Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer, la trama es completamente mi invención.

Capítulo 38

Seguí sonriendo a pesar de estar adormilada y con los ojos cerrados. De mi mente no salían las imágenes de Edward y mías en el baño.

Después de recordar que no estaba bajo ningún control anticonceptivo, no pudimos deternos y terminamos teniendo sexo nuevamente, siendo Edward precavido de no terminar dentro de mí.

Una cosa llevó a la otra y seguimos en su habitación. No podíamos quitarnos las manos de encima y no me arrepentía. Pasamos la noche y parte de la madrugada en su cama, hasta que en la mañana me desperté sintiéndome culpable por dejar a Emmy dormir sola.

Edward despertó después de mí, me consoló en sus brazos y me dijo que era totalmente normal nuestro momento, que debíamos aprender, sobre todo a enseñarle a Emmy a dormir sola, pero yo aún no estaba preparada para que eso sucediera.

Edward comprendió mi sentir y mi apego hacia nuestra hija. Se encargó de traerme en sus brazos a la cama donde dormía con ella, tumbandose a nuestro lado.

Somnoliento me prometió que en la mañana temprano compraría la píldora de emergencia. No queríamos tener sorpresas, no estábamos preparados.

― ¿Y tú?

Abrí un ojo y vi que Emmy buscaba a Edward debajo de la cama. Su inocencia me hizo sonreír, pero mis ojos se cerraban de sueño. Habíamos tenido una noche exhausta y mi energía seguía estando baja.

― Por favor, bebé, duerme un poco ―rogué porque se subiera a la cama.

― Mami, ¿done está tú?

Abrí los ojos y vi su carita que apenas se asomaba a la cama. Podía ver que se ponía de puntillas para poder apreciarme ―sonriente, pasé mis dedos por su melena suave y despeinada.

― No se llama tú ―le expliqué―. Es papá. Edward es tu papá.

Emmy estrechó sus hermosos ojos. Probablemente queriendo entenderme.

― ¿Y tu… papá?

Estallé en una corta carcajada. ¿Cómo podía ser tan adorable y tan inocente al mismo tiempo?

Bostecé largamente y obligué a mi cerebro a despertar a pesar del sueño; me senté en la cama y tomé en brazos a mi niña. Pasé de nuevo mis dedos en su melena salvaje, pero no funcionó, su cabello parecía mandarse solo.

― Es tu… ―piqué su pancita y ella soltó una alegre risita― papá.

― Tu papá ―repitió entre risas―. ¿done está tu papá?

Suspiré suavemente y me quedé momentáneamente absorta en la pequeña persona sentada en mi regazo. Ella aún no era consciente de imaginar que con tal de protegerla éramos capaces de poner el mundo de cabeza.

― Edward es mío ―le dije―, aunque también es tuyo porque es tu papá.

― Esa frase me gusta ―articuló Edward con evidente presunción.

― ¡Tu papá! ―exclamó Emmy extendiendo sus cortos brazos hacia Edward.

Era increíble la forma en que su carita se iluminaba al verlo. Él la cargó sin hacerla esperar, llenó de besos sus mejillas y se acercó a mí besando mis labios, mientras dejaba en mis manos la pequeña caja que incluía la pastilla del día siguiente.

Sin perder más tiempo tomé la botella de agua que estaba en el buró y me tragué la pastilla.

― ¿Cómo estás?

Levanté mi cara y lo miré detenidamente, su sonrisa pretenciosa lo decía todo.

― Estoy igual o más feliz que tú ―dije, rodando por la cama y enredándome entre las sábanas frías― me duele el cuerpo de una manera deliciosa.

Lo escuché reír.

― Compré el desayuno. Puedo traerlo a la cama y así no levantarte ¿qué dices?

Asomé la cara de entre las sábanas y le sonreí. No podía quitar mi estúpida sonrisa tonta y todo lo que me hacía sentir con solo ver su rostro sin afeitar y su pelo salvajemente desordenado.

Pero Dios, su sonrisa era un extra para enamorarme.

― Por favor ―pedí.

Edward meneó la cabeza y se llevó en sus brazos a Emmy. Me seguí removiendo entre las sábanas me gustaba el dolor muscular que estaba padeciendo, o quizás lo que me gustaba era la razón por la que me dolía.

― Tu papá ―seguía repitiendo Emmy cuando regresaron.

Edward dejó el desayuno en la cama y quiso dejar a la niña también. Fue gracioso la forma en que ella se colgó del cuello, negándose a que la dejara en la cama.

― No tú, no… ―Emmy empezó a sacudir la cabeza.

― Vamos a desayunar en la cama ―le explicó Edward― ¿tienes hambre?

― Sí ―respondió con suave vocecita escondiendo su cara en él― no dejes a mí.

La sonrisa de Edward se extendió al comprender que Emmy no quería que la dejara sola. Emocionado, me acompañó en la cama, sentándose al lado mío y dejando a Emmy sentada en su regazo, ella descansó su cabecita en el pecho de su padre mientras empezaba a darle el desayuno en la boca.

― Emmy te ama ―comenté a la vez que mordía mi sándwich de queso.

Noté cómo los ojos de Edward se iluminaron con un brillo especial, uno que solo tenía para Emmy.

― Yo la amo más y por ello estoy siendo paciente ―besó su cabecita―. Sé que un día me dirá papá.

― Tú papá… ―me señaló Emmy.

Sonreí. Emmy estaba aferrada a que Edward era mi papá y no el de ella.

― Soy papá ―Edward dejó su dedo índice en el pecho, señalándose― soy papá de Emmy.

Emmy lo miró y sonriente le mostró sus pequeños dientes.

Él suspiró casi derrotado al ver que Emmy no estaba dispuesta a llamarlo papá.

Lo vi tomar un sorbo de café y dejarlo en el buró que había de su lado.

Anoche no quedamos en nada. No hubo tiempo para perderlo en palabrerías sino que fue más acción.

― ¿En qué piensas? ―uno de sus dedos se arrastró por mi nariz, aplastando la punta y haciéndome reír. Me gustaba este Edward juguetón.

― Pienso que no sé qué somos ―relamí mis labios. Esperando para darle otra mordida a mi sándwich.

― ¿No te quedó claro? ―se acercó peligrosamente dejando un beso en mi cuello.

Las mariposas en mi vientre empezaron a revolotear de emoción a la vez que mi corazón retumbaba con fuerza en mi pecho. Me sentía como una chiquilla de secundaria que se ilusiona cuando el chico que le gusta le dirige la palabra con la diferencia que Edward era el gran amor de mi vida y mi esposo.

― Bueno… no pudimos resistirnos y nos relajamos muy bien.

Edward soltó una leve carcajada que fue amortiguada por un trozo de tocino que Emmy puso en su boca, ella empezó a alimentarlo como si se tratase de un niño. Sin embargo, aceptó gustoso todo lo que le daba sin siquiera protestar.

― Eres mi esposa ―tragó el resto de comida, mientras sus dedos jugaban con los míos―. Y yo sería el más feliz si hacemos este matrimonio funcionar.

Suspiré suavemente. La emoción que sentía en estos momentos no se comparaba con lo que había sucedido anoche.

― ¿Qué quieres tú? ―me preguntó, jugando con el anillo de bodas que usaba en mi dedo anular.

― A vel… ―habló Emmy interrumpiendo nuestra conversación, abrió la boca de Edward verificando que hubiera tragado su bocado―. ¿Más?

Edward negó con la cabeza y besó su frente. Emmy salió de su regazo y empezó a saltar en la cama. Ella estaba feliz porque pudo alimentar a su papá.

Empezó a aplaudir dando cortos saltos mientras nosotros la mirábamos ser solo una niña feliz.

― No me has respondido ―dijo él―. ¿Qué quieres de mí?

Apoyé mi cabeza en su hombro.

― Lo quiero todo ―respondí―. Te quiero a ti, quiero a Emmy. Eso quiero, que estemos juntos como una pequeña familia.

Sus manos acunaron mi cara, haciéndome mirarlo.

― Entonces, no perdamos tiempo ―unió sus labios a los míos en un beso con sabor a café y tocino.

― No… ―Emmy gritó, separándonos. Tenía sus pequeños labios fruncidos y negaba― no tú papá, no.

― ¿Por qué? ―increpó Edward jugando y abrazándome al mismo tiempo―. Mami es mía y tú también ―tiró del cuerpo menudo de Emmy y nos abarcó con sus brazos.

Empezamos a reír mientras éramos prisioneras de su cálido abrazo.

Cerré los ojos un momento. Quise soñar que podíamos ser muy felices los tres… con una nueva oportunidad.


Aqui está el capítulo que esperaban (eso creo) ellos ahora son una verdadera familia. Mi Bella sueña con ser feliz, así que no quise arruinar su felicidad, en el siguiente capítulo continuamos resolviendo lo demás, ¿qué opinan ustedes?

Gracias totales por leer