Emergiendo de las profundidades del mar, la inmensa estructura metálica se elevó por encima de la costa. Algas, corales, peces entre otras cosas de los abismos oceánicos fueron traídas a la superficie junto con el.

Sus pasos eran y pesados y hacían lentos que toda la tierra y la superficie del agua se sacudirán con sus movimientos. Tambaleándose salió del agua y cayó pesadamente a la tierra haciendo que se sacudiera violentamente.

Permaneciendo así durante mucho tiempo.

Los animales que permanecían en las costas y sus alrededores buscando sobrevivir se marcharon de ahí, dejando a la bestia que brotó de las aguas solas. Y con eso los únicos testigos de su aparición desaparecieron.

Durante lo que fueron horas, o quizás días, permaneció inmóvil, inmutable e inamovible. De repente la inmensa forma de hierro y metal se irguió hasta su máxima altura y caminó hasta adentrarse en los bosques.

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Camino por algún tiempo sorteando los grandes cuerpos verdes de árboles, aunque podía abrirse paso dentro de ellos le resultaba bastante incómodo. Por algún tiempo no noto nada importante, no vio nada interesante salvo por una cosa.

Los enormes humanos que caminaban desnudos por el bosque, bueno, por todos lados en la realidad.

Esto lo descolocó durante mucho tiempo y no entendía nada, y lo hizo replantearse muchas ideas, muchas de las cuales lo aterrorizaban. Aunque a todo esto le tipo que poner fin cuando se encontró con una estructura que francamente los sorprendió, delante de él apareció una enorme pared que obstaculizó su paso. Lo cual no fue malo, pero planteó muchas preguntas más.

Mitad cauteloso y mitad curioso se acercó a las paredes y miró detrás de ellas, y lo vio...

Lo enfermé.

Una masacre estaba ocurriendo frente a él, los humanos más grandes se estaban comiendo a los más pequeños en un acto de brutalidad puro y los pequeños solo podían correr para intentar intentar salvar su vida. La inmensa figura humanoide solo podía mirar impotente como los más pequeños eran devorados por sus congéneres más grandes, sus miembros eran arrancador y sus cuerpos cercenado por las bocas de los otros, su derrama sangreda junto con sus intestinos en un acto grotesco para cualquier persona que lo viera, sus cuerpos eran aplastados por las manos de las criaturas de formar horrible y horripilante que hacía que cada uno de sus pelos se levantarán en horror.

Una vez salido de su estúpidor entendió que tenía que hacer algo, podía hacerlo y lo haría. Pero eso también tenía muchos inconvenientes, no podía solo saltar y matarlos a todo como.

Haría con cualquier Kaiju, si lo haría solo aplastaría a todos los que intentaba salvar.

Tampoco funcionaría caminar a través de la pared pues solo se necesita un mínimo de inteligencia para saber que las paredes funcionan como protección para ellas, destruirlas solo generaría más problemas. Buscando una solución miró por todas partes alguna solución y la encontré.

Ahí, abajo de él se encontró un enorme agujero, presumiblemente por donde entraron los gigantes. La única idea que se le ocurrió fue tapar la entrada, colocando su enorme pastel metálico bloqueó la abertura exitosamente y los gigantes ya no entraron. Después de eso solo quedaba confiar en las habilidades de las personas ahí abajo. Vio lo que podía hacer. Volando de un lado a otro como de de aves se tratarán. Vio como rudimentario cañones disparan incesantemente con éxito moderado. Si pude construir estos muros también pueden encargarse de estos monstruos. Aunque le doliera solo podía esperar lo mejor.

Los días pasaron y estás se convirtió en semana y luego pasó un mes. Su inmensa forma solo se limitó a observar durante ese tiempo, mirando cómo las personas se encargaban de los gigantes, muchos morían pero poco a poco estaban desapareciendo.

Un tiempo después lo que parecía un campamento se instaló en la pared delante de él. Las personas iban y venían llevando y trayendo mensajes y noticias siempre vigilantes de su presencia. En el día solo se limitaba a ver pero en la noche también tenía la amabilidad de Prender las luces y hablarles la capacidad de ver durante la noche, su luz no sólo se extendía a la ciudad o pueblo que se encontraba al frente de él, pues era tan potente que alumbraba hasta detrás de la otra muralla.

De vez en cuando movía la cabeza y eso asustaba a las personas de bajo, incluso uno o dos habían tenido la audacia de acercarse a él e intentar hablarle, por supuesto, él no sabía cómo responder aunque quisiera.

Y cuanto menos se lo esperaba, la vida había vuelto a la ciudad.