Durante la fiesta de Navidad Arnold y Gerald compartieron con los residentes de la Casa de Huéspedes. Helga, por su lado, mantuvo su palabra de pasar la fiesta con su familia, se comportó especialmente atenta con Olga, aunque sin cambiar su particular humor y forma de responder con todo el resto de la familia.

Phoebe regresó de la montaña un día después y los cuatro se reunieron para una cita doble y un rápido intercambio de regalos, además de compartir lo que habían recibido. Tanto Phoebe como a Gerald recibieron como regalo un teléfono celular de sus respectivas familias, así que pasaron parte de la tarde enseñándoselos a sus amigos. Al final de ese día cada pareja tomó un camino distinto.

Los rubios acordaron que por ser su primera navidad juntos harían algo significativo sin dinero: tarjetas. Prometieron no leerlas hasta llegar a casa. Helga escribió un poema sobre como él era su ángel de la conciencia, iluminando el mundo con su bondad. Arnold hizo un dibujo de ella, con alas de ángel y trató de expresar lo bien que se sentía salir con ella. No lo admitirían, pero cada uno hizo llorar al otro.


...~...


El día siguiente, Phoebe invitó a su mejor amiga a pasar el día en su casa. Helga llegó puntual y hambrienta. Disfrutaron una merienda en la habitación, mientras la rubia le detallaba a su amiga cómo terminó ese caótico último día de clases, de cómo se quedó con los chicos esa noche y que Arnold la acompañó a ver a Olga.

–Así que tu familia ya lo sabe–dijo Phoebe.

–Bob no–Explicó Helga con indiferencia.–. Miriam dijo que era mejor que no lo supiera

–¿Por qué?

–Al parecer no dejó a Olga tener novio en la escuela–Miró en otra dirección, rascando su brazo.–. Supongo que por eso salió con tantos chicos distintos en la universidad

–¿Crees que se enfadará si se entera que sales con alguien?

–No lo sé, quizá ni siquiera le importe–Helga se encogió de hombros.

–¿En serio lo crees? Aunque no sea el mejor padre, sigues siendo su hija

–Soy la hija que no puede presumir, Pheebs, la mitad del tiempo ni siquiera recuerda mi nombre

–Lo sé, lo siento mucho, solo creí...

–Ah, no importa–Helga observó el semblante triste de su amiga.–Cambia esa cara. Mejor háblame de tu paseo a la montaña... ¿Qué hiciste? No me digas que solo te dedicaste a leer

A Phoebe se le escapó una risita.

–Claro que no. Esta vez tomé clases de ski con mis padres. También hicimos más actividades familiares. Intentamos participar en el concurso de esculturas, pero no quedaban cupos, así que solo fuimos como espectadores... y también... emh... no sé si debiera decir esto

–Escupe

–Los hermanos estaban ahí... esos chicos... del año pasado

–¿Valentina y José?

–¿Recuerdas sus nombres?

–¿Qué puedo decir? Tengo buena memoria

Phoebe asintió.

–Ellos pasaron algo de tiempo conmigo y con mi familia, fueron muy amables y hasta nos consiguieron algunos descuentos

–Típico...–dijo Helga, como si fuera una característica obvia de los gemelos.

Pero luego Phoebe evadió su mirada y guardó silencio.

–¿Qué pasó?–Quiso saber su amiga, pero casi al instante se arrepintió.

–Helga, hay algo de lo que tenemos que hablar

El corazón de la rubia se aceleró con angustia. No le había dicho a su mejor amiga lo que pasó con Valentina. No había pensado en eso desde hacía un tiempo, pero ¿Y si Valentina le había contado? ¿Qué pensaría su amiga al respecto? No es como que quisiera haber tenido algo con Vale, pero si Phoebe preguntara ¿sería capaz de mentir y decir que ese beso estuvo horrible? Porque en el fondo sabía que no lo estuvo ¿Podría mirarla a los ojos y jurar qué no lo había recordado ni una sola vez? Porque lo hizo algunas cuantas veces. Y aunque no iba a admitirlo jamás, las palabras de esa chica le dieron algo de valor, en especial cuando apenas podía soportar la existencia de Arnold. Y aunque ahora ya nada de eso importaba, ¿se enfadaría Phoebe por no haberle dicho lo que pasó? Y si lo hacía ¿sería la falta de confianza? ¿o le molestaría por otras razones?

–¿De qué quieres hablar?–Logró articular, cuando pudo controlar el caos en su cabeza.

–Valentina... ella... fue muy insistente en preguntar por ti

–¿Qué? ¿Por qué preguntaría por mí?

–Bueno, lamentó que no hubieras ido

–¿Dijo algo más?

–No mucho, pero hizo muchas preguntas. Quería saber cómo estabas, qué estabas haciendo, si seguías en la misma escuela y si seguías enamorada del mismo idiota... y yo me enfadé y le dije que estabas saliendo con él

–¿Qué?

–Lo siento, Helga, no pude soportarlo mucho, parecía que lo único que le importaba era hablar de ti y cuando insultó a Arnold reaccioné mal. Lo siento

Helga rompió a reír, sintiéndose liberada.

–Está bien, Pheebs, no es problema

–¿Estás segura? Sé que no querías que se enteraran otras personas

–Sí, pero el cabeza de balón y yo ya decidimos que el resto de la clase se puede enterar. Además... no es como que Valentina conozca a alguien más de la escuela como para correr el rumor o algo parecido... así que no te preocupes

–Gracias, Helga

–No, Pheebs, gracias a ti por ser honesta conmigo

Cuando su amiga le sonrió con entusiasmo, la rubia bajó su mirada, concentrada en el plato, sabiendo lo hipócrita que eran esas palabras, pero realmente era algo que no tenía por qué tener importancia, fue solo un beso y no era como si quisiera volver a verla y repetir la experiencia, solo que incluso con lo dolida que estaba, ese beso le dio a entender algo en lo que jamás pensó antes, algo que no estaba segura de qué era, pero que en ese momento no tenía por qué confrontar. Después de todo, en ese momento la única persona a quien quería tener cerca, abrazar y besar era a Arnold.


...~...


Un par de días antes que volvieran las clases, Miriam llegó a casa temprano y vio que su hija menor practicaba sus movimientos de boxeo en la sala.

–¿Qué hay, Miriam?–dijo la chica, sin detenerse–. Lamento el desorden, ordenaré cuando termine

Había empujado varios de los muebles hasta los muros para tener espacio suficiente para moverse.

–¿Por qué no me acompañas al gimnasio?–Sugirió la mujer.

–¿Qué? ¿En serio puedo ir?–Respondió Helga, emocionada, frenando al fin su práctica para mirar a su madre–¿Y eso cuánto va a costar?

–Puedes ir gratis si vas conmigo

–Perfecto

–Ordenemos la sala y vamos ahora mismo


Helga conocía el gimnasio al que asistía su madre. Le emocionaba la idea de tener a su disposición máquinas, pesas y, en especial, un espacio dedicado al boxeo. Una vez allá la registraron como acompañante, le indicaron dónde estaba todo y a quiénes pedir ayuda. Mientras su madre iba a sus clases de baile, ella decidió probar algunas máquinas con ayuda de uno de los instructores. Era difícil al principio, pero pensó que podía llegar a gustarle.

Cuando ya estuvo más segura y se sintió capaz de seguir por su cuenta, el entrenador la dejó y ella empezó a rotar entre las máquinas que le había enseñado. Luego preguntó si podía practicar con uno de los sacos y luego de ir por sus guantes, se dedicó a dar golpes repitiendo los ejercicios de las últimas clases.

Media hora pasó antes que una voz familiar la interrumpiera.

–Ese fue un gran gancho

–¿Qué haces aquí, Johnson?–dijo ella, sin dejar de dar golpes al saco.

–Vengo casi a diario

–Entonces la suerte siempre estuvo a mi favor–Se detuvo y lo miró con el ceño fruncido.–. Precísamente quería hablar contigo

–¿Sobre qué?

–Deberías saber sobre qué–dijo quitándose los guantes mientras se acercaba–. Oí que–Lo sujetó por el cuello de la camiseta.–estabas presumiendo que salías conmigo

–Sabes que yo no...

–Oh, sé que no podrías tener menos interés en alguien como yo–Lo soltó con desprecio.–, pero hay gente que no lo sabe, en especial mis amigos... y mi novio

–Espera... ¿estás saliendo con alguien?

–Eso no es asunto tuyo

–Lo siento, Pataki

–No tienes idea del problema que provocaste

–Lo lamento. No fue mi intención

–Debería matarte por lo que hiciste

–Yo... supongo que les contaste sobre mí...

–Esa sería la salida fácil y todo eso–Giró su mano en círculos.–, pero, así como me gusta mantener a todos fuera de mis asuntos, prefiero mantenerme fuera de los asuntos de otros

–Gracias

–No, nada de gracias, tenemos que resolver esto

–Puedo... decir que me rechazaste

–Eso no funcionará

Helga restregó su ceja con sus dedos medio y pulgar.

–Vamos, hija–dijo Miriam apareciendo en ese momento–. Oh, hola, jovencito

–Buenas tardes–dijo Joshua, volteando a mirar–. Espere ¿usted es la madre de Helga?

–Así es–Respondió con una sonrisa.–. Gracias por ayudarme con las máquinas el otro día

–Para eso estamos

–¡Un segundo!–Helga los miró a ambos.– ¿Se conocen?

–Suele ayudarme con las máquinas cuando los entrenadores están ocupados–dijo Miriam– ¿Es amigo tuyo, hija?

–Joshua y yo trabajamos en el periódico de la escuela

–Que pequeño es el mundo–dijo la mujer con una risa.

–Sí, claro

«Más bien esta ciudad es pequeña»

–Señora Pataki–dijo el chico–, si me permite decirlo, podría ser la hermana de Helga

–Que encantador–Contestó la mujer con una risita.–, claro que no, pero te lo agradezco

–Lo digo en serio, parece que está en sus treinta...

–Oh, ya basta. Bueno, niños, iré a tomar un baño–Miró a su hija.– ¿Vamos?

–Practicaré un poco más hasta que regreses

–Claro, hija. Adiós, jovencito

–Adiós

La mujer hizo un gesto con su mano y se alejó de los jóvenes.

–Helga, en verdad lo lamento–Joshua de inmediato retomó la conversación.

–Si mis amigos escucharon bien, sé que todo lo que dijiste fue ambiguo y sé por qué lo hiciste–Se quedó mirando en la dirección de los camerinos.–. Creo que tengo un plan, solo necesito que me sigas el juego cuando volvamos a clases

–Espera, ¿qué?

–Si te digo ahora no funcionará, te prometo que resultará bien y que no pienso exponerte ¿puedes confiar en mí?

–¿Por qué quieres ayudarme? Cualquiera en tu lugar ya me habría destruido.

–Porque soy Helga G. Pataki. Si algo entiendo es cuánto duele guardar un secreto por años y lo mucho que asusta que alguien pueda descubrirlo, en especial las personas equivocadas. Entiendo lo que es temer que te juzguen y se burlen, Entiendo lo aterrador que es sentir que una parte inherente de ti puede ser usada en tu contra

–Definitivamente eres mucho mejor que yo con las palabras–Sonrió.– ¿Entonces me disculpas?

–No, lo que hiciste estuvo mal, me causaste problemas

–¿Qué puedo hacer para compensarte?

–Tendré que pensarlo, pero que sepas que sigo enfadada. Y agradece que no recibiste una visita de la vieja Betsy

–¿La vieja Betsy?

–Mis puños–Los levantó a la altura de su rostro.–. Betsy y los cinco vengadores

Helga entonces se apartó, volvió a acomodar sus guantes y siguió golpeando el saco, sin contener su fuerza, durante los siguientes quince minutos, hasta que su madre pasó por ella.


...~...


Arnold y Helga acordaron que harían pública su relación durante el almuerzo del primer día. El chico creía que era un buen plazo en caso de que la chica se arrepintiera durante la mañana, aunque sabía que su linda novia estaba cansada de mirar a todos lados cada vez que se le acercaba.

Pero primero debían aclarar el asunto con Joshua.

A la rubia no le costó tanto averiguar en qué salón tenía clases el chico y en cuanto sonó la campana del almuerzo, fueron juntos allí.

–Oye, Johnson–dijo Helga, asomándose a la puerta.

–¡Te busca tu novia!–dijo uno de sus amigos al fondo.

–Ya te dije que no es mi novia–Replicó Joshua, levantándose nervioso.

–¿Y por qué viene por ti?

–¡Métete en tus asuntos!–Le gruñó Helga.– O tendrás que vértelas con mis puños–Añadió, sabiendo que no entenderían el nombre.

–Que miedo... tiemblo... –Respondió el chico, burlándose.

–¡No la molestes!–dijo Joshua, incómodo, acercándose a la puerta– ¿A qué debo la visita, Pataki?

–Creo que nos debes–Indicó a Arnold con un movimiento de cabeza.–una explicación

–Sh-Shortman...–Miró alternativamente a la chica y al chico frente a él.– ¿Ustedes están...?

–Vamos, grandote–Lo tomó por la chaqueta con un gesto agresivo y lo sacó de ahí.

Fueron al patio de la escuela, a un costado del gimnasio. Era un lugar visible desde el salón en de la clase de Joshua. A la chica le bastó una mirada para confirmar que varias personas se asomaron a la ventana para averiguar qué pasaba.

«Perfecto»

–Arnoldo–dijo Helga–, tu versión

–El último día antes del receso te escuché hablar con tus amigos, insinuando que podría haber pasado algo con Helga–dijo, molesto.

Joshua alternó su mirada entre los rubios.

–Lo admito, dije tonterías, pero sólo fanfarroneaba. Sabes que no me interesas, Pataki

–Lo sé, pero hiciste pasar un mal rato a mi novio y eso no te lo pienso perdonar

Un "oh" ahogado se escuchó entre algunas risitas y también un "te lo dije".

–¿Qué puedo hacer?

–Tendrás que decirle tu secreto a Arnold–dijo ella.

El temor en el rostro de Joshua era justo lo que necesitaba para que todo resultara bien.

–Pero dijiste...

–Sé lo que dije

–Pero yo...

–Demonios–Miró a Arnold.–. Johnson pensaba que Miriam era mi hermana y trataba de acercarse a ella, por eso me acompañó a casa

–¿Tu madre?–Arnold pestañeó.

Otra vez murmullos desde el salón de último año.

–Bueno–Continuó el menor de los chicos–, admito que se ve bastante joven para su edad. Pero ¿Por qué la conoce?

–Del gimnasio–Helga miró a Joshua.–. Lo siento, grandote, sé que prometí no decirle a nadie que te gustaban las mujeres mayores, pero al menos lo dije delante de ti, supongo que no cuenta como un rumor

Johnson estaba al mismo tiempo sorprendido y aliviado.

–Siento la confusión, Shortman. Helga no es mi tipo. Solo me agrada y es probablemente de las personas más listas que conozco

–Sí, todos sabemos que soy una genio, pero por lo que escuché de tus amigos, no hay mucha competencia–Interrumpió girando la mano y dando una rápida mirada hacia arriba. Notó varias siluetas escondiéndose.–. Espero que hayas perdido las esperanzas con mi madre, si vuelves a coquetearle Bob te romperá el cuello, pero no antes de que yo te rompa las piernas

–Das miedo, Pataki

–Es parte de mi encanto

Helga entonces volvió a sujetar a Joshua y se alejaron lo suficiente para que el resto de la conversación quedara entre ellos tres.

–Entonces... ¿podemos olvidar este asunto?–dijo el mayor

–Depende–Respondió la chica, mirando a su novio– ¿Arnold?

–No quiero volver a saber que tú o tus amigos hablen de esa forma–dijo él, en serio enfadado–. Incluso si Helga no saliera con conmigo, la forma en que se refirieron a ella fue horrible

–Lo sé–Cerró los ojos.–. Y en verdad lo siento, no debí...

–¿Cómo puedes hablar así de alguien a quién consideras tu amiga?

–¿Nunca has hecho algo estúpido solo por encajar?

Arnold lo observó. Realmente parecía arrepentido por lo que había dicho.

–Pataki, siempre he sido honesto sobre lo que pienso de ti, pero también sabes cómo son... ellos no me dejarían en paz...

–Ese es tu problema–Interrumpió Helga.–. Si tus amigos son idiotas, deberías cambiar de amigos

–No es tan sencillo

–Creo que lo entiendo–Intervino el rubio y luego miró a la chica.–. Helga, ¿confías en que no lo volverá a hacer?

–Confío en que le tema lo suficiente a la vieja Betsy–dijo ella, levantando su puño.

–Después de verte practicar, definitivamente no quiero recibir un golpe tuyo–dijo Joshua, serio.

–Entonces deja de actuar como idiota–Añadió Arnold.

–De nuevo, lamento haber causado problemas

–Como sea, vete–dijo Helga–. Hoy me siento generosa

El chico se alejó con un aire un poco avergonzado.

La pareja intercambió una sonrisa incómoda y con una reverencia exagerada ella lo invitó a la cafetería.

–Helga–Murmuró el chico.–, pudiste decirme, lo habría entendido

–Como dije, Arnoldo, los intereses de otras personas no son asunto mío–Miró alrededor cuando atravesaron la puerta.–, pero hay algo que sí lo es–Lo miró con precaución.– ¿Todavía quieres que los demás se enteren de lo nuestro?

–¡Sí! ¿Le contamos a nuestros amigos?–dijo con entusiasmo.

–Pensaba en algo más drástico

–¿Cómo qué?

Helga se acercó a él y lo sujetó por el cuello de la camisa

–Como esto–dijo antes de besarlo.

Arnold se sorprendió por un segundo, luego la abrazó.

El silencio se extendió en las mesas donde estaban sus amigos y conocidos, a medida que lo iban notando y entre codazos y murmullos, varios volcaban su atención a la pareja.

–¿Arnold está besando a Helga?–dijo Harold, dejando caer su cuchara.

–Recórcholis–dijo Stinky–. Me alegro por ellos

–Oh, cielos–dijo Lila con una sonrisa triste, mirando de reojo a Edith, quien tomó su bandeja y se marchó casi de inmediato.

De una y otra mesa, la pareja escuchaba sus nombres y apodos.

–Sí, sí, estoy saliendo con el cabeza de balón y quién tenga un problema con eso se las verá con la vieja Betsy–Miró alrededor.–. Ahora vuelvan a sus asuntos–Agregó sacudiendo las manos.–, se acabó el espectáculo

Tomó a Arnold de la muñeca y lo arrastró hasta la fila para sacar sus almuerzos.

–Eso fue inesperado–dijo Arnold en un susurro, sintiendo como le ardían las orejas.

Eso nos ahorrará tiempo y explicaciones–dijo Helga, tratando de mantenerse seria.

Ahora que eran el centro de atención, estaba molesta, pero sabía que al final del día ya habría algo más interesante de qué hablar y era mejor aguantar un día que vivir paranoica otra vez.

Cuando fueron a sentarse con Phoebe y Gerald, ya bastante gente había dejado de prestarles atención. Unos pocos, como los chicos de baseball, algunas chicas de otros años y los idiotas de Harold y Sid, seguían comentando.

–Bueno, Pataki–dijo Gerald–, reconozco que eso fue audaz

–No puedo creer que hayas hecho algo así–Añadió Phoebe.

Arnold estaba en silencio, concentrado en su comida. Helga comenzó a sentir la culpa clavando en su cuerpo.

–¿Estás enfadado, cabeza de balón?–Le preguntó en un susurro.

–No es eso–Miraba su plato de comida.–. Me hubiera gustado conocer tu plan de antemano

–Lo siento

–Está bien, Helga, ya pasó–Sonrió, se acercó a ella y le dio un beso en los labios.–. Ahora puedo hacer esto cuando quiera

–¡Oye!

–Tendrás que vivir con las consecuencias de tus actos, Pataki–dijo Gerald.

Helga fingió enfado, mientras los otros tres compartían una risa. Pronto cambiaron el tema, planificando algunas actividades y otras cosas para esa semana.

Casi al final del almuerzo, Phoebe recibió un mensaje de texto en su celular, lo leyó sorprendida y se lo enseñó a su amiga:


»From Rhonda:

¿Es cierto que Helga empezó a salir con Arnold?


–¿Puedo contestar?–Preguntó la rubia.

–Supongo que no es un problema–dijo Phoebe, entregándole el equipo.

Entonces Helga escribió:


»From You:

¿Algún problema con eso, princesa?


Envió el mensaje y le regresó el teléfono a su amiga.

–¡Helga!–Reclamó Phoebe.

–Sabrá que fui yo

El teléfono empezó a sonar con un timbre que parecía música de viejos videojuegos, pero con la melodía de una canción de Ronnie Matthews. Helga vio el apellido Lloyd y le quitó el aparato a su amiga para contestar.

–¿Tan aburrida es tu escuela que necesitas los chismes de la plebe?–dijo Helga en lugar de un hola.

–¡¿Entonces es verdad?!–dijo Rhonda al otro lado de la línea.

Sonaba sorprendida, pero también hablaba despacio y se notaba un eco.

–¿Quién te lo dijo?–Indagó Helga.

–No revelaré mis fuentes

–Bueno, si tienes que saberlo, es oficial, Lloyd

–¡Tienes que contarme todos los detalles!

–No, no lo haré, pero saluda a los demás–Cambió la posición del aparato para que sus amigos en la mesa pudieran escuchar.

–Hola

–Hola, Rhonda ¿Cómo estás?–dijo Phoebe.

–Este internado es de lo más aburrido–Se escuchó la voz desde el equipo.

–No estás ahí para divertirte, es por tu educación–Comentó la chica de lentes, un poco molesta.

–Lo sé, lo sé, intento aprovecharlo

–Más vale que lo hagas, Lloyd–Se involucró Gerald.–. Sigo enfadado contigo y ya sabes por qué

–¡No es justo! Fue un error

–Lo sé, Rhonda, yo no estoy enfadado–dijo Arnold.

–¡Arnold! ¿Entonces es cierto que Helga y tú están saliendo?

–Así es–dijo él, rascando su nuca con una sonrisa nerviosa.

–Tal vez mi predictor de origami no estaba del todo equivocado

Arnold y Helga se miraron abriendo mucho los ojos, sintiendo cada uno como la sangre subía a su rostro.

–Ya tienes tu información, princesa, deja de esconderte en el baño y ve a clases

–¿Cómo sabes que...?

–No revelaré mis fuentes–dijo imitando su tono, lo que hizo reír a los demás–. Adiós

Helga colgó y le devolvió el teléfono a Phoebe.

–Estúpida princesa–gruñó, todavía sonrojada.

Phoebe y Gerald intercambiaron una mirada cómplice. Cada uno sabía sobre los sueños que sus respectivos mejores amigos tuvieron tras el evento del predictor de Rhonda y suponían que esa era la razón detrás de su vergüenza.

Pero lo que los rubios tenían algo más en mente: Un día de verano, dos copas de helado, una conversación grata y las palabras de ese día.


Si llegamos solteros a los 25 deberíamos casarnos


...~...


Notas:
¿Qué les parece la relación de Helga y Joshua? ¿Y qué piensan de los planes de Helga?