-Este fic es una adaptación de la obra original de Masami Kurumada, pero basándome en una historia alternativa que yo cree desde mi infancia—y que por ende he ido puliendo con el paso de los años—, por lo que no sigue al pie de la letra el canon o lineamientos originales, mas si la esencia de Saint Seiya, destinando protagonismo a otros personajes para darle un sentido diferente a la historia. Les sugiero oír "Somebody New" de The Struts para Shiryu, "Pegasus Fantasy" de Mauren Mendo para Seiya, "Upwards to the Moon" de Sa Dingding para Saori, "Different World" de Sofia Carson & Alan Walker para Shun, "The Phoenix" de Fall Out Boy para Ikki, y "Pegasus Seiya" de The Struts para el contexto del capitulo.


En el cuadrilátero, Shiryu y Seiya se observan el uno al otro, rondándose econ pasos breves a la par que metódicos, estudiando las defensas y analizando las posibles debilidades del otro, siendo ambos el centro de atención de todos y cada uno de los presentes a su combate; desde su privilegiado lugar, en su palco privado, Saori y Hilda no eran la excepción, ambas teniendo opiniones muy diferente y/o contradictorias sobre cómo se desarrollaría o bien terminaría el combate cuando vieron a Seiya arrojarse en la dirección del Caballero del Dragón, bloqueando el golpe de Shiryu o eso intento, alzando su brazo izquierdo…solo que el golpe de Shiryu fue igual o más contundente, enviándolo al suelo sin mayor esfuerzo. Fingiéndose indiferente y siendo buena en ello, Saori no pudo evitar trazar la curva de sus labios, teniendo una mano a la altura del mentón, analizando cuidadosamente a Shiryu con la mirada, no pensando admitirlo, mas estando segura dure que este vencería, conocía su voluntad y razones para pelear, no eran egoístas como las de la mayoría y su moral se anteponía a la de cualquiera, pero…¿Eso sería suficiente? Sentada solemnemente junto a su hermana menor, Hilda por otro lado tenía su mirada enfocada en Seiya, habiéndolo visto crecer y sabiendo que su voluntad podía ser igual de fuerte que la de Shiryu, ninguno de los dos daría su brazo a torcer ni renunciaría hasta las últimas consecuencias, en un análisis idéntico al que efectuaban los demás Caballeros del Bronce, observando atentamente el combate y ni siquiera pudiendo especular quien vencería.

—Seiya habrá perdido toda posibilidad de vencer a menos que encuentre la debilidad de Shiryu— comentó Hyoga hasta entonces perfectamente silente.

—¿Estás loco? Shiryu no tiene debilidades— negó Bian de inmediato, conociendo bien al Caballero del Dragón y su fortaleza.

—Todos tenemos debilidades, algunas son más difíciles de encontrar, y algunas personas no saben buscarlas— insistió el Cisne, manteniendo su postura.

Quizás fueran todos los golpes que Shiryu le había dado, simple lógica o que él tenía la cabeza dura, pero Seiya por fin entendió la razón para la fuerza del Caballero de Dragón, irguiéndose lentamente del suelo y contemplando su sólida defensa antes de arrojarse velozmente hacia el azabache, que endureció su mirada y mantuvo su defensa en alto, no pudiendo evitar fruncir el ceño con extrañeza ante el actuar del Caballero de Pegaso, considerándolo como poco menos que un loco. Se ha vuelto loco, me ataca de frente…¿Es que quiere suicidarse? Peor para ti, eres el dueño de tu destino, se resignó el Caballero de Dragón, pretendiendo bloquear el ataque del Pegaso con un inclemente golpe en la cabeza…o eso intento. Todo sucedió tan rápido que ninguno alcanzó a dimensionarlo, solo que al cabo de unos efímeros segundos Seiya estaba de rodillas en el suelo, lamentándose de dolor y con el rostro cubierto de sangre, la misma sangre que manchaba el escudo ahora roto de Shiryu y su puño, mientras este parecía congelado a causa de la impresión, fue tanto el desconcierto de todos los presentes que el cronista a cargo del espectáculo no dudo en anunciar una proyección en cámara lenta de lo ocurrido, reflejando como es que ante el arrojó de Seiya, Shiryu había pretendido sujetar su cabeza contra el escudo con su puño, pero el Pegaso se había desplomado al suelo a propósito, provocando que Shiryu destruyera su escudo con su propio puño, resultando el Pegaso herido como se encontraba.

—Hermana— llamó Shiryu saliendo de su incredulidad y volviendo la mirada hacia su hermana de pie junto al cuadrilátero, —quisiera acompañarte ahora mismo, pero no puedo, el combate durara más de lo que tenía previsto— comunicó sintiéndose apesadumbrado por ello y deseando poder acudir cuanto antes junto a su padre.

—¿De qué hablas?— inquirió Shunrei extrañada. —Él no se levantará— obvió viendo al Caballero de Pegaso de rodillas y a punto de desplomarse en cualquier momento.

—Lo hará, lo conozco— contrarió el Dragón regresando entonces la mirada hacia Seiya, que comenzó a ponerse de pie con mucho esfuerzo. —Ahora que mi escudo está destruido, mi armadura no me sirve de nada, pero de todas formas te venceré— anunció, usando su cosmo para hacer que su armadura dejara de vestido y se armara en su forma de Dragón al costado del cuadrilátero, junto a su hermana.

—En ese caso, pelearemos en igualdad de condiciones, no quiero ganarte teniendo ventaja— asintió el Pegaso, procediendo a despojarse también de su armadura que se ensamblo en su forma de Pegaso de pie junto al cuadrilátero.

—¡¿Están locos?!— cansada de ser una espectadora, Shun corrió hacia el cuadrilátero, deteniéndose de pie junto a este y observando preocupada a sus dos amigos. —No pueden luchar sin sus armaduras, arriesgaran sus vidas inútilmente, pueden morir— intentó hacer que ellos la escucharan y la entendiera, pero sí lo hicieron, ninguno lo demostró para preocupación suya.

—No te esfuerces, lucharan hasta la muerte y no podrás evitarlo— disuadió Jabu observando todo de brazos cruzados e igualmente preocupado que todos.

No entiendo, ¿Por qué están dispuestos a luchar hasta morir? Observando con gran indiferencia el combate que se desarrollaba frente a sus ojos, Hyoga intentó entender que motivaba a sus amigos de la infancia a pelear así, diciendo que ninguno de ellos era su amigo ahora. No tengo derecho a perder, lucho por la memoria de mi madre, se repitió Seiya una y otra vez, observando a Shiryu y rodando sus defensas como haría u león ante su rival, diciéndose una y otra vez que era el hijo de un Caballero Dorado, hijo de una Amazona de Plata y hermana de una, que no podía perder, que había llegado demasiado lejos para hacerlo y lucho por aferrarse al ideal de que ellos eran sus enemigos. Luchar hasta la muerte, ese es su camino, tiene una voluntad de acero, nada ni nadie podrá vencerlo, es el adversario más noble que he conocido, admiro Shiryu observando a Seiya y manteniendo la guardia alta igual que haría de usar su armadura, a decir verdad no la necesitaba, una cosa era estar acostumbrado a pelear con ella, pero la fuerza de sus puños era más que capaz de hablar por él al igual que su fuerza de voluntad; cuando perdí a mi madre, mi vida perdió sentido, solo sobreviví gracias a mi padre, él fue quien me entreno y me convirtió en un caballero, si soy quien soy ahora es gracias a él, jamás podría vivir conmigo mismo si perdiera ahora, necesitaba ganar ese combate y no solo por si mismo, también por la memoria de su padre si es que este moría y no podía despedirse de él. Debo ganar, debo hacerlo por él, se lo repitió una y otra vez, negándose a perder ni a claudicar.

—Ninguno de los dos vino aquí por un premio ni por la gloria, nuestras razones para estar aquí tienen un origen más profundo— dialogó el Dragón sosteniendo la mirada a su rival, —¿Me equivoco, Seiya?— inquirió, más conociendo la respuesta.

—Me conoces muy bien, Shiryu— asintió el Pegaso con su habitualmente confiada sonrisa ladina, —tú tienes tus razones y yo las mías— confirmó respetándolo a él y a sus razones como el Dragón también lo respetaba a él.

—Pelearemos con las manos desnudas, todos los golpes están permitidos y no habrá tegua— anunció Shiryu, queriendo dejar muy claras las cosas entre ambos

—Que gane el mejor— asintió Seiya completamente de acuerdo, queriendo comenzar cuanto antes.

Existía una leyenda muy antigua, que contaba la historia de dos armas poderosas como ninguna otra; la primera era la jabalina más fuerte del mundo y la otra historia halaba del escudo más sólida del mundo, ambos enfrentándose una vez y probando cual era más resistente, ¿El resultado? Que ambas armas de gran poder quedaran inutilizadas, de ahí que el escudo de Shiryu ahora se encontrase roto, su puño indudablemente seguía siendo sólido como ningún otro, pero el guantelete de su armadura estaba dañado ahora al igual que su escudo, por ello el Dragón eligió despojarse de su armadura, y el Pegaso hizo lo mismo, no solo porque lo respetaba, sino que también porque no iba a enfrentarlo de otro modo que como iguales. Ambos no habían sido particularmente cercanos el uno al otro en su infancia, Seiya había sido más cercano a Jabu y Bian con quienes había forjado una rivalidad y amistad única, Shiryu por otro lado siempre había sido en extremo reservado y más cercano a Hyoga que ahora era un antipático, Nachi que disfrutaba de la introspección, o Ikki como el mayor de todos los "huérfanos" y aspirantes a caballeros, pero desde su regreso o reunión ambos habían socializado, dentro de lo que cabía, habían esperado por enfrentarse como hacían los otros Caballeros de Bronce, pero ahora no sabían si podrían enfrentarse, no es que no quisieran medir fuerzas, pero, merodeándose el uno al otro en el cuadrilátero, tanteando las aguas y estudiando al otro, ambos sabían que el otro era demasiado fuerte, el único capaz de hacer frente al otro.

Solo uno vencería, pero ¿Quién?


Puede que la pelea entre el Caballero de Pegaso y el Caballero de Dragón ya no fuera tan entretenida o intensa como lo había sido antes, pero eso no quería decir que los asistentes al combate, los espectadores—civiles comunes o bien los demás Caballeros de Bronce que observaban como se desarrollaba todo—, no estuvieran ansiosos o quebrándose la cabeza intentando prever quien ganaría el combate al final y llenos de emoción por ver como se desenvolvería todo. La primera vez que Seiya se arrojó contra Shiryu, este retuvo sus brazos y le impidió atacar como quería, neutralizándolo, haciéndolo sentir débil e incapaz de atacar como correspondía, y solo entonces el Pegaso se decidió a atacar con todas sus fuerzas, entendiendo que no podía menospreciarlo; debo tener mucho cuidado, sin la armadura cualquier golpe puede ser fatal, se dijo Seiya observando cuidadosamente a Shiryu para comprobar como atacar, dando solo entonces el primer golpe, ejecutando el meteoro de Pegaso y arrojándose directamente hacia Shiryu; solo necesito parar todos sus ataques y habré ganado, sin su armadura no podrá resistir mis ataques, menospreció el Caballero del Dragón, evadiendo cada uno de los meteoros ejecutado por Seiya, casi pudiendo ver que estos eran ejecutados en cámara lenta, conociendo su estrategia por sus anteriores ataques y pudiendo evadirlo con presteza. Cuando el último de los meteoros fue ejecutado, Seiya se congeló por un instante de pie tras Shiryu, en ese momento se dio cuenta de lo lento que era en realidad en relación con él y sintió que ya había perdido.

—¿Me crees lo bastante estúpido como para intentar detener todos tus meteoros sin llevar mi armadura? Ningún hombre puede parar todos los golpes de un caballero con las manos desnudas— mentó Shiryu con su característica arrogancia y una sonrisa ladina. —Es muy fácil, simplemente clasifique tus golpes, unos solo los tenía que parar y otros solo esquivar, y eso puede hacerlo cualquier caballero— menospreció al voltear a ver a Seiya. —Hasta nunca...— anticipó, siendo su turno de atacar.

Nada más decir aquello y creyendo tener la victoria por su gran velocidad, Shiryu fue quien se dispuso a atacar, pero no tuvo tiempo de hacerlo, sintiendo un agudo y repentino dolor en el abdomen, quien lo hizo desplomarse de rodillas, llevando una mano a la altura del estómago y dándose cuenta de que Seiya había logrado acertar con uno de sus ataques, lo había golpeado; fue un golpe, no vi venir un simple golpe, se reprochó Shiryu una y otra vez, no entendiendo que había rondado por su mente para no ver un golpe e irguiéndose lentamente, negándose a perder esa batalla. Logre golpearlo, una ligera sonrisa no pudo evitar adornar el rostro de Seiya, siempre se había considerado a si mismo como alguien veloz y practico, que podía crear estrategias para superar cualquier adversidad, y ahora se sentía como una maldita nulidad en comparación con Shiryu, pero lograr acertar en uno de sus golpes le dio ánimos renovados y por lo que volvió a atacar con su Meteoro de Pegaso. Negándose a cometer el mismo error una segunda vez, Shiryu se preparó para bloquear y/o evadir exitosamente cada uno de los meteoros del ataque de Seiya, mas, justo cuando creía haberlo hecho, sintió nuevamente el mismo dolor e incomodidad en el abdomen y que lo hizo tambalear, dándose cuenta de que esta vez había cometido un error aún mayor; no puedo detenerlo, me ha golpeado dos veces y no fui capaz de verlo, es peor, sus golpes son más certeros, los golpes de Seiya eran igual de veloces que antes y él podía verlos perfectamente, ¿Por qué no evadirlos? No tenía ningún sentido.

—Shiryu, he descubierto tu punto débil— hizo saber Seiya, sacando al Dragón de su concentración—para atacarme estás obligado a bajar la guardia y en ese momento acabare contigo.

Inicialmente había sido muy difícil de deducir, Shiryu parecía ser el Caballero perfecto, mejor que él y Seiya no tenía problema en admitirlo, mucho más inteligente e indudablemente más rápido, pero de su anterior enfrentamiento contra Cassios—que lo había derrotado en cada uno de sus combates de entrenamiento hasta antes de pelear por la armadura de Pegaso—, Seiya había aprendido que hasta el coloso más poderoso e invencible tena su talón de Aquiles y ahora no era diferente, había examinado la postura de Shiryu al momento de atacar y momento a momento comenzaba a ver que su defensa aparentemente impenetrable tenia defectos, y de ello debía colgarse. Hasta la mayor armadura, hasta la mejor arma tenía su punto débil, sus propia fortaleza era a la vez su punto débil, Shiryu lo sabía sabido desde el momento en que había comenzado a entrenar bajo la tutela de su padre, como Caballero Dorado, Dohko de Libra era un maestro como ningún otro y siempre le había enseñado tanto mesura como humildad, inteligencia y astucia, Shiryu había aprendido a seguir cada regla pero al mismo tiempo a pensar y actuar por sí mismo, mas inconscientemente había forjado orgullo y arrogancia nata, consideraba que aquello que su padre y maestro le había enseñado lo volvía invencible y había vivido creyendo que solo él conocía los puntos débiles de su defensa, solo él y su padre, pero al oír a Seiya, Shiryu se congeló automáticamente, entendió que alguien por fin había logrado ver más allá de sus fortalezas y eso significaba que estaba acabado…


Tres Años Antes/Cinco Antiguas Montañas, China

La técnica insignia que Shiryu había aprendido de su padre, como futuro Caballero de Bronce del Dragón, fue el Dragón Naciente, un ataque ya muy poderoso por sí mismo y que lo hizo sentirse confiado, por lo que cuando su padre le dijo que le enseñaría una nueva técnica llamada "La Cólera del Dragón", Shiryu se llenó de emoción y se concentró en aprender la técnica cuanto antes, se pasó horas y días enteros practicando hasta que le ejecución de la técnica fue satisfactoria para su padre, que lo observaba mientras custodiaba la imponente Cascada de Rozan. Hasta el mejor de los guerreros tenía su punto débil, por lo que—día tras día—Dohko continuo haciendo que Shiryu repitiera la Cólera del Dragón hasta perfeccionar la técnica y eliminar cualquier baja en su guardia, esperaba como siempre que su hijo pudiera ser el guerrero perfecto, pero el paso de los días le hizo entender al ahora retirado Caballero Dorado de Libra que incluso su hijo, entrenado estrictamente bajo su tutela no podía evitar caer en errores humanos, aunque de él dependiera extirpar cualquier posible debilidad. Al cabo de tantos días de entrenamiento y que se convirtieron en semanas, Shiryu por fin pudo recuperar el aliento y descansar, recargando su peso en sus brazos y estos en sus rodillas, apartando ligeramente su largo cabello azabache azulado que tendía a caerle hacia el frente, irguiendo su postura y dando la espada a la imponente cascada de Rozan para voltear y enfrentar a su madre, manteniéndose erguido y con la espalda recta, aguardando en silencio mientras su padre lo observaba.

Tu ataque es perfecto, pero tu defensa tiene un punto débil— habló Dohko finalmente, manteniendo sus manos cruzadas tras la espalda.

Es imposible, tú mismo me enseñaste la cólera del dragón, padre, es una técnica imparable— negó Shiryu, confiando ciegamente en las enseñanzas de su progenitor.

Es por la garra derecha del dragón— insistió el Caballero de Libra, siendo enfático. —Cuando tu cuerpo está lleno de energía y te dispones a atacar, el gran dragón aparece sobre tu espalda y su garra derecha indica el lugar donde se encuentra tu corazón, pero inconscientemente bajas tu puño izquierdo, eso no te lleva más que una centésima que segundo, pero durante ese tiempo tu cuerpo ya no está protegido y es ahí donde está tu único punto débil— explicó, habiendo estudiado esto desde hace días.

Entonces no hay porque inquietarse, tu eres el único hombre que se ha dado cuenta de que mi guardia baja en ese instante, padre— menospreció el Dragón, diciéndose a si mismo que no cometiera jamás el error de bajar tanto la guardia, —si lo supiera más gente ya habría sido derrotado— agregó con una inevitable sonrisa ladina.

Desconfía, aunque solo exista otro hombre en la tierra capaz de encontrar tu punto débil, ya no serás invencible— volvió a insistir Dohko, recalcando la importancia de tener aquello en consideración, —si él te ataca en ese momento; morirás— advirtió, necesitando hacerle entender el gran peligro que corría.

Entonces, Shiryu había querido creer que tal cosa no era posible, pero ahora entendía que lo era y ello lo llevo a prepararse de inmediato para atacar a Seiya usando la Cólera de Dragón, no era lo más sabio pero era su última opción, por lo que Shiryu concentró toda la fuerza que le fue posible en ese ataque al mismo tiempo en que Seiya preparaba el Meteoro de Pegaso, ambos sosteniéndose la mirada el uno al otro por lo que parecieron largos segundos, antes de finalmente arrojarse, evadiendo la defensa del otro en un contundente golpe; el de Shiryu dio contra el costado izquierdo del rostro de Seiya…pero el golpe de Shiryu impacto en el pecho de Shiryu, exactamente a la altura de su corazón. Los golpes de ambos por si mismos fueron muy contundentes, y que ninguno estuviera dispuesto a dar su brazo a torcer no ayudo en absoluto, permaneciendo inmóviles por lo que pareció un tiempo intermítale hasta que finalmente la fuerza de sus respectivos golpes los obligo a alejarse, Shiryu siendo arrojado contra el borde del cuadrilátero y sujetándose de aquello a su alcance para permanecer de pie, en tanto Seiya era enviado al otro extremo, no consiguiendo permanecer de pie sino que cayendo de rodillas, intentando erguirse antes de derrumbarse inconsciente sobre el cuadrilátero, observado por Shiryu quien jadeo esforzándose por recuperar el aliento. El estupor y la incredulidad absoluta se adueñó de los rostros de todos quienes habían asistido al combate, el enfrentamiento había sido muy reñido...pero había ganado el mejor, de eso no había dudas.

—¡La pelea ha terminado!, ¡El campeón es el caballero Dragón!— anunció el narrador cargado de emoción, como todos quienes asistían al enfrentamiento.

La primera en sonreír, sintiendo como su corazón lentamente reanudaba su ritmo habitual, fue Shunrei que observó fascinada a su hermana mayor; desde pequeña, siempre había sido la parte a la que debían proteger, primero su padre desde que tenía memoria y luego, cuando su hermano había regresado de Japón para entrenar por la armadura del Dragón, Shiryu había estado incondicionalmente para ella mientras crecía, siempre cuidándola como una flor frágil, ni siquiera permitiendo que la nieve la tocase de forma dañina, y aunque ella desearía poder devolverle, no podía estar más orgullosa de ser su hermana. Observando extasiada a la par que emocionada el combate, Saori esbozó finalmente una sonrisa genuina, aunque se esforzó en disimularla, haciéndola pasar por una sonrisa ladina de arrogancia, levantándose de su trono y aplaudiendo efusivamente mientras observaba a Shiryu, y solo entonces desviando la mirada hacia su hermana Hilda, que también se había puesto de pie y que entornó disimuladamente los ojos ante la mirada de su hermana menor, ese era un silencioso "te lo dije"…pero, la emoción parecía no estar hecha para durar. Unos segundos después, mientras todos celebraban la victoria de Shiryu, apoyado contra el costado del cuadrilátero, nadie pudo ver la forma en que se mirada se encontraba desenfocada desde que había recibido ese último golpe de Seiya, solo en pie por su fuerza de voluntad, mas sucumbiendo finalmente y desplomándose sobre el suelo, en paralelo a Seiya quien se encontraba del otro lado.

Había vencido, pero ¿A qué precio?


—¿El caballero del Dragón ha muerto?— repitió Saori con un hilo de voz, no consiguiendo creerlo.

Las heridas de Seiya eran considerables y tenía una conmoción cerebral que podía se de cuidado si no se trataba pronto, pero fuera de ello se encontraba perfectamente bien e ileso de otras heridas preocupantes, mas inconsciente y ajeno a la fuerza del golpe que había propinado al Caballero de Dragón y que ahora yacía inerte mientras los mejores doctores al servicio de la Fundación Graad lo examinaban tanto a él como a Seiya. La conclusión medica es que el golpe que Shiryu había recibido, al momento de ese último ataque cruzado contra Seiya, era de una fuerza tan descomunal que literalmente había conseguido ser letal y detenerle el corazón, era la conclusión obvia y, sin embargo, Saori no pudo creerlo mientras observaba todo desde su privilegiado palco, ajena a la mirada de su hermana mayor y que alargó una de sus manos para situarla sobre su hombro, pero Saori ni siquiera se dio cuenta de ello, no podía. Teniendo su rostro enterrado entre sus manos mientras observaba el semblante ahora carente de expresión de su hermano mayor, y sollozando desconsoladamente, Shunrei no tenia la menor idea de que hacer, decir, o a donde mirar, el mundo había dado un vuelco que no podía entender, se sentía completamente perdida sin que su hermano mayor aún estuviera en el mundo para guiarla…alzando la mirada, la pelinegro percibió movimiento por el rabillo del ojo, viendo como los doctores se retiraban con la camilla en que se encontraba el Caballero de Pegaso; él era posiblemente su última oportunidad, por lo que corrió velozmente hacia la camilla.

—Esperen, por favor— rogó a los doctores, que se detuvieron, permitiéndole arrodillarse junto a la camilla. —Tu eres el único que puede ayudar a mi hermano— expuso al Caballero de Pegaso que entreabrió los ojos, —mi padre dijo que, si el corazón de un caballero se detiene, es posible revivirlo con un golpe en la espalda igual al que le detuvo— explicó, esperando que él pudiera resarcir el problema antes de que fuera demasiado tarde. —Por favor, salva a mi hermano, te lo suplico— rogó estrechando una de sus manos contra la suya, con la voz quebrada de desesperación.

—Lo ayudare, ayudare a Shiryu— murmuró Seiya, habiendo conseguido escucharla claramente pese a su escasa lucidez.

—¿Está loco?— cuestionó uno de los médicos que guiaba la camilla, asombrado de la falta de preocupación del Caballero por sí mismo.

—Déjeme, doctor, yo no quiero que él muera por mi culpa— insistió el pelicastaño, imponiendo su voluntad.

Si Shiryu estaba al borde de la muerte era por causa suya, no había querido poner su vida en peligro en forma alguna, pero lo había hecho y lo mínimo que podía hacer ahora dar todo de sí para salvarlo de las garras de la muerte y por lo que hizo esfuerzo de levantarse de la camilla pese a las protestas de los médicos, sujetándose de los brazos de la hermana de Shiryu—Shunrei si no había oído mal—para levantarse y dar sus primeros pasos hacia donde se encontraba Shiryu, ante lo que el resto de los Caballeros de Bronce que habían asistido al combate no dudaron en acercarse para brindar su ayuda, no pudiendo permanecer impasibles. ¿Qué hace?, ¿Por qué arriesga su vida para salvar la de Shiryu? Sabiendo que los Caballeros de Bronce, que en el pasado habían sido sus amigos en el pasado, eran ahora sus enemigos o así los había identificado el Santuario al darle ordenes de cómo proceder, Hyoga había decidido desde el principio distanciarse de todos y así no trabar afecto o intereses...pero, ahora, siendo testigo del esfuerzo de Seiya por ayudar a Shiryu, a quien Shun y Nachi se esforzaron en cargar, envolviendo sus brazos alrededor de su torso en una posición mayoritariamente erguido en tanto Seiya se posicionaba a lo que consideraba una distancia segura para volver a ejecutar el golpe, ¿Por qué Seiya intentaba salvar a Shiryu?, ¿No se supone que se habían enfrentado en ese torneo?, ¿No sé supone que cada uno tenía sus razones egoístas para pelear? Nada de eso tenía sentido alguno para él, por lo que permaneció al margen y así observar lo que pasaba.

—Un hombre normal no lo soportaría, solo un Caballero puede hacer algo así— mencionó Shun para sí, aunque en voz alta. —Seiya, el golpe debe ser igual de fuerte que el anterior— advirtió al Caballero de Pegaso, que se preparó para dar el golpe.

—Espera un poco, Seiya— frenó Hyoga no pudiendo permanecer al margen por más tiempo, acercándose al pelicastaño, —estas demasiado cerca, el golpe sería demasiado violento, le reventaría el corazón; aléjate un poco— explicó sujetando de los hombros al Pegaso hasta una distancia más apropiada. — ¿Seiya?— inquirió cuando el pelicastaño se llevó una mano a la frente, casi tambaleando en su postura.

—No puedo…— se quejó el Pegaso, sintiendo que todo le daba vueltas; en ese estado no podía golpear a Shiryu igual que al causarle la muerte

—Todos creen en ti, tienes que hacerlo, Seiya— contrarió Jabu de pie a su izquierda, sacudiéndole ligeramente los hombros.

No se trataba de que quisieran que Seiya se arriesgara para salvar la vida de Shiryu, por un lado todo lo que ellos deseaban que el Caballero de Dragón, pero también deseaban que el Caballero de Pegaso se repusiera y quedó demostrado cuando todos los asistentes al combate comenzaron a gritar de viva voz, animando al pelicastaño que desvió la mirada hacia las gradas con sorpresa, escuchando sus nombre ser coreado por todos y cada uno de los presentes, llenándolo de emoción, y el Pegaso no pudo evitar cerrar los ojo un momento y prepararse. Te salvare, no morirás, Shiryu, se dijo Seiya mentalmente al volver a abrir los ojos y dirigir una última mirada al Caballero de Dragón antes de atacarlo por la espalda con el Meteoro de Pegaso, exactamente a la misma altura en que lo había golpeado la vez pasada, solo que entonces desde el frente, y la fuerza del ataque fue tal que Shun y Nachi tambalearon a partes iguales al sostener el peso de Shiryu y no salir disparados contra la pared a unos metros tras ellos. La primera en superar la impresión inicial—haciéndole una señal a Ichi, quien se acercó para sustituirla, cargando a Shiryu y ayudando a Nachi a no cargar con este solo—fue Shun, inclinando su cabeza para que su oído estuviera directamente presionado contra el pecho de Shiryu, escuchando su corazón reanudar su acompasado latir y que la hizo sonreír efusivamente y más cuando el Dragón dejo libre un jadeo de incomodidad y entreabrió los ojos, viéndose sostenido por Nachi e Ichi que tuvieron que dar todo de sí para no abrazarlo con todas sus fuerzas.

Si ya no quedaba lo suficientemente claro que Shiryu estaba a salvo, el chillido emocional de Shun, quien envolvió delicadamente sus brazos alrededor del torso del Caballero del Dragón rompió con toda tensión y luego los gritos eufóricos de Nachi e Ino, a quienes no tardaron en unirse Jabu y Bian, que abrazaron a Seiya por la espalda, y no tardaron en cargarlo para guiarlo hacia donde estaban los doctores, que también se acercaron para examinar cuanto antes al Caballero del Dragón. ¡El caballero del Dragón vive! La frase fue coreada por todos los espectadores, que ya habían estado exultantes de felicidad por la victoria del Caballero del Dragón, luego angustiados por su aparente deceso y ahora nuevamente eufóricos por saberlo a salvo, así como igualmente felices por la fuerza del Caballero de Pegaso; observando como Bian y Jabu cargaban a Seiya hasta dejarlo cuidadosamente sobre la cama, como Nachi e Ichi que ayudaron a Shiryu a recomponer el ritmo de sus pasos, Hyoga no pudo evitar esbozar una ligera sonrisa ladina, teniendo recuerdos de sus lejanos día de la infancia y sintiendo nostalgia, admitiendo que quizás había juzgado mal a sus enemigos. Observando extasiada la partida de Shiryu y Seiya, sabiendo que ahora estarían bien, Shun fue devuelta a la realidad cuando la cadena de su armadura apunto en una dirección en particular, haciéndola fruncir el ceño ya que normalmente ocurría cuando había un peligro, mas ella no consiguió ver nada, encogiéndose de hombros al cabo de varios segundos y procediendo a retirarse como hicieron todos…


Si ser el vencedor del que debía ser—hasta ese momento y aún después—el combate más espectacular de todo el Torneo Galáctico no era ya de por si suficiente para ser el centro de atención, rozar la muerte en el proceso y regresar al mundo de los vivos solo había empeorado la atención que el Dragón recibió, agradeciendo enormemente el momento en que los guardias que custodiaban el Coliseo lo acompañaron hacia una de las salas disponibles para que un médico lo atendiera. Siendo un Caballero de Bronce y habiendo entrenado bajo la tutela de su padre, un Caballero Dorado, Shiryu estaba acostumbrado a recuperarse por sí mismo de todo tipo de heridas o lesiones, había perdido la cuenta de cuantas veces su padre lo había ayudado a recomponerse algún hueso o lo había tratado él mismo de alguna fractura durante sus largos años de entrenamiento, por lo que si bien creía en la medicina desde el punto de vista lógico, habiendo estudiado largamente al respecto durante su entrenamiento, no creía en la medicina de la misma forma que los demás seres humanos, conteniendo el aliento y absteniéndose de entornar los ojos mientras el medico lo auscultaba, el Dragón sentado sobre la camilla. Concentrado como estaba en no perder la paciencia, fue natural que Shiryu no prestara atención al umbral de la habitación y donde se situó Saori, cruzando nerviosamente—aunque no lo demostró—sus manos a la altura del vientre mientras observaba la espalda del Caballero Dragón, agradeciendo infinitamente que este se encontrara vivo y bien.

—¿De verdad es necesario todo esto?— no pudo evitar preguntar Shiryu tras soltar un ligero suspiro.

—Estuviste muerto, es necesario— contestó Saori, anunciando su presencia y haciendo que Shiryu voltease a verla. —Gracias, doctor— despidió al ver que el medico daba por terminado su examen.

Era natural inferir que el doctor no estaba para nada feliz de tener un paciente tan impaciente—curioso juego de palabras, más tratándose de Shiryu—, y ya habiendo hecho su labor al comprobar que todos sus signos vitales se encontraban en perfectas condiciones, el doctor procedió a reunir su instrumental y una vez hecho esto se retiró intercambiando una severa mirada con el Caballero del Dragón, como si le pidiera en silencio que tuviera más cuidado y ante lo que Shiryu asintió secamente, no atreviéndose a hacer promesas que no pudiera cumplir, tras lo que el medico siguió con su camino hacia la salida, reverenciando a la señorita Kido, que murmuró un ligero gracias, antes de sentir que se oprimía la garganta por saberse a solas con el Caballero del Dragón. No sabía explicarlo, pero siempre se había sentido muy cómoda junto a Shiryu, quizás fuera por la calma natural que el emitía con solo existir o el hecho de que la había salvado de pequeña, cuando aún no sabía sabido cómo manejar su cosmo y ese primer contacto entre ambos se había quedado muy grabado en su corazón, pero saberlo al borde de la muerte había hecho que a ella casi se le saliera el corazón, había temido romper en llanto si él moría y ni siquiera entendía porque, como ahora en que se acercó lentamente a la camilla, viéndolo tomar su chaqueta malva para terminar de vestirse, mas ella interiormente deseó correr y abrazarlo fuertemente, ¿Cómo lo justificaría? Sabía que no había sido precisamente amable con él desde su regreso, pero no tenía la más remota idea de cómo actuar con él.

—Diste un espléndido espectáculo, toda la gente estaba maravillada— celebró Saori, pudiendo elogiarlo por su desempeño en lugar de decir lo preocupada que había estado por él.

—Me alegra, aunque no peleé por eso— asintió Shiryu recibiendo elogió, pero no con el propósito de ser un mono de circo ni nada parecido.

—Lo sé, lo hiciste por tu madre— obvió la Kido, respetando sus razones de todo corazón. —Sé que te resulta molesto recibir esta atención, pero quiero asegurarme de que estés bien— se apresuró a justificar, no pudiendo ocultarle su preocupación.

—Es curioso, creí que no tenías sentimientos— comentó el Dragón, interiormente sorprendido porque ella aceptara haber sentido preocupación por él.

Acostumbrado a hablar con los demás Caballeros de Bronce y que eran de su mismo género, por lo que ninguno de los dos debía preocuparse en ser especialmente sensible, y siendo Shun en extremo reservada, socializando con ellos solo cuando entrenaba y entonces adaptándose perfectamente a su ritmo, Shiryu no midió lo duras que habían sido sus palabras al pronunciar, pero al repetirlas en su mente un instante después, el Caballero del Dragón cerró los ojos reprochándose su conducta y lo que solo comprobó al volver la mirada por el rabillo del ojo hacia la menor de las señoritas Kido. Vio la sonrisa fingida, solo esbozada para tranquilizar o eliminar la tensión del ambiente, formarse en los labios de Saori y un brillo muy particular adueñarse de los ojos...esa no era su intención, no quería ofenderla ni agredirla, solo estaba hablando por hablar y Shiryu se arrepintió inmediatamente. Si, Saori era una niña rica, con una vida privilegiada y que disfrutaba de ser el centro de atención, pero, fuera de esperar que él hiciera su parte en el Torneo Galáctico, fuera de manifestar su arrogancia todo el tiempo, Saori jamás había sido desagradable con él, ambos incluso habían hablado y socializado un par de veces, y Shiryu en el fondo no quería admitirlo pero se sentía incómodo estando junto a ella, buen incomodo, sentía algo extraño en el estómago y quería tener excusas tontas solo para buscarla, una conducta nada propia de él y que había sublimado, y más ahora en que terminó de cerrarse la chaqueta del traje y lucho por no rogarle de rodillas y con vehemencia que perdonara sus palabras.

—No eres el primero que lo piensa, pero tal vez si eres el único que se atreve a decírmelo— admitió Saori, sintiendo que él debatía sobre si disculparse o no. —Te irás ahora, ¿verdad? Dijiste que te irías si ganabas o no lo hacías— inquirió, no deseando que él se fuera, temiendo no volver a verlo si lo hacía.

—Mi hermana dijo que mi padre está muy enfermo— contestó Shiryu, no pudiendo ignorar aquello por más tiempo. —Sí, planeo volver, pero esperare hasta recuperarme por completo, y quisiera ver cómo avanzan los combates— respondió por fin, sintiendo que ella merecía saberlo antes que los demás. —Además, aún no está decidido quien gana— su padre querría que esperara y terminara eso primero.

—Bueno, te dejo, tengo asuntos que atender— se excusó la Kido, sintiendo que ya había mostrado su lado vulnerable por mucho tiempo, —que descanses— despidió, estando interiormente de saber que permanecería cerca por un tiempo más.

—Saori— llamó el Dragón al verla voltear para irse, tuteándola, haciendo que ella se detuviera y volviera la mirada por sobre su hombro. —En verdad, perdón, no pensaba lo que dije— se disculpó, necesitando que ella lo supiera.

—Lo sé— asintió ella esbozando una genuina sonrisa, agradeciendo su disculpa, pero también agradeciendo que pudieran llamarse por sus nombres, como si fueran iguales.

Mentalmente, Saori tuvo el arrebato de decir en voz alta que sabía que él no tenía cerebro, pero, mentiría si lo dijera, admiraba a Shiryu como a ningún otro chico de su edad; la mayoría eran brutos musculosos y sin cerebro, nada tiernos ni inteligentes…pero Shiryu, a quien en ese omento sonrió al observarlo por encima de su hombro, no era así en absoluto, él era naturalmente inteligente, ya había sido el niño más maduro y atento que había conocido en su infancia, siempre preocupado por todos aunque no fueran sus amigos, siempre estaba pensando más allá de lo que veía, tenía unos modales muy forjados a la antigua pero que lo hacían fascinante a sus ojos, y aunque era muy fuerte y atractivo, ella no estaba prendada solo de ello, sino de su corazón, más se calló eso al retirarse para darle tiempo a regresar a su antiguo ritmo de vida. Debiendo admitir que Saori Kido tenía una sonrisa muy hermosa, y que de inmediato lo transportó a sus lejanos días de la infancia, cuando había sido una niña distante pero rica en lugar de una irritante belleza petulante, que era ahora, Shiryu dejo libre un suspiro al encontrarse a solas, retrocediendo para volver a sentarse a la camilla, debiendo admitir que por un instante se había visto tentado a correr hacia el umbral y sostener la mano de Saori para impedirle que se fuera, se repetía una y otra vez que no estaba bien…pero disfrutaba de su compañía, disfrutaba de ver como la máscara de tonta petulante se desvanecía y veía a una chica sonriente, alegre y que amaba la vida tanto como él, ¿Cómo decírselo si temer ser rechazado?

Para ambos era mejor callar, por ahora.


Tres días Después

De la misma forma en que Shiryu continuo recuperándose durante los próximos días en la Mansión Kido, dando cortos paseos del brazo de su hermana que obraba de enfermera y que le rogaba no hiciera ningún esfuerzo, Seiya se encontró relegado a la cama de su habitación y no por causa de su hermana, Marín lo había examinado personalmente al llegar a casa esa noche, imponiéndole un día de descanso absoluto y que había sido secundado por su padre, pero fuera de eso debería poder levantarse de la cama…solo que tenía una guardiana. Miho Watanabe era una de las encargadas de la administración del gran orfanato Graad que manejaba la familia Kido en Japón—sucesor del orfanato creado por el fallecido Señor Mitsumasa para recibirlos a ellos en su día—, había sido amiga de la infancia de Seiya y desde su regreso se comportaba como otra hermana mayor sobreprotectora, y al visitarlo esa mañana junto a los pequeños Makoto, Akira y Tatsuya—que se declaraban sus mayores fanáticos—, le había impuesto reposo absoluto por tres días, vigilándolo personalmente, habiéndose ausentado brevemente para acudir a la cocina y prepararle una comida personalmente. De niña, Miho y él habían sufrido por la pérdida de sus respectivas madres y habían encontrado comprensión en el otro y un apoyo incondicional, Miho era menor, por lo que Seiya le veía como la hermana menor que nunca había tenido y Seiya era mayor que Miho, por lo que ella siempre lo había visto a él como un hermano mayor protector, y a quien ahora poder cuidar personalmente.

—¿Estás seguro de que ya estas completamente bien, Seiya?— preguntó Makoto, admirando profundamente al Caballero de Pegaso

—Claro— asintió Seiya, disfrutando de su descanso recostado sobre la cama y con los brazos cruzados tras la nuca a modo de almohada.

—Pero qué fuerte y valiente eres— elogió Akira siendo respaldado por Tatsuya que le tenía idéntica admiración.

—Cuando entrenes como yo, te va a pasar lo mismo— volvió a asentir el Pegaso, permitiéndose disfrutar de ser el centro de atención.

—¡El Dragón Naciente!

Admirando a Seiya, pero no pudiendo evitar querer probar que tan recuperado se encontraba de su pelea contra el Caballero de Dragón, Makoto saltó sorpresivamente sobre la cama, aterrizando sobre el Caballero de Pegaso que no pudo evitar retroceder sorprendido a la par que llevándose una mano al centro del pecho, tosiendo a causa de la sorpresa; una cosa era ser capaz de hacer frente a Shiryu y sobrevivir a un enfrentamiento sin arriesgar su vida en el proceso, pero eso no quería decir que al escuchar el grito de Makoto, el Caballero Pegaso no rememorara su enfrentamiento, teniendo lo más parecido a un tenue ataque de pánico. Sonriendo a una de las sirvientas que cruzó el pasillo y descendió por la escalera mientras que ella ascendía, y cruzaba el pasillo hacia la habitación de Seiya, cuya puerta se encontraba abierta, conteniendo un jadeo de sorpresa ante la expresión de pánico en el rostro de Seiya, dejando la bandeja sobre la mesa de noche antes de tomar asiento sobre la cama, en tanto Makoto, Akira y Tatsuya observaban preocupados al Caballero de Pegaso, que parecía hiperventilarse. Relajada en su rol como cuidadora de gran parte de los huérfanos del orfanato Graad, Miho vestía muy práctica y cómoda; una blusa blanca de tirantes y sin mangas que formaba un pliegue inclinado desde el hombro derecho a la cadera izquierda, falda negra estampada en lunares por encima de los codos, zapatillas deportivas blancas y su cabello azul oscuro caía hasta la altura de sus hombros, resaltando unos pequeños pendientes plateados en forma de mariposa.

En un arrebato de preocupación, creyendo haber hecho algo muy malo, Makoto abrazó efusivamente a Seiya mientras le rogaba por disculpas, siendo sorprendido por un abrazó por parte del Caballero de Pegaso que rio divertido, habiéndole jugado una pequeña broma a Makoto que no tardó en reír al comprender la broma y como también hicieron Tatsuya y Akira, subiendo a la cama, todos siendo observados por Miho que simplemente negó y entornó los ojos, incluso en momentos como ese, Seiya tenía su característico sentido del humor. Lamentando tener que romper con la burbuja de alegría, un golpe en la puerta hizo que todos desviaran la mirada hacia el umbral, donde Shiryu se encontraba con su habitual estampa seria y su austero atuendo chino color malva; de pie junto a Shiryu se encontraba su hermana menor de quince años, Shunrei, portaba un vestido naranja oscuro de escote alto en V y corta falda por sobre las rodillas, resaltando sus largas piernas con botas negras de tacón a juego con la chaqueta que llevaba y permanecía abierta, con su largo cabello azabache azulado—como el de su hermano, aunque no tan largo—cayendo sobre sus hombros salvo por un ligero rodete que se formaba en la coronilla y sus rasgos delicados se veían resaltados por su maquillaje. La hermana del Caballero de Dragón cargaba en sus brazos una caja con un pastel que ella misma había hecho dentro, intercambiando una mirada con Miho que se levantó para ayudarla y despejar el escritorio de la habitación, ante lo que los niños no dudaron en acercarse, eufóricos de curiosidad.

—¿Cómo te encuentras, Seiya?— preguntó el Dragón, acercándose a la cama y viendo a su amigo sentarse mejor.

—Perfectamente bien— contestó el Pegaso con una sonrisa, feliz de verlo completamente recuperado o eso parecía.

—Quería darte las gracias personalmente, te debo mi vida— admitió Shiryu, teniendo una deuda de vida para con él y no creyendo poder pagarla nunca.

—No es necesario, ayudarse es lo que hacen los amigos— desestimó Seiya, no creyendo tener mérito alguno.

No habían sido particularmente cercanos en su infancia, Seiya siempre había sido más cercano a Jabu con quien tenía una rivalidad especial, aún seguían siendo cercanos, pero sus intereses eran diferentes ahora, no es que Seiya fuera un intelectual, porque no era así; pero ahora sus intereses eran más serios, podía meditar, reflexionar y luchaba día a día por convertirse en un Caballero tan digno y cabal como lo era su padre y tan imparcial e ingenioso como le era su hermana Marín. Pero, desde su regreso a Japón y volviendo a formar parte de los Caballeros de Bronce, como parte de la Fundación Graad, Seiya debía confesar que se estaba volviendo aficionado a ser cercano a Shiryu, su serenidad, inteligencia y brillantez le provocaba admiración y lo hacía sentir mejor, igual que la presencia cálida, afectuosa y dulce de Shun, no podía decir lo mismo de la frialdad, estoicismo y lejanía de Hyoga, pero uno no podía llevarse bien con todo el mundo o eso se dijo. La sonrisa de Shiryu creció ante las palabras de Seiya, impresionado al ver que el arrogante y presumido niño obsesionado con probar que podía con lo que sea que lo desafiaran a hacer, orgulloso de haber peleado con él y considerándolo su amigo por ello, mas nada de ello consiguió hacer que ignorara los problemas, partiendo por algo que había sentido durante su enfrentamiento con Seiya y que había hecho que su concentración se dividiese; la presencia de alguien ajeno a los espectadores, las señoritas Kido y los demás Caballeros de Bronce.

—También vine porque quería comentarte algo que noté el otro día— inició Shiryu por fin, necesitando discutir el tema con él.

—¿Qué notaste, Shiryu?— inquirió Seiya frunciendo el ceño con extrañeza ante su seriedad.

—Desde que me recuperé, tuve la fuerte impresión de que alguien nos observaba, había alguien en particular en el coliseo— contestó el Dragón, habiendo sentido eso durante su enfrentamiento, y confirmándolo tras su despertar.

—¿Quién crees que pudiera ser?— cuestionó el Pegaso, no habiendo sentido eso en absoluto al haber estado concentrado en su combate. —No, Shiryu…— negó, comprendiendo finalmente de quien sospechaba.

—No puedo estar seguro, pero es posible— insistió el peligro, no pudiendo ignorar eso por más tiempo, —es el único de nosotros que no se ha presentado— justificó, no sabiendo como inferir que el enemigo en las sombras aún no hubiera atacado.

—Espero que estés equivocado— suspiró el pelicastaño, observando a Miho, Shunrei y los niños por el rabillo del ojo, teniendo cuidado de su tono para no inquietarlos.

—Lo mismo espero yo— asintió él igualmente preocupado de lo que pudiera pasar, habiéndole comprado un boleto de avión a su hermana para que regresara a China al día siguiente, necesitaba mantenerla a salvo.

Todos los aspirantes a Caballeros de Bronce, que habían partido a sus centros de entrenamiento habían regresado exitosamente con sus respectivas armaduras y convertidos oficialmente en Caballeros de Bronce, todos ellos estaban participando en el Torneo Galáctico…o casi todos; Ichi, Bian, Nachi, Geki, Jabu, Hyoga, Shun, Seiya, Shiryu, excepto Ikki. Siendo el hermano mayor de Shun—tres años mayor—, Ikki era el mayor de los antes aspirantes y ahora Caballeros de Bronce, era dos años mayor que todos excepto su hermana, y ocho años menor que Hilda que era la mayor de todos; Ikki había sido quien había sido enviado al peor lugar para entrenar hacía ya tantos años, la Isla de la Muerte, un lugar considerado casi el infierno sobre la tierra, y sin embargo parecía haber obtenido exitosamente su armadura o eso le había comunicado a Shun, y sin embargo, de ser así, ¿Por qué no había llegado aún? El único que había anticipado tener contratiempos o sufrir un retraso había sido Hyoga, y pese a su actitud distante para con todos, estaba ahí, ¿Por qué Ikki no? Seiya no quiso pensar negativamente, no quiso creer que había algún problema o peor, que Ikki de alguna forma se había vuelto el enemigo, pero ¿De qué otra forma se justificaba su ausencia? El Caballero de Pegaso alzó la mirada hacia el Caballero del Dragón, que únicamente negó en silencio, teniendo sus mismos pensamientos y no queriendo lanzar las primeras piedras contra quien había sido un amigo en el pasado, pero si no era él, ¿Quién estaba rondando? Conocían muy poco de las amenazas existentes…


Cuatro Días Después

Tras una semana del combate entre Shiryu y Seiya, los combates siguieron como si nada hubiera pasado, con el Caballero del Dragón y el Caballero de Pegaso observando meramente los combates junto a sus compañeros, solo que no vistiendo sus armaduras y teniendo un largo permiso médico para no hacer esfuerzo alguno, desenado suerte al presuntuoso de Jabu cuando este paso junto a ellos para subir al cuadrilátero, ya creyendo tener la victoria en la palma de la mano, lo que hizo entornar los ojos a todo y más cuando este se regodeo con los aplausos y gritos de sus fanáticos, en especial de la población femenina. Mas, toda la atención de que Jabu parecía gozar se invirtió, la balanza se inclinó en la otra dirección cuando la siguiente en subir al cuadrilátero con mucha humildad y sin ánimo de llamar la atención fue Shun, recibiendo los inmediatos aplausos, vítores y ánimos de todos los hombres presentes, que incluso se hubieron levantado de su lugar con su sola aparición. Shun era incuestionablemente bella—tanto como para ser comparada con una modelo con solo verla—, además era la única fémina entre los Caballeros de Bronce—llamándose a sí misma Caballero como ellos pese a que su rango oficial fuera el de "Amazona"—y la menor de todo el grupo con diecisiete años, medianamente alta, menuda, curvilínea, con rasgos más bien angelicales, brillantes ojos color jade a juego con su sedoso cabello verde que en ese momento pasaba mayormente oculto por el casco de la Armadura de Andrómeda que hacia destacar aún más sus curvas.

—Vaya, me impresiona tu popularidad, Shun, te vendría mejor ser modelo en lugar de caballero— admitió Jabu ante la reacción del público, siendo sincero en sus elogios.

—Jabu, no tiene ningún sentido que combatamos— intentó disuadir Shun, no deseando lastimarlo en forma alguna ni a ninguno de sus amigos.

—¿Qué dices?— cuestionó el Unicornio, sorprendido por sus palabras. —Acabare por pensar que me tienes miedo— esperaba que fuese así y que ella se rindiera ya.

—No es eso, ¿Por qué quieres combatir?, ¿Qué buscas?— corrigió la Andrómeda, no teniendo razón alguna para atacarlo ni a nadie, ella no creía en la violencia.

—Eso a ti no te importa, vencer es lo único que me interesa— discutió el rubio, desconcertado a la par que irritado por su palabrería. —No estoy aquí para escuchar sermones, así que pelea— desafió, prefiriendo responderle de esa forma.

Harto de la pasividad y eligiendo que el combate se desarrollara cuanto antes, Jabu se arrojó contra Shun, que se abstuvo de entornar los ojos al simplemente evadir el ataque del unicornio, no siendo su deseo lastimar ni pelear con nadie, era un Caballero Femenino o Amazona porque el linaje de decenas de generaciones guerreras estaba en su sangre, mas ella no comulgaba con la violencia en modo alguno, por lo que se reservó a concentrar su cosmo y hacer que la cadena de su armadura se desplegase como si tuviera vida propia, formando lo que exteriormente parecía un escudo impenetrable y del que ella se negó a salir. No entendiendo o no dimensionando la fuerza de la cadena de Andrómeda, perteneciente a la armadura que Shun portaba, Jabu midió la distancia y volvió a arrojarse contra su oponente, solo para que la cadena desplegada en el suelo se levantara en reacción a su movimiento y lo atacara en una especie de abrupto remolino que lo envió de inmediato al suelo, y luego otra vez cuando él se levantó y volvió a intentar atacar. Negándose a perder ni a ser tratado como un niño, examinando la expresión impasible a la para que serena en el rostro de la Andrómeda, Jabu estudió la cadena, un arma ofensiva y defensiva, pero que debía tener un punto débil…y él pareció notarlo en ese momento, viendo que la cadena no cubría la parte alta del cuadrilátero, por lo que el Unicornio se alejó para tomar impulso, y una vez hecho esto se arrojó hacia la Andrómeda de un salto, encontrándose esta con los ojos cerrados y una expresión pacífica.

Fue una decisión tonta por parte de Jabu y que hizo aún más que Shun apretara los ojos que mantenía cerrados, no quería ver como la arma fundamental de su armadura lastimaba a Jabu a quien, como a todos los demás Caballeros de Bronce, ella veía como un amigo, aunque pareciendo en el exterior como que ni siquiera se inmutaba por saberlo lastimado cuando escuchó su cuerpo impactar contra el suelo, no inconsciente ni mortalmente herido, sino que simplemente envuelto por la cadena de Andrómeda que había hecho su labor al atrapar a quien consideraba un enemigo. Observando a Jabu mientras concentraba casi sin esfuerzo su cosmo para que esta soltara al unicornio, Shun se vio sorprendía cuando las cadenas no volvieron a envolverse alrededor de sus muñecas como de costumbre, sino que se desplegaron sobre el suelo y comenzaron a moverse sin que ella pudiera evitarlo, solo concentrándose en entender las palabras que se formaron a través de las cadenas, incluso los demás Caballeros de Bronce presentes no pudieron evitar fruncir el ceño con extrañeza e intentar entender las palabras que se formaron sobre el suelo del cuadrilátero; Axia. Axia era una palabra en griego para algo valioso, importante, Shun lo sabía pues el griego era su lengua madre, pero no encontró sentido al motivo detrás de la formación de esa palabra y aún más cuando repentinamente la cadena se movió para deshacer la palabra, o alguien la movió más bien, se trataba de Jabu hacia quien Shun dirigió su mirada, sorprendida a la par que preocupada por él.

—¡Jabu!— jadeó la Andrómeda, preocupada mientras lo veía sostener su cadena.

—Ya es mía y no me sucede nada— rio el Unicornio, afianzando su agarre a la cadena de la Andrómeda.

—No lo entiendes, Jabu, la cadena intenta decirnos algo importante para todos— discutió Shun, necesitando entender el mensaje cuanto antes. —Te ordeno que la sueltes— apremió, no queriendo usar la fuerza.

—No la soltare nunca— negó Jabu, afianzando su agarre alrededor de la cadena.

—¡Jabu, Suéltala!, ¡Perderás tus manos!— gritó la peliverde, esperando hacer que él entendiera…mas no lo hizo hasta experimentar una violenta corriente eléctrica proveniente de la cadena y que lo hizo soltarla así como retroceder en el acto. —No es una cadena ordinaria, cuando algún enemigo la toca descarga una potencia de más de diez mil voltios— explicó, lamentando el dolor que Jabu había experimentado.

Nada más decir eso y aun buscando sentido a la palabra Axia en su mente, Shun fue sorprendida cuando su cadena—que Jabu ya había soltado—volvió a moverse por su cuenta por el suelo del cuadrilátero, pero con mucho menos control que antes, esta vez la cadena no formó ninguna palabra sino que apunto e una dirección en particular, a un punto a la nada entre las gradas, el palco en que se hallaban las señoritas Kido y el pasillo por el cual habitualmente circulaban los Caballeros de Bronce; incluso los espectadores en las gradas habían hecho el más sepulcral de los silencios, lo que permitió que se escucharan perfectamente lo que parecía ecos de pasos, masificados o modificados por la armadura, los Caballeros de Bronce lo sabían al vestir las suyas. El individuo que abandonó las sombras, como si estas fueran una extensión de si mismo, vestía de negro de pies a cabeza, su armadura era negra y su cabello y rasgos pasaban inadvertidos bajo el casco de su armadura, lo único destacable del individuo no era solo su considerable altura y constitución ligeramente mayor a la de todos, sino también los detalles de su armadura y que semejaban a un Fénix; el corazón de todos los Caballeros de Bronce se paralizó, Shiryu había supuesto que se trataba del Caballero del Fénix, mas esperaba haberse equivocado. En ese momento y centrando su mirada en la Andrómeda, el Caballero Negro envió un golpe que cruzó la distancia, y la Andrómeda apenas y consiguió evadirlo a tiempo, provocando que el golpe le diera en el hombro izquierdo, hacia el cual llevo su mano, no pudiendo entender.

—No lo entiendo, no puede ser mi hermano— negó Shun, conteniendo un quejido de dolor, —¿Quién se oculta tras el emblema del Fénix?— demando saber alzando la voz, no pudiendo creer que ese enemigo fuera su hermano.

—Eso quisiera saber, ¿Quién usurpa mi nombre?— cuestionó el verdadero Fénix, con la voz cargada de ira mientras se hacía presente en el cuadrilátero, situándose de pie tras su hermana menor a quien sujeto cuidadosamente de los hombros.

—Ikki…— murmuró la Andromeda entre sorprendida y conmovida, sonriendo con lágrimas en los ojos al volver la mirada hacia su hermano mayor.

—No vuelvas a tocar a mi hermana o perderás los brazos— amenazó Ikki, solo entonces soltando a su hermana y sin apartar su atención del impostor con armadura oscura. —Prepárate, serás el primero en morir— advirtió, sintiendo la ira brotar como un torrente en su interior. —¡Ave Fénix!— gritó ejecutando velozmente su ataque.

El ataque de Ikki tuvo éxito, enviando a su oponente al otro extremo del espacio, chocando contra uno de los muros, pero esto solo desencadeno que muchos otros individuos de armadura oscura se presentaran y les bloquearan la posibilidad de defenderse a los demás Caballeros de Bronce, para quienes no pasó inadvertido el sacar de ahí a los civiles, concentrándose de lleno a ello en la medida de lo posible y no pudiendo ver que ese era exactamente el propósito de esos Caballeros Negros. Un grupo de estos Fénix Oscuros se dirigió hacia el palco en que se encontraban las señoritas Hilda y Saori, ingresando antes que nadie tuviera tiempo de bloquearles el paso—fue Aioros y Marín hubieron abandonado el lugar para ayudar a los demás a evacuar a los civiles, ante lo que los Caballeros Negros rodearon a las señoritas Kido, uno de estos aprovechando el descuido para del elegante cetro dorado cuya base asemejaba el cuerpo y alas de un águila—que se unían en la parte superior, formando una circunferencia perfecta—que Saori siempre llevaba. Habiendo percibido el peligro sin que nadie se lo dijera, Aioros regresó lo más velozmente posible sobre sus pasos, enfocando su cosmo sin esfuerzo para hacer que la armadura dorada cubierta velozmente su cuerpo, desplegando sus alas para elevarse y cruzar la distancia, pero no llegando a tiempo para evitar que los Caballeros Negros se marcharan con el báculo para frustración del Sagitario, que dirigió una mirada hacia los jóvenes Caballeros desde su lugar, indicándoles que él se quedaría atrás.

Debían recuperar el báculo cuanto antes, era insustituible.


Dejando que Jabu, Ichi, Geki, Nachi y Bian, además de Marín, se encargaran de proteger y evacuar a los civiles, o designándoles esto más bien, el primero en abandonar el Coliseo tras la pista de los extraños individuos de armadura oscura fue Ikki, destilaba furia con cada uno de sus pasos y necesitaba cobrar venganza por el ataque de uno de estos para con su hermana pequeña; aunque vestía su armadura de Bronce del Fénix y que destacaba por sus colores plateado, purpura y anaranjado, cuya protección cubría el torso, los hombros, gran parte de los brazos, ambas piernas por completo, además de un casco plateado que formaba una diadema que tenía una forma muy parecida a un tridente frontal, imitando las plumas de un fénix, el aspecto general de Ikki estaba claro. Era alto, un par de centímetros más que Shiryu, aunque no tanto como Geki, de constitución musculosa e intimidante por siquiera verlo de espaldas, aparentaba seguir teniendo corto cabello azul y ojos color zafiro en contraste con el cabello verde y los ojos jade de su hermana, con una cicatriz perpendicular que va de la frente hacia la nariz; mas, fuera de ello se veía igual que el hermano que Shun recordaba de sus días de infancia y actuaba casi igual, por lo que ella no dudo en correr tras él para ayudarlo en la pelea que surgiera, e indudablemente Shiryu y Seiya—sobre todo el primer, siendo tan temerario—no dudaron en seguirlos, aunque sin vestir sus armaduras, y por alguna razón que ni él entendía, Hyoga no dudo en seguirlos también, vistiendo su armadura e intentando convencerlos de desistir.

—No deberíamos hacer esto, esta no es nuestra pelea— discutió Hyoga en voz alta, corriendo tras los demás Caballeros de Bronce.

—¿Quieres escapar?— cuestionó Ikki al frente del grupo, no habiéndole pedido a nadie que lo siguiera, mas no pretendiendo pedirles ahora que se fueran.

—Solo somos cuatro— volvió a discutir el Cisne, sintiendo que hablaba en vano.

—Los números no importan, si atacamos juntos podemos con ellos— respaldó Shiryu, sintiendo que esos individuos de armadura oscura eran una amenaza real.

—Bueno, ¿Por qué no? Estoy listo— secundó Seiya con falso tono casual. —¡Vamos, todos!— animó, casi brincando de la emoción.

Volátil y animoso como era Seiya desde su infancia, este no dudo en concentrar su cosmo y hacer que el dije de armadura que pendía de su cuello hiciera despertar su armadura, que cubrió su cuerpo mientras el Caballero de Pegaso tomaba otro camino para cubrir el mayor terreno posible, haciendo que tanto Shiryu como Ikki entornaran los ojos ante su actitud individualista, mas ninguno dijo nada, cada uno tomando caminos separados de igual forma para cubrir el mayor terreno posible. Corriendo tras la pista de uno de los individuos de armadura oscura, Seiya lo sorprendió por la espalda con un golpe en la nuca, consiguiendo desorientarlo lo suficiente para ejecutar un apresurado Meteoro de Pegaso; subiendo a lo alto de uno de los edificios, Shiryu aprovechó la altura para sorprender a uno de los individuos de armadura oscura, concentrando su cosmo a medida que caía para hacer que la armadura del Dragón cubriera su cuerpo, ejecutando entonces el Dragón Naciente. Gruñendo molesto consigo mismo, diciéndose que no estaba bien formar parte de una pelea que no era suya, Hyoga no pudo quedarse observando, concentrando su cosmo y ejecutando el ataque helado del Polvo de Diamantes contra otro de los individuos de armadura oscura en su camino, a diferencia de sus demás compañeros Caballeros de Bronce, Hyoga estaba más familiarizado con el mundo al que pertenecían los Caballeros y sabía quiénes eran sus enemigos, no tenia del todo claro lo que estos querían, pero si la carta enviada por su padre era exacta, él estaba en la línea de fuego.

Con aquella reflexión en mente, Hyoga cometió el error que siempre se había dicho a si mismo que no cometería, descuido su entorno y bajo la guarda, tanto como para que uno de los individuos de armadura oscura pretendiera atacarlo por la espalda en ese momento...pero no lo consiguió; sintiendo movimiento a su espalda, Hyoga se volvió a tiempo para ver como el individuo era apresado por una distintiva cadena, la cadena de la Armadura de Andrómeda que pertenecía a Shun y quien esbozó una aparente sonrisa amable al encontrar su mirada con la suya mientras mantenía su firme agarre alrededor de la cadena. Sin embargo, cuando ambos dirigieron su atención a sus oponentes, vieron como estos se desvanecían como si fueran humo, y lo mismo fue el caso de Shiryu, Seiya o Ikki, quien apretó los dientes al ver que su ataque el Ave Fénix no había conseguido quemar a su oponente a los huesos como hubiera deseado, relegándolo a regresar frustrado junto a los demás Caballeros de Bronce y en especial junto a su hermana pequeña. Intentando mantener el buen ánimo de todos como siempre, Seiya dejo libre una ligera carcajada, obteniendo la atención de todos, como si dijera; Pan comido, ¿no? Tras lo que el grupo de Caballeros de Bronce regreso sobre sus pasos hacia el Coliseo, teniendo muchas dudas que resolver con Aioros y con las señoritas Kido, ellas estaban a cargo del Torneo Galáctico; ¿El enemigo se había marchado tan simple y llanamente? Aparentemente ninguno estaba tomando el peso real a la amenaza que tenían entre manos o aquello que se habían llevado…


PD: Saludos queridos y queridas, prometí que actualizaría esta semana y lo cumplo, esperando como siempre poder cumplir con lo que ustedes esperan de mi, agradeciendo su apoyo y deseando siempre que mi trabajo sea de su agrado :3 Las siguientes actualizaciones a esa serán; "El Origen del Clan Uchiha", luego "Avatar: Guerra de Bandos" y "A Través de las Estrellas" y por último "El Rey de Konoha" :3 Esta historia esta dedicada a mi queridísima amiga Ali-chan 1966 (por apoyarme y ser mi editora personal, no sé que seria de mi sin ella y por lo que le dedico esta historia como todas aquellas desde que somos amigas), a princesse Sarah 94 (agradeciendo que brindara su aprobación a esta historia y dedicándole esta historia por lo mismo), a Yashahime-uchiha32 (apreciando enormemente su aprobación, dedicándole esta historia y esperando poder estar a la altura), a Yi-Jie-san (dedicándole esta historia por su apreciación de mi trabajo) a mi querida amiga DULCECITO311 (agradeciendo sus maravillosos comentarios sobre mi trabajo, dedicándole esta historia y deseándole siempre lo mejor) así como a todos quienes siguen, leen o comentan todas mis historias :3 Como siempre, besitos, abrazos, bendiciones y hasta la próxima.

Cambios, Ikki & Nike: Continuamos con los cambios en este capitulo, siendo el más significativo que Shiryu es quien vence en su combate contra Seiya, pero es la única alteración ya que de igual modo es el Caballero de Pegaso quien debe salvarlo de la muerte en el último momento; en esta versión, Seiya ve a Miho como una hermana, pese a su cercano pasado en la infancia, lo que explica como—a diferencia de en la obra original—no acabaran siendo pareja. El resto de los acontecimientos se desarrollan de acuerdo a la trama original, con Shun enfrentándose a Jabu y quien no quiere lastimar a nadie, pero por sus ideales pacifistas y no por ser mujer en esta versión; también doy mayor participación y/o implicaría a los demás Caballeros Bronce, como habrán notado. En esta versión, no es Ikki el enemigo a enfrentar por los Caballeros de Bronce, sino que los Caballeros Negros, de hecho, Ikki regresa justo cuando el enemigo aparece y tiene una inmediata reacción sobreprotectora con su hermana Shun. En el próximo capitulo explicaré como fue su entrenamiento y vivencias en esta versión, y como es que sigue estando del lado bueno según la historia que yo he relatado. También añado que en esta versión el elemento importante para los Caballeros Negros es el báculo de Nike que Saori siempre lleva, en lugar de la Armadura Dorada de Sagitario como en la versión original.

También les recuerdo que además de los fics ya iniciados tengo otros más en mente para iniciar más adelante en el futuro: "La Bella & La Bestia: Indra & Sanavber" (precuela de "La Bella & La Bestia"), "Sasuke: El Indomable" (una adaptación de la película "Spirit" como había prometido hacer), "El Siglo Magnifico; Indra & El Imperio Uchiha" (narrando la formación del Imperio a manos de Indra Otsutsuki en una adaptación de la serie "Diriliş Ertuğrul") :3 Para los fans del universo de "El Conjuro" ya tengo el reparto de personajes para iniciar la historia "Sasori: La Marioneta", por lo que solo es cuestión de tiempo antes de que publique el prologo de esta historia. También iniciare una nueva saga llamada "El Imperio de Cristal"-por muy infantil que suene-basada en los personajes de la Princesa Cadence y Shining Armor, como adaptación :3 cariños, besos, abrazos y hasta la próxima :3