Al día siguiente Phoebe pasó por ella y le devolvió la tarea sin ninguna corrección, lo que no extrañó a la rubia.
–¿Dormiste bien?–Preguntó de pronto la más bajita, acomodando sus lentes.
–Me quedé hasta tarde reescribiendo un artículo para el periódico, no me dejaba conforme, ya sabes como soy con eso–dijo Helga, consciente de sus ojos hinchados y cansados.
No iba a admitir la angustia que la mantuvo en vela, ni siquiera con Phoebe, aunque por su mirada intuía que su amiga sospechaba la verdad.
Se reunieron con los chicos en el salón cuando comenzó la clase.
Ignorar a Arnold se hizo complicado. Era obvio que él intentaba acercarse, pero ella no estaba lista para hablar con él.
Se las arregló para evitarlo hasta el almuerzo. Acompañó a sus amigos a la cafetería y antes de comprar su comida vio a una chica de último instalándose en una de las mesas. No perdía nada con intentarlo.
–Tengo algo que hacer, los veo al rato–dijo.
Se acercó a Gracia para comentarle sobre lo que había escrito y la invitó a sentarse, llamando también a Siobhan, que estaba a un par de mesas. Las dos leyeron el trabajo de Helga, sugirieron pequeñas correcciones. Un poco más tarde Joshua las saludó al pasar y Gracia le pidió su opinión. El Chico agregar algunos datos interesantes sobre el equipo rival, con lo que Helga supo que tendría que reescribir buena parte para incluirlos.
Eso le consumió casi todo el almuerzo además de ganarse un par de elogios, así que una doble vitoria para ella.
Compró un emparedado y lo comió de camino al salón. Al final de las clases tomó su bolso y luego de despedirse de sus amigos, se acercó a Lila, para caminar con ella al gimnasio.
Mientras la pelirroja terminaba de ordenar sus cosas, Stinky acercó a la rubia.
–Helga, ¿paso por ti después de la práctica?–dijo él.
–Claro que no, Stinko. Te veo en los arcades–Respondió la chica, con indiferencia.
Lila los miró a ambos mientras acomodaba la correa de su bolso.
–Está bien, ahí estaré–Aseguró el chico.
A unas mesas, Harold y Sid se reían, así que la rubia los miró y levantó su puño como amenaza, obligándolos a callar.
–¿Estás lista, solcito?
Lila asintió.
–Nos vemos luego–Comentó la rubia como despedida a Stinky.
Ambas salieron caminando a prisa.
...~...
Phoebe se despidió de su novio y Arnold en la puerta del salón, para caminar con Nadine, con quien prepararía un proyecto de ciencias.
Los amigos se dirigieron a la salida para ir a entrenar. Stinky pasó junto a ellos de camino, conversando con Harold y Sid.
Arnold por un segundo frunció el ceño.
–Tienes que dejar de hacer eso–dijo el moreno al notarlo.
–¿Qué cosa?–Respondió el rubio.
–Darle importancia
–¿De qué hablas?
–¡Vamos! Toda tu actitud cambió en cuanto Stinky habló con Helga. Viejo, tienes a Edith comiendo de tu mano, aprovéchalo
–Deja de hablar así de Edith–Reclamó, molesto–. Y no puedo simplemente dejarlo... y sabes por que
–Lo estabas llevando bien, hombre, ¿Qué pasó?
El rubio lo miró con una mezcla de pánico y tristeza.
–Nada. Me iré a casa–Decidió.
–Viejo
–No puedo, Gerald, hoy no me siento bien, es todo
El chico dejó a su amigo en el parque y se marchó antes que el entrenador lo viera.
No podía decirle lo que había pasado, mucho menos lo que le hubiera gustado que pasara. Tampoco sabía cómo hablar con Helga, ni cómo reaccionaría. Ese día parecía completamente indiferente a él y también... Stinky la había invitado a salir, entonces... ¿Qué tanto hablaron durante la fiesta? ¿Por qué ella siguió besándolo si al final iba a salir con otro chico? Ella lo abrazó, le acarició el rostro, le sonrió, fue dulce, incluso coqueteó y se preocupó por él en más de una forma...
«Esto es solo un sueño, ¿recuerdas?»
Llegó a casa solo para dejar sus cosas, pero en cuanto su mirada escapó hacia el sillón, no soportó la idea de quedarse en su habitación.
Decidió ir a caminar un rato, tratando de calmarse, dando vueltas al azar, hasta que voces conocidas llamaron su atención.
–No puedo creer que Stinky haya invitado a Helga a una cita–dijo Harold, riendo.
«Entonces si era una cita»
–Supongo que de alguna forma tenía que ganarse ese beso–Comentó Sid entre risitas.–. Incluso una chica como Helga debe tener estándares para aceptar besar a alguien ¿no?
Los dos explotaron en carcajadas.
–No puedo creer que la haya besado por setenta fichas–Añadió Sid.–. Yo hubiera pedido cien y aun así no creo que hubiera sido capaz de hacerlo
–¡Sí! Helga no es nada femenina–Continuó el mayor entre risas.–. Si tuviera que besarla, vomitaría
Suficiente. Arnold no permitiría que se burlaran de ella así. Debía decirle antes que se reunieran.
Se dirigió a la escuela, pero a medio camino se dio cuenta que no llegaría a tiempo y se desvió hacia los arcades, con la esperanza de encontrarla. Cuando llegó ahí, notó que ni ella ni Stinky habían llegado.
Compró algunas fichas para esperar jugando cerca de la entrada.
Stinky apareció unos minutos más tarde, junto a sus amigos. Arnold los observó sin moverse de su lugar.
–¡Si llega te regalo diez fichas más!–dijo Sid.
–Y si no llega tendrás que devolvernos las fichas–Añadió Harold.
–Llegará–Respondió Stinky.
Eso solo generó más caos en la mente del rubio. ¿Por qué estaba tan seguro?
Trató de quedarse cerca, fingiendo que esperaba su turno en una máquina un poco abarrotada.
Helga apareció unos quince minutos más tarde. Y antes que Arnold pudiera acercarse le hizo señas Stinky, que se acercó a ella, mientras Harold y Sid se alejaban.
Arnold la observó. El cabello atado en una coleta alta, una chaqueta morada, sudadera, pantalones de mezclilla y zapatillas. No era la ropa que había usado ese día, así que se tomó la molestia de ir a casa a cambiarse; pero tampoco parecía ropa de cita, al menos no como Arnold la imaginaba que vestiría para una cita.
Cerró los ojos con fuerza y se dio cuenta que desde ahí no podía escucharlos.
Stinky y ella charlaban mirando alrededor, hasta que Helga sonrió, señaló una dirección con su pulgar y le dijo algo. Por su expresión el rubio supuso que era sobre cómo le patearía el trasero. Esa mirada de orgullo y seguridad que solo Helga tenía y que él disfrutaba tanto ver.
«Basta»
Pensó en cómo podía acercarse a ella, apartarla de su "cita" y decirle lo que había escuchado, así que cambió a otras maquinitas, intentando acercarse a un lugar desde donde pudiera vigilarlos.
...~...
Helga estaba concentrada mirando la pantalla, disparándole a los zombis. Por más de veinte minutos ella y Stinky avanzaron por los distintos niveles. Era uno de los juegos favoritos de ambos. Sacaban los bonos y premios, salvando a los civiles y desbloqueando los secretos del juego. De vez en cuando le comentaba al chico que pusiera atención o lo felicitaba por su puntería. El alto muchacho también quería ganar y al mismo tiempo demostraba admiración por la precisión de Helga. Llegaron hasta el pasillo previo al jefe final, pero la dificultad los venció y ambos perdieron casi al mismo tiempo.
–Rayos–dijo Helga.
–Podemos volver a intentar–dijo Stinky.
–No, juguemos algo más–Miró alrededor.
Entre las máquinas notó una de Pac-Man. Un clásico, no su favorito, pero estaba libre.
Fueron allí. Stinky resultó ser mucho mejor que ella. Así que estuvieron ahí mientras el chico pasaba y pasaba niveles, ella lo animaba, distraída, pensando dos cosas: cuál sería la siguiente maquinita y qué demonios hacía el estúpido cabeza de balón ahí. Bueno, tres cosas: ¿por qué la vigilaba como si estuviera... celoso?
Decidió explotar un poco la idea. Así que intencionalmente se apegaba a Stinky para felicitarlo o indicarle con emoción exagerada que estaba a punto de morir.
Lo siguiente que hicieron fue buscar un juego de combate de artes marciales. La máquina con la novedad no tenía un grupo de gente intentando jugar, porque estaba acaparada por alguien que ella conocía bien.
–Wolfgang–dijo la rubia con cierto desprecio.
–¿Qué haces aquí, niñita?–Respondió él, con el mismo tono.
–Esta niñita piensa destruirte–Le enseñó una ficha.–. A menos que tengas miedo
–¡Ja! Nunca podrías vencerme
–Ya veremos
Introdujo la ficha a la máquina y se colocó en los controles junto a él, seleccionando su personaje.
La primera ronda Helga ganó por poco, lo hizo más por evaluar las habilidades de su oponente, que por dificultad. La segunda lo destruyó completamente, sin recibir ni un golpe.
–Al parecer esta niñita si pudo vencerte
–Tuviste suerte–dijo el matón, molesto.
–¿Quieres apostar?–Le enseñó una torre de fichas y las puso sobre el tablero.–. Diez tuyas, diez mías, quien gane se queda las 20. ¿Qué dices?
–Edmund–Chasqueó los dedos y su amigo le entregó las diez fichas que el matón colocó en una torre junto a la de la chica.–. Vas a perder, Pataki
–Mucho ruido, pocas nueces–dijo ella, bajando su mirada para dejar en claro la doble intención.
El muchacho apretó los dientes mientras cada uno metía una ficha y luego seleccionaba su personaje.
Helga ganó el primer combate por poca diferencia. El segundo perdió, por bastante más de lo que le hubiera gustado. Pero el tercero logró mantener a Wolfgang a raya un buen rato. En un momento el chico rompió su defensa y comenzó a bajar su barra de vida con bastante velocidad, pero no logró pasar de la mitad antes que Helga recuperara el control del combate.
Arnold vio como Edmund se acercaba al lado de Helga y movía su mano hacia el tablero. Estaba por involucrarse, pero Stinky se adelantó.
–¿Qué haces?–dijo con seguridad, mirando a Edmund desde arriba.
–Yo... no... nada... –dijo, retrocediendo
En ese momento el combate terminó.
–Carajo–El matón de segundo de preparatoria estiró la mano para recuperar sus fichas.
–Perdiste–dijo Helga, molesta.
–Fuiste muy lenta–Reía el chico.
–Y tú eres patético–Se cruzó de brazos.–. Tienes cinco segundos para entregarme las fichas.–Abrió la palma de su mano derecha.
–¿O qué?
–O hacemos un desafío público para que todos vean cómo te derroto ¿Quieres eso? ¿O prefieres que nuestra contienda quede en secreto entre nosotros cuatro?
El tipo gruñó y luego de mirar a su amigo, le entregó las fichas.
–Solo ganaste porque tu amigo me distrajo–dijo y luego gruñó–. Vámonos, Edmund
–Ya voy... –El chico rodeó la máquina y lo siguió tropezando.
–De todos modos, los videojuegos son para los nerds... y para las niñas feas–Añadió mientras se alejaba.
Helga lo ignoró y haciendo un gesto de invitación, le ofreció a Stinky que pasara hacia los controles disponibles.
–No debiste intervenir–dijo Helga.
–Le habrías roto los dedos–Respondió el alto chico.
–Se lo merecía
Seleccionaron sus personajes y Helga ganó sin problema. Poco a poco otras personas se acercaron a enfrentarla, pero mantuvo su lugar un buen rato. Stinky estaba perplejo por como derrotaba a todos.
–Recórcholis–dijo cuando derrotó a un quinto jugador y un sexto elegía su personaje.–. La máquina apenas llegó hace dos semanas y ya dominas todas las técnicas
–No todas–dijo Helga, seleccionando un traje alternativo–, pero pienso seguir aprendiendo
Arnold decidió intentarlo y se unió a la fila, esperando que ella siguiera ahí cuando fuera su turno. Helga apenas logró vencer a la persona que estaba dos puestos por delante de él, pero la siguiente fue un paseo por el bosque, tanto que Helga le regaló la segunda pelea para que tuvieran una tercera. Era una niña de primaria que estaba aprendiendo a jugar, así que le explicó cómo hacer un par de combinaciones. El chico sintió una cálida ternura cuando la mayor fingió que se había atorado la palanca, dejando a la pequeña dar unos cuantos golpes, hasta que le resultó un ataque especial.
–Hola, Helga–dijo él, con una sonrisa.
Ella lo miró.
–Parece que te encanta que te humille, cabeza de balón–dijo la chica.
–Es un mal hábito–Admitió él, seleccionando a su personaje.–, siempre y cuando seas tú quien lo haga
Helga se sonrojó con esa respuesta. ¿Por qué el estúpido cabeza de balón le estaba coqueteando? ¿LE ESTABA COQUETEANDO?
Round one
Fight
La pelea comenzó y aunque fue él quien dio el primer golpe, Helga rápidamente ganó ventaja y logró eliminar el color en la barra de vida de su contrincante.
La siguiente pelea ella intentó una nueva combinación que quería mejorar, pero eso la hizo perder buena parte de su barra de vida. Cuando le quedaba un tercio de ésta intentó dar vuelta el juego, pero fue demasiado tarde.
El último combate Arnold partió con todo, confiado, generando cadenas de daño con rapidez. La chica mantuvo sus defensas y en algún punto logró romper el ritmo del chico, para rápidamente dar vuelta el juego. Ambas barras de vida estaban bajas, pero Helga tenía un combo especial que no había usado.
En cuanto movió la palanca y presionó los botones, el chico supo que no tenía forma de esquivar o defender, pero podía arriesgarse con un counter.
Un ruido y la oscuridad.
Varias voces infantiles y adolescentes se elevaron preguntando qué había pasado.
–No se muevan, vamos a encender el generador–dijo uno de los adultos que trabajaba ahí
La mano de Arnold se deslizó por los controles y alcanzó la de Helga, sujetándola en la oscuridad. Intentó acercarla a él, pero ella no se movió.
–Hay un corte de energía en el barrio–dijo el propietario–. Cerraremos temprano hoy
Se elevaron gritos de protesta.
–Lo siento, chicos. Los compensaremos–Y luego gritó en otra dirección.– ¡Richard! ¿Cómo vas con el generador?
–¡Ya lo encontré, en un segundo estará funcionando!
Helga logró zafarse de Arnold y se giró hacia Stinky.
–Me voy a casa, granjero–Le dijo.–. Gracias por las fichas, nos vemos en la escuela
Haciendo todo lo posible por ver y con mucho cuidado, Helga se apartó de ellos y se deslizó entre las máquinas hacia la salida.
Afuera las luces de los autos le permitían distinguir un poco más y corrió lejos de ahí, a punto de tener una crisis. Cuando Arnold la sujetó, quiso arrojarse sobre él y besarlo. No tenía idea de por qué él hizo eso, quizá era una forma de asegurarse de que estuviera bien o de darle tranquilidad, pero lo único que hacía era alterarla por completo.
...~...
Entre las máquinas, las luces de emergencia se encendieron con un tono anaranjado.
–Cuando pasen por la puerta, anoten su nombre y les repondremos las fichas – continuó el encargado, dirigiendo a los chicos hacia la salida.
Arnold miraba en todas direcciones, pero Helga ya no estaba por ningún lugar.
–Bueno, amigo, aquí hay diez fichas extra–dijo Sid acercándose a Stinky.
–Cielos, gracias–dijo el alto muchacho al recibirlas.
–Definitivamente ganaste esta apuesta–Comentó Harold.–. Debe ser difícil besar a una niña como Helga
–¿Es cierto lo de la apuesta?–dijo Arnold, con las manos en la cintura y el ceño fruncido.
–Bueno... algo así...–Respondió, Stinky, incómodo.
–¡No pueden hacer eso!
–¡Vamos, Arnold, no seas tan serio!–dijo Sid.– Es Helga, probablemente aceptó venir por los juegos gratis
–¿Qué?
–¡Claro! ¿Quién querría salir con una chica tan fea?–Añadió Harold.– ¡Hasta ella lo sabe!
–¡No digan eso!–dijo molesto– Helga es...
¿Qué iba a decir? ¿Qué le parecía guapa? ¿Qué no era tan desagradable como quería hacer creer a todos? ¿Qué era inteligente y divertida?
–Helga es simpática cuando quiere–dijo Stinky–. Sé que su sentido del humor un poco cruel, y es agresiva, pero es porque la hacemos enfadar
Arnold lo miró con sorpresa. Era la primera vez que escuchaba a alguien de su clase decir algo bueno de la chica, que no fuera Phoebe, claro.
Harold y Sid miraron al alto granjero con la boca abierta.
–¿Te gusta Helga?–dijo Sid.
–¿Estás bien?–Añadió Harold.–. Estamos hablando de Helga Pataki
Arnold sintió una punzada en el estómago al recordar sus conversaciones con Gerald.
–No, ya la superé cuando salí con Gloria–dijo Stinky con naturalidad.
Arnold lo recordó vagamente, era cierto, al alto chico le había gustado Helga y él lo sabía.
–De todos modos–dijo el rubio–, esto estuvo mal, sé que no lo parece, pero ella también tiene sentimientos
–¡No exageres, Arnold!–Respondió Sid.– Helga es como la reina de hielo, ella jamás podría enamorarse de alguien
–Así es... y aunque se enamore de alguien, es tan fea, que nadie le haría caso–dijo Harold entre risas.
–¡Ya basta!–dijeron Stinky y Arnold al mismo tiempo, se miraron entre ellos por un segundo.
–Me largo–dijo Arnold, todavía molesto.
Mientras se alejaba escuchó como los otros tres seguían discutiendo.
Todavía necesitaba verla y aclarar las cosas. Cuando salió miró en todas direcciones, pero ella no estaba por ningún lado. Pensó en alcanzarla camino a su casa, pero en primer lugar no estaba seguro que hubiera ido ahí y en segundo lugar si estaba seguro de que no reaccionaría bien.
...~...
Helga esperó en el parque que el frío la obligara a regresar a casa. La sensación de Arnold ¿confortándola? ¿Cuidándola? ¿Qué había sido todo eso? Era confuso que ahora... claro que las cosas habían cambiado, el estúpido cabeza de balón no podía solo hacerle caso y pretender que todo era un sueño.
Quería volver a besarlo. ¿Qué hubiera pasado si lo hubiera hecho? ¿Qué hubiera pasado si las luces se hubieran encendido y alguien los hubiera visto? Helga G. Pataki tenía una reputación que cuidar y una cosa era darle un beso a un chico en una fiesta, porque, vamos, varias de las chicas en esa fiesta consiguieron un ligue, incluso una de las amigas de Rhonda empezó a salir con uno de los chicos del equipo, eran cosas que pasaban en las fiestas de adolescentes llenos de locas hormonas. Pero besar a Arnold... eso fue diferente, fue íntimo, fue dulce... era una locura que no se podía repetir.
No quería hablar con el estúpido cabeza de balón. Dejaría pasar el tiempo, así sería como aquel beso en la torre corporativa. Eventualmente los dos se acostumbrarían a pensar que no pasó y podrían fingir que todo estaba bien, que no sentían nada el uno por el otro, porque, por como la beso, lo menos que podía imaginar era que el rubio tendría algún tipo de atracción por ella, aunque se repetía que él estaba medio borracho y ella medio desnuda. Bajo esa misma premisa, fue una suerte que ninguno de los dos se atreviera a hacer algo más, porque si él lo hubiera intentado, no estaba segura si siquiera lo hubiera cuestionado...
Pero era su dulce dios de buen corazón, claro que no hubiera hecho algo más. Incluso si ella pudo notar que parecía quererlo ¿Realmente estaría pensando en ella? ¿O se imaginaba a otra persona? Como le escuchó decir a Gerald... que llamó a Edith por el nombre de Ruth. Entonces ¿de qué estaba orgullosa McDougal? Parte de la atención que tenía era por transferencia y la otra parte porque Arnoldo solo sabía ser amable. Si una chica linda se le acerca, no podría rechazarla, había pasado con Lila y con Summer.
Pero a ella la había rechazado. Así que Helga sabía que no era una chica linda, no para los estándares de él.
Y no era la belleza, era la dulzura. Helga carecía de eso la mayor parte del tiempo, pero esa noche lo cuidó, se mostró preocupada, ni siquiera se le pasó por la mente burlarse de él por su estado. Entonces, otra vez, Arnold cayó ante una Helga que no era ella o que más bien no podía ser todo el tiempo.
No quería seguir pensando en eso.
...~...
El día siguiente Arnold decidió cambiar de estrategia y pretender indiferencia. En el último descanso, cuando Phoebe le pidió a Helga ir a las maquinitas por unos dulces, los chicos las acompañaron y eso fue suficiente para que bajara la guardia. Mientras la pareja decidía qué snack quería, la chica rubia se apartó un poco, así que Arnold decidió intentarlo.
–Tengo algo que decirte algo sobre tu cita con Stinky–dijo en un susurro.
Gerald sacudió la cabeza con reprobación. El rubio pensó que lo había escuchado, pero de inmediato su amigo comentó algo sobre que odiaba los refrescos de dieta, que aparentemente eran las únicas disponibles. A lo que Phoebe procedió a darle una explicación de por qué el sabor variaba.
–Eso no fue una cita–Respondió Helga, en el mismo tono.
–¿Qué?
–¿Vamos?–dijo Phoebe.
–Adelántense–dijo la rubia, sacudiendo su mano–. Todavía no sé qué quiero.–dijo mirando la máquina muy concentrada.
–No tenemos prisa–dijo Phoebe.
–Dije que se adelanten – repitió Helga, mirándola de reojo.
Su amiga comprendió y se llevó a Gerald de ahí.
–Harold y Sid le apostaron algunas fichas a Stinky si me besaba y yo le pedí algunas a cambio–dijo moviendo la mano en círculos.
–¿Lo sabías?
–Claro que sí–Lo miró con una sonrisa.–. Adivino como te enteraste. El panzón y el raro no saben mantener la boca cerrada
Arnold asintió.
–Fui a decírtelo–Explicó.–, estaba buscando una oportunidad de estar a solas–Añadió, avergonzado.
Helga se dio cuenta que le había tomado la mano para apartarla y hablar. No era lo que ella fantaseó. Estaba furiosa. Arnold no pensaba en ella. ¿Y qué esperaba?
«Estúpida»
–Escucha, cabeza de balón. Yo le dije que fingiera que era una cita para poder jugar un rato sin que sospecharan de que me regalara las fichas. Siempre que nos topamos juego con ellos –Se encogió de hombros.–. No fue la gran cosa–Cerró los ojos un segundo y decidió añadir.–. Sólo un beso sin importancia
–Pensé que de algún modo podría lastimarte
–No me hagas reír
–Hace poco terminaste con... –Miró en todas direcciones y bajó la voz.– alguien. Es normal que estés algo... vulnerable
–¿En serio?–Arqueó el lado izquierdo de su ceja.– ¿Te parezco una damisela en peligro?
–No quise decir eso
–En primer lugar, nunca te dije cuándo terminamos
–Pero debió ser después de mi cumpleaños
–Y en segundo lugar–Continuó ignorándolo.–, sabes como soy: grosera, ruda y mandona
–Lo sé–Admitió.–, pero también puedes ser dulce y preocupada, Helga. Sigues siendo una chica y sé que eres más que eso
–Ese es tu estúpido problema. Yo no soy más que esto y ciertamente no soy una princesa a la que puedes rescatar, soy el maldito dragón. Y si sigues metiéndote donde no te invitan, te tocarán las llamas
Helga decidió dar la conversación por finalizada y regresar al salón.
Arnold se quedó en el espacio de las maquinitas, cubriendo su rostro con frustración.
Después de esa conversación la incomodidad fue reemplazada por una amarga tristeza que él intentaba disimular. Helga seguía actuando con tanta frialdad e indiferencia como siempre. Ni Gerald y ni Phoebe consiguieron averiguar qué había pasado, así que se apegaron a su decisión de no intervenir. Los cuatro pretendiendo que no pasaba nada.
...~...
Al día siguiente, después de presentar sur redacción final a Gracia, la chica le comentó que ese día debía retirarse temprano.
Casi corrió para llegar a la consulta apenas cinco minutos antes de comenzar su sesión con Bliss.
No tenía ánimo de jugar mientras charlaban, en cambio se recostó en la silla, con las piernas en el respaldo, las manos en su estómago y la cabeza colgando por el borde, mirando a su terapeuta.
–Bob sigue sin trabajo...
Los primeros minutos fueron sobre su familia y sus terribles dinámicas. Luego pasó al tema de su rompimiento y como creía que debía sentirse mal, pero en el fondo le parecía que no sentía nada. La terapeuta la guio con paciencia hacia las emociones que la chica reprimía y cómo había usado esa relación para escapar de la soledad que ella misma estaba generando al intentar sacar a Arnold de su vida.
No pudo contarle lo que pasó.
«Un sueño»
Pero si le comentó que había vuelto a soñar con el rubio y que otra vez le escribía poemas. Bliss sonrió con comprensión mientras intentaba ayudarla a averiguar cómo la hacía sentir y cómo manejar esas emociones.
–También... hay algo que intento entender. Lila ha sido amable conmigo últimamente y bueno, ella y Patty han estado preocupadas por mí
–¿Y qué pasa con eso?
–No sé por qué lo hace. Pensaba que todos me odiaban o temían
–Phoebe no te tiene miedo
–Es porque es mi mejor amiga... y aun así creo que la intimidé en algún momento
–¿Crees que todavía es así?
–No, ya no
–¿Y qué hay de otras personas de tu clase?
–Gerald definitivamente no me tiene miedo, Brainy tampoco, pero no cuenta
– ¿Y los demás?
–Bueno... con las otras chicas no pasamos mucho tiempo juntas. Sé que Sheena y Nadine se asustan cuando grito. Rhonda creo que no me tenía miedo, pero se fue. A Stinky tampoco lo asusto, aunque sus amigos Harold y Sid me tienen miedo, pero eso está bien, porque me la paso amenazándolos. A la mayoría no creo que le importe mi presencia mientras no nos crucemos o mientras no estén en mi camino. No me molesta eso, pero que alguien intente acercarse y pasar tiempo conmigo es... raro...
–Helga, todavía no lidias bien con las relaciones interpersonales. Eres una chica inteligente, artística, apasionada y te muestras segura. A tu edad son cualidades que admirar. Si hay gente intentando acercarse a ti, puedes averiguar poco a poco cómo te hace sentir eso, siempre que no sientas que invadan tu espacio. Es importante que recuerdes que poner límites no es malo, pero no es lo mismo que construir muros...
Helga asintió con comprensión y luego de darle unas vueltas se dio cuenta que la sesión terminaba.
...~...
El sábado la práctica se alargó más de lo necesario y fue agotadora. El entrenador los quería a todos preparados para el próximo partido.
–Shortman, antes de irte, diez vueltas a la cancha–dijo.
–Sí, señor–El chico asintió.
Luego de despedirse de Gerald, comenzó a correr, mientras sus compañeros se retiraban.
Cuando terminó las vueltas se dejó caer en el pasto, respirando agitado.
–Si vuelves a faltar sin justificación, te sacaré del equipo–dijo el entrenador–. Tus compañeros se toman esto en serio y espero que aprendas a respetar eso
–No se repetirá, entrenador–dijo el chico–. Lo prometo
–Confío en que así sea, te esforzaste bastante hoy. Nos vemos el lunes, descansa
Arnold sonrió. El entrenador era duro, sí, pero siempre les daba palabras de aliento. El chico se fue a al centro comunitario para tomar una ducha antes de volver a casa. Todavía quedaban algunos de sus compañeros. Le hicieron bromas por su castigo, las que el respondió con una sonrisa incómoda.
...~...
Ese domingo Helga se la pasó ocupada ayudando a Miriam con las labores de la casa y durmiendo. Necesitaba juntar fuerzas para afrontar los días que se avecinaban. Para su tranquilidad las circunstancias la libraron de pasar demasiado tiempo con Arnold:
El entrenador decidió que los chicos del equipo de baseball almorzarían juntos esos días, para fomentar la unidad y el compañerismo antes del partido. El hombre almorzaba con ellos y no en el salón de maestros.
...~...
Joshua y Helga aparecieron en el partido del miércoles. Era en horario de clases, así que tanto los chicos del equipo, como ellos dos tenían permiso para asistir. Nuevamente llevaron sus "credenciales" de prensa. Zhang le entregó a la chica una nueva cámara y le explicó con detalle cómo usarla para capturar mejores fotografías de la acción. Ella repasaba las recomendaciones en su cabeza mientras iban de camino.
Fue un buen partido, los de la otra escuela estaban bien preparados y el juego fue cerrado, pero otra vez los de la 118 ganaron. Helga notó que Arnold jugó mucho mejor y más concentrado que la última vez. A través del lente de la cámara pudo observarlo un poco más de cerca y disfrutar de sus expresiones. Trató de tomar fotos similares de varios jugadores, pero no pudo evitar que la mayoría fueran de él.
«Lo estás haciendo otra vez»
«¿Qué importa? Luego las borro»
Cuando terminó el partido, felicitaron al equipo y el entrenador les ofreció llevarlos a la escuela en el mismo autobús. Joshua aceptó de inmediato y Helga lo siguió rodando los ojos.
Regresaron celebrando, cantando a coro el himno de la escuela. La chica, sentada al final, miraba por la ventana, aburrida, escuchando música con los audífonos puestos. Veía en el reflejo como los chicos compartían.
Joshua se unió a las celebraciones y ella se fue quedando dormida poco a poco.
–Helga, despierta–dijo Joshua, sujetándole el brazo–. Ya llegamos
La chica abrió los ojos solo para notar que alguien la había cubierto con una chaqueta del equipo. La mayoría ya había bajado.
–¿Quién fue?–dijo ella, estirándose.
–Shortman–Respondió el chico.–. Me pidió que te despertara cuando llegáramos.
–Estúpido cabeza de balón–Masculló.
–Parecía preocupado por ti, te estuvo cuidando casi todo el camino
–¿En serio?–Ella se sonrojó.–. Ok, grandote, vamos
Joshua le ofreció la mano para que se levantara, pero ella lo rechazó. Se quitó la chaqueta y bajaron del bus. Los del equipo se habían ido a la cafetería a celebrar, ellos dos fueron a la sala de prensa para escribir el artículo. Trabajaron durante la siguiente hora hasta terminar, luego seleccionaron las fotos que usarían y Helga procedió a seleccionar todas las demás para eliminarlas de la memoria.
–¿No guardarás las fotos de Shortman?
–No lo cre-Digo, no sé de qué hablas
Joshua la miró con los brazos cruzados y una media sonrisa.
Helga suspiró
–¿Es tan obvio?–dijo, jugando con sus manos.
–¿Qué estás enamorada de él? Un poco–Sonrió.–. Aunque no te culpo, parece dulce y es guapo
–¿Tú dices?
–Sí–Amplió un par de fotos.–, definitivamente es guapo
Helga entonces abrió los ojos enormes.
–¿Acaso tú...?
El chico se encogió de hombros y asintió.
–Inesperado–dijo Helga–. Admito que tienes buen gusto
Rieron.
–¿Por qué me cuentas esto? No somos amigos
–Podríamos serlo, Pataki. Me agradas
–¿Por qué carajos te agrado?
–He pasado bastante tiempo contigo para considerarlo–Sonrió.–. Escribes bien. Te gustan los deportes. Eres ruda –Enumeró.–, inteligente, bromista. No te dejas intimidar por Siobhan
–Ella no da miedo
–Oh, si da miedo. Antes que llegaras, hubo tres personas que intentaron unirse al periódico, pero se retractaron cuando ella les dijo exactamente lo mismo que a ti: que no pensaba arrastrar un grupo de incompetentes
–Solo un incompetente se asustaría por algo así
–Y también creo que tienes buen gusto
Helga sonrió.
–¿Alguna vez has... salido... con alguien?–Quiso saber Helga.
–Intenté salir con chicas, no resultó bien, definitivamente no es lo mío–Suspiró.–. Y en un campamento salí con un chico, pero fue solo un amor de verano–Sonrió.–. Tal vez en la universidad me vaya mejor
Helga dejó escapar una risa.
–Tengo un secreto tuyo y tú uno mío, ¿pacto de silencio?
–¿Y quién dice que es un secreto?
–¿En serio? ¿En esta escuela? ¿En esta ciudad?
–Tú ganas, Pataki, pero no te lo digo por eso
–¿Entonces?
–Porque realmente me agradas y me gusta el tiempo que pasamos juntos, no quería que pensaras que tenía otras intenciones
–Clarísimo
Ella estaba más tranquila. ¿Qué había sido todo eso? ¿Acaso ahora tenía otro amigo? ¿Qué universo paralelo era ese? Helga G. Pataki no era buena haciendo amigos.
Se enfocaron en terminar su trabajo y, tras enviarle el artículo a Gracia, Helga se despidió para ir a boxeo. De camino al gimnasio pasó por la cafetería y buscó a Arnold con la mirada. Le hizo un gesto al chico y en silencio dejó la chaqueta en una silla cerca de la puerta, para escapar sin dirigirle la palabra.
...~...
Mientras celebraban, Gerald vio que Arnold vestía otra vez su chaqueta. ¿No se la había dejado a Pataki? ¿En qué momento ella apareció para regresársela? Al menos no la estaba oliendo o actuando raro, solo se la puso como si nada y luego se reintegró al grupo. Quizá lo estaba pensando demasiado, después de todo, Arnold siempre se preocupaba de todo el mundo.
Observándolo de lejos, notó que su amigo parecía contento celebrando y compartiendo el triunfo del equipo. Se veía mucho más tranquilo y entusiasmado que los últimos días.
Esta vez el moreno no fue la estrella, sino alguien de tercero. Le parecía bien tener un poco menos de atención. Además, Arnold bateó bastante mejor que en último juego, así que también estaba recibiendo algunas felicitaciones.
Fue a buscar algo de comer y se topó con Stinky.
–Buen juego, Gerald–dijo el alto muchacho.
–Gracias, también jugaste bien
–Solo hice lo mejor que pude
–Acepta un poco de crédito, eres de los más rápidos
–Gracias
–¿Puedo preguntarte algo?
–Adelante
–¿Qué tal tu cita con Helga?
–¿Qué cita?
–Ya sabes, la de la semana pasada
Stinky miró alrededor.
–No fue una cita–Se apretó la muñeca, incómodo.–. A veces nos vemos en los arcades. Hay un juego donde solo he llegado al jefe final con ella
–Ya veo ¿Entonces no están saliendo?
–Claro que no. Algún afortunado estará con ella algún día–dijo con tranquilidad.
–Lo dices como si te gustara
–Es linda a su manera, pero no podría amar a alguien que no me correspondiera–Sonrió.
Lo más sorprendente para Gerald era la naturalidad con la que su compañero hablaba, como si se tratara del clima. Ahora que sabía que Stinky no salía con Helga, se preguntaba si le diría Arnold o si seguiría empujándolo hacia Edith. Ella no solo parecía interesada en su amigo, también era guapa, simpática, con un aire de misterio y, claro, se parecía al primer interés de su amigo, según recordaba.
Decidió guardar silencio, después de todo, Arnold y Helga no eran el uno para el otro.
