|1.2| El protector
Año 2014.
Febrero.
Boston, Estados Unidos.
Madrugada.
La noche gira alrededor de él, permanecía estático en el centro del remolino de su desgracia, luchando para erradicar impedir que los recuerdos de su vida pasada atacarán su presente. Tantos años de sus fechorías y sin molestarse en ver las horas pasar, resumiéndose a un aquí y ahora, lo convirtieron en un ser egregio para su sociedad.
Si escuchas de él, debías correr por tu vida.
Si estabas frente a frente, lo mejor sería rogar por una segunda oportunidad.
Si intentabas desafiarlo, era mejor resignarse a una muerte súbita.
El que la mayoría le temiera le extendía una carta a su propia supervivencia, no era el más peligroso del mundo, de eso estaba consciente, pero si era uno de los más temibles y buscados. Su entonada y oscura fama la arrastraba como una cobija vieja y sucia que no se preocupaba de limpiar. Entre más asquerosa esté, las más débiles lo evitaban y los que tenían el suficiente coraje lo enfrentaban. Y mayormente acababa con cada uno de ellos.
Como el sujeto que hace unos segundos se encontraba de pie, ahora yacía tendido en el suelo, rodeado de la nieve pura cual contaminaba con su sangre. Sus ojos felinos destilaban tanto odio y coraje por las extremidades faltantes en su cuerpo.
Unos huesos secos que no tardaría en desaparecer. El mundo olvidaría su pasantía, sería un nombre en la nada, convertido en cenizas.
—Eres un maldito lunático —escupió destilando odio en cada palabra.
El chico desvió lentamente la mirada a su mano derecha, ensangrentada con las garras sobresalientes y la katana que sostenía derecha vibraba contra su piel, cuales eran pruebas de su crimen. Decir que lo hizo en defensa propia sería insultarse. Desde hace tiempo comprendió que él siempre sería uno de los malos, ni más ni menos. Cuando mataba a una criatura de sangre pura lo dejaba más en claro.
—Te gusta descuartizar a tus presas por diversión. Estás loco, ¡loco!
Aquella acusación le provocaba risa, pero visiblemente se mantuvo estable. No era lo peor que le habían dicho.
—Es normal que al sentirme amenazado responda con tal agresividad —habló sereno. Movió la mano con la que sostenía la katana y la clavó a un costado de la yugular, rozándole la piel. El hombre gimió—. Y seamos sinceros, no querías una pelea limpia contando el hecho que me atacaste por una razón tan desgastante.
—Una muy justificable, perro.
El muchacho entrecerró de forma amenazante sus ojos.
—Para ser un asqueroso gato careces de inteligencia.
—Espero que tú y tu especie se pudra en el infierno. —Deseo con toda la malicia con la que pudo.
Lo desconcertante para él fue ver la sonrisa cínica que apareció en el rostro contrario. Tan escalofriante que la nieve le parecía más caliente en comparación de los ojos negros que le enfocaban con desinterés fingida.
El muchacho se acuclillo a su lado sin dejar de mirarlo y estiró la mano hasta su cuello. El Felino se alteró e intento por todos los medios moverse, pero la falta de sus extremidades le cayeron en su conciencia como peso muerto. Lo que restaba de su cuerpo se movió cual pez fuera de agua.
—Te tengo excelentes noticias —dijo el chico un tanto jovial, apoyando su garra en el centro de la garganta—. Ya estamos dentro del maldito infierno.
Acto seguido clavó la garra en el centro de la faringe. El hombre no pudo gritar, su boca fue inundada por la sangre. El chico ladeo su rostro al sentir gotas impregnarse en su piel, lo que menos quería era infestarse con el olor de un asqueroso Felino.
Muy pronto dejó de moverse, la conciencia abandonó el cuerpo y los ojos quedaron fijos en la luna cubierta por las nubes que seguían su camino, siendo testigos de su fechoría a vista de terceros.
Retiró la mano, limpiándola en la parte seca de la ropa del cadáver. Sus garras retrocedieron y se incorporó retirando el arma de un simple movimiento, se percató que su bota había sido manchada con la sangre. Sin tomarle la debida importancia, sacó un pañuelo gris y limpió la sangre que escurría del arma. Posteriormente, la metió la katana en su funda que colgaba sobre su espalda y caminó a las extremidades más cercanas.
Reunió las partes del cuerpo para incinerarlas, no quería dejar rastro a los humanos. Se quitó el guante de nudillos de su mano derecha y extendió su palma desnuda al cuerpo expulsando una pequeña llamarada que cubrió el cadáver. El fuego se avivó con la brisa de la noche, arrasando con todo a su paso.
Permaneció en silencio contemplando el proceso, el fuego iluminaba su rostro de piel clara, y sus iris reflejaban el intenso color del fenómeno natural. El cuerpo pasaría a cenizas y se las llevaría el viento. Una vida maldita alcanzaba de una o otra forma la paz, o eso decían la mayoría.
Él no opinaba lo mismo.
Era inundado por el sonido chispeante y el olor a quemado, tan claro que estuvo a punto de estornudar si no fuera por la corriente de aire que se llevó parte de la pestilencia.
—Ya me había aburrido de esperar a que dejaras de jugar.
La voz femenina canalizó sus oídos. No se movió, esperó a que se acercara a su lado para contestarle.
—Entonces debiste irte.
—¿Y dejar atrás a mi adorado hermano? Estás loco si piensas que deambularas en esta ciudad sin mi compañía —objetó la mujer. Sus ojos cafés observaron la sonrisa irónica del menor.
—¿Temes que muera a manos de los Cazadores del área?
—Esto no es un chiste, Sasuke. Hay demasiados incluso para ti. No alardees demasiado sobre tu fuerza.
—No alardeo. Simplemente destruyó lo que viene a mí con intensiones homicidas.
Sasuke desvaneció su gestó al sospesar las opciones de caza. De cierta forma su hermana mayor tenía razón, esa zona le pertenecía por completo a los Cazadores que no tardarían en darse cuenta de su presencia e ir tras ellos. No dudarían en matarlos, a él por su origen y a ella por apoyarlo.
No era muy inteligente meterse directamente al territorio de esos malnacidos. Aunque le tentaba terriblemente, pero sería un acto suicida y no estaba preparado para eso.
Lo que buscaban no se encontraba en la ciudad, así que sería sensato retroceder a una zona segura.
—Hikoro, ¿Kakashi no se ha contactado? —le preguntó.
La aludida, una mujer de baja estatura y cabello azabache, le sonrió abiertamente mientras sacaba el interior de sus vestimentas asiáticas un pequeño pergamino. Dejó su abanico enroscado en el cinturón para abrir el mensaje. Su hermano se acercó para leer lo que venía escrito, la misma noticia de siempre con ciertas indicaciones.
—Parece que nuestro próximo destino es Corea —sentenció felizmente Hikoro—. ¡Por fin! Ya me estoy cansando de hablar inglés, es aburrido.
—Nada te hace feliz —Sasuke se permitió sonreír divertido.
De cierto modo con sus hermanos y amigos podía permanecer un poco más relajado, aunque con su propia familia tuviera cierta precaución al imagina posibles desenlaces.
—¿Crees que la encontremos en el continente? Es la última opción —la repentina inquietud de su hermana despertó cierta incertidumbre en él.
—Te diré lo que le dije a Kakashi unos días: lo más seguro es que esa niña esté muerta —sentenció demasiado rudo.
Hikoro frunció el entrecejo y le dio un golpe en la espalda con el pergamino, a lo que Sasuke la miró con el mismo gesto pero más intensificado.
—Tú deberías ser uno de los más esperanzando a que siga con vida, ¿acaso no...?
—No, te equivocas. Todo es parte del pasado —habló de forma voraz—. Lo que fue y lo que podría ser hoy es totalmente distinto. No sería cómo antes, simplemente podría ser el protector de una simple criatura que no sabe de su origen.
Su hermana permaneció en silencio y negando con la cabeza aceptando la amargura de su voz. No concebía tales palabras disfrazadas, en el fondo sabía que Sasuke cambiaba su sentir para no sufrir una desilusión. Prefería pensar que se hallaba muerta y buscando nada en particular, a que albergara esperanzas de la vida.
—Como sea, larguémonos de este bosque —repuso él antes de que Hikoro contradijera su punto—. No creo encontrar nada que cazar hasta llegar a la siguiente ciudad.
Se alejó del fuego encaminándose al extenso prado blanquecino, guiándose por sus pensamientos. Un copo de nieve se deslizó frente a él, posteriormente vinieron un sinfín de ellos desde el cielo.
—Bueno, cuando la encontremos debes cuidar de ella sin importar el tipo de sentimientos que tengas. Se lo prometiste a Kakashi —dijo su hermana tras alcanzarlo.
Sasuke profirió un gruñido de inconformidad, le hastiaba que todos insinuaran aquello y que hablaran cómo si dieran por sentado que estaba viva cuando ninguno tenía la verdadera certeza.
—Maldigo el momento en que entré al auto de Kakashi ese día.
—Vamos, ¡alégrate! Tendrás más acción y una excusa perfecta para aniquilar a varios Demonios.
—Yo no necesito excusas para hacerlo —rebatió—. Y para variar, no seré el niñero de una chiquilla. Eso en sentido metafórico, porque está muerta.
—Por favor, tú eres un chiquillo, fácilmente podrías aparentar los dieciocho años sin problemas —alegó Hikoro escaneándolo por completo, ignorando que él diera por sentado la muerte de Sakura—. Claro, si te vistieras adecuadamente, no como ahora que te ves unos años mayor... ¿Qué clase de obsesión tienes por las gabardinas y la ropa oscura?
Sasuke cambio ágilmente de tema.
—No me compares con un niño.
—¡Cierto! Tienes la edad para ser un tratara tatara y tatara abuelo —rectificó—. Solamente te falta la barba y muchas arrugas.
—Y tú siendo mi hermana mayor no me imagino que serías —se mofó él avanzando entre la nieve victorioso de su contraataque.
Algo frío impacto en su nuca. Se detuvo de golpe llevándose la mano a dicha parte sintiendo el tacto del hielo derritiéndose al contento de su piel a temperatura alta. Lo sacudió al dar la media vuelta y descubrir a su hermana con la mano alzada contrayendo sus dedos, la sonrisa maliciosa dejaba en claro sus intenciones.
—Para ti y el mundo entero tengo veinte años, Sasuchi.
Su hermana la miró burlona antes de salir corriendo a sabiendas que si se quedaba después de decirle aquel apodo, Sasuke se le iría encima para hacerle una maldad digna de su persona.
El menor la miró alejarse dando vueltas sobre su eje, comportándose como una chiquilla de cinco años emocionada por ver la nieve caer. La sonrisa calmó un poco sus inquietudes. Caminó para alcanzarla, sumergido en la fría sensación del aire que no lograba atravesar su piel, ni si quiera su corazón que tenía la misma temperatura que la nieve bajo sus pies.
Año 2016.
2 de abril.
Hong Kong, China.
Noche.
La ciudad de China siempre le pareció muy bulliciosa, incluso ahora, de pie frente al ventanal del apartamento observaba sin interés las calles concurrentes. Personas caminando con tranquilidad, ignorando el hecho de que su vida peligraba a cada segundo. En gran parte su alocada rutina servía de mucho para criaturas malignas en busca de una presa.
Se alejó del cristal al ver un ribus —conocido como un Demonio inferior— emerger de un callejón arrastrando consigo un insignificante humano. No tuvo remordimiento al ignorarlo, no era su asunto. Millones de personas morían cada día, no haría diferencia salvar una vida.
Acercándose al espacio vacío del departamento, vio a Hikoro que se encontraba sentada en el suelo con un mapa del continente Asiático entre sus piernas extendidas, la mayor parte estaba tachada con plumón rojo, excepto Japón.
Su siguiente destino encerrado en un círculo: Tokio.
—La mudanza dijo que nuestras cosas llegarían en dos días —comentó su hermana dando un vistazo a su alrededor.
No había ni una triste silla, todo lo había empacado y enviado a su residencia en Tokio.
Sasuke seguía inconforme al tema. Veía con cierto recelo el círculo cerrado mientras movía en forma circular el vaso de cartón que rellenado de café instantáneo.
—Se les está acabando las opciones, ¿no? —la sonrisa que esbozo no fue precisamente una agradable.
Hikoro le dedicó una mirada de advertencia.
—Japón es el último lugar del mundo. Debe de estar ahí.
—Estoy dudando. —Se burló sin pudor— Llevamos dos años buscándola, sumándole que Kakashi ocupo 13 años visitando cada rincón olvidado del mundo.
—Falta Japón. Puede estar allí.
—Tienes razón. Su tumba ha de estar allí—alegó apartándose de su lugar evitando el zapato que su hermana le lanzó con una fuerza excesiva. La miró con cierta gracia.
—Vuelves a mencionar una palabra más y te arranco la cabeza.
Sasuke se encogió de hombros sin borrar su sonrisa, llevó el vaso a sus labios.
—En serio, tú... ¿No recuerdas nada? —preguntó delicadamente Hikoro.
El semblante del azabache cambió drásticamente. Odiaba con todo su ser que le preguntaran lo mismo cuando desde el inicio dejó en claro una afirmativa.
Los recuerdos se esfumaron. Lo único que ocupaba su mente era la imagen de una pequeña niña efusiva que lo seguía a todos lados. Ojos verdes, más jades que destallaban de inocencia y cabello castaño.
No sabía si alguna vez llegó a sentir...
Apretó la mandíbula.
—Tampoco es algo es algo que desee rememorar —advirtió.
Eso implicaba involucrarse más en los sentimientos que ni siquiera sabía si existían. Volverse débil ante la presión de proteger un ser amado, el estrés de su día a día. No. Aquellos días jamás volverían.
Al igual que los recuerdos.
Distrajo sus pensamientos al escuchar la puerta principal cual se cerró de un portazo. Varios murmullos claros de molestia los intrigó. Normalmente él vendría alegre.
—A ver, tontos hermanos míos. ¿De qué sirve tener un celular si no están al pendientes cuando uno les llama?
El reclamo vino del mayor de ambos Uchiha: Itachi con un increíble parecido físico a Sasuke con unos años mayor en apariencia. Su estatura apenas rebasaba la del menor, por lo que fue capaz de mirarlo con mala cara mientras le entraba una bolsa de plástico que contenía la cena, la típica comida rápida de ciudad.
—Compré variedad de guisos porque ninguno me contesta el maldito teléfono.
—¿Por qué trajiste algas? —No hubo necesidad de abrir la caja para descubrirlo.
—Olfatea un poco más y sabrás que tiene carne —gruñó Itachi entregándole la otra porción a Hikoro.
—¿Es pulpo? ¡Odio los tentáculos! —refutó ella lanzándole la bolsa. Su hermano la atrapó sin moverse mucho.
Los miró a ambos frunciendo el ceño.
—Esto no hubiera pasado y atendieran su celular. No es tan difícil, solamente deben tocar la pantalla ¿O es que acaso ambos se quedaron atrapados en el siglo pasado?
—No es gracioso Itachi, sabes que no soporto el olor de la alga —espetó Sasuke entregándole la comida a Hikoro. Ella, por el contrario, abrió el paquete. La alga le estaba rentado.
Itachi se permitió reír admitiendo su culpa.
—A propósito, queridos hermanos, es hora de partir —dijo asomándose por la ventana vislumbrando entre la multitud, dos siluetas sospechas. Lo más notable para sus ojos especiales era el aura blanca que los rodeaba. Ellos se dirigieron al interior del edificio donde vivían—. Unos Cazadores me vieron en el puesto y seguramente me siguieron hasta aquí.
—No es normal que seas descuidado —comentó extrañada Hikoro levantándose de un grácil movimiento.
Sasuke le dio la razón a ella.
—Un ribus intento extraer el alma de un humano. —Dio como explicación. Salvo al humano, sin más ni menos.
Y ahí es dónde Sasuke notaba la diferencia entre él y sus hermanos. Ellos estarían dispuestos a dar su vida para proteger a una raza tan débil de las criaturas malignas que acechan en la oscuridad. Su instinto los guía, no lo piensan, ni siquiera pueden controlarlo. La sangre pura y sus dones sagrados gritan a casa instante, los llevan a amar a los humanos más que uno mismo, a velar por su bienestar.
Y él no. Les era completamente indiferente, aunque él poseyera una minúscula en parentesco, su sangre Mestiza lo convertía en un espécimen. Tal vez no para los humanos, pero en el mundo oculto que ha vivido, él y su especie son una abominación. Por eso le daba igual, la muerte de un humano no le afectaba en lo absoluto sus muertes.
Y no quedaba más que aceptarlo.
Las luces se apagaron, Itachi se alejó del interruptor a la ventana que fue abierta con Hikoro. Dejarían su espontáneo hogar llevándose consigo sus propias armas para defenderse.
—Andando Sasuke. —Le apresuró su hermano en un ligero susurro. No veía que él tuviera intenciones de seguirlos, miraba la puerta con las pupilas dilatadas y su cuerpo tan dispuesto a abalanzarse a quién cruzara por ahí.
—¿Estás seguro que deseas dejar cabos sueltos? —preguntó aparentando desinterés al plantear una propuesta implícita.
—Prefiero evitar agregar nombres a tu lista. Ahora, sal ya —advirtió severo a la espera de que hiciera ademanes de obedecerle.
Componiendo una mueca de disgusto, el menor se acercó al marco de la ventana y saltó al tejado del edifico continuo, Hikoro la esperaba en silencio mientras observaba desde su posición la entrada del edificio, los Cazadores no habían salido aún.
No dudaron en avanzar a la orilla del techo y saltar los diez metros de altura que lo separaba del suelo. Hikoro aterrizó con la fina delicadeza de una bailarina profesional, en cambio, los movimientos de Sasuke eran un poco más bruscos, pero sin perder la agilidad. Se adentraron en el oscuro y apestoso callejón a la espera de Itachi que no tardó en llegar.
—Deben de estar rastreando mi presencia, así que tendremos que desviarnos a otra ciudad. No podemos llevarlos directamente a Tokio —dijo el mayor una vez que se reunieron.
Sería una enorme estupidez dejarlos que los siguieran a Tokio. Aunque las leyes allí eran diferentes, eso no evitaba que los Cazadores descubrieran el paradero de Kakashi. No les convenía que supieran que sería su próxima residencia.
—Hermano, Kakashi estará en el punto céntrico en cinco días —le recordó Hikoro—. No podemos tomar un desvió tan largo.
Ella tenía razón. Los Cazadores no bastarían con un par de días para darlos por perdidos, necesitarían una semana completa para eludirlos sin ocasionar una pelea. Lo que menos deseaban era un enfrentamiento severo. O eso pensaban los mayores.
—Sigo manteniendo que no deberíamos dejar cabos sueltos —comentó Sasuke sin dejar de mirar la entrada del callejón, expectante a cualquier presencia sospechosa.
Pase a la frívola propuesta del muchacho, Itachi y Hikoro no estaba de acuerdo con asesinar a los miembros de un Clan. Mucho menos que Sasuke fuera responsables de sus muertes. Su lista de crímenes de por sí no era muy favorable y él no se molestaba en evitar que más nombres se grabarán en ella.
Le importaba poco una sentencia por sus actos. Después de todo, el hecho de estar con vida es una condena de muerte. Muy irónico.
—La respuesta sigue siendo la misma —replicó Itachi.
Sasuke frunció el entrecejo, bastante molesto. No porque no mataría a nadie, sino, porque Itachi seguía defendiendo a los miembros del Clan que lo desterró junto a Hikoro. Aquellos que ahora le daban caza para llevarlos ante su justicia, que, por cierto, una bastante errónea, según a su punto de vista.
Le daba risa el pensarlo.
—Entonces yo me adelantaré a la ciudad.
Ambos pares de ojos se posaron sobre él.
Impasible, extrajo de la faja de Hikoro un pequeño pergamino con bordes inusuales y oscuras. Se los mostró, enarcando una ceja.
—Lo Cazadores te vieron y sospechan que obviamente estás con Hikoro, no conmigo —recordó. Pues la última vez que se dejaron ver, hicieron creer a medio mundo que no estaban los tres juntos—. Los seguirán a donde quiera que vayan. Llévenlos a vacacionar un poco al Mar del Caribe —su sarcástica sugerencia irritó a Hikoro.
—Vamos los tres o ninguno —inmediatamente Hikoro se negó a su plan.
—No es una sugerencia —alegó Sasuke guardando el pergamino dentro de la gabardina. Sus ojos negros se enfocaron en los de ella—. Yo no tengo la misma compasión que ustedes. Si se cruzan en mi camino, acabaré con ellos sin dudarlo.
—Entonces, nos vamos los tres a Tokio en este instante. Utilicemos la teletransportación —ella estaba empeñada a que los tres permanecieran juntos.
—Seguirán nuestro rastro —Itachi intervino en la necedad de su hermana. Entendía perfectamente porque se negaba a dejarlo— y lo sabes muy bien. Las marcas no se borran al instante y ellos están demasiado cerca para sentir la opresión cuando lo hagamos.
—¿Y el portal?
—Los matarán una vez que se adentren —objetó de vuelta Itachi.
—Y como tú eres benevolente, no querrás eso, ¿verdad? —agregó el menor en un tono mordaz.
Hikoro le lanzó una mirada de advertencia para que se dejara de sus ironías.
—Entonces, tomemos un auto y...
Sasuke cansó de escuchar sus sugerencias, ella sabía perfectamente que serían en vano.
—Basta. Estaré en perfectas condiciones para cuando nos encontremos dentro de una semana.
El semblante preocupado de la mujer inquietaba a Sasuke. No se acostumbraba a esas muestras afables de sus hermanos. Pase a que los siglos habían transcurrido, prefería la soledad que su compañía.
Porque, muy en el fondo siempre estaba precavido. Nunca ha confiado plenamente aunque ellos le dieran las mil razones para hacerlo. Eran Cazadores Puros, una especie que se encarga de eliminar a toda criatura que poseyera sangre Sobrenatural, que fueran malditos.
Y él era uno de esas criaturas. La más aborrecida.
—Hikoro, recuerda que Sasuke puede defenderse sin nuestra ayuda —dijo Itachi sin apartar su mirada del menor.
—Pero...
La mujer suspiró frustrada en cuanto Itachi le dio un pequeño golpe en la cabeza. Se tranquilizó al instante haciendo lo que su hermano mayor le pidió: recordar.
Ciertamente Sasuke no se dejaría vencer fácilmente. Lo que en realidad le preocupa era la ciudad, aunque sus leyes eran beneficiosas para él por ser Mestizo; su identidad era punto y aparte, sus enemigos pasarían por alto todo.
Y en ese caso ocurriría una desgracia.
—Bien. Pero tendrás que contestar mis llamadas en cuanto terminé todo esto —le advirtió. Era su única condición.
Sasuke no respondió. Se limitó a entornar los ojos con fastidio y dar la media vuelta, adentrándose más al callejón. Sintió el peso de sus miradas sobre su espalda, pero no volteó. Su orgullo no se lo permitió.
—Me iré por el norte —avisó.
No soportaría ves sus rostro serios, donde la preocupación se ocultaba en cada expresión. Especialmente en la de Hikoro. No podría evitar pensar que todo era falso, un vil engaño, una falacia para confundirlo.
Una vez que estuvo lo suficientemente alejado del punto de partida, escuchó un aullido en lo alto del cielo, muy normal en ese territorio. Mas, el tono en que lo percibió resultaba inquietante, era un lamento agonizante.
Uno de los suyos había sido exterminado por la misma raza que se aferraba a estar junto a él, jugando a ser sus hermanos.
Tokio, Japón.
4 de abril.
Madrugada.
Arribó a la ciudad de Tokio después de cazar en las afueras. La diferencia de horario era inofensiva, por lo que no se sentía lo suficientemente cansado para llegar al dichoso departamento y descansar.
Recorrió el punto cercano al límite de la ciudad. Con un objetivo en mente: buscar, entre todos los aromas, uno en específico.
El de esa chiquilla.
Entre más rápido continúe su búsqueda más pronto se marcharían a la siguiente ciudad, así consecutivamente hasta descubrir que en realidad la sobrina de Kakashi había muerto. Ya sea en el accidente aéreo con el último matrimonio Haruno o de otra forma misteriosa.
En la madrugada. Tokio se convertía en un pabellón intenso de luces fosforescentes cuales molestaba a su vista, muy llamativo para cualquiera. Ciertos puntos se hallaban desiertos a diferencia de otros, los bares y discotecas se encontraban en su apogeo.
Lugares preferidos de muchas criaturas para ocultarse y confundirse con las personas.
No atrajo lo suficiente su atención como pensó en un principio. Caminó sin contemplaciones por las calles, en cada esquina se encontraba con una criatura Sobrenatural. A la espera de un ataque, pasaba a su lado, pero los habitantes solamente le dedicaban una mirada de soslayo por la irregularidad tan obvia de su ausencia de aura —debido al collar especial que portaba— y seguían con lo suyo.
Al parecer era cierto que Tokio se trataba de un territorio libre, y gracias a la enorme población Sobrenatural, se mantenía cierta tranquilidad en lo que consta de una lucha por el poderío. Además, que los Cazadores no podían asesinar nada dentro del perímetro gracias al último acuerdo que se dio años atrás, cuando el Clan que se encargaba de Tokio pereció.
Los superiores de estos impusieron esa ley para retener los indicios de una guerrilla entre Cazadores y seres Sobrenaturales. Y en lo personal, él dudaba que se mantuviera así por mucho tiempo. El que tuvieran al alcalde de la ciudad de su lado, era un catalizador para la catástrofe.
Por lo menos hasta que apareciera Sakura y obtuviera la mayoría de edad. Tenía entendido que faltaba poco para ello, si es que ella seguía con vida, lo que él dudaba mucho.
A la luz del alba, se detuvo en el paso peatonal a la espera de que el semáforo cambiara de color. Detrás del pequeño grupo avanzó en silencio escuchando el ligero sonido de sus pisadas y voces contra los celulares. Con su mirada al frente, observó a las personas que venían del lado contrario.
Sus ojos siempre eran atraídos por cosas inusuales, y sin duda, la irregularidad de un color rosado captó su atención. Una cabellera rosada entre toda la multitud, ese color, a menos que sea teñido, era único. Una menuda figura avanzaba sin prestar atención a su alrededor, las manos acomodaban el moño rojo de su uniforme.
Imposible. No podría ser Sakura.
Chocó con ella a propósito, quería verla más de cerca, especialmente sus ojos.
La mochila casi topó en el suelo, su mano se movió más rápido de lo que pretendió y alcanzó a atraparla. Desde su posición logró verla pase a que parte de su cabello obstruía la mitad de su rostro. En lo único que se enfocó realmente fue en los ojos jades que seguían sus movimientos con la mano cuando le dejó la mochila entre las suyas.
Esos mismos ojos que lo perseguían en sueños.
Un rostro parecido que el de Hana, la madre de Sakura.
Y el aroma a flores de cerezos que inconscientemente buscaba.
Aturdido por el repentino discernimiento, dio media vuelta antes de que alzara su vista. Aguantó un poco la respiración, pero no pudo evitar hablar para él.
—Parece mentira. No puedes ser tú.
Rápidamente se ocultó en el primer callejón que encontró, asomándose un poco y así tener una mejor visión de la chica. Ella mantenía la mirada fija en su dirección, imaginó que lo buscaba. Al cabo de unos segundos el claxon del auto frente a ella sonó, sobresaltándola, y siguió su camino con prisa.
Cuando desapareció de su visión, se permitió soltar el aire contenido, rayando la incredulidad, sopesando las posibilidades de la identidad de la chica.
En lo absoluto podría ser Hana, esta murió junto a su esposo años atrás en el "accidente" aéreo. Lo que la descartaba de inmediato, tampoco podría tratarse de una hermana suya, puesto que su único pariente con vida era Kakashi, su hermano.
Albergaba dudas, nunca pensó llegar a este extremo de sopesar que la hija de Hana paseará como si nada en medio de una ciudad repleta de Demonios y criaturas Sobrenaturales que no dudarían matarla al saber su origen, ninguna regla valdría para ellos, aunque les costara la vida.
Recordaba un poco a la apariencia física de la hija del matrimonio Haruno. Una enana que no media más del metro, cabello castaño avellana y unos jades tan puros e inocentes que robaban el aliento de cualquiera.
Esto era lo único que permaneció en su memoria al despertar en ese prado, y a su lado, Kakashi aliviado de verlo abrir los párpados. Los sentimientos encontrados en su pecho se intensificaban al rememorarlo.
Tristeza.
Desesperación.
Dolor.
Se llevó una mano a su rostro, frotándolo he intentado despejar la sensación de ahogo que se instaló en su pecho.
Pensar en ello le causaba jaqueca. Hasta ahora era un misterio demasiado grande resguardado en lo más recodito de su mente, y no deseaba mortificarse a estas alturas.
Se adentró al callejón. Se estaba retrasando para realizar su única tarea. Kakashi debería estar esperándolo del otro lado del portal.
Abrir un portal era sumamente sencillo siempre y cuando se tuviera en posesión un pergamino con el conjuro escrito, o bien, que estuviera grabado en una superficie de un lugar custodiado. Esta última opción era contraproducente en algunas ocasiones.
En medio del desolado departamento, sacó el pergamino del bolsillo y lo extendió a lo largo del suelo, justo frente a la única pared extensa.
Bastó unos segundos después de recitar el conjuro para que las letras se desprendieran del papel y se impregnaran en la pared frente a él. Se alejó unos pasos sin apartar la mirada del enorme círculo que se había formado de letras, procedente del latín antiguo. El centro emitió un momentáneo destelló blanco y cambió a una mezcla de colores oscuros que terminaban en un remolino en el centro. Sus hermanos comentaban a menudo que parecía mágico tal transición.
A él ya nada le sorprendía.
Esperó unos segundos. Pronto logró vislumbrar la silueta traspasar la capa, una vez que tocó el suelo, Sasuke se encargó de cerrar el pergamino, y con ello, el portal. Se hizo más y más pequeño hasta desaparecer.
—Kakashi. —El decir su nombre era una especie de saludo.
Pero para el aludido no.
—Los años te han hecho más seco, Sasuke —Kakashi sonrió debajo de su máscara. Aquella que lo ayudaba a ocultar su identidad de sus persecutores.
—No pienses que correré a tus brazos —sentencio sumamente serio.
Pase a que lo conocía de casi toda la vida, su carácter le impedía demostrar el afecto que le profesaba.
Kakashi era su fiel confidente, su mentor, amigo y compañero de batallas, lo más cercano al padre que nunca tuvo. Sin duda pondría las manos al fuego por su vida y viceversa.
Y Sasuke seguía preguntándose como fue que Kakashi, pase a ser un Cazador Puro —desterrado por traición—, no quitaba el hecho de que siguiera siendo de la especie que él aborrecía. Sin embargo, el hombre se las arregló para ganarse su entera confianza.
Él era la viva imagen que no todos eran traicioneros como pensaba. Tal vez influencio el hecho de que haya demostrado ser digno de su entera confianza y la insistencia de su madre ante situaciones que dejaron en claro que Kakashi jamás lo traicionaría. Le tenía más respeto que a sus hermanos.
—Sinceramente esperaba un gesto afable de tu parte. Pero, ya que tú no vas a hacer nada... —cortó la frase, acercándose tan rápido que Sasuke no tuvo oportunidad de apartarse. Pasó un brazo por su hombro y le dio unas palmadas en la espalda. El muchacho compuso una mueca de resignación—. Me alegra verte con vida, y sobre todo completo. Se corrieron rumores de que perdiste la pierna derecha en Hong Kong.
Y posteriormente le dio un ligero golpe en dicha parte.
Sasuke hizo memoria.
Unas semanas atrás, justo cuando concluían su búsqueda en la ciudad de Hong Kong y sus alrededores, participaron en una pequeña cruzada entre sus aliados en China y los subordinados de Akatsuki. Estos querían reclutar al Alfa de una manada Mestiza de Lobos, pero como este se negó rotundamente, prefirieron aniquilar lo junto a la manada.
El trío de hermanos iba de pasada cuando interceptaron el mensaje de ayuda. Sasuke fue uno más involucrados y se ganó heridas de gravedad tras salvar al Alfa de un medium —también conocido como un Demonio intermedio—. Ese engendro casi le destroza la pierna, afortunadamente lo mató antes de que eso sucediera. Finalmente la manada de Lobos quedó casi intacta, pero con su Alfa libre de ataduras.
Este hecho no lo había informado directamente al Cazador Haruno que tenía frente a él.
—La mayoría de las veces destrozo a los medium.
—Ya lo veo… ¿Vienes sólo? Pensé que Hikoro e Itachi estarían aquí —dijo Kakashi una vez que notó la ausencia de los otros dos Uchiha. Se separó de Sasuke sin dejar de mirarlo.
—Itachi se descuidó. Unos Cazadores lo vieron, así que nos separamos. Estarán aquí en unos días.
Las vastas explicaciones de Sasuke nunca cambiarían, sentenció Kakashi.
Después de ponerse al corriente con los acontecimientos más recientes, el Cazador dio paso a lo que le interesaba: el inicio de la búsqueda de Sakura en Tokio.
El rostro impasible de Sasuke dejó en claro a Kakashi que seguía sosteniendo la misma opinión que el principio.
—¿Aún sigues creyendo que ella está muerta? —le preguntó bastante calmado.
Si se lo hubiera preguntado unos días atrás, seguramente habría respondido un seco "sí", ¿para qué seguir alimentando las esperanzas de todos?
Pero, tras ver a la chica de cabellos rosados en medio de la calle, le parecía irreal. Una pequeña posibilidad la cual deseaba descartar de inmediato. Su corazón se empeñaba a una afirmativa.
Primeramente, debía indagar.
—Hasta ahora no ha habido pistas concretas, y Japón es el último país —evadió hábilmente la cuestión inicial.
Kakashi no siguió insistiendo. Era difícil para él concebir la muerte de su amada sobrina, su única familia de sangre con vida. Todavía no se resignaba, no hasta que haya buscado en cada rincón del mundo, y Japón era uno de los últimos. Lo juró. Mientras estuviera con vida se dedicaría en buscar a Sakura.
—Debo asegurarme nuevamente —la voz de Sasuke atrajo su atención.
El chico se había sentado en el suelo y sacado su tira de piel seca dónde guardaba diversas armas filosas, desde cuchillas pequeñas hasta dagas, todas usadas por él. Sacó uno en particular y desprendió la piedra de afilar de las tiras, poniéndolo sobre la piel para hacer lo propio.
Kakashi se sentó lentamente frente a él, expectante a lo que diría.
—En un estimado, ¿qué edad debe aparentar?
Inmediatamente el Cazador supo que hablaba de Sakura. Así que se apresuró a responder.
—Base a la investigación, entre unos diez y trece años.
Uchiha se detuvo un segundo recordando la apariencia de aquella chica que vio horas atrás. Por lo que detallo y el tipo de uniforme que utilizaba, supo que ella rasaba entre los quince y dieciocho años. Una apariencia que se suponía que alcanzaría dentro de una década más.
—El color de su cabello es rosado...
—Castaño avellana y lacio —corrigió Kakashi sin saber que Sasuke lo dijo a propósito para verificar—. Sus ojos son de color verde, de la misma tonalidad de la piedra jade.
—Cabello castaño —repitió para sí.
—¿Acaso se te olvido la información que te proporcione hace unos meses?
—No está demás verificar. Y tampoco es que siempre tenga fresco el único recuerdo de ella.
Aunque lo pensó seriamente. Seguía en duda con los rasgos familiares. En alguna parte de su mente se convencía cada vez más, al compararlo con las fracciones del rostro de Kakashi. No estaba totalmente seguro, así que tendría que colaborar su identidad.
No sería difícil encontrarla ahora que ya conocía su nuevo aroma. Era cuestión de paciencia para abarcar toda la ciudad, incluso en el punto más oscuro y peligroso. Podría estar en cualquier lugar.
—Tienes razón. —Por el tono que empleó Kakashi, dedujo que estaba desilusionado de que en todos estos años sus recuerdos no hayan vuelto.
Y Sasuke no se preocupaba por ello. Mejor para él si no regresaban. Tenía el presentimiento de que sería catastrófico si llegara a suceder. Estaría comprometido hasta el cuello en este asunto.
Él funge de protector. Nada más.
—Antes que nada, debemos poner en orden las cosas por aquí —sentenció Kakashi mientras se incorporaba.
El aludido lo miró desde abajo.
—¿Hablas de los aliados que se asentaron en la ciudad?
Había olvidado los otros asuntos pendientes. Desde que Kakashi fue desterrado de su Clan, se dedicaba a ayudar a todos los Mestizos con los que se topaba, él fue uno de ellos.
Gracias a la fidelidad y constancia a sus ideales y pensamientos positivos hacia los Mestizos y otras cuestiones, se ha ganado el apoyo y en ciertos caso, la lealtad de diversas criaturas y grupos en todo el mundo. Aunque son contados los que apoyan a su causa, siempre están presentes.
Varios de ellos radicaron en la ciudad años atrás, cuando el Clan Haruno pereció. Kakashi también fingió su muerte con el único propósito de cuidar esas tierras para Kakashi y encontrar a su ilegítima sobrina. Sus acciones no eran erradas, había una intención detrás de ellas, una esperanza por una mejor vida.
Y aquello involucraba a los últimos Haruno con vida: Kakashi y Sakura.
—Debemos hacerles una visita a los grupos antes de que Minato llegue a la ciudad.
—¿Y la búsqueda?
Kakashi lo pensó por unos largos minutos.
—Soy el más deseoso de comenzar, pero si vamos a estar aquí por un tiempo, debemos asegurarnos que la zona no es peligrosa y vistosa. No nos conviene que los Cazadores sepan que estamos aquí. Nos acorralarían.
El muchacho no le quedo de otra más que asentir y acatar sus órdenes.
La búsqueda de la chica que posiblemente podría ser Sakura, tendría que esperar un poco.
8 de abril.
Centro comercial de Tokio.
Noche.
A Sasuke le agradaba más el trabajo de campo, luchar contra los repugnantes Demonios u otras criaturas, andar de un lado a otro. Detestaba estar encerrado en una estructura de cuatro paredes, esperando por indicaciones de las cuales, dudaba que llegarían pronto. Minato y Kakashi estaban una pequeña reunión.
—Vamos, no pongas esa horrible expresión.
Y para variar, no estaba solo.
Mientras él apoyaba la espalda contra la pared en medio del pasillo, el estúpido de su amigo se encontraba de frente, fastidiándole. Desde que arribo a la ciudad junto a Minato, no había parado de persuadirlo para que salieran de la alcaldía a cenar en un buen lugar con comida humana. Al parece también se estaba aburriendo.
Hubiera aceptado si fuera cualquier otra cosa que no sea excluirse en un restaurante y comer fideos. Él tenía más antojo de comida fresca, carne para ser específicos. Pase a que se había abastecido días atrás, le atraía terriblemente adentrarse a la zona de caza de la ciudad. Tenía curiosidad por lo que se encontraría ahí.
—Vayamos a comer —el rubio se lo pedía con una horrible expresión de súplica.
—Si son fideos, olvídalo —gruñó.
El chico rubio resopló audiblemente, hastiado de la actitud del azabache. Y seguía preguntándose como puede ser amigo de alguien tan seco y antipático —aunque a veces tuviera sus ataques de bromas sarcásticas—. Todo se remota a la unidad que tuvieron desde niños, varios siglos atrás.
De hecho, Sasuke era mayor que él por mucho.
Naruto le propinó un pequeño codazo para que lo mirara. Ambos tenían la misma estatura y rayaban a estimar de apariencia de la misma edad joven .
—Es que quiero comer fideos para no tener que buscar alguna bolsa de sangre refrigerada.
Sasuke sonrió de lado al tener algo con que burlarse.
—Tu aperitivo preferido —dijo sarcástico.
—Cállate. Sabes que odio la sangre refrigerada, y más si es humana.
Naruto era uno de esos Mestizos con gentes Vampíricos. Su otra parte provenía de su madre que fue una Cazadora Pura perteneciente al Clan Uzumaki. En cambio, su padre era un Vampiro.
—¿Y si te llevó a un lugar dónde le ponen carne y tomate en el centro del onigiri? —preguntó.
Supo que accedería cuando mencionó dicha palabra. Los ojos del azabache se entrecerraron en menos de un segundo.
Sasuke simplemente no podía concebir tal casualidad.
Desde el principio había sospechado. Cuando piso el centro comercial de la ciudad captó un ligero olor, que recientemente guardo para recordarlo.
De nuevo esa chica acaparaba su mente.
Entraron en un restaurante que, según Naruto, preparaban la comida más deliciosa de la ciudad.
Afortunadamente para Sasuke, el local se encontraba un poco vacío, casi era hora de cerrar. Lo agradeció internamente, prefería comer sin tener que estar al pendiente de las personas a su alrededor.
Mas su mente asimilaba el olor que captó su olfato. El lugar estaba en su apogeo en cuestión al olor de esa chica. Ella estaba en ese lugar.
No tardo en comprobarlo. Mientras una mujer tomaba su orden, logró vislumbrar la aparición de ella. Salió de la puerta detrás de la barra, cargando una charola y se dirigió a recoger los platos de una mesa posicionada al otro extremo.
Su expresión se contrajo, el aroma se intensificó y frunció la nariz, pensando en lo inesperado que fue su presencia. Se quedó en silencio, desconectado de la realidad. Naruto no tardó en hablarle a medio grito pues la mujer seguía esperando a que él dijera su orden.
—Quita esa cara y pide algo de comer, que yo invito esta vez —le recordó Naruto, divertido por su dilema.
—Si lo está haciendo a propósito, debiste pensarlo dos veces antes de arrastrarme a este local y pretender que coma unos asquerosos fideos —protestó en un gruñido.
—Nuestro ramen es el mejor que hay en la ciudad —contribuyó la mesera, sonriendo forzadamente.
Sasuke le dedicó una mirada nada agradable.
—Ya te dije que aquí hay esos onigiris que le ponen carne y tomate en el centro —Naruto entorno los ojos por la expresión arraigada de Sasuke y se giró a la mujer—. Para mi amigo traiga dos órdenes de eso, y un café bien cargado sin azúcar.
Sasuke refunfuñó unas palabras en otro idioma, pero insultando a su amigo. Cuando la mesera se fue, rápidamente puso en marcha su cuestión, pues se percató que la chica pelirrosa se había marchado a la cocina.
—Naruto, ¿viste a la chica de cabello rosado que estaba recogiendo los platos en el otro extremo?
El aludido lo miró confundido. Luego observó a su alrededor intentando recordar la chica de la que le hablaba. Desde que entró detalló todo el lugar y estuvo al pendiente de las pocas personas que habían ahí. Y claramente esa chica con un inusual color de cabello no fue la excepción.
—Sí, la recuerdo. ¿Por qué lo preguntas?
—¿De qué color era su aura?
—¿Color? —Naruto frunció el entrecejo, consternado por la pregunta.
Captó de inmediato porque requería de su insignificante ayuda. Sasuke tenía una ventaja: poseía un collar que ocultaba su propia aura, pero a cambio no podía ver el aura de los demás. Una ventaja a medias.
Pero lo más extraño fue recordar que no vio aura alrededor de la chica mencionada. En un principio no le prestó la debida atención, ahora que Sasuke lo mencionaba se daba cuenta del problema.
—Ahora que lo dices... —murmuró— No le vi ningún aura.
Desde ese punto, el azabache ya no sabía que pensar.
¿Qué ella no tenía aura? Imposible. Toda criatura emitía una. Hasta los asqueroso Demonios del inframundo, tenían una esencia que los diferenciaba.
A menos que ella fuera una criatura legendaria, era inconcebible la ausencia del aura.
Mantenía su mirada fija en la puerta de la cocina, esperando a que ella saliera. Necesitaba verla, específicamente su aura. La sobrina de Kakashi también era Mestiza. Así que debía ser una oscura, tan abrumadora que se confundía con la penumbra. Característico de cualquier Mestizo en el mundo.
Tenía que estar seguro de una vez por todas de que o quién se trataba.
Al salir del local le pidió a Naruto que lo esperara en el bosque del norte. Quería explorar un poco pero primero necesitaba resolver ese asunto.
—Bien, bien. No tardes demasiado —aceptó Naruto a sabiendas que no podría acompañarlo. Le dio la espalda y desapareció en un ligero susurro.
Permaneció quieto por uno segundos, contemplando el estacionamiento vacío, una escena perfecta para un desafortunado asalto.
Retiró el collar de su cuello y lo guardó en el bolsillo derecho de la gabardina Comprobaría con sus propios ojos lo que le dijo Naruto.
Se propuso a encontrar el rastro de la chica entre todo el estacionamiento. Desde afuera localizo la entrada de personal a los restaurantes, se topó con un callejón con excelente iluminación, las puertas estaban en hileras y en cada una colgaba en madera el nombre del local.
Rápidamente dio con el acceso al restaurante, el nombre grabado en una madera con colores llamativos colgaba del centro.
Por la hora intuía que faltaría poco para que cerraran completamente, así que no tendría que esperar mucho. Trepó el edificio de enfrente y se quedó de pie en la orilla del techo con la mirada fija en la puerta, esperando a que ella saliera por ahí.
Pasaron los minutos en los que comenzaba a aburrirse, la paciencia era una virtud que en ocasiones titubeaba. Conforme al contexto llegaba a exasperarse muy pronto. Naruto era una de las pocas personas que lograban fastidiarlo en tan poco tiempo.
Escuchó un chasquido. Retiró la mirada del cielo y la posó en dicho sitio. Vio la menuda silueta alejarse de la puerta a paso moderado, sin ninguna prisa. La siguió desde su sitio, andando sobre la orilla del edificio, pero sin perderla de vista.
Naruto tenía razón: esa chica no emitía ningún aura.
Se detuvo en seco cuando ella lo hizo, intrigado por su repentina disminución de su andar. No le quito la mirada de encima, esperando algún movimiento pues se quedó sumamente quieta como una estatua.
¿Habrá notado su presencia? Era una posibilidad. Si tenía su percepción desarrollada, incluso sentiría a cualquier humano a la redonda.
Pronto dejó de ser una estatua y se giró a una maseta cuya base colgaba de un hilo, uniéndose a otras en buen estado. El tallo de las flores se curvaban y sus pétalos de una tonalidad oscura, la planta estaba marchitándose, dando tumbos para sobrevivir pase a sus lamentables condiciones. Aún se aferraba a la vida con fuerza.
Los dedos de ella tocaron el tallo, acariciándola con delicadeza.
—Es una lástima que una flor tan bella como tú esté destinada a morir —dijo ella.
Seguidamente la soltó y tras verla unos segundos más siguió su camino sin prisas dejando atrás lo que ignoraría por un tiempo.
Y Sasuke no podía creer lo que veía.
Rápidamente descendió del techo, cayendo abruptamente sobre el suelo sin hacer el menor ruido. Se acercó a la planta que esa chica tocó hace unos momentos.
La planta se avivó de una manera sobrenatural, retomó la fuerza necesaria para alzar sus hermosos tallos verdes y dar aquellas majestuosas flores de diversos colores, siendo las más hermosa y resistente que las otra.
La naturaleza reaccionó a su tacto, reconocieron el origen de ese minúsculo poder. Casi invisible pero involuntario porque esa esencia vivía en su interior.
Había sido testigo ese poder en Kakashi pero a gran escala. Un poder que existía en las venas de aquellos que tuvieran sangre de un Cazador Haruno sin importar una mezcla de sangre, algunos lo manifestaban en otros su otra mitad predominaba y nunca se manifestaba.
Nadie más que Sakura, la supuesta sobrina desaparecida, podría provocar aquello. Una de las últimas Mestizas con sangre Vampírica y genética de los Haruno, pero la única perteneciente a la Rama principal del clan.
Ella regresó a casa. A una tan asquerosa y espeluznante, oscura y llena de sufrimiento disfrazado de una macabra felicidad que duraría poco, que la haría retorcerse de dolor y dudar de su propia existencia.
Los desconocidos dirán que sería una fortuna tenerla de regreso por lo conveniente que sería tenerla de aliada.
Mas, los que vivieron de cerca el terror y el miedo a flor de piel, opinan que sería mejor que nunca hubiese aparecido, o en el peor caso, muerta.
Su mirada puesta en aquella silueta que se alejaba de él cada vez más, como el recuerdo de una niña corriendo a su lado, desapareciendo de su vista.
« —¿Crees en los milagros?
Aquellos ojos azules vibrantes, una cabellera rosada. La esencia perfecta de un ser puro. Todo era luz a su alrededor.
—¿Creer, dices? Los milagros los concede Dios, y por lo que tengo entendido, soy una criatura que aborrece. Una plaga en su paraíso perfecto.
Unos ojos dolidos dejan entrever el sufrimiento de décadas.
—No por ello estás exento.
—He arrebato miles de vidas, soy un asesino.
Los pecados que ha cometido. Tantas vidas inocentes arrebatadas.
—Incluso al peor asesino Él tiene misericordia.
—Pero no de un maldito Mestizo.
La mezcla entre el bien y del mal reside en él, y en todo aquel que tenga mezcla de sangre».
Igual que Sakura. Empero, ella sigue con vida.
¿Esté era un milagro?
Se le hacía tan irreal.
Tan lejano.
Tan nostálgico.
—La última heredera... —murmuró al aire— Ha aparecido.
Incluso el viento susurraba su nombre, tal pareciera que el hecho de que él la haya encontrado, fuera un triunfo, un telón arriba liberando el segundo acto de esta obra malévola y sin sentido. Un descubrimiento que la naturaleza ocultaba entre sus raíces y esperaba que alguien la descubriera.
Todo celebraba. Incluso sentía que la luna brillaba más esa noche, estaba sobre él, asfixiándolo, dejándole sin habla.
Ahora le parecía repulsivamente irónico y despechado la idea de que Sakura supiera su verdadero origen. Y posiblemente todo el sufrimiento que vendrá después de un tiempo. Nadie le avisaría porque no estaban seguros si llegaría a ello.
Le quemaba la mente, jugaba con su dolido corazón y su alma clamaba a mantenerla lejos de la desgracia.
Más, sin embargo, muy en el fondo estaba deseoso de saber lo que seguiría a continuación. Ese perverso anhelo de ver su reacción.
Incluso para él, era lastimosa la situación.
Continuará...
No me había dado cuenta de que ya pasaron los días y faltaba actualización -soy telible- jajaja
En fin. ¿Cómo les pareció el capítulo? Los que leyeron la antigua versión se darán cuenta que es diferente. En un principio iba a saltar esto, pero pensé que después no podría acomodar ciertas situaciones.
Sasuke se negaba al principio a aceptar que ella estaba viva, no quería alimentar más sus deseos olvidados. Por lo pronto, todo comenzará de una manera muy inusual.
¡Gracias por seguir leyendo!
Casi llegamos a los 30k wiiii estoy feliz por ello. El fic va mejorando poco a poco pero a paso seguro.
Nos leemos pronto.
Alela-chan fuera.
