, no iba a contar a nadie más que a Phoebe.
¿Y su familia?
Miriam después de todo era su madre, pero la herida en su relación era profunda y ese afecto no era mutuo. Desde la rehabilitación sabía que intentaba acercarse, pero Helga simplemente ya no quería nada de eso. Bob solo amaba los premios, no a ella, lo que le daba cierta satisfacción cuando llegaba a pensar que era lo mismo con Olga, pero en el fondo sabía que no era cierto. Tampoco quería su cariño o siquiera su atención, sabía que para él jamás sería tan buena como su hermana perfecta. Y hablando de ella, sabía que Olga se preocupaba por ella, pero siempre sentía que era más una mascota, no una persona. Su hermana parecía no entenderla y actuaba como si las cosas funcionaran por arte de magia, por el simple hecho de compartir el apellido y la sangre.
Pero el afecto de un chico... su cariño... que un chico la amara... no, eso no era posible.
Podía gustarle... podía atraerle... vamos, hormonas, pero ¿Qué clase de afecto retorcido era ese?
Era ella: gritaba todo el tiempo, trataba mal a todos, hacía lo que se le antojaba. No escuchaba a nadie y vivía como si no hubiera consecuencias, aunque sabía que las había y vaya que las estaba pagando. Ella... alejaba a todos con su indiferencia, violencia y mezquindad. Era imprudente e impulsiva, pero eso la hacía parecer intrépida... y sólo jugaba con la gente...
Corrompe todo a su alrededor
La escena la recordó con tal claridad que creyó sentir el frío de aquella noche en las montañas.
¿Ella jugaba con Brainy?
¿Pasar tanto tiempo con él había corrompido a Brainy?
De algún modo el afecto que él le tenía... era tan enfermizo como el que ella sentía por...
«No... no... no...»
No podía completar esa idea.
Frustrada, golpeó la cama con sus puños y el reproductor de discos rebotó hasta que caer por un costado, dándole un tirón al cable de los audífonos y dejándolos torcidos en su cabeza antes de desconectarse.
–Demonios–Masculló, quitándose el cintillo.
Estiró su mano intentando tomar el reproductor y sus dedos chocaron con la caja.
«No...»
Abrió mucho los ojos. Dejó de respirar y habría jurado que su corazón dejó de latir.
Se dejó caer en la cama, mirando el techo. Necesitaba recordar cómo funcionaban sus pulmones.
«¡No te quiero en mi mente!»
«¡No quiero hacerle eso!»
Apretó mucho los ojos, sintiendo como hiperventilaba.
«Puedo hacer esto»
Negándose a dejar escapar las lágrimas, se deslizó por el costado de la cama hasta el suelo y se recostó de lado, mirando el espacio bajo el somier: Un par de calcetines distintos, un paquete de papitas vacío, un plato sucio...
–Ok, esto debe irse antes que forme vida inteligente...–Se dijo, dejando el plato sobre su velador para recordar llevarlo a la cocina.
Volvió a recostarse en el suelo y miró el resto de las cosas: Una vieja muñeca que había olvidado que tenía, su osito de felpa y, sí, al fondo estaba su reproductor de música, el cual tomó y dejó sobre la cama sin levantarse del suelo y sin apartar la vista de la caja donde había guardado las cosas de Arnold.
No lograba definir qué era lo que le provocaba la existencia de ese cubo de cartón. Lo arrastró hasta ella y acarició los bordes con la yema de sus dedos.
La idea de abrirla y visitar su pasado se volvió tentadora.
Su mano se acercó hasta la orilla de la tapa, se quedó ahí unos segundos.
«No.»
En un acto impulsivo la empujó de vuelta a donde había estado por meses.
Se levantó enojada y miró su escritorio. Un cuaderno cuyas hojas seguían en blanco era lo único que distinguía.
«¿Qué me pasa?»
«Yo... yo no quiero volver a ser esa persona...»
«No puedo vivir obsesionada...»
«Salgo con otro chico...»
«Salgo con Brainy...»
«Y él no espera que sienta lo mismo que él siente por mí...»
«¿Cierto?»
«¿Qué siento... por él?»
«¿Qué es lo que me gusta de él?»
«Lo que siento por Brainy...»
Tomó su reproductor de música, cambió el disco y se recostó otra vez, abrazándose a sí misma.
«No se siente parecido...»
La melodía en sus oídos era triste.
«Disfruto que me bese... y sus caricias... y disfruto su atención... »
La voz femenina murmuraba palabras sobre un corazón roto.
«Pero... pero nada de eso nace de mí...»
El coro era sobre el dolor del amor no correspondido.
«No hay impulso... y mucho menos hay obsesión...»
Un solo de guitarra parecía una respuesta a los lamentos.
«¿Acaso no es bueno NO sentir obsesión por alguien?»
La siguiente canción no era muy distinta.
«Pero... tampoco tengo la necesidad de expresar nada... »
«¿O es que no hay nada que expresar?»
Dejó de escribir largos poemas desde que decidió mantener lejos a Arnold. Incluso si de vez en cuando anotaba un par de versos sueltos o hacía alguna tarea, podía contar eso más como un ejercicio intelectual que como un impulso creativo.
Sacó todo el rosa de su guardarropa. Ya no tenía ningún relicario, ni otra joya que lo reemplazara. Incluso abandonó esas declaraciones a solas donde manifestaba su amor y su odio.
Y era cierto que ser amiga de Arnold funcionaba bien desde que salía con Brainy. Bueno, más o menos, porque el estúpido cabeza de balón a ratos parecía coquetearle y no podía estar segura de que realmente lo hiciera o si era su subconsciente intentando tener esperanzas cuando Arnold solo era «el rey de la amabilidad, paladín de los desprotegidos, líder de los generosos, un estúpido caballero blanco con una - perfecta- cabeza de balón.»
«Entonces... ¿qué siento por Brainy? ¿lo estoy utilizando?»
Salir con Brainy no fue un plan retorcido como salir con Stinky. No aceptó para poner celoso a Arnold, porque la esperanza de que él llegara a sentir algo por ella murió en esa montaña. Pero ¿era un plan en cierto modo? ¿Un plan para olvidar? ¿Para ignorarlo? ¿Para obligarse a no pensar en él porque sentía que tenía que ser leal con la persona con la que estaba? ¿Y qué era la lealtad? ¿Era el no besar a nadie más? ¿No abrazar de la misma forma a nadie más? ¿Era no mirar con interés a alguien más? ¿O era ni siquiera pensar en otra persona? ¿Y ella era desleal por tener que atajar sus pensamientos por...? ¿Era justo esperar que no existiera pensamiento alguno si había pasado casi toda su vida intentando acercarse a él? ¿Era posible sacarlo de su -corazón- mente si sabía que seguiría siendo parte de su vida?
Helga buscó otro disco, buscó una canción en especial y le dio a reproducir en repetición.
Las lágrimas ahogaban sus ideas y siguieron saliendo incluso cuando se quedó sin batería. El sueño llegó poco después.
