Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer, la trama es completamente mi invención.
Capítulo 33
― Es ella ―señaló Alice al hombre que la acompañaba― y la bebé es mi hija.
La sangre hirvió dentro de mi torrente sanguíneo.
― ¡Mientes! ―mi grito salió de mis entrañas―. Emmy no es tuya.
Edward sujetó mi cintura con su brazo. Su fuerza ajustada alrededor de mi cintura y sus dedos haciendo pequeños círculos en mi estómago, él me estaba tranquilizando para que no fuera contra Alice y le sacara los ojos. Porque era capaz de hacerlo sin remordimiento.
― No me vuelvas a dirigir la palabra, Bella. Solo dame a la niña ―Alice intentó acercarse a mí.
Edward no tardó ni dos segundos en anteponerse entre nosotras; dejó a Emmy en mis brazos y se colocó frente a nosotras como si fuese un escudo humano. Asomé mi cabeza entre su costado y seguí observando a todos.
― De aquí nadie se llevará a mi hija ―gruñó Edward.
El hombre joven de traje gris se acercó de modo apacible y respetuoso. Yo lo había visto en algún lugar, pero no reconocía de donde y tampoco tenía tiempo para forzar mi mente a averiguarlo,
― Soy Mike Newton, abogado y representante de los señores Hale.
No podía quitar mis ojos de Alice. Ella no dejaba de verme como si yo fuera un monstruo, el desprecio que destilaba sus ojos parecían llamas a punto de prender fuego a cualquiera que estuviera en su camino. Tenía el aspecto de una mujer fuera de sí.
― Ustedes me engañaron ―apunté― fueron tan miserables para mentirme y hacerme creer que Emy era suya.
― Tú fuiste una arrastrada ―Alice replicó sin sentido.
¿De qué demonios hablaba?
Kate me distrajo al intervenir. Se presentó con el señor Newton como nuestra abogada y se hizo cargo de leer los documentos que el hombre presentaba.
― Debe haber un error ―explicó Kate―. La niña no puede ser removida del hogar temporal en el que está…
¿Temporal?
― ¡De ninguna manera, Alice! ―salí de donde Edward me refugiaba y señalé acusatoriamente a mi hermana―. Tú no vas a quitarme a la niña.
Kate me miró asustada. Abrió los ojos como pidiendo que no interviniera y Edward probablemente lo entendió porque rodeó mis hombros con su brazo mientras yo afianzada con rapidez a Emmy en mi cadera. Mi niña empezaba a asustarse y no iba a cometer ese error.
― Mami… ―mi niña hizo un puchero, escondiendo su carita en mi cuello.
Tenía que ser fuerte. Debía serlo, no podía fallarle a mi hija, no lo haría. Empecé a respirar tan profundamente, una, dos, tres veces…
― ¡Quiero a mi hija! ―Alice empezó a gritar, captando la atención de los comensales que había en el lugar. Me puse nerviosa y mis tripas empezaron a revolverse―. ¡Ella me la robó! ―me acusó delante de todos, señalándome― y me quitó a mi niña. ¡Dámela!
Empecé a arrullar a Emmy en mis brazos, tratando de cubrir su carita para que no viera el comportamiento agresivo de su tía.
Los gritos de Alice estaban logrando que los comensales se alejaran del restaurante y se aglomeraran en la entrada. Era un completo escándalo y estaba segura que nos echarían en cualquier momento.
― Esa mujer tiene una orden de restricción ―dijo Edward endureciendo su voz. No podía notar su nerviosismo, porque su temple estaba siendo de un hombre rígido―. No puede acercarse a mi esposa y menos a mi hija. Tenemos una orden judicial y ella está incumpliendo el mandato. Debería intervenir la policía en este momento porque está asustando a mi hija y todos son testigos.
El abogado de mi hermana volteó hacia ella. El hombre parecía tan desencajado como mi hermana, sin embargo no dejó que la desinformación lo desameritara.
― Señores ―mencionó el abogado― vamos a calmarnos, somos seres pensantes que podemos dialogar.
― ¡Yo no vine a dialogar! ―exclamó Alice lanzando por los aires lo que había en una mesa. Era tan idiota que estaba aplaudiendo mentalmente que se hundiera ella sola―. Estamos aquí para que me devuelvas a mi hija ―dejó un puñetazo haciendo llorar a Emmy que ya estaba aterrada con la situación.
Edward se giró hacia nosotras. No me sorprendió la preocupación plasmada en sus ojos verdes, veía la confusión en su rostro. Sabía que él se estaba conteniendo también por la niña. Lo más prudente que hizo fue poner una de sus manos en mi hombro y otra en la espalda de Emmy, tratando de reconfortarnos.
― Llévate a la niña de aquí ―pidió―, me haré cargo de todo.
Dejó un beso en mi frente. A la vez que su mano frotaba con calidez mi antebrazo.
― Por favor, Bella, sácala de aquí ―susurró.
Resoplé. Quería decirle que no, imponer mi voluntad y renegar. Quería gritar que no lo dejaría solo, que estábamos los dos en esto y que no podía abandonarlo, no obstante y siendo congruente, tampoco podía ver a mi hija de esa manera.
Emmy sollozó asustada.
― Está bien ―acepté, ocultando mis nervios―. Manténme informada.
Me encaminé a la entrada sin despedirme de Kate ni de nadie, mucho menos de Alice que parecía ser una neurótica en potencia.
― ¡Detenganla! ―la escuché gritar a mi espalda―. No dejen que se vaya, se está llevando a mi hija.
Contuve el aliento al darme cuenta que se habían reunido suficientes personas, tanto afuera como adentro del local, nos observaban y otros más nos grababan con sus celulares; solo negué, seguí caminando sin levantar la mirada y protegiendo con mi brazos a Emmy. Apenas salí del establecimiento entre susurros, críticas y empujones cuando Lauren apareció en medio de la multitud.
Ella sonreía y mi raciocinio estaba lejos de comprender su felicidad…
