|1.1| La última heredera


Año 1994.
Julio.
Ottawa, Canadá.
Madrugada.

«No vaya, quédese oculta en el bosque» le susurró en su mente una voz masculina cargada de alarma, inquieto a que no tomara en cuenta la sugerencia.

Su presencia cruzó velozmente por el bosque blanquecino. Sin mirar atrás sabiendo el destino que le deparaba en cuanto llegara al campo de batalla. Olía en toda su extensión, la muerte misma. El aire estaba infestado por el cruel destino, y temía por el de ella. No por su persona, sino, por quien más la necesitaba.

«Tengo que hacerlo, los cachorros de la villa están en peligro» renegó ella en su mente de inmediato. Mirada al frente, podía ver las auras de diferentes colores luchando entre sí.

Pronto se uniría a la batalla.

«Es arriesgado que vaya sola, así que permanezca donde está. Llegaré en unos minutos» insistía él, la desesperación era palpable en su voz telepática.

Sus oídos captaron diferentes sonidos mezclados entre sí, lo que más resaltaba eran las voces agónicas y gritos desesperados. La tierra presenciaba la masacre dada sobre su suelo, se lamentaba en silencio. Los aullidos de los lobos cesaron, uniéndose al cántico natural.

«No hay otra opción, debo sacarlos de ahí».

«No es su deber».

Efectivamente no era su deber, pero quería hacerlo.

Pensó en una respuesta que lo dejará tranquilo. Nada de lo podría decir lo lograría. Se limitó a dejarlo pasar y él no volvió a hablar, seguramente transcendió a su humanidad para llegar más rápido a su punto de reunión.

Agachó su cuerpo peludo, moviendo sus cuatro patas en sincronía. Alzando solamente la cabeza, avanzo con sigilo hasta la primera roca que diviso. Sus ojos negros barrieron el escenario en busca de los cachorros que, desafortunadamente quedaron atrapados entre una guerrilla. Los salvaría a toda costa, no merecían morir de esa manera, en una lucha que no les concernía, sin ser recordados, sin ser encontrados sobre la colina de los infortunios.

Por un segundo permaneció quieta, expectante a lo que se desarrollaba a unos metros. Todos luchaban entre sí, arrebatándose la vida cual nativos defienden su territorio. No le parecía tan repugnante el charco de sangre que se formó debajo de varios cadáveres, víctimas de profundas mordidas. Apartó la vista al apreciar la mutilación en la de uno, especialmente al que se parecía a ella: un enorme lobo cuyo pelaje blanco se tiño de rojo, su propia sangre.

Desfallecieron tras una contienda donde el destino era la misma muerte.

De repente, saltó a un lado esquivando a tiempo las finas garras de esa criatura inerte que poseía una vida maldita. Aterrizó donde antes se encontraba, con tal elegancia y rapidez que daba envidia a cualquier ser humano. Ojos teñidos de sangre enfocaron a la gran loba de pelaje oscuro que se mantenía agazapada con las patas delanteras en guardia y mostrando sus gruesos caninos.

—Pensé que había matado a todos los lobos —susurró la vampiresa soltando un grueso siseo. La escuchó perfectamente, intentaba provocarla—. Pero parece que se me escabullo uno. No te preocupes, me encargaré de enviarte con los tuyos.

Enseñó más sus colmillos, gruñendo en advertencia, avanzó dos pasos con rapidez y después saltó sobre la mujer puesto que vio sus intenciones desde el comienzo, no se irían sin antes haberle arrancado la cabeza.

Se revolcaron por el suelo, moviéndose bruscamente y llevándose de copete varios árboles. La loba lanzaba mordidas a la altura de la yugular en un intento de partir su cuerpo, terminaba enterrándolos en el hombro provocando desesperación en la vampiresa al verse sujeta. Claramente el animal era más fuerte en cuanto a fuerza. La estaba sometiendo.

Logró librarse al darle una patada en el estómago, le mandó a impactar en una roca. La loba sacudió la cabeza y se separó al instante para volver a correr a ella, no le daría ningún descanso. La mujer, de un gran salto, aterrizó en su lomo enterrándole las garras sobre su pecho. La sensación era parecida a miles de agujas clavándose, un segundo de alucinación y se tiró al suelo aplastándola en el proceso, no debía dejar que le mordiera, su poñaza era veneno para su sistema y moriría en unas horas.

Al incorporarse, la loba volvió a ella y esta vez atrapó su costado, sus dientes se enterraron en su piel y el sabor de la sangre desconocida inundó su boca. La zarandeó sin temerle a los arañazos que le proporcionaba su presa, eran menores. Pronto la lanzó lejos, el impacto provocó una casa destrozada, pero la vampiresa no había muerto.

Se decidió, le desgarraría el cuello de una vez por todas. Corrió cierta distancia e impulsándose con sus patas traseras, saltó abriendo su hocico en señal de ataque, sus ojos enfocaron el atolondrado rostro de la mujer que escupió sangre y apenas logró levantarse.

Inesperado suceso. Tres flechas aparecieron de su franco derecho impactándose una tras otra en su enorme cuerpo: costillas, pecho y pata delantera. No lo había anticipado. La derribó sin más y se giró sufrida en el suelo, gimiendo de dolor al sentir sus músculos contraerse. No eran flechas comunes, contenían energía pura para retener a un ser sobrenatural como ella.

La parálisis en su cuerpo inició muy rápido, su visión captó la huida de la vampiresa. Corría del peligro que se avecinaba. Ella también debía hacerlo.

Se levantó con un gran esfuerzo y camino apresuradamente, alejándose de esa presencia que se dirigía a ella, lo sentía, su pelaje se erizaba y su corazón latía desbocado. Su respiración agitada se detuvo al sentirlo detrás de ella, volteó a tiempo para esquivar con dificultad la lanza que fue empuñada a su dirección, rozando sus costillas.

No tendría opción más que luchar, no estaba en sus planes, pero él no la dejaría ir fácilmente.

No estaría satisfecho hasta verla completamente muerta.

Y dolía su corazón el sólo saberlo.

Se giró a él y gruñó. Hizo un sobreesfuerzo para correr a su dirección esquivando su arma y fijar su objetivo a la pierna. No logró morderlo, la detuvo un inmenso dolor. El brazo del hombre había atravesado su estómago aprovechando el salto. Pronto una corriente eléctrica traspasó su cuerpo, la sacudió por completo y paralizó definitivamente todo su ser. El dolor era tan intenso que terminó por aullar de dolor, pidiendo mentalmente ayuda.

«No ¡No! ¡NO!» bramó en su mente la voz masculina en una mezcla de desesperación y cólera.

«Perdóname» le susurró gentilmente.

La sensación ceso, el arma fue retirada y la loba cayó fulminada al suelo, permaneció sumamente quieta hasta que comenzó a encogerse y pasar a su forma humana.

El hombre sacudió su brazo quitándose los restos de sangre, su mueca inexpresiva no perdió cada detalle de su transformación. El oscuro pelaje pasó a ser una piel suave y tersa, tan pálida por la falta de sangre. Ojos cuyas iris temblaban ante él, se sometía a su corazón, a los sentimientos y por eso fracasaba. Pero él no se dejaría llevar por algo tan absurdo.

Se acercó lentamente a ella, como si, inconscientemente quisiera atrasar el inevitable momento. Plantó los pies a su lado, observándola echa un ovillo, con sus cabellos oscuros dispersos cubriendo su rostro, la desnudez de su cuerpo dejaba ver la sangre salpicada. Temblaba totalmente expuesta a él, agarrándose el estómago.

Alzó la mano con el arma cual relució, impaciente en obtener sangre, debía matarla antes de que comenzará a regenerar la herida del estómago. Sus pupilas carmesíes con distintas figuras giraron incontrolablemente, recordando cada aspecto de la mujer. Desde su mirada teñida de pánico y miedo a una decepción oculta en su corazón. Las lágrimas bañaron el rostro femenino y no supo interpretar la emoción que se creó en su pecho ante la visión. Percibió su llanto, fue suficiente para hacerlo flaquear por unos segundos.

La mujer dejó que su sufrimiento recorriera en un silencio llanto, a sabiendas que su momento había llegado, no le sorprendía a manos de quien sería su desfallecimiento, si no, le dolía verlo realidad y saber que, después de todo, la línea delgada de sus orígenes los separaba por mucho. Cerró los ojos resignados. Esperando que sus queridos hijos no la odiaran por dejarlos solos en esta guerra infinita.

Ambos pares de ojos dejaron entrever su propio sufrimiento. Pero el de él era más frívolo, sin intensiones de retroceder, buscaba el motivo exacto para arrebatarle la vida de una vez por todas, lo encontró muy pronto al recodar la procedencia de ella: una ruin Mujer-Loba, y él un Cazador Puro concebido para acabar con su existencia sin dudarlo.

—Si te pido que dejes de perseguirlo a cambio de mi vida... —Su débil voz lo retuvo un momento. La escuchó sin mirarla a la cara, comprendía a quién se refería—. ¿Lo harías?

—Él vendrá a mi cuando mueras. No es una promesa que pretenda cumplir porque tiene que desaparecer al igual que tú. —La basta respuesta no cambio nada en la perspectiva de la femenina— Es su inevitable destino.

Finalmente, el hombre apuntó el arma al corazón de la mujer tendida en el suelo, su mente permaneció en blanco obviando con todas sus fuerzas el indecoroso remordimiento en su pecho. Y a su vez, cierta vampiresa estaba detrás de él con los colmillos al aire dispuesta a enterrarlos en la yugular.


Año 2016.

2 de abril.

Tokio, Japón.

Noche.

—El presupuesto de este mes disminuye con la reposición de las ventanas y puertas del apartamento —dijo enfocando sus ojos color chocolate en los papeles esparcidos sobre la mesa, golpeaba la goma del lápiz entre sus manos contra la madera en un intento de concentración.

—Hay que nivelarlo. Uh... puedo pedirle al viejo unas horas extras esta semana para comenzarlo —comentó la chica sin dejar de servir la comida. Puso un plato frente a la joven y procedió a entregarle los palillos.

—Pero no podrás ir a la fiesta del viernes.

—Te invitaron a ti, no a mi Tenten.

—Y yo quiero que vayas para que te distraigas de la escuela y del trabajo. Mereces un poco de diversión alocada —aconsejo. Al ver la mueca retraída de la chica pelirrosa que comía sentada frente a ella, le propinó una ligera patada por debajo de la mesa.

—¡Oye! Ya te dije que no me interesa ir a un bar, habrá música a todo volumen, recuerda que soy muy sensible a los sonidos —repuso una mueca de fastidio y siguió comiendo bajo la atenta mirada de Tenten que se negaba a aceptar su poco interés—. Y tampoco me gustaría estar entre una masa de cuerpos sudorosos y olientes a tabaco y alcohol. Qué asco.

—Eres un caso perdido Sakura —se quejó.

La pelirrosa se encogió de hombros restándole importancia al asunto.

—Por cierto, esto sabe delicioso. —Cambio de tema al prestarle más atención a lo que comía— ¿Dónde lo conseguiste?

—El viejo me lo dio.

—¡Genial! Ya me había aburrido de comer arroz y soya —alegó Tenten deslizando los documentos a un costado para no mancharlos.

Sakura comió en silencio, observando un punto en la nada, pensando en la situación que se encontraba. Como dijo, pediría horas extras en su trabajo de medio tiempo para cubrir ciertos gastos. Debía ayudar a Tenten con los pagos porque no podría sola. Todavía le molestaba el hecho de que fuera la única estudiando puesto que Tenten congeló su carrera por un tiempo para conseguir un trabajo con la paga favorable para subsistir.

Estaba frustrada. Si tan sólo Tenten no la hubiera acogido en ese entonces no tendría la obligación legal de ver por ella. Muchas veces intento liberarla de ese cargo, pero la joven adulta aseguraba que no era ninguna carga obligatoria, permanecía a su lado porque era su única familia viva.

La suya desapareció en un parpadeo.

Sakura se volvió huérfana a los trece años cuando el avión en el que viajaban sus padres explotó en medio del mar debido a una falla interna. No hubo ningún sobreviviente. Y ella, al ser menor, fue llevada a un orfanato hasta que se decidiera a quién otorgar la custodia.

Vivió un infierno allí adentro, no soportó la soledad y escapó con la esperanza de hallar el lugar adecuado, y así tal vez unirse a sus padres dónde quiera que estuvieran, el cielo o infierno, daba igual.

Solamente quería estar con ellos.

Mas sus planes fueron frustrados, la encontraron antes de alcanzar su paz y la recluyeron de nuevo en ese lugar, con la diferencia que su dolor fue mitigado por un amable joven que trabajaba cuidando de los huérfanos. Él le brindo la fuerza suficiente para mantenerse de pie hasta apareció Tenten quién le brindo desinteresadamente un poco de consolación a su atribulado corazón, dándole temporalmente las ganas de enfrentarse a la vida.

Con diecinueve años y estando casada, Tenten peleó por el derecho de tenerla bajo su cobijo con su esposo. Se trataba de una prima lejana de su madre, y al enterarse de su muerte y el futuro incierto de su hija, viajó hasta Tokio para cuidar de ella en recuerdo a su prima.

Desde ese entonces estuvo bajo el resguardo del matrimonio, sobrellevando con creces la ausencia de sus padres, todos los días clamaba en silencio por ellos, rogando que donde sea que estuvieran, descansaran en paz.

Al igual que Hachiro, el esposo de Tenten. Murió dos años atrás a causa de cáncer pulmonar. Una batalla de muchos años reducida a un desenlace nada alentador para ella. Ver desaparecer a las personas que apreciaba le marcaba la mente. Así que la muerte era un tema bastante complejo y delicado en su vida, pero pasé a ello, quería desfallecer ya y saber la sensación de "no sentir absolutamente nada". Con el pasar de los días, la idea se volvía irracional, pero tentativa.

Después del funeral, la familia de Hachiro se encargó de arrebatarles todos los bienes que el matrimonio consiguió con tanto esfuerzo, aprovecharon su muerte y se convirtieron en viles ladrones.

Ellas pelearon por el único patrimonio y al final perdieron. Debido a esto, Tenten congeló sus estudios universitarios y comenzó a trabajar en diversos lugares hasta que consiguió el puesto actual con una paga favorable para costear el pequeño departamento y otros gastos.

A Sakura no le pareció justo que solamente Tenten trabajara por las dos. Buscó un trabajo de medio tiempo en un restaurante de comida típica del país dentro del comercial, la paga era razonable y obtenía otros beneficios, además que el dueño Teuchi y su hija eran muy amables, al igual que sus compañeros de trabajo, era el único lugar fuera de casa que podía estar a gusto sin ser despreciada.

En un principio temió por lo desconocido puesto que, desde que nació siempre fue un poco especial en el sentido de que tenía ciertos "dotes" que seguían siendo un misterio para ella. Su cabello crecía demasiado rápido al igual que sus uñas, constantemente su garganta picaba y no había nada que pueda desvanecerlo; y un preciso gen auditivo con el que entreoía a diversos metros de distancia y cada vez más claro, constantemente no atendía a las conversaciones ajenas. Por otro lado, ciertos rasgos atléticos cómo correr a una velocidad fuera del parámetro normal y reflejos que hasta ella misma se asustaba en cuanto reaccionaba.

Como en este momento. Tenten movió su mano y el vaso que estaba justo en la orilla cayó de la mesa, su delgada mano se interpuso a medio camino evitando que se hiciera añicos. Se enderezó y lo colocó de nuevo en la superficie.

—Alabado sean tus reflejos sobrehumanos. —La mujer sonrió divertida por el gesto irónico de la pelirrosa— En serio, no se ha desperdiciado ninguna gota del jugo.

—Sabes que reaccioné involuntariamente —alegó pinchando con el palillo la última verdura del plato—. No tengo porque estar alerta en mi propia casa, aquí puedo ser yo.

Tenten percibió la amargura en su voz, tan palpable que se alarmó. Dejó de comer para alargar su mano hasta la de ella, le dio un apretón reconfortante.

—¿Sigues teniendo problemas en la preparatoria?

Sakura mostró una expresión dura al reprimir sus palabras, no quería preocuparla más de lo necesario. Era evidente, lo sabía, pero no tenía que darle los detalles. Cargaba con sus problemas y debía darle solución por sus propios méritos. Aunque tampoco ponía de su empeño para cambiar la reputación confusa de su persona.

—Prefiero ahorrarme el disgusto de recordarlo.

Terminó de comer consciente de la preocupación de Tenten y su silenciosa aceptación al percibir que no diría ni media palabra del asunto para alarmar.

Lo que más pesaba en su mente era saber que cada día se sumergía en ese agujero negro y no quería salir.


4 de abril.
Mañana.

Andaba por la banqueta bastante alejada de los demás estudiantes con su mismo uniforme, los evitaba a toda cosa, y eso significaba llegar unos minutos tarde pero no se quejaba con tal de no escuchar sus ácidas palabras. Quería unos momentos más de tranquilidad antes de entrar, recoger sus ganas de caminar y reforzar su mente.

Mientras cruzaba el paso peatonal, se acomodó el moño sobre el pecho, ignorando la multitud de personas que venían del lado contrario. Se distrajo al afirmar la tira de su mochila y no previo lo que venía de frente, alguien chocó con ella, por inercia soltó la bolsa y casi tocó el suelo si no fuera por la mano desconocida que atrapó una de las tiras.

En todo momento miro la mano que le colocaba la mochila en sus manos, lo agarró con firmeza y elevó su rostro para agradecer al sujeto, pero se percató que él, envuelta en ropas oscuras, había retomado su rumbo demasiado rápido y partía del lado contrario, alejándose de ella.

Parece mentira, no puedes ser tú. —El quedo susurró de él atravesó el aire, lo identificó entre todas las voces. La duda atribulo su mente, algo se activó dentro de ella, una sensación rara.

Estática en medio de la calle, permaneció con la mirada fija dónde había partido el desconocido, ya no lo veía, pero, por alguna razón quería escuchar de nuevo esa ronca voz. Dentro de su ser, se removió el anhelo y las ganas de mover sus pies dirigiéndose a su encuentro.

Se halló en un punto en medio del espacio, sola y desesperada por encontrar un horizonte. Nivelado la esencia al divisar una llama de inquietud en lo alto de un precipicio que amenazaba a enaltecerse. El corazón se agitó tan rápido que se asustó por un segundo.

Reaccionó al escuchar el claxon del automóvil a su costado.

—¿Qué estoy haciendo? Parezco estúpida pensando en eso —se regañó en voz alta y trotó hasta el otro lado antes de que semáforo cambiara de color y avanzaran los autos.

Por el resto del camino le tomó la mínima importancia al asunto ya que su mente fue ocupada por los problemas que se avecinaba. Se dirigió a la siguiente esquina, pegándose al muro que dividía la preparatoria con la calle principal, tratando de pasar desaparecida.

Divisó la línea de árboles cuyas armas arqueadas brindaban una reconfortante sombra hasta los portones negros, se pegó lo más que pudo a la pared y siguió a paso lento. Su deseo de pasar desapercibida nunca era concedido, su inusual cabello rosado resaltaba entre multitudes y lo odiaba en esta situación, puesto que la identificaban de inmediato y se volvía un blanco de comentarios hirientes. Los más valientes se atrevían a molestarla lo suficiente para colmarle la paciencia y hacer gala de su reputación.

No había llegado ni a la entrada y comenzaron los susurros. En estos momentos odiaba el dote más importante que le desagradaba: su fino oído captaba hasta el más mísero murmullo. Hablaban tan bajo que creían que no escuchaba, y en el fondo lo deseaba, pero esa condición era un impedimento. Así que fingía no darse cuenta y mantener su rostro impasible, ajeno a su maldad.

Mírala, escuálida y atemoriza a media escuela por ser tan salvaje.

No era novedad las suposiciones de que golpeaba a la gente.

El mes pasado uno de los chicos de último año la interceptó en las gradas de las canchas y comenzó a destilar palabras hirientes, ella intentó alejarse lo más rápido posible, pero él la siguió atreviéndose a posar una mano sobre su hombro. Por inercia, Sakura giró tan rápido apartándolo de un empujón con cierta fuerza que no pensó tener, el chico rodó unas gradas abajo y varios testigos grabaron el accidente en sus mentes encargándose de avivar la principal advertencia de su mala fama.

Ella es un fenómeno, yo que tu ni siquiera la miraría.

Eso lo captó de un grupo de chicos cerca del estacionamiento, desviaron la vista en cuanto ella les dedicó una mirada de reojo.

Regresó su vista al frente, un poco cabizbaja, pero sin dejar de mirar por donde caminaba. Las personas se apartaban de una forma exagerada, como si tuviera alguna clase de enfermedad contagiosa. No, apostaba que un leproso tendría más consideración que ella.

Se dice que es demasiado pobre que ni siquiera puede traer almuerzo —aseguró una chica apoyada en el capote del auto. A su alrededor, sus amigas comenzaron a reír sin dejar de mirarla.

Era cierto, pero no tenían porqué burlarse así. El cansancio recayó en sus hombros más pronto de lo que espero.

La misma rutina.

La misma impotencia.

La misma ira contenida.

Su corazón no contenía esos sentimientos negativos a las personas, contaminaban sus pensamientos y los volvía sus propios demonios personales.

Cuidado cuando te acerques a ella, un movimiento en falso y terminaras con un moretón en el ojo.

Se detuvo en seco al escuchar ese último comentario. Fue la puñalada a su corazón lleno de cicatrices emocionales a causa del estúpido enamoramiento. Todos los recuerdos llovieron sobre ella, no supo la procedencia de esa voz y no le importaba. Lo único que deseaba era repeler sus pensamientos referentes al tema, y retener las lágrimas que amenazaban ligeramente sus ojos.

No lloraría frente a media escuela y darles un motivo más de burlas.

Agitando la cabeza despejando sus ideas, estuvo inversa por unos segundos en su mundo que no se percató de las furiosas pisadas a sus espadas, cuando se dio cuenta, volteó sobre su hombro sólo para recibir un tremendo impacto.

Lo que no consiguió el sujeto del paso peatonal, casi lo realiza la chica. Tal parece que la fuerza divina deseaba verla humillada sobre el suelo, dejando en claro su posición en el mundo.

Dio varios pasos torpes al frente en un intento de estabilizar su cuerpo, y quedó plantada con las piernas tensas y contrayendo el ceño, confundida por el inesperado golpe. Giró sobre sus talones observando impasible a una chica de primer año sentada en el suelo chillando de dolor al frotarse la frente.

Suspiró. Que descuido de la chica, aunque no podía comentar nada al respecto.

Avanzó hasta ella con intenciones de ayudarla, incluso comenzó a alargar su mano, entonces le prestó atención al rostro de la chica crispado de miedo al enfocarla. Supo que la reconoció por su cabello, debía tener una imagen bastante desagradable de su persona, por eso se alejó en cuando la vio alargar el brazo. Creyó que la golpearía, y los comentarios que vociferaban los estudiantes no ayudaba a la situación.

Pobre niña de primero, chocó con la persona más peligrosa de la escuela.

Será mejor que piense en pedirle disculpas antes de que la fenómeno se enoje y la golpee.

Sakura permaneció quieta, vio las emociones de la chica que balbuceaba torpemente. Retiró rápidamente su mano, dejándola caer a un costado. Identificar esa clase de temor a su persona la abrumo.

—Perdóneme Haruno-san, no me fijé por donde iba, ¡por favor no me golpee!

Sus ojos jades se apartaron al igual que su cuerpo, las piernas se movieron obedeciendo el insípido dolor de su corazón para alejarse de ellos y refugiarse por un momento en su pequeño espacio de su mente.

Siguió de largo pasando por alto que varias personas se acercaron a la chica que dejó en el suelo para verificar que no tuviera ningún golpe. Escuchó más ofensas a medida que rodeaba el edificio.

Miró la mano que había extendido. Y pensar que quiso ayudarla a levantarse creando una idea errónea para todos. Olvidó por un segundo que cualquiera de sus actos era considerados brutales y peligrosos, se salió de su fachada de indiferencia que levantó a mitad del primer año. No quería imaginar lo que le esperaba en tercero, tendría que considerar seriamente en cambiarse de preparatoria.

Apretó su mano alrededor de los collares que colgaban alrededor de su cuello en un afán de recibir el optimismo que necesitaba en esos momentos.

La primera poseía una fina cadena de oro, su colgante se trataba de una esfera verde de la mitad de su meñique, rodeado de delgados tubos de oro, se enroscaban alrededor, sosteniéndolo con firmeza. El otro también era de oro, a diferencia que se trataba de una flor verde de cinco pétalos cuyas curvas engrandecían su belleza con los reflejos de luz.

Ambos objetos entregados por sus padres antes de ese accidente, se aferraba a ellos con fuerza y obtenía la valentía de la que carecía en ocasiones.

Respiró con fuerza calmando sus irremediables ganas de gritar a medio mundo que estaba condenado por los prejuicios. Serenó su mente tras darse razones aceptables de que no sería lo correcto.

—Bien, Sakura, vamos a clases —se dijo al escuchar la campana.

Siguió adelante enterrando lo sucedido como otro mal recuerdo, y esos no debía sacarlos a flote por nada del mundo.


8 de Abril.
Centro comercial de Tokio, restaurante Ichiraku.
Noche.

Por todos los medios se arrepentía de no haber comido una porción decente en todo el día. Desayunar cereal y saltarse el almuerzo no fue buena idea. Sentía un ligero dolor de cabeza y la boca del estómago rugía, comenzaba a añorar la hora de la cena.

La tortura psicológica de trabajar con comida es tenerla en las manos y no poder comerla porque es del cliente. Ahora mismo estaba saboreando el ramen que su amiga estaba sirviendo, el olor se intensificaba a cada segundo, no le faltaba mucho para aceptar el escabullirse en la cocina por un pedazo de pan.

—Por tu cara de resistencia me imagino que no has comido hoy —comentó la mujer pelirroja poniéndole la charola sobre la barra.

Sakura agitó la cabeza saliendo de su alucinación y sonrió nerviosa. De antemano sabía que la regañaría por pasarse las comidas.

—Salí tarde de la escuela y no me dio tiempo.

—¡Siempre hay que hacer espacio para comer! —le regañó ella, bufando.

—Cenaré el triple.

—Más te vale. Porque dejarás ese pedido e irás a la cocina a pedirle a Moegi una ración, a este paso dejarás de crecer y quedaras enana por la eternidad —apuntó su menuda figura.

Sakura expresó su molestia con una mueca y agarró el pedido con fuerza.

—No me digas enana Karin. Mido un metro sesenta y cinco. No te creas más porque me rebasas por cinco centímetros.

—A tu edad tenía esta estatura. —Siguió mofándose.

La ignoró alejándose de la barra para entregar la orden a la mesa cerca de la puerta. Con una enorme sonrisa plasmada en su rostro, dejó los tazones en la mesa frente a la pareja y les deseo un buen provecho.

Se encaminó a la siguiente mesa para recoger los trates sucios, de paso los dejaría en la cocina. Agradecía internamente que Karin le haya permitido probar un bocado antes de tiempo, aunque se debía a que no había mucha gente, de hecho, solamente dos mesas eran ocupadas, la de la pareja y a sus espadas un par de chicos.

Mientras limpiaba la mesa con el trapo sintió una pesada mirada posada en su nuca. Agudizó el oído para averiguar si alguien estaba hablando de ella, no captó nada pase a conversaciones triviales de la pareja, y de ambos chicos...

Quita esa cara y pide algo de comer —dijo uno de ellos tan risueño— que yo invito por esta vez.

Si lo estás haciendo a propósito —una voz ronca le advirtió con cierta agresividad— desearás haberlo pensado dos veces antes de arrastrarme a este local y pretender que coma unos asquerosos fideos.

Esa voz, ¿dónde la había escuchado? Estaba segura que era conocida, su corazón no latiría tan rápido de no ser así, le embargó un sentimiento de paz y posteriormente se encontró girando su vista a la mesa de dónde provenían las voces.

Lo recordó, era la misma persona con la que chocó el otro día en la calle y atrapó su mochila, la misma que inexplicablemente le trajo cierta tranquilidad con tan sólo estar cerca. No lo comprendía, de seguro se estaba volviendo loca al pensarlo, ¿un desconocido, y, sobre todo, hombre?

Se detuvo a tiempo, agitando la cabeza y convenciéndose que sus alucinaciones iban demasiado lejos. La falta de interacciones con personas de su edad le estaba afectando más de lo que creyó en un principio para crear ideas y sensaciones inexistentes sobre alguien sin identidad.

Dio por sentado que su estadía en la escuela la transformó en alguien insegura y paranoica conforme a los cuchicheos y miradas fijas sobre su persona. Ahí en el trabajo todos sus compañeros mantenían una estrecha relación de amistad, más con Karin, por eso le gustaba trabajar en ese sitio. Esto debía bastarle para dar por sentado que tenía conexiones con las personas.

Una vez que terminó, retuvo con esfuerzo la tentación de fijar su mirada en dicha mesa y se adentró a la cocina dejando los platos sucios en el lavadero. Con el fin de distraer sus pensamientos incoherentes, se acercó con Moegi, una joven mayor y perfecta ayudante de cocina, su cabello anaranjado brillaba bajo los focos de la cocina y sus grandes ojos negros la enfocaron.

—Karin me pidió que te sirviera ramen. —Mogui señaló la mesa de madera en medio de la cocina, todos comían ahí— Si quieres más no dudes en pedirlo, te hace falta subir unos kilos.

—Gracias Moegi, la verdad tengo un hambre voraz.

Se dejó caer en una de las sillas vacías. Alguien más estaba junto a ella, el cocinero afilaba el cuchillo mientras silbaba una melodía animada, al verla, sonrió mostrando sus dientes cuales apenas se asomaban dos colmillos y sus ojos morados se avivaron.

—¿Comiendo antes de la hora?

—En mi defensa, no he probado bocado en todo el día.

Ella no lo vio venir, recibió un ligero golpe en la cabeza. La chica se quejó con la boca llena, llevó su mano a la cabeza frotándola.

—Mira niña...

—No hace que la regañes Suigetsu, de eso se encargó Karin —alegó Moegi sin dejar de cortar las verduras.

El joven albino de veinte años arqueó una ceja.

—Esa mujer se me adelanta en todo —refunfuñó el albino—. Algún día lograré enterarme antes que ella. Y así podré burlarme por completo en su cara.

—Es demasiado arriesgado —dijo Sakura una vez tragado los fideos—. Te molerá a golpes.

—¿Y eso qué?

—¿No será mejor que te resignes a que no lo conseguirás? Ella es muy astuta —apuntó.

Suigetsu esbozó una sonrisa apoyándose en el respaldo de la silla, jugando el cuchillo entre sus dedos considerando su respuesta, creando curiosidad en Sakura por la forma en que la miró.

—Si me la vivo preocupado por las consecuencias, jamás podré hacer lo que propongo al poner lo mejor de mi parte. —Su sonrisa socarrona desapareció de su rostro, y miró a Sakura con seriedad— Así que jovencita, no temas el vivir en este mundo. Hay muchas cosas que ignoramos y están esperando ansiosos a ser descubiertas por personas que estén dispuestas a afrontarlo aceptando su propio destino.

Sakura tenía la sensación de que no hablaba de una simple ficción de un suceso cotidiano, si no, de algo mucho más grande. De una magnitud inconcebible e incapaz de aparecer de la nada esperando la aceptación.

—¿Qué tipo de cosas? —la curiosidad podía más que el temor.

El albino pareció pensarlo por unos segundos, sumergido en sus propios pensamientos, hasta que separó los labios emitiendo una pregunta tan enigmática como el motivo para plantearlo.

—El mundo es un infierno disfrazado de un hermoso paraíso donde todos buscamos una forma de sobrevivir. Y si no sabes afrontarlo, perderás tus más valiosos recuerdos al morir.

Después de sus palabras, Sakura permaneció pensativa desde que terminó su jornada laboral hasta que llegó a casa. Tenten ya estaba dormida en cuanto cruzó la puerta de la habitación, y en silencio se propuso a relajarse de la tensión de todo el día.

No lo había pensado de esa forma, el vivir sin temor a sus actos. Se la pasaba ignorando a menudo a las personas que la menospreciaban y se regía por ello. Resignada a un futuro incierto, sin pensar demasiado en el día de mañana. Sólo vivir el día, en el instante y esperar, conformada, lo que se avecinaba. Fuera desbastador o no, lo aceptaría sin ganas.

Y sumándole la opresión del desprecio a su persona y el hecho que no supiera que diablos hacer en sus futuros años, le dejaba una entrada libre a la muerte. A estas alturas se movía en el mundo por conformismo, complaciendo a los demás sin pararse a preguntar que quería exactamente.

Vivía por Tenten. No por ella. Porque se lo debía, la ayudó en el momento más crucial en su vida que se le hacía terrible el pensar lo que sucedería si llegase a faltar. Se perdería en la soledad, sufriendo la pérdida de su esposo y prima. No quería provocar ese sentimiento en ella.

Lo reconsidero mientras se bañaba. Canalizando sus pensamientos y tratando de llegar a una decisión certera. Cambió de un pensamiento a otro que pronto perdió el verdadero hilo.

Al terminar de ducharse se adentró a su pequeña habitación con la intención de dormir las ocho horas preceptivas, se sentía cansada por el trabajo y el agua fría la relajó por mucho.

Al secarse el cabello frente al espejo de cuerpo completo, enfocó el rostro que se reflejaba su acción con las manos fue perdiendo intensidad hasta que permaneció quieta sin apartar la mirada de la extraña criatura.

Pocas veces se permitía apreciarse frente al espejo. En ocasiones no se reconocía desde la última hojeada, ahora mismo unas ligeras ojeras irrumpían debajo de sus ojos cuyas iris jades estaban expectantes a cualquier movimiento de la silueta. Siempre había sido menuda y de cuerpo esbelto, en un tiempo se consideró hermosa pase a no tener los atributos normales de las chicas de su edad, con su cara y personalidad amable se sentía aceptada. Sabía que era una persona buena, lo necesitó aceptar para no perderse. Su madre le dijo que su corazón puro profesaba mucho cariño.

Lástima que no supieron valorarla, la pisotearon de la peor forma haciéndole creer que no sería nadie en ese inmenso mundo con miles de millones de personas. Y lo creyó, absurdamente lo seguía aceptando con resignación. ¿Para qué declinar a lo contrario? Estaba cansada de gustarle a las personas y así misma. Se conformó con las ideas que le inyectaron y dejó de verse con los mismos ojos en busca de sus sueños. Ya ni los recordaba.

Por eso no tenía un objetivo claro, y tampoco una visión de su futuro.

¿Qué le aconsejaría su madre si estuviera viva?

—Hola querida yo. —Alargó su mano al espejo. Tocando el contorno del rostro, sin dejar de enfocarse. Una ligera sonrisa se apoderó de sus labios— Ha sido muy difícil y lo seguirá siendo. Si no encontramos una verdadera razón para seguir en este mundo, muy pronto veremos a mamá y papá, muy pronto... resiste un poco más por Tenten, le debemos mucho.

Ignoraba si era la decisión correcta, pero, por lo menos para ella, resultaba factible.

No obtuvo respuesta, y tampoco la estuvo esperando de su propio reflejo. La lucidez predominaba su vida con intensidad que por segundo deseo estar loca para escuchar una respuesta en esa habitación vacía.


10 de Abril.
PROGETO (Preparatoria general de Tokio).
Aula 2-5.
Mañana.

Rigiendo su costumbre, apenas piso el salón cinco minutos después del toque y rápidamente se recluyó en el último asiento del salón, en una solitaria esquiva al ras de la ventana donde se podía divisar las canchas deportivas. Su lugar preferido desde que comenzó el infierno en primer año.

La atención de sus compañeros fue desplazada en cuando sacó un libro, apoyándose en el respaldo, alzó para leerlo evitando ver los rostros de sus personas menos preferidas en el mundo. Nadie se le acercaba y lo agradecía de sobremanera.

Uy, es una lástima que la fenómeno haya venido a clases, por hoy quería librarme de su presencia.

Pasó por alto el comentario recordando la procedencia del apoyo. Unos meses antes tras tener un día horrible, saltó en clase gimnasia. El problema no fue en la acción, más bien radicaba cuantos metros de elevó, tres para ser exactos. Sus dotes no ayudaron en ese momento, el apodo se constituyó al día siguiente agravando su fama al hacer estúpidas teorías de ser un posible monstruo o fenómeno, maldijo mentalmente medio mundo.

¿Escuchaste los rumores? Consiguieron remplazo para el profesor de matemáticas.

Diablos, se acabaron las horas libres.

Internamente Sakura también lo lamento. Una hora menos refundida en la biblioteca eludiendo los hirientes comentarios.

Justo en ese momento prestó atención al bullicio y bajó su libro con cierto interés. Vio algunos alumnos ingresar por la puerta nerviosos por la presencia imponente que se encaraba detrás de ellos. Casi volaron a sus asientos esperando no recibir un regaño de lo que parecía ser el nuevo maestro.

El hombre cerró la puerta dejando afuera a los infortunios que no llegaron a tiempo. Al darse la vuelta logró observarlo mejor, sus ojos no perdieron cada detalle. De metro ochenta y porte intimidante para ser un simple maestro. Sin mirar a nadie, se apresuró al escritorio dejando encima el portafolio que traía consigo. No se podía apreciar todo su rostro puesto que cargaba consigo un cubre bocas, solamente veía cierta parte del tabique, cejas finas y ojos carbón. Además de su extraño cabello de un extraño color plateado, casi rayando lo canoso. Pero este hombre se veía sumamente joven para considerarse un anciano.

Su mirada oscura se enfocó en el pizarrón, agarró el plumón y comenzó a escribir con rapidez y precisión. Al terminar, encaró a los alumnos apuntando el nombre escrito con plumón azul: Hatake Kakashi.

—A partir de hoy seré su maestro de matemáticas por lo que resta del curso —habló con voz gruesa—. Este es mi nombre, apréndanselo porque no lo volveré a repetir.

Después de leerlo, Sakura se volvió a sumergir en su libro. Deslindándose fácilmente de la próxima reprimenda. Volvió a la antigua posición y agradeció del asiento casi invisible que eligió, con suerte el maestro se daría cuenta hasta que terminará la clase, y claro, si se paraba en la puerta y miraba a su dirección.

Mientras tanto, Kakashi posó su mirada oscura en el primer estudiante, su asiento del lado del corredor. El chico se sobresaltó, temeroso, ese hombre inspiraba cierto miedo. No fue el único que temió por su calificación.

—Se pondrán de pie uno por uno y se presentarán debidamente. Nombre, cosas que les guste, que no, en que club está y ese tipo de cosas. —Al parecer no se sentía verdaderamente entusiasmado con la dinámica. Pero por alguna razón se obligó a prestarles la debía atención. Señaló en un ademán al chico— Tú, comienza. Ah, y resumido, no quiero un monólogo completo.

Se apoyó en el lado limpio del pizarrón escuchando con atención cada presentación, extrayendo cada detalle que pudiera serle de utilidad. Presentía que, a quien estaba buscando se encontraba ahí. Soltó un mísero suspiro. Al parecer su estadía en la escuela sería más corta de lo que imagino.

Tal vez Anko se equivocó de persona, y quien en verdad vio en la escuela se trataba de alguien más. Una persona totalmente diferente.

Pasó los siguientes minutos mirándolos hasta que llegó el turno de la última chica acurrucada en la silla en el rincón, sumergida en su lectura. Identificó su género por las medias, se había percatado de ella desde el momento que comenzó su presentación, sobre todo porque no desprendía ningún tipo de aura alrededor de su cuerpo que la marcaba como criatura viva, lo que le intrigó de sobremanera. Y en ningún momento ella se movió a excepción de cambiar de página, el libro no le dejaba ver su rostro y cabellera.

Al percatarse del silencio, uno de los chicos sentado en el otro extremo, alzó la voz llena de burla.

—Oye fenómeno, ¿quieres presentarte formalmente? —toda la clase se rio— Oh espera, no es necesario, todos aquí ya te conocemos y no creo que al profesor le entusiasme saber nada más que tu apodo.

Desde su lugar, Sakura apartó la vista del libro y le dedicó una mirada fría a su atacante, traspasando varios alumnos.

—Para su información joven Kimura, me concierne el nombre de mis estudiantes, no sus apodos —intervino con autoridad Kakashi logrando que callara abruptamente. Los miró con intensidad y después se dirigió a la chica que no había bajado su libro—. Señorita, falta usted en decirme su nombre.

Vio sus hombros decaer en resignación.

Esperaba ver cualquier cosa, un rostro normal, un cabello oscuro, algún rasgo que revelará su identidad. Ningún ser en la actualidad era capaz de desvanecer su aura, a excepción de ciertos métodos los cuales no creía que tuviera a su disposición, eran rituales de momento y días. Incluso imaginaba un tercer ojo o algo parecido referente al apodo.

Pero jamás imagino que, al dejar su libro de lado e incorporarse de su silla, encontrarse con la viva imagen de su hermana reflejado en los rasgos de la chica cuyos ojos jades apagados eran lo opuesto a lo que una vez se sumergió al ser un infante, en esa vida que permaneció los primeros tres años de su vida. Su cabello castaño totalmente sustituido por un vivo e inusual color rosado, tan largo con dos mechones cortos a los costados de su cabeza y el fleco que cubría su grande frente de la que hacía alusión en el pasado.

Y una mirada tan seria e indiferente que dudo de la imagen risueña que permanecía en sus recuerdos, tan nítidos que los tocaba cada vez que le atormentaba. De los cuales estiraba la mano en sus sueños con la esperanza de alcanzarlos y estrecharlas cálidamente.

Estaba soñando, ¿verdad?

No podía ser ella. Habitando en esa ciudad, en esa escuela, donde menos se lo espero y sin un tipo de protección.

No, de ninguna forma podría ser...

—Soy Haruno Sakura.

... Su amada sobrina


Al cesar el sonido del timbre, Kakashi se detuvo en la puerta con la vaga esperanza que Sakura alzará la vista a él y lo reconociera. Mucho pedir, lo sabía, y aun así la desilusión lo golpeó al verla sumergirse de nuevo en su pequeño mundo, ajena a la disimulada mirada que le dedicaba.

Su mente era un torbellino de emociones contenidas. Se apresuró a andar sobre el pasillo hasta la sala de maestros. Temía no retener sus sentimientos, volver y abrazarla con fuerza aliviado de haberla encontrado después de catorce largos años. Ciudad tras ciudad, debajo de las piedras y en todos los rincones del mundo.

El continente asiático fue su última opción, la menos factible por la gravedad de la situación que se vivía en el mundo a que pertenecía. Uno totalmente unido invisiblemente al de los humanos, un trasfondo oculto en la mentira regida por los indefensos, para protegerlos en silencio de la maldad que acechaba en un quedo susurró sus existencias.

¿Quién iba a imaginar que estaría precisamente en Tokio? Era la zona más segura para el origen de Sakura, pero la más arriesgada conforme a su título.

Llegó a la sala de maestros cerrando detrás de sí, revisó que no hubiera nadie aparte de él y sacó su celular para avisar que su búsqueda y sufrimiento por la ausencia de su amada sobrina había finalizado ese día. Procedería a protegerla, no dejaría que nada ni nadie le tocara un solo cabello ahora que estaba cerca de ella. Y tenía de su lado a la persona perfecta para ese trabajo mientras terminaba unos asuntos urgentes en otra ciudad.

Antes de poder marcar, su celular sonó alertando a una llamada. Contestó sin dudarlo.

Malas noticias Kakashi. —Fue lo primero que dijo su interlocutor masculino. El aludido torció el gesto, esto pintaba mal por el tono que empleó.

—¿Tan malas son para que tengas ese tono sombrío, Itachi?

Un corto silencio.

Mataron a Mizaki en Nueva York —respondió con voz amarga.

Kakashi tensó la mandíbula.

Hikoro salió en la noche para investigar, no sabemos qué la mató. Regresará dentro de dos días para asegurarse que Akatsuki no haya cometido el crimen.

—Esperemos que no sea el caso, si no estaremos en su mira más pronto de lo que esperábamos —sentenció pensando en Sakura.

Porque Akatsuki no se tentaría el corazón para matarla. Iría tras ella en cuanto supieran de su aparición.

¿A qué te refieres? Se supone que eso sucederá una vez que encuentres a tu... —calló de sopetón. Y tras un segundo de comprensión, volvió a hablar, pero esta vez con un poco más de emoción y cierta incredulidad—. ¿Ya apreció?

Kakashi sonrió contra el celular.

—Tampoco puedo creerlo —aseguró totalmente feliz—. Es ella, la viva imagen de mi hermana. Casi no la reconocí, pero su cabello rosado me lo confirmó, aunque le ha cambiado de color, antes era castaño —dijo convencido.

Castaña o pelirrosa, es Haruno Sakura.

—Hay una anomalía, no percibo su aura. Pienso que ha de tener un artefacto que la oculte, puesto que tampoco siento su lado sobrenatural.

A lo mejor tiene uno aparecido al de mi tonto hermano —opinó. Luego se rió entre dientes al recordar cierto detalle—. Al parecer a él se le acabaron sus gloriosas vacaciones.

Sonrió de nuevo. Claramente le divertía el imaginárselo refunfuñando que no era una niñera para cuidar de Sakura, que estaba lo bastante grande para valerse por sí sola; y después hiciera el trabajo sin otra opción porque en primer lugar él se ofreció desde antes y no faltaría a su palabra pase a que le irritara.

¿Crees que no se maten desde el primer día? Él puede ser un grandísimo insensato, dudó que Sakura lo soporte con esa actitud.

La duda del joven alimento la diversión de Kakashi.

—Se comportará por los viejos tiempos. Aunque no recuerde, está consciente de su propósito.

Perfecto. Llamaré a Hikoro para que regrese lo antes posible, no querrá perderse la ira de nuestro hermanito —lo último salió en burla.

Kakashi admitió agradarle la idea. Por dentro se regocijaba de que por fin parte de su sufrimiento de años había concluido, tanto tiempo de espera se limitaba a un solo acto, el siguiente que daría.

No estaba equivocado, esa chica era su amada sobrina.

Ahora que la había encontrado no la dejaría apartarse de su lado, cumpliría la voluntad de su hermana.

Y la cuidaría de quienes la desean asesinar hasta proferir su último aliento de vida.


Bosque del sur.

Noche.

—¿Qué sucede? —El chico rubio se detuvo en medio de un riachuelo, deslizando su mirada al azabache que admiraba desde su posición la luna en lo alto del cielo, tan sumergido que no se percató que se detuvo de su caminata.

—¿No has notado que la luna está más brillante esta noche?

Su acompañante frunció el ceño confuso a su pregunta y regresó sobre sus pasos alzando la vista para ver lo mismo que él.

Sin encontrar una anomalía, dijo:

—Pues yo la veo tan normal como desde hace décadas —replicó muy seguro. Dudó. Normalmente se burlaría de su pregunta tan descuidada y estúpida que su amigo no acostumbraba a decir—. ¿Te sientes bien? No quiero pensar que el siervo que cazaste tenía algo.

Los ojos negros del otro joven se avivaron al ver las luciérnagas sobrevolar sobre ellos, con su intensa luz verdes iluminando la mayor parte del bosque, aclarando su oscura y perceptible mente. La razón por fin aceptó su antigua suposición, y no supo identificar su verdadero sentir limitándose a permanecer impasible.

—Tal parece que la naturaleza lo celebra.

—¿Celebrar qué cosa? No estoy entendiendo —confirmó. Sus ojos zafiros no perdieron detalle del rostro inexpresivo de su amigo.

—La inesperada aparición de ella —aclaró.

No apartó los ojos de la luna reflejada en sus pupilas negras, bañando su clara piel de su luz natural. La corriente de aire revoloteó sus cabellos azabaches, haciéndole recordar tan solo un poco los recuerdos sellados en una parte de su recodita mente. No debía sorprenderle porque en el fondo había aceptado su muerte.

—¿Ella?

—La última persona capaz de hacer que la naturaleza se avive de esta forma, Haruno Sakura decidió salir definitivamente de su escondite personal.

Sin poder evitarlo, de sus labios emergió una risa amarga y vacía, le causaba cierta gracia la calma en la que se encontraba ante la retrospectiva que daría este acontecimiento.

—¿Y eso te divierte? —El rubio jamás dejaría de entender su extraño sentido del humor.

—No. Me da gracia ver como la naturaleza se regocija de su regreso a nuestro fatídico mundo, como si tener por destino el sufrir en las pocas posibilidades de vivir fuera una enorme dicha.

Porque se trataba de la realidad de sus identidades. Ellos no serían parte de esa tierra prometida embargada de una eterna paz, jamás. Luchaban por su lugar en ese espacio, abriéndose paso a crecer poniendo su especie en algún lugar en el libro de la vida haciendo notar su existencia a gritos despiadados.

Sea como sea, marcaban su propia diferencia. Para bien o para mal, ella sería parte de ese mundo más pronto de lo que pensó.

—Por más que intentes escapar del destino, este siempre te encuentra, Sakura.


¿Y, qué le pareció?

Ya se han de imaginar quienes son los que aparecieron a lo último y la astucia de uno en particular. Como dije al principio, se centrará en la lucha de los personajes.

Muchas preguntas, pocas respuestas (? Se irán revelando cuando menos lo esperen, y recuerden, no todo es lo que parece XD

Y sobre esto, ¿qué quiere decir "primera parte"? No se trata del nombre del capítulo, si no más bien del tipo... ¿Arco? Donde varios capítulos se centrarán en una sola problemática pero sin dejar de lado la trama principal, más bien sería para fortalecer la historia y la intriga (?

En fin, ¡gracias por leer y su apoyo! Los amo (? Nos leeremos pronto.

¡Alela-chan fuera!