-Este fic es una adaptación de la obra original de Masami Kurumada, pero basándome en una historia alternativa que yo cree desde mi infancia—y que por ende he ido puliendo con el paso de los años—, por lo que no sigue al pie de la letra el canon o lineamientos originales, mas si la esencia de Saint Seiya, destinando protagonismo a otros personajes para darle un sentido diferente a la historia. Les sugiero oír, "Desolation" Tommee Profitt para Saga de Géminis, "Dusk Till Dawn" de Sia & Zayn Malik para Hilda & Saga, "Six Feet Deep" de The Warning para Marín, y "New Romantics" de Taylor Swift así como "Pegasus Seiya" de The Struts para el contexto del capitulo.
—A pesar del excepcional despliegue de fuerzas, da la impresión que los bomberos tienen grandes dificultades para dominar el incendio que amenaza con reducir a cenizas el gran coliseo, símbolo de la fundación creada por el difunto señor Mitsumasa Kido. Según los expertos, el fuego podría haber sido provocado, aunque de momento no hay indicios sobre la identidad…
El grupo de Caballeros de Bronce se hallaba reunido en la sala de la mansión en torno a la televisión, observando las noticias y que mostraban como un incendio se había adueñado por completo del Coliseo en que hasta entonces se habían librado sus pasados enfrentamientos, no podía tratarse de un mero desperfecto eléctrico, el lugar era seguro como ninguno…casi parecía un perfecto sabotaje y ello coincidía con que el enemigo no se hubiera manifestado aún. Sentada en el sofá, Saori intercambió una mirada con Aioros; vestía un mono color blanco de escote redondo, ceñido a su figura por un fino cinturón color crema, de mangas holgadas que se ceñían en las muñecas, pantalones acampanados, zapatillas blancas y encima una ligera chaqueta sin mangas beige muy pálido, decorada por pequeños flecos y tachas doradas, de cuello en V y que permanecía abierto, con sus largos rizos violeta cayendo sobre sus hombros y resaltando el collar alrededor de su cuello en forma de concha marina, Nike. Sentada junto a su hermana, Hilda portaba una blusa color durazno de escote recto y que revelaba sus hombros, de mangas acampanadas por sobre las muñecas, traslúcida y revelando una capa inferior sin mangas, de profundo escote redondo y finos tirantes, faldón naranja pálido y acampanados pantalones de lino color blanco, ballerinas de igual color, y su largo cabello celeste nevado caía sobre su hombro derecho, recogido en una coleta ladina, resaltando unos pendientes de oro en forma de zarcillo hasta los hombros y una guirnalda a juego, con una pulsera en la muñeca derecha y un brazalete en la izquierda.
—No entiendo, ¿Por qué quemar el coliseo?— inquirió Shiryu en voz alta, manifestando las dudas que todos parecían tener.
—Deben estar desesperados, les llevamos ventaja— consideró Marín, intercambiando una mirada con su padre.
—Creo que lo mejor por ahora es escondernos— meditó Hilda en voz alta, haciendo que los Caballeros de Bronce la observaran, —pelear es inútil en estas circunstancias, no sabemos contra qué peleamos con exactitud— explicó, haciendo que Aioros y Marín asintieran al encontrar su mirada con la suya.
—Por ahora es todo lo que podemos hacer, y conozco un buen lugar para hacerlo— asintió Saori de inmediato, con una distraída sonrisa.
Aquello no era lo ideal, tener que ocultarse como si fueran criminales, el enemigo…y lo eran, al menos esto último, pero solo porque el Santuario los veía así, no porque realmente lo fueran, ¿Por qué darles el gusto? Gran parte de los Caballeros de Bronce pensaron ineludiblemente en ello; Shun asintió pacíficamente, de acuerdo con lo que sea que evitase un conflicto, Hyoga también e igualmente resignado, Seiya deseó protestar y solo se abstuvo por la mirada que le dirigieron su padre y hermana, Shiryu asintió por la opinión de la mayoría, mas la idea no le complacía al igual que ocurría con Ikki y quien solo se resignó al intercambiar una mirada con Esmeralda, que siempre lo alentaba a la docilidad. Geki, Ichi, Nachi y Jabu por su parte brillaban por su ausencia, habían partido el día anterior a Jamir siguiendo las indicaciones de Shiryu y por orden de Aioros, necesitando reparar sus respectivas armaduras para estar preparados ante lo que sea que sucediera, y no dudaban que ellos se les unirían pronto, por lo que huir y ocultarse era el menor de los males en este caso y todos se resignaron a ello, retirándose finalmente a sus respectivas habitaciones para preparar su equipaje y todo cuanto necesitarían en los próximos días. Como siempre, Tatsumi fue el encargado de pilotar el avión y llevarlos a su destino, y nadie dijo nada durante todo el camino, sus inquietudes y preocupaciones eran demasiadas, solo esperaban que su actuar bastase para mantenerlos a salvo y evitase una confrontación mayor de las que ya se habían suscitado…
Yukushima, Reserva Natural/Japón
El viaje duró apenas un par de minutos y el avión aterrizó en una pista que pareció desplegarse para su aterrizaje y retraerse para esconderse al interior de una cueva subterránea; cuando los Kido hacían algo, lo hacían a lo grande y ello quedó claro tras salir del ascensor que daba con la entrada de la casa donde residirían temporalmente, aunque más que una casa, parecía una verdadera mansión; la casa se hallaba en las montañas, muy lejos de la civilización, de ladrillo y piedra color hueso, con un estilo muy europeo y victoriano, grandes ventanas, balcones y escaleras, con todas las comodidades que pudieran desear y todos lo confirmaron al cruzar el umbral, encontrando a sirvientes aguardando por ellos para atenderlos y recibir sus equipajes. El interior de la casa era igualmente amplio, había estatuas de inspiración griega y asgardiana como gárgolas gemelas en el vestíbulo, todo era muy reluciente e iluminado con amplios ventanales y tragaluces, era fácil dejarse seducir por aquella visión y quedándose boquiabiertos nada más ingresar, repentinamente ya no parecía tan malo el haber dejado Tokio y la Mansión Kido para ocultarse en aquel recóndito lugar del mundo, estar en medio de la nada parecía muy atractivo mientras se dirigían a la sala para estudiar mejor su nueva residencia; La sala daba con el resto de la casa por una larga escalera de acero, de caracol, haciendo destacar la chimenea de mármol, con una fuente en el centro de la sala como si fuera un patio y una amplia biblioteca que abarcaba el primer y segundo piso junto a la escalera, y las paredes así como las ventanas tenían enredaderas y flores.
—Qué bonito lugar, ¡Un té, Jaime!— exigió Seiya con falso tono aristocrático.
—Su té, señor— tendió un mayordomo, sirviendo una taza y tendiéndosela al Pegaso.
—Oh…gracias— asintió el Caballero de Bronce, dándole un trago y sonriendo entusiasmado, sintiéndose verdaderamente a gusto.
—Este es el mejor lugar para mantenernos ocultos, por ahora— aseguró Saori en voz alta, sonriendo como todos ante la broma de Seiya.
—Contamos con cámaras de vigilancia de cada sede de la fundación, no se moverá una hoja sin que lo sepamos— secundó Hilda, advirtiendo las inquietudes de todos.
—Tatsumi, ¿Puedes mostrarles sus habitaciones?— solicitó la pelivioleta con una sonrisa.
—En seguida— asintió el Jefe de Seguridad. —Síganme, por aquí— instruyó al grupo, y que no dudó en retirarse tras sus pasos.
Aunque tendió su equipaje a Tatsumi, quien se retiró junto a todos los demás Caballeros de Bronce—incluyendo a su hermano—, Marín eligió permanecer en la sala junto a las señoritas Kido y a su padre, ella era la única Caballero de Plata entre los jóvenes y era la mayor—tenía casi la misma edad que Ikki, pero un rango superior—, y ello hacía que hubiera sido informada de toda la verdad de la situación con que lidiaban, ya había manejado parte de la información en su infancia y ahora lo tenía todo claro, observando a su padre que se acercó a uno de los sofás y se sentó, revolviéndose el cabello con nerviosismo y evidente frustración. La Amazona de Águila vestía una sencilla blusa blanca ceñida a su figura, sin mangas de escote corazón, jeans azul oscuro, botines color miel a juego con la chaqueta que permanecía abierta, de mangas acampanadas por sobre las muñecas, con flecos al final y rozando sus rodillas, con su corto cabello naranja cayendo sobre sus hombros y resaltando los pendientes de oro en forma de argolla, ese fue el semblante que Aioros vio cuando su hija se situó de pie a su lado y colocó una de sus manos sobre su hombro. El Caballero Dorado de Sagitario entrelazó una de sus manos contra la de su hija, realmente deseaba poder estar tranquilo, pero eran ya dieciséis años de inacción, desde que había perdido a su amada esposa por aquella maldita guerra civil, desde que había sido alejado de su hermano, desde que había tenido que ocultarse como un cobarde…si, había entrenado a la nueva generación, la victoria en cierto modo dependía de él, mas nada de ello le era suficiente, ¿Cómo podía serlo?
—¿Cuánto más?— cuestionó Aioros en voz alta y a nadie en específico. —No estoy molesto, simplemente no me gusta estar sin hacer nada, dieciséis años de inacción es demasiado tiempo para mí— seguía siendo un Caballero, no podía estar sin hacer nada.
—No falta mucho tiempo, Aioros, espera un poco más— sosegó Hilda, conociendo bien su sentir y que era el propio.
Ellas mismas debían ocultarse, todos debían hacer sacrificios, pero Aioros el mayor de ellos y Saori no dudo en acercarse al sofá, sentándose junto al Caballero Dorado de Sagitario y envolviéndolo en un cálido abrazo al que este no dudo en contestar, aliviado por la gentileza de su diosa y la sonrisa que la hermana de esta igualmente le dirigió. Al llegar a lo alto de la escalera, Shun golpeó el barandal con la palma de su mano, sonriendo y dando vueltas por el pasillo mientras seguía los pasos de su hermano, cuñada y amigos, todos ellos siguiendo los pasos de Tatsumi y que procedió a indicar a los sirvientes a que habitación debían dirigirse, dándoles tiempo al grupo de Caballeros de Bronce a meditar sobre su actuar ahora que se encontraban en aquel lugar. La Amazona de Andrómeda vestía una blusa lila suave de escote en V con cuello abierto, revelando un top deportivo estampado en flores debajo, corto para exponer su vientre y sin mangas, jeans azul claro y zapatillas deportivas color blanco, con su largo cabello verde cayendo tras su espalda y resaltando el collar alrededor de su cuello con el dije de la armadura de Andrómeda; a su lado y sonriéndole estaba Esmeralda, quien portaba una blusa blanca de escote redondo con ligeros holanes en lugar de mangas, falda azul suave hasta las pantorrillas, ceñida a su cuerpo por un cinturón color crema y una chaqueta de mezclilla encima, zapatillas blancas y su largo cabello rubio cayendo sobre sus hombros y tras su espalda, destacando la cadena de plata con un dije de tulipán y que pendía sobre su escote.
—Seiya, estaba pensando…tu creciste en el Santuario, quienes ahora nos ven como una amenaza— meditó Shiryu, viendo asentir a su amigo en respuesta. —¿Nunca notaste nada extraño?— necesitaban información de primera fuente.
—Es cierto, no habíamos pensado en eso— asintió Hyoga, no habiendo crecido en el Santuario en comparación con él.
—Me temo que no puedo entender qué razones tiene el Santuario para atacarnos— negó Seiya, terminando de beber el té de su taza. —El Santuario donde yo crecí era un lugar lleno de unidad y paz, el Patriarca era un gran hombre, la encarnación de un dios bondadoso— le había dado el mejor consejo al otorgarle la armadura de Pegaso y él siempre recordaría sus pacíficos años en aquel lugar.
—Temo no pensar lo mismo— protestó Esmeralda, haciendo que todos la observaran con sorpresa, pues normalmente no daba su opinión respecto a nada. —No dudo de las palabras de Seiya, pero mi padre fue al Santuario antes de que Ikki llegara a la isla de la Reina Muerte y a su regreso era un hombre completamente distinto, para él el odio era fundamental, absoluto, dejó de ser el padre que yo conocí y se convirtió en un monstruo— detalló, aludiendo a Guilty, quien la había criado. —No soy un Caballero como ustedes, pero estoy segura de que algo muy extraño ocurre en ese Santuario— aclaró, en caso de que su opinión sonase desatinada.
—Ha hablado la voz de la razón— celebró el Caballero del Dragón con una ligera sonrisa, intercambiando una mirada con el Fénix y que asintió orgulloso.
—Eso espero, ¿O no debería decirlo?— inquirió la rubia, no deseando sonar presumida.
—Si logras que Ikki te escuche, puedes decirnos lo que quieras— respaldó el Caballero de Pegaso, siendo la opinión que todos compartían.
Todos conocían a Ikki lo suficiente, desde niño había tenido un temperamento duro, rebelde, arisco y desafiante, el cual parecía haberse mantenido ahora que era un adulto—aunque no lo demostrara—, que alguien lo hiciera guardar silencio y escuchar era motivo de admiración, haciéndolos sonreír a todos mientras continuaban con su camino, siguiendo a Tatsumi y los demás sirvientes que finalmente les indicaron hacia dónde dirigirse, todos tomando rumbos separados, pero apenas y estando separados entre sí por medio pasillo para su alivio, y en esa casa se verían a diario. No siendo especialmente bueno demostrando afecto, Ikki aguardó a que Esmeralda llegase a su lado y envolvió uno de sus brazos alrededor de la espalda baja de ella, atrayéndola en un abrazo y ante lo que ella sonrió enternecida, ruborizándose; ella lo había dicho, no era un Caballero ni una Amazona, era una mujer normal como cualquier otra, solo que sabía de aquel mundo y trataba de entender tanto caos y agresión, que solo iría en aumento y todos lo sabían, por lo que en aquella instancia no había opinión errónea y todos tenían justificadamente algo que decir. Sin embargo, la idea planteada tanto por Shiryu como por Esmeralda continuó latente en la mente de todos, ¿Cómo era posible que el Santuario fuera un lugar tan contradictorio? Era el centro de su mundo y ahora no era confiable, ¿El Patriarca era un guía o era el enemigo?, ¿Él estaba liderando la ofensiva contra ellos o esto era un problema que venía de ciertos Caballeros de forma independiente? De ser así, ¿Es que lo que estaba sucediendo era una guerra civil?, ¿Quién era el responsable?
Todos necesitaban respuestas y un plan.
16 Años Antes/Santuario de Athena, Grecia
El Santuario era el epítome de la estabilidad, de la paz, o así había sido desde la última Guerra Santa, cuando Shion de Aries había asumido como Patriarca y dirigido el Santuario durante las próximas generaciones, había visto a decenas de cientos de Caballeros portar las armaduras sagradas de las 88 constelaciones al servicio de Athena, y con idéntica facilidad los había visto morir sin importar su edad, afortunadamente estos habían vivido en tiempos de paz, sin embargo ¿Cuánto duraría aquella paz? Shion llevaba pensando en ello desde que había asumido como Patriarca y de ello ya hacían 243 años, su vida había durado más de lo que debería y aquel día, a casi dos años desde el nacimiento de la nueva reencarnación de Athena—venida al mundo de los mortales a quienes había elegido proteger, junto a su hermana Selena nacida doce años antes—convocó a su templo a dos individuos de quienes dependería el futuro. Se trataba de dos hombres jóvenes, uno mayor que el otro, ambos vistiendo relucientes armaduras doradas que los señalaban como pertenecientes a la mayor élite de los Caballeros de Athena, la Orden Dorada; el primero era Aioros de Sagitario de 24 años, que se arrodillo respetuosamente, con una cinta roja envolviendo su frente, de corto cabello castaño y facciones afables; el joven a su lado era Saga de Géminis, puede que solo tuviera 12 años, pero era el Caballero más talentoso, prodigioso y joven de su generación, cualquiera era una opción más que aceptable como sucesor, mas Shion sentado ante su trono solo podía elegir a uno.
—Aioros de Sagitario, presente— anunció el pelicastaño tan pronto se arrodilló.
—Saga de Géminis, presente— imitó el peliazul de igual modo, con asombrosa seriedad.
—Presten atención a lo que he de decirles, como ya sabrán; hace algún tiempo Athena ha descendido nuevamente a la tierra tras más de doscientos años, eso significa que pronto tendrá lugar una nueva guerra santa— inició el Patriarca, teniendo la atención de ambos jóvenes hombres. —Desde tiempos inmemoriales, es el sagrado deber de los Caballeros proteger al mundo, preservando la paz, el amor y la justicia, los ideales de Athena y Selene, por ello creo que ha llegado el momento de cederle mi papel como Patriarca a uno de ustedes, ambos los más sabios y justos de sus respectivas generaciones— expuso, sondeando los rostros de ambos jóvenes perfectamente tranquilos. —Aioros, ¿Estás preparado?— cuestionó, siendo una decisión ya tomada.
Sereno en su aspecto general y arrodillado junto a Aioros, Saga simplemente bajó la cabeza en el acto y aceptó la decisión del Patriarca con humildad, mentiría si dijera no desear saber porque en específico el Patriarca no lo había elegido a él en su lugar, pero no era su obligación saberlo, además, era demasiado joven para el cargo, cumpliría los trece años en un par de meses, y solo el Patriarca y él mismo sabían todo lo que había ocurrido en los meses previos; la muerte de su Maestro Set, el abrupto cambio en su hermano y a quien…el joven Caballero Dorado de Géminis prefirió no pensar en ello siquiera, él sabía cuál era su lugar y no aspiraba a más, su vida había cambiado para bien desde que había entrado a ese Santuario y simplemente no podría pedir más a la vida. Naturalmente, Aioros se sorprendió y jadeó de incredulidad, era un hombre muy joven como para considerarse merecedor de semejante reconocimiento o título, solo tenía 24 años, ya estaba casado y tenía dos hijos; Seika de cinco años y Seiya de dos, la condición entre los Caballeros era que se podía formar una familia y tener una vida propia en tanto ello no alterase su devoción a Athena y sus ideales, y así era, mas…Aioros se sintió indigno por semejante honor, el Patriarca Shion había sobrevivido a la Guerra Santa Anterior, había sido el único junto al Maestro Dohko que residía en Rozan, ¿Quién podía siquiera estar a su altura y ocupar su lugar? Él no creía poder hacerlo en absoluto, ahogándose con las palabras que sentía debería decir en ese momento, completamente en blanco.
—¿Yo, señor?— Aioros finalmente recuperó la voz y solo pudo preguntar aquello.
—Posees bondad, sabiduría, valor y lo más importante; experiencia, eres el más adecuado para sucederme— detalló Shion, evidentemente convencido de su decisión.
—Entiendo— asintió el Caballero de Sagitario, confiando en su criterio.
—Saga, espero que en nada te ofenda esta decisión, confío en tus capacidades tanto como en las de Aioros— aclaró el Patriarca, desviando su atención al Caballero más joven, —pero aun eres considerablemente joven para asumir semejante responsabilidad, mas, llegado el momento y cuando Aioros lo considere oportuno, tú lo sucederás— considerarlo para el cargo, pese a su juventud era igualmente importante.
—Lo entiendo Patriarca, y no me ofende, trabajare duro por el Santuario como la mano derecha de Aioros y es un inmenso honor para mí poder tener la oportunidad de aprender de él— sosegó Saga con una sonrisa, volviendo el rostro hacia su compañero. —Juro apoyarlo y consagrar mi vida al servicio de Athena— era una promesa de corazón.
No eran meras palabras vacías y Saga lo sabía bien, cuando él había llegado al Santuario había sido un niño de cinco años proveniente de Esparta, sin un pasado, así había elegido vivir, había obtenido una familia y un futuro gracias a su Maestro Set a quien había amado como a un padre, había hecho muchos amigos en aquel lugar y rivales amistosos que lo habían ayudado a volverse fuerte; Aioria a quien era muy cercano, Mu que siempre lo hacía reflexionar, Aldebarán que era tan enérgico, Máscara Mortal con quien había crecido codo a codo al igual que con Afrodita, en realidad era amigo de casi todos en el Santuario y admiraba a los Caballeros mayores que él; al señor Milo, al señor Camus que lo había ayudado a estudiar, a Shura que era más joven que ellos, y a Aioros que era el líder nato de su generación. Sería un honor para él apoyar a Aioros como Patriarca y haría todo lo posible por cumplir lo que se esperaba de él, lo demostró tan pronto como Aioros y él se levantaron de su posición y se unieron en un cálido abrazo, profundamente sincero, ambos observados por el orgulloso y viejo Patriarca…Sin embargo, algo no dejaba de inquietar a Saga y no era por arrogancia o soberbia, ¿Qué había hecho que no lo eligieran? Quizás fuera persecutorio o algo, pero él sentía que había un motivo detrás de ello, algo lo mantenía inquieto desde la última vez que había visto a su hermano, ¿De qué se trataba? Cuando el abrazo se rompió, Saga fue bueno pretendiendo que no ocurría nada, sonriendo tanto a Aioros como al Patriarca, y ambos se retiraron para cumplir con sus deberes…
Star Hill/Santuario de Grecia
La Montaña conocida como Star Hill era un lugar sagrado a las afueras del Santuario de Athena, en si se trataba de una montaña o colina alta, de roca y en forma vertical, su importancia residía en el hecho de que era el lugar desde donde los Patriarcas de cada generación elevaban sus oraciones o meditaban y—gracias a la altura del lugar, por lo que se le consideraba el lugar más cercano al Cielo—predecían el futuro a través de la lectura de estrellas, esto último era de vital importancia, ya que contemplar el cielo y el movimiento de las estrellas permitía predecir cuándo sucedería la próxima Guerra Santa. Esto último era el más grande temor del anciano Patriarca, ya que, al momento de su fallecimiento en la Guerra Santa anterior, las señoritas Athena y Selene—habían tenido los nombres de Sasha y Diana en su vida anterior, una había nacido como diosa y la otra como parte del ejército de Athena, algo sin precedentes en los siglos anteriores—le habían pedido con su último aliento que Dohko y él vivieran, que prevalecieran…¿Lo conseguirían?, ¿Vencerían al dios Hades esta vez? Los pensamientos del viejo Patriarca se vieron interrumpidos por el eco de pasos al interior de la torre y de entre las sombras vio aparecer a Saga de Géminis, en muchos sentidos era un muchacho, pero su semblante continuaba siendo inconfundible para Shion, que parpadeó extrañado; el acceso a Star Hill estaba prohibido para todos los Caballeros, inclusos los de rango de oro, el Patriarca era el único que podía ingresar ahí tras las diosas Athena y Selene, era un lugar muy difícil de alcanzar, ¿Cómo es que Saga estaba ahí? Y aún más importante, ¿Por qué?
—Saga, solo el Patriarca tiene permitido entrar a Star Hill— reprendió Shion tras salir de su sorpresa y desconcierto inicial.
—Lo sé, su Santidad, pero tengo una duda que necesito despejar— el joven Caballero de Géminis se inclinó respetuosamente antes de alzar su mirada hacia él.
—¿De qué se trata?— inquirió el Patriarca, imaginando que debía ser algo importante.
—Hay más, ¿No es así?— planteó Saga por fin, inquieto. —No me refiero a la edad, hay otra razón por la que eligió a Aioros en lugar de a mí, dígame la verdad, por favor, estoy cansado de los secretos— llevaba mucho tiempo sintiendo que el Patriarca se callaba muchas cosas frente a él y ya estaba cansado de ello.
—Es cierto, eres idóneo para el cargo de Patriarca, Saga, tu juventud en nada desmerece tu bondad ni sentido de la justicia, que es digno de comparar con el del dios más benévolo, pero este no es el momento oportuno para que se te confié tal responsabilidad— admitió Shion finalmente, con un suspiro apesadumbrado. —Hay algo atado a ti desde hace años, una presencia siniestra y como Patriarca no puedo dejar el futuro en manos de alguien que puede ser utilizado por el mal para infringir daño a otros, a sus propios hermanos— admitió, usando las mejores palabras posibles. —Esto no es contra ti, Saga, si hago lo que hago es por la memoria de tu maestro— los dioses sabían cuánto sufriría si ello ocurría.
—Así que de eso se trata— comprendió el Caballero de Géminis, abrumado. —Todos estos años, todas las pesadillas y ataques no eran mi imaginación, ¿Por qué no me lo dijo antes?— exigió saber, herido por haber sido pasado por tonto.
Su vida no había sido precisamente fácil, aún tenía pesadillas sobre lo que había vivido antes de llegar al Santuario, lo cerca que había estado de morir...había intentado olvidar todo eso, había conseguido formar vínculos con otros y tener amigos, el Santuario se había convertido en el primer lugar que había podido llamar hogar, un refugio para él, había creído que todo estaría bien a partir de entonces y ello había aumentado tras conocer a Hilda—a quien no veía desde hace largos años—, ambos se habían entendido y vuelto muy unidos. Mas, algo había habitado en las sombras y paulatinamente había comenzado a atormentarlo; ruidos por las noches, susurros, pensamientos, actos, Saga sentía que era un milagro haber podido alcanzar los doce años, algo siempre había residido en las sombras, le había hecho creer que era malvado, que debía hacer cosas que atentaban contra todo lo que creía, algo lo había amedrentado desde que tenía memoria y a su hermano, pero ya fuera su Maestro Set o todos quienes lo rodeaban habían intentado convencerlo de que era solo su imaginación, un temor o fantasía infantil. Pero, ahora resultaba que todo aquello había sido real desde el principio, y comprenderlo, tener la confirmación, hicieron que Saga sintiera más ira que nunca en su vida y frustración, sintió que él y su hermano habían sido engañados durante todos aquellos años, ¿Entonces por qué diablos había perseguido tanto convertirse en un Caballero Dorado si al final su destino era convertirse meramente en el juguete o marioneta de algún ser o ente poderoso?
—Saga, en ocasiones la búsqueda de la verdad es más importante que la verdad misma— intentó explicar Shion lo mejor posible, —si te lo hubiese dicho antes no habrías sido capaz de entender— nadie podría entenderlo de buenas a primeras.
—¿Insinúa que esta era la mejor forma de saber que la causa de todas mis pesadillas no era producto de mi imaginación, que era algo real?— la pregunta de Saga estaba cargada de ironía, —¿Qué más?, ¿Qué más ha estado ocultándome todos estos años?— cuestionó, con la voz quebrada y los ojos brillantes de lágrimas.
—Hablaremos de esto en otro momento, Saga, han sido demasiadas emociones para ti en estos últimos meses— decidió el Patriarca, sintiendo cuanto afectaba el tema al muchacho. —Necesitas recobrar la calma, una vez que lo hayas conseguido, hablaremos, pero por ahora confía en mí, todo se solucionara, lo prometo— despidió, acercándose al chico y acariciándole los hombros, ante lo que este asintió y se dio la vuelta.
—Conque por fin me descubriste, anciano— escuchar aquella voz hizo que el Patriarca se congelase en su lugar.
—¿Quién eres tú?— inquirió Shion, volviéndose muy lentamente.
Saga y él acababan de separarse, el muchacho se había dado la vuelta para marcharse, sus pasos estaban cerca del umbral que separaba Star Hill del exterior, su ánimo estaba completamente por los suelos, derrotado, herido, su cosmo energía lo demostraba...pero, repentinamente Shion sintió como si el Cosmo de Saga desapareciera por completo, siendo reemplazado abruptamente por un Cosmo que él solo podría comparar con el de Athena o la misma Selene, pero era abrumadoramente agresivo, volátil y con una sed de sangre terrible, y la voz que escuchó no provenía de Saga, un muchacho, era una voz adulta, madura y cargada de autoridad así como arrogancia. Todo sucedió demasiado rápido, antes de que Shion pudiese advertir el golpe siquiera, solo sintió el dolor en el centro del pecho y un instante después ya estaba tumbado en el suelo, luchando por respirar y con el sabor de la sangre en la boca, pero ello no impidió ver a Saga arrodillándose a su lado con una mirada de superioridad y satisfacción por lo que había hecho; no, no era él, no podía serlo, su cabello era gris claro, el iris de sus ojos era de un rojo intenso, carmesí, y su piel de un tono más pálido, era y a la vez no era él. Lo que sea que hubiera controlado al Caballero Dorado de Géminis, pareció durar poco, pues un instante después una expresión de horror y dolor se adueñó de su rostro, su piel volvió a la normalidad, sus ojos volvieron a ser esmeraldas y sus largos rizos azul violáceo retomaron hasta su color original hasta el último cabello, inclinándose sobre el cuerpo herido del Patriarca, quien no apartó la mirada de él, mortificándolo todavía más de ser posible.
—Patriarca...— la voz de Saga sonó quebrada, sollozante. —Perdóneme, yo no...No...— las palabras y los sollozos se enredaban en sus labios, no sabiendo qué decir o hacer.
—Está bien, Saga, sé que no fuiste tú— sosegó Shion con las escasas fuerzas de que disponía. —No llores, no vale la pena llorar por un anciano que ha vivido más de lo necesario— intentó consolar, viendo las lágrimas resbalar por las mejillas del joven. —Se fuerte y mantén la fe— su corazón era puro, y un día sería capaz de liberarse de aquel enemigo que ahora se ocultaba en las sombras.
Con una triste sonrisa, sabiendo que el muchacho frente a él continuaba siendo inocente de los actos que lo que sea que lo asechara lo obligase a hacer, Shion cerró los ojos y murió producto de la herida recibida, había sido un Caballero Dorado fuerte y digno en su era de gloria, pero ahora era solo un anciano y no había podido hacer frente a la fuerza de Saga, mucho más joven y prodigioso, sumado a la abrumadora fuerza de lo que sea que lo estuviera controlando, mas al ver el color de su cabello y el cambio en el color de sus ojos, el responsable estaba más que claro, eso y su Cosmo sediento de sangre. Tan pronto como el Patriarca cerró los ojos y exhaló su último aliento, Saga rompió en llanto, no había querido hacer nada de ello, no había querido matar al Patriarca, algo había tomado control de él y todo lo que el joven Caballero Dorado de Géminis pudo hacer fue sollozar, desmoralizado, abandonado por los dioses y por el destino, incapaz de pedir perdón o aspirar a la absolución, y ello solo hizo que el ente que llevaba rondándolo desde hace años tomara el control; Deja de llorar, niño tonto, la voz de aquel oscuro ente, oculto en las sombras, lo hizo estremecer antes de que volviera a meterse en su cuerpo, teniendo control total. Estúpido anciano, y pensabas que te desharías de mí…había torturado al muchacho desde su infancia para adueñarse de su psiquis, pero su Maestro Set de Géminis había estado en medio de todo y había tenido que deshacerse de él primero y ahora también del Patriarca, Ahora yo seré quien gobierne el Santuario como el Patriarca.
Como dios de la guerra, su ambición era destronar a su hermana Athena y gobernar la Tierra.
Presente/Santuario de Athena
Aquello había ocurrido hacía ya dieciséis años, entonces Saga había sido un inocente chico de casi trece años, había sido fácil para Ares, el dios de la guerra, usarlo como instrumento en sus planes; lo había hecho matar al Patriarca, intentar matar a Athena y ordenado la muerte de Aioros…sin embargo, en el presente Saga no era un niño, era un hombre adulto de veintiocho años, que había sido capaz de forjarse un carácter fuerte y determinado para confrontar la determinación del dios de la guerra, y cada vez que este deseaba derramar sangre, él se le oponía. El Caballero Dorado de Géminis se había convertido en un hombre alto y de contextura musculosa, con largo y ondulado cabello azul violáceo que se revolvió nervioso al no usar el casco cuando estaba a solas, desvaneciendo la ilusión que lo hacía verse como el Patriarca, y sus ojos esmeraldas de mirada intensa lo perseguían a causa de los grandes espejos presentes en la estancia por la que se paseó frenéticamente. Saga veía su lucha mental contra Ares como propio sacrificio, era su deber mantener el Santuario tal y como el Patriarca Shion habría querido que subsistiera y ello había hecho que muchos que creyeran que el viejo Patriarca continuaba vivo, usar sus vestiduras y las ilusiones de Géminis se había vuelto su mayor talento y podía aparentar ser él o así había sido hasta alcanzar la madurez, pero apenas y tenía el control por unos instantes antes de que Ares retomara el control de su cuerpo, y cuando Saga tenía el control, ambos siempre discutían escarnecidamente.
—Empiezas a colmar mi paciencia— la voz de Ares resonó en la estancia y en su cráneo, haciéndolo enfurecer de nueva cuenta.
—Y tú la mía— contrarió Saga, cansado de aquella situación. —Te lo diré de nuevo; no dejaré que hagas algo contra los Caballeros de Bronce— eran chicos inocentes y estaban verdaderamente del lado de la justicia, eran la única esperanza para el Santuario.
—¿Y de verdad crees que pueden hacer algo contra mí?, ¿Tu?— el dios de la guerra río ante la idea de ser derrotado por mortales y que le resultaba irrisoria.
Los días en que el inocente chico había estado demasiado abrumado por el dolor de matar al Patriarca, luego por haber hecho que Aioros fuera perseguido como un traidor y que lo hubiera obligado a intentar asesinar a Athena—entonces una bebé, y ahora una mujer adulta, un problema en sus planes—era casi un recuerdo para Ares, quien se sentía constantemente frustrado. Estaba en el Santuario de Athena, no podía hacer grandes exhibiciones de Cosmo como quisiera para tener todo bajo su poder, o los demás Caballeros se darían cuenta y acabarían con su "contenedor", por ende solo podía controlar su mente, pero Saga se lo hacía más y más difícil cada día, de alguna forma tenía la fuerza mental suficiente para resistirse a su poder e imponerse, no la suficiente para escapar completamente de su control, mas si lo suficiente para poder impedirle hacer todo lo que quisiera y nada irritaba más al dios de la guerra violenta. Cansado de aquella discusión que nunca parecía tener fin, y harto de ser un juguete en manos de aquel dios, Saga se acercó al trono del Patriarca y rápidamente dio con el cofre debajo de este, en el interior había una daga dorada, la Daga de Khrysos y que desde la era del mito pasaba a cada Patriarca, un arma capaz de matar a un dios—dada por la misma Athena durante la Primera Guerra Santa—, y Saga no dudó en presionar amenazadoramente el filo contra su yugular; no quería llegar a tanto, pero estaba harto de ser el juguete de Ares, y si todo cuanto debía hacer para acabar con él era suicidarse, estaba dispuesto a hacerlo y así también acabaría con aquel maldito dios sediento de sangre.
—¿Eso quieres?, ¿Suicidarte? Hazlo, me harías el trabajo más fácil, en este Santuario deben de haber muchos tontos más dóciles que tú— desdeñó Ares, planteando una nueva amenaza y que hizo que el peliazul soltase la daga. —Eso es, dócil como un niño— celebró con sadismo. —Todo será mejor si haces todo lo que digo— intentó convencer, siempre tentándolo a aceptar sus ofrecimientos. —Sera mejor si te rindes a mi voluntad y ves esto como una oportunidad, la oportunidad de tener a tus pies a una diosa, ¿Qué mortal sobre la Tierra ha tenido tal honor?— planteó, aludiendo a la mujer que deseaba.
—Primero muerto antes de permitir que dañes a la mujer que amo, primero muerto antes que permitir que le hagas algo a Hilda— protestó Saga de inmediato, ante lo que el dios lo sujetó del cuello con una fuerza abrumadora para hacer que chocase con la pared a su espalda y resquebrajara uno de los enormes espejos.
—No te atrevas a pronunciar esas palabras otra vez, ¿Me oíste?— amenazó el dios de la guerra, apretando su agarre alrededor del cuello del humano. —No tienes derecho de pensar en ella, no tienes derecho de pronunciar su nombre siquiera— espetó fiera y celosamente, hasta casi sentir que al humano se le dificultaba respirar y soltándolo.
Cuando Ares había tenido el control por primera vez, Saga había comprendido que todo lo que el vicioso dios deseaba era derrotar a Athena, aspiraba a tener el control de la Tierra tal y como ella hacía, pero no aspiraba a ganarlo con actos meritorios, el asesinato del Patriarca Shion, el intento de asesinato a Athena, la persecución a Aioros y usarlo a él como "contenedor" eran la prueba, le gustaba jugar sucio y creer que era el individuo más inteligente, pero no era así. Sin embargo, lo peor para Saga había venido con el paso de los años; Ares aspiraba a tener el control del mundo, quería ganar poder y a posteriori enfrentar a su padre Zeus por el control como señor absoluto de todo, lo mismo que Zeus había hecho al enfrentar a Cronos, pero primero quería una reina digna a su lado, una diosa poderosa, su media hermana Selene—los dioses se unían entre parientes, era normal—, y él conocía a la actual reencarnación de la diosa, era Hilda, su amiga y más que eso. Aislado en ese Santuario, prisionero dentro de su propia mente—y puede que ni eso—, ella era la única cosa pura y que había llegado a amar y necesitaba protegerla de Ares, por ello también se oponía a la voluntad del dios y que, como si se tratara de un niño berrinchudo, se marchó temporalmente, dejándolo a solas y dueño de su persona por ese momento al menos, recuperando el aliento y masajeándose el cuello, observando su propio reflejo en el espejo roto, agradeciendo el cuello alto de la túnica y su manejo de las ilusiones o de lo contrario todos podrían ver las marcas de su agarre y que pronto serían moretones, unos de tantos recibidos a lo largo de los años.
—Apuesto a que se enfadó— bromeó Saga en voz alta, finalmente a solas.
Ares era un dios arrogante, orgulloso, infantil y soberbio, siempre creía tener la razón, darle el triunfo había sido algo que Saga había aprendido a no hacer, no le importaba sufrir de moretones, arañazos o heridas menores, consideraban que era su merecido castigo por su debilidad, por no haber podido resistirse más al poder de aquel maldito dios desde los doce años, pero ahora no era un niño y podía aceptar perfectamente las consecuencias, revolviéndose el cabello y esbozando una sonrisa ladina ante su propio triunfo, porque aunque Ares codiciara a Selene, él no iba a suplicarle misericordia por su vida jamás, si lo mataba le haría un favor. Le importaba un bledo si Ares sabía de sus sentimientos por Hilda, él no iba a cambiarlos ahora y no tenía porque, amarla era su mayor mecanismo para protegerla y era lo único que lo mantenía cuerdo, mas, al mismo tiempo su amor por ella era lo que hacía que Ares lo odiara tanto, porque buscaba cambiar el destino; desde la era del mito, durante cada Guerra Santa, el Caballero Dorado de Géminis se enamoraba de cada reencarnación de Selene, aparentemente uno de sus primeros predecesores, Abel de Géminis, se había enamorado de Selene en la era mitológica y le había jurado lealtad, Ares lo había matado entonces y buscaba condenar al sufrimiento a cada una de sus reencarnaciones, y ahora Saga era el siguiente. Pero, lejos de aterrarlo o asustarlo, esto le daba razones para resistirse y cumplir ese destino, saber que existía la posibilidad de volver a ver a Hilda era lo único a lo que se aferraba, ello y su deseo de ver derrotado a Ares, por ello necesitaba resistir...
Una Semana Después/Yukushima, Japón
Costaba creer que hubiera transcurrido una semana desde que estaban ahí, mas era una realidad, el ambiente se había suavizado en contraste con su primer día ahí y donde nadie parecía saber bien que hacer y la mayor prueba fue la sonrisa en el rostro de Saori, que pareció una niña descubierta cuando Shiryu alzó la mirada del libro que leía hacia ella sentada al final del mismo sillón, lo que solo lo hizo sonreír también; la menor de las hermanas Kido vestía una holgada blusa negra de escote redondo, sin mangas, pantalones blancos por encima de los tobillos y con líneas verticales, tacones negros que se había quitado, con su largo cabello violeta cayendo tras su espalda y resaltando sus pendientes dorado en forma de lagrima a juego con el collar de Nike alrededor de su cuello. Observando todo desde el sofá contiguo, supervisando en silencio el estudio de su protegida Samira, Hilda sonrió para sí, portaba una blusa amarillo pálido de escote en V, con mangas ceñidas en las muñecas para resaltar la pulsera y brazalete de oro gemelos en sus brazos, faldón oliva, pantalones de lino color blanco y ballerinas de igual color, con su largo cabello celeste nevado cayendo tras su espalda, ocultando los pendientes de oro que le rozaban los hombros y que tintinaron cuando se acercó a Samira para besarla en la coronilla, escuchándola reír. Aioros y Marín estaban sentados sobre dos de los divanes y ambos arrojando cartas sobre la mesa baja entre ambos, jugando a los naipes, aparentemente muy sumergidos en su juego, tan solo alzando la mirada para intentar prever cuál sería el siguiente movimiento del otro, como si fuera una batalla.
—¿Un cuatro?— consultó Aioros, sin dejar de examinar sus cartas.
—Ve a pescar, papá— negó Marín, mordiéndose el labio inferior para no reír.
—Me rindo— bufó el Caballero de Sagitario, recostándose contra el sofá y dando la partida por perdida ante esa respuesta.
—La paciencia es una virtud— reprendió la Amazona del Águila, examinando sus cartas.
La Águila vestía una blusa naranja brillado con mariposas y flores blancas estampadas, sin mangas, sino que finos tirantes, pantalones blancos por sobre los tobillos y zapatillas de igual color, con su corto cabello naranja enmarcando su rostro, ligeramente despeinado y haciendo que sus pendientes dorado brillasen a la luz, al igual que el dije en forma de águila de su collar y que representaba su armadura. Por otro lado, Seiya se hallaba sentado frente la crepitante chimenea, agregando malvaviscos a la rama entre sus manos, como si estuviera en un camping y siendo imitado por Esmeralda, quien parecía prestar suma atención; la rubia vestía una camiseta ancha violeta claro, que dejaba expuesto uno de sus hombros, con mangas ceñidas en las muñecas y que tenía subidas, pantalones blancos y zapatillas de igual color, con su largo cabello rubio cayendo despreocupadamente sobre sus hombros y tras su espalda. Desde el otro extremo de la alfombra, donde se hallaba sentada, alzando la mirada de su lectura y observando lo que Hyoga leía por encima del hombro, temiendo acercarse más y que su hermano la reprendiera por su cercanía, Shun vestía una camiseta negra de cuello redondo y cortas mangas por sobre los codos que dejaba expuesto su vientre, cortos shorts de igual color—habiendo entrenado esa mañana—y que parecían emular una falda, aunque eran todo menos eso, zapatillas deportivas blancas y pequeños pendientes de diamante en forma de lágrima que eran resaltados por su largo cabello verde recogido en una coleta para despejar su rostro, salvo escasos rizos que enarcaban su rostro.
—Seiya, ¿Qué estás haciendo?— inquirió Ikki, sentado sobre el sillón más cercano a la chimenea y observando con extrañeza a su esposa y al Caballero de Pegaso.
—Improvisando un camping bajo techo— contestó el pelicastaño con naturalidad.
—¿Así, Seiya?— consultó Esmeralda, acomodando el último malvavisco en su rama.
—Sí, muy bien, Esmeralda— celebró el Pegaso, cargado de entusiasmo. —Ikki, únetenos— invitó, pues sería más divertido cuantos más participaran.
—No estoy de humor— negó el Fénix, teniendo su mente muy lejos.
—Yo me apunto— respaldó Shun, levantándose de su lugar y acercándose a la chimenea.
—Ikki, ¿podrías quedarte quieto?— cuestionó Hilda, notando el movimiento inquieto de la pierna del Fénix. —Me pones nerviosa— agregó, apreciando que se detuviera.
—Lo lamento, pero estoy nervioso— suspiró Ikki, revolviéndose el cabello. —Este silencio es inquietante— una semana y no se sabía que podía ocurrir.
—Yo diría que apetitoso— difirió Seiya, acercando su rama de malvaviscos al fuego.
—Ignoren a Seiya, eso hago yo— desestimó Hyoga, cambiando la página de su libro.
Como si se tratara de un niño enfurruñado, Seiya entrecerró los ojos y frunció los labios, enfocando su atención en Hyoga, quien fue asombrosamente capaz de parecer que nada sucedía, pasando prontamente otra página de su libro, lo que hizo sonreír a Shun, quien fue guiada por esmeralda para ensartar malvaviscos en la rama que Seiya le tendió. Decir que todos estaban inquietos o nerviosos era un eufemismo, todos lo habían demostrado en la semana transcurrida, solo que de formas muy distintas; Aioros se había frustrado el primer día y solo había conseguido darse ánimos por sus hijos y las señoritas Kido, luego estaba Shiryu que tenía una frustración silenciosa y que intentaba buscar una solución a ello como Hyoga y Marín, Seiya por otro lado intentaba no pensar demasiado en el tema y cuando lo hacía se frustraba por no conseguir cambiar las cosas, Ikki estaba frustrado de lleno y ansioso por una amenaza que aún no había aparecido, en tanto Shun y Esmeralda intentaban aprovechar la breve paz de que gozaban, como la pequeña Samira en brazos de la asgardiana, y finalmente estaba la frustración personal de Hilda y Saori, que parecían tranquilas, pero estaban todo menos eso, incapaces de cambiar el curso de las cosas aún. Terminando de leer el capítulo del libro que leía, Shiryu marcó la página y cerró este, alargando su brazo hacia la mesa baja ante el sofá y donde lo dejó, obteniendo la completa atención de Saori, quien acomodó su postura para sentarse mejor, más seria esta vez, como si intuyera que él tenía que decir algo muy serio.
—Estuvimos hablando entre nosotros y pensamos en que tal vez exista una forma de obtener información sobre qué es lo que sucede en el Santuario, aunque no es algo seguro— inició Shiryu, observando a las señoritas Kido así como a Aioros.
—¿En que pensaron, Shiryu?— inquirió el Sagitario, ansioso por escuchar sus ideas.
—Tenemos a dos Caballeros Dorados en el Santuario que podrían brindar información; Milo de Escorpio, el padre de Ikki y Shun, y Camus de Acuario, el padre de Hyoga— continuó, señalando con la mirada a sus respectivos compañeros.
—Podría intentarlo, pero no sé si tenga éxito— advirtió Hyoga, necesitando aclarar las cosas, —el Santuario me envió para eliminarlos, ahora deben verme como un desertor— comentó más para sí que para los presentes.
—Pero nosotros no— obvió Hilda, haciéndolo volver el rostro en su dirección y dirigiéndole una cálida sonrisa como prueba.
—Le escribiré a mi padre discretamente— intervino Shun, aludiendo a su padre Milo, —sé que no tendrá problemas si usamos un código sutil, preguntas que sean inofensivas— intercambió una mirada con Ikki quien asintió de igual modo.
—Yo también podría intentarlo, mi tío Aioria podría decir algo— consideró Seiya en voz alta. —No nos hemos hablado en algún tiempo, pero puede servir— observó a Marín, quien solo pudo encogerse de hombros sin negar ni afirmar nada.
—Gracias, a todos— apreció Saori, esbozando una sincera sonrisa al igual que Hilda.
Era todo cuanto podían hacer por ahora, la única estrategia con que contaban; la agresión no la habían iniciado ellos, ellos simplemente se habían defendido de las amenazas que se habían cernido sobre ellos, si, no deberían de haber peleado por fines personales y de forma televisada, ello había implicado ir contra los ideales de los Caballeros…pero había sido necesario, así se habían unido, y no podían creer que lo que habían hecho estuviera mal, habían enfrentado a los Caballeros Negros—el enemigo, así lo había visto el Santuario por generaciones o hasta antes de lo ocurrido recientemente—y Nike estaba de su lado, su lugar como el collar que Saori llevaba se los recordaba. No podían infiltrarse en el Santuario, puede que resultara inicialmente, pero serían vistos como el enemigo y sus buenas intenciones acabarían antes de empezar, por ahora el único plan con que contaban era obtener información a través de sus respectivos vínculos familiares en el Santuario, aunque no todos los tuvieran, ya que el padre de Shiryu no se hallaba con la elite Dorada, mas aquello era lo de menos. En medio de aquella pujante sensación de calma, como consecuencia de sus planes e ideas, algo hizo subir la tensión otra vez y ese algo fue una serie de Cosmos cuyo rango superaba al de los Caballeros de Bronce, todos los sintieron y se levantaron de sus lugares en respuesta, eran Caballeros de Plata, de eso no había duda, por lo que Aioros se situó muy cerca de las señoritas Kido al igual que Marín, en tanto los muchachos se observaron entre sí y salieron al patio cuanto antes.
Había acabado la pasividad.
Habiendo convocado a los Caballeros de Bronce al elevar su Cosmo, fuera aguardaban tres Caballeros de Plata, era fácil distinguirlos no solo por sus relucientes armaduras—en comparación con las de bronce, mas similares a la de Marín—sino también por la fuerza de su Cosmo, aunque este hubiera descendido ahora hasta su nivel, por decirlo de cierta forma. Observando todo desde el interior de la mansión, corriendo una de las cortinas para ver hacía fuera, fue fácil para Marín reconocer a sus compañeros de rango, temiendo hacer o decir algo equivocado y ser descubierta, permaneciendo en el interior para proteger a las señoritas Kido, así como a Esmeralda y a la pequeña Samira; primero estaba Misty de Lacerta, con rasgos delicados y más bien femeninos, de largo cabello rubio y ojos azules; Asterion de Perros de Caza por otro lado tenía el cabello de un tono verde oscuro y grisáceo, ligeramente despeinado o de aspecto salvaje como su semblante siempre serio; y por último estaba Moses de Ballena, un hombre muy alto y de contextura musculosa así como robusta, destacando de sus dos compañeros por la falda de su ojo izquierdo, mientras que su ojo derecho era azul, de largo cabello verde oscuro hasta los hombros y ligeramente despeinado. Los Caballeros de Bronce observaron a los tres individuos y luego se observaron entre sí, suponiendo cuál era la razón para su presencia, a la par que inquietos porque el Santuario hubiera enviado esta vez individuos de élite, aquellos que estaban por encima de ellos en poder, ¿Por qué?
—¿Y ustedes quiénes son?— cuestionó Ikki, dando un paso al frente del grupo.
—Asterion de Perros de Caza— se presentó el serio peliverde.
—Moses de Ballena— imitó él fornido Caballero de cabello verde oscuro.
—Y Misty de Lacerta— completó con voz más suave el restante Caballero. —Estamos aquí para llevarnos a la diosa Nike— añadió, siendo el motivo de su presencia.
—Caballeros de Plata— comprendió Shiryu, intercambiando una mirada con Seiya y Shun.
—Por fin algo interesante, esto ya se estaba poniendo aburrido— desestimó el Fénix vistiendo su armadura sin pensárselo demasiado. —¡Ave Fénix!— el peliazul se abalanzó contra uno de los Caballeros de Plata, atacándolo...mas, para su incredulidad, este consiguió bloquear su ataque de alguna forma.
—¿Tienes la osadía de enfrentarte a mí?— cuestionó Misty muy seriamente, —No tienes ninguna posibilidad, hay tanta diferencia entre nosotros como entre un dios y un gusano— comparó con inevitable arrogancia.
—Que miedo— desdeñó Hyoga, uniéndose al combate y vistiendo su armadura de bronce.
—No necesito de tu ayuda, Hyoga— protestó Ikki, volviendo la mirada hacía él.
—¿Quién dijo de ayuda? Solo no quiero aburrirme— aclaró el Cisne, destensando sus músculos con falsa fanfarronería.
Como Caballero de Plata que era, e invicto por no haber salido herido en ninguna de las batallas de que había participado, Misty siempre estaba muy seguro de su poder y no dudó en alertar a los dos Caballeros de Bronce a seguir hacia un terreno más apartado, no queriendo que la presencia de sus compañeros—y viceversa—les impidiera mostrar todo su potencial, y aunque ni Hyoga ni Ikki se estaban ayudando—o así lo veían—, no dudaron en seguir el Caballero de Plata, observándose entre sí por un instante. Desde su lugar al interior de la mansión, observando como aparentemente Shiryu, Shun y Seiya se encargarían de enfrentar a Moses y Asterion, Marín apretó los puños de frustración, empezando a entender cada vez mejor cómo se sentía su padre Aioros, ella misma queriendo ayudar y colaborar con los demás Caballeros de Bronce, entre los que se encontraba su hermano, sabía que todos eran jóvenes fuertes y posibles de grandes logros, pero de cualquiera forma estaban ante Caballeros de Plata, medirse con ellos podía no terminar bien en absoluto y en ese momento la inquieta Marín no supo qué hacer, más que congelarse cuando se dio cuenta de que Asterion la había localizado y estaba viéndola desde el exterior. Esto último no le sorprendía, Asterion tenía la capacidad de leer los pensamientos de las personas a determinada distancia y claramente había conseguido leer su mente, por lo que la Amazona del Águila agradeció no haber pensado en ningún momento en su progenitor directamente.
—Miren quién está aquí, ¡Marín!— reconoció Asterion desde el exterior. —¡Eres una vergüenza para el Santuario, eres una vulgar traidora!— condenó, igual de indignado con su presencia que su compañero Moses
—Marín…— murmuró Hilda a su espalda, imaginando lo mortificada que debía sentirse.
—No deben preocuparse, yo las protegeré— sosegó la Águila, volviendo la mirada por sobre su hombro con una aparente y discreta sonrisa.
Su vida de tranquilidad, la escasa de que había dispuesto, se debía al nombre que llevaba desde la muerte de su madre, entonces había sido Seika cuando había viajado con su hermanito a Japón para entregarlo a la fundación Graad, luego ella había regresado al Santuario, pero había adoptado el nombre Marín al comenzar a entrenar, de alguna forma y por una razón que no alcanzaba a entender, el Patriarca la había ayudado en su mentira hasta que todos la creyeran, la había respaldado desde el primer momento…pero ahora la mentira no importaba, sus compañeros de armas la veían como una traidora, mas nada de ello le importo. La Amazona del Águila jugó distraídamente con el dije del collar alrededor de su cuello, aquel que representaba su armadura y que ella vestiría de ser necesario, pero no quería iniciar una batalla ni delatarse abiertamente a nadie, no podría proteger a nadie si lo hacía; detrás de su hija, acompañando a las señoritas Kido en la sala, Aioros agradeció que los poderes de ellas crearan un vacío a su alrededor, protegiendo sus pensamientos de ser descubiertos por Asterion, un verdadero peligro. Mas, Aioros no solo temió por su hijo Seiya en el exterior, quería creer que él podría con la amenaza que se le presentase, pero también temía por su hija, Marín era buena siendo fuerte, pero eso no quería decir que la situación que vivían no la afectase y no por primera vez el Caballero de Sagitario se sintió como un fracaso como padre, porque servir a Athena implicaba renunciar a una vida normal y él lo había hecho hacía ya mucho tiempo…
Como Caballero de Plata, Misty estaba profundamente ofendido con los jóvenes Caballeros de Bronce y cuyos ataques evadió sin problema, siendo más rápido…ambos jóvenes no eran hombres aún, niño a su entender, y que desperdiciaban la herencia de los Caballeros, sus armaduras, no era mentira decir que entregar tan preciadas reliquias en manos de quienes no podían aprovecharla era el mayor error, Misty los veía como indignos por ello, evadiendo cada ataque por parte de los chicos o más bien bloqueándolos, no queriendo ensuciarse las botas con ellos siquiera. Cuando ambos jóvenes se abalanzaron nuevamente contra él, el Caballero de Lagarto solo necesito concentrar su Cosmo en su dedo índice y repelerlos casi al otro lado del bosque, observando como a ambos chicos les costaba levantarse, niños que carecían de verdadero poder, aunque ni Ikki ni Hyoga lo veían así, observándose el uno al otro mientras se levantaban por lo que ya sentía como tercera o cuarta vez, y que solo los motivaba más de ser posible. Esos chicos eran unos tontos, un Caballero de Bronce no podía poner a la altura de un Caballero de Plata, por lo que Misty pretendía acabar con ellos evitándoles el sufrimiento, pero ambos jóvenes parecían ser suicidas al buscar enfrentarlo de todas formas, no, mas que eso, Misty admiró el honor que tenían para pelear, eso debía reconocérseles cuando menos, aunque podría acabar con ellos sin salir herido, se lo repitió como siempre cuando vio a ambos muchachos prepararse y atacarlo otra vez:
—¡Polvo de Diamante!
—¡Ave, Fénix!
—Pobres, me sorprende su ingenuidad— desestimó el Caballero de Plata con una sonrisa presumida. —Es increíble hasta dónde puede llegar la incredulidad humana, de verdad creían que podrían vencer— cada vez comprendía menos a la raza humana pese a pertenecer a esta. —No es posible…me ha alcanzado— repentinamente, una extraña sensación contra su piel y armadura lo hizo caer en cuenta de ello.
El Caballero de Plata descendió la mirada hacía su abdomen, la armadura lo protegía casi por completo y, asombrosamente, podía sentir el dolor de dos golpes gemelos, uno a cada lado de su vientre como prueba de que Hyoga e Ikki habían logrado herirlo, pero ¿Cómo? Misty estaba orgulloso de no conocer el significado de la palabra dolor, ya que nunca había sido herido por un adversario, ni aún durante sus años de entrenamiento para obtener su armadura, siempre manipulando el aire que lo rodeaba para crear una barrera invisible que lo protegía de cualquier ataque. Su técnica consistía en mover sus manos a gran velocidad para generar un campo de fuerza…sin embargo, en esta oportunidad no había dado resultado, y lo peor es que no tenía sentido, no había conseguido ver el ataque de ambos jóvenes, había creído desviarlos por completo, ni siquiera había sentido el impacto, sino que el ardor por ser golpeado acababa de sorprenderlo, ¿Cuándo había pasado?, ¿Cómo? Puede que Hyoga e Ikki fueran meros Caballeros de Bronce y no tuvieran ni la experiencia ni el poder de un Caballero de Plata, pero de entrenar con Marín—ello tenía sus ventajas, tanto como ser hijos de Caballeros Dorados—ambos habían aprendido que cualquier oponente tenía su talón de Aquiles y que hasta el mayor enemigo podía ser derrotado si se le atacaba en conjunto, que es lo que acababa de ocurrir, el Fénix y el Cisne volviendo brevemente la mirada hacía el otro para felicitarse en silencio antes de volver a concentrarse en el Caballero de Plata.
—¿Cómo lo hiciste?— cuestionó Misty, sintiendo su orgullo por los suelos. —Nadie había logrado herirme hasta ahora— le estaba costando horrores mantenerse tranquilo.
—Hay muchas cosas que no sabes de nosotros— desestimó Hyoga con superioridad.
—¿Cómo cuáles?— exigió saber el Caballero de Plata, observándolos a ambos.
—Que las derrotas nos enseñan más que cualquier entrenamiento y a ti jamás te han derrotado— comparó Ikki, llevando con orgullo sus cicatrices de batalla.
—Todo eso no son más que palabras— desestimó Misty, negándose a darles la victoria. —¡Que las fuerzas demoniacas acaben con ustedes!— amenazó, decidido a derrotarlos.
Negándose a creer en la derrota, Misty alargó sus manos al aire para confrontar a ambos Caballeros de Bronce y que no dudaron en arrojarse nuevamente hacía él, por lo que concentró todo su Cosmo en sus manos para hacer que la misma barrera que lo había protegido atacase a los dos muchachos…Hyoga actuó primero, se arrojó a sus pies para congelarlo e impedirlo moverse, de tal modo que Ikki pudo atacar sin que el Caballero de Plata pudiera defenderse debido a su propia sorpresa. Ikki y Hyoga tienen razón, aún no he entrenado lo suficiente para vencer a todos mis enemigos, en cambio ellos no le temen a nada, eso es lo que les da fuerza, comprendió Misty al sentir la fuerza del ataque de Ikki, quien al igual que Hyoga se alejó en caso de ser preciso atacar otra vez, y por eso han triunfado…añadió, desplomándose a causa de sus heridas, orgulloso a la par que lleno de admiración por ambos muchachos, con el poder más que necesario para vencer. Solo para estar seguro, Hyoga acercó sus pasos al caído Caballero de Plata, teniendo cuidado de avanzar lentamente en caso de que este continuara vivo, y cuando este no dio señales de que iba a moverse, Hyoga se arrodilló a su lado y alargó una de sus manos para tomarle el pulso, contando un par de segundo y por fin volviendo la mirada hacía Ikki por sobre su hombro, ¿Cómo sentirse orgullosos? Habían derrotado a un Caballero de Plata, un logro en sí mismo, pero ¿A costa de qué?, ¿Por qué estaba pasando todo aquello?, ¿Por qué ellos eran el enemigo? No daba alegría vencer a un compañero.
Esperaban encontrar una respuesta.
PD: Saludos queridos y queridas, lamento la demora pero ciertos problemas personales no me permitieron actualizar antes, espero como siempre poder cumplir con lo que ustedes esperan de mi, agradeciendo su apoyo y deseando siempre que mi trabajo sea de su agrado :3 Las siguientes actualizaciones serán "Kóraka: El Desafío de Eros", luego "Dragon Ball: Guerreros Saiyajin" y por último "Vesprada" :3 Esta historia esta dedicada a mi queridísima amiga Ali-chan 1966 (por apoyarme y ser mi editora personal, no sé que seria de mi sin ella y por lo que le dedico esta historia como todas aquellas desde que somos amigas), a princesse Sarah 94 (agradeciendo que brindara su aprobación a esta historia y dedicándole esta historia por lo mismo), a Yashahime-uchiha32 (apreciando enormemente su aprobación, dedicándole esta historia y esperando poder estar a la altura), a Yi-Jie-san (dedicándole esta historia por su apreciación de mi trabajo) a mi querida amiga DULCECITO311 (agradeciendo sus maravillosos comentarios sobre mi trabajo, dedicándole esta historia y deseándole siempre lo mejor) así como a todos quienes siguen, leen o comentan todas mis historias :3 Como siempre, besitos, abrazos, bendiciones y hasta la próxima.
Personajes:
-Saori Kido/Athena (18 años) -Hilda de Polaris/Selene (28 años) -Shiryu de Dragón (18 años) -Saga de Géminis (12/28 años)
-Ikki de Fénix (20 años) -Shun de Andrómeda (17 años) -Hyoga de Cisne (18 años) -Seiya de Pegaso (18 años)
-Marín de Águila/Seika (21 años) -Aioros de Sagitario (24/40 años) -Kiki (9 años) -Samira (9 años) -Esmeralda (19 años)
-Misty de Lacerta (30 años) -Asterion de Perros de Caza (28 años) -Moses de Ballena (32 años)
Cronología, Personajes Complejos & Enfrentamientos: Los acontecimientos que relató continúan adaptando el arco de los "Santos de Plata" como mostró el anime, y aunque inicialmente pretendía representar a personajes como Docrates, entre otros, decidí seguir lo que sigue el manga y representar los enfrentamientos canónicos contra los Caballeros de Plata y no los del anime pese al gran peso de nostalgia que tienen para quienes crecimos con Saint Seiya. Por fin en este capitulo profundizamos en el villano de la historia, y que no es Saga de Géminis, este personaje es el medio que tiene el villano para lograr su fin al usarlo como un contenedor, pues hablamos del dios de la guerra, Ares; ya en el material original muchas veces se hablo de posesión por parte de Saga, en lo que yo profundizo, siendo Ares el villano definitivo de la obra, aunque quizás no a quien más se enfrenten. Cierro el capitulo representando la aparición de tres Caballeros de Plata, Misty de Lacerta, Asterion de Perros de Caza y Moses de Ballena, siendo el Caballero de Plata de Lagarto quien se enfrenta a Hyoga e Ikki en esta versión, mientras que en el material original se enfrentaba a Seiya, pero igual que en el material original comprende lo superiores que son los chicos a él, por ello profundice más en su perspectiva durante el combate.
También les recuerdo que además de los fics ya iniciados tengo otros más en mente para iniciar más adelante en el futuro: un fic inspirado en un What If de la Dinastía Romanov, que aún no tiene título, "La Bella & La Bestia: Indra & Sanavber" (precuela de "La Bella & La Bestia"), "Sasuke: El Indomable" (una adaptación de la película "Spirit" como había prometido hacer) :3 Para los fans del universo de "El Conjuro" ya tengo el reparto de personajes para iniciar la historia "Sasori: La Marioneta", por lo que solo es cuestión de tiempo antes de que publique el prologo de esta historia :3 cariños, besos, abrazos y hasta la próxima :3
